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OBEDIENCIA DE ABRAHAM, AMIGO DE DIOS.

Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y
él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y
vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te
diré.

Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos


siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al
lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos.
Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho
iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros.

Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en
su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. Entonces habló Isaac a Abraham
su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el
fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham:
Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. Y cuando
llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la
leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su
mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.

Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham.
Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le
hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu
único.

Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado
en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en
holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová
proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto.

Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mí
mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu
hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las
estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá
las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la
tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. " GÉNESIS 22: 1-18.

¡Cuanto cuesta entregar a nuestro hijo en holocausto a Dios! La vida del cristiano no
es fácil, porque a veces tenemos que hacer cosas que no nos agrada para estar bien con
Dios, como lo hizo Abraham. Si pudiéramos hacer las cosas que nos agradan y estar
bien con Dios sería bonito. Por lo menos que Dios nos aceptara hacer algunas cosas.

¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a entregar a nuestro hijo en sacrificio para


Dios? Si usted me dice en este momento que todavía no está preparado se lo creeré. Al
sacerdote Elí, no entregar a Dios sus hijos le costó el castigo de Jehová. Elí les permitió
hacer todo lo que ellos querían tratando de burlar a Dios en su mismo tabernáculo, y Elí
nunca les dijo nada. Permitió el pecado de sus hijos, por eso Jehová los quitó del
sacerdocio y murieron los dos el mismo día.

Cuando yo conocí a Dios, le entregué mi hijo, mi hijo era lo que más quería, lo que
más me satisfacía en ocasiones, lo que más me agradaba, lo que se interponía entre Dios
y Yo.

No había sido yo capaz de entregar a mi hijo, de entregarlo en holocausto, era


difícil, hasta que llegó ese día. Lleno de angustia y decidia, tomé la decisión de hacer
contra mi voluntad lo que yo no quería hacer. Hice contra mi voluntad, la voluntad de
Dios.

Entregué a mi hijo: mi adulterio, mi adicción al sexo, mis colecciones valiosas de


libros en holocausto, videos de inmundicia grabada en mis encuentros, fotografías
desnudas, cuadros de pintura, mi teléfono celular donde a cada momento escuchaba
voces femeninas que quería escuchar, mi trabajo de escritor del mundo, mis libros
cargados de lujuria e idolatría, mi trabajo donde a diario me rozaba con lo mejor del
pecado de lujuria, a mi hija biológica y su descendencia por andar en adulterio, a mi hijo
por deshonrarme a cada momento y maldecir mis finanzas con sus gastos para
fornicación de quien a los veintitrés años su madre me reveló que no era mi hijo, a mis
hermanos porque decían que yo estaba loco, embrujado, a mi madre por desobediente a
Dios, por querer ella jugar a ser Dios queriendo resolver los problemas de los demás, sin
dejar trabajar a Dios, por querer ocupar ella el lugar de Dios. Entregué personas, niños y
niñas a quienes tenía gran amor pero que servían de puente para la maldad porque eran
utilizados para atraparme en lazos de brujería, niños y niñas a quienes llegué a a querer
como hijos e hijas y llegué a idolatrar como le sucedió a Elí con sus hijos.

Me alejé del mundo, entregué el boxeo, mi deporte favorito en ese entonces, el


ajedrez porque Dios me reveló que era un juego diábolico, el cine que tanto me
agradaba visitar principalmente los fines de semana, las playas, los mares, las piscinas
donde satisfacía mi vista con mujeres y sus demonios de desnudez, la televisión, todo
aquel tipo de relaciones con mujeres que se convirtieron en anatema para mi vida por
haber tenido algún tipo de juego sexual conmigo, no fue fácil dejar de contestar un
saludo a una de esas mujeres, no verlas viéndolas, pasar de largo porque así me lo pidió
mi Dios, no me gustaba pero lo tenía que hacer y lo sigo haciendo cada vez que Satanás
las utiliza para tentar o recordar.

La gente que sabe esto piensa que estoy exagerando, que no es Dios conmigo,
porque Él no puede pedir eso. Si le pidió su único hijo a Abraham, para ver su
obediencia, ¿porque a mi no me pudo pedir que le entregara a mi hijo? Todo esto lo he
hecho por amor a Dios. No ha sido fácil, pero su protección, su bendición y su amor no
me ha faltado desde el día que yo escuché su voz y me pidió que entregara a mi Isaac.
Por eso Dios se agradó de mí, y me ha enaltecido encima de mis enemigos. Por eso Dios
me encargó este Ministerio de Poder, que exige obediencia total para no ser
avergonzado por Satanás y sus demonios que anda como león rugiente día a día a ver en
que trampa caígo, pero no podrá porque Dios ha colocado una cerca alrededor de mi
matrimonio con mi esposa Ana María. La Gloria y la Honra es de Dios.

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