Sei sulla pagina 1di 77

1

CONFERÊNCIAS V

Sumário
Nota Explicativa............................................................................................................. 3
Conferencia 01 – 23/04/1960 – Buenos Aires ........................................................... 4
Conferencia 02 – 13/05/1961 – Buenos Aires ........................................................... 8
Conferencia 03 – 10/06/1961 – Buenos Aires ......................................................... 15
Conferencia 04 – 08/07/1961 – Buenos Aires ......................................................... 19
Conferencia 05 – 13/08/1961 – Buenos Aires ......................................................... 26
Conferencia 06 – 19/08/1961 – Buenos Aires ......................................................... 32
Conferencia 07 – 26/08/1961 – Buenos Aires ......................................................... 39
Conferencia 08 – 02/09/1961 – Buenos Aires ......................................................... 45
Conferencia 09 – 16/09/1961 – Buenos Aires ......................................................... 51
Conferencia 10 – 23/09/1961 – Buenos Aires ......................................................... 56
Conferencia 11 – 30/09/1961 – Buenos Aires ......................................................... 62
Conferencia 12 – 07/10/1961 – Buenos Aires ......................................................... 68
Conferencia 13 – 21/10/1961 – Buenos Aires ......................................................... 75

2
Nota Explicativa

(7) “CONFERENCIAS”, TOMO V, contém treze conferências pronunciadas pelo


Maestro Raumsol em Buenos Aires nos anos de 1960 e 1961. Sua linguagem é
exatamente a mesma que o Maestro utilizou, conforme originais em poder do
Conselho de Administração do Brasil, todos com respectivo carimbo da Direção
Geral.

Como os demais tomos desta série, este também se destina exclusivamente ao


uso do discipulado e concretiza o objetivo de tornar mais acessíveis ensinamen-
tos inéditos proferidos para discípulos e neodiscípulos.

3
Conferencia 01 – 23/04/1960 – Buenos Aires

(9) He estado observando con mucho agrado que los discípulos de esta Sede se
están moviendo con más agilidad, más armónicamente y que a la vez, van
comprendiendo la necesidad de ubicarse cada uno en forma que le sea siempre
propicia esa ubicación y que no moleste a los demás. Eso ha hecho que les hable
hoy, aunque no me sienta muy bien, para darles una enseñanza-clave. A pesar
de todas las enseñanzas que he dado sobre el sistema mental, sobre los pensa-
mientos, sobre las facultades, voy a darles esta noche una clave para que los
discípulos sepan aprovecharla, tanto en beneficio propio, como en beneficio de
la Obra.

Si yo les preguntara en estos momentos a los discípulos si saben pensar, ¿qué


me dirían? ¿qué me dirían?

Discípulo: Si... Sabemos pensar como se piensa comúnmente; ahora, logosófi-


camente, es otra cosa.

(10) Discípulo: Diría, a veces si, a veces no.

Discípulo: Estamos aprendiendo a pensar, Maestro.

Discípulo: Resulta muy difícil pensar tal como se debería, como la misma ense-
ñanza nos lleva a hacerlo. Lo que por lo general hacemos, es pensar a través de
los pensamientos que tenemos en la mente, pero no ejerciendo la función de
pensar como debe ser ejercida.

Discípulo: Tenemos la comprensión de como deberíamos pensar.

Maestro: Pero no lo hacen. Es una hermosa comprensión entonces...

Discípulo: Tratamos de pensar el mayor tiempo posible; tratamos de estar


siempre atentos para pensar.

4
Maestro: Pero ¿eso es saber pensar?

Discípulo: Yo, sencillamente, no sé si pienso.

Discípulo: Pienso que la mayor parte del día no pensamos, sino que hacemos
uso de otros pensamientos ajenos. Recién estamos aprendiendo a pensar.

(11) Discípulo: Pienso que las últimas enseñanzas del Maestro nos han ubicado
mucho con respecto a la libertad que tenemos de ejercer el acto de pensar. Nos
han demostrado hasta qué punto, aún ignorándolo el discípulo, está inhibido de
ejercer el control consciente de las facultades que entran en la formación de un
pensamiento. De manera que, he podido apreciar, que las facultades están ac-
tuando con mucha más libertad, con más eficacia en la labor de pensar que an-
teriormente. No estoy pensando bien todavía, pero lo hago mucho mejor que
antes.

Discípulo: Si uno supiera pensar, pensaría en todo momento, porque sería cons-
ciente de la importancia, del valor extraordinario que tiene y lo ejercería en todo
momento. De tanto en tanto, podemos realizar un movimiento que significa
pensar, pero saber pensar, considero que es algo de mayor jerarquía. Saber pen-
sar, seria ejercitarlo constantemente.

Discípulo: Logosóficamente saber pensar es pensar a conciencia. Esa conciencia


se va formando a través de las enseñanzas que nos brinda el Maestro. En vez de
pensar limitadamente, tenemos que pensar, no solamente en sí mismo, sino en
todos los seres de la humanidad. A medida que vamos haciendo el proceso,
vamos aprendiendo a pensar.

(12) Maestro: Entonces, la mayoría ha dicho que están aprendiendo a pensar; en


esto hay acuerdo común entre todos. Esto demuestra que se están ubicando
bien; están aprendiendo a ubicarse, están aprendiendo a pensar.

La facultad de pensar es una de las más importantes, diría más, es la que llena
5
la función primordial de la vida. Requiere cuidados especiales.

No se puede pensar en todo momento, ni se debe pensar en todo momento,


primero, porque la facultad de pensar no puede absorber las prerrogativas de
las otras facultades, y segundo, porque cuando se ejerce esa facultad, debe ser
para algo útil, para algo constructivo y benéfico.

Voy a señalar los momentos en que la facultad de pensar es totalmente dócil al


llamado del ser interno, incluso hasta de las exigencias mismas de la vida exter-
na.

Para que la facultad de pensar funcione con toda eficacia y brinde la satisfacción
de haber cumplido con su misión, deberá ser usada en el momento más preciso
e indicado para el logro de ese cometido.

(13) Cuando se quiera pensar, no deberá nunca forzarse esa facultad en momen-
tos de tristeza, de desánimo, de amargura, sufrimiento, violencia, porque la fa-
cultad de pensar se ve completamente dificultada para llenar con felicidad su
cometido. Deberá buscarse entonces el momento feliz; habrá que experimentar
el estímulo de alguna idea o pensamiento que le lleve al ser a buscar la colabo-
ración de su facultad de pensar a fin de dar forma, si se quiere, o dilatar los al-
cances del propósito, proyecto, idea o pensamiento, que se haya constituido en
ese momento en un estimulo para su vida.

Para que la facultad de pensar cumpla su verdadero objetivo, debe usársela en


momentos de optimismo, de gran optimismo, de entusiasmo, de gran entu-
siasmo, porque entonces la facultad de pensar abre posibilidades insospechadas
al entendimiento. Se constituye en imán y hace que afloren los pensamientos
más útiles, más estimulantes y, por supuesto, que todos quieren que sea éste,
que sea éste, el cometido de la facultad de pensar. Pero ¿sería exactamente igual
el resultado si queremos usar la facultad de pensar en momentos de pesimismo,
de reacción, de amargura, de sufrimiento? No. Ahí la facultad de pensar queda
6
interferida y suelen haber a veces muchos pensamientos, que, viendo que esa
facultad está interferida, hacen las veces de facultad de pensar, muy comedidos.

(14) Señalo con esto una conducta invalorable para la vida de los discípulos; y
esto debe trascender incluso hasta la juventud y la niñez, para que aprendan a
pensar en momentos de alegría, en momentos de bienestar, de optimismo, de
entusiasmo, y que nunca piensen en otros momentos, porque sería contrapro-
ducente.

Discípulos, estáis aprendiendo a pensar, tenéis con esto una clave, como he di-
cho, invalorable para el manejo de la vida y para que esa facultad cumpla su
cometido con toda felicidad, haga al ser feliz y pueda en todo momento recor-
dar hasta con unción, el momento que escuchó esta enseñanza, porque lleva
implícita una norma que puede cambiar de hoy en adelante, la vida de los
discípulos, si la aprenden y la practican sincera y lealmente.

7
Conferencia 02 – 13/05/1961 – Buenos Aires

(15) Los seres en el mundo común se dejan llevar por los impulsos, por lo que
dicen unos, por lo que dicen otros y las mentes inexpertas son así llevadas de
un lado para otro, sugestionadas unas veces y otras por la imposición de ideas,
ideologías, etc.

Hay algo que no han podido comprender todavía, principalmente en los países
de Occidente, y es, ¿por qué siendo la democracia tan buena los pueblos que
viven practicando la democracia encuentran tantas y tan graves dificultades
para poder vivir en paz y defenderse contra los extremismos que están siempre
en acocho para destruirla?

Yo voy a señalar en esta clase algo muy importante sobre el porqué acontecen
en el mundo muchos hechos que sorprenden hasta al hombre mejor preparado.

(16) Cuando apareció el sistema democrático de gobierno, se creyó que era re-
almente el que más convenía a los pueblos, que era el mejor, y se hizo del
término democracia un ideal, es decir, se constituyó en un ideal, porque ese sis-
tema permitía a los seres humanos ser independientes, vivir en libertad y gozar
y usufructuar de estos bienes y estos pensamientos, y así comenzó en unos y
otros países a funcionar el sistema de la democracia.

La democracia es, indudablemente, el mejor de todos los sistemas. La democra-


cia es un ideal y sigue siendo un ideal; esto es lo peor de todo, esto es lo más
grave, lo más terriblemente grave: que sigue siendo un ideal. No se ha llevado,
pues, a la realización ese ideal y los hombres, faltos de conocimiento, incapaces
de pensar, creyeron que se podía gobernar con ese ideal y se ha estado gober-
nando con ese ideal, mientras se estaba desarrollando un proceso en todos los
pueblos, precisamente, contrario a ese ideal.

La democracia es grandeza cuando se enseña a los seres a pensar, cuando se les

8
enseña a ser libres, no de palabra, libres por conocimiento propio, conscientes
de esa libertad. Y esto es lo que no se enseña en los pueblos democráticos: a ser
libres conscientemente, a pensar, a pensar para que cada uno pudiera así de-
fender ese ideal hecho carne en el pueblo; y de ahí que surgieron los extremis-
mos.

(17) El totalitarismo, viendo esa debilidad del sistema democrático, viendo que
los pueblos que creyendo que era suficiente un ideal puedan marchar así, sin
dirección fija, sucediéndose unos a los otros cada vez en peores condiciones, se
aprovecha de esa coyuntura para apoderarse de los gobiernos. Comienzan los
extremismos aglutinando las masas que no saben pensar, que se llevan de un
sitio para otro, irrumpiendo en esas democracias que creen que viven libremen-
te, pero en las cuales a los hombres no se les enseña a pensar, no se les enseña a
defender la democracia como sistema de vida ejemplar, y entonces, el grave, el
gravísimo error y pecado es que las generaciones que van sucediéndose están
sufriendo y van a sufrir cada día más ese gravísimo error de no haber enseñado
a los seres humanos a defender la democracia con el pensamiento; pensando,
pensando y no dejándose arrastrar. De esta manera, lógicamente, pueblos don-
de los hombres no piensan tienen los peores gobernantes que uno pueda pen-
sar, porque esos gobernantes surgen de ese pueblo que no sabe pensar. He aquí
el gravísimo problema, el gravísimo problema que hoy atormenta a todos los
seres humanos.

(18) Esto les demuestra que, aunque no se quiera reconocer, aun cuando se
quiera vivir al margen de la realidad, todos, tarde o temprano, tienen que acu-
sar esa responsabilidad que cada día es mayor y que no supieron mantenerla
con la altura que cuadraría a cada uno de los que integran esos pueblos de-
mocráticos.

Bastaría que uno solo pueblo supiera pensar, ¡qué supieran todos pensar!...
bueno, de ese pueblo surgirían verdaderamente gobiernos muy buenos que

9
habrían de dirigir a esos pueblos con mucho cuidado, tratando de favorecer el
desarrollo de la inteligencia para que en esta forma supieran defenderse de los
impactos de los extremismos que jamás de los jamases podrán poner un pie en
la tierra de los libres, de los verdaderos libres, de los que saben pensar conscien-
temente; ¡allí no pueden poner el pie nunca! Pero lo ponen donde saben que los
seres humanos no piensan, no saben pensar. Y la mente que piensa, ya de por sí
esto da valor, da valor, porque cada uno piensa que es suficiente, que es valien-
te por sí mismo, porque piensa, porque sabe resolver sus problemas y no está
pendiente de lo que hacen los otros para resolver sus problemas.

(19) Así es como hay pueblos que piensan que los gobiernos deben ser provi-
denciales. Les llevan todos los problemas porque no piensan que esos gobiernos
se ríen del pobre pueblo que les pide que les resuelva los problemas por medio
de arte de magia, y a veces las soluciones que resultan de esa magia son muy
desagradables, muy desagradables.

Les he hablado en esta forma y pienso que todos los discípulos han comprendi-
do con la claridad que he expuesto esta situación mundial, para que se den
cuenta cómo cada uno debe tratar en lo posible de adelantar su propia evolu-
ción, para no verse arrastrado como un ser sin nombre, como los que están en
esos pueblos donde solamente existe la masa y el hombre individualmente no
existe, porque no piensa, no le permiten pensar; entonces dejan de existir en la
vida conscientemente. Vale más y más valioso tal vez seria, irse al campo y, po-
niéndose en cuatro patas, comer el pasto, tranquilo, feliz; por lo menos el resto
de libertad que pueda tener lo disfrutaría yendo en cuatro patas, comiendo.

Esto también significa que a medida que crece el movimiento logosófico, va


volcando sobre todos los seres la necesidad imperiosa de que cada uno piense y
haga pensar a sus semejantes. La caridad más grande que puede hacerse es en-
señar a que piensa cada uno; que no se deje llevar por lo que dice uno u otro o
aquella ideología o extremismo. “Vea usted las consecuencias de no pensar –

10
podría decirle –; sea usted responsable y siendo responsable, consciente, será
libre, podrá conocer entonces lo que es la libertad”.

(20) Y de esta manera ese ideal de democracia podrá convertirse en una reali-
dad. Pero tiene que dejar de ser ideal, porque de seguir así se va a convertir en
una ideología en vez de ideal. Entonces hay que llevarlo a la realidad, a la reali-
zación, y la única forma de que ese contenido de la palabra democracia sea rea-
lidad, es haciendo que los seres que viven en la democracia piensen, y pensan-
do, ¡la defiendan como la tienen que defender!

Entonces vemos que desde mucho tiempo la humanidad, sobre todo la parte
occidental, que adoptó para la vida humana un sistema de vida, falló por la ba-
se; falló por la base, porque desde un principio, desde que comenzó a funcionar
la democracia en una nación, debió haber sido su principal preocupación de
gobernantes y gobernados, pensar, pensar mucho, para poder mantener y con-
servar esa libertad que se les va de las manos por el hecho de no haber aprendi-
do a pensar.

(21) Esta fue hace mucho tiempo mi preocupación. Por eso silenciosamente fui
desarrollando la Obra Logosófica, haciendo que todos los que se allegaban a mí
aprendieran a pensar y fueran conscientes, conscientes de lo que pensaban. Pasé
los primeros años con muchas dificultades; fui muy combatido por aquellos que
tal vez intuían que en mi palabra estaba la liberación de los seres. Sobreviví a
todos los episodios que acontecieron en esa larga lucha y seguí siempre, incan-
sablemente, enseñando a pensar. Instituí la evolución consciente, el proceso que
debe realizar cada uno, porque es la única forma en que cada uno puede ser
consciente de lo que piensa, saber lo que tiene y lo que puede y también estar
facultado para ayudar a sus semejantes. He instituido un método y ese método
se convirtió en una ciencia, porque el método logosófico es una ciencia y cada
uno la practica en la medida de su comprensión, en la medida del estado de
evolución en que se encuentra, en la medida de su consagración, en la medida

11
que la práctica y vive haciendo que vibre en su interior este nuevo y grande
concepto de la vida que he hecho conocer a todos para que desarraiguen la an-
terior. Esa vida que fue estéril, porque durante ese tiempo la mente estuvo poco
menos que inanimada, en permanente inercia; se movía para las necesidades
comunes, para los estudios comunes, para todas esas cosas, pero había algo mas
en que pensar. La escasa realización evolutiva no los defendió contra los peli-
gros externos, contra los peligros que acechan a los hombres y pueblos; para eso
hay que estar preparados, hay que pensar, hay que pensar mucho y hay que
enseñar a pensar a los demás. Hay que dejar de ser rebaños, en una palabra,
para que no se les coma el lobo. Eso es justamente lo que estoy haciendo: con-
virtiéndolos en leones, en leones que pueden castigar al lobo, perseguirlo, eli-
minarlo del mundo.

(22) Y así podremos también ir convirtiendo en pequeños leones a esas pobres


ovejas que se dejan guiar por lo que dicen éstos o por lo que dicen los otros y
después todos van a parar al mismo sitio. Hay un dicho muy viejo que dice:
“Todo bicho que camina...”. Todos éstos también van a parar al mismo asador,
al asador de la esclavitud donde recién cada uno, por primera vez, piensa:
“¿por qué no habré sabido defenderme? ¿Por qué habré sido tan incauto? ¿Por
qué me habré dejado llevar por lo que dijo éste o por lo que dijo el otro?”. Por-
que no se dejó llevar por lo que él decía, por lo que él pensó, por lo que él sintió;
esto es lo que debe guiarlo: su propia conciencia, si sabe distinguir el bien del
mal y si no lo sabe, pues se deja guiar, como he dicho, por cualquiera.

(23) Y vuelvo a decir que la democracia debe dejar de ser un ideal, porque eso
es lo grave y para que sea realmente una democracia perfecta todos los seres
humanos que viven en una democracia deben indefectiblemente aprender a
pensar, porque sólo así, sólo así, ese sistema de vida puede ser para todos los
seres humanos lo más grande que existe en la tierra. Pero no lo hemos oído ni
de gobernantes ni de políticos, jamás de los jamases, que yo sepa, que han ense-
ñado a pensar y que han dado todas las facilidades posibles para que los seres
12
gobernados aprendan a pensar y aprendan a defenderse contra todos los peli-
gros que acechan a la democracia.

Hemos visto así en estos últimos tiempos, en estos últimos días, cómo vienen
muchos con inquietudes a escuchar la palabra logosófica. Es muy seguro que
todos ellos están viviendo en un país democrático, pero, ¡qué lejos están de la
realidad democrática, todos, sin excepción! Entonces, de una vez por todas, de-
berá comenzar por lo menos un pueblo a dejar de vivir una aparente democra-
cia para vivir una democracia real; y esto sólo acontecerá cuando una mayoría,
en lo posible, sepa pensar por su cuenta, sepa ser consciente de su vida, de su
destino. Y entonces, puedo asegurarles, que siempre hebra buenos gobernantes,
porque saldrán de ese pueblo que sabe pensar.

(24) No se puede culpar entonces a los malos gobernantes, porque han salido de
ese pueblo que no ha sabido pensar. Y ya sabemos que a los que no piensan, es
muy fácil engañarlos, es muy fácil prometerles, es muy fácil hacer muchas cosas
con los que no saben pensar; pero es muy difícil engañar al que sabe pensar, al
que sabe defenderse de las argucias de los malos pensamientos.

De modo que, estoy dando aquí una norma de conducta a todos los discípulos
que quieran vivir, es decir, llegar a realizar cada día, – no a realizar lo que fue
un ideal democrático y sigue siendo para muchos – sino lo que aquí están
aprendiendo de convertir ese ideal en una realidad.

(25) Así espero que en cada país donde la fundación logosófica vaya logrando
una difusión mayor, pueda dentro de un tiempo no lejano, extender este cono-
cimiento a todos los seres y surjan entonces verdaderos seres conscientes que
sabrán vivir en libertad, dentro de una democracia real. Pienso que ésa debe ser
hoy la aspiración más grande de todos. Pero no se podrá jamás vivir en una
democracia real, mientras esto otro no sea una realidad: que todos sepan pen-
sar.

13
Cuando se instituya el sistema democrático, se pensó, – tal lo dicho por los que
idearon ese sistema – que se concluiría con el caciquismo, con el caudillismo y
con todos los ismos. Y, cómo van a terminar con ellos, si los seres siguen siendo
o indios o un poco más que indios sin plumas, porque no saben pensar. Y así es
como aparecieron los caudillos y siguieron los caudillos agrupando y agluti-
nando gente, unos pocos, otros más, porque, claro, al no saber pensar... “donde
va Vicente, donde va la gente...”. ¿Qué les parece a ustedes? Esto es bueno de
tenerlo en cuenta, muy en cuenta.

Esto que estoy dando, es un elemento inmunizante, es un elemento de alto po-


der inmunizante para las mentes humanas que quieran escuchar y que quieran
salvarse, justamente, de ser conducidos como rebaños de ovejas que no piensan.
Y siendo un elemento inmunizante, los discípulos, con el tacto de siempre, pue-
den extender este pensamiento, y estoy seguro que a todos aquellos a quienes
hablan, los harán pensar; aunque no quieran, los harán pensar, tanto, que a ve-
ces no podrán dormir, porque seguirán pensando; y ojalá que pasen muchas
noches sin dormir, que se mantengan despiertos, porque no estamos en épocas
de dormir, de dormir mucho. Es necesario que cada uno sea un centinela de la
libertad, de la democracia; pero para serlo, para ser un buen centinela, hay que
pensar, porque si se duerme sobre el fusil, no es un centinela, y el lobo le saca el
fusil de las manos y con el fusil le parte la cabeza.

14
Conferencia 03 – 10/06/1961 – Buenos Aires

(27) Es posible que por ahora, durante algún tiempo, no puedan comprender el
alcance, la importancia de estas breves clases que doy a los discípulos. Pero a
medida que va pasando el tiempo, irán experimentando algo internamente. En-
tre el Maestro y los discípulos tiene que existir una lógica conexión espiritual,
psicológica y mental. En una palabra, no podemos ser extraños.

Los discípulos siguen el pensamiento del Maestro hasta donde pueden; pero
muchas veces acontece que comienzan siguiendo el pensamiento del Maestro y
después siguen el pensamiento que hay en la propia mente, y ahí es donde, pre-
cisamente, comienza el desvío, y ya sabemos que todo desvío no tiene salida,
llega a un punto muerto.

Por esto yo quisiera que siempre los discípulos marcharan por este camino que
no tiene fin. Y ya lo dije una vez que es muy grande saber que no tiene fin, por-
que si lo tuviera, estarían todos anhelando llegar a ese fin y olvidarían de ver,
observar todo lo que hay en el trayecto. El pensamiento de llegar al fin los in-
hibiría y estarían siempre pensando en ese fin. De modo que, aunque saben que
es infinito el camino porque no tiene término, todos pueden desarrollar con
tranquilidad, con calma, una actividad permanente.

(28) Sabemos que en el mundo común y en muchos discípulos, ha existido la


duda, la desconfianza, porque es propio de las mentes que no piensan, de las
mentes que muchas veces han sido engañadas o de las que saben de otras que
han sido engañadas. Por esto es que aquí, desde el primer momento, para evitar
esto, señalé la imperiosa necesidad de realizar el proceso de evolución conscien-
te.

Vean los discípulos que estoy insistiendo sobre algo muy importante de la vida
del discípulo: la evolución consciente. Sin ella, no es posible ningún avance,
ningún acierto en el andar por este camino. Los discípulos entonces tienen que
15
acostumbrarse a caminar con seguridad; caminar con seguridad quiere decir
pensar conscientemente y saber que lo que piensan tiene una finalidad útil,
práctica y necesaria para la vida: para la vida física, para la vida mental, para la
vida espiritual.

(29) Los discípulos pasan largos minutos, largas horas, días tal vez, distraídos, y
ya dije que la distracción no es conveniente para el proceso de evolución.

Recuerdo que vez pasada un discípulo me dijo que tendrían que ir suprimiendo
las distracciones y yo le respondí que deben hacer de la vida misma una dis-
tracción, del proceso de evolución consciente la mayor distracción y en esta
forma no iban a extrañar las otras distracciones, las que están desconectadas con
la conciencia del discípulo.

Hay algo muy cierto y quiero aquí señalarlo, y es que los discípulos por más
que estudien, si no viven la enseñanza y se identifican con la Obra, es muy difí-
cil que concreten en algo cierto lo que estudian, lo que realizan o lo que piensan.
El auxilio que el Maestro hace llegar a los discípulos de aquí y de todas partes
es tan necesario, diría, como el aire que respiran, porque la palabra logosófica
penetra a fondo, reactiva internamente mucho de lo que el discípulo proyecta o
anheló en su vida pero que no supo concretar ni supo llevar a buen fin. La pala-
bra logosófica va directa al centro de la vida, promoviendo internamente una
serie de movimientos. El discípulo no los puede advertir, lógicamente, pero ad-
vierte que existe dentro de sí una alegría interna, un bienestar, una seguridad
mayor y que las dudas, la inseguridad de antes se va disipando, porque, lógi-
camente, cuando se pisa firma todo ser encuentra que es muy difícil resbalar y
cuando se pisa dudando de que el piso es firme generalmente se resbala y se
cae. Y yo lo que quiero es que ninguno sufra las consecuencias de una caída,
por el contrario, que siga adelante, que marche firme y pueda hacer muchas
cosas o por lo menos una de las tantas que piensa hacer. Hay muchos que pien-
san hacer muchas cosas pero después no hacen ninguna.

16
(30) La Logosofía enseña el arte de hacer algo útil, el arte de convertir la vida en
un perpetuo movimiento, actividad, porque todo esto trae felicidad, alegría y
bienestar. Si la naturaleza misma en sus múltiples, variados e infinitos procesos
está en permanente actividad, no podemos estar ajenos a esa parte de la natura-
leza, porque cada ser humano forma parte de la misma y debe ser por lo tanto
activo como ella y tener siempre presente que cuando se está mucho tiempo
quieto se peligra de convertirse en algo que no sirve para nada. Hay que ser
entonces consciente de esa fuerza que todo lo mueve, para que opere en cada
uno de nosotros esa fuerza inteligente que reaviva siempre la llama de todos los
anhelos y hace que cada uno sienta la vida de una manera diferente de la que
acostumbran en el mundo común. Sentir la vida y experimentar el gusto de
existir solamente se logra haciéndolo conscientemente. De otra manera es impo-
sible, y cuando el discípulo actúa ya en la preparación de aspirantes, ya en los
núcleos o cualquier otra actividad en la Sede, siente de inmediato que está ac-
tuando conscientemente, porque la misma enseñanza lo lleva a eso, la misma
enseñanza atrae todos aquellos pensamientos que le son necesarios para hacer
más eficiente su actuación. De modo que es la enseñanza la que promueve esos
movimientos internos, es decir, la que los impulsa a realizar una labor conscien-
te y feliz. Si el discípulo permanece ajeno a la enseñanza entonces la propia con-
ciencia sufre las consecuencias de esa ausencia consciente de la enseñanza y
cuando llega el momento de que la enseñanza tiene que operar en él se retrae,
porque no encuentra el auspicio suficiente dentro del discípulo que le permita
prestarle su gran auxilio.

(32) Pienso que les hablo bien claro para que cada uno sepa ubicarse y saber en
el futuro cómo tiene que actuar. Cuando el discípulo está conectado a la ense-
ñanza no puede tener temor de ninguna especie en todas sus actuaciones, por-
que ellas han de ser regidas por una seguridad, la misma que la enseñanza le
concede para que su actuación sea un acierto y sienta la felicidad interna de
haber actuado bien.

17
Con estas palabras quiero decir a los discípulos que aunque sean pocas las pa-
labras que dejo caer sobre las mentes de los discípulos, éstas tienen una gran
virtud; la de acercar cada día más a los discípulos al Maestro y en la medida
que cada uno es digno de ese acercamiento escuchará más o menos estas pala-
bras que reactivan las instancias del proceso interno.

18
Conferencia 04 – 08/07/1961 – Buenos Aires

(33) Discípulos, el 11 de agosto se cumplen treinta y un años de existencia de la


Fundación Logosófica, para todos los discípulos nuevos, para muchos discípu-
los, no significa lo que es en primer lugar para el Maestro y en segundo lugar,
para aquellos que tienen muchos años en la Institución.

El propio Maestro va a cumplir sesenta años. Cuando se dice treinta y un años o


se dice treinta o treinta y dos o treinta y tres, es porque esos años representan
toda una vida, toda una historia, y más de una vez me he detenido para pensar
en todo lo que hice, lo que pensé, lo que experimenté durante esas años; y a ve-
ces pienso que he ido supliéndome sucesivamente en el andar del tiempo, por-
que hasta me ha parecido inconcebible todo cuanto ocurrió en ese periodo tan
corto en la inmensidad del tiempo, pero tan largo en el tiempo de las horas.

(34) Recuerdo los primeros tiempos. La Fundación, esta Escuela, como los pla-
netas, tuvieron su nebulosa, su principio; pero las nebulosas que luego fueron
estrellas, planetas, cuerpos vivientes en el espacio, tuvieron un origen, un ori-
gen común. Nacieron influenciados por una voluntad y esa voluntad les dió
vida y energía, y, así, a medida que fueron pasando los siglos, los milenios para
los cuerpos celestes, fueron pasando los años para esta Institución. Sabía que
tenían que desfilar muchos por este pequeño mundo. Vinieron aquí cuerdos y
locos y todos, mientras aquí estuvieron, fueron útiles, porque de todos ellos ex-
traje muchos elementos que transformé luego en enseñanzas, enseñanzas para
los cuerdos a fin de que no se volvieran locos, y locos que no entendían más que
el lenguaje quimérico, el que surge de esas mentes que han perdido el control,
que no actúa la razón, que la inteligencia fue eclipsada por pensamientos domi-
nantes que le anularon, éstos tuvieron que marcharse, porque esta Escuela es
para hacer más cuerdos a los cuerdos, no cuerdos a los locos, porque para eso
hay otras instituciones que se ocupan, y luego, que se les dé un poco de trabajo
a esas instituciones. Y he dicho, hacer más cuerdos a los cuerdos, es decir, a los

19
que quieren, lógicamente, vivir en la verdad, porque todos los cuerdos, comu-
nes por lo general, tienen algo de “loquitos”. Se han sonreído por esta frase,
porque en realidad lo han comprobado más de una vez. Se han hecho los loqui-
tos; estoy seguro. Si son pequeños, ¿quién no hace una travesura de loquito? Y
si son grandes, añoran los días de la infancia haciendo también sus pequeñas
travesuras de loquitos. A veces se detienen más de la cuenta en ese trajín de los
pensamientos cuando los llevan de un lado para otro, cuando saben que esos
mismos pensamientos que son propensos a creer, les hacen creer muchas cosas,
y esto, siendo cuerdos; hasta les hacen creer más de una vez, en que ya no tie-
nen esta o aquella deficiencia, que la han superado y así les hace creer que pue-
den vivir tranquilos, porque esas deficiencias no habrán de molestarlos. Las
deficiencias tienen mucho que ver con la vida que cada uno encarna: son como
elementos vivientes enraizados en la misma naturaleza del ser y a veces se con-
figuran de un modo y otras veces de otro modo; no siempre la misma deficien-
cia se comporta de igual forma o aparece del mismo modo. De ahí lo necesario,
lo imprescindiblemente necesario que es realizar el proceso de evolución cons-
ciente que lleva al conocimiento de sí mismo, tal como lo prescribe la ciencia
logosófica; pero aun así, los discípulos de esta época, todos los contemporáneos,
tienen una prerrogativa tal, que lo habrán de carecer posiblemente las genera-
ciones futuras, y es tener, como todos vosotros tenéis a mano, al Maestro que
guía, que enseña, como dije un día, al padre que reprende y al amigo que acon-
seja. Aquel que quiere conducir su proceso por propia cuenta, que desoye el
consejo del amigo, que desoye la palabra del padre que afectuosamente le re-
prende – y le reprende siempre con enseñanzas, he ahí lo grande – este discípu-
lo queda al margen del proceso de evolución consciente, aunque el pensamiento
que anima cualquier deficiencia le haga creer lo contrario. Si pensamos por
ejemplo que las bombitas eléctricas dan luz, sabemos que es porque están co-
nectadas a una línea que a su vez está conectada a un cable de alta tensión, fácil
será pensar que si ese pequeño foco de luz quisiera alumbrar por su propia
cuenta desconectándose de la línea, se apagaría de inmediato; ya no podría

20
alumbrarse a sí misma y menos alumbrar a los demás.

(36) En todos estos años, años en que todo concurrió para favorecer el proceso
general de esta Obra, he recordado muchas veces muchas pasajes, vivencias, y
los he recordado con la emoción que solamente puede experimentarse cuando
en cada uno de estos años, plenos de recuerdos, se ha dejado parte de la vida
misma y que esa vida sigue viviendo en el alma de los discípulos. No en vano
se sigue la trayectoria de un hombre que ha luchado tanto para encauzar tantas
vidas, para enderezar tantos pensamientos, para recibir tanto bien de su ense-
ñanza. Y a través de esos años no he enseñado solamente con la palabra, he en-
señado con el ejemplo y he conducido, incluso, hasta los procesos que se han
hallado en graves incomprensiones: he luchado contra esos enemigos que cada
uno lleva dentro de sí mismo sin darse cuenta que allí reside el peor de sus ma-
los: en no conocer a ese enemigo y en permitir que ese enemigo lo entregue
dócilmente a merced de pensamientos extraños que le llevan hasta malograr su
proceso. A más de uno he detenido en esa carrera desdichada hacia el abismo
de la incomprensión; he ahí uno de los aspectos, que desconocen los discípulos
y en los cuales se ha plasmado más de una vez, la ciencia del Maestro.

(37) Recuerdo haber contestado una vez a una persona que me preguntó: “¿Qué
se necesita para ser Maestro?” Le contesté: “Ser sabio no basta, por más sabio
que sea; se necesita tener una paciencia ilimitada de la cual carecen todos los
sabios, porque la mayoría son neurasténicos; una gran tolerancia y, por si fuera
poco, se requiere tener el dominio absoluto de lo que se va a enseñar y saber
enseñar”. De modo pues, que todos los sabios que tragaron libros son neurasté-
nicos, porque no han podido digerir tanta, tanta página escrita, tantas argumen-
taciones, aunque a ellos les parezca que saben mucho y por eso se encrespa mu-
chas veces cuando observa que los demás no han visto en él a ese gran sabio
que todo lo sabe, pero que no se conoce a sí mismo y que al no conocerse a sí
mismo, no conoce a sus semejantes con los cuales no tiene ninguna tolerancia,
ninguna paciencia. Posiblemente, porque esa paciencia la perdió al querer go-
21
bernarse a sí mismo, al querer conducir su propio proceso sin tener conciencia
del mismo.

(38) Yo tengo muchos discípulos, muchos. A todos quiero por igual, pero ello
no impide que haya discípulos que sepan hacerse querer más que otros y, natu-
ralmente, atraen mi atención aquellos que trabajan y colaboran en la Obra, por-
que la sienten, porque saben lo que habrá de ser en un día no muy lejano, a la
humanidad. Yo me siento feliz cuando a veces converso con unos y otros discí-
pulos y veo reflejada en ellos esa parte de vida que yo les he infundido cuando
encuentro que esos cambios que van realizando, los van haciendo semejantes a
mí. Entonces me siento feliz; pero me entristece y me apena mucho, cuando ob-
servo todo lo contrario; cuando veo que no cuidan de sus procesos como deben
hacerlo y desobedecen aquellas enseñanzas que tanto deben penetrar en el alma
del discípulo, porque son, precisamente, las que cumplen una labor edificante,
constructiva, modelando la nueva individualidad.

(39) El proceso de evolución consciente no puede ser algo sencillo, algo que se
hace porque sí y basta con dedicar unos instantes en cada día. No; los que esto
creen se engañan. Si al proceso se lo relega a segundo plano y el propio intere-
sado o sea el discípulo se ocupa de él solo cuando se acuerda, entonces ese pro-
ceso se retrae y quedará estancado a merced de las circunstancias.

Como vamos llegando a un nuevo aniversario, siempre he acostumbrado a


hablar a los discípulos significándoles la importancia que tiene cada una de es-
tas fechas en el proceso, generalmente en el proceso individual, incluso en el
mismo proceso de la humanidad, ¡Desdichado aquél que nada hace que pueda
servir más tarde para convertirlo en un recuerdo feliz! Cuando la vida se vive
sin que hechos de mucha o poca repercusión interna jalone cada uno de los
momentos de su vida, esa vida muere irremisiblemente; pero cuando se vive
enriqueciendo esa vida con hechos que tengan amplia repercusión interna, la
vida se enriquece, se hace luminosa porque los recuerdos dejan de ser hechos

22
del pasado para conectarse y revivir en el presente y dar aliento al futuro.
¡Cuántos podrían tener un sostén en la vida si pudieran tener esos recuerdos!

(40) Cada discípulo en la medida que ha podido comprender la magnitud de


esta Obra que estoy realizando, podrá celebrar el 11 de Agosto no como una
fecha más, sino en la enorme conjunción de hechos que a lo largo de esta trayec-
toria de 31 años ha plasmado la Obra la imagen de lo que habrá de ser la huma-
nidad en el futuro. Ya no más entes incapaces de sentir la vida y experimentar
la energía viril del alma, para ser entes sensibles a la realidad que Dios ha plas-
mado en toda la Creación, que Dios hace conocer a cada instante mientras cada
uno respira ese aire invisible que le permite existir aquí, en esta Tierra.

En estos años todo parece llevar a la idea feliz de que habrán de venir en el fu-
turo años más benignos para los que buscan con ansias incontenibles la evolu-
ción consciente de sus espíritus y la eliminación constante de sus deficiencias;
pero terriblemente malos para aquellos que se desconectan de esta realidad o
los que están desconectados ya y viven sin saber qué pasa ni qué va a pasar en
el mundo. Cada uno eche sus cuentas en el papel: vea los años que ha vivido y
los que le queda por vivir y piensa cada uno qué va a hacer de esos años que le
quedan por vivir. Supongo que todos convendrán conmigo en que tratarán de
hacer mucho más de lo que hicieron hasta aquí.

(41) A veces, cuando hablo a los discípulos, observo la variedad de estados


mentales, de estados de conciencia; unos están más adelante, otros más atrás y
observo también que aun cuando imperaran diferencias en el sentir, en el pen-
sar, en todos, por lo menos en estos momentos, existe un anhelo sincero de ser
mejor, de alcanzar gradualmente ese estado de conciencia que le permita ser
cada día mejor, y no un día bueno y otro día malo, porque esto, lógicamente,
afecta el proceso. Si queremos ser buenos tenemos que ir todos los días por el
camino del bien y ser buenos. Pero naturalmente, yo no puedo ir detrás de cada
uno para ver lo que hace; me basta leer lo que hay en cada mente, y a veces

23
pienso ¿por qué, si vamos marchando, por ejemplo, por un camino que conduce
al perfeccionamiento, unos o otros se detienen para dar unos pasos también por
el otro camino, por el que desperfecciona, por el que resta energías y vuelve
siempre los pasos del que avanza, hacia atrás?

(42) Discípulos, ésta es una Escuela de perfeccionamiento, pero no como lo pen-


saron o tal vez soñaron o tal vez intuyeron unos u otros a través de los siglos,
no. Ésta es una Escuela de perfeccionamiento real, positivamente real, donde
cada uno es testigo de la instancia de ese proceso, de los cambios que experi-
menta; y si esto les produce alegría, bienestar, felicidad, ¿por qué a veces suce-
den descuidos que luego tienen que lamentar? Físicamente es difícil que el que
va por un camino tropiece con piedras o troncos o baches que existen en el
mismo si mira siempre hacia adelante y también de cuando en cuando a los cos-
tados; pero es seguro que tropieza y se cae el que se distrae mirando la luna o
mirando para atrás.

Recuerdo, aunque tal vez no tenga en apariencia conexión, dos episodios que
me contaron – lo mismo da tomarlo como un cuento o como relato; para el caso,
es exactamente lo mismo –. Había dos seres que marchaban por un camino y
uno miraba siempre hacia el cielo y el otro hacia el suelo. El que miraba hacia el
suelo encontró una cartera repleta de billetes y con ellos pudieron almorzar,
pues carecían los dos de dinero. Luego, cuando terminaron de almorzar, el que
había encontrado la cartera, dice: “Bueno, ahora que tengo tanta plata, puedo
darme el lujo de mirar el cielo”. La moraleja la ponen ustedes. ¿Para qué la voy
a dar yo? Quiero decir con esto, que el discípulo debe mirar siempre lo que hay
en él, porque él está marchando por el suelo, caminando en el suelo; no remon-
tarse a mirar siempre al cielo, porque perderá más de una oportunidad de en-
contrar, no una cartera de billetes, pero si muchos elementos valiosos que la
atención hacia todo cuanto le rodea, lo que está más cerca de él, le va a permitir
encontrar para enriquecer su vida. De modo que, es necesario no apartar la vis-
ta, primero, de sí mismo, para luego ir mirando a los demás y recién cuando ha
24
afirmado su proceso, puede también, como el caminante, darse el lujo de mirar
a la luna cuando quiera si le es útil. Cuando digo mirar a sí mismo, estoy
hablando de la realización de los procesos de evolución consciente que implica
el ir conociendo de verdad las deficiencias que cada uno tiene y aplicando la
enseñanza que más conviene a cada deficiencia y al mismo tiempo favorecer ese
proceso con el concurso inapreciable de las experiencias de todos los demás y si
a ese agregamos todavía la enseñanza del Maestro, tienen completo todo el pa-
norama y mi gran deseo, mi gran anhelo es que este próximo 11 de agosto sea
un aniversario que por muchas razones supere a todos los anteriores. Me estoy
refiriendo al estado mental, espiritual y consciente que cada discípulo debe
ofrecer ese día, como contribución moral a la Obra. Que vea en todos reflejada
una alegría inmensa, una felicidad y una paz como jamás habrían sentido antes.
Esto es lo que quiero para todos los discípulos y que en ese día, esté o no esté
presente físicamente, habré de estarlo espiritualmente celebrando con todos
vosotros un aniversario que tiene una gran significación.

(44) Espero que todos los discípulos mantengan vivo el recuerdo de todas estas
enseñanzas y puedan así revivirlo luego a solas consigo mismos o en compañía
de otros discípulos para que ellas se conviertan en compañeras inseparables, en
consejeras, y que mientras las revivan en el recuerdo, piensen en todo lo que
tienen que hacer y agradezcan una vez más a Dios por haberles dado esta gran
oportunidad.

25
Conferencia 05 – 13/08/1961 – Buenos Aires

(47) Acabo de leer el mensaje que me ha hecho llegar el Sector Juvenil. Lo he


leído con emoción y lo guardaré como recuerdo de estos momentos gratos que
estamos viviendo.

Pocas veces dirijo la palabra a los que recién comienzan a vivir, a los que, podr-
ía decir, están penetrando en este mundo convulsionado de hoy, donde reina la
desorientación, el desquicio y la violencia.

Cuando hablo a los discípulos jamás busco palabras que no puedan compren-
der, sino aquellas que penetran a fondo, que llegan hasta lo más íntimo del ser.

Vosotros estáis todavía en edad temprana; comenzáis a vivir, y lo hacéis en una


época, en un siglo en que todo parecería ensombrecerse, como si se pretendiera
negar a las generaciones de hoy y del futuro, aquella inocente felicidad que vi-
vieron los antepasados. Pero también es cierto – y esto es lo más importante
para los que están aquí, en este nuevo mundo que he creado para los que quie-
ran vivir en paz, con felicidad, con alegría – que todas mis enseñanzas tienden a
muñir al ser de defensas mentales y espirituales.

(48) Las enseñanzas logosóficas contienen energía y esa energía genera valor;
valor, que tanto se necesita en estos momentos y en los que vendrán, para
afrontar las dificultades que puedan presentarse. Yo diría que lo último que
debiera el ser humano perder es el valor; si tuviera que perderlo todo, lo último
debería ser e valor. Con esto quiero decir que mientras haya valor, hay vida,
hay esperanza de que el panorama de la existencia cambie de un momento a
otro. Pero cuando no hay valor, cuando ha desaliento, cobardía, temor, ya se
está viviendo ese pasaje que introduce sigilosamente por los pasillos de la
muerte; de una muerte lenta, de un vivir sin vida, sin tener en qué apoyarse
para poder afrontar, como he dicho las dificultades.

26
En la edad juvenil muchos piensan que la vida se vive derrochándola; pero no
es así. No es así. Eso es efímero. La vida se vive cuando se la amplía. Entonces
sí, es ampliándola como se vive, como se llegan a generar esas energías que
forman el valor, esas energías que son la vida misma. Se va adquiriendo así la
conciencia del propio existir; se va gobernando la vida, haciendo de ella algo
útil para sí mismo y para el semejante.

(49) No hay que derrochar la vida; al contrario, hay que ahorrarla para poder
hacer uso de ese ahorro cuando llega la edad en que declinan los ardores de la
juventud. Cuando se ahorra la vida se siente la juventud en todas las edades,
porque se ha expandido esa savia juvenil a toda la existencia; y esto es lo ideal,
esto es lo hermoso, lo maravilloso que tiene la existencia humana: sus grandes
reservas. Si esas reservas se saben usar son inagotables; pero cuando se derro-
chan, se agotan.

Os estoy dando enseñanzas muy útiles para que podáis ubicaros frente a ese
mundo convulsionado, lleno de temores, de desaliento y de desorientación, tan
opuesto al mundo logosófico, que va cobrando cada día mayor volumen y en él
se irán alistando muchos seres para reforzar el esfuerzo de tantos en llevar esta
palabra de bien a todos los ámbitos del mundo.

(50) Yo pienso que la juventud tiene una misión grande que cumplir, muy
grande. Absorbiendo estas enseñanzas, asimilándolas, haciendo de ellas el es-
tandarte de la propia vida, pueden marchar hacia adelante sin temor a nada,
porque nada puede amedrentar el valor que infunde la enseñanza logosófica.
Pero es necesario vivir esas enseñanzas por dentro y no por fuera; hay que vi-
virla por dentro para que esto sea una realidad que nadie pueda negar, nadie.

Me alegra mucho ver aquí caras de discípulos de otras filiales. Algunos ya me


conocen, otros, posiblemente no. Me alegra verlos aquí, pero me alegraría mu-
cho, también, que me trajeran buenas noticias de las respectivas filiales, de los
trabajos que se hacen en ellas, de lo que hacen con la enseñanza, y esas alegrías,
27
naturalmente, no serían sólo para mí, sino para todos.

Yo dije una vez que las filiales me atraen cuando veo en ellas entusiasmo, cuan-
do veo que todos se esfuerzan por obtener buenos resultados; esto me atrae y
voy hacia ellas. En cambio, no ocurre así con aquellas que no trabajan mucho,
que se duermen un poco; me da lástima a veces despertarlas, porque, natural-
mente, cuando voy, el sacudón es un poco fuerte. No me gusta despertarlos así,
de golpe; prefiero que se despierten de a poco. Los que han venido hoy, ser-
virán para despertar a los demás discípulos cuando yo los visite.

(51) Hay algo que los jóvenes no tienen en cuenta. No pueden tenerlo en cuenta,
lógicamente, porque no conocen bien la historia del mundo, de los hombres, la
historia de cada país. Dije una vez que la historia tiene una parte de leyenda,
como la leyenda una parte de historia; pero lo esencial es que haciendo a un
lado la historia de los pueblos, de los hombres, los discípulos traten de superar
cuanto se hizo en épocas pasadas; y lo pueden hacer, porque es un momento
éste en que estoy despertando las mentes, despertando verdaderos anhelos de
sentir conscientemente la existencia, de sentir los latidos de la vida; y esto se
logra cuando se piensa; cuando se piensa no sólo un momento, sino en todos los
instantes propicios para pensar.

Lo que está ocurriendo en el mundo es, justamente, el resultado de que la ma-


yor parte de los seres humanos no piensa, y muchos de los que piensan lo hacen
en forma desatinada, conduciendo a los que no piensan a encrucijadas de las
que, si no interviene Dios directamente, es muy difícil que puedan salir. Es ne-
cesario entonces capacitar a muchos seres para pensar, seres que lleven la ac-
ción de su pensar a todas partes.

(52) Nada es tan fácil como inyectar temor en los seres que no piensan. Estos lo
creen todo, pues como no piensan admiten sin análisis de ninguna naturaleza lo
que oven. De manera que la mente que no piensa es como una casa deshabita-
da, en la que todo el mundo entra, rompe paredes, daña todo y se va, dejándola
28
cada vez más destruida e inhabitable. Hay muchas mentes humanas que son
así, inhabitables para muchos pensamientos, que no encuentran allí auspicio
para vivir y sentirse cómodos.

El estudio de los pensamientos es de capital importancia para los jóvenes; es


muy importante, diría imprescindible, porque de ese estudio surge la necesidad
imperiosa de ejercer la facultad de pensar, de razonar, en fin, de poner en mo-
vimiento todos los resortes del sistema mental, sin descuidar el sensible, que
marcha parejo con el sistema mental en la evolución.

Todos tienen que tener en cuenta que es necesario, hoy más que nunca, por ser
una época de gran desorientación, ubicarse lo más sensatamente posible en la
realidad. Uno se ubica en la realidad cuando piensa, cuando es auxiliado cons-
tantemente por la enseñanza y logra, mediante el propio esfuerzo, éxitos extra-
ordinarios en la conducción del proceso de evolución consciente. Esto ha sido
comprobado por muchos discípulos, y yo anhelo que todos los jóvenes logren
esa experimentación en la práctica de la enseñanza y con mucho éxito. Quiero
que se beneficien rápidamente con la luz de la enseñanza para que ella los guíe
en este mundo tan desolado.

(53) Deseo advertir aquí que hay en el mundo corrientes mentales que son mo-
vidas por mentes poco menos que diabólicas; corrientes que tratan de hechizar
las mentes con promesas, en fin, con muchas cosas, y que, tras lo que prometen,
muestran la amenaza, amedrentan de continuo las mentes, sometidas a los pen-
samientos que saltan de un consciente a otro, llevando la semilla del mal.

Los discípulos, que ahora saben pensar, razonar, y saben que las fuerzas laten-
tes en el ser humano pueden ser encauzadas y llevadas a mejor destino, no
pueden ser ya captados por esas corrientes del mal que se llaman ideologías, y
que, en realidad, la única idea que contienen es la del sometimiento, no otra
cosa. En cambio, la enseñanza logosófica propicia en todo momento la libera-
ción; la liberación en todo sentido, para que cada uno sea dueño de sí mismo y
29
no un ser sometido a los pensamientos de nadie ni a ninguna corriente mental
que absorba, inhabilite y haga desaparecer al hombre como ente individual,
para aglutinarlo en masas que sólo representan la fuerza bruta y lo convierten
en dócil instrumento de las dictaduras.

(54) La enseñanza logosófica da todos los recursos, da todos los medios para
que cada uno pueda valerse por sí mismo en cualquier orden de la vida.

Yo espero que todos los jóvenes aquí presentes usen mi palabra como elemento
de poder para luchar contra esos elementos; para luchar vivamente, sabiendo
de antemano que van a vencer, y si alguna vez, por inadvertencia, por falta de
capacidad o por olvido de algo, son derrotados, que sepan tomar esa derrota
como principio de una futura victoria; esto es lo grande.

El Maestro ha tenido, como vosotros, su juventud; la tengo todavía, quizá más


que todos los que estáis aquí presentes, porque disfruto de ella a través de los
años, porque me siento feliz experimentando la vida universal dentro de mí. He
sido físicamente joven en momentos en que hube de afrontar esta misión tan
grande, tan sublime, renunciando a todo lo físico para destinar la mayor parte
de mis energías, de mi tiempo, de mi todo, a esta Obra que comencé solo y por
la cual luché, defendiéndola contra todos los que se oponían al titán que había
nacido en esa cuna humilde, desconocida, que por primera vez meció mi vida.
Fue así cómo desarrollé mis fuerzas internas, cómo acumulé energías, cómo
ahorré mucha vida, porque iba a necesitarla, no ya para mí, sino para que todos
pudieran participar de esa vida a través de la enseñanza que daría a unos y a
otros en el andar del tiempo.

(55) Hace treinta y un años que fue fundada esta Institución, aun cuando mu-
chos años antes ya había dado enseñanzas. Nada pudo contra esa enorme, ex-
traordinaria confianza que tuve en mí mismo para afrontar todas las dificulta-
des, lo cual hice con el convencimiento absoluto de que por más grandes y difí-
ciles que fueran, sabría doblegarlas y vencerlas. Si tuve algún pequeño fracaso,
30
ese fracaso me sirvió para hacer frente a una victoria mucho más grande. Quizá
fuese el escalón que debía subir para mirar más alto y ablandar así a aquellos
que me combatían sin saber que combatían.

(56) Los discípulos saben que tienen en sus manos no sólo la enseñanza, sino al
Maestro que enseña, al padre que corrige y al amigo que aconseja. En todo
momento encontrarán en mi enseñanza las tres cosas, y quien las sienta y las
viva, estará inmunizado contra el mal.

Esto es lo que quería decir a los jóvenes para que lo tengan presente y puedan
encauzar su vida con seguridad, con felicidad, con amor y con mucho, mucho
valor, que es lo que más se necesita.

31
Conferencia 06 – 19/08/1961 – Buenos Aires

(57) El día 11 de agosto, por causas de fuerza mayor, estuve ausente de esta Fi-
lial, pero dejé un mensaje. Espero que todos lo hayan leído, después de haberlo
escuchado, y que así como el aparato graba la voz, espero que cada uno haya
grabado también internamente, no la voz, sino las enseñanzas que había en ese
mensaje.

Hay algo que quiero que los discípulos tengan siempre presente y es que todos
son diferentes; no hay dos procesos iguales. Diferentes estados de conciencia,
estados mentales, diferentes grados de evolución, en fin, unos hace tiempo que
están en la Obra, otros menos, otros recientemente ingresaron y tengo que dar
la enseñanza en forma que a cada uno llegue la que cada uno necesita. De modo
que cuando una enseñanza no es comprendida, posiblemente sea porque no es
para él; habrá otras que comprenderá y asimilará porque a él van dirigidas.
Quiero decir con esto que resuelvo en esa forma, cuando doy una clase, el pro-
blema de satisfacer a todos, sobre todo en la parte que cada uno más necesita.

(58) Estas clases tienen por finalidad el encauzamiento de todos los procesos;
unos más, otros menos, pero generalmente los procesos, por mejor atendidos
que sean, tienden siempre a desviarse de su cauce natural.

En dos o tres oportunidades me he referido últimamente al proceso de evolu-


ción consciente que cada uno está realizando. Sin embargo, aunque hablara
muchas veces sobre la importancia capital de este proceso de evolución cons-
ciente, estoy seguro que muy pocos comprenden esa importancia capital que he
señalado. El proceso de evolución consciente es integral: abarca todo el ser, toda
la vida, toda la existencia. Es en ese proceso donde cada uno comienza a cono-
cerse a sí mismo y en la medida que se va conociendo, en la medida que va ex-
perimentando las verdades contenidas en los conocimientos logosóficos, se va
acercando al Maestro y este acercamiento, lógicamente, facilita el proceso, por-

32
que tiende un puente de comprensión entre el Maestro y el discípulo que hace
posible hasta las cosas que se imaginó más imposibles. Pero es necesario traba-
jar de firme, decididamente, en la realización de ese proceso.

(59) Evolución significa trascender estados de conciencia, significa superar todo


cuanto debe ser superado en cada discípulo, y una de las cosas que más se resis-
ten a la evolución, que más se oponen a la realización de ese proceso, son las
deficiencias y son también aquellos prejuicios o creencias arraigados en el ser y
que tratan de mantener el alma en las mismas condiciones precarias en que se
debatía antes de tomar contacto con el conocimiento logosófico.

Trabajar para eliminar las deficiencias es algo inherente al proceso de evolución


consciente, es algo indispensable, imprescindible a ese proceso. Naturalmente
que no puedo estar señalando a cada discípulo sus deficiencias, no puedo estar
corrigiéndolos constantemente; a veces, así, al pasar, hago notar a su entendi-
miento que una deficiencia le está perturbando, le esté molestando, le está im-
pidiendo avanzar. Pero paradójico resulta decir que hay todavía quienes se han
encariñado con las deficiencias, sin darse cuenta, desde luego, que esas defi-
ciencias no sólo le están atrasando su proceso, sino que incluso pueden hacerle
peligrar su estabilidad en este camino de emancipación moral, mental, espiri-
tual.

(60) Mis palabras son claras siempre y llegan al discípulo directamente; no ne-
cesita mi palabra intermediarios, porque cada uno la comprende en la medida
que va realizando su proceso. De modo que toda interpretación de otro discípu-
lo cuyo proceso no es igual al suyo, puede ocasionarle dificultades. Aténgase
cada uno, entonces, a la palabra del Maestro, a la palabra directa y verá cómo se
allanan todas las dificultades. Cada uno recibe su parte y la contiene en lo in-
terno de su ser en la medida en que es capaz de contenerla, pero no divague con
la enseñanza, no; así no podrá comprenderla.

Adviertan los discípulos el esfuerzo que estoy haciendo para que todos, que
33
están en tan diferentes estados de conciencia, estados mentales y grados de evo-
lución diferentes, reciban mis enseñanzas. Estoy dando enseñanzas para todos,
pero cada uno comprenderá la parte que le corresponde, la parte que él necesi-
ta; no se aflija si no comprende lo demás.

A veces los discípulos llegan hasta pensar que no tienen deficiencias y destinan
su tiempo a observar las deficiencias de los demás. Es preferible, y lo aconsejo
muy seriamente, que cada uno busque en sus momentos de dificultad, de vaci-
lación, qué deficiencia es la que está actuando en esos momentos; también act-
úan en otros momentos, cuando el discípulo, olvidando su condición de tal, usa
la enseñanza no para hacer el bien, sino para lucirse, para hacer sentir a quien le
escucha su adelanto en este proceso de evolución. Otros pierden su tiempo en
pequeñas cosas, muy prontos a tener una reacción que no controlan, muy pron-
tos a dar cabida a un mal pensamiento con respecto a otro ser, por ejemplo; na-
turalmente, que va en todo ello un gran descuido. He señalado lo pernicioso
que es el descuido, porque el descuido es falta de atención y la falta de atención
es lo opuesto a la atención, que es consciente.

(61) Hay algo que los discípulos no comprenden, no saben usar y beneficiarse
de ello. Cuando tienen, por ejemplo, un instante de reflexión constructiva, un
instante de alegría interna, entonces no deben dejar que esa alegría se diluya y
se pierda en el olvido; es necesario mantenerla todo el tiempo que se pueda has-
ta conectarla con otro momento semejante a ése. Es aquella enseñanza que di
hace muchísimos años cuando hablé de la mitad de dos tiempos y un tiempo de
mitad.

(62) Los discípulos, por ejemplo, viven aquí, en este mundo, un tiempo que es
también una vida y ese tiempo se une a otro tiempo semejante o igual cuando
nuevamente vienen aquí o cuando se mantienen conectados a este ambiente, a
esta realidad, a este mundo, a esta enseñanza; entonces van uniendo los tiem-
pos. Aparte de ello, está el tiempo en que viven al lado del Maestro, cuando

34
escuchan su palabra, cuando lo ven. Esos tiempos van aumentando a medida
que son más y más las veces que esto sucede. De igual manera ocurre en el pro-
ceso de evolución consciente: cada triunfo, cada avance, cada realización, debe
unirse a otros tiempos; si no ocurre esto, entonces el tiempo se troncha, el tiem-
po se pierde, la unión de los tiempos no acontece. Y yo pienso que todos quisie-
ran vivir sin entrecortar el tiempo, que no es nada agradable.

Parecería, así escuchada, una enseñanza difícil, pero no lo es, no lo es. En el


mundo familiar también ocurre lo mismo: los tiempos se unen cada vez que se
reúne la familia, cada vez que están juntos, que conviven juntos; son momentos
de la vida familiar que se van uniendo día tras día, pero no tienen nada que ver
con los otros tiempos que corresponden a otra vida, a otro sentir, a otro pensar,
a otro quehacer, cuyos tiempos se van también uniendo. En la misma forma, el
que tiene un trabajo y va a él todos los días, también está viviendo una vida de
trabajo, que va uniendo todos los días su tiempo: el de ayer, el de hoy, el de
mañana y así sucesivamente, las horas que pasa en ese trabajo; de modo que la
vida se va así extendiendo en varias vidas. Lo esencial es, desde luego, que haya
una que sea más importante que todas las demás y que a ésta pueda dedicársele
lo mejor que uno piensa y siente.

(63) Pero, volviendo otra vez al proceso de evolución consciente... Cuando éste
se realiza con empeño, con inteligencia, siguiendo las enseñanzas que he dado
al respecto, se siente una felicidad interna y una emoción, una dicha que difí-
cilmente, o diría que es casi imposible, se haya experimentado en ninguna otra
parte. Pero lo esencial es aumentar el volumen de esa felicidad, de esa dicha,
uniendo los tiempos y que cada tiempo sea un cúmulo de energías transforma-
das en felicidad, en dicha, en ventura. Traten de no cometer errores que anulen
esa prerrogativa; no sean malos con ustedes mismos, no atormenten al ser in-
terno que pide paz, pide felicidad, pide alegría. Cada error trae consigo un
momento de amargura; también se unen los tiempos en la amargura. Dejen de
cometer errores y se cortarán esos tiempos y se evitarán muchos momentos de
35
infelicidad, de amargura, y cuando se piensa que lo hecho ya tiene para la vida
un hondo significado, que lo hecho ya ha colmado, diría, las aspiraciones con
que cada uno empeñó su voluntad para realizar el proceso de evolución cons-
ciente, nada más justo, nada más lógico, que redoblar el esfuerzo y hacer de ca-
da día un tiempo más para agregar a ese acervo espiritual que está reclamando
la unión de los tiempos.

(64) Muchas veces la mente suele manifestarse un tanto rebelde, aun sabiendo
que debe colaborar para el bien del ser mismo, y es entonces cuando comete
errores, a veces muy de lamentar. Pero existe el segundo y gran sistema, el sis-
tema sensible; la sensibilidad, que es la que capta con mayor facilidad el pen-
samiento que le guía hacia el acierto. Diría que la sensibilidad es la fuerza que
sostiene al ser en este mundo sensible y suprasensible, porque la sensibilidad
difícilmente yerra, en tanto que la mente es falible y puede equivocarse muchas
veces, y lo es, lógicamente, – me estoy refiriendo a la mente – porque en ella
rebotan todos los acontecimientos del mundo, los acontecimientos familiares,
los acontecimientos de toda clase. Así vemos la mente convulsionada porque
todo incide en ella; ella recibe las noticias, los rumores, los infundios, las ca-
lumnias, las injurias; en cambio, la sensibilidad, más serena, más plena en el
apogeo de su mecanismo maravilloso, es la llamada a aquietar la mente, a
hacerla recapacitar, a hacerla comprender y a ubicarla en la realidad... Es la sen-
sibilidad la que ha salvado a muchos de caer en los desatinos a que la mente
podía haberlos llevado.

(65) Vuelvo aquí a hablar de las deficiencias. Como sé que los discípulos no les
dan mucha importancia y huyen al estudio de las deficiencias, yo, a pesar de
ello, a pesar de que sé que no les gusta que les hable de las deficiencias, insisto
en ello, porque va en ello, nada menos, que el futuro de cada discípulo y el fu-
turo mismo de la Obra.

Dije una vez que dominar una deficiencia era alcanzar un poder sobre la mis-

36
ma, es decir, un poder para ayudar a otros a eliminar esa misma deficiencia.
Pero, ¿qué ocurre suponiendo que uno tenga cuarenta deficiencias y elimina
una y entonces trate de ayudar a otros para que eliminen esa deficiencia olvi-
dando que tiene que seguir eliminando las otras? La eliminación de las defi-
ciencias es un trabajo silencioso, íntimo, que cada uno debe hacer como si fuera
la tarea más grata de su vida. Dije también que eran las deficiencias como par-
ches porosos; hay que irlos desprendiendo de a poco; si se da un tirón fuerte,
grita la mente, se rebela y es capaz de volverlo a colocar. Por eso aconsejo que
cuando se haya eliminado una deficiencia, que no queden ni siquiera las marcas
de esa porosidad, que se pasa mucho alcohol, cualquier cosa, pero que no que-
de nada, nada, ¡ni un recuerdo siquiera!

(66) Cuando se ha pasado mucho tiempo sin tener conciencia de la existencia de


las deficiencias se piensa hasta que no se las tiene; no conocen cómo ellas obran,
cómo se manifiestan, cómo dominan, cómo transforman a veces el carácter; pe-
ro yo estoy seguro, muy seguro, que cuando empiecen a tomarle gusto a la eli-
minación de las deficiencias, nada será comparable a esa satisfacción, a ese
momento tan grato en que librada una batalla contra el mal, se ha vivido y se
han experimentado de inmediato los beneficios del triunfo.

Así pues, cada uno lleva un enemigo adentro; es necesario luchar contra él y
vencerlo; ese enemigo tiene una cola larga; si se corta un pedazo crece el doble.
Hay que arrancarla de raíz, de raíz...

(67) Dentro de poco tendremos que alquilar algún salón para poder contener a
tantos discípulos que quieren escuchar al Maestro. Vamos a tener que ir a algu-
na plaza, a algún parque... Pero yo quisiera que para entonces los discípulos
presentaran un aspecto mejor: que se hayan librado ya de algunas deficiencias,
sobre todo de algunas que no quiero mencionar porque identificaría a algunos
discípulos. Por eso dije en el mensaje que la parte más vulnerable de la Obra
eran los discípulos. ¿Comprenden ahora cuánta razón tenía? Cuando los discí-

37
pulos sean capaces de dar el ejemplo de lo que puede el proceso de evolución
consciente, habrá llegado el momento entonces de abrir las puertas a toda la
humanidad; pero, en tanto, habrá que luchar, habrá que empeñarse mucho para
que esa labor interna tenga feliz culminación.

No quiero decir con esto que todos los procesos sufran algún inconveniente,
puesto que estoy siempre listo para ayudarlos y hacerlos trascender cualquier
dificultad; lo malo es cuando el discípulo se empeña en hacerlo por su cuenta y
en vez de desenredar la madeja la hace más voluminosa.

(68) En estos momentos están dedicados a una labor muy importante, muy
grande, como es la atención de los aspirantes. Ellos vienen aquí, muchos posi-
blemente sin tener una idea exacta, una noción exacta de lo que es la Logosofía;
pero a poco de andar ya depositan toda su confianza y fundan su esperanza en
la realización feliz de ese proceso de evolución consciente. Pero, los discípulos
que no ofrezcan a ninguno de ellos, de los aspirantes, ningún blanco donde
pueda verse negro. Que sean todos, no solamente correctos en sus expresiones,
sino fieles a sí mismos en lo que se han propuesto, en lo que están realizando y
sepan transmitirlo con sinceridad, dueños ya de esa capacidad consciente para
llevar la enseñanza a los que recién vienen, buscando ser mejores de lo que son.

Observo que algunas posiciones mentales han cambiado; están ahora más sere-
nos, más tranquilos; hay más alegría interna, sobre todo, en la mayoría. Si hay
alguna minoría en la cual mis palabras no hayan irrumpido con la fuerza con
que han sido transmitidas, es, posiblemente, porque han cerrado las persianas y
están dormitando internamente.

38
Conferencia 07 – 26/08/1961 – Buenos Aires

(69) Voy a continuar esta noche hablando sobre algo que es de capital impor-
tancia para todos los discípulos: me estoy refiriendo al proceso de evolución
consciente. Y he de insistir, porque así lo exigen las circunstancias, hasta que en
cada discípulo surja la comprensión de lo que representa ese proceso de evolu-
ción para la vida.

El proceso de evolución consciente corre parejo con el conocimiento de sí mis-


mo; diría más, es inseparable. Y ya tenemos, entonces, las dos imágenes centra-
les que configuran la realidad logosófica del mundo interno individual.

Piensen bien lo que he dicho: el proceso de evolución consciente es inseparable


del conocimiento de sí mismo, se realiza al mismo tiempo. Si el conocimiento de
si mismo se detiene, se detiene también el proceso de evolución consciente, y,
del mismo modo, si se detiene el proceso de evolución consciente se detiene el
conocimiento de sí mismo.

(70) Pero, ¿acaso se ha pensado qué es el conocimiento de sí mismo? ¿Cuáles


son sus proyecciones? No; no lo podían haber pensado, porque de haberlo
hecho el comportamiento individual seria otro. Yo lo he dicho más de una vez,
pero se ha olvidado, y esa falta de memoria de todos los discípulos me obliga a
repetir muchas veces enseñanzas que ya deberían haber ingresado en la vida de
los discípulos.

El conocimiento de sí mismo, ya lo dije una vez, es una tarea que lleva toda la
vida. Pero, aun cuando ese conocimiento abarque una inmensidad de movi-
mientos, de hechos, de cosas, siempre el discípulo piensa que lo puede limitar a
determinados aspectos, eludiendo los demás. Y eso no puede ser. La evolución
debe ser integral y para favorecer ese proceso de evolución consciente, para fa-
vorecer el conocimiento de sí mismo, es necesario que cada uno piense en sí
mismo y no dificulte el proceso pretendiendo limitarlo, como dije, a determina-
39
dos aspectos.

El conocimiento de sí mismo implica conocer todo cuanto el ser representa,


cuanto es, cuanto tiene internamente, y, especialmente, conocer los pensamien-
tos, y más especialmente todavía, las deficiencias. Y, aparte todavía, es necesa-
rio conocer qué fuerzas operan en el interior de cada uno, qué pensamientos
influencian la vida, qué ideas se adueñan a veces de la mente de cada uno.

(71) Si los discípulos se ocuparan firmemente de este gran quehacer logosófico,


del conocimiento de sí mismo, no quedaría tiempo para mirar si lo que hizo uno
u otro lo hizo bien o lo hizo mal, y si éste o aquél tiene esta o aquella deficiencia;
estaría tan ocupado, tan ocupado con las propias, que, pienso, ya no le intere-
sarían las de los demás.

A veces, las deficiencias juegan a las escondidas, se ocultan, aparentan desapa-


recer de la configuración psicológica del ser y cuando menos lo piensan, ahí
tienen la deficiencia mostrándose como el propio ser no lo quisiera. Pero es ne-
cesario limpiar a fondo la vida. El conocimiento de sí mismo, implica, en una
gran parte, eso: luchar contra todo lo que atente, justamente, el gran propósito
de evolucionar conscientemente, de conocerse a sí mismo, y, ya lo dije también
y lo repito ahora, que otra de las cosas que detiene ese proceso de evolución
consciente y del conocimiento de sí mismo son todas aquellas creencias que han
estado anulando la razón, impidiendo que ésta pudiera analizar y aceptar o no
aquello que les fuera predicado, inculcado o transmitido de cualquier manera.

(72) Es necesario realizar el camino y hay que hacerlo en las mejores condicio-
nes posibles. El que pretenda llevar sobre sus hombros una bolsa cargada con
piedras, andará muy despacio y de nada le valdrán las excusas de que lleva esas
piedras porque está encariñado con ellas. Es necesario dejar esas piedras, dejar
todo lo que estorba al proceso de evolución consciente, al conocimiento real de
sí mismo. Y ¡cuántas veces podría manifestarse por ejemplo una virtud, pero
alguna deficiencia se opone a ello y ahoga en el ser el mejor deseo de adquirir
40
esa virtud! Pero cuando se lucha contra esta o aquella deficiencia, cuando se
busca el elemento que ha de aniquilarla por completo, estamos entonces en pre-
sencia de una gran prerrogativa, que es ofrecer el sitio que ocupaba esa defi-
ciencia a una virtud. Esto es posible y se puede hacer con solo quererlo.

Yo sé que muchos dejan siempre para mañana, para pasado mañana o para el
mes que viene, el encarar seriamente el proceso de evolución consciente, el co-
nocimiento de sí mismo, y pierden así la oportunidad de hallar dentro de sí re-
cursos invalorables, porque no sólo de deficiencias se compone el ser humano:
tiene también recursos, tiene también valores y tiene también algunas otras co-
sas. Para qué las voy a decir. Mejor es que ustedes las descubran a medida que
se van internando en sí mismos.

(73) Yo sé que cada uno – pienso que sin excepción – lleva su bolsa al hombro y
hasta llegan a pensar de que esa bolsa constituye un tesoro. Me dirán ahora los
discípulos, cómo es posible hacer para que el que lleva esta bolsa pueda cami-
nar un poco más ligero.

Cuando los observo a veces que están cansados, fatigados, que no han tenido
tiempo de hacer esto o aquello, en seguida veo al discípulo con su bolsa al
hombro y digo: ¡Cómo no se va a fatigar, cómo no va a estar cansado! Y cuando
se acuestan, ahí está la bolsa al lado de la cama. ¡Qué nadie se la quite, qué na-
die se la toque!... Llena de piedras, que las ha ido juntando a medida que ha ido
viviendo. Hasta algunas las ha robado también. Y en esta situación cabria pen-
sar, ¿tiene el discípulo conciencia de lo qué representa para el proceso de evolu-
ción consciente el conocimiento de sí mismo? Acaso se piensa que el conoci-
miento de sí mismo es mirarse en una tarjeta, en un espejo y decir: “Este soy yo;
ya me conozco”. ¿Es ése acaso el conocimiento que piensan es el real? No. Por
supuesto que no.

(74) Por otra parte, mirad bien lo que voy a decir: Hay que estar muy atento
para realizar con firmeza y sin descuidos el proceso de evolución consciente,
41
que es inseparable del conocimiento de sí mismo. Hay que estar muy atento,
porque mientras se va internando cada ser en sí mismo aparecen también mu-
chas modificaciones internas debidas al proceso: he ahí cambios que hay que
tenerlos en cuenta. Y a veces, cuando se sorprende, por ejemplo, una deficiencia
actuando, no implica ello el conocimiento de esa deficiencia, no implica que el
ser tenga ya un dominio sobre esa deficiencia; cuando desaparezca deberá ocu-
par su lugar una virtud. Entonces debe sabérsela usar para el mismo fin que se
persigue, porque todo, todo es útil en este quehacer tan grande, tan importante,
tan interesante, como es el conocimiento de sí mismo.

Y cuando vemos, por ejemplo, discípulos que dejaron de ver amigos hace veinte
años y los ven ahora de nuevo, los encuentran exactamente iguales, sin ningún
cambio operado en ellos, hablando siempre las mismas cosas. En cambio, el
discípulo ha cubierto una trayectoria en su proceso y es consciente ahora de la
vida que está viviendo y la ha ampliado. Su mirada no se detiene en esa nebu-
losa vaga del círculo ambiente en que antes acostumbraba a actuar. No; la mi-
rada va más lejos, penetra más a fondo. Descubre en los semejantes muchas ve-
ces cosas que él antes tenía y que ahora no las tiene: deficiencias, por ejemplo. Y
también puede observar como algunos de ellos tienen alguna virtud innata que
él no la tiene, pero que, empeñosamente, sabe a conciencia que la puede adqui-
rir y así deja de ser indiferente para todas las cosas porque todo, todo cuanto
existe debe interesarle, porque de ese interés, precisamente, surge la alegría de
vivir; el saber vivir ese contacto permanente de la inteligencia con todo lo que
existe, no solamente con todo lo que le rodea, hace que resulte la vida más
agradable, más rica en elementos y pueda estar en condiciones también de auxi-
liar a muchos de aquellos que todavía permanecen siempre en el mismo lugar,
llenos de prejuicios, de creencias, de prevenciones, de temores.

(76) Y ya vemos que el conocimiento de si mismo lleva a eliminar también, co-


mo dije en una clase pasada, el temor, y lo elimina, porque es una de las cosas
que perturba el proceso de evolución consciente. Y nada lo estimula más que el
42
valor, el valor en todo, incluso, para desprenderse de esa bolsa de piedras de la
cual estaba tan encariñado, es decir, valor para luchar y vencer cada una de las
deficiencias que han sido causantes de tantas amarguras, de tantos desasosiegos
y también de tanta desorientación.

Yo pienso que los discípulos deben día a día tratar de pensar un poco más y
mejor, porque si no lo hacen, poco les va a servir la enseñanza. Y yo no quiero
que nadie se engañe. La enseñanza es, precisamente, el elemento vital que cada
uno necesita para realizar ese proceso de evolución. No usarla significa perder
la más hermosa de las oportunidades que podría presentársele en el curso de la
vida. Pero ese proceso de evolución, ese conocimiento de sí mismo, tiene impli-
cancias extraordinarias, no solamente para la vida de cada uno, sino para la vi-
da de los demás, porque el cultivo del bien que esto representa hace que los
demás disfruten de ese bien indirectamente si hace el bien a muchos, aun cuan-
do directamente también se lo haga. Y los que realizan con verdadero entu-
siasmo, con verdadera alegría el proceso de evolución consciente, se acercan al
Maestro y reciben la luz necesaria para contrarrestar cualquier obstáculo, cual-
quier dificultad que pueda presentárseles.

(77) Espero que después de estas enseñanzas que he dado y pensando, como
dije, un poco más y mejor, puedan los discípulos hacer el balance de su esfuerzo
en pro del proceso de evolución consciente y ver si lo que hacen está de acuerdo
a lo que aspiraron, a lo que sintieron como una necesidad imperiosa de sus al-
mas.

Tengo la esperanza de que la próxima vez estén más aliviados, que haya menos
cansancio, menos fatiga y que si no se han decidido a dejar por completo la bol-
sa, por lo menos algunas piedras, tírenlas, para que no pese tanto. Y cuando ya
se liberen de ella, verán que caminarán como si volaran. Recién entonces van a
sentir la sensación del espacio, del mundo metafísico, cuando liberados de esa
terrible pesadilla que es la bolsa llena de piedras, experimentando, como dije,

43
esa sensación de volar, de ir más rápido tras la palabra luminosa que los irá in-
ternando cada vez en ese reino que cada uno lleva adentro y que desconoce y
cuya puerta estaba bloqueada por las deficiencias, ésas que tienen que eliminar
para poder entrar a ser dueños y señores de ese reino.

(78) Espero que cuando esto ocurra, no se tornen orgullosos, que cuando me
vean por la calle me den vuelta la cara. En ese caso, discretamente, les haré es-
cuchar una pequeña canción. Posiblemente esa canción, que en vez de adorme-
cer despierta, les recuerde de inmediato el origen de la propia felicidad.

44
Conferencia 08 – 02/09/1961 – Buenos Aires

(79) Cuando comencé estas clases dije que tenían por objeto reajustar el proceso
general de la Filial. Al decir el proceso general de la Filial, me estaba refiriendo
al proceso de todos los discípulos.

He dado ya unas cuantas clases de este tipo y he podido advertir que algunos
procesos han respondido muy bien, en cambio, otros, todavía permanecen algo,
no estáticos, pero inactivos, que no es lo mismo que estáticos. Y a propósito de
esto quiero señalar algo muy importante, y es que cuando se realiza el proceso
de evolución consciente la mente necesita una y otra vez, muchas veces, muñir-
se de elementos que faciliten la realización de ese proceso. Dado que al discípu-
lo le cuesta muchas veces descubrir esos elementos a través de la enseñanza,
brindo esta ayuda directamente para que los elementos que doy en cada ense-
ñanza penetren profundamente y permitan luego a la mente un desarrollo ulte-
rior de la comprensión, a fin de que el proceso reciba un notable impulso.

(80) Lo esencial es no crearse problemas uno mismo y menos aún deben los
discípulos crear problemas a los demás.

Muchas veces las soluciones no se encuentran sencillamente porque no se bus-


can. Se prefiere recurrir al Maestro para que resuelva todos los problemas en
vez de agotar primero la buena voluntad de que se disponga para lograr el
acierto. Se ha visto, por ejemplo, que los que menos colaboración prestan son
los que crean a veces más problemas.

Yo dije una vez que a los problemas había que ponerlos dentro de la vida y no
la vida dentro de los problemas; y que para restar importancia a un problema lo
mejor es crear algo o pensar en algo más importante que el problema.

Recuerdo que una vez una criatura, de once años más o menos, en el campo, le
dijo al padre que le dolía mucho el estómago. Pero el padre le dijo: “Mira, pon

45
el dedo acá y dale un martillazo”. Y lo obligó a que se lo diera... El dolor del
dedo le hijo olvidar el dolor del estómago. Quiere decir que le resultó más im-
portante el dolor del dedo que el del estómago. Luego le dio, naturalmente, al-
go de comer, porque posiblemente el origen fuera un poquito de hambre. Pero
el hecho es que hay que oponer a “algo” siempre una cosa mayor, de más im-
portancia, si se quiere eliminar aquello que está perturbando la tranquilidad
interna.

(81) Hay un hecho evidente y es que cualquier hombre, cualquier mujer, puede
enseñar a un perro, enseñar a un caballo, pero el perro no puede enseñar a otro
perro, el caballo no puede enseñar a otro caballo. En cambio, el hombre, apren-
diendo, puede enseñar a otros hombres y esto es una gran diferencia, es una
prerrogativa inmensa. Entonces, todo el tiempo que se pierde en problemas se
está restando a esa ayuda que se puede hacer al semejante y que no la puede
hacer ningún perro, ningún caballo, es decir, ningún animal...

Voy a tener que hablarles tanto de los problemas que van a sentir horror por los
problemas. Si se crean un problema van a tratar en toda forma de echarlo de
ustedes mismos, de resolverlo de inmediato. Claro, que en esta cuestión de los
problemas juega una parte muy ponderable la personalidad; ésta es la que ge-
neralmente provoca los problemas, la mayoría de los problemas... Bueno, al de-
cir la personalidad tengo que referirme, lógicamente, a las deficiencias, cosa que
a los discípulos no gusta mucho, porque sienten por algunas un verdadero ape-
go. Pero el hecho es que cuando se logra eliminar una deficiencia se logra eli-
minar también todos los problemas que esa deficiencia creaba y se siente enton-
ces una paz, un alivio, una felicidad, porque no se es más sorprendido por esta
o aquella deficiencia que antes proporcionaba tan malos momentos.

(82) El proceso de evolución consciente está creando un nuevo ser en cada uno:
la verdadera individualidad, el ser que debe surgir de entre los escombros del
viejo ser, del que se resiste a morir porque es muy egoísta y todo lo quiere para

46
sí; ni siquiera tiene ese rasgo generoso de permitir el nacimiento del otro ser que
ha de reemplazarlo, del nuevo ser que tendrá una nueva vida, mucho más
grande, mucho más amplia que la que puede conocer la personalidad...

Y encuentro que después de cada una de mis clases todos los discípulos sienten,
experimentan algo interno, imposible, desde luego, de explicar; sienten como si
hubieran cargado las baterías; se sienten con más energías, con más entusiasmo,
con más ansías de vivir, de disfrutar de esta vida intensa que tantos quieren
disfrutar; de esta vida que dio motivos a tantos sueños que por ignorancia, por
falta de conocimientos, fueron irrealizables y que ahora la Sabiduría Logosófica
está haciendo realidad... Son esas viejas y nuevas aspiraciones de todos los seres
humanos: la aspiración de tener conocimientos, de saber, de saber mucho... Pero
ese saber debe estar condicionado, inevitablemente, al proceso de evolución
consciente, que, como dije en la clase anterior, es el conocimiento de sí mismo,
es el conocimiento del mundo trascendente, en fin, el conocimiento de todas las
cosas que puede abarcar la mente humana a medida que va cumpliendo las
etapas de ese gran proceso de superación.

(83) Los discípulos saben ya por experiencia, por haberlo ensayado, por haberlo
practicado, que hoy son conscientes de lo que fueron y son conscientes de lo
que son en este momento, de lo que saben en este momento, de lo que han ex-
perimentado hasta aquí, de lo que han visto o observado en los demás... Y sa-
ben también de la eficacia del método logosófico que ha permitido a todos ser
conscientes de todo cuanto va ocurriendo internamente, tanto en si propio co-
mo en los demás. En muchos hasta la misma fisonomía se transforma, porque
tiene que transformarse. Yo he visto, no sólo en esta Filial, sino en todas, en se-
res que por primera vez veían al Maestro – hacia poco que habían ingresado –
que todavía sus rostros denotaban una rigidez, denunciaban un pasado angus-
tioso, muchas veces tristeza infinita, sufrimiento, reacciones que muchas veces
quedan incrustadas en el rostro y que si bien pudieron pasar inadvertidas para
muchos, para mí no pasan inadvertidas, puedo asegurarles. Esos mismos ros-
47
tros, en otras veces que he visitado la Filial, al año, a los dos años, tenía que
preguntar de quiénes eran, porque me parecían caras extrañas que no había
visto antes. ¡Qué fuerza extraordinaria y misteriosa puede tener una enseñanza
que modifica así, tan a fondo, la naturaleza humana, que borra hasta esas hue-
llas dejadas por un pasado triste, un pasado incierto, angustioso y muchas veces
lleno de violencia, sin saber por qué!... Es porque fueron juguete de los pensa-
mientos, porque cada pensamiento dejó una pequeña huella en sus rostros, a
veces pronunciada tan hondamente que hasta muecas hacen en el rostro, mue-
cas que son el sello de esos pensamientos... Y cuántas veces no habrá acontecido
que al mirarse en los espejos y verse esas caras llenas de incertidumbre, miradas
de honda tristeza, no han experimentado acaso una amargura cada vez mayor
pensando que nada ni nadie podría cambiarles esa fisonomía. Y muchas veces
esos mismos espejos han tornado neurasténicos a los que veían reflejados en
esas lunas tal vez un porvenir negro, ¡hasta el punto de no querer ni siquiera
conocerlo! Pero yo tengo muchos casos, muchísimos, en que esas mismas lunas
han reflejado poco después otros rostros, más agradables, más bellos y han sen-
tido como un renacer en esas mismas alegrías que se sienten. Son momentos tan
hermosos, tan preciosos, en que parece como si todas las cosas se ofrecieran pa-
ra ayudar en el esfuerzo heroico, digno, noble, en que cada uno se empeña para
realizar su proceso de evolución consciente, para ser cada día mejor de lo que es
y sobre todo, consciente de esa verdad que vive, no que oye, ¡que vive! que
siente, sabiendo que con ella puede llevar a otros la misma alegría, el mismo
bien, la misma realidad que antes era sólo una ilusión.

(85) Pero todo esto, discípulos, lógicamente encierra, debe encerrar, misterios de
la vida que cada uno va descubriendo a medida que avanza en el proceso de
evolución consciente, a medida que se interna con decisión y no olvida en
ningún momento que está empeñado en lo más grande a que puede aspirar la
criatura humana: en ser espectador y actor consciente en el escenario del mun-
do y en su propio escenario interno, conociendo al dedillo el porqué de las co-

48
sas que ocurren, de las que ocurrirán, de las que están ocurriendo dentro de sí
mismo. Y entonces podrán apreciar cómo el Maestro conoce y les lleva esos co-
nocimientos, porque se interna en cada uno, porque los dirige, los orienta, los
encamina a que logren cada día una mayor perfección y tengan, sobre todo, más
conciencia cada día de por qué están realizando este gran proceso de supera-
ción.

(86) Esto podrán apreciarlo una y otra vez con sólo dar vuelta la cabeza y mirar
cómo vivían antes, con qué pensamientos, en qué estrechos círculos se movían,
qué perspectivas tenían sobre el conocimiento del futuro, qué era la vida para
cada uno sino un día vacío que se agregaba a otro y a otro más, hasta que al fin
de los años, sin experimentar esos grandes cambios que se realizan aquí, entris-
tecidos y llenos de temor dejarían este mundo sin saber para qué vinieron y la-
mentando también no haber hecho nada para saberlo.

(87) ¡Cuántas cosas pueden hacerse en la vida! En la clase anterior di una ense-
ñanza sobre la unión de los tiempos. No la olviden; no la olviden... Dentro de
esa enseñanza hay una clave; es una llave que abre las puertas de un conoci-
miento. Tratad de comprender bien esa enseñanza. La unión de los tiempos tie-
ne una importancia capital para la vida; cuando se comprenda bien les parecerá
que la vida cobra otro sentido, otra razón de ser. Es una enseñanza que no so-
lamente habla a los oídos o a los oídos del entendimiento, es una enseñanza
dirigida directamente al espíritu de cada uno... Sepan comprenderla...

Y yo preguntaría ahora, si cuando recuerdan estos momentos en que reciben la


enseñanza, ¿si acaso podrían compararlos con otros momentos de la vida? ¿Si
acaso hay algo que tenga mayor incentivo que esta palabra tan llena de amor,
tan llena de fuerza, tan llena de verdad, que escuchan una y otra vez? Es la pa-
labra que justamente une a todos, que a todos ayuda y que en todo momento
cobra vigor con sólo recordarla. ¡Dichosos los discípulos que tienen este privile-
gio!

49
Yo dije una vez que todos eran como ruedas: les daba un impulso y por un
tiempo marchaban derecho, pero cuando los veía a todos tambalear, entonces
me obligaban otra vez a volver para darles nuevo impulso. Me sería, natural-
mente, mucho más grato que ese impulso durara mucho tiempo. A veces pienso
si no hacen hasta a propósito eso de hacer tambalear la rueda y de ahí justamen-
te el porqué de los problemitas de uno y otro: para que venga el Maestro a re-
solverlos... Son los tumbos de la rueda... Esto es invención de los discípulos, no
es enseñanza mía; la he tomado de los discípulos... Pero hay algo de lo cual
pueden estar muy seguros, y es que la rueda del Maestro no necesita impulsos
de nadie, pero tiene energía para hacer marchar las ruedas de todos.

(88) Espero, discípulos, que todas estas clases contribuyan, como lo están
haciendo, de una manera efectiva a mejorar, en todo lo posible, el estado gene-
ral de todos los discípulos y que esa alegría, ese entusiasmo que manifiestan,
sea una fuerza permanente que amamante a todos de energías, que los llene de
placer, porque los momentos que se viven aquí son todos muy especiales, por-
que participa la conciencia y en algunos casos el espíritu también; sobre todo
cuando la mente está libre de problemas, esto se los puedo asegurar.

(89) Espero la próxima vez encontrarlos mucho mejor, mucho mejor que esta
vez. Y ahora, cuando se miren en el espejo, tras la fisonomía de cada discípulo
aparecerá la fisonomía del Maestro...

50
Conferencia 09 – 16/09/1961 – Buenos Aires

(91) No voy a preguntar a los discípulos si durante eses últimos quince días han
pensado, si han pensado sobre las enseñanzas escuchadas en clases anteriores.
Descuento que lo han hecho; quiero pensar que lo han hecho. De cualquier ma-
nera, esa avidez por escuchar mi palabra tiene un hondo significado. Parecería
que necesitan escuchar una y otra vez esta palabra para sentir internamente una
seguridad mayor, una serenidad, una paz que más de una vez se altera y se
pierde cuando se olvida de unir los tiempos, como dije en una de las clases an-
teriores.

Los discípulos saben que vienen aquí para aprender a pensar y realizar a la vez
ese gran proceso de evolución consciente que los lleva, no solamente al conoci-
miento de sí mismo, sino también al conocimiento del mundo trascendente; pe-
ro no se debe olvidar que todavía existen dentro de las mentes algunos prejui-
cios – ya lo dije otra vez – existen muchas piedras que todavía no han dejado, al
pasar, en alguna parte.

(92) Voy a tratar hoy de reducir esas piedras para que les sea más fácil entonces
sembrar el camino con piedritas chicas; tal vez puedan servir para adornar
algún jardín.

Voy a hablarles esta noche de algo que conviene a todos saber y saberlo plena-
mente.

En el mundo común hay mucha confusión de conceptos, tanto, que ya ni se en-


tienden los unos a los otros. Se hace, pues, absolutamente necesario fijar el ver-
dadero concepto que merece cada cosa que interesa vivamente al ser y a la vida.

No quiero en este momento abrumarlos con un poco de historia, pero llegará el


momento en que leyéndola o con una explicación posterior la comprendan me-
jor.

51
Voy a referirme en primer lugar a las tradiciones:

Muchos han hablado de ellas, muchos las siguen ciegamente; en fin, hay sobre
este punto mucha incomprensión...

(93) Existen dos clases de tradiciones: las tradiciones muertas y las vivas. Hay
muchos que siguen ciegamente las tradiciones muertas y se atan a ellas, se atan
a ese pasado inerte, sin pensar que están abrumando la propia vida y que, atada
el alma a esas tradiciones muertas, poco o nada es lo que puede hacer en pro de
un futuro mejor para su vida.

Me estoy refiriendo a las tradiciones muertas; aquellas que constituidas en cos-


tumbre, en hábitos de hombres o de pueblos, lo fueron para determinadas épo-
cas y allí quedaron momificadas. Están también las tradiciones vivas, que son
aquellas que trascienden la época, pero, como no se momifican, se van trasmi-
tiendo de generación en generación como una especie de herencia. Yo conozco
muchísimas personas que, diría, hasta hacen un culto de las tradiciones, pero en
la vida sus comportamientos son totalmente opuestos a esas tradiciones.

Yo quiero significar aquí que para mí hay una sola, una sola tradición, que es
digna no solamente de ser respetada, sino de ser seguida, y esa tradición no
puede ser otra que el ejemplo que da un hombre, un pueblo o una generación a
las futuras que siguen. Es el ejemplo, pues, la más grande de las tradiciones,
porque sin ejemplo no existe tradición; y al decir ejemplo estoy significando
ejemplos que pueden seguirse y no aquellos que no pueden ser seguidos; ejem-
plos que sean comprendidos por la mente humana y no supuestos ejemplos de
ejemplos que no existieron nunca. Y así, toda enseñanza debe ser comprendida
y asimilada y cada ser humano puede, debe, – lo requiere así su realidad exis-
tencial – debe ser vehículo de ese ejemplo consciente, real, porque no puede ser
vehículo de aquellas cosas extravagantes, de aquellos cuentos de milagros que
jamás existieron y con los cuales se elaboraron tantas tradiciones. Y así tenemos
que cada uno puede seguir o no una tradición, pero debe ser consciente del con-
52
tenido de esa tradición, debe saber si es viva o muerta y debe saber que puede
seguir esa tradición si ha sido un ejemplo, tanto cuando surgió como luego
cuando los demás la siguieron.

(94) Y pasemos ahora a algo que está muy estrechamente unido. Lo que voy a
decir ahora es para los discípulos adultos logosóficamente.

Otro concepto que ha confundido a muchos es el que se refiere a la palabra reli-


gión. Se ha dicho para justificar o pretender justificar lo que hay tras de ella, que
“religare” significa volver a ligar, atar, según las versiones de diferente origen;
religar, atar nuevamente al hombre a Dios. Pero, ¿es que acaso es necesario que
el hombre se ate a Dios, que se ligue a Dios así porque sí? No, discípulos, no os
engañéis más: religar es atar al hombre a otros hombres. Esto es religar: atar al
hombre a otros hombres. Dios ha permitido justamente a la criatura humana
tener la prerrogativa de ascender hasta Él; para ello lo dotó de maravillosos sis-
temas – mental, sensible e instintivo – con ese alto fin de que el hombre, consti-
tuido en una entidad libre, fuera en pos de Dios iluminando su mente con los
conocimientos que habrán de resolver todos los problemas que podía crear la
ignorancia, y avanzar, avanzar siempre libre hacia el gran conocimiento, es de-
cir, hasta alcanzar mediante la evolución consciente los altos peldaños de la Sa-
biduría Universal. Es entonces cuando comprenderá el mal que significó para
los seres humanos atarse a la voluntad de aquellos que hicieron monopolio de
las creencias con ese fin.

(95) Y Dios no puede jamás sancionar al hombre por sus ansias de saber, por su
firme voluntad de liberación, por su resistencia a todo sometimiento; por el con-
trario, a la mente que piensa, a la mente que comienza a escudriñar ese horizon-
te antes incierto, le hace llegar su luz, le ayuda y le guía para que nadie pueda
impedir que honesta y libremente dedique todos sus esfuerzos para alcanzar un
día a conocer mejor a su Creador. No es entonces ninguna insolencia que la
criatura humana busque anhelosa saber más y alcanzar para sí y para sus seme-

53
jantes el bien que tan arteramente fuera escondido en la penumbra de la igno-
rancia por aquellos que se constituyeron en únicos poseedores de la verdad, en
únicos intermediarios. Si se admitiera tal cosa habría que negar que existen en
cada ser humano las grandes posibilidades que entrañan su constitución física,
psicológica y espiritual; debería negar cada uno su naturaleza humana racional
y consciente.

(96) Por ello el conocimiento logosófico abre las puertas de un nuevo mundo,
pero las abre para que todos los que quieran penetren en ese mundo y descu-
bran por si mismos cuán grande, cuán inmenso ha sido el engaño en que se ha
vivido durante tantos siglos, y decidan por sí si vuelven, cerrando los ojos, a
vivir en la indigencia espiritual, o si deciden iluminar sus mentes y marchar
hacia adelante, llevando la antorcha encendida de su propia fe, de esa fe en sí
mismo que también les fuera quitada y suplantada por una fe ciega que no
podría conducirlos a otra parte que a las más profundas oscuridades. Cuando
ya es consciente de poseer esa fe en sí mismo experimenta el ser humano las
más gratas sensaciones al comprobar una realidad hasta ese momento descono-
cida. Y esa fe en sí mismo los lleva a profesar libremente el culto a la verdad, el
culto a la Creación, a la Sabiduría, que a nadie impone creencias ciegas, sino el
limpio y profundo saber, respetando siempre el libre albedrío de cada uno.

(97) Espero, discípulos, que con estas palabras podáis comprender, desde hoy,
mejor, muchas cosas y permitir que la luz de estos conocimientos iluminen to-
dos los ámbitos de vuestro ser; que en ningún momento oscile la llama viva de
estos conocimientos porque ella servirá para quemar para siempre todo lo que
quede aún adherido al alma de cada uno. Y recién entonces podrán comprender
con toda claridad, con toda profundidad, cuán grande es el contenido de estas
palabras que acabáis de escuchar, porque en ese contenido se nutren vuestras
inteligencias y se afirman vuestros espíritus. Y si aún quedare alguna duda no
os preocupéis; supongo que cada uno tendrá en sus propias casas un martillo;
pegadle fuerte a la duda hasta dejarla inerte y si la duda no quedara aplastada
54
con el martillo, haced la prueba con vuestras propias cabezas.

55
Conferencia 10 – 23/09/1961 – Buenos Aires

(99) Lo que menos piensan los que recién llegan es que tengo que comenzar con
ellos una tarea que vengo cumpliendo desde hace mucho más de treinta años; y
así, mientras doy enseñanzas a unos y otros en sus diferentes estados mentales
y conscientes, a los que recién llegan tengo que darles también algo que puedan
comprender, en fin, que puedan llevarse algo en los bolsillos mentales antes que
deslicen la mano en los bolsillos de los demás.

Cuántas veces debo abstenerme de seguir sobre una enseñanza porque algunos
no están todavía lo suficientemente preparados como para recibirla, como para
asimilarla, en una palabra, hacerla ingresar en la vida a fin de que la enseñanza,
que es fuerza, sostenga al ser en todos los momentos. Cuando la enseñanza no
ingresa a la vida esa fuerza queda afuera y entonces no sostiene al discípulo. De
ahí que tantas veces deba insistir en que no se interrumpa ni se detenga el pro-
ceso de evolución consciente que inician aquí. Al realizar ese proceso, lógica-
mente se vinculan más y más al Maestro, que es el que da las enseñanzas que
tienen esa fuerza, que sostienen al discípulo y que hace que éste sea eficiente en
ayudar a los demás.

(100) No olviden que la mayoría de los seres humanos están llenos de proble-
mas. A veces parecen esos árboles que están llenos de bichos... Bueno, así son
todos los seres humanos: están llenos de problemas, problemas que van poster-
gando día a día porque no saben resolverlos, porque al intentar resolver uno
complican dos o tres problemas que estaban allí esperando su solución.

Cuando el discípulo comienza su proceso de evolución consciente y no lo inte-


rrumpe, es decir cuando para el discípulo pasa la Logosofía a primer plano, en-
tonces todo cambia en la vida del ser; pero cuando la Logosofía queda en se-
gundo plano, cuando se atienden primeramente otras cosas y finalmente se vie-
ne para escuchar la enseñanza o reactivar el proceso, entonces, lógicamente, el

56
discípulo tiene que sufrir una serie de alternativas no muy agradables.

(101) Con todo, sigo atendiendo el proceso de cada uno y el proceso de todos en
general.

Con esto quiero significarles que una cosa es escuchar personalmente al Maes-
tro y otra cosa es leer lo que el Maestro ha dicho, ya sea en los libros o en las
lecturas de las clases o en las conferencias. Hay ciertos movimientos, a veces
parecerían ser imperceptibles, ya sea en la fisonomía o en las manos del Maes-
tro, que tienen tanta elocuencia como el lenguaje que usa el Maestro al expresar
enseñanzas.

Hay una cosa que siempre deben tener presente y es que durante el día todos
están ocupados en sus cosas y entonces no piensan, no tienen tiempo para pen-
sar y todo cuanto creen que piensan gira alrededor de lo que están haciendo o
lo que van a hacer al día siguiente y nada más, pero no tienen tiempo para pen-
sar ni en el futuro de la propia vida, ni en la de sus allegados ni de sus semejan-
tes, ni tampoco en el futuro de la humanidad. Y en estos tiempos en que vivi-
mos, en que tan cercanos estamos los unos de los otros, aunque estemos distan-
tes miles y miles de kilómetros, es necesario que todos, para explicarse mejor el
estado en que se encuentra la humanidad, que se piense mucho y seriamente a
fin de poder librar a su propio ser de las cadenas que han esclavizado a tantos
millones de seres por diversas causas. Y no las menciono porque la mayoría ya
las saben: por diversas causas...

(102) Sobre esas causas he hablado ya en diversas oportunidades y al referirme


a ellas, al revelar el contenido de mucho de lo que se tuvo por verdad, he queri-
do que todos se liberen de una vez y para siempre de lo que incómoda y per-
turba su proceso de evolución consciente. Y nada perturba más el proceso de
evolución consciente que cada uno realiza, que todo aquello que es ajeno a ese
proceso que involucra toda su vida, la vida de sus allegados, de sus semejantes
y luego de toda la humanidad.
57
Algunos discípulos, que conocen muchos de los pensamientos que he adelanta-
do sobre lo que está ocurriendo en el mundo o lo que puede ocurrir, se llegan a
mí para mostrarme lo dicho en tales países o en tales otros, por los que están en
estos momentos al frente de los grandes bloques de naciones, formados no pre-
cisamente para ayudarse entre sí, sino para combatirse y eliminarse, si es posi-
ble. Dije en más de una oportunidad que no había tal guerra fría, sino que era
una guerra mental, en la que jugaban un rol preponderante los pensamientos y
que aquellos que usaban los pensamientos para amenazar, para amedrentar,
incluso para dividir a las propias naciones unidas en el mismo sentir, llevaban
una gran ventaja sobre aquellos que se dejaban estar, que no pensaban. ¡Cuán
fácilmente podrían pensar si tuvieran los conocimientos que debieran tener!
Pero muchas veces la necesidad, el peligro hace surgir de las mentes pensa-
mientos o hace que se piense en esto o en aquello que se demoró muchísimo
tiempo en pensar, y entonces sobreviene una reacción mental que provoca in-
mediatamente una detención de la agresión mental de la otra parte. Esto lo
hemos visto infinidad de veces, en el curso de estos últimos tiempos sobre todo.

(103) De modo que las naciones pacifistas no pueden de ninguna manera ser
pasivas ni pensar que por ser pacifistas evitarán la guerra.

Es así, que, como siempre he dicho y sostenido, a una amenaza hay que contes-
tar con dos o tres, pero bien contestadas, con toda firmeza, con toda seguridad,
y así se verá el efecto que causa en la otra parte ese juego de pensamientos. Si
una amenaza no es contestada por un pueblo – en este caso, supongamos Nor-
teamérica – el pueblo se amedrenta porque dice: “¡Cómo! ¿Nuestras fuerzas
armadas, nuestro gobierno no contesta esta amenaza, o la contesta en forma
muy suave? ¿Quiere decir que estamos en inferioridad de condiciones?”

(104) En vez de aumentar la dosis de valor que el pueblo tiene que tener, se la
disminuye y se lo atemoriza. Esto es lo que busca el enemigo: disminuir la ca-
pacidad defensiva de cada individuo.

58
Y esto lo tenemos trasladado al mundo y a la convivencia de todos los seres:
siempre los que se colocan en una posición un tanto de violencia, de agresivi-
dad, de amenaza, siempre logran, frente a aquel que no sabe responder con va-
lor, con firmeza, logran lo que no habrían logrado razonablemente; es decir,
sacar de la parte contraria, si no el todo, por lo menos una gran parte de lo que
codician o de lo que quieren poseer.

Digo esto para que vean los discípulos la importancia fundamental que tiene el
conocimiento de los pensamientos en todos los órdenes de la vida. El discípulo
debe capacitarse y saber con qué pensamientos cuenta y saber que puede dis-
poner de ellos en cualquier momento y en cualquier circunstancia. Esto es esen-
cial; y es muy triste, diría, que en cualquier “match” mental no sepan defender-
se y asestar esos golpes – no voy a decir golpes maestros – pero sí algún golpe
bien dado para que el contrincante se vea frente a un rival al que debe enfren-
tar. Entiéndase bien que me estoy refiriendo al enfrentamiento con aquellas
personas que atacan reciamente la posición del discípulo.

(105) Lo fundamental es que cada uno sepa constituir en su mente una fortaleza
para que sea respetada por todos los demás; que en ningún momento sea ven-
cido y, si alguna vez es derribado, sepa erguirse otra vez para luchar de nuevo
con valentía hasta lograr nuevas victorias. Esto es lo que cada uno debe hacer.

Ya dije una vez que cualquier fracaso que el discípulo pueda tener debe ser to-
mado como un principio del triunfo; vale decir, que del fracaso debe extraer el
elemento que le faltó para vencer. La mayoría tras el fracaso se desalienta, se
aplasta y queda aletargada. La vida es constante actividad; esto lo demuestra la
naturaleza; no puede ser que la mente, donde pueden haber tantos pensamien-
tos útiles, no solamente para sí mismo, sino para la humanidad, pueda estar
pasiva, sin poder hacer cuanto es capaz de hacer una mente que piensa, no so-
lamente en su beneficio, sino en el de los demás.

(106) Todo esto lo digo para que se den cuenta que el proceso de evolución
59
consciente es algo muy grande, lo más grande que ha sido conocido en la histo-
ria del mundo, porque es el conocimiento de sí mismo, el conocimiento de to-
dos los recursos que cada uno tiene para poder ser lo que algún día ha esperado
ser y esto, lógicamente, debe conducir a la vida hacia ese objetivo para no per-
derlo de vista jamás.

Y, lógicamente, si debo preocuparme de todos para que a nadie falte la ense-


ñanza, a nadie falte la asistencia mental y espiritual que tienen, los discípulos
deben corresponder colaborando en esta Obra en todo cuanto cada uno pueda
ser capaz o eficiente. No podría pedir otra cosa por cuanto en todo ello está el
pensamiento madre que constituyó la Obra Logosófica: hacer que esta Obra
sirva a toda la humanidad, no a unos pocos, a unos cuantos solamente.

Espero, discípulos, que la próxima vez encuentre que con estas clases que he
estado dando se haya producido un aumento bastante pronunciado en capaci-
dad, no solamente retentiva, sino comprensiva, de todos los discípulos.

(107) Estamos en momentos de realizar grandes cosas y tenemos que hacerlas.


Por ello estamos luchando desde hace mucho tiempo; y la lucha ennoblece la
vida cuando se lucha por algo grande, por algo que todos los que se alistan en
esa lucha luego conservan como algo inmortal: el haber sido también eficientes
voluntarias para que el triunfo sea de todos y la Obra abarque todos los confi-
nes de la tierra.

Pido a los discípulos que mediten cada una de mis enseñanzas; las mediten se-
riamente y sepan que todo cuanto aquí escuchan es la verdad más pura porque
– lo he dicho siempre – no se debe creer en mis palabras, sino comprobarlas por
sí mismos. Cada uno debe ser el artífice de su propio futuro y lo será poniendo
atención en lo que hace siguiendo las directivas que imparte la Logosofía.

Pero es necesario no detenerse, no distraerse ni escuchar mucho de lo que dicen


fuera, en otros países, que ya han hablado por siglos sin haber resuelto los pro-
60
blemas de nadie. Lo que el alma humana quiere es liberarse de todo lo que la
oprime, de lo que la ha oprimido durante tanto tiempo, y siendo libre pueda
entonces considerarse feliz de haber podido disfrutar de esa libertad con la hol-
gura que el conocimiento logosófico permite disfrutar a la vez que haciendo
felices a los seres.

61
Conferencia 11 – 30/09/1961 – Buenos Aires

(109) Voy a hablar esta noche sobre algo que interesa vivamente a todos, porque
tiene mucho que ver con el proceso de evolución consciente que están realizan-
do.

Durante mucho tiempo, siglos y siglos, los hombres han buscado la verdad; la
han buscado por diversos caminos, por muchos caminos. No podría decir hoy si
alguno la encontró, pero debo advertir que cuando se busca algo debe conocer-
se por lo menos lo que se busca y saberse para qué se busca.

Posiblemente esto no lo han pensado los miles de seres que se lanzaron en bus-
ca de la verdad y de ahí que muchos, a poco de andar, desertaron, ya porque
intuyeron que por ese camino no la encontrarían, otros porque fueron engaña-
dos, otros porque se extraviaron.

Yo he dicho que la verdad, la que interesa al hombre, debe encontrársela dentro


de uno mismo. Pero para encontrar esa verdad es necesario antes promover una
serie de movimientos mentales; es necesario pensar muchas cosas: pensar, por
ejemplo, en los errores, en los muchísimos errores que han cometido todos los
seres humanos, y que han ido cometiendo y reiterando a través de los siglos.
Son, pues, estos errores los que han enmarañado el camino, los que entorpecen
la marcha del ser dentro de sí mismo.

(110) Me he detenido en la palabra “entorpecen” para que los discípulos deten-


gan también la mente en esa palabra, para lo que viene después...

Hay muchos que quieren encontrar la verdad sin desprenderse de todos sus
errores, sin enmendarlos, sin eliminarlos de sí y se empeñan en merecer el pre-
mio de hallar la verdad por sí mismos. Y yo pregunto si es posible andar carga-
dos de errores, llenos de errores, muchos de ellos ignorados porque vienen de
lejos, pero muchos conocidos porque vienen de cerca. Y he visto, por ejemplo,

62
cuando dirijo una corriente mental para depurar la mente de un error, que la
mente lo cobija y trata de esconderlo y hasta a veces reacciona pensando que
ese error tiene valor y que por eso lo conservan.

(111) Naturalmente, no me gusta pelear con los discípulos, porque los quiero
mucho, porque sé que son todos muy buenos y porque en el fondo ninguno
quisiera pelear con el Maestro. Pero yo no puedo dejarlo con ese error; no pue-
do abandonarlo a merced de ese error que le va a perturbar el proceso de evolu-
ción consciente, que le va a impedir caminar con la carga de ese error, y al decir
error estoy diciendo también errores: no vayan a pensar que tienen uno solo. Sé
también, y la experiencia lo ha dicho y confirmado muchas veces, que cuando el
discípulo logra eliminar ese error siente una gran liberación, como si lo hubie-
ran operado y quitado un pequeño tumor que le estaba perjudicando el orga-
nismo.

Los errores son también como pequeños tumores que suelen incluso terminar
con la vida. En el mundo se han cometido muchos pero muchos y muy graves
errores, errores que han abarcado pueblos enteros, errores que han debido so-
portar muchas veces grandes pueblos porque les fue impuesto ese error. Y
cuando se busca la verdad, discípulos, no hay que engañarse, no hay que enga-
ñarse: hay que saber y hay que mantener ese pensamiento siempre, en todo
momento, y saber que la verdad es todo lo contrario del error. La mayor parte
de la humanidad ha vivido engañada; a un engaño sucedió otro engaño y así
los seres humanos llegaron a tal grado de confusión como en la hora actual en
que no saben discernir entre lo que es cierto y lo que no lo es, entre la verdad y
el error, porque se ha tomado muchas veces el error o la falsedad por verdad. Y
he ahí el porqué del gran desvío que está sufriendo la humanidad.

(112) Han habido errores en los pueblos, errores en la historia, errores en las
familias y errores en cada uno de los seres humanos. Y todo esto, todo esto,
porque no se enseña a pensar a los seres humanos y desde siglos se los sometió

63
a los moldes prefabricados de errores que simulaban verdad. Y viene aquí –
entrando ya en calor, pero serenos siempre – que esos errores fueron fáciles de
cometer, porque se hizo que la gente creyera ciegamente; y cuando esto ocurrió
los errores tuvieron muy fácil difusión; los errores hicieron presa de todos y
para aparecer como que se compensaba esa falta de saber por la creencia ciega,
apareció la promesa, la promesa en el paraíso del más allá, ése del que nadie
hasta aquí ha podido dar testimonio de conocer o de haberlo disfrutado alguna
vez.

Y se explotó el cuento del paraíso para todos los tontos que creyeron en él, para
que vivieran con una ilusión y, como la facultad de pensar estaba inmóvil, esa
ilusión daba la sensación de sostener al ser y muchos hasta daban cualquier co-
sa para no perder esa ilusión. De modo que ese paraíso del “más allá”, inalcan-
zable como todo lo que no existe, hizo que una parte de la humanidad pensara
en otro engaño y ofreció el paraíso terrenal, el paraíso de aquí, en otras pala-
bras: el paraíso soviético; y nació la competencia. Todo el mundo atónito, vien-
do como están en pugna los dos paraísos. Y sigue y continúa el error en busca
de víctimas.

(113) ¿Será por esto que, habiéndose algunos dado cuenta de que es absurdo
cuanto se ha dicho al respecto, se busca encontrar el paraíso en otros planetas?
Por lo pronto los llamados astronautas no han llegado a ningún planeta; ni nos
pueden decir que encontraron el paraíso en suspenso en medio de la inmensi-
dad. Es muy poco o casi nada lo que han dicho sobre esos viajes, o será que es
un secreto tan secreto que ni ellos mismos lo saben...

Pero continuemos con el error. El hombre comete – al decir el hombre estoy di-
ciendo el hombre y la mujer – cometen en la vida muchos errores, muchos, por
culpa propia y otros por culpa ajena, ¡pero los cometen! Muchos errores... Para
mí, muy pocos, muy pocos – los dedos de esta mano me parecen mucho – se
han dado a la tarea de enmendar esos errores, de corregirlos, principiando por

64
no repetirlos, que es lo más bravo, lo más difícil, porque muchas veces esos
errores se cometen llevados por un pensamiento y hasta que a este pensamiento
no se lo identifica, no se lo lleva preso, se lo encarcela o se lo lleva al paredón,
seguirá haciéndole cometer errores. Y sería el caso ahora pensar ¿con qué cre-
dencial el hombre busca la verdad cuando ni siquiera ha principiado por en-
mendar sus errores? ¿Cómo podría presentarse frente a la verdad lleno de erro-
res? ¿Reconocería la verdad? ¿Sabría que está en presencia de ella? Bien; pero la
Logosofía ha instituido el proceso de evolución consciente y esto es, precisa-
mente, de lo que quería hablar: que es en ese proceso donde se eliminan los
errores, donde se prepara al espíritu para que pueda hacer frente a la verdad
sin tener que bajar los ojos abrumado por los errores y es así como en este pro-
ceso de evolución consciente, que, ya dije, lleva al conocimiento de sí mismo, es
donde cada uno se va a encontrar por primera vez con su propia realidad, con
esa realidad que jamás ni siquiera sospechó que iba a encontrar.

(115) Yo quisiera transformarlos en este momento a todos en novios o novias a


quienes les van a presentar al novio que no conocen, pero que creen que es lo
mejor de lo mejor; y ese novio tiene muchos defectos, muchos errores. Si física-
mente tuviera que describirlo, diría que es tuerto, nariz ladeada, cabeza defor-
me, sin dientes, en fin, poco menos que un fenómeno.

Entonces, yo preparo a todos los novios; que me den tiempo para que éste, que
es tan feo, pueda ser lindo, pueda ser completo, pueda ser perfecto y entonces
sí, decirles: “bueno, aquí está; éste es el ser que ustedes buscaban; se han encon-
trado a sí mismos”. Para eso es este proceso de evolución consciente y por eso
no les presento de golpe el fenómeno vestido de novio o de novia, sino que lo
estoy cambiando, cambiando con la colaboración de todos; cada uno dentro de
sí mismo, trabajando en sus deficiencias, embelleciendo a ése que adolece de
muchas virtudes, de muchas calidades. Ése es mi trabajo, discípulos, y no es
poco ese trabajo, porque yo quiero que cada uno, cuando se encuentre a sí mis-
mo, sienta que ha superado en mucho lo que fue y que nadie sienta la desilu-
65
sión que tendría si de golpe les presentara a ese ser que buscan dentro de sí
mismos. Ésta es la importante, la valiosa acción del pensamiento constructor
que está trabajando en la mente de todos para realizar esta Obra poderosa que
los liberará de todos los errores y enseñará luego a todos cuantos quieran seguir
este camino donde se encuentra la verdad y cómo es posible, de una humani-
dad temerosa, llena de espanto, hacer una humanidad valiente, sana y confiada
en sí misma, porque cada uno habrá reconquistado la fe en sí mismo.

(116) Muchas veces, cuando se habla con las personas, incluso con los aspiran-
tes, ¡qué lejos están de sospechar todo cuanto encierra la Sabiduría Logosófica,
todo cuanto es y puede hacer en el alma de todos! Y para realizar esta labor he
pedido siempre el concurso de cada uno, que piensen, que comprueben cada
una de las enseñanzas, que las comprueben dentro de sí mismos, que verifiquen
los cambios que se operan en su pensar, en su sentir, en su modalidad, en su
carácter, en todo. Y si alguno no experimenta esto, es sólo y exclusivamente por
su propia culpa. Felizmente, no pienso que haya uno solo que no haya experi-
mentado ya cambios reales, beneficios y mucho más, porque la enseñanza lo-
gosófica va directamente a la conciencia y ésta es la que al fin de cuentas, ende-
reza los pasos del discípulo. Cuando observo el menor desvío, ella es mi aliada;
la conciencia de cada discípulo es la única que no me miente, porque las mentes
son muy buenas, pero les gusta a veces decir sus mentiritas.

(117) Bueno, discípulos, no quiero extender más esta clase tan profunda, de un
contenido tan grande, porque siempre observo hasta donde la mente puede re-
cibir un caudal de conocimientos y puede retenerlos y puede luego irlos incor-
porando a la vida.

Me alegraría mucho saber que en el futuro, todos, recordando estas palabras, se


sienten seguros y firmes en el camino en que están, porque interviene la facul-
tad de pensar, porque cada uno es libre de pensar, porque es necesario pensar y
pensando y asimilando la enseñanza, jamás de los jamases, volverá a caer nin-

66
guno de los discípulos en el engaño de las creencias.

67
Conferencia 12 – 07/10/1961 – Buenos Aires

(119) Cuando comencé a dar estas clases en este año, dije que eran para el pro-
ceso de todos, en forma colectiva.

Lamento que muchos discípulos, unos unas veces y otros otras falten a estas
clases; lo lamento por ellos, porque sé perfectamente bien lo que pierden y
cómo afecta en cierto modo el proceso individual. Voy a hacer un cómputo de
los que han asistido y los que han faltado para liberarlos el año que viene, a fin
de que puedan atender sus asuntos primero y, recién cuando estén en condicio-
nes de asistir regularmente, el próximo, el otro año, incorporarse a estas clases.
Claro que hay excepciones; algunos no han podido venir por causas de fuerza
mayor y los voy a tener muy en cuenta, pero no los de causas de fuerza menor.

Decía recién a unos discípulos que las clases de este año iban a desembocar en
una monumental clase sobre la historia de la humanidad, para demostrar y evi-
denciar en qué forma jugaron papel preponderante los pensamientos en la vida
de los seres, de los pueblos y de las naciones. Pero ya veo que voy a tener que
demorar esa clase porque a muchos les van a faltar elementos con que poder
comprender en toda su amplitud las imágenes que voy a presentar en ella. Por
otra parte, esto no debe inquietarlos, pueden faltar también a esa clase... Des-
pués no me pidan que los adelante. Y hablo de pedir porque aunque no me lo
digan personalmente o de palabra, son muy hábiles para trasmitirme ese pen-
samiento.

(120) Es posible que por dos o tres sábados no venga. Por ello, yo recomendaría
que los aprovecharan para repasar las clases anteriores, comentarlas, profundi-
zarlas, en fin, prepararse un poco más y así los que han faltado puedan reunir
los elementos que perdieron en sus ausencias.

Voy a faltar porque debo someterme a una operación quirúrgica. No sé cómo


saldrá; espero que salga bien, pero no he querido dejar de sembrar una vez más
68
mis enseñanzas unos días antes de que esta operación se realice. Con esto ven
los discípulos que el Maestro se somete también a las leyes físicas, que no puede
ser una excepción. Quiero en todo regirme por las leyes que se rigen todos los
seres humanos. No quiero que nadie diga ni hoy ni mañana ni nunca: Sí, esto lo
dice porque no pasa por esto, por aquello... No; yo tengo que pasar por todo.
Debo sufrir como todos, aunque hay sufrimientos que los discípulos no cono-
cen...

(121) Muchos discípulos conocen desde muchísimo tiempo la vida del Maestro,
a veces hasta en detalle, pero yo no conozco la vida de ningún discípulo; me la
ocultan tanto que no la puedo ver; son tan discretos conmigo que no me dicen
nada de lo que hacen ni de lo que piensan y, como yo no lo pregunto, se quedan
todos tranquilos. Pero mi vida es, digamos, un palacio con las puertas abiertas a
todos; es como un museo donde lo único que no hay son momias, porque todo
vive dentro de ese museo, todo palpita; cada cosa expresa un pensar, un sentir,
un movimiento inteligente y yo quisiera que todos los discípulos llegasen a eso:
a que tuviesen también como yo un palacio con las puertas plenamente abiertas.
Yo no tengo el menor temor de que ningún pensamiento acuda a esa casa men-
tal para robarme; porque si viene por un florero yo le doy dos, tres, cuatro, si
viene por un conocimiento le doy diez. De manera que ya he corrido a todos los
ladrones que se atreven a ambular alrededor de mi casa mental; saben que yo
doy sin que tengan necesidad de robar. ¡Y les he dado siempre a través de tan-
tos y tantos años! Será tal vez porque tengo el poder de crear de inmediato so-
bre un conocimiento que doy, diez; sobre diez, cien.

(122) ¡Es tan divinamente hermoso cuando se llega a ser absolutamente dueño
de lo que uno posee, sobre todo cuando ese dominio le pertenece por ley, por
ley universal! Por eso mismo, el que ha creado los valores no los ha tenido que
buscar en ninguna parte, ni tampoco robar, como hacen a veces por ejemplo los
plagiarios. Naturalmente que son mentes limitadas que no saben crear y enton-
ces les parece que pueden suplir esa falta recurriendo al pillaje.
69
Estamos viviendo una época trascendental para la vida humana; es posible que
sea la más trascendental de todas las épocas vividas, porque se van a producir
cosas insospechadas en el mundo mental. La humanidad está necesitando algo
que no tiene, que no ha tenido nunca, pero que se ha engañado pensando que
tenía. Desde tiempo inmemorial fue arrastrando como virtud lo que solamente
era una utopía. Hoy, en estos tiempos, pugnan los espíritus por manifestarse,
golpean ya el sentir de los hombres y conmueven su pensamiento, sus mentes.
Se está manteniendo desde hace un tiempo una lucha mental y, para alcanzar el
triunfo en esa lucha mental, se piensa recurrir a las armas físicas, de lo cual re-
sulta una confesión universal de las dos grandes partes en lucha, de que ni unos
ni otros poseen los grandes pensamientos salvadores que les harían triunfar en
esa lucha mental sin necesidad de recurrir a las armas. De modo que en esa lu-
cha mental se usa, tal vez ahora en forma más intensa, más tremenda, el recurso
de la amenaza, del temor, es decir, se usan pensamientos que infunden temor,
pero esos pensamientos están sostenidos por las armas. De manera que esa lu-
cha mental está muy ligada al poderío bélico de las partes, con lo cual se des-
virtúan en gran parte las razones que cada uno invoca para sostener sus ideas o
pensamientos. Y esto lo voy a demostrar en esa clase monumental, histórica,
con lo cual quiero decirles que enfrento el momento difícil que voy a pasar con
toda entereza y todavía dando aliento a todos los discípulos. Pero será para mí
un gran regocijo saber que todos los discípulos en mi ausencia se preocupan
por extraer de las enseñanzas que doy en estas clases la esencia que ellas con-
tienen y sepan y sientan el porqué las estoy dando.

(124) Hoy pensaba hablar unas pocas palabras. Lo que pasa es que los que asis-
ten quieren escuchar al Maestro; cuando no asisten piensan: “¡Ojalá que el Ma-
estro no habla hoy”...! ¡Si los conoceré a todos! Es un egoísmo muy tierno...

También me agradaría mucho – y ahora menciono la ley de correspondencia –


que cada discípulo, el que quiera, no es obligatorio en absoluto, ni tienen nin-
guna indicación reglamentaria para hacerlo, que cada discípulo me hiciera lle-
70
gar su comprensión sobre lo extraído en estas clases. Ello haría que a esos discí-
pulos en mis futuras clases les haga llegar, sin que los otros sepan, esas palabras
claves que las comprende sólo el que las escucha con el corazón.

Y así, discípulos, llegamos al momento en que me voy a despedir hasta la


próxima vez. Quisiera verlos a todos tan felices y contentos como los veo en el
día de hoy. Yo no les pido que rueguen por mí, porque estando cerca de Dios el
único ruego que puede escuchar sería el mío; pero como yo acato Su Voluntad,
como es Él quien dispone todo cuanto existe en el Universo, lo mejor que pue-
den hacer, el mejor ruego, es trabajar sobre las enseñanzas; es demostrar que
aún cuando el Maestro está ausente saben comportarse como verdaderos discí-
pulos y sentirme en cada enseñanza como si estuvieran oyéndome. ¡Con qué
facilidad asienten con la cabeza! Y si yo les dijera que me hablaran a mí, que me
dijeran cualquier cosa, ¿les gustaría? Háganlo; adelantan así un pensamiento.
Lo voy a recibir con mucha alegría; lo voy a llevar en el recuerdo. Aprovechen
esa oportunidad.

(125) Discípula: Me cuesta expresar lo que realmente siento. Lo único que pue-
do expresar es que me siento conmovida, muy conmovida, ante lo que dijo re-
cién; la prueba a que tiene que someterse el Maestro. Mientras el Maestro
hablaba pensaba justamente lo que expresó al final: que en este caso no caben
los ruegos y lo único que podemos hacer es trabajar, con el intimo deseo, desde
luego, que la prueba resulte bien.

Maestro: ya me había referido hace tiempo a la difícil prueba que debía pasar
este año.

Discípula: El saber que es una cosa inmediata...

(126) Maestro: la sensibilidad tiene a veces un lenguaje que no se puede expre-


sar con palabras y eso fue lo que recibí en primer lugar: todas las intenciones.

71
Discípulo: Quisiera decirle al Maestro que trataremos los discípulos de ser me-
nos vulnerables en la Obra que está realizando y tomar esto como una prueba;
nosotros, los discípulos, tenemos que pensar que algún día no va a estar el Ma-
estro para llevarla adelante.

Discípula: Últimamente he estado pensando, al ver que el Maestro nos hablaba


con tanta frecuencia, si no estábamos abusando del Maestro, y tenía la impre-
sión de que no hacíamos el esfuerzo que se necesita para poder recoger las en-
señanzas en profundidad. Este acontecimiento que se avecina posiblemente
llama a nuestra responsabilidad y nos lleve a dar todo aquello que somos capa-
ces de dar.

Maestro: A veces he pensado, cuando veo tanta dificultad para pasar a máquina
las clases que luego se envían a las filiales, qué poca colaboración hay entre los
discípulos... Esos discípulos de otras filiales anhelarían tener esas clases... ¡y
aquí hay tanta dificultad para conseguir que las pasen a máquina!

(127) Cuando hablé, hace mucho, de aquellos que deseaban a los que “se iban”,
el descanso eterno, dije que desearan para mí que trabajara siempre, que siem-
pre tuviera que hacer, y preguntaba también si lo hecho por esos seres era tan
grande, tan grande lo hecho en esta vida, tan grande, para merecer nada menos
que el descanso eterno; y preguntaba también si no se aburrirían con el descan-
so eterno. Posiblemente, en el caso de que existiera tal cosa, bueno, muchos se
volverían locos... Y por eso, cuando vuelven acá ya están locos y les cuesta tanto
trabajar. Es que lo esencial es trabajar siempre, que haya plena actividad; la
creación misma es toda actividad, se renueva a cada instante.

Hoy un discípulo me narró una pregunta que le habían hecho recientemente en


las Pláticas en Córdoba. Insistentemente le preguntaron si el proceso de evolu-
ción consciente le quitaría su religión, o su fe o lo que quiera llamársele. Yo le
contesté, si él no dejaría el traje que se hizo hace cinco años o seis o siete, por
otro nuevo; si no se quitaría ese traje por otro nuevo o por lo menos que estu-
72
viera más a tono con el momento actual. Y pasados otros cinco o seis años,
pienso que no le gustaría tener un traje de hace diez años, quince o veinte. Bue-
no, que lo mismo hiciera con los trajes mentales; a todos esos pensamientos que
los ha vestido de tantas cosas, unos religiosos y otros de otra índole, que les
cambie el traje porque han pasado de moda; que le ponga trajes nuevos, lim-
pios, y en esa forma se va a sentir más cómodo.

(128) Y digo esto también, para que observen los discípulos cómo es imprescin-
diblemente necesario esa renovación. El proceso de evolución consciente es re-
novación constante, como lo es toda la naturaleza; toda la naturaleza en ince-
sante actividad se renueva a cada instante. Ahora, naturalmente, que cuando se
ha pasado tanto tiempo, tantos siglos, sin cambiar de traje, ya el que lo lleva es
una momia, no puede ser un ser vivo, está totalmente petrificado. Pero la ense-
ñanza logosófica tiene una gran virtud: ¡es capaz de hacer vivir hasta a las mo-
mias!

En esa clase verán si esto es cierto o no, cuando les quite las vendas... ¡a las
momias, no a ustedes! No quiero pensar que anhelan la mejoría para el Maestro,
para escuchar esa clase, ¿no?

(129) Discípulo: Deseamos escuchar esa clase y muchísimas más.

Maestro: ¿Por esto sólo?... ¿Algún otro discípulo quiere expresar algo?

Discípulo: Quería expresarle, refiriéndome a la vida física del Maestro, que lo


vamos a tener muchos años...

Maestro: A disposición.

Discípulo: Una Ley física establece que todos los cuerpos en el vacío tienen el
mismo peso; yo realmente tenía un vacío interno muy grande, en el que virtu-
des y deficiencias tenían el mismo valor. El Maestro ha llenado ese vacío y en la
medida que yo colaboré en ese proceso he dado una jerarquía a todo mi ser in-
73
terno que se manifiesta en las actuaciones, en la necesidad de sentir siempre al
Maestro.

Maestro: Muy bien. Me llevo entonces la expresión del silencio de los discípulos
que no han hablado, pero que han sentido intensamente no poder expresarse,
posiblemente por una inhibición momentánea que les impide expresar sus pen-
samientos.

Espero verlos a todos la próxima vez, contentos y muy buenos, y a todos que
tengan muy buena salud.

(130) Hasta siempre, discípulos...

74
Conferencia 13 – 21/10/1961 – Buenos Aires

(131) A pocas horas de someterme a la intervención quirúrgica, he querido estar


con los discípulos un rato y darles ánimo.

En estos días he tenido satisfacciones muy grandes: he recibido innumerables


cartas de discípulos de todas partes, donde me hacen llegar sus preocupaciones,
sus anhelos; en fin, han querido estar presentes en estos momentos, por lo me-
nos para acompañarme en el recuerdo y he visto a través de esas cartas todo el
afecto que contenían, un afecto entrañable...

Muchos habrían querido estar aquí y he visto en todas esas cartas cómo el pen-
samiento del Maestro preside la vida de tantos discípulos. Hasta me han pro-
metido que durante todo este tiempo se van a portar bien para que no tenga
preocupaciones, para que tenga la alegría de saber que todos están unidos en
mi pensamiento y que así unidos forman una gran fuerza, incontenible ya, y
que seguirán firmes hasta el fin, si es que este fin existe.

(132) Una vez dije que si la Creación no había tenido principio ni tendrá fin,
también la existencia humana, como parte de esa Creación, seguirá la misma
ruta por el camino infinito que Dios ha abierto a todos los entes inteligentes que
pueblan la Creación.

Naturalmente que todas esas cartas me conmovieron al ver reflejada en todas


ellas, aparte del afecto, de los anhelos que expresaban, esa honda preocupación,
ese sentir tan íntimo, tan hondo, y que tan pocas veces suele expresarse en el
común de la gente.

Es sensible, naturalmente, que mi labor tenga esta interrupción que espero sea
breve, porque mi vida toda está animada por el más grande de los propósitos:
proseguir esta Obra hasta que alcance proyecciones insospechadas y hacer que
de ella día a día sean más los que se beneficien. Es una lucha de amor, diría, ya

75
que para hacer este bien he necesitado y sigo necesitando luchar para que se
comprenda que es para el propio bien que se lleva a los entendimientos la pala-
bra logosófica.

Y los discípulos mismos han sido testigos y lo siguen siendo, de cómo cuesta
hacer este bien y cómo aquellos seres a quienes se brinda la palabra logosófica
se dan el lujo de reaccionar por cualquier cosita, de ser esquivos, de rechazarla
muchas veces, hasta que ese amor los vence, vence la obstinación, vence la resis-
tencia que oponen viejos y arraigados pensamientos en la mente. Y entonces
surge una nueva disposición, nace una confianza que posiblemente jamás hab-
ían tenido en la palabra de un semejante y día tras día van confirmando esas
primeras impresiones de confianza, del bien que reciben de la palabra logosófi-
ca. Y si bien los discípulos deben esforzarse y luchar para hacer ese bien, tienen
en compensación la satisfacción de ver luego cómo se transforma lo que fue re-
sistencia en aprobación, y los mismos rostros elocuentemente van diciendo de
la paz, de la felicidad que van experimentando a través de ese incipiente proce-
so logosófico.

(133) Muchas veces he pensado en esto: ¿Es que habrá algo más hermoso, algo
superior a este quehacer en el cual cada uno pone lo mejor de sí para encontrar
después la respuesta favorable, el eco consciente de su voz en lo interno del se-
mejante? Allí aparece entonces delineándose el futuro discípulo que tanto ale-
gra el corazón de los que por él hicieron esa parte de labor logosófica, ese bien
que también a él hicieron otros y así, en una cadena interminable de infinidad
de hechos loables se irá difundiendo la Obra Logosófica por todas partes del
mundo.

(134) Pero los discípulos no piensen que esto se hace porque sí, por obra de un
milagro, sino por el concurso de todos, por la comprensión unánime de lo que
representa este bien para la humanidad.

En muchas cartas he visto narrados hasta episodios que solamente el Maestro


76
puede conocer, pero que son testimonios grandiosos del poder de la enseñanza
logosófica... Y ¡cómo ha obrado aún a grandes distancias, en discípulos que no
conocen físicamente al Maestro! Y he llegado hasta a preguntarme si este episo-
dio de mi operación no fue hecho para que me llegaran ¡tantos testimonios de
tantos discípulos! Yo habría preferido que hubiera sido de otra manera y me
hubieran llegado sin necesidad de esto, pero, pueden suponer los discípulos
cuánto enternecen mi espíritu todos estos mensajes, todo el pensamiento de
quienes a distancia o de cerca hacen llegar al Maestro sus preocupaciones y sus
anhelos de felicidad.

(135) Espero que la próxima vez, discípulos, pueda iniciar una nueva etapa –
posiblemente, si es que esto es posible – más trascendente que las que se han
cumplido hasta aquí.

No se distraigan los discípulos y piensen mucho. La palabra logosófica no pene-


tra en las mentes donde no encuentra un cálido hospicio.

De modo, discípulos, que como si partiera en un viaje largo, les diré: ¡Hasta
siempre!...

77

Potrebbero piacerti anche