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Admito que mi entrada en este doble grado tuvo como una de las razones (entre muchas) que
me permitía dar rienda suelta a dos pasiones distintas. Por una parte, las cifras, el cálculo, el
disfrute de la resolución de planeamientos matemáticos, además de comprender su aplicación
en la vida cotidiana por medio de la Economía. Por otra parte, intentar conocer una pequeña
parte del mundo que nos rodea, de sus gentes y formas de pensar por medio de las Relaciones
Internacionales. Ambas ramas, unidas en el deseo de aprender para obtener las herramientas
necesarias para, tanto en el presente como en el futuro, poder cambiar un poco este mundo a
mejor.
Esta introducción era necesaria para establecer que, a pesar de lo que pudiera parecer en las
primeras clases con las continuas intervenciones de compañeros como Eduardo o Javier
Agejas, no solo hay alumnos de ideología realista. No obstante, analizando situaciones
expuestas en clase me planteo el grado de mi propio idealismo y la visión que tengo de la
humanidad y su naturaleza.
¿A mayor educación, mayor moral? Fue una pregunta planteada en clase en el contexto de
Ilustración. Nos transporta de inmediato al Intelectualismo Moral de Sócrates: no existe la
maldad sustantiva, solo la ignorancia. Quien obra mal, es por desconocimiento. Por ello, la
sabiduría lleva a la bondad. Por varias razones, es una idea que realmente me gustaría que
fuese cierta. La primera, porque de inmediato rompe con la inmutabilidad de la naturaleza
humana. La naturaleza humana no es una característica estática que determina nuestra
existencia como individuos y como especie a lo largo de la historia. Un cambio no es
intrínsecamente bueno ni malo, depende de la dirección. Aquí entraría la segunda razón:
nosotros poseemos la herramienta para que este cambio sea en la dirección correcta. Esta
herramienta sería la educación, en la que los ilustrados tenían una fe ciega.
Sin duda, existe una clara diferencia entre educación y sistema educativo en el panorama
actual. En nuestro caso, vivimos en un país en el que cada vez se reducen más las materias que
invitan a pensar (como es el caso de filosofía), generando individuos con pensamientos
uniformes. Aunque sería demasiado fácil (y un poco cobarde) determinar que es el Gobierno el
responsable de la educación (pues las unidades básicas han de ser el hogar y la familia), es
innegable que nuestra educación es resultado de lo vivido en el colegio, en la calle, en el
trabajo, por lo visto en la televisión o leído en los periódicos, por todo lo que nos llega a través
de Internet... nuestra sociedad no deja de “educarnos”, por lo que ésta adquiere una
responsabilidad con el individuo (y todos los individuos deberían adquirir también esa
responsabilidad por el bien del resto de ciudadanos).
El conocimiento está a nuestro alcance. Casi un 28% de personas en España están en riesgo de
pobreza. Nuestro Estado aceptó solo al 11% del cupo de refugiados con el que se había
comprometido. La situación en los CIEs y las devoluciones en caliente se han llegado a calificar
de violaciones de derechos humanos. En el panorama internacional, nos llegan las noticias
(una vez pasados los treinta minutos de rigor sobre la situación de Cataluña) de las decenas de
conflictos activos en la actualidad. A todos nos impactó la imagen de Aylan, el niño sirio
muerto en la playa. Pero meses después, desapareció de nuestras mentes (que no de Siria, el
conflicto sigue activo y los únicos Estados que actúan son por intereses geoestratégicos). Se
dan numerosas violaciones del derecho internacional humanitario, ante muchas de las cuáles
el propio Michael Walzer podría declarar causa de guerra justa, de no ser por un detalle... que
no conmocionan a la población. En Birmania a día de hoy se está produciendo un genocidio
contra la etnia rohingya y no hay respuesta por parte del mundo. Lo mismo hubiera ocurrido
con el conflicto palestino-israelí, sino fuera porque ofrece sensacionalismo gracias a la
actuación de Trump.
Se podría pensar que es por la impotencia, que ante la incapacidad que tenemos de luchar
contra esas situaciones es una aceptación de las mismas la única vía de sobrevivir. Pero temo
que sea algo más grave que eso, que el conocimiento de estos hechos, tan lamentablemente
repetidos, nos haya situado en un estado pasivo, apático... de indiferencia. Dan igual los
conflictos que haya en la actualidad, gracias a mi conocimiento sé que se dan de forma
constante y no tengo forma de evitarlos. ¿Cuántas veces nos cruzamos ante una persona sin
hogar y miramos hacia otro lado? Quizás la solución no sea darle dinero, quizás sea hablar con
él, informarle de ONGs (como Bokatas) o de servicios públicos que pueden ayudarle,
sencillamente preguntarle cómo está...