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Javier Rodera Herrero 2º Relaciones Internacionales y Economía

¿El malo lo es por ignorancia, y por tanto se cura de ello


con la sabiduría?

Admito que mi entrada en este doble grado tuvo como una de las razones (entre muchas) que
me permitía dar rienda suelta a dos pasiones distintas. Por una parte, las cifras, el cálculo, el
disfrute de la resolución de planeamientos matemáticos, además de comprender su aplicación
en la vida cotidiana por medio de la Economía. Por otra parte, intentar conocer una pequeña
parte del mundo que nos rodea, de sus gentes y formas de pensar por medio de las Relaciones
Internacionales. Ambas ramas, unidas en el deseo de aprender para obtener las herramientas
necesarias para, tanto en el presente como en el futuro, poder cambiar un poco este mundo a
mejor.

Esta introducción era necesaria para establecer que, a pesar de lo que pudiera parecer en las
primeras clases con las continuas intervenciones de compañeros como Eduardo o Javier
Agejas, no solo hay alumnos de ideología realista. No obstante, analizando situaciones
expuestas en clase me planteo el grado de mi propio idealismo y la visión que tengo de la
humanidad y su naturaleza.

¿A mayor educación, mayor moral? Fue una pregunta planteada en clase en el contexto de
Ilustración. Nos transporta de inmediato al Intelectualismo Moral de Sócrates: no existe la
maldad sustantiva, solo la ignorancia. Quien obra mal, es por desconocimiento. Por ello, la
sabiduría lleva a la bondad. Por varias razones, es una idea que realmente me gustaría que
fuese cierta. La primera, porque de inmediato rompe con la inmutabilidad de la naturaleza
humana. La naturaleza humana no es una característica estática que determina nuestra
existencia como individuos y como especie a lo largo de la historia. Un cambio no es
intrínsecamente bueno ni malo, depende de la dirección. Aquí entraría la segunda razón:
nosotros poseemos la herramienta para que este cambio sea en la dirección correcta. Esta
herramienta sería la educación, en la que los ilustrados tenían una fe ciega.

Pecando de relativista, esta teoría me empieza a plantear dudas. Nos encontramos en un


mundo plural con miles de culturas, de las cuales derivan tantos sistemas morales como
educativos. ¿Quién determina cuál es el correcto? ¿Buscamos los valores morales que más se
repiten en las sociedades actuales y tomamos de sus sistemas educativos las herramientas que
consideremos más eficientes para la transmisión de esos valores? A mi entender, los ilustrados
partían de una contradicción que prefirieron ignorar, para así validar su ideología. Se
consideraban muchos de ellos “cosmopolitas”, ciudadanos de una comunidad global en la que
participan todos los individuos del mundo. Todas las personas seríamos así iguales... ¿o no? No
para los ilustrados, que consideraban a Europa (y especialmente a Francia) el modelo de los
valores a seguir, despreciando lo que saliera de este marco (arte oriental, estructuras políticas
de otras culturas...).
No obstante, no critiquemos únicamente al mensajero y analicemos el mensaje. La educación
como herramienta para cambiar el mundo es la base de la labor de numerosas ONGs actuales
(entre ellas, en la que yo realizo unas prácticas). La educación no solo aporta conocimientos
para enfrentarse al futuro mundo laboral, también aporta una serie de valores que se acaba
transmitiendo de los alumnos a las familias, y de estas a la población (sea un país en vías de
desarrollo o ya “desarrollado”). Y sí, es inevitable pecar en ocasiones de la imposición de
valores occidentales. Digo “pecar”, pues creo falto de humildad considerar que todos nuestros
valores son mejores que los del resto del mundo o que funcionen de la misma forma en unas
circunstancias totalmente distintas. Sin embargo, considero necesaria una base de derechos y
libertades fundamentales sin la que no estoy dispuesto a tolerar ninguna situación. Esto
plantea una clara pregunta, que es la que le realicé al coordinador de la ONG hace medio año:
¿cómo saber cuándo estás imponiendo tus valores y cuando es necesario salir a la defensa del
respeto de unos mínimos? Viajando, ayudando a los demás, conociendo otras culturas desde
esa humildad que he mencionado antes. Esto es educación.

Sin duda, existe una clara diferencia entre educación y sistema educativo en el panorama
actual. En nuestro caso, vivimos en un país en el que cada vez se reducen más las materias que
invitan a pensar (como es el caso de filosofía), generando individuos con pensamientos
uniformes. Aunque sería demasiado fácil (y un poco cobarde) determinar que es el Gobierno el
responsable de la educación (pues las unidades básicas han de ser el hogar y la familia), es
innegable que nuestra educación es resultado de lo vivido en el colegio, en la calle, en el
trabajo, por lo visto en la televisión o leído en los periódicos, por todo lo que nos llega a través
de Internet... nuestra sociedad no deja de “educarnos”, por lo que ésta adquiere una
responsabilidad con el individuo (y todos los individuos deberían adquirir también esa
responsabilidad por el bien del resto de ciudadanos).

Pero esto no se puede quedar en el ámbito nacional. Vivimos en un mundo totalmente


globalizado, a veces hasta límites insospechados (quien crea que el móvil es una herramienta
de los países desarrollados debería quitarse prejuicios). En el siglo IV a.C., Diógenes defendió la
idea de cosmopolitismo, a pesar de vivir en una polis sin conocer si quiera la existencia del
mundo que le rodeaba (y mucho menos entrar en contacto con él). Nosotros tenemos a
nuestra disposición todo tipo de instrumentos para comunicarnos con un país a miles de
kilómetros de distancia. Si ocurre un atentado en algún punto lo sabremos de forma más o
menos inmediata (dependiendo del interés que genere ese país o si hay víctimas de nuestro
Estado, como criticó hace dos años el periodista Sebastián Ruíz con el atentado de Kenya) y si
un nuevo video se hace viral en Polonia estará ese mismo día en nuestras pantallas.

El conocimiento está a nuestro alcance. Casi un 28% de personas en España están en riesgo de
pobreza. Nuestro Estado aceptó solo al 11% del cupo de refugiados con el que se había
comprometido. La situación en los CIEs y las devoluciones en caliente se han llegado a calificar
de violaciones de derechos humanos. En el panorama internacional, nos llegan las noticias
(una vez pasados los treinta minutos de rigor sobre la situación de Cataluña) de las decenas de
conflictos activos en la actualidad. A todos nos impactó la imagen de Aylan, el niño sirio
muerto en la playa. Pero meses después, desapareció de nuestras mentes (que no de Siria, el
conflicto sigue activo y los únicos Estados que actúan son por intereses geoestratégicos). Se
dan numerosas violaciones del derecho internacional humanitario, ante muchas de las cuáles
el propio Michael Walzer podría declarar causa de guerra justa, de no ser por un detalle... que
no conmocionan a la población. En Birmania a día de hoy se está produciendo un genocidio
contra la etnia rohingya y no hay respuesta por parte del mundo. Lo mismo hubiera ocurrido
con el conflicto palestino-israelí, sino fuera porque ofrece sensacionalismo gracias a la
actuación de Trump.

Se podría pensar que es por la impotencia, que ante la incapacidad que tenemos de luchar
contra esas situaciones es una aceptación de las mismas la única vía de sobrevivir. Pero temo
que sea algo más grave que eso, que el conocimiento de estos hechos, tan lamentablemente
repetidos, nos haya situado en un estado pasivo, apático... de indiferencia. Dan igual los
conflictos que haya en la actualidad, gracias a mi conocimiento sé que se dan de forma
constante y no tengo forma de evitarlos. ¿Cuántas veces nos cruzamos ante una persona sin
hogar y miramos hacia otro lado? Quizás la solución no sea darle dinero, quizás sea hablar con
él, informarle de ONGs (como Bokatas) o de servicios públicos que pueden ayudarle,
sencillamente preguntarle cómo está...

Lamento no estar de acuerdo con Sócrates. El conocimiento es fácil de alcanzar y la ignorancia


relativamente fácil de paliar, pero no es la causa principal de los males. A pesar de los últimos
párrafos tan pesimistas, sí creo que es posible revertir la situación actual, concienciar a la
gente (y concienciarse a uno mismo)... y para ello me quedo, no con el conocimiento (que es
una pieza importante, pero no indispensable), sino con la educación. Educación entendida
como compartir (bidireccional, no imponer) valores, junto con respeto, humildad y trabajando
con la buena fe (como establecía Rawls en su posición original) de que vamos a poder
conseguirlo.

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