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SAAVEDRA FAJARDO ANTE LA CRISIS CATALANA DE 1640

Francisco José Martínez (UNED)

1.- Prefacio metodológico: Criterios de evaluación históricos

Entre los diversos modos de evaluación que se han sostenido a lo largo de la historia aquí vamos a retomar tres: el
criterio de la libertad, el criterio de la universidad y el criterio del desarrollo de las fuerzas productivas. Una
institución, o una medida política será superior a otra si supone un avance en el despliegue de la libertad de los
individuos, un avance hacia la universalidad de los valores y un desarrollo de las fuerzas productivas, es decir, de la
capacidad de control, que no tiene que ser destructivo ni meramente cuantitativo, sobre la naturaleza.

2. La monarquía compuesta de los Austrias en tiempos de Felipe IV, el Rey Planeta

Los Austria habían organizado a partir de la unión de los reinos de Castilla y Aragón por los Reyes Católicos una
‘monarquía compuesta’ en la que se agrupaban un conjunto heterogéneo de diferentes estados unidos de manera
dinástica pero conservando cada uno sus leyes e instituciones. El Conde Duque de Olivares fue consciente de este
problema y toda su política se orientó a intentar resolverlo, de manera que el Rey no fuera el rey de Castilla, de
Aragón, de Navarra, etc., sino el rey de una España unificada según la fórmula: Multa regna, sed una lex. Ley que,
por supuesto, tenía que ser la castellana. Se trataba de integrar la monarquía a través de la unificación de las leyes.
La primera unificación que intentó Olivares fue la Unión de Armas según la cual los distintos reinos se tenían que
comprometer a equipar o financiar el equipamiento de un cierto número de soldados de manera proporcional a su
población y su riqueza. El objetivo de la unidad de la monarquía se plasmó visualmente en el Salón de Reinos del
nuevo palacio del Buen Retiro. Los cuadros de batallas ganadas durante el reinado de Felipe IV, especialmente en el
año memorable de 1925 contra los herejes y sus aliados, se unían en este amplio salón con los retratos dinásticos
ecuestres culminados por el del príncipe Baltasar Carlos, que expresaban la continuidad dinástica, con una serie de
Zurbarán que representaban 10 trabajos de Hércules, emblema de la monarquía hispánica ya desde Carlos V y que
simbolizaban la lucha contra la discordia, y con los escudos de los 24 reinos que en ese momento estaban bajo el
imperio del rey planeta, y cuya articulación visual aspiraba a representar la unión que Olivares pretendía con su
proyecto de Unión de Armas. El proyecto de Olivares identificaba dos procesos que no tienen que confundirse, por
un lado una unificación y homogeneización necesaria, imprescindible, de las instituciones de la Monarquía Católica
y, por otro la castellanización de la misma; el rechazo justificable a lo segundo no debe empañar la necesidad
inexcusable de lo primero. Su fallo consistió en no ser capaz de idear una unificación modernizadora que no fuera la
simple extensión a todos los reinos hispánicos de las instituciones y costumbres castellanas.

3. La cuestión catalana

Esta revuelta se muestra como un conflicto entre la realidad plural de los reinos españoles y la uniformidad que
pretendía Olivares, intentando que el rey de cada uno (por separado) se transformara en un rey de todos (juntos)
Pero los intentos unificadores de Olivares se enfrentaban con los recelos de Cataluña, Aragón y Valencia que
entendieron esos esfuerzos y especialmente la Unión de Armas como el intento de instaurar “una corona, una ley,
una moneda”, sospechas que no iban muy desencaminadas y a las que únicamente se puede objetar que la corona,
la ley y la moneda fuera exclusivamente la castellana. Las relaciones entre Olivares y Cataluña fueron tensas desde
el principio debido a la tardanza del rey en ir a jurar en las cortes catalanas sus constituciones y a la necesidad de
aumentar su contribución a los gastos militares.

En 1626 las Cortes catalanas Constituidas por tres Brazos: eclesiástico, militar (nobiliario) y real (oligarquías
ciudadanas), que hacía 27 años que no se reunían, rechazan, tras la interposición de numerosos dissentiment
(recursos), la petición de soldados y las cargas fiscales solicitadas por Olivares lo que motivó la partida precipitada
del rey y al interrupción de las Cortes. En 1632 las cortes aprueban la entrada de tropas pero rechazan la Unión de
Armas. En 1639 los franceses atacan el Rosellón y toman Salces. En 1640 se extienden los conflictos entre las tropas
y los habitantes. En Junio se produce el Corpus de Sangre, revuelta en la que es muerto el virrey Santa Coloma. En
septiembre se firman los pactos de hermandad entre Cataluña y Francia, tras la efímera proclamación de una
república. En 1641 Luis XIII es proclamado Conde de Barcelona. Las tropas españolas llegan a Barcelona donde son
derrotadas en Montjuic. Los franceses toman Perpiñán. En 1651 el ejército de don Juan de Austria sitia Barcelona
que se rinde al año siguiente con todo el Principado. La Generalitat reconoce a Felipe IV como rey. En 1653 se
confirman los privilegios catalanes, aunque continúa la guerra en el Rosellón que será cedido junto con la Cerdaña
por el Tratado de los Pirineos de 1659 que pone fin al conflicto con Francia.

En este conflicto hay una serie de desencuentros entre la Monarquía que sigue fundamentalmente la política de
Castilla y una Cataluña confinada en su territorio; un conflicto entre necesidad central y legalidad periférica; la
revuelta catalana no es tanto una sublevación de afirmación nacionalista como un conflicto social antinobiliario y
contra las oligarquías urbanas , derivado hábilmente por la nobleza y la oligarquía hacia un conflicto nacional e
incluso religioso; también había un conflicto entre la apuesta por el proteccionismo del artesanado textil, tradicional
de las élites catalanas, frente a un capitalismo naciente y un librecambio que favorecía las importaciones; por
último, un conflicto entre el centralismo absolutista y el pactismo periférico que otorga el poder al rey a cambio del
mantenimiento de las libertades pactadas,

4. Saavedra Fajardo ante la cuestión catalana

En relación con la cuestión catalana don Diego participó activamente como diplomático para impedir que se
recibiera a los enviados rebeldes de Cataluña y Portugal como miembros de pleno derecho en las negociaciones de
Munster por lo que tuvieron que integrarse como invitados en la delegación francesa, al mismo tiempo que
intentaba contrarrestar su versión de los hechos. Por otra parte, Saavedra formó parte de los escritores políticos al
servicio del Conde Duque que a través de panfletos anónimos intentaban influir en la opinión pública de forma
favorable a la política española dirigida por Olivares denunciando y denigrando la propaganda adversa que por su
parte Richelieu impulsaba en Francia para justificar su política europea de oposición a España. En relación con la
revuelta de Cataluña Saavedra escribe en Suspiros de Francia: “No fundéis vuestras esperanzas en la rebelión de
Cataluña, porque a todas las de aquella provincia les ha reducido el tiempo a la obediencia, no pudiéndose creer
que sean tan poco advertidos los catalanes que no conozcan que por donde procuran conservar sus privilegios, los
pierden. Y que no les conviene que su provincia sea perpetuo campo de batalla en las diferencias de ambas Coronas
y teatro de las tragedias de la guerra, sustentándola con la sangre de sus hijos y con los tesoros de sus erarios”. En
Locuras de Europa, dice “La mayor gloria, y el mayor bien de las naciones, es, estar comprehendidas en una
monarchia”. Respecto de Cataluña, dice Saavedra que ha sido una locura para ellos apartarse de su señor natural no
para ser libres sino para ser vasallos, sujetos a una nación extranjera y encima a la que aborrecen. El demasiado
afecto a sus fueros les ha reducido a esta miserable situación, con los medios que emplearon para conservarlos los
perdieron, porque los ha roto la guerra y la malicia de Francia. No vuelven a la obediencia por las armas de Francia
que soportan y por la desconfianza en obtener el perdón del rey. Saavedra dice que cuando Barcelona levante su
estandarte en favor de su señor le seguirá toda Cataluña y los franceses no se podrán mantener en ella. La
clemencia que se les ofrecerá será segura y perpetua porque la sublevación no se debió a los estados sino a “la
multitud mal informada”, y además, la mayoría de los delincuentes ya ha pagado con su vida o sus haciendas. Dado
que “Más poderosa es, en los reyes, la conveniencia propia, y el agradecimiento, que la ofenda”, no tienen por qué
dudar del perdón real. Además Cataluña es muy importante para España, es “la firmeza y la seguridad de la
Monarquía” y el escudo frente a Francia.

5. Epílogo: Algunas conclusiones actuales

Defender el legado del pasado, de forma que no se perdiese ni una gota, con todo lo
que tenía de grandeza y de flaqueza, era el supremo ideal de los catalanes, el ideal de
una nación que puede ser acusada de excesiva veneración por su propio pasado y de
una peligrosa incapacidad para levantar sus ojos hacia los horizontes más amplios del
futuro, pro que era un ideal tan intensamente sentido que suscita simpatía y quizás
algo de admiración. (Elliott, La rebelión de los catalanes, p. 353)

No deja de ser gracioso contemplar desde el punto de vista de la proclamación y suspensión inmediata de la
república catalana en 2017 esa primera república catalana de 1641 casi tan efímera como la presente, duró desde el
16 al 23 de enero de 1641, siendo sustituida por el nombramiento como Conde del rey francés Luis XIII. En este año
esa jugada se quiso hacer buscando en este caso el paraguas europeo, pero la jugada salió mal, lo que no quita que
no hayamos entrado en un periodo de turbulencias que no por ser pacífico es a lo peor no menos largo. (En la
ocasión pasada la guerra duró 19 años, de 1640 hasta la Paz de los Pirineos de 1659.)

En los dos casos, 1641 y 2017, la revuelta catalana tenía menos elementos a su favor que en contra. La apuesta
como valor primordial y casi único por la salvaguardia del valor de la autonomía y de las libertades tradicionales
entendidas como privilegios es difícilmente defendible ya que promueve la libertad propia como privilegio frente la
libertad de los demás, defiende los particularismos contra la universalidad y pone trabas al desarrollo de las fuerzas
productivas, al defender en 1641 los privilegios feudales de los gremios contra el naciente capitalismo, y el
proteccionismo frente al librecambio de mercancía,s y en 2017 al ir a contra de los proceso de integración en
marcha, rompiendo la unidad de mercado y la indivisibilidad de la soberanía.

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