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David Goodis1 fue un autor poco conocido de novelas policiales de quiosco. Sin
embargo, sus historias y personajes capturaron el interés de los existencialistas
franceses. A noventa años de su nacimiento, un recorrido por su obra y su vida
legendaria.
1
Filadelfia, 1917–1967. Escritor. A los dos años tuvo un hermano, Jerome, que murió tres años
después de meningitis. En 1923, nació otro hermano, Herbert, que nunca superó su esquizofrenia.
Asistió a las universidades de Indiana y Temple, pero pronto abandonó sus estudios. Empezó a
escribir artículos para un periódico e historias para "pulps". En 1950, abandonó Los Ángeles y
retornó a Filadelfia, donde murió olvidado. Un año antes se había internado en un psiquiátrico. No
El fracaso, un absoluto
Su vida se parece a la vida de sus personajes. En las 17 novelas que
escribió con su firma, el tema absoluto es el fracaso, la mala suerte como entidad
ontológica, la soledad y la tristeza. Un párrafo de su novela Al caer la noche, de
1947, refleja con nitidez su visión de la vida: "todo había sido reemplazado por
cierta confusión en la que se mezclaba algo de desesperanza, mucha soledad y
mucha amargura, todo coronado por un toque de desesperación". Y un personaje
de Viernes 13 describe así a Hart, alter ego de Goodis: "es viernes 13 y para ciertas
personas, éste es un día que no termina nunca. Lo llevan consigo
permanentemente. Como los portadores de la tifoidea. Estén donde estén, y hagan
lo que hagan, traen mala suerte".
Sus personajes se mueven en un mundo sin salida, "la calle de los
perdidos". El paisaje que los rodea abunda en cielos oscuros, viento helado, nieve,
callejones estrechos, calor pegajoso. "Por fin, el reloj se ocultó del todo y no pudo
ver más que el cielo negro y las paredes negras, los oscuros callejones que no
llevaban a ninguna parte", dice el narrador de La calle sin retorno, uno de sus
mejores libros, llevado al cine por Samuel Fuller.
En los melancólicos antihéroes de Raymond Chandler hay, siempre, una
pizca de esperanza, una mirada piadosa, la búsqueda ideal. El Spade de Dashiell
Hammett, duro y cínico, sabe que a pesar de todo es posible obtener un poco de
justicia. Los personajes de Goodis, en cambio, están marcados desde su
nacimiento: nada ni nadie puede alterar el curso de sus destinos. Un destino que
jamás lleva hacia la luz. Un destino que es muerte, autodestrucción,
autohumillación, culpa, impotencia, derrota y desolación. Para Goodis, la vida es un
mero hecho contingente. Sus personajes viven escapando del pasado, agobiados
por la desdicha, no esperan nada del futuro. En medio de tanta negrura, a veces se
cuela una muchacha frágil, de pelo lacio, casi "asexuada", vehículo del bien y de la
pureza, pero también prisionera de la fatalidad. Su mundo es descrito con un estilo
preciso, que rechaza las metáforas, que desdeña toda retórica, que siempre opta
por la frase corta. "Caminaba muy lentamente, y no sentía la mordedura del viento
helado, no sentía nada. Y poco después, al doblar en las esquinas, no se molestó
en mirar los nombres de las calles. No sabía hacia dónde se dirigía, y tampoco le
importaba". Así termina Viernes 13, otra de sus grandes obras.
El destartalado Chrysler
Sallis revela algunos aspectos poco conocidos de la vida cotidiana de
Goodis: "En California había alquilado un sofá en casa de un amigo por cuatro
dólares al mes, y allí vivía. Condujo el mismo destartalado Chrysler descapotable
durante la mayor parte de su vida de adulto. Vestía los mismos viejos trajes hasta
que se convertían en harapos, y entonces los teñía de azul para seguir
poniéndoselos".
Hoy, en la Argentina, sus novelas están agotadas. Pero fueron editadas casi
todas sus obras. La revista Leoplán, hace más de cincuenta años, editó Of missing
persons, que se tradujo con el nombre de Paradero desconocido, que Goodis
había escrito a finales de la década del cuarenta. Tuvo una relativa fama entre los
lectores de "basura de quiosco". Estos lectores tuvieron que esperar hasta 1958
para entretenerse con una nueva historia: "Viernes 13", publicada por la Colección
Nueva Linterna. Se trataba de una literatura "violenta y erótica", que no se
encontraba en las librerías ni era comentada por la prensa "seria". Relatos muy mal
traducidos, con infinitas erratas, pésimamente impresos. Entre 1959 y 1964, los
lectores de "quiosco" conocieron cuatro "novelitas" más de Goodis: Fuego en la
noche (Colección Cobalto, 1959), La calle de los perdidos (Colección Obelisco,
1960), La calle sin retorno (Rastros, 1962), Música en el fango (Rastros, 1964). Pero
las cuatro pasaron con más pena que gloria.
Recién en la década del setenta, Goodis "penetró" en las librerías porteñas,
de la mano de Ricardo Piglia que dirigió, en la editorial Tiempo Contemporáneo, la
colección "Serie Negra". Su primera novela en publicarse fue Al caer la noche
(Nightall, 1974), con una impecable traducción de Estela Canto. La obra, no
obstante su "pátina" intelectual, no cosechó grandes fervores. Se vivía, entonces, el
redescubrimiento de Chandler y de Hammett. Ni la reedición de Música en el fango
(Siglo Veinte la editó en 1973: Disparen sobre el pianista), ni la aparición de su
novela póstuma La víctima, verdadero compendio de sus obsesiones, logró
despertar ni una pizca de interés por este solitario y melancólico escritor que
hablaba de los marginados de Filadelfia y Nueva York, tan parecidos a los
personajes de Roberto Arlt.