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LA MUJER AJENA

"Oísteis que fue dicho: no cometerás adulterio. Pero yo os digo: que cualquiera que mira a una
mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. (Mateo 5:27-28)
La ley prohibía el acto del adulterio, y lo natural es que se obedecía externamente. Pero la mente
no deja de producir laberintos de impurezas. Entonces Jesús nos recuerda que no debemos
abstenernos solo del contacto físico, sino también de conservar la pureza espiritual. Examinando
estos textos, observo que además Jesús prohíbe el deseo carnal que no tiene control ¿Por qué
digo esto? Porque sencillamente el pecado empieza en la mente. Es como un fuego que devora,
que consume, que calcina, que aniquila, que no se detiene; Es como agregar gasolina, nos
incendia, nos destruye. Codiciar a una mujer en la mente según Dios, es equivalente a poseerla
físicamente.
El libro de Proverbios 6:27, dice: “¿Tomará el hombre fuego en su seno, sin que sus vestidos
ardan? ¿Andará el hombre sobre brazas sin que sus pies se quemen? Así es el que se allega a
la mujer de su prójimo; No quedará impune ninguno que la tocare”. Al decir: No quedará impune,
quiere decir que no será asegurado, guardado, protegido, sino contaminado, flagelado, destruido.
La carta a los Efesios 4:27 dice: “No deis lugar al diablo”. Cuando le damos lugar al diablo, le
abrimos un espacio en nuestra mente, y entre más espacio le demos, cada vez más se apoderará
de más, hasta que se adueña de todo y nos destruye. No olvidemos que el diablo se manifiesta
de mil formas; es como un ángel de luz experto en disfraces.
Entonces la pregunta es: ¿Debo pecar porque me toca pecar? ¡No! El hombre peca porque
quiere pecar. Porque Dios nos ha dado el dominio propio. No hemos recibido espíritu de
cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. En el libro de Génesis 4:7, Dios le dijo a
Caín: “Si bien hiciereis ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta;
con todo esto, a ti será tu deseo, y tú te enseñorearás de él”. En otras palabras: Dios nos dio la
capacidad de enfrentar el pecado, de resistirlo, de enseñorearnos de él, para que él no se
enseñoree de nosotros. Deuteronomio 30: 19
En el libro de los proverbios 22:14, dice: “Fosa profunda es la boca de la mujer extraña; aquel
contra quien Jehová estuviese airado caerá en ella” ¿Cuál es la extraña? La otra. La que Dios
no te ha dado. Es aquella con la que traicionamos a nuestra verdadera esposa; rompiendo,
pisoteando, esa hermosa promesa que hicimos delante de Dios y de ella. Es aquella con la que
el diablo engaña al hombre. Agrega la palabra del Señor lo siguiente: La boca de la mujer ajena,
es una fosa profunda.
Para interpretar mejor esto de la boca de la mujer, trasladémonos al libro de Proverbios 6:23, el
cual dice lo siguiente: “Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de
vida las reprensiones que te instruyen, para que te guarden de la mala mujer [Si interpreto bien;
Dios no solo llama "mala mujer" a las rameras (prostitutas), sino también a toda mujer que por
medio de sus engaños destruye a un hombre, una familia, un hogar], de la blandura de la lengua
de la mujer extraña”. Las palabras de la mujer que codicia a un hombre, no son más que ataduras,
cadenas, trampas, redes, etc. Son palabras “hermosas”, “deliciosas”, pero detrás de ellas está el
veneno de la muerte. El que no se cuida de ellas, morirá casi instantáneamente.
Si desconfía de lo que enseño; sólo piense en Sansón en el caso de Dalila, a David en el caso
de Betsabé, y a Salomón en el caso de las mujeres extranjeras que no solo lo hicieron pecar
sexualmente, sino que lo arrastraron a la idolatría, y en sus últimos días construyó templos para
los dioses de los impíos ¡Cuán difícil es escapar de ellas! Cuando el hombre ingenuamente abre
sus oídos menospreciando la enseñanza de la palabra de Dios, quedará en ellas preso.
Pero hablando de la boca de la mujer ajena; la Biblia dice además: que la boca y los labios de la
mujer ajena, son una fosa profunda. Hice un análisis acerca de la palabra fosa, y vi que también
traduce: “sima”, pero con “ese” (s). Cima con “c” significa gloria, éxito, triunfo, estatura, cumbre,
cúspide etc.; pero con “s” significa: precipicio, abismo, sepulcro, etc. Es decir: que la boca de la
mujer extraña es un abismo, una sepultura de la que no hay retorno. El que cae allí, difícilmente
se volverá a levantar.
Cuando el rico de la parábola de Lucas 16:24 llegó a la eternidad, solicitó que Lázaro fuera en
su ayuda, porque estaba atormentado en el fuego de la separación de Dios. Pero se le respondió
lo siguiente: “Además de todo esto [lo que le acababa de decir en los vs. 24 y 25], una gran sima
(con “s”) está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí
a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá”. ¡Cómo será de profundo ese abismo, esa sima, ese
precipicio, ese sepulcro! Así, es pues, la boca de la mujer ajena.
Pero hay algo más. La palabra del Señor afirma diciendo: “Aquel contra quien Jehová estuviese
airado, caerá en ella”. Note el amable lector, que no dice disgustado sino airado. Esto quiere
decir, que ya Dios se cansó de esperar que esa persona tomara una decisión diferente,
consistente en una actitud de arrepentimiento, de marcha atrás. Pero al no hacerlo, Dios lo deja
que se hunda en su maldad, que caiga en ese abismo, en esa fosa profunda, en ese precipicio
abismal del que no hay retorno, el cual es la mujer extraña, la mujer ajena.
Para analizar el término “airado”, podemos ver el Salmo 7:11, el cual dice: “Dios es Juez justo, y
Dios está airado todos los días contra el impío” [incrédulo, escéptico, pagano, ateo e indiferente].
Dios es justo, pero la maldad premeditada le causa un dolor tan profundo, que desata su ira,
porque esa maldad humana es la violación de su santo mandamiento, de su Santa Palabra sobre
la cual Él nos ha rogado que la tengamos en mucha estima.
Cuando una persona, sea inconversa o creyente, cae en las garras del diablo a través del
adulterio con la mujer extraña, es un indicativo de que hacía mucho tiempo venía fraguando su
pecado sin ningún arrepentimiento, sin ningún dolor. Hacía mucho tiempo lo estaba deseando
sin detenerse a meditar en la tragedia que ello conlleva. Sin ningún temor no erradico ese mal
deseo, no corrigió a tiempo esa falencia. Uno no cae de la noche a la mañana. El que abre hoyo,
caerá en él. Y otro indicativo es que Dios ya estaba cansado de esperarlo.
Finalmente, hallo otro texto que se encuentra en Eclesiastés 7:26. “Y he hallado más amarga
que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a
Dios, escapara de ella; mas el pecador quedará en ella preso”.
¿Habrá algo más amargo que la muerte? Claro que sí. La muerte debe ser algo muy amargo, en
el sentido de la ausencia. Pero más amargo que la muerte, es la mujer cuyo corazón es lazos y
redes. Lazos para atar, amarrar, ahorcar, destruir. Y redes para ahogar, sofocar, asfixiar, etc.
¡Cuántas mujeres hay así en este mundo! ¡Intensas! ¡Que no descansan hasta que no arruinan
el alma del varón! ¡Hasta que destruyen los hogares, las familias, los vínculos amorosos, los
matrimonios felices! ¡Mujeres que no duermen hasta que no roban al varón su gracia, su
dignidad, su valentía y lo convierten en un guiñapo! Eso testifica la Escritura cuando dice: “Porque
a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan, y la mujer caza la preciosa
alma del varón”. Proverbios 6:26.
Para el varón, la mujer ajena es una trampa; su corazón es más amargo que la muerte, su dulzura
es una red, y sus caricias unan tumba. Al decir que lo caza, está dando a entender que lo mata,
lo asesina, lo sepulta, lo destruye, etc.
El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso. El hombre que es
justo, santo, temeroso de Dios, recto; en otras palabras el que agrada a Dios, escapará de ella.
Es decir, Dios mismo lo librará de ella. Pero el rebelde, el obstinado, el incrédulo, el ateo, el
inconverso, el infiel tanto a Dios como a su esposa, quedará en ella preso. Mejor dicho, ella lo
condena a la separación de Dios, convirtiéndose para él en un calabozo, en una prisión, en una
cárcel, en una condena a cadena perpetua.
La mujer ajena o extraña, es como la boa, que con su aliento hipnotiza, anestesia, aletarga,
soporiza y paraliza a su víctima, hasta que termina en las fauces de ella destrozado.
Finalmente, el amoroso Dios nos da una linda recomendación consignada en su preciosa Palabra
para todos los matrimonios de hoy: “Bebe el agua de tu misma cisterna y los raudales de tu
propio pozo”. Esto quiere decir que debemos alegrarnos con nuestra propia agua (la mujer que
Dios nos dio). ¿Por qué hemos de regar o malgastar nuestras energías por fuera de nuestra
casa? En otras palabras, comparte tu vida sexual solo con tu esposa, busca su propia
satisfacción. No derroches tus energías con otras mujeres, arriesgándote a perder tu vida con
enfermedades inmundas. Más bien, aprende a valorar a tu esposa, a amarla, a respetarla, a
admirarla.
“Sea bendito tu manantial y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa
gacela, sus caricias te satisfagan en todo tiempo”. Proverbios 5:15-19.
¡Cuánto dolor produce el adulterio, por causa de la infidelidad de uno de los padres! ¡Cómo lloran
los hijos al ver a sus padres separados! ¡Cuánto sufrimiento, cuánta soledad y tristeza, para
aquella mujer que fue traicionada, que fue burlada, que fue menospreciada! ¡Cuántas penas para
aquella mujer que le entregó a un hombre su juventud, su dignidad, su entereza, su vigor; y de
la noche a la mañana queda en la calle, en un abismo de sombras, desubicada, sin saber qué
camino tomar, sin saber a dónde ir!
¡Cuántos hombres perdieron la estatura que Dios les dio, su grandeza, su ministerio, sus
hogares, su honra, su credibilidad, su prestigio! ¡La mujer ramera los destruyó! ¡Por un momento
de placer, hallaron una eternidad de dolor!
Es mi oración de cada día, que el Señor en su infinita gracia, nos guarde de la mujer extraña o
ajena, y a ellas del hombre ajeno. Bendiciones para todos.

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