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Boletín Judicial No.

172 – miércoles 07 de setiembre 2011

SALA CONSTITUCIONAL

EXPEDIENTE: 09-016911-0007-CO
VOTO: 2011-06401

Res. Nº 2011-06401.—San José, a las quince horas veinticinco minutos del dieciocho de mayo
de dos mil once. Exp. 09-016911-0007-CO.
Consulta judicial facultativa formulada por el Juzgado de Familia de Heredia, mediante
resolución de las 14:30 horas de 6 de noviembre de 2009, dictada dentro del proceso de
investigación de paternidad y reembolso de gastos de embarazo y maternidad de K.V.V.Z.
contra A.B.S.C., tramitado en el expediente Nº 09-000069-0364-FA, del artículo 96, párrafo
primero, del Código de Familia.
Resultando:
1º—Por resolución de las 14:30 horas de 6 de noviembre de 2009, en el proceso de
investigación y declaración de paternidad, tramitado en el expediente Nº 09-000069-0364-FA,
el Juzgado de Familia de Heredia solicita a esta Sala que se pronuncie sobre la
constitucionalidad del artículo 96, párrafo primero, del Código de Familia. Aduce que en el
párrafo primero de esa norma se establece que los gastos que son reclamables por la madre,
relacionados con el embarazo y manutención del niño, se reducen a los incurridos durante el
período de gestación, así como aquellos posteriores al nacimiento, hasta por un límite temporal
de doce meses. Señala que en un caso concreto pendiente de resolver, en el que resulta
aplicable la norma que consulta; a saber, el proceso de investigación de paternidad y
reembolso de gastos de embarazo y maternidad de K.V.V.Z. contra A.B.S.C, donde la actora
solicita que se le indemnicen todos los gastos en que incurrió desde el embarazo, durante el
tiempo en que el demandado no le ha ayudado económicamente para el mantenimiento del
niño. El nacimiento se produjo el 25 de mayo de 2004, por lo que, evidentemente, los doce
meses después del nacimiento se cumplieron el 25 de mayo de 2005. La demanda fue
presentada el 13 de enero de 2009, por lo que la condena de reembolso de gastos de
maternidad se pide por un período que supera los doce meses que siguieron al nacimiento del
niño. La norma consultada distingue, claramente, dos tipos de acreedores: a) la madre, que no
necesariamente ostenta la condición de acreedora alimentaria del padre del niño; b) el niño o
niña, quien, sin lugar a dudas, sí es acreedor alimentario del padre. La duda se produce con el
reembolso de gastos a la madre (artículos 96, párrafos primero y tercero), pues el legislador
parece entender que la maternidad es un concepto que se asocia, directamente, con el parto y
los momentos inmediatamente posteriores a él. Antes de la reforma introducida por la Ley de
Paternidad Responsable, el artículo 96 del Código de Familia, señalaba en forma expresa:
“Artículo 96. Cuando el tribunal acoja la acción de declaración de paternidad, podrá en la
sentencia condenar al padre a reembolsar a la madre según principios de equidad, los gastos
de maternidad y los alimentos del hijo durante los tres meses que han seguido el nacimiento”.
En esa redacción, la norma entendía “los gastos de maternidad y los alimentos del hijo durante
los tres meses que han seguido al nacimiento” como un espacio temporal irreductible, fuera de
ese período, el padre no tendría la obligación legal de cubrir, proporcionalmente, los gastos en
que incurriera la mujer por el hecho de haber sido madre. En la redacción actual, la situación no
difiere pues el legislador dispuso, expresamente, un límite a la obligación del hombre de
rembolsar a la mujer, los gastos en que incurrió por ser madre. Aduce que entender que
maternidad equivale a “parir” es un concepto equivocado que está fundado en una visión
androcéntrica del mundo, impuesta por el patriarcado. La maternidad y la paternidad son
inherentes a la condición de progenitores y permanecen vigentes durante toda la vida. El padre
será padre y la madre será madre hasta el último día de sus vidas o de la vida del hijo o hija.
Entender que la obligación del hombre es rembolsar, proporcionalmente, a la mujer los gastos
en que ella incurre por haber sido madre, responde a la comprensión que la maternidad es una
función social y que las responsabilidades que se derivan de la procreación deben ser
compartidas entre hombres y mujeres. En estos términos se pronuncia, expresamente, la
Convención para eliminar todas las formas de discriminación contra la mujer, la cual fue
ratificada por Costa Rica mediante la ley Nº 6968 de 2 de octubre de 1984 al señalar lo
siguiente: “Artículo 5. Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para: a)
Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar
la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que
estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en
funciones estereotipadas de hombres y mujeres; b) Garantizar que la educación familiar incluya
una comprensión adecuada de la maternidad como función social y el reconocimiento de la
responsabilidad común de hombres y mujeres en cuanto a la educación y al desarrollo de sus
hijos, en la inteligencia de que el interés de los hijos constituirá la consideración primordial en
todos los casos”. No obstante, entender que esa obligación del hombre hacia la mujer tiene un
límite de tres meses después del nacimiento -artículo 96 reformado- o de doce meses después
del nacimiento-artículo 96 vigente- es ignorar que la mujer incurre en gastos por ser madre aún
después de los plazos dispuestos por el legislador. Una interpretación así también refleja una
discriminación en contra de la mujer por razón de estado familiar (civil), lo cual es,
abiertamente, contrario al artículo 1° de la Convención para eliminar todas las formas de
discriminación contra la mujer: “A los efectos de la presente Convención, la expresión
“discriminación contra la mujer” denotará toda distinción, exclusión o restricción basada en el
sexo que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio
por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y
la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política,
económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera.” Si la mujer está casada y procrea
un hijo con su esposo, se podría presumir que los gastos de ese niño serán cubiertos, desde el
primer momento, por ambos progenitores; pero si la mujer no está casada, el hijo no se
presume hijo de alguien en particular y, por esa razón es que ante la falta de reconocimiento,
es necesario entablar un proceso judicial o un procedimiento administrativo para que se
emplace la paternidad. Mientras no se dicte la sentencia estimatoria (en cualquiera de las
sedes), de acuerdo a la legislación ordinaria, pareciera que la mujer no tiene posibilidad de
reclamar asistencia económica al padre del hijo, siendo ella la que terminará asumiendo todos
los gastos. Como nada la obliga a gestionar el emplazamiento de la paternidad en el momento
del nacimiento, la madre tiene, en el ejercicio de la responsabilidad parental, facultad legal para
presentar la demanda de investigación de paternidad durante toda la minoridad del hijo, por lo
que no parece existir un sustento razonable para limitarle a un período de tiempo determinado,
su derecho de ser resarcida en los gastos en que incurrió por ser madre. El artículo 16, inciso
d), de la Convención señala: “1. Los Estados Partes adoptarán todas las medidas adecuadas
para eliminar la discriminación contra la mujer en todos los asuntos relacionados con el
matrimonio y las relaciones familiares y, en particular, asegurarán en condiciones de igualdad
entre hombres y mujeres: […] d) Los mismos derechos y responsabilidades como progenitores,
cualquiera que sea su estado civil, en materias relacionadas con sus hijos; en todos los casos,
los intereses de los hijos serán la consideración primordial…”. De lo anteriormente expuesto, el
Juez consultante arriba a las siguientes conclusiones: a) La maternidad debe ser comprendida
como una función social y no ser asociada, únicamente, con el hecho biológico del parto; b) se
debe reconocer que todas las responsabilidades que se derivan de la procreación son comunes
entre el hombre y la mujer; c) la mujer no debe ser discriminada por ser madre ni por no ser
casada; d) el Código de Familia permite que la demanda de investigación de paternidad se
presente en cualquier tiempo y no, única y exclusivamente, cuando se produce el nacimiento
pero en su artículo 96, se establece un límite de tiempo a la obligación del padre de resarcir a
la mujer los gastos en que ella incurre por ser madre. Ese límite es de doce meses después del
nacimiento del hijo. El artículo 96 contiene un límite temporal que parece contravenir las
disposiciones contenidas en un instrumento internacional de protección de derechos humanos,
como es la Convención para eliminar todas las formas de discriminación contra la mujer
(concretamente los artículos 1, 5 y 16, inciso d). Pese a lo anterior, el artículo 96 del Código de
Familia forma parte del ordenamiento jurídico nacional y en Costa Rica existe el control
concentrado de constitucionalidad, por lo que, en su criterio, no parece posible que el juez
decrete la inconstitucionalidad de la norma para el caso concreto, sino que resulta necesario
elevar la consulta de constitucionalidad. Partiendo de lo expuesto, solicita a esta Sala que
evacue la consulta y declare si resulta o no, acorde al bloque de constitucionalidad el límite
temporal de los doce meses que siguen al nacimiento que dispone el párrafo primero del
artículo 96 del Código de Familia.
2º—Mediante resolución de las 9:10 horas de 20 de noviembre de 2009 (folio 10), la
Presidencia de la Sala dio curso a la consulta, confiriendo audiencia a la Procuraduría General
de la República.
3º—Por escrito presentado a las 15:50 horas de 14 de diciembre de 2009, visible a folios 13 a
27 del expediente, se apersonó Ana Lorena Brenes Esquivel en su condición de Procuradora
General de la República y contestó la audiencia conferida. Indica que, en primer término, la
consulta formulada pretende satisfacer el requisito de admisibilidad (aplicabilidad de lo que en
definitiva resuelva la Sala Constitucional en un caso concreto) partiendo de una interpretación
que realiza el propio Juez de Familia de Heredia sobre la pretensión de la parte actora. La
actora dentro de un proceso de investigación de paternidad y reembolso de gastos de
embarazo, ha solicitado el reconocimiento de esos extremos pero sin formular solicitud expresa
en el sentido que dicho reconocimiento abarque un límite temporal superior al regulado en el
artículo 96 del Código de Familia. La interpretación que se hace de esa petitoria es lo que
vendría a satisfacer el criterio de admisibilidad. No obstante, tal y como lo indicó la Sala en la
sentencia Nº 14185-2008 de las 9:45 horas de 24 de setiembre de 2008, en punto a la
admisibilidad de las consultas judiciales de constitucionalidad, la pretensión de la parte no
puede ser reformulada por la autoridad jurisdiccional. Ese antecedente es, prácticamente,
idéntico al caso que ahora se conoce, incluso versa, precisamente, sobre el artículo 96 del
Código de Familia y comparte los mismos argumentos de duda sobre la constitucionalidad de la
norma. Estima la Procuraduría que, al igual que en el antecedente citado, en el presente caso
no ha sido pretensión expresa de la parte actora el que se le otorgue, como derecho
indemnizatorio o de reembolso, sumas por conceptos de gastos de embarazo y maternidad que
superen el límite anual fijado por la norma cuestionada. Por esto, se estaría frente a una falta
de legitimación del Juez consultante, dado el incumplimiento del requisito de admisibilidad
referido a la necesaria aplicabilidad de la norma y, por consecuencia de su recta interpretación
con vista en la Constitución Política para un caso en que se demande la utilización del
precepto. Por esa razón, solicita que se declare inadmisible la consulta. En la eventualidad que
se entrara a analizar el fondo del asunto, la Procuraduría señala que la norma es razonable y
proporcionada. Es necesario remontarse a la tramitación del proyecto de Ley de Paternidad
Responsable, expediente legislativo Nº 14.064, donde se explica la razón por la cual se
modificó la redacción original del numeral 96. Como parte de las necesidades económicas que
enfrentan las mujeres en razón de su estado de gravidez y posterior alumbramiento, se
indicaba: “En el plano económico, son considerables los gastos de manutención que demanda
la crianza de una hija o un hijo; en este sentido, es injusto que la madre asuma este tipo de
responsabilidades de forma individual, sin el apoyo del padre. La situación social que genera la
irresponsabilidad paterna, afecta el cumplimiento efectivo de los derechos humanos
económicos y sociales de las mujeres, sus hijos e hijas, reconocidos en el ordenamiento
jurídico internacional y nacional. Sin duda, el incumplimiento de las obligaciones económicas
por parte de los padres, es una omisión que implica pérdida de derechos y recursos
económicos para las madres, sus hijos e hijas. En este sentido, puede considerarse una forma
de violencia patrimonial, tal y como se define en el artículo 2, inciso e), de la Ley Contra la
Violencia Doméstica.” Analizando los aspectos que incidían, de manera negativa en la
satisfacción de esos derechos, los proponentes del proyecto identificaban que la duración del
proceso jurisdiccional conspiraba contra el reconocimiento efectivo de los gastos incurridos por
la madre antes de lograr la determinación de la obligación alimentaria a cargo del padre del
menor. Por esta razón se indica: “La reforma que sometemos a consideración persigue, por una
parte, la agilización de los procesos de filiación y, por otra, la garantía del resarcimiento de los
gastos alimentarios de la hija o el hijo, incurridos por la madre desde el embarazo y por un
plazo de doce meses, considerando este como razonable para obtener la definición legal de la
pensión alimentaria correspondiente.” (El énfasis es agregado). A la par de esa reforma, que se
materializó en el texto del actual artículo 96 del Código de Familia, se pretendía la modificación
del artículo 54 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Elecciones y del Registro Civil, para
avalar la declaratoria administrativa de paternidad, sea aquella en que la madre indica el
nombre del progenitor y a éste se le confiere un plazo para que se pronuncie sobre si acepta o
no tal condición. En caso de negativa a realizarse la prueba de marcadores genéticos procede
una presunción legal de paternidad, con consecuencias inmediatas en punto a la obligación
alimentaria. Luego, puede afirmarse que la intención del legislador fue reconocer el derecho de
la madre para compensar, equitativamente, los gastos del período de embarazo y hasta doce
meses después del nacimiento del menor, con una acción independiente y particular, mientras
que, concomitantemente, se reelaboraba un proceso jurisdiccional ágil y expedito (que
actualmente se encuentra en el artículo 98 bis del Código de Familia) para que, dentro de un
plazo similar al anual, se obtuviera la sentencia que declarara la obligación alimentaria. Incluso,
facultando a la madre para que, desde el momento mismo de la inscripción, pudiera manifestar
la identidad del padre, desencadenando el procedimiento administrativo que podría derivar en
una declaratoria administrativa de paternidad, con las consecuencias legales apuntadas. En
vista de ese esquema legislativo es que estima la Procuraduría General que el cuestionamiento
de la “razonabilidad” del límite temporal fijado en el artículo 96, párrafo primero, del Código de
Familia deviene improcedente. El sustento de esta afirmación radica en lo siguiente: el artículo
provee un derecho específico a lograr la recuperación, equitativa, de los gastos incurridos
durante el embarazo. Dichos gastos inciden, directamente, en la esfera patrimonial de la madre
y, ciertamente, se enmarcan dentro de la óptica de la función social de la maternidad pues es
dable reconocer que la preocupación por la salud de la futura madre debe comprender todo lo
relacionado con el proceso de gravidez. También se reconocen y singularizan los gastos
relacionados con la manutención del menor luego de nacido y hasta un período de doce meses
posteriores al alumbramiento. Esa fijación temporal no es gratuita, pues como se explicó en el
antecedente del trámite legislativo, se considera que es razonable dicha fijación atendiendo a
que, concomitantemente, se estaban agilizando los procesos jurisdiccionales para obtener una
sentencia que definiera la obligación alimentaria a cargo de progenitor del menor. Y para cerrar
el cuadro de protección, se especifica en el mismo artículo 96 los efectos retroactivos que tiene
la sentencia que establece la obligación alimentaria, haciéndolos efectivos desde la fecha de
presentación de la demanda. Luego, podría afirmarse que la situación de la mujer que se
enfrenta a la negativa del padre por sufragar sus gastos se garantiza desde varias aristas:
logrando que desde el mismo momento de nacimiento, indique el nombre del progenitor,
desencadenando los eventuales efectos de una declaratoria administrativa de paternidad.
Asimismo, confiriéndole una acción judicial para que reclame la parte proporcional de los
gastos en que ha debido incurrir por llevar a adelante un embarazo de manera responsable y
controlada, y, por demás, con un proceso jurisdiccional expedito para establecer la obligación
alimentaria a cargo del progenitor de su hijo. Por esto es que la fijación de un límite temporal
-un año- para que la madre reclame la acción de devolución sobre esos gastos de embarazo y
de los posteriores al nacimiento, se vislumbra como una decisión razonable del legislador,
constatando que se provee a la madre de un conjunto de atribuciones adicionales para lograr la
más pronta y efectiva protección a la situación económica del menor, y de la suya propia. Por lo
indicado, consideran que el razonamiento del Juez consultante parte de una premisa equívoca,
que lo lleva a una conclusión errónea. El razonamiento incorrecto es estimar que la norma
cuestionada produce una falta de derecho para que la madre pueda resarcirse de los gastos
incurridos durante el embarazo y posterior nacimiento del menor, dada la limitación temporal.
Esto no es así puesto que la mujer puede accionar desde el mismo momento del
alumbramiento, acudiendo a la indicación del nombre del padre al momento de la inscripción de
su hijo. Con esto se le conferiría una vía expedita para que, en sede administrativa, se llegue a
una determinación provisional del obligado. Concomitantemente, puede reclamar la
indemnización de los gastos derivados del embarazo después del nacimiento de su hijo; acción
que puede tramitar, conjuntamente, con la de establecimiento de la obligación alimentaria. Todo
ese cúmulo de acciones revela que el Estado no está poniendo en una situación de
discriminación a la madre, sea la casada o la que no ostente dicho estado civil, siendo que es
decisión exclusiva de la mujer acudir al ejercicio del derecho reconocido por la norma que aquí
se glosa. Dado que, el legislador define el plazo temporal de los doce meses para el ejercicio
del derecho cobratorio de los gastos derivados del embarazo, atendiendo a un conjunto de
derechos que, conjuntamente, se le otorgan a la madre y que vienen a garantizar,
efectivamente, la protección de la situación económica del menor y de ella, se estima que el
plazo fijado en el artículo 96 no deviene en irrazonable o discriminatorio en perjuicio de la
madre. En criterio del Órgano Asesor el artículo consultado no presenta los vicios de
inconstitucionalidad que refiere el Juez de Familia de Heredia.
4º—Por resolución de las 11:35 horas de 22 de enero de 2010 se tuvo por contestada la
audiencia conferida a la Procuraduría General de la República.
5º—Mediante escrito presentado el 24 de mayo de 2010, Mariano Castillo Bolaños solicitó que
se le tenga como coadyuvante (folio 29).
6º—En la substanciación del proceso se ha observado las prescripciones legales.
Redacta el Magistrado Jinesta Lobo; y,
Considerando:
I.—Presupuestos De Admisibilidad de las Consultas Judiciales. El artículo 102 de la Ley de
la Jurisdicción Constitucional establece los presupuestos de admisión de las consultas
judiciales, disposición de la que se desprenden cuatro elementos condicionantes y
fundamentales para su procedencia que son los siguientes: a) que sea formulada por un juez;
b) que existan “dudas fundadas” sobre la constitucionalidad de la norma, acto, conducta u
omisión que se deba aplicar o juzgar; c) que exista un caso sometido al conocimiento del
juzgador o tribunal y, d) que en ese asunto previo, deba aplicarse la norma o juzgarse el acto,
conducta u omisión que suscite la duda de constitucionalidad. Estos presupuestos fueron
analizados por este Tribunal Constitucional en la Sentencia Nº 1617-1997 de las 14:54 hrs. de
17 de marzo de 1997, oportunidad en la que se expuso, lo siguiente:
“(…) A. Que la formule un «juez», término genérico que -desde luego- se aplica tanto a los
juzgadores unipersonales como a los tribunales colegiados, y sobre lo cual es innecesario
precisar más que: a) que debe tratarse de autoridades dotadas de poder jurisdiccional, lo cual
excluye las consultas formuladas por tribunales administrativos, pero sí incluye las que hagan
los árbitros en el marco de los asuntos sujetos a su decisión (nótese que lo relevante en todos
los casos es que se esté ante el trámite de un proceso conducente al dictado de una sentencia
o laudo arbitral, dotados de la autoridad de la cosa juzgada); y, b) que el juzgador debe estar, al
momento de formular la consulta, debidamente habilitado para ejercer esa competencia (ya que
mal podría pensarse que una resolución que sea inválida en el proceso en cuestión pueda
surtir el efecto de dar inicio a un trámite que, como éste, posee un carácter puramente
incidental).
B. Que existan “dudas fundadas” sobre la constitucionalidad de la norma, acto, conducta u
omisión que se deba aplicar o juzgar. Esto quiere decir que el cuestionamiento debe ser
razonable y ponderado. Además implica que no puede versar sobre aspectos sobre cuya
constitucionalidad la Sala ya se haya pronunciado. Ello es así no sólo porque aceptar lo
contrario implicaría desconocer la eficacia erga omnes de las resoluciones de esta jurisdicción,
sino también dado que una consulta bajo esas circunstancias evidentemente carecería de
interés actual. Pero subráyese, por su relevancia para el sub examine, que la explicada
circunstancia sólo deriva de aquellos pronunciamientos en que la Sala haya validado
expresamente la adecuación de la norma, acto, conducta u omisión a los parámetros
constitucionales. En consecuencia, si una norma ha superado anteriormente el examen
explícito de constitucionalidad (en vía de acción o consulta), no sería viable un nuevo
cuestionamiento sobre el mismo punto, pero sí podría serlo respecto de un acto, conducta u
omisión basados en la misma norma, particularmente porque -en este caso- siempre existe la
posibilidad de un quebranto constitucional, ya no en la norma en sí, sino en su interpretación o
aplicación. A la inversa, el hecho de que un acto, conducta u omisión haya sido refrendado
anteriormente (quizás en vía de amparo o hábeas corpus) no significa que no puedan existir
dudas sobre la constitucionalidad de la norma misma en que aquellos se fundamenten. Y, en
esta hipótesis, la consulta judicial es pertinente.
C. Que exista un caso sometido al conocimiento del juzgador o tribunal. Al igual que en la
acción de inconstitucionalidad, la consulta judicial nunca se da en el vacío o por mero afán
académico, sino que ella debe ser relevante para la decisión o resolución del llamado “asunto
previo” o “principal”. Finalmente,
D. Que, en ese asunto previo, deba aplicarse la norma o juzgarse el acto, conducta u
omisión que suscite la duda de constitucionalidad, aspecto que -por su relevancia para el caso-
resulta conveniente precisar. En efecto, la expresión “deba aplicarse la norma o juzgarse el
acto, conducta u omisión”, conlleva un sentido actual muy definido y totalmente distinto a que si
la ley hablara en términos de que “pueda aplicarse la norma o juzgarse el acto, conducta u
omisión». La consulta judicial no procede ante la mera eventualidad de que acaezcan esas
circunstancias, ya que -como se explicó arriba- esta concepción equivaldría a que se inviertan
los recursos de la jurisdicción constitucional en un simple ejercicio académico o doctrinario.
Para que la consulta sea viable, el juzgador debe estar enfrentado, con certidumbre y en
tiempo presente, a la aplicación de la norma o al juzgamiento del acto, conducta u omisión que
le suscite una duda de constitucionalidad (…).” (El destacado no forma parte del original).
En el presente asunto, el Juez plantea sus dudas en relación con la constitucionalidad del
párrafo primero, artículo 96 del Código de Familia, en cuanto el mismo establece que cuando el
tribunal acoja la declaración de paternidad, podrá condenar en la sentencia al padre a
rembolsarle a la madre, en forma equitativa, los gastos en que incurrió con motivo del
embarazo y maternidad, durante los doce meses posteriores al nacimiento. Para el Juez
Consultante, esa limitación temporal resulta contraria a los principios de igualdad y
razonabilidad. Además, infringe lo dispuesto en los artículos 1°, 5° y 16, inciso d), de la
Convención para eliminar todas las formas de discriminación contra la mujer. Por cuanto, en el
caso del hijo habido dentro del matrimonio o reconocido legalmente, las obligaciones son
compartidas por ambos cónyuges sin que exista límite temporal alguno. El Juez Consultante
refiere que la norma resulta aplicable en un caso concreto pendiente de resolver, a saber, el
proceso de investigación de paternidad y reembolso de gastos de embarazo y maternidad de
K.V.V.Z. contra A.B.S.C, tramitado en el expediente Nº 09-000069-364-FA, en el que la actora
solicitó que se le indemnicen todos los gastos en que incurrió desde el embarazo, durante el
tiempo en que el demandado no colaboró económicamente para el mantenimiento del niño. La
Procuraduría General de la República en su contestación, planteó reservas en cuanto a la
admisibilidad, dado que, según su criterio, lo consultado no es susceptible de aplicación en el
asunto base, pues la actora no solicitó el reembolso por los gastos de embarazo y maternidad,
más allá de los doce meses posteriores al nacimiento. No obstante, de una lectura del escrito
de interposición del proceso de investigación de paternidad que consta en el expediente judicial
Nº 09-000069-0364-FA (folios 1 a 3), se observa que la actora solicitó, expresamente, lo
siguiente: “Que se me indemnice en todos los gastos en que he incurrido desde mi embarazo,
durante todo el tiempo en que el demandado no me ha ayudado económicamente para
mantenimiento del niño.”(El subrayado es agregado). De este modo, la pretensión de la actora
no se supedita al reembolso por los doce meses que prevé la norma sino que se extiende por
todo el tiempo en que el demandado, presuntamente, no ha cumplido con sus obligaciones. De
ahí, que, lo consultado sí resulta de aplicación en el asunto base y la consulta resulta admisible
por cumplir con los requisitos legales que establecen los artículos 102 y siguientes de la Ley de
la Jurisdicción Constitucional.
II.—Norma Consultada. Conforme se indicó, se consulta el artículo 96, párrafo primero, del
Código de Familia que, literalmente, dispone lo siguiente:
“Artículo 96.—Declaración de paternidad y reembolso de gastos a favor de la madre.
Cuando el Tribunal acoja la declaración de paternidad, este podrá condenar en la sentencia al
padre a reembolsarle a la madre, según los principios de equidad, los gastos de embarazo y
maternidad de la hija o el hijo durante los doce meses posteriores al nacimiento. Estos rubros
tendrán un plazo de prescripción de diez años.
En todo caso, declarada la paternidad, la obligación alimentaria del padre respecto de la hija o
el hijo se retrotraerá a la fecha de presentación de la demanda y se liquidará en el proceso
alimentario correspondiente, mediante el trámite de ejecución de sentencia.
Cuando la declaración de paternidad se realice mediante el trámite administrativo ante el
Registro Civil, el reembolso de los gastos aludidos en el párrafo primero se tramitará en el
proceso alimentario correspondiente.
Para asegurar el pago de pensiones retroactivas, el órgano jurisdiccional competente en
materia de alimentos, al dar curso al proceso, decretará embargo de bienes contra el
demandado, por un monto prudencial que cubra los derechos de las personas beneficiarias.
Dicho embargo no requerirá depósito previo ni garantía de ningún tipo.”(Así reformado por el
artículo 3 de la Ley N° 8101 de 16 de abril del 2001)
Para el Juez Consultante, reducir los gastos reembolsables por maternidad a aquellos en que
se haya incurrido en los doces meses posteriores al nacimiento del hijo o la hija, es una
disposición legislativa contraria a los principios de igualdad y razonabilidad y al contenido de los
artículos 1°, 5° y 16, inciso d), de la Convención para eliminar todas las formas de
discriminación contra la mujer. Lo anterior, por cuanto, las obligaciones para con los hijos o
hijas son compartidas por sendos cónyuges, sin que pueda existir límite temporal alguno.
III.—Sobre la coadyuvancia planteada. Mediante escrito visible a folio 29, Mariano Castillo
Bolaños solicitó que se le tuviera como coadyuvante activo. No obstante, esa solicitud debe ser
rechazada, dado que, la Ley de la Jurisdicción Constitucional no contempla esa forma de
intervención en las consultas judiciales, en las que la habilitación para plantearlas está
reservada, exclusivamente, a las autoridades jurisdiccionales (ver, en ese sentido, el Voto Nº
7636-99 de las 15:00 horas de 6 de octubre de 1999).
IV.—La discriminación en contra de la mujer. La sociedad occidental se ha caracterizado por
el androcentrismo, de modo que la visión del mundo y las relaciones sociales han girado y
estructurado desde el punto de vista masculino. Esta situación se ha fomentado a partir de las
diferencias biológicas entre hombre -mujer, las cuales han pautado el establecimiento de los
roles sociales que cada uno debe asumir. Así, entonces, se ha relegado a la mujer las labores
domésticas y el cuido de los hijos -ámbito privado- mientras que al hombre se le ha reservado,
principalmente, las labores fuera del hogar -ámbito público-. Como bien lo ha reconocido la
Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso González y otras, “Campo Algodonero
c/ México”, sentencia de 16 de noviembre de 2009, “el estereotipo de género se refiere a una
pre-concepción de atributos o características poseídas o papeles que son o deberían ser
ejecutados por hombres y mujeres respectivamente. Teniendo en cuenta las manifestaciones
efectuadas por el Estado (supra párr. 398), es posible asociar la subordinación de la mujer a
prácticas basadas en estereotipos de género socialmente dominantes y socialmente
persistentes, condiciones que se agravan cuando los estereotipos se reflejan, implícita o
explícitamente, en políticas y prácticas, particularmente en el razonamiento y el lenguaje de las
autoridades de policía judicial, como ocurrió en el presente caso. La creación y uso de
estereotipos se convierte en una de las causas y consecuencias de la violencia de género en
contra de la mujer.” (El énfasis es agregado). Todos estos prejuicios acerca del rol que ocupa la
mujer dentro de una sociedad patriarcal han fomentado su discriminación en muchos planos de
la vida social. El nivel normativo no escapa de esto. A través del ordenamiento jurídico se
seleccionan un conjunto de valores socialmente privilegiados, los cuales se ven reflejados en
las normas. Así, una norma puede resultar discriminatoria en perjuicio de las mujeres si, en
forma expresa o implícita, tiende a restringir o anular el ejercicio y goce de sus derechos. La
discriminación es expresa cuando una norma excluye a la mujer de un derecho particular e,
implícita si como resultado o efecto de su aplicación se menoscaba o anula el ejercicio del
derecho para la mujer. La discriminación, igual, podría surgir al existir un vacío legal en materia
de reconocimiento de derechos, o bien, de mecanismos procesales para hacerlos efectivos.
Aplicando la definición de discriminación establecida en la Convención sobre la eliminación de
todas las formas de discriminación contra la mujer (por sus siglas en inglés CEDAW), sería
discriminatoria y contraria al principio de igualdad, toda aquella norma que haga una “(…)
distinción, exclusión a restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado
menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de
su estado civil (…)” (artículo 1°).
V.—Protección de la mujer en el derecho internacional público de los derechos humanos.
Podría decirse que la tutela de los derechos de las mujeres en el Derecho Internacional Público
de los Derechos Humanos, inicia con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de
1948, instrumento aplicable a todas las personas, sean éstas mujeres u hombres. En su
numeral 1° se establece que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y
derechos (...)” Asimismo, en su artículo 2°, párrafo primero, se afirma que “Toda persona tiene
todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza,
color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social,
posición económica, nacimiento o cualquier otra condición” (el resaltado no es del original). De
igual forma, el artículo 7° del supra citado instrumento, dispone lo siguiente: “Todos tienen
derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra
toda provocación a tal discriminación.”. Posteriormente, la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas, mediante Resolución 640 (VII), de 20 de diciembre de
1952 aprobó la Convención sobre los Derechos Políticos de la Mujer, en la cual se reconoce el
derecho al voto de las mujeres en todas las elecciones, lo cual debe garantizarse en igualdad
de condiciones respecto de los hombres, sin discriminación. Aparte de esto, se reconoció su
derecho a ser electas para los puestos públicos establecidos por la legislación nacional, en
condiciones de igualdad con los hombres. Es decir, no sólo se reconoce su derecho a elegir, el
que, de acuerdo con la doctrina, es un derecho pasivo sino que, además, se consagró la
posibilidad de participar en forma activa en el proceso electoral como candidatas a puestos
públicos. Más importante en este proceso de normativización, resulta aún la Convención sobre
la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), adoptada por la
Asamblea General de Naciones Unidas en su resolución Nº 34/180, de 18 de diciembre de
1979, aprobada por nuestro país mediante Ley Nº 6968 de 2 de octubre de 1984. Este
instrumento marcó un verdadero hito en el reconocimiento y protección de los derechos de las
mujeres como parte de los derechos humanos, atendiendo a las circunstancias especiales y
vulnerabilidad que este grupo enfrenta. En este instrumento resulta valiosa la definición de
discriminación contra la mujer, precisándola de la siguiente manera: “toda distinción, exclusión
a restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el
reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la
base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades
fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra
esfera” (artículo 1°). En su artículo 2° se establecen una serie de compromisos para los
Estados parte en distintos ámbitos, los cuales deben integrar una política encaminada a
eliminar la discriminación contra la mujer en todas sus formas. Entre las principales
obligaciones destacan el compromiso de reconocer, vía constitucional o legal, el principio de
igualdad del hombre y la mujer; adoptar las medidas adecuadas, legislativas y de otro carácter,
con las sanciones correspondientes, que prohiban toda discriminación contra la mujer; adoptar
todas las medidas necesarias, incluso de carácter legislativo, para modificar o derogar leyes,
reglamentos, usos y prácticas que constituyan discriminación contra la mujer; establecer la
protección jurídica de los derechos de la mujer sobre una base de igualdad con los del hombre
y garantizar, por conducto de los tribunales nacionales competentes y de otras instituciones
públicas, la protección efectiva de la mujer contra todo acto de discriminación, entre otros. En el
sistema regional interamericano de protección de los derechos humanos se encuentra la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
también conocida como “Convención De Belem Do Pará” en reconocimiento de la ciudad
brasileña donde fue firmada el 9 de junio de 1994, aprobada por la Asamblea Legislativa
mediante Ley Nº 7499 de 2 de mayo de 1995. En esta Convención se reconoce que la violencia
contra la mujer es “una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales
entre mujeres y hombres”, consagrando el derecho de toda mujer a una vida libre de violencia
lo que incluye el derecho a estar exenta de toda forma de discriminación. Todos estos
instrumentos internacionales tienen como objetivo eliminar toda forma de discriminación en
contra de la mujer por su condición de tal y, en esa medida, garantizar su dignidad como ser
humano, y su igualdad.
VI.—Análisis de constitucionalidad. La Ley de Paternidad Responsable introdujo una
reforma al artículo 96 del Código de Familia, estableciendo un límite para los gastos de
maternidad de los hijos cuyo reembolso puede pretender la madre, concretamente, a los doce
meses posteriores al nacimiento. De previo a la reforma, la norma disponía en forma expresa:
“Cuando el Tribunal acoja la acción de declaración de paternidad podrá en sentencia condenar
a la parte a reembolsar a la madre según principios de equidad, los gastos de maternidad y los
alimentos del hijo durantes los tres meses que han seguido al nacimiento (…)” . Con la
modificación legislativa, ese plazo se amplió a un año, disponiéndose que para el reclamo de
esos rubros se aplica el plazo ordinario de la prescripción decenal. El Juez Consultante aduce
que la restricción de pretender la acción de regreso respecto de los gastos de maternidad de
los hijos, únicamente, durante el plazo de doce meses posteriores al nacimiento, establecido en
la norma contraviene las disposiciones contenidas en la Convención para la prevención de
todas las formas de discriminación contra la mujer. En ese sentido, alega que el legislador
parece entender que la maternidad es un concepto que se asocia, directamente, con el parto y
los momentos inmediatamente posteriores a él, siendo que, en el caso de los hijos, las
obligaciones son compartidas por ambos cónyuges sin que exista límite temporal alguno. Para
la Procuraduría, la norma consultada no es inconstitucional, ya que, su intención es reconocer
el derecho de la madre para compensar, equitativamente, los gastos del período de embarazo y
hasta doce meses después del nacimiento del menor, con una acción independiente y
particular, mientras que, concomitantemente, se establece un proceso jurisdiccional ágil y
expedito (que actualmente se encuentra en el artículo 98 bis del Código de Familia) para que,
dentro de un plazo similar al anual, se obtenga la sentencia que declarara la obligación.
Partiendo de los alegatos expuestos, considera este Tribunal Constitucional que lleva razón el
Juez Consultante. La Ley de Paternidad Responsable introdujo un nuevo modelo procesal
denominado proceso especial de filiación –en sede jurisdiccional—, el cual, como se dijo, se
encuentra nutrido de los principios de oralidad, celeridad, concentración e inmediación. Como
tal, es un proceso que procura imprimir prontitud y celeridad a las pretensiones que se ventilan
en éste. Así, por sus características, ese cauce procesal es congruente con el derecho a una
justicia pronta y cumplida, reconocido en el artículo 41 de la Constitución Política. Empero, al
limitarse, a la madre, la posibilidad de reclamar la acción de recuperación de los gastos de
maternidad de los hijos en que haya incurrido, únicamente, a aquellos producidos durante los
doce meses posteriores al nacimiento, además de resultar discriminatorio e indigno para la
madre (artículo 33 de la Constitución Política y preceptos citados de los instrumentos del
Derecho internacional público de los derechos humanos), vulnera, con meridiana claridad, sus
derechos fundamentales de acudir a la jurisdicción para obtener tutela judicial efectiva con el fin
de lograr un resarcimiento cuando media una lesión antijurídica (artículo 41 constitucional) y a
la intangibilidad relativa de su patrimonio (artículo 45 constitucional), por cuanto, bien pueden
existir gastos de maternidad ulteriores a los doce meses posteriores al nacimiento de los hijos
que no le son reembolsados, suponiendo un empobrecimiento ilícito para la madre y un
enriquecimiento sin causa para el padre que tiene la obligación principal de sufragarlos.
Adicionalmente, en el estado de cosas legislativo actual, la madre es compelida a acudir, para
pretender el reembolso de los gastos de maternidad que excedan de los doce meses
posteriores al nacimiento, a un proceso de cognición plena (ordinario), con lo que se ralentiza el
goce y ejercicio de sus derechos. De este modo, se pierden todas las ventajas inherentes al
proceso especial de filiación al compeler a la madre a acudir a un proceso ordinario con el
inconveniente temporal y hacerla incurrir en nuevos gastos como, por ejemplo, el pago de los
honorarios de un abogado, todo en contra de la celeridad procesal y la justicia pronta. De ahí,
que, la norma propicia una clara asimetría, obligando a la mujer a acudir a un proceso
jurisdiccional lento y complejo, para el cual se requiere de patrocinio legal lo que,
eventualmente, puede constituirse en un factor disuasivo para accionar y reclamar esos gastos.
Así la norma, contraviene lo dispuesto en los artículos 2°, incisos c) y f) y 3° de la Convención
sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, aprobada por
nuestro país, en el tanto está obligado a adoptar en todas las esferas y, en particular, en el
ámbito político, social, económico y cultural, todas las medidas apropiadas, incluso de carácter
legislativo, para asegurar el pleno desarrollo de la mujer, con el objeto de garantizarle el
ejercicio y el goce efectivos de los derechos humanos y las libertades fundamentales en
igualdad de condiciones con el hombre. Asimismo, la disposición consultada contraviene lo
dispuesto en el artículo 7°, incisos e) y f), respectivamente, de la Convención Belem Do Pará,
en la medida que Costa Rica está obligada a tomar todas las medidas apropiadas, incluyendo
las de tipo legislativo, para modificar o abolir leyes y reglamentos vigentes, o para modificar
prácticas jurídicas o consuetudinarias que respalden la persistencia o la tolerancia de la
violencia contra la mujer; así como establecer procedimientos legales justos y eficaces para la
mujer que haya sido sometida a violencia, que incluyan, entre otros, medidas de protección, un
juicio oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos. Para esta Sala, si la finalidad de la
norma es que el padre asuma la responsabilidad económica derivada del embarazo y de los
gastos de maternidad, lo cierto es que resulta irrazonable que se restrinja a doce meses
posteriores al nacimiento de los hijos los gastos de maternidad, cuando existan otros ulteriores,
debidamente acreditados. Estos gastos posteriores a los doce meses quedarían sin cubrir, por
lo que, según se expuso, se obligaría a la madre a acudir a un proceso ordinario para
reclamarlos, lo que resulta irrazonable. Aceptar esto contraviene la función social de la
maternidad y la paternidad que parte de la idea que ambos progenitores comparten una serie
de obligaciones solidarias respecto de los hijos habidos dentro o fuera del matrimonio,
obligación que, valga enfatizar, se encuentra recogida en los artículos 53 y 54 de la
Constitución Política y 7°, primera parte, de la Convención sobre los Derechos del Niño, de la
que Costa Rica es parte. Adicionalmente, como se apuntó, la restricción para demandar la
recuperación de los gastos de maternidad, únicamente, a aquellos en los que haya incurrido la
madre en los doce meses posteriores al nacimiento de los hijos, infringe, los numerales 33, 41
y 45 de la Constitución Política.
VII.—Corolario. En mérito de las consideraciones expuestas, se impone evacuar la consulta,
en el sentido que la frase “durante los doce meses posteriores al nacimiento” del artículo 96,
párrafo 1°, del Código de Familia resulta inconstitucional. Por lo anterior debe entenderse que
el órgano jurisdiccional estará habilitado para condenar al padre, incluso, a rembolsar a la
madre aquellos gastos de maternidad del hijo o de la hija, debidamente acreditados,
posteriores a los doce meses del nacimiento siempre que no estén cubiertos por la prescripción
decenal a tenor de lo dispuesto en el mismo artículo 96 del Código de Familia. Por tanto:
Se evacua la consulta formulada en el sentido de que la frase del artículo 96, párrafo primero
del Código de Familia que dice: “durante los doce meses posteriores al nacimiento” resulta
inconstitucional en los términos expuestos en el considerando VI de esta sentencia. Esta
declaratoria de inconstitucionalidad tiene efectos declarativos y retroactivos a la fecha de
vigencia de la norma todo sin perjuicio de los derechos adquiridos de buena fe, relaciones o
situaciones jurídicas consolidadas por prescripción, caducidad o en virtud de sentencia pasada
en autoridad de cosa jugada material. Por lo anterior debe entenderse que el órgano
jurisdiccional estará habilitado para condenar al padre, incluso, a rembolsar a la madre aquellos
gastos de maternidad del hijo o de la hija, debidamente acreditados, posteriores a los doce
meses del nacimiento siempre que no estén cubiertos por la prescripción decenal a tenor de lo
dispuesto en el mismo artículo 96 del Código de Familia. Publíquese íntegramente en el Boletín
Judicial y reséñese en el Diario Oficial La Gaceta. Comuníquese al Directorio de la Asamblea
Legislativa, al Juzgado Consultante y a la Procuraduría General de la República./Ana Virginia
Calzada M.,Presidenta/Luis Paulino Mora M./Gilbert Armijo S./Ernesto Jinesta L./Fernando Cruz
C./Fernando Castillo V./Jorge Araya G.
NOTA SEPARADA DEL MAGISTRADO CASTILLO VÍQUEZ
La razón que me llevan a declarar con lugar la acción es que el límite de doce meses para el
reconocimiento de los gastos por maternidad y manutención vulnera el derecho a una tutela
judicial efectiva, es decir, a una justicia pronta y cumplida. De ahí que no comparto que
estemos frente a un caso de discriminación contra la mujer. Todo lo contrario, la norma que se
impugna protege de forma efectiva a la mujer. De ello dan fe los antecedentes legislativos de la
Ley Nº 8101, los que pueden consultarse en el expediente legislativo Nº 14.064. Ahora bien,
desde mi perspectiva, no tiene sentido limitar el plazo a doce meses, pues bien puede el
Juzgador condenar al pago de estos gastos, los cuales deberán ser acreditados mediante las
respectiva prueba en la vía correspondiente./Fernando Castillo V.,Magistrado.
San José, 22 de agosto del 2011
Gerardo Madriz Piedra
1 vez.—(IN2011066894) Secretario

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