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La navidad representa la ternura de Dios hacia la humanidad. Es un tiempo para fortalecer los lazos familiares y sentimentales entre las personas. También es una celebración del nacimiento de Jesús y del misterio de que Dios se hizo humano para salvarnos y enseñarnos sobre la vida. La navidad trae alegría y esperanza de que Dios siempre estará con nosotros.
La navidad representa la ternura de Dios hacia la humanidad. Es un tiempo para fortalecer los lazos familiares y sentimentales entre las personas. También es una celebración del nacimiento de Jesús y del misterio de que Dios se hizo humano para salvarnos y enseñarnos sobre la vida. La navidad trae alegría y esperanza de que Dios siempre estará con nosotros.
La navidad representa la ternura de Dios hacia la humanidad. Es un tiempo para fortalecer los lazos familiares y sentimentales entre las personas. También es una celebración del nacimiento de Jesús y del misterio de que Dios se hizo humano para salvarnos y enseñarnos sobre la vida. La navidad trae alegría y esperanza de que Dios siempre estará con nosotros.
Es la mayor caricia de Dios a la humanidad. En este tiempo nos parece que todo se envuelve en una atmósfera de ternura: sentimos el airecito fresco por las mañanas, hay un brillo especial en las hojas de los árboles, el sol resplandece como en ninguna otra época del año, las estrellas tienen una luz especial…Todo el universo está de fiesta!!! Nuestras familias se suelen encontrar, cantamos juntos, nos visitamos. ¡Toda la tierra se prepara para recibir algo grande! La navidad nos hace tiernos, se despiertan en nosotros sentimientos de bondad y de reconciliación, de unión, de amor y de paz. Lloramos con facilidad, el corazón se nos enternece. Algo desde dentro nos invita a abrazar a toda la humanidad, a reconciliarnos con Dios y con los hermanos, con nosotros mismos. Es un tiempo único, es esa paz y libertad que sólo puede ofrecernos un corazón centrado en Dios, en Jesús que está apunto de nacer nuevamente en nuestras vidas. La navidad es mucho más que comer, beber, escuchar música, poner bombillitas o pintar la casa. La navidad es celebrar el misterio de la Encarnación de Dios, es decir, es celebrar que Dios mismo se hizo uno de nosotros. Es un misterio grande. Es celebrar que Dios nos comprende, nos entiende desde dentro y hasta más que nosotros mismos porque él siendo Dios es también verdaderamente humano. Dios apostó por estar a nuestro lado con todas las consecuencias, menos en el pecado. Él mismo quiso estar junto a nuestras alegrías y dificultades. Él vino a nacer en este mundo hecho hombre para salvarnos y enseñarnos cómo vivir nuestra propia humanidad. Él vino a acompañarnos en nuestros problemas, en nuestras esperanzas, vino a mostrarnos el camino de la Vida plena. En la navidad celebramos que Dios se hizo niño pobre para no rechazar a nadie. Se nos ofrece a todos como niño pequeño, débil, para que lo acojamos con plena libertad. La navidad nos invita a contemplar a Jesús en el pesebre, y esto nos va haciendo humildes. Lo grande está en lo pequeño. Dejemos que el niño Jesús haga de nuestro corazón un pesebre donde Él nazca. La navidad nos recuerda que Dios nos acogió en su ternura para siempre. Pudo haberse quedado en el cielo y salvarnos de otra manera…pero Él quiso precisamente ésta….la ternura de un niño pobre y humilde que acoge a la humanidad completa.
La navidad también es alegría.
Nuestro corazón rebosa de una extraña sensación. Es el misterio del Dios encarnado lo que nos inunda de un sentimiento de alegría y esperanza. No sabemos cómo, no entendemos mucho, pero algo nos alegra desde lo más profundo de nuestro ser. Es el anuncio alegre que el Ángel dijo a los pastores: “No temáis, os anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo…os ha nacido un salvador” (Lc 2, 10-11). La navidad sin pesebre no es navidad. Navidad sin profundizar el Misterio de la Encarnación no es navidad. Muchas veces la gente festeja y hace cenas y regalos sin saber si quiera qué es lo que se celebra…el sentido verdadero de tanta alegría. No se trata de villancicos, ni de luces, ni de arbolitos… todo esto ayuda, ¡claro que sí!!! Pero nada tiene sentido si no hay contemplación y trasformación desde el pesebre de Belén.
La navidad es esperanza para nosotros.
Se renueva algo en lo más profundo de nosotros. Retomamos en la navidad las fuerzas para comenzar el nuevo año que toca la puerta. Vivimos con la esperanza puesta en el Dios de la Vida que nos acompaña y enriquece. Él mismo nos recuerda: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Y Dios siempre cumple su promesa. Esperanza de que es Dios mismo es el que camina a nuestro lado desde su humanidad y divinidad. Esperanza de que es Dios mismo el que lleva nuestra historia desde la libertad que él mismo nos regaló. Por eso como cristianos ofrecemos nuestra esperanza aún en medio del dolor que pueda rodear nuestra sociedad: injusticias, guerras, violación a los derechos humanos, indiferencia, etc. Es la certeza de la gratuidad del amor de Dios lo que también nos inunda de esperanza. Es la esperanza que brota de la experiencia de un amor mayor que el nuestro. De una fidelidad inquebrantable…la fidelidad de Dios!!!
La navidad nos convierte.
Es la invitación a escuchar la voz que clama en el desierto y que nos recuerda a preparar los caminos del Señor, enderezando lo torcido de nuestras vidas para comenzar desde cero (Cf. Mc 1, 13). Conversión es cambiar la ruta de nuestra mente, nuestro afecto y nuestro obrar mismo...es cambiar nuestro corazón de piedra por uno de carne. Y lo que nos impulsa a cambiar lo torcido no es el miedo a un castigo de Dios (Dios no castiga) sino la experiencia del inmenso amor que nos desborda y que nos exige un cambio de vida por nuestro propio bien. Lo que me hace volver a Dios y a los demás es el sentir que Dios se ha hecho hombre por mí, para salvarme con su amor. La encarnación de Jesús y su perdón ofrecido en la cruz y la alegría de la resurrección son los tres gestos mayores del inmenso amor de Dios a los seres humanos.
PARA LA ORACIÓN PERSONAL:
A continuación te ofrecemos algunos textos bíblicos sugerentes para esta ocasión. No se trata de leerlos todos…escoge uno o quédate con el que más te guste….o mejor aún… detente donde sientas que el Señor te dice algo. No pretendas adelantarte ni apresurarte….deja tu tiempo para Dios y ábrele tu corazón que Él hará lo demás en ti. Se trata de dejarte encontrar por Dios hecho niño, dejemos que sea Él el que llene, desde su pobreza y humildad, nuestra alforja, nuestro corazón…
Marcos 1, 13: “Preparad el camino, enderecen lo torcido”.
Isaías 9, 5: “Porque una criatura nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado”. Juan 1, 9-14:”Vino a los suyos y puso su morada entre nosotros”. Lucas 2, 11 “Hoy os ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”. 1 Juan 4, 9-11 y 19: “Dios envió su Hijo al mundo…Él nos amó primero”.
Otra opción es leer el nacimiento de Jesús desde Lucas completo.