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CAPÍTULO X
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CÓMO INVESTIGAR Y ESCRIBIR EN CIENCIAS SOCIALES
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ELEMENTOS DE REDACCIÓN CIENTÍFICA
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CÓMO INVESTIGAR Y ESCRIBIR EN CIENCIAS SOCIALES
¿Cuál de estas resistencias u otra más sutil impide que alguien se lance a escribir
con fluidez, claridad, precisión, elegancia y concisión, o que simplemente se anime
a garabatear algunas frases? La resistencia (inconsciente) determina bajos grados
de interés, de concentración, de operaciones lógicas; se manifiesta por una sensa-
ción de exterioridad con respecto a la materia. ¿Cómo se supera? En primer lugar,
aceptando que esa resistencia existe, ya que en cada caso habrá diferentes tácticas,
pero, en general, hay que identificar el obstáculo, desmenuzarlo en sus partes y
romper las inhibiciones que uno mismo instala. Ensaye técnicas para romper el
pánico escénico de la hoja en blanco. En segundo lugar, desarrollar la habilidad de
la redacción no implica comenzar una nueva carrera universitaria ni abrir archivos
en el cerebro propio (como si fuera un disco duro) que agoten su memoria. En
suma, se trata de corregir malos hábitos y rutinas infructuosas a partir de una
comprensión global del proceso de la escritura. En ese sentido, basta con
“reaprender” la secuencia de los caminos más fáciles.
Enumero a continuación cuatro síntomas de ese problema que nos obligan
a encararlo como una prioridad para el desarrollo de la educación superior: 1.
Estilo telegrama 2. Falta de argumentación 3. Cuerpo desmembrado 4. Ideas
contra ideas. Quienes están convencidos de “no ser escritores” suelen
manifestarlo en estas formas de redactar. Al identificarlas se quiere demostrar
que en todas ellas hay un problema de “ideación” más que de manejo literario.
a) Estilo telegrama
Síntoma. Quizá la amplia difusión obtenida por las llamadas “pruebas de opción
múltiple” ha condicionado la pobreza expresiva que se advierte al practicar
cuestionarios en el nivel superior. Formúlese, por ejemplo, la siguiente
pregunta: ¿qué son las hipótesis? Es muy probable que se obtengan respuestas
de una o dos frases, a lo sumo. “La hipótesis es una afirmación razonada para
responder a un problema de investigación”. Y nada más. Luego el estudiante
argumentará que su examen está bien porque así aparece en el libro. En sí
misma, la oración es correcta. El problema radica en que no ha sido
reflexionada sino simplemente memorizada (o copiada). En esta operación de
aprendizaje pasivo radica la imposibilidad de desarrollar con argumentos la
fórmula que sólo se ha memorizado sin penetrar en su sentido.
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Recomendación. Quien sólo emplea 300 términos en su vida cotidiana (por ejemplo,
cuando a cualquier persona se alude con el comodín “güey”) está reflejando una pobre
comprensión de la realidad circundante, y eso lo limita en muchos sentidos. Por consiguiente
es urgente ampliar el léxico con lecturas diversas y un buen diccionario. Además, conviene
hacer el siguiente ejercicio. Descomponer mentalmente el resultado escrito
en sus partes. Tomar cada una de ellas e intentar desarrollar más ideas. Por
ejemplo, “afirmación razonada” permitiría incursionar en mostrar de qué
manera la hipótesis por la vía negativa no permite el avance del conocimiento,
o también criticar a quienes opinan que la hipótesis es una interrogación.
b) Falta de argumentación
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c) Cuerpo desmembrado
Síntoma. Uno de los aspectos que más resalta en un texto mal escrito es su marcado
desorden. Sin explicación previa se introduce una definición, que puede estar bien
formada pero no se justifica su inclusión al inicio del escrito. Se aprecian
contradicciones entre lo que se sostiene en un comienzo y lo que se plantea a
mitad del documento, por ejemplo. Se incluyen frases con evidentes paradojas (en
un documento leí que era importante “mejorar” la vulnerabilidad frente a los
desastres naturales). Nunca se sabe desde un principio cuál es el propósito de lo
que se desea comunicar. Todo está “patas para arriba”, dicho en lenguaje llano.
En este caso cabe sospechar que el autor mismo desconoce el objetivo con que
generó el trabajo presentado.
Recomendación. Tomar conciencia de que escribir (al igual que pensar) requiere
un orden, y cada persona utiliza distintos tipos de orden, aun cuando su estudio se
presente abarrotado de papeles tirados por todas partes. Un orden que me ha
resultado eficaz es iniciar con una introducción en la que se sintetiza el objetivo de
la comunicación, continuar con un desarrollo analítico de las ideas ya enunciadas
y proceder a la conclusión del escrito en el que se resumen los puntos centrales de
lo expresado. Antes de emprender la redacción del trabajo conviene hacer una
lluvia de ideas por escrito, luego clasificarlas por tema y al final reflexionar sobre
cuál sería el orden más adecuado para establecer su ordenamiento en el documento.
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están muy asociadas a una cultura inhibitoria que debe ser superada, o bien a
dificultades de organización lógica. Está de moda hablar de “pánico escénico”.
Debería de acuñarse una nueva forma fóbica llamada “pánico de la página en
blanco” (perdón por las cacofonías). El propio sujeto interesado no piensa cuando
se trata de combinar oraciones. En otras áreas, su capacidad de análisis puede ser
enorme; sin embargo, respecto de la sintaxis y la morfología literalmente
“desconecta” esa capacidad y deambula desorientado entre las palabras. Una
recomendación básica es no dejar de observar los hábitos y reacciones inconscientes
que funcionan durante la escritura. Será saludable, además, que el autor ponga en
orden sus ideas antes de ponerlas por escrito. Muy esquemático pero efectivo:
planee en frases o en listados lo que quiere decir en su expresión más simple,
desechando ideas aleatorias o secundarias. No razone en bloque, separe las ideas
con claridad. Luego, dígalo con la mayor sencillez.
Ahora bien, no es lo mismo decir por escrito que hablar. El español es la lengua
madre de más de 450 millones de personas en más de veintitantos países, diversi-
dad que implica una profusión de localismos. Por escrito habrá que optar por las
palabras que usa la mayoría cuando se trata de documentos científicos. En México,
por ejemplo, “plagio” (“copiar obras ajenas presentándolas como propias”) equivale
también a “secuestro”, término este último que deberá preferirse en los documentos
de difusión internacional, ya que en otros países hispanohablantes no se utiliza con
ese significado. Inclusive, dentro de una misma nación son notorias las diferencias
regionales, en relación con la semántica y la fonética. Las influencias del francés
son más evidentes en España que en Puerto Rico, donde se convive con el inglés.
Por otra parte, la simple observación de las personas que esperan en la sala de un
aeropuerto ilustra un hecho: en general, los hispanohablantes somos muy inclinados
a gesticular, reírnos, subir y bajar de manera abrupta el tono de la voz al
comunicarnos. Una mayor homogeneidad semántica se advierte en los documentos
escritos, provengan éstos de Santo Domingo o de Buenos Aires. De todos modos,
por regla general en el texto escrito en español los gestos corporales se traducen en
un estilo que tiende al barroquismo, recargado de adjetivos y metáforas, complejo e
indirecto. Los informes científicos, en contraste, exigen sencillez, concisión, claridad,
objetividad. Por consiguiente, hay que prepararse a efectuar un largo entrenamiento
de la escritura si se pretende alcanzar un estilo sobrio y fácil de leer.
Se eleva la calidad de la escritura en la misma medida en que el sujeto lee más
materiales y de autores reconocidos. Sin embargo, se reporta el lamentable hecho
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SENSEMAYÁ
(Canción para matar a una culebra)
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
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Sensemayá, la culebra,
sensemayá.
Sensemayá, con sus ojos,
sensemayá.
Sensemayá, con su lengua,
sensemayá.
Sensemayá, con su boca,
sensemayá.
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, la culebra...
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, no se mueve...
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, la culebra...
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Sensemayá, se murió!
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En el diálogo Ión de Platón, el filósofo pone en boca del poeta una imagen que intenta
1
representar la clave de la creación artística. Ión sostiene que las musas dictan sus versos al rapsoda
para que éste los trasmita a los mortales. A fin de ilustrar sus afirmaciones, compara este acto con
la atracción que el imán ejerce sobre las laminillas de hierro.
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que éstos son secundarios en la senda del buen redactar. Una vez que la redacción
se ha puesto en movimiento, hay que dejarse llevar por sus ritmos.
Poner una cosa después de otra y no mirar a los lados. Escolio: Hay que escribir directamente;
es superfluo todo lo que dificulte la marcha del pensamiento escrito.
No entretenerse. Escolio: no amplificar; es propio de oradores el desenvolver con prolijidad
un tema. Lo que en la oratoria es preciso, huelga en la escritura.
Si un sustantivo necesita de un adjetivo, no le carguemos con dos. El emparejamiento de
adjetivos indica esterilidad de pensamiento. Y mucho más la acumulación inmoderada.
El mayor enemigo del estilo es la lentitud... Leemos a un escritor lento y nos desesperamos;
quisiéramos poder empujarle para que prosiga más rápidamente en su camino.
1. Nunca usar una METAFORA, comparación u otra figura del lenguaje que se emplee con
abusiva frecuencia en la comunicación impresa (¡evítense las fórmulas hechas!).
Comentario: Válida para el español, tan plagado de clisés como abrupta caída,
exportaciones crecientes, cabe señalar, todos y cada uno, en el umbral del siglo XXI, entre una
multitud de lugares comunes.
2. Nunca usar una palabra larga donde suene adecuada una PALABRA CORTA
(¡desembarazarse..., ¡perdón!, desechar los giros barrocos y complicados!).
Comentario: La capacidad de síntesis y la expresión concisa siempre aportan un
punto a favor de la lógica y de la comprensión más directa.
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3. Si es posible suprimir una palabra, suprimirla (¡no repetir lo mismo con diferentes
palabras, sólo por engrosar el trabajo presentado!).
Comentario: Omitido.
5. Nunca usar una EXPRESIÓN EXTRANJERA, una palabra científica o un término del
ARGOT si en el lenguaje cotidiano existe un equivalente.
La partícula “se” admite variados usos en castellano. “Se” puede usarse como pronombre
2
personal átono de tercera persona reflexivo (“Teresa se lava las manos”); como pronombre personal
átono de tercera persona no reflexivo que puede utilizarse en la construcción impersonal (“aquí ya
no se vive tranquilo”) o en pasiva refleja (“se reportan numerosos accidentes”); como pronombre
personal no reflexivo equivalente a “le” o “les” (yo les comuniqué las reglas del juego, admite una
reducción a “yo se las comuniqué”); por último, en verbos de acción recíproca (“Juan y María se
llevan muy mal”).
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6. Romper cada una de estas reglas antes que decir un completo barbarismo.3
Comentario: No se entiendan estas recomendaciones en un sentido mecánico,
conserve su creatividad y actúe con libertad al escribir.
En todo caso, convendría tomar con un criterio relativo la regla cinco en los
escritos científicos o técnicos, en los cuales es inevitable el empleo de voces
extranjeras o de términos especializados sin equivalencia precisa en el lenguaje
cotidiano.
Las reglas generales se aplican de manera diferente, respondiendo a las
características propias del discurso que se está elaborando. Sirven de apoyo, como
los muebles de la casa al bebé que está dejando de gatear y se ha propuesto moverse
en la posición erecta que su especie practica desde siglos.4
Claves personales
3
Traducción libre a partir de la cita contenida en The Economist (1987), Pocket style book,
Londres, Guild Publishing London, pág. ix.
4
La película Verano del 42 narra la iniciación sexual de algunos adolescentes que pasan sus
vacaciones en una isla del Pacífico con sus madres mientras los hombres adultos están en el frente
de batalla de la segunda guerra mundial. Uno de estos jóvenes, algo obeso, ha copiado de un
libro de medicina del hermano mayor de una amigo los “12 pasos” que conforman el tan temido y
deseado acto sexual. Cuando por fin su asedio a una rubiecita de labios pintados de rojo intenso
logra abatir las resistencias, empieza a poner en práctica las “reglas” aprendidas en el manual
mencionado. La escena se desarrolla en la playa. Tras unas dunas se encuentra otra parejita, amiga
de la primera, que no llega a concretar los arrebatos amorosos. El gordito, en una pausa, concurre
a pedirle un preservativo al varón de la otra pareja, quien le interroga: “¿Ya llegaste al paso 12?”. El
reciente “experto” sexual le responde: “¡Uf... ya no sé ni por cuál paso voy!”. Había expirado la
fase en que las reglas son útiles.
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