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HACERSE OÍR

María Paz Sobrino P.


pazsobrino@icloud.com

Buenas tardes a todos. Antes de comenzar con mi presentación quisiera agradecer a la federación
de estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad por la invitación. También a los
presentes por su interés y su presencia en esta tarde. El título de mi presentación es “Hacerse Oír”
y para introducir a lo que me referiré les leo un fragmento de un texto de Clarice Lispector titulado
“Sólo para mujeres: Consejos, recetas y secretos”:
“¿A quién debes imitar?
Esa es la cuestión: debes imitarte a ti misma. Es decir: tu trabajo es descubrir en tu propio rostro la
mujer que serías si fueses más atractiva, más personal, más inconfundible. Cuando «creas» tu rostro,
teniéndote a ti misma como base, tu alegría es la de un descubrimiento, la de una revelación”.

Cuando me invitaron a participar de esta charla lo primero que hice fue interrogarme sobre el
título. Si bien es sugerente, simultáneamente es complejo por dos razones: Primero, porque el
título es en singular, es decir, “el rol”, “la mujer”. Segundo, porque dar un argumento sobre el rol
que la mujer implica circunscribirlo a un rol determinado. Pues bien, me parece que una manera
de abordar este tema es que no podemos pensar en singular sino que debemos hacerlo en plural:
“los roles”, “las mujeres”, ya que las mujeres ejercen múltiples roles y cada uno de esos roles es
ejercido de un modo particular, personal y único. Si hubiera un sólo modo de ser mujer, acaso, ¿no
caemos en un reduccionismo que finalmente va en contra de la reivindicación de las mujeres?

Para comenzar quiero retomar una de las preguntas paradigmáticas en la historia del feminismo y
que también circula en mi formación como psicoanalista: ¿qué es ser mujer?

Simone de Beauvoir, filósofa francesa y una de las principales feministas de la segunda ola,
planteaba en la introducción del primer volumen de su libro “El segundo sexo” de 1949, la misma
pregunta desafiando el determinismo biológico con la afirmación “No se nace mujer: llega una a
serlo”1. Es decir, ser mujer depende de una construcción personal a partir de las propias

1 “Maisd´abord: qu´est-ce qu´une femme?”. Beauvoir, S. de, Le deuxième Sexe I: Les faits et les mythes”. Éditions
Gallimard, Paris, 1949 (Rééd. 1976) Paris, 1986. Pág. 13.

1
experiencias y no está subordinado por la diferencia anatómica del sexo, tampoco está
determinado por de la posibilidad de ser madres o de la pareja sexual que elegimos.

Advenir mujer es producto de un giro que se le da a propia historia.


La historia de todos los seres humanos está marcada por la inscripción simbólica a la que estamos
expuestos antes de nacer. Desde ese momento en adelante hay una serie de decisiones que se
han tomado sin consultarnos: nuestro nombre, nuestra ropa, el colegio, etc. Ese destino impuesto
por los otros y por el orden cultural tiene la condición de posibilidad de subvertirse en el momento
que nos preguntamos por nuestra existencia y por quiénes somos y qué deseamos. Esto significa
que el acto de devenir mujer es producto de un movimiento hacia una posición ética implícita.

“Llegar a ser mujer” es parte de una elección subjetiva, íntima y personal, que se relaciona con una
posición y no con la anatomía ni el sexo. Como psicoanalista puedo afirmar que hay 2 posiciones
posibles: la femenina y la masculina. Por lo tanto, hay mujeres femeninas o masculinas y hombres
femeninos o masculinos. Evidentemente que esto es una cuestión muchísimo más compleja
dentro del psicoanálisis, pero para los efectos de esta charla puedo decir preliminarmente que
para el psicoanálisis producir una definición de sujeto femenino sería imposible, porque las
mujeres no tienen una sola posición, sino que son fruto de multiplicidades de ser. Por lo tanto,
cada una de ellas asumiría su existencia de un modo particular.

Entonces, nos encontramos en este punto con que por el lado del feminismo “ser mujer” es una
construcción y esa construcción –siguiendo la propuesta del psicoanálisis- es producto de una
postura ética tácita que interpela a las mujeres en el modo en que viven su sexualidad, en como se
relacionan con los otros, en como abordan sus afectos, en definitiva en cómo viven sus
experiencias.

Así pues, ¿qué significado tiene la experiencia? Para contestar quiero precisar el significado de
“Experiencia” según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, que deriva del latín
experientĭa y se define como:

1. f. Hecho de haber sentido, conocido o presenciado alguien algo.


2. f. Práctica prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para hacer algo.

2
3. f. Conocimiento de la vida adquirido por las circunstancias o situaciones vividas.
4. f. Circunstancia o acontecimiento vivido por una persona.
5. f. Experimento 2.

Estas 5 definiciones le dan a la palabra “Experiencia” en términos generales un carácter de


exterioridad, es decir, que es resultado a una exposición de estímulos que están fuera del ser
humano y que le permiten un aprendizaje. Sin embargo, la noción que propongo hoy a partir de
mis lecturas feministas y psicoanalíticas es a promover una experiencia que vaya desde adentro
hacia fuera. Esto significa que se trata de una dimensión personal en la cual –e insisto con el
plural- las mujeres experimentan el mundo y su interrelación como seres sociales de una manera
particular y “diferente”. Esta diferencia no se refiere a una oposición de pares como podría ser
masculino/femenino, hombre/mujer, sino a una dimensión espacio-temporal de otra naturaleza
que permite dar nuevos significados a los acontecimientos.

Es en este escenario que autoras más contemporáneas como Teresa De Lauretis, Hélène Cixous,
Judith Butler y otras filósofas feministas expondrán que la experiencia se relaciona con la
subjetividad, el cuerpo y la actividad política; no como una relación psicológica de hechos; o la
adquisición de habilidades; o en el sentido individualista de propiedad personal, a pesar que con
otros sujetos puedan tener similitudes de vivencias. Sugiero fundamentalmente que la
experiencia es un proceso de construcción de la subjetividad que las implica en todos los ámbitos
de la realidad social: las relaciones materiales, interpersonales, económicas e históricas.

¿Cómo es posible, entonces, para las mujeres dar cuenta de sí mismas, en un proceso de
autorreconocimiento?

La filósofa Teresa de Lauretis, se hace cargo de esa pregunta, citando “Una habitación propia” de
Virginia Wolff, en la cual la escritora define que es el instinto o la intuición por sobre la razón la
que define a las mujeres, porque es justamente la intuición la que no se les valida como modo de
razonamiento. Por otra parte, aquel instinto tendría a su vez una connotación de conocimiento
internalizado, una respuesta automatizada. De Lauretis especifica esa comprensión de la mujer
en sí misma como “un proceso de auto-representación que define al ´yo´ como mujer o, en otras

2 Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. 22ª Edición. 2012.

3
palabras, crea al sujeto como femenino”3. Este proceso de construcción de los sujetos femeninos
permite pensar a la experiencia como un movimiento continuo personal de la condición femenina
y una práctica que confronte esa experiencia mediante el acto de “hacerse oír”, que es condición
de posibilidad del encuentro consigo misma. A su vez, si la emergencia de la subjetividad es a
partir de las experiencias de la propia sexualidad y las prácticas políticas específicas en feminismo
contemporáneo, dichas experiencias pueden generar nuevos discursos que exceden y van más
allá del patriarcado, permitiendo una apertura y un desplazamiento hacia los sujetos femeninos
como fuentes de un conocimiento que viene del acceso a lo real por medio de sus intuiciones,
experiencias en permanente movimiento4 y en una multiplicidad de posibilidades de producirse.

En consecuencia, es plausible pensar que la experiencia de mujeres las convoca en términos


materiales –corporalmente- y en términos discursivos a tomar una posición ética frente a lo que
les acontece, a preguntarse sobre su existencia y como abordar su lugar en la sociedad.
Precisamente, esa ética, que es la ética del psicoanálisis, implica una posición frente al deseo que
confronta a las mujeres con su propia verdad, generando las condiciones para que pueda surgir
algo nuevo en ese reconocimiento. De esta elección ética dependerá el propio reconocimiento y a
su vez, el reconocimiento de los otros trayendo como resultado una conciencia de sí que permita
hacerle frente a los problemas que subsisten actualmente en perjuicio de las mujeres que quedan
supeditadas por la victimización y, de esa manera rechazar cualquier tipo de violencia,
discriminación y desigualdad.

Una de las principales exponentes del feminismo negro o black feminism Bell Hook, enfatiza esta
dimensión al invitarnos a repensar las relaciones de poder que impone a las mujeres la
representación de víctimas. Dicho de otro modo y citando a la autora “A partir del momento en que
las feministas se definían como una asociación de <víctimas> no estaban obligadas a confrontarse
con la complejidad de su propia existencia”5. En esta misma línea, María Blanco en su libro “Afrodita
desenmascarada” me recuerda la importancia de producir una alternativa frente a las
identificaciones que se producen con el lugar de víctima, porque en la victimización, las mujeres

3 De Lauretis, T. “Alicia ya no: Feminismo, Semiótica, Cine”, Título original “Alicia Doesn´t”. Traducción al español de
Silvia Iglesias Recuero. Ediciones Cátedra S. A. Madrid 1992. Pág. 252.
4 Scott, J. W. “Experiencia”. En “Feminists Theorize the Political”, Editado por J. Butler y J. W. Scott. Routledge,

Chapman and Hall, Inc. New York, 1992. Pág. 64.

5Hook, B. “La sororité ou la solidarité politique entre les femmes”, 1986, en Dorlin, E. (ed.), Black Feminism: anthologie
du feminisme africain-américain (1975-2000)

4
quedan eclipsadas en la pasividad y en una situación de inferioridad que es funcional al estatuto
de víctima, en resumen, que perpetúa el circuito de victimización.

Quiero subrayar que en la contingencia nacional han sido expuestos casos mediáticos de abuso,
violencia y femicidios en los cuales se intenta hacer valer la ley y castigar esos macabros y brutales
eventos de manera de proteger a las mujeres víctimas de estos hechos. No obstante, por la
condición de víctimas que han padecido es necesario devolverles la capacidad de, y lo diré
coloquialmente, “tomar las riendas” de sus propias vidas. Por eso que la más importante
reivindicación femenina es la revolución personal que se produce al enfrentarse consigo misma,
independientemente de las expectativas imaginarias instaladas en la sociedad. Ahí es que el
psicoanálisis ofrece una alternativa que hace posible advenir mujer como una posición subjetiva
basada en la experiencia por sobre el discurso heteronormativo.

En definitiva, mi propuesta para esta tarde es que el rol de la mujer en este siglo ya no es
exclusivamente mantener una bandera de lucha por una reivindicación de derechos civiles y
legales que ya están garantizados, sino que más bien se trata de hacer una transformación que las
movilice a cuestionarse su propia existencia y en ese camino hacerse responsable de su propia
historia para hacer con ello algo nuevo y así, enfrentarse a sus elecciones sobre qué lugar quieren
ocupar en la sociedad y para si mismas, más allá de la protección garantizada por las instituciones.

Finalmente, para concluir me parece que una manera de hacerme cargo del título “El rol de la
mujer en el siglo XXI” es a partir de lo que entendemos cuando hablamos de mujer y reivindicar las
experiencias de mujeres como modos de aproximación a los distintos roles en lo político, lo social
y lo jurídico que implican una posición ética frente al mundo que ha quedado en evidencia en la
manera en que hoy las mujeres han sacado la voz, o dicho de otra manera, se “han hecho oír”
frente a los bullados casos de violencia, abusos y femicidios en nuestro país lo que ha movilizado a
la sociedad en contra de dichos abusos y violencia.

La pregunta que queda por hacerse es si el rechazo a la violencia contra la mujer es capaz de
generar efectos en el modo en que nos relacionamos como seres humanos.

Para finalizar quiero citar un fragmento de Fernando Pessoa:

5
“Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de
nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de
la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros
mismos”.

Muchas gracias.

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