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pozo del autismo, que Málaga Hoy retiró de inmediato. Fátima nos
facilitó el registro de su artículo que había quedado en la memoria
caché de su ordenador. Gracias Fátima.
Los casos han pasado de 1 a casi 5 por 10.000 habitantes · Los familiares achacan el
incremento a una mejor detección del síndrome y también a que hay más autistas · En
Málaga se estima que existen unos 500 casos
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Casi todos los bebés, aunque todavía no hablen, ya tienen la capacidad de expresarse
por su risa. Cuando se les hacen monerías, contestan con ese sonido gutural
característico que llena a los padres de felicidad. Casi todos. Los niños autistas no.
Carecen de esa capacidad de comunicación. Y a medida que avanzan los años, el abismo
se agranda. Ya siendo adultos, apenas manejan una veintena de palabras -en el mejor de
los casos- y algunos monosílabos. El autismo es un pozo, críptico y enigmático. Su
origen todavía es desconocido.
En Málaga se estima que hay unas 500 personas que padecen este síndrome
caracterizado por la incomunicación con el exterior y que va en aumento. De uno por
cada 10.000 habitantes se ha pasado a cinco por cada 10.000. Las familias creen que
debido a un incremento en sí de su incidencia, pero también a un mejor diagnóstico.
"Ahora nos llegan muchos más casos", apunta el presidente de la Asociación de Padres
de Niños y Adultos Autistas de Málaga (Apnaa), Miguel Sánchez. Algunos, cuando el
crío apenas tiene 15 meses y ya la madre detecta que no responde a sus carantoñas.
Dicen los familiares que ni siquiera son capaces de seguir una luz con la mirada.
Los autistas están considerados como gravemente afectados. "Cada unos es diferente,
cada uno es un mundo", según describe Sánchez. La detección precoz del síndrome es
clave para conseguir que tengan un poco de autonomía. "Es importante iniciar lo antes
posible una reeducación fuerte porque lo que se gana en un año cuando son pequeños,
de adultos cuesta cinco veces más", relata el presidente de Apnaa. Y ganar un mínimo
de autonomía es fundamental por su bien y el de sus familias. Ducharse, ponerse una
camiseta, abrocharse un botón o comer solos puede ser una tarea titánica para la
mayoría. Cada autista es un mundo. Algunos se autolesionan, otros tienen movimientos
repetitivos. No hay dos autistas iguales.
Todavía se desconoce casi todo de este síndrome. Pero al menos se ha avanzado en
desterrar prejuicios casi medievales como que era producto del rechazo de la madre
hacia el bebé o que había que colgarlos de los pies porque todo se debía a la falta de
riego cerebral. Incluso se van estableciendo diagnósticos diferenciados. Por ejemplo,
con el síndrome de Asperger, que forma parte del espectro autista, pero que no es lo
mismo que el autismo. Las personas con Asperger tienen una mayor capacidad de
comunicación que los autistas.
La asociación malagueña de autismo tiene dos centros. Una residencia en El Palo -con
una veintena de plazas, donde también funciona una unidad de día- y otra sede en la
Colonia de Santa Inés -para atención temprana a los más pequeños que cuenta con 60
plazas-.
La organización ha hecho posible estos proyectos con apoyos públicos y privados, pero
tiene que luchar cada día para mantenerlos. Sánchez hace una reflexión crítica: "Es muy
cómodo para la Administración dejar que los centros los hagamos nosotros aunque ellos
después los concierten".
Pero son las familias las que tienen el problema y las que más hacen por encontrar las
soluciones. Por eso, la asociación se ha embarcado en la construcción de otra residencia
en Las Virreinas. La obra ya está a un tercio de su ejecución. En ella se han invertido en
torno a 1,5 millones de euros, pero el proyecto tiene un coste de más de cuatro millones.
El Ayuntamiento de la capital cedió el terreno y, como otras iniciativas de la asociación,
se hace realidad con las contribuciones de los familiares, entidades financieras, galas
benéficas y, una vez acabados los edificios, mediante conciertos con la Junta de
Andalucía. Desde Apnaa se insiste en la importancia de crear recursos específicos
porque los autistas necesitan un tipo de estimulación muy precoz y concreta para ganar
la mayor autonomía e independencia posible.
Para tratar de llegar a ese objetivo, los profesionales que trabajan con los chavales les
enseñan a interpretar pictogramas. Lourdes Prieto, monitora de la residencia, cuenta que
con esas imágenes se les explican desde las actividades previstas para cada día hasta
cómo realizar tareas básicas de higiene personal. En los cuartos de baño, cada vaso para
cepillarse los dientes tiene la foto de su usuario. Sobre el lavabo hay una secuencia de
fotos de alguien que se echa gel, se enjabona y se enjuaga. Ellos han aprendido a
seguirla. Sólo así, algunos, son capaces de algo tan sencillo como lavarse las manos.
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