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Norbert Elías
1
Rafael Montesinos, Los usos sociológicos de Norbert Elías, p. 828.
revisar temas clásicos desde una nueva mirada; sino que también abre los
horizontes contextuales de la sociología occidental.
Herbert Marcuse
2
Herbert Marcuse, Eros y Civilización, p. 32.
3
H. Marcuse, Op. cit., p. 32.
4
H. Marcuse, Ibídem., p. 54.
sentido político al plantear la posibilidad de la existencia de una civilización
no represiva basada en la transformación radical de las relaciones humanas
con su entorno social, natural y existencial. Un claro ejemplo de esto es el
debate que establece con Freud sobre el trabajo humano; a la postura
freudiana que defiende la idea del trabajo como un esfuerzo desagradable
totalmente ajeno a lo libidinal, Marcuse le opone la idea de un instinto del
trabajo5 en donde cabría la posibilidad de una sublimación no represiva.
5
Ibídem., p. 85.
freudiana de cultura/civilización al considerar el objeto del dominio cultural
no sólo lo natural sino también lo humano mismo.
Otra cuestión importante respecto a la conceptualización de la cultura
es cómo es que ésta se instituye en el individuo, en donde la importancia de
la interiorización individual de lo cultural es un común denominador en los
tres autores. En sus trabajos se puede ver, por una parte, la necesidad de
vincular lo individual con lo colectivo para explicarse cómo es que opera la
culturización o civilización del hombre que vive en sociedad, ya que, en
términos de Elías, toda coacción interna es en primera instancia una
coacción externa; y, por otra, coinciden en la complementariedad del
autocontrol y el control externo como precondición de la instauración
cultural en el ámbito social humano.
No obstante, considero que en este punto existe una divergencia
sobre el elemento que modela la economía instintual del sujeto y que
posibilita el progreso de la civilización. Por su parte Freud y Marcuse hablan
del sentimiento de culpabilidad, el cual es fortalecido desde la cultura para
su propio mantenimiento por encima del instinto de muerte. Se lee en El
Malestar de la cultura:
“¿A qué recursos apela la cultura para coartar la agresión que le es antagónica, para
hacerla inofensiva y quizás para eliminarla?[…] La agresión es introyectada,
internalizada, devuelta en realidad al lugar de donde procede: es dirigida contra el
propio yo, incorporándose a una parte de éste, que en calidad de super-yo se opone
a la parte restante, y asumiendo la función de <<conciencia>> [moral], despliega
frente al yo la misma dura agresividad que el yo, de buen grado, habría satisfecho en
individuos extraños. La tensión creada entre el severo super-yo y el yo subordinado
al mismo tiempo la calificamos de sentimiento de culpabilidad; se manifiesta bajo
la forma de necesidad de castigo. Por consiguiente, la cultura domina la peligrosa
inclinación agresiva del individuo, debilitando a éste, desarmándolo y haciéndolo
vigilar por una instancia alojada en su interior.”6
6
Sygmund Freud, El malestar en la cultura, p. 3053.
también interna. Al respecto escribe en el Bosquejo de una teoría de la
civilización:
9
Es necesario aclarar que Marcuse en Eros y Civilización, inicialmente plantea el principio de
actuación como “la forma histórica prevaleciente del principio de realidad” (p. 46), pero
posteriormente especifica que este término lo usa dentro del marco de la civilización
contemporánea refiriéndose a “los términos específicos del principio de la realidad que ha
gobernado los orígenes y el crecimiento de esta civilización.”(p. 53). No obstante, lo que se
quiere resaltar aquí es el carácter “dinámico” que este autor le otorga al principio de
realidad a partir de su ubicación histórica en contraste con la inamovilidad del concepto
inicial de Freud.
Asimismo, otra semejanza entre estos pensadores en lo que a la
represión refiere es el malestar que ésta genera, aunque al mismo tiempo,
aquí emerge una diferencia a partir de las posturas que cada uno adopta
frente a esto, pues Freud y Elías adoptan una postura más conservadora en
contraste con Marcuse.
Si bien Freud hace una crítica a las exigencias de lo que él denomina
“súper-yo cultural”10 al hablar de sus derivaciones (neurosis, infelicidad,
rebelión), ésta no trasciende a la constitución de la cultura en sí, su ataque
sólo se orienta a la severidad de sus coacciones por lo que se va a limitar a
señalar posibles válvulas de escape (sublimaciones) al peso de la represión;
desde su perspectiva, el malestar de la cultura es un mal necesario
fundamentado en el inevitable conflicto entre los instintos biológicos y la
civilización, el cual a su vez se basa en una noción de insaciabilidad del
organismo en oposición a la escasez de la naturaleza. Por el contrario,
Marcuse sí vislumbra la posibilidad de una cultura no represiva, una cultura
liberadora, en razón a su concepción sociohistórica de los instintos y su
represión; él habla de la posibilidad de romper con la desublimación
represiva reinante en la sociedad contemporánea para dar paso a una
sublimación no represiva a partir de la cual se puede dar una liberación de
la energía instintiva sin atentar contra la civilización. Esta liberación se
realizará en función del aumento de la represión, más que en el
aflojamiento de los lazos represivos de la cultura moderna.
Elías, al poner la represión en términos de pacificación y orientada a
un equilibrio, plantea el malestar de la cultura sólo como una cara de la
moneda, como una posibilidad, la cual puede “normalizarse” de tal forma
que las contradicciones culturales pueden llegar a tolerarse conforme el
proceso de civilización se acerque a un equilibrio entre la existencia
individual y la existencia social. Nos dice en El proceso de la civilización:
“Solamente una vez que se hayan dulcificado las tensiones entre los seres humanos,
las contradicciones que se dan en la estructura de las interrelaciones humanas
dulcificarán las tensiones y contradicciones en el interior de los hombres. Solamente
entonces podremos asegurar que, en vez de ser una excepción, es una regla el
hecho de que el ser humano encuentre su equilibrio de su espíritu que solemos
definir, con grandes palabras, como <<felicidad>> y <<libertad>>; un equilibrio
duradero o, más bien, la congruencia entre su quehacer social, entre las exigencias
10
Sygmund Freud, OP. Cit., p. 3056.
de su existencia social de un lado y sus inclinaciones y necesidades personales de
otro.”11