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ROMERO MAGALLÁN MARISOL

TEORÍAS SOCIOLÓGICAS CONTEMPORANEAS


PROFA GINA ZABLUDOVSKY
TRABAJO UNIDAD II

1. ¿Cuáles son las contribuciones fundamentales de Norbert


Elías y Herbert Marcuse?

Norbert Elías

La contribución central de Norbert Elías a la sociología es la de


ampliar su perspectiva en distintos sentidos. Para comprender esto se hace
necesario revisar sus propuestas en el ámbito teórico y analítico de la
sociología.
La noción de interdependencia es fundamental dentro del
planteamiento eliasiano puesto que, para él, las actividades humanas están
siempre vinculadas entre sí. Esta idea va permear tanto su trabajo teórico
como su análisis sociológico, dejando de lado la división disciplinaria y la
dicotomía entre lo macro y lo micro, así como también la separación entre
las esferas de lo individual y lo social, haciendo así de la sociología una
disciplina mucho más integral.
La visión procesal sobre el cambio social es otro de los ejes centrales
para entender las aportaciones de Elías, ya que a partir de ella le da cierta
direccionalidad a lo social, siendo entonces la labor sociológica el
entendimiento de las transformaciones sociales a partir de su desarrollo,
entendiendo este último no en términos progresistas sino de
desenvolvimiento. Desde tal perspectiva, la sociología deja de ser mesías y
juez de la sociedad y pasa a ser un observador analítico.
Para esta tarea, Elías se centrará en la idea de proceso civilizatorio
entendido como una transformación del comportamiento a partir de la
internalización de la organización social dentro de una dinámica de control-
autocontrol, de tal forma que la construcción de su concepto de sociedad se
fundamenta en las gradaciones de esta dinámica, que se manifiestan en las
actitudes prácticas y mentales del individuo humano proyectadas en sus
relaciones con su ambiente (tecnología), con otros hombres (organización
social) y consigo mismo (autocontrol). A partir de esto, Elías amplía el
campo para el estudio sociológico al poner sobre la mesa la cuestión de la
importancia del comportamiento para la estructuración de las sociedades,
en contraste con un enfoque fundamentado únicamente en hechos políticos
y económicos, lo cual enriquece la comprensión sociológica.
En este mismo sentido, las nociones de sociogénesis y psicogénesis
son importantes dentro de la propuesta de Elías ya que es a partir de estos
dos conceptos que el autor vincula lo individual y lo colectivo, lo público y lo
privado, de tal modo que deja de lado las abstracciones sobre la división
entre sociedad e individuo, para él está es una separación artificial.
Retomando lo que dice Rafael Montesinos, “la psicogénesis es el proceso de
socialización mediante el cual el individuo introyecta los valores generales
que rigen a la sociedad, que se comparten colectivamente, de tal manera
que referirse al segundo sugiere reconocer el proceso civilizatorio mediante
la cultura.1”
Así, Elías va a vincular a las sociedades en su desarrollo a partir de las
figuraciones que se dan en la dinámica social y que se manifiestan en
formas de interactuar específicas, por lo que la sociología no puede partir de
la idea de progreso en términos evolucionistas para el estudio de lo social;
siguiendo a este sociólogo, no hay sociedades bárbaras y civilizadas, en
todas se da un proceso civilizatorio aunque partan de distintas figuraciones.
De tal forma, la labor sociológica como labor científica se replantea en tanto
que se va a buscar las universalidades dentro de las interacciones humanas
sin que esto implique la imposición de una verdad absoluta común a todos
los contextos sociales.
En suma, las aportaciones que hace este autor a la sociología,
además de la necesidad de la interdisciplinariedad de las ciencias sociales,
están principalmente vinculadas con la proposición de una sociología más
consistente que logre vincular lo teórico con lo empírico recuperando la
linealidad en el estudio sociológico dilucidada de la idea de progreso,
rescatando una visión a largo plazo, abriendo la posibilidad de hacer una
sociología mucho más generalizadora, sin caer en un universalismo ciego.
Su trabajo sociológico como tal, a partir del abordaje que hace del
comportamiento cotidiano como manifestación del proceso civilizatorio
dentro de una realidad social específica, nos proporciona herramientas muy
útiles para el análisis sociológico contemporáneo ya que no sólo nos permite

1
Rafael Montesinos, Los usos sociológicos de Norbert Elías, p. 828.
revisar temas clásicos desde una nueva mirada; sino que también abre los
horizontes contextuales de la sociología occidental.

Herbert Marcuse

La contribución de Herbert Marcuse a la sociología es el rescate de la


teoría psicoanalítica para la estructuración de una teoría social de las
civilizaciones contemporáneas. A partir del análisis que él realiza de la
cultura actual desde sus aspectos negativos, Marcuse no sólo va a ser una
crítica, sino también va a dar pie a la reflexión sobre nuevas formas de
civilización.
Partiendo de la idea de que para comprender la historia del hombre
es necesario comprender la historia de la represión, Marcuse hace un
análisis de la cultura desde las restricciones que impone tanto a la
existencia orgánica como a la existencia social de los seres humanos;
afirmando que, si bien las medidas represivas de la civilización generan un
malestar, éste es inherente a los progresos de la humanidad
contemporánea.
Menciona que el inicio de la civilización implica el abandono de la
satisfacción inmediata de los instintos primarios, así como la transformación
de los mismos. Esta transformación la explica en términos de Freud como la
transición del principio del placer al principio de la realidad, lo que significa
no una anulación de los instintos sino una modificación de la forma, de tal
modo que la satisfacción inmediata se retarda, el placer es restringido y se
sacrifica la plenitud de este en pos de la seguridad. Siguiendo a Freud, dicho
cambio de la estructura instintiva tiene un fundamento económico ya que
es a partir de la escasez que el hombre se percata de la necesidad de
instaurar regulaciones para la satisfacción de los instintos. Asimismo, se
parte de la idea de que la libertad y la felicidad son equiparables a la
satisfacción sin límites de ningún tipo de los impulsos, de tal modo que la
libertad y felicidad cultural o civilizada no es más que un remedo de sí
misma.
La razón por la cual Marcuse recupera la teoría psicoanalítica de
Freud dentro de la sociología va a estar fundamentada en que, para poder
comprender como es que surge la civilización, es necesario considerar de
manera entrelazada la constitución histórica de las sociedades y la
constitución del individuo en términos de la represión. Para esto se sirve del
planteamiento de dos niveles de análisis: el ontogenético que se refiere,
siguiendo el libro Eros y civilización, al “crecimiento del individuo reprimido
desde la primera infancia hasta su existencia social consciente”2; y el
filogenético que se refiere al “crecimiento de la civilización represiva desde
la horda original hasta el estado civilizado totalmente constituido.”3
Otro elemento importante dentro de esta dinámica represiva de la
cultura, tanto para el psicoanálisis como para la propuesta de Marcuse es la
cuestión del consciente y el inconsciente, pues justamente en tanto que la
transición del principio de placer al principio de realidad no es una anulación
de los instintos sino una modificación, es en el inconsciente donde quedan
reminiscencias de los objetivos iniciales del principio de placer, aún cuando
en el consciente el triunfo del principio de la realidad es inminente.
También es relevante el carácter humano que le otorgan tanto Freud
como Marcuse a la represión de la cultura, puesto al ser algo no impuesto
natural sino culturalmente, ésta va a ser un indicio fundamental de la
historia del hombre en sociedad. La civilización se va a enraizar en la
incapacidad de la sociedad de satisfacer a sus miembros sin su propia
colaboración mediante el trabajo. Así es como se va a expresar la constante
lucha por la existencia humana, la oposición del principio de placer y de
realidad no es más que la oposición entre la gratificación y el trabajo.
Ahora bien, la aportación que hace Marcuse a la teoría de Freud en
términos de la sociología radica en el carácter sociohistórico que le va a dar
a los instintos al plantear las nociones de represión excedente y principio de
actuación, mediante las cuales trasciende la perspectiva meramente
orgánica o biológica de los instintos de Freud para dar paso al desarrollo de
la represión en un plano social. La represión excedente se vincula con las
restricciones que se dan en el ámbito social, y a su vez, el principio de
actuación se refiere a la configuración del principio de realidad a partir de la
dominación social basada en la “actuación económica competitiva de sus
miembros”4 que se da en la civilización contemporánea.
Finalmente, podemos decir que la propuesta de Marcuse tiene un
sentido filosófico dentro de la teoría social en tanto que se pregunta cuál es
el malestar de la cultura, pero al mismo tiempo considero que tiene un

2
Herbert Marcuse, Eros y Civilización, p. 32.
3
H. Marcuse, Op. cit., p. 32.
4
H. Marcuse, Ibídem., p. 54.
sentido político al plantear la posibilidad de la existencia de una civilización
no represiva basada en la transformación radical de las relaciones humanas
con su entorno social, natural y existencial. Un claro ejemplo de esto es el
debate que establece con Freud sobre el trabajo humano; a la postura
freudiana que defiende la idea del trabajo como un esfuerzo desagradable
totalmente ajeno a lo libidinal, Marcuse le opone la idea de un instinto del
trabajo5 en donde cabría la posibilidad de una sublimación no represiva.

2. Semejanzas y diferencias entre los conceptos de civilización-


cultura y represión-contención en Freud, Elías y Marcuse

Sygmund Freud nos ofrece una visión de la cultura como aquellas


instituciones que protegen al hombre de la naturaleza y de los otros
hombres, pero que al mismo tiempo, en su búsqueda del bienestar humano,
reprime ciertas pulsiones inherentes al carácter natural del hombre lo cual
genera un malestar derivado de la represión cultural de lo natural. En este
sentido, no hace una distinción entre la noción de cultura y de civilización,
por el contrario los usa indistintamente. Herbert Marcuse va a retomar la
equiparabilidad entre los conceptos de cultura y civilización, aunque su
planteamiento difiere con respecto a Freud en lo que concierne al carácter
de los instintos reprimidos culturalmente.
Por otra parte, Elías sí va distinguir entre estas nociones, siendo la
cultura aquellos patrones de conducta (figuraciones) socialmente
establecidos en un contexto histórico determinado, mientras que civilización
va a comprender aquel conjunto de procesos mediante el cual estos
modelos sociales de comportamiento son interiorizados por los individuos.
Una primera diferencia es evidente en el concepto de Freud y
Marcuse y los conceptos de Elías. La conceptualización separada de Elías le
brinda un carácter histórico y sociológico a la idea de cultura al incorporar la
importancia del marco histórico en su estudio y al enfocarse a la cuestión de
los patrones de comportamiento hechos para y por lo social. Ahora bien,
siguiendo el trabajo de Marcuse se puede ver que no es tan ajeno a la
perspectiva de Elías, y de hecho considero que en este punto ambos
autores tienen un encuentro, pues a pesar de la indistinción conceptual de
Marcuse, también le otorga un valor sociológico e histórico a la concepción

5
Ibídem., p. 85.
freudiana de cultura/civilización al considerar el objeto del dominio cultural
no sólo lo natural sino también lo humano mismo.
Otra cuestión importante respecto a la conceptualización de la cultura
es cómo es que ésta se instituye en el individuo, en donde la importancia de
la interiorización individual de lo cultural es un común denominador en los
tres autores. En sus trabajos se puede ver, por una parte, la necesidad de
vincular lo individual con lo colectivo para explicarse cómo es que opera la
culturización o civilización del hombre que vive en sociedad, ya que, en
términos de Elías, toda coacción interna es en primera instancia una
coacción externa; y, por otra, coinciden en la complementariedad del
autocontrol y el control externo como precondición de la instauración
cultural en el ámbito social humano.
No obstante, considero que en este punto existe una divergencia
sobre el elemento que modela la economía instintual del sujeto y que
posibilita el progreso de la civilización. Por su parte Freud y Marcuse hablan
del sentimiento de culpabilidad, el cual es fortalecido desde la cultura para
su propio mantenimiento por encima del instinto de muerte. Se lee en El
Malestar de la cultura:

“¿A qué recursos apela la cultura para coartar la agresión que le es antagónica, para
hacerla inofensiva y quizás para eliminarla?[…] La agresión es introyectada,
internalizada, devuelta en realidad al lugar de donde procede: es dirigida contra el
propio yo, incorporándose a una parte de éste, que en calidad de super-yo se opone
a la parte restante, y asumiendo la función de <<conciencia>> [moral], despliega
frente al yo la misma dura agresividad que el yo, de buen grado, habría satisfecho en
individuos extraños. La tensión creada entre el severo super-yo y el yo subordinado
al mismo tiempo la calificamos de sentimiento de culpabilidad; se manifiesta bajo
la forma de necesidad de castigo. Por consiguiente, la cultura domina la peligrosa
inclinación agresiva del individuo, debilitando a éste, desarmándolo y haciéndolo
vigilar por una instancia alojada en su interior.”6

Por su parte, Norbert Elías sostiene más bien que es gracias a la


vergüenza, aunada a la racionalización del comportamiento, que se puede
desenvolver el proceso civilizatorio. Nos dice que el sentimiento de
vergüenza se funda en el miedo a la degradación social a partir de una
aparente superioridad de los otros que no es necesariamente física, sino
que más bien es moral, y esta moralidad no es únicamente externa sino

6
Sygmund Freud, El malestar en la cultura, p. 3053.
también interna. Al respecto escribe en el Bosquejo de una teoría de la
civilización:

“La vergüenza alcanza su configuración específica en el hecho de que quién


la padece está haciendo o piensa hacer algo que le obliga a incurrir en
contradicción con las personas a las que se encuentra unido de una u otra
forma y consigo mismo, con el sector de su conciencia mediante el que se
autocontrola. El conflicto que se manifiesta en la vergüenza no es solamente
un conflicto del individuo con la opinión social predominante, sino un
conflicto del comportamiento del individuo con aquella parte de su yo que
representa a la opinión social; es un conflicto en su propio espíritu; es un
conflicto en el que el propio individuo se reconoce como inferior.”7

Cabe aclarar en este sentido, que un punto de común acuerdo entre


los autores es la afirmación de que la tendencia al fortalecimiento ya sea
del sentimiento de culpa o el sentimiento de vergüenza es mucho más
fuerte –hasta me atrevería a decir que característica- de las sociedades
occidentales modernas; más esto no quiere decir que estos elementos no
estén presentes en el desarrollo de otro tipo de culturas o civilizaciones.
Para continuar con el análisis comparativo hecho hasta ahora, se
hace necesario hablar del concepto de represión en tanto que es un eje
central que va a estructurar la construcción de la idea de cultura en las
propuestas de estos tres autores. Inicialmente, considero que en esencia, la
represión cultural es desarrollada de igual manera en términos de un
cambio morfológico de los instintos del hombre a partir del control, ya sea
interno o externo, de la satisfacción desenfrenada de los mismos en pos de
una seguridad.
Freud, que entiende como instintos “aquellos impulsos primarios del
organismo humano”8, los clasifica en dos grandes tipos: Eros (vinculado al
placer) y Tanatos (vinculado a la agresión), de tal forma que plantea su
transformación en términos de una transición del principio de placer al
principio de realidad que se da en razón a la evasión humana del
sufrimiento, el cual tiene tres principales fuentes: el propio cuerpo, el
mundo exterior y el mundo social.
Marcuse va retomar esto de manera casi literal, sólo que el va a
romper con Freud al hacer una diferenciación mucho más nítida de los
7
Norbert Elías, El proceso de civilización, p. 499.
8
Herbert Marcuse, Eros y Civilización, p. 21.
instintos al hablar de ellos no sólo como procesos naturales u orgánicos sino
que también su conformación se da en razón de procesos sociohistóricos; de
aquí deriva sus conceptos de represión excedente y principio de actuación.
El primero va a ubicar a la represión en un segundo plano (el social) al
hablar de restricciones que implican la modificación de conductas
orientadas a la preservación del ser humano como ser social, y no
únicamente como especie animal; mientras que el segundo se va a referir a
la constitución del principio de realidad en un marco histórico determinado9.
Elías, por su parte, se va a apropiar de esto al hablar del control de
los instintos en razón a la instauración de determinados comportamientos
(actitudes prácticas y mentales) derivados de un control y autocontrol
específico de un contexto sociohistórico. En este sentido, su noción de
represión está vinculada de manera general con la coacción de los impulsos
para una mayor seguridad pero a su vez está moldeada por el cambio
estructural de las relaciones humanas a lo largo de su historia. De tal modo,
según esto, en sociedades como las guerreras no existen coacciones
culturales o civilizatorias tan profundas por lo que son los impulsos los que
determinan el comportamiento de los sujetos en las diversas circunstancias
sociales; mientras que por otra parte, en sociedades en donde hay un
monopolio de la violencia física, la coacción requerida es mucho mayor en
todos los niveles (subjetivo y colectivo) ya que la seguridad ya no va estar
dada por impulsos explosivos e indeterminables, sino que se va a dar una
forma singular de seguridad a partir de una presión consciente e
inconsciente que va a pacificar y a estabilizar la vida social. Esta
pacificación de lo social implica una actitud reflexiva y previsora que exige
un dominio de los instintos; en estos términos la represión lo que hace es
transformar la lucha encarnizada de los impulsos en el exterior, a la lucha
pacificada pero más severa en el interior. Esto mismo se relaciona con la
idea de Elías de la separación artificial entre hombre y sociedad, la sociedad
y el individuo no pueden ser vistos separadamente, por lo tanto, a pesar de
haber contradicciones, la sociedad no es antagónica al individuo.

9
Es necesario aclarar que Marcuse en Eros y Civilización, inicialmente plantea el principio de
actuación como “la forma histórica prevaleciente del principio de realidad” (p. 46), pero
posteriormente especifica que este término lo usa dentro del marco de la civilización
contemporánea refiriéndose a “los términos específicos del principio de la realidad que ha
gobernado los orígenes y el crecimiento de esta civilización.”(p. 53). No obstante, lo que se
quiere resaltar aquí es el carácter “dinámico” que este autor le otorga al principio de
realidad a partir de su ubicación histórica en contraste con la inamovilidad del concepto
inicial de Freud.
Asimismo, otra semejanza entre estos pensadores en lo que a la
represión refiere es el malestar que ésta genera, aunque al mismo tiempo,
aquí emerge una diferencia a partir de las posturas que cada uno adopta
frente a esto, pues Freud y Elías adoptan una postura más conservadora en
contraste con Marcuse.
Si bien Freud hace una crítica a las exigencias de lo que él denomina
“súper-yo cultural”10 al hablar de sus derivaciones (neurosis, infelicidad,
rebelión), ésta no trasciende a la constitución de la cultura en sí, su ataque
sólo se orienta a la severidad de sus coacciones por lo que se va a limitar a
señalar posibles válvulas de escape (sublimaciones) al peso de la represión;
desde su perspectiva, el malestar de la cultura es un mal necesario
fundamentado en el inevitable conflicto entre los instintos biológicos y la
civilización, el cual a su vez se basa en una noción de insaciabilidad del
organismo en oposición a la escasez de la naturaleza. Por el contrario,
Marcuse sí vislumbra la posibilidad de una cultura no represiva, una cultura
liberadora, en razón a su concepción sociohistórica de los instintos y su
represión; él habla de la posibilidad de romper con la desublimación
represiva reinante en la sociedad contemporánea para dar paso a una
sublimación no represiva a partir de la cual se puede dar una liberación de
la energía instintiva sin atentar contra la civilización. Esta liberación se
realizará en función del aumento de la represión, más que en el
aflojamiento de los lazos represivos de la cultura moderna.
Elías, al poner la represión en términos de pacificación y orientada a
un equilibrio, plantea el malestar de la cultura sólo como una cara de la
moneda, como una posibilidad, la cual puede “normalizarse” de tal forma
que las contradicciones culturales pueden llegar a tolerarse conforme el
proceso de civilización se acerque a un equilibrio entre la existencia
individual y la existencia social. Nos dice en El proceso de la civilización:

“Solamente una vez que se hayan dulcificado las tensiones entre los seres humanos,
las contradicciones que se dan en la estructura de las interrelaciones humanas
dulcificarán las tensiones y contradicciones en el interior de los hombres. Solamente
entonces podremos asegurar que, en vez de ser una excepción, es una regla el
hecho de que el ser humano encuentre su equilibrio de su espíritu que solemos
definir, con grandes palabras, como <<felicidad>> y <<libertad>>; un equilibrio
duradero o, más bien, la congruencia entre su quehacer social, entre las exigencias

10
Sygmund Freud, OP. Cit., p. 3056.
de su existencia social de un lado y sus inclinaciones y necesidades personales de
otro.”11

Viéndolo así, Marcuse y Elías no tenían concepciones diametralmente


opuestas en cuanto a lo que refiere al malestar de la cultura, puesto que
aún cuando Marcuse es mucho más radical al plantear un total
replanteamiento de la cultura, éste no se separa de la idea de equilibrio de
Elías, pues finalmente ambos llegan a una misma conclusión: la posibilidad
de una cultura o un proceso civilizatorio armonizado por y para una mayor
libertad y felicidad del hombre. Por otra parte, el carácter más conservador
de la propuesta de Freud radica en su concepción de felicidad como la
satisfacción sin tapujos de los instintos humanos de los individuos, de tal
manera que desde su perspectiva lo único que puede resultar de la cultura
es una especie de simulacro de felicidad.

3. Retoma alguna de las propuestas de los autores vistos en


esta Unidad y aplícalo en un caso concreto.

Partiendo de la propuesta del proceso civilizatorio de Norbert Elías,


quisiera abordar la cuestión del medio ambiente en las sociedades
contemporáneas. En este sentido, me gustaría identificar la manera en que
se construye la conciencia sobre la situación actual del medio ambiente y
cómo es que esto se manifiesta en el ámbito cotidiano, pues me parece
importante analizar sociológicamente lo que sucede con respecto a los
comportamientos de las personas a raíz de la situación crítica en la que se
encuentra en este momento el planeta.
Me parece de vital importancia en el ámbito de lo social, la acción por
parte de los individuos que conforman una sociedad con respecto a las
problemáticas ambientales; no obstante, también es importante la
conciencia que tienen sobre lo que hacen pues es a partir de esto que le
van a otorgar un sentido que va a orientar su praxis. Por lo tanto, considero
necesario un análisis sociológico relativo a la reflexión que se hace sobre
dichas acciones para detectar como es que se construyen y se orientan
socialmente las problemáticas ambientales y sus soluciones. No está de
más aclarar que sobre el tipo de problemas ambientales a los que se hace
énfasis en este planteamiento son de carácter ecológico; por lo que se
11
Norbert Elías, El proceso de la civilización, p. 532
tomará como punto de partida dos conceptos que a partir de su
diferenciación, más no su desvinculación, serán un elemento teórico para el
análisis sociológico propuesto: conciencia ecológica y conciencia ambiental.
Inicialmente, es indispensable tener claro qué se entiende por medio
ambiente, siendo éste “el entorno que afecta y condiciona especialmente
las circunstancias de vida de las personas o la sociedad en su conjunto.
Comprende el conjunto de valores naturales, sociales y culturales existentes
en un lugar y un momento determinado, que influyen en la vida del ser
humano y en las generaciones venideras”12. Es evidente entonces que el
ambiente del ser humano puede considerarse en dos planos, el natural y el
cultural, aunque en realidad esta separación es artificial puesto que el
hombre siempre se ha desenvuelto en ambos simultáneamente ya que son
inherentes a su constitución esencial.
Siguiendo esto, la cuestión de la relación del hombre con la
naturaleza se complejiza, por un lado porque -retomando a Elías- dicho
vínculo es un elemento substancial en el desarrollo de los procesos
civilizatorios a lo largo de la historia de la humanidad; y por otro lado,
porque las manifestaciones culturales de esta relación demuestran que no
hay una única forma de relacionarse con la naturaleza, y que esa forma no
depende totalmente de una “economía natural” (escasez, finitud o
abundancia de recursos) sino que también va a estar determinado por
valores culturales.
Asimismo, es importante considerar que es la ecología y cuáles son
los elementos que se van a retomar de este concepto para hablar de una
conciencia ecológica. La ecología es, a grandes rasgos, “una ciencia que
estudia los seres vivos, su ambiente, la distribución y abundancia, cómo
esas propiedades son afectadas por la interacción entre los organismos y su
ambiente”13. En este sentido, considero apropiado retomar la propuesta
eliasiana conjuntamente con la noción de ecología para poder construir
términos que permitan hablar de la compleja intersección entre el mundo
social humano y el entorno natural, de tal suerte que se pueda hablar de
una sociología ecológica a partir de la cual, la situación ambiental está
estrechamente relacionada con la manifestación del proceso civilizatorio
que moldea la relación del hombre y la sociedad con la naturaleza, por lo
que las problemáticas del medio ambiente, así como las acciones orientadas
12
http://es.wikipedia.org/wiki/Ambiente
13
http://es.wikipedia.org/wiki/Ecolog%C3%ADa
a la solución de las mismas, deben ser vistas a la luz de la cultura en la que
se desenvuelven.
De esta forma, y recuperando la diferenciación que hace Elías entre
cultura y civilización, considero necesario hacer una distinción entre
conciencia ambiental y conciencia ecológica, siendo la primera aquella que
radica en el conocimiento del ambiente dentro de un marco sociohistórico, y
a su vez, determinado por este, o en otras palabras, que implica una
concientización del entorno moldeada por patrones culturales, históricos y
sociales particulares; mientras que por otra parte, la segunda entraría en un
plano en donde independientemente del bagaje cultural, se busque un
equilibrio entre la existencia humana y la existencia natural a partir de una
regulación civilizada, es decir, que a partir de esta conciencia de la
necesidad de un equilibrio se busque romper con las contradicciones
existentes en la relación hombre-naturaleza.
El propósito de esta elaboración teórica es tratar de contrastarla con
un contexto específico y en relación a una problemática ambiental
determinada, para hacer un análisis interpretativo de la cultura ecológica y
ambiental en la actualidad. En este sentido he pensado en abordar la
cuestión sobre el manejo de los desechos humanos, específicamente en lo
que respecta al reciclaje; el contexto sociohistórico estaría situado en la
sociedad contemporánea de la Ciudad de México, aunque por el carácter del
estudio que aquí se plantea, se necesitará una revisión histórica del
reciclaje en el D.F., además de hacer una delimitación mucho más exacta
todavía, ya sea espacialmente (escoger una zona específica de la ciudad) o
bien socialmente (escoger algún grupo social específico).
Pretendo también usar la idea de figuración para entender y tratar de
esbozar la formación de la conciencia ambiental de la sociedad urbana en el
Distrito Federal a partir del proceso de estructuración social e
internalización de los comportamientos respecto al reciclaje en los
individuos que viven en la ciudad.

BIBLIOGRAFÍA Y OTRAS FUENTES

• Elías, Norbert; Sobre el tiempo, FCE, España, 1989.


• Elías, Norbert; “Sociogénesis de la oposición entre cultura y
civilización en Alemania”, “La civilización como transformación
específica del comportamiento humano”, “Bosquejo de una teoría de
la civilización”, en: El proceso de la civilización, FCE, México, pp. 57-
96, 164-209, 447-532.
• Freud, Sygmund, “El malestar en la cultura”, en: Obras completas, (se
desconoce editorial, país y año de edición debido a que son
fotocopias), pp. 3017-3067.
• Korte, Herman; “El gran libro”, en Norbert Elías: legado y perspectiva,
UNAM-UAM-IBERO, 2002, pp. 43-80.
• Marcuse, Herbert; Eros y Civilización, Ariel, España, 1981, pp. 253.
• Zabludovksy, Gina; Norbert Elías y los problemas actuales de la
sociología, FCE, México, 2007.
• Rafael Montesinos, Los usos sociológicos de Norbert Elías, en:
revistas.colmex.mx/revistas/8/art_8_727_4462.pdf
• www.wikipedia.org

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