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UNA MONTAÑA DE ARENA (ON THE ROCK)

“La sangre tiene razones


que hacen engordar las venas
Pena sobre pena y pena
hacen que uno pegue el grito.
La arena es un puñadito
pero hay montañas de arena”.
(Atahualpa Yupanqui)
Por Jorge Coronel

Las venidas de Andrés Calamaro a Paraguay siempre tienen,


en algún punto, un contexto trágico en su concepción. Cuestiones
de fechas, logística o la producción que un buen show lo amerita,
pueden poner en riesgo su concreción. Y la gira Calamaro On The
Rock, que lleva al mundo un repertorio que aborda tanto lo clásico
como lo ecléctico, canciones instaladas y en estreno, no fue la
excepción.

Tras fechas en riesgo, ilusiones, desilusiones, y -otra vez-


ilusiones, el 22 de mayo (a las 22 en adelante) finalmente tocaba
Calamaro (Andrés) en Asunción.

Una Arena Circo reciclada, salida del olvido para convertirse


en palacio del rock, lejos del lado B (on the bachata) de la ciudad,
albergaba miles de almas multitargets que –quizás sin saberlo–
presentían lo que se llegaba.

Ansiedad y expectativa, un público que lo llamaba, y “Jumping


Jack Flash” que abría el encuentro. Fue “El Salmón” decisivo para
hacer saber que era Calamaro –en persona– quien tenía el control
de una llama guaraní condensada tanto tiempo.

Entre las canciones felizmente rescatadas, llegaba “Mi Rock


Perdido”, donde Andrés –en tiempos de Los Rodríguez– intentaba
escribir el rock de los vicios. El de los sacrificios. Los amigos
desconocidos supieron corearla, aunque nada ‘se resuelva en tres
minutos’.

Volviendo al sonido cronológicamente más latente, “Carnaval


de Brasil” desmitificaba a las musas, en unísonos coros que no
daban lugar a dudas de que era un encuentro especial. Menos aún
cuando –por primera vez en el país– tocaba en vivo “Revolución
Turra”. De los estribillos calamarenses más potentes, furiosos,
rebeldes.
“Nunca es igual” (Alta Suciedad, 1997), seguida de “Get Up,
Stand Up”, le daban a la noche un aire mítico que lo mostraron un
poco reacio al exceso de flashes. Señaló necesitar un diccionario
guaraní-español para señalar las virtudes de Diego García en
guitarra.

Ya entonces, desde Honestidad Brutal (1999) llegaba “Más


Duele”, donde habla de eso que no quiere hablar. Con la
presentación de una canción que “habla de sexo”, arrancaba “Out
Put, In Put”, desde el quíntuple “El Salmón” (2000).

Una banda sólida, cada vez más potente, que no… nunca toca
de oído. Con cambio de guitarra, y aire casi espiritual, en la noche
del sábado sonaba “Comida China”. Otra obra de arte felizmente
llevada al éxtasis del vivo. “Mañana será un día igual… un domingo
con periódicos, normal”.

El primer estreno de la noche: “Los Divinos”, donde Andrés


plantea una filosofía del tiempo y las distancias, en un clímax casi
espiritual. Con “Para vos, morocha”, arrancaba “Tuyo Siempre”, esa
canción oscura de “El Salmón” que supo vestirse de cumbia para
hacer bailar al mundo.

“Ahora voy a planear mi propio secuestro…”, lanzó, sin tardar


en explicar: “(¡en Paraguay!)”. La emoción guaraní se supo hacer
sentir, y la fidelidad incondicional del calor guaraní. “A ver si por ley
o decreto podemos volver cada mes… ¡o cada sábado!”.

“All You Need Is Pop”, otro rescate del quíntuple Salmón, y


“Walking On The Moon” de The Police. Con la aclaración, en tono
de decepción, de “¡es de Sting!”, seguía un Andrés inspirado,
cómodo, demostrando su brillante rol de frontman, con guiños,
ironías o gags.
Estallido. Situación de fútbol. Locura. Eso pasaba con “Mi
Enfermedad”. Una explosión que mostró a los más infieles festejar
esa fiesta de rock. Con euforia también llegaba “Todavía Otra
Canción de Amor”, escrita mano a mano con Joaquín Sabina en
épocas de “Los Rodríguez”. “Cantar es disparar contra el olvido”.

Qué mejor retrato del calor de sus brasas que la balada


salmónica existencial: “Para Seguir”. “Ya estoy yo para grandes
canciones, para revelar emociones, para gloria matinal”. Mágico.

Recordando el complicado momento que está atravesando


Cerati, Calamaro dio su voz: “No puedo seguir sin pensar un
instante en Gustavo Cerati…”. Generó, de inmediato, un fervor
masivo.

Volviendo a lo que mejor sabe hacer: buen rock & roll con una
sólida estructura melódica como base, llegó “Me Envenenaste”.
Otro estreno On The Rock que –valiente– supo conquistar en plan
debut.

Como “la ranchera de cordillera”, “la ranchera más posta de


todo México”, presentaba “Te Solté la Rienda”, aclamada y,
sorpresivamente, acompañada por los paraguayos casi en su
totalidad.

Volviendo al ardor masivo de su lengua popular, llegaba “Te


Quiero Igual”, éxito desprejuiciado de Honestidad Brutal (1999) y la
mejor rima del rock en español. Se hizo presente el espíritu Marley,
en versión explosiva de “No Woman No Cry”.

El ardor guaraní renacía una vez más con los pogos de “Los
Chicos” y el incendio colectivo de “Alta Suciedad”, que después
dieron lugar al clímax de “Ansia en Plaza Francia”, previa charla y
anécdota suite Cacho Fontana.

Como si todo lo anterior fuera poco, vimos levitar a AC que


hacía volar a Asunción al vuelo de “Paloma” (con acoso de fanática
incluido).
Andrés, en sobredosis de afecto con acento paraguayo, estaba
inspirado, extasiado, envenenado del placer de tener en sus manos
el sentimiento de su pueblo… que ya se llama mundo.

En “Estadio Azteca”, un coro masivo en fervor religioso, y un


grito final que rezaba: “¡Nada es casualidad!”.

Un “Crímenes Perfectos” generacional, multitarget, que –para


sorpresa de Andrés– se valió la pasión de un (hombre) fan
apasionado.

Después de mostrar su luz de compositor hacedor de


emociones, volvió al intérprete devorador de canciones con
“Volver”, y el tango en alto.

Terminando una historia que no quiere un final, sonaba una


“Flaca” popular en inefable frenesí. Y así veíamos a un Calamaro
que, simplemente, ¡no quería irse! y se sentaba a matear como un
gaucho noble, de rock. Un gaucho argento en sagrada asunción que
sabía muy bien que esa noche sería parte de esos cuentos que se
guardan y se cuentan a uno mismo.
Para volver a vivir… Para No Olvidar.
“Con el espíritu de comunidad y colaboración mercosureña,
Asunción se presentó como multitud emotiva y enamorada,
todo salió bien y nos quisimos,
nos llevamos un poco de aquello que dura para siempre,
sabemos que esto es "vivir dos veces",
Paraguay dulce y sus secretos
que jamás voy a conocer,
Asunción y sus tesoros encontrados,
y la armada brancaleone
con su custodia de motos
y un coro de cámaras
que quieren secuestrar un instante”.

“Es imposible sentirse mejor


o pedirle más a la vida
o al publico
o a los compañeros
Asunción sabe como corresponder la entrega
con más entrega
profunda”
(Andrés Calamaro).

¡GRACIAS, ANDRÉS!
www.jorgecoronel.com
www.twitter.com/jorgecoronel

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