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Venezuela: los retos de la vía democrática al socialismo (2)

Jesús Sánchez Rodríguez

En el artículo anterior habíamos señalado los cuatro núcleos de problemas que


creemos vitales para la vía político-institucional de transición al socialismo. El primero
de ellos es el de la actitud a mantener con las clases medias.
El problema de las alianzas no es privativo de la actual revolución bolivariana o
de la chilena, sino absolutamente de todas las revoluciones o incluso de cualquier
actuación política en una situación estable. Muchos autores se han ocupado de este
tema reconociendo que los sistemas de dominación en estructuras sociales complejas
se basan necesariamente en algún tipo de alianza de clases.
En otras experiencias revolucionarias, exitosas o no, las alianzas han tomado
diferentes formas, acuerdos entre fuerzas políticas y sociales, frentes, o inclusión en el
programa de un partido de los intereses de otras clases de aquella a la que
genuinamente representa. En muchos casos dichas alianzas se fueron decantando a lo
largo del proceso y los antiguos aliados coyunturales terminaron enfrentándose
finalmente; por ejemplo cuando una alianza acaba con una dictadura y se abre el
período de definición del nuevo régimen que la debe sustituir.
Históricamente, las revoluciones socialistas que obtuvieron un éxito más o
menos largo en el tiempo tuvieron en general dos características definitorias; la
primera, que tuvieron lugar en países atrasados donde la clase más numerosa era la
campesina ( no vamos a decir que las excepciones de Alemania oriental y
Checoslovaquia son las que confirman la regla, porque el papel jugado por el ejército
rojo hace que las revoluciones en Europa oriental no fueran fruto de sus propias
fuerzas, con la excepción evidentemente de Yugoslavia); la segunda, que se
desarrollaron mediante procesos insurreccionales derivados de la lucha contra una
dictadura o un ocupante exterior o la participación en una guerra general. Por lo tanto,
el problema de las relacones con las clases medias empezó a ser tratado con cierta
profundidad por las fuerzas que tenían voluntad transformadora socialista solo en dos

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coyunturas históricas peculiares. La primera fue la de los partidos comunistas que
actuaban en sociedades desarrolladas, en ausencia de situaciones insurreccionales y
con democracias liberales asentadas que gozaban de una gran legitimidad popular,
dando lugar al fenómeno que se conoció como eurocomunismo. La segunda coyuntura
fue la del período del gobierno popular chileno. En el primer caso las estructuras
sociales de esas sociedades eran totalmente diferente de las sociedades de los países
donde tuvieron lugar las revoluciones socialistas, ahora el campesinado era marginal y
las clases medias tenían un peso fundamental. En el Chile de principios de los años 70
el campesinado aún era muy importante junto a otros sectores populares, pero existía
una clase media - diferente en su composición de la existente en un país desarrollado
actual - que fue la base social fundamental de oposición al proyecto de la UP.
Por lo tanto, la preocupación principal de las revoluciones exitosas fue, en el
terreno de las alianzas, sus relaciones con el campesinado, y en el terreno de la
transición al socialismo los problemas derivados de una situación en la que el
problema del poder ya había quedado resuelto con la derrota de las clases dominantes
anteriores y el control del Estado. Salvo en Nicaragua, el tipo de dominación levantada
por los revolucionarios victoriosos suprimía la posibilidad de sufrir derrotas
electorales. Las amenazas a las que hacían frente provenían de intentos de invasión
exteriores, de bloqueos, sabotajes, etc., para cuya respuesta contaban con el control del
nuevo aparato del Estado.
A pesar de estas fundamentales diferencias con el proceso venezolano actual y
del fracaso de la mayoría de aquellas revoluciones, todavía se encuentran sectores que
siguen acudiendo a dichas experiencias en busca de ejemplos u orientaciones para cada
una de las coyunturas actuales de la revolución bolivariana. Creo sinceramente que es
más útil estudiar los argumentos, debates y experiencias que tuvieron lugar tanto en el
campo eurocomunista como en la revolución chilena, aunque en ninguno de los dos
casos se saldasen con éxitos prácticos, porque la naturaleza de los tipos de problemas
que enfrenta la revolución bolivariana son más parecidos a estas experiencias que a
aquellas. En este sentido es curioso que se hable de “socialismo del siglo XXI”, con un
carácter bastante nebuloso aún, pero con la decidida intención de desmarcarle de las
experiencias fracasadas del “socialismo realmente existente”, y no se hable, por
ejemplo, de una “vía al socialismo del siglo XXI”. Creo que no es necesario inventar
más términos, la experiencia venezolana encaja en la conocida como “vía político-
institucional” o “vía democrática” al socialismo”.

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Por supuesto, hay una tercera línea de análisis que viene comparando la
revolución venezolana con otras experiencias populistas en América Latina del que nos
hemos ocupado en el trabajo citado sobre la revolución chilena1 . Pero no es el objetivo
de estos artículos polemizar con ninguna de esas dos líneas de experiencias históricas,
sino centrarme fundamentalmente en hacer dicha comparación con la experiencia
chilena.
En Chile el problema que representaban las clases medias para el proceso
revolucionario en marcha era doble, de un lado fueron movilizadas intensamente y con
carácter insurreccional contra el gobierno Allende en dos momentos claves, el primero
en octubre de 1972 y el segundo a partir de junio de 1973. Sus acciones buscaban crear
el caos para hacer retroceder al gobierno o provocar la intervención de las FFAA. En
este sentido la experiencia chilena y venezolana son similares; en esta última hemos
visto las continuas movilizaciones que ha impulsado la oposición, el papel que jugaron
en el paro de diciembre de 2001, en el desencadenamiento del golpe de Estado frustrado
en abril de 2002, o su papel en la huelga petrolera iniciada en diciembre de ese mismo
año. También se asemeja con el Chile de la UP la reacción del movimiento popular, que
toma la iniciativa para contrarrestar los intentos subversivos de la oposición, incluso por
delante del gobierno.
Voy a hacer uso de un párrafo utilizado para describir la situación en el Chile
de 1970-3 que creo que es completamente pertinente para la actual situación: Si el
gobierno de Chávez está determinado a poner en práctica su programa y abrir, así, el
camino al socialismo, la oposición, por su parte, muestra una clara voluntad de hacer
abortar la experiencia del gobierno bolivariano a cualquier precio. La secuencia
presenta casi una imagen en negativo de lo que durante más de un siglo había sido la
relación entre la burguesía y el proletariado. Ahora las clases populares ocupan
algunos aparatos del Estado, que no todo él, y se defienden desde la legalidad de la
acción insurreccional de la burguesía. Y decimos que la imagen negativa no es total
porque es evidente a primera vista algunas de las importantes diferencias existentes, la
burguesía además de su actividad insurreccional centrada especialmente en las clases
medias, sigue controlando y utilizando importantísimos resortes contra el gobierno

1
Sánchez Rodríguez, Jesús, Reflexiones sobre la revolución chilena, págs. 236-237,
http://www.purochile.org/reflexiones.htm

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bolivariano como los medios de comunicación, el poder económico o el entorno
internacional.
Pero en Chile, además, las clases medias representaban la base electoral
principal de los partidos que bloqueaban desde el parlamento el desarrollo de las
medidas que impulsaba el gobierno, sobretodo las relacionadas con el Área de
Propiedad Social. En este aspecto las dos experiencias revolucionarias difieren.
Mientras el gobierno de la UP controlaba la Presidencia no le ocurría lo mismo con el
parlamento, esto provocó profundos debates en el seno de los partidos que conformaban
la UP sobre como tratar la relación con las clases medias. En Venezuela, el bloque
electoral opuesto a la revolución bolivariana había venido siendo derrotado hasta esta
última consulta y, tanto por los resultados electorales como por los errores de la
oposición, el gobierno de Chávez no se ha tenido que enfrentar a la situación de
obstrucción legal como la que bloqueó al de Allende. Sin embargo, con el actual
resultado la oposición ha obtenido por primera vez una victoria de poco más del 50%,
este resultado es de por sí importante no solo, y principalmente, porque bloquee la
reforma de la Constitución y las consecuencias que conlleve, sino porque, como se
puede consultar en la tabla del anexo final, confirma una tendencia electoral creciente
de la oposición a partir de la aprobación de la Constitución de 1999, en tanto los
resultados del campo chavista tienen una tendencia porcentual descendente, con una
ruptura de estas tendencias en las elecciones presidenciales de diciembre de 2006 .
Es difícil hacer pronósticos claros para el futuro a partir de estos datos, pero no
se pueden negar las tendencias, y lo más fructífero sería estudiar con más profundidad el
período entre diciembre de 2006 y diciembre 2007 para saber a que se debe ese cambio
brusco de tendencia y si puede ser reversible y en que condiciones. Algunas de las
explicaciones adelantadas en ciertos artículos sobre la agresividad y manipulación de la
campaña por la oposición o sobre males endémicos en el campo chavista ya existían en
comicios anteriores donde el Presidente Chávez y sus partidarios salieron victoriosos. El
debate está siendo interesante, pero quizás se esté escamoteando el núcleo del problema.
Por lo tanto, cabe la posibilidad que también se empiece a acercar en este
aspecto la experiencia venezolana a la chilena. En este sentido, desde un punto de vista
electoral y su proyección en el control de las instituciones del Estado, puede empezar a
ser un problema para la continuación de la vía político-institucional de avance al

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socialismo que se ensaya en Venezuela2 . Parece evidente que se necesitan sumar más
apoyos al proceso transformador o, al menos, conseguir la neutralidad de sectores de la
clase media, buscando evitar en última instancia la inclinación hacia el campo de la
contrarrevolución del máximo numero de estos sectores.
Si se ensaya esta última opción de atraer segmentos de las clases medias,
entonces la discusión se centraría en cuales son los límites de las posibles concesiones
a realizar para no bloquear ni desvirtuar el proyecto socialista. Tema espinoso, porque
en Venezuela se reproducirán similares posturas a las de Chile aunque con una
correlación entre ellas muy diferente. Entonces los partidarios de una solución rápida y
clásica - según el modelo bolchevique - al problema del poder, (MIR, parte del PS) es
decir, los partidarios de pasar a la dictadura del proletariado según el modelo original
soviético, los que denostaban la vía chilena al socialismo, consideraban intrascendente
intentar ganar a la clase media; en tanto que el sector hegemónico de la UP (PC,
allendistas del PS) buscaba alguna forma de entendimiento sin conseguirlo, debido
especialmente a la posición de fuerza en la que se encontraba sobretodo la DC. En
Venezuela, sin embargo, la situación era muy diferente hasta la celebración de este
referéndum, las fuerzas con posiciones similares al bloque rupturista de la izquierda
chilena no parecen muy importantes; y los representantes sociales y políticos de la
clase media en la oposición no disponían de posiciones de fuerza en las instituciones
electivas. Hasta que punto este último dato ha variado es una cuestión difícil de
dilucidar en este momento, pero evidentemente ha cambiado.
La pregunta clave en relación con este tema es muy clara y definitoria: con los
porcentajes de población oponiéndose a la revolución que se constatan en el anexo
¿son necesarias modificaciones en los modos y en los tiempos para proseguir la vía
institucional al socialismo?, y en caso de una respuesta afirmativa ¿en que deben
consistir?.
Los escenarios futuros tras el resultado del referéndum son inciertos, uno de los
fundamentales, nadie lo duda, es la posibilidad o no de un nuevo mandato para

2
Por ejemplo Heinz Dieterich en el artículo Venezuela.¿Puede triunfar el socialismo del siglo
XXI? (www.rebelion.org 03/08/2005) aludía a que uno de los peligros más graves para la continuación
de la revolución bolivariana era el que Chávez tuviera que dejar de ejercer sus funciones de líder del
proceso por diferentes razones, y éste es uno de los escenarios posibles que se ha abierto con el rechazo
de la reforma constitucional.

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Chávez, rechazado con la derrota de la actual reforma constitucional. La continuación
de la vía democrática al socialismo, la única deseable y posible, tiene que saber
resolver estos interrogantes clave.
A modo de conclusión de este segundo artículo me gustaría hacer un resumen
apretado del análisis contenido en mi estudio sobre la revolución chilena en relación
con este tema para aquellos que no hayan tenido oportunidad o tiempo de leerla,
aunque recomendaría mejor la lectura de las obras de los autores y protagonistas de
aquella experiencia que reflexionaron al respecto (Altamirano, Garcés, Bitar, Cancino,
Marini, etc.).
Entre los que fueron totalmente escépticos sobre la posibilidad de atraer a la
clase media se encuentra Altamirano3 , para quien el tratamiento de las clases medias es
uno de los problemas "más complejos y controvertidos" para toda experiencia
revolucionaria. Su análisis de estos sectores está cargado de rasgos negativos, que les
presenta como unos aliados imposibles del proletariado en sus proyectos
transformadores. Piensa que la actitud de entonces de las clases medias chilenas
respondía a un comportamiento general; que por encima de cualquier promesa o
decisión legal que busque tranquilizarlas, las tensiones y la inestabilidad propia de un
proceso de cambio van a ser las que definan su actitud. Su conducta se orienta más a
garantizar la seguridad de su forma de vida, vinculada a los valores burgueses, que a
obtener beneficios inmediatos. Considera que las capas medias son en todo el mundo
"una parte integrante del bloque ideológico de la burguesía" y que, sin duda, quebrar
ese bloque es uno "de los desafíos de mayor trascendencia que enfrenta el movimiento
revolucionario contemporáneo". Y se termina preguntando dónde se ha dado alguna
vez una alianza entre el proletariado y las clases medias para un proceso revolucionario
emancipador, o, donde los partidos obreros han aglutinado alguna vez un bloque social
que represente a más de 50% de la población4 . Como es conocido, Altamirano fue uno
de los dirigentes que no creyó en el segundo modelo de transición al socialismo que
defendió Allende.

3
Altamairano, Carlos, Dialéctica de una derrota I, op. cit., págs. 31-7
4
Evidentemente, hasta este último referéndum el proyecto bolivariano, y, sobretodo su líder,
venían obteniendo porcentajes bastante superiores al 50% de los votantes, lo que representaba otra de
sus muchas peculiaridades respecto a experiencias anteriores. Pero también es cierto que su propósito de
pasar al socialismo, al menos como declaración de intenciones intensamente repetida solo ha tenido
lugar a partir de su victoria en las elecciones de diciembre 2006.

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Una visión más optimista es la dos autores que si creyeron en la vía propuesta
por Allende, Garcés5 y Bitar. Para el primero, un problema fundamental era el de aislar
social, política y militarmente a las fuerzas conservadoras de manera que no pudieran
utilizar el expediente de la guerra para evitar el cambio.
Esto suponía ser capaz de diferenciar entre los sectores que pueden ser aliados y
los que son antagónicos. La coexistencia o alianza con los primeros significa reconocer
sus intereses y ser capaz de integrarles en el proyecto de transición. El fracaso en ésta
tarea lleva inevitablemente, en un proceso de creciente polarización en todos los
terrenos, a que los sectores medios no socialistas terminen aliados con los sectores
conservadores enemigos de la transformación socialista y, de esta manera, se produzca
un crecimiento del campo contrarrevolucionario.
Bitar6 , por su parte, terminó señalando el conjunto de obstáculos de tipo
económico, social e ideológico que obstaculizaron la concreción de la alianza a la que
el gobierno de la UP aspiraba y, que terminaría por situar en el campo de la
contrarrevolución a la mayoría de los sectores medios: en unos casos parece tratarse de
errores imputables a la UP y, por tanto, susceptibles de ser sorteados; en otros casos,
eran obstáculos insalvables en el supuesto de mantener el rumbo revolucionario de las
transformaciones. Entre los obstáculos insalvables se encontrarían la actitud de las
profesiones liberales o los profesionales-funcionarios, con valores y estilos de vida
basados en expectativas de progresión individual, o la de los pequeños y medianos
empresarios que viven del sector obrero superexplotado y temen los planes estatales
sobre la modificación del sistema de propiedad o, la participación y el control de los
trabajadores en las empresas.
En realidad hay que reconocer que en relación con estos últimos obstáculos
ninguno de los analistas situados entre los partidarios del mantenimiento de la alianza
con los sectores medios ofreció soluciones claras.

5
Garcés, Joan E., Allende y la experiencia chilena, Ariel, Barcelona, 1976
6
Bitar, Sergio, Transición, socialismo y democracia. La experiencia chilena, Siglo XXI
Editores, México, 1979.

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Anexo: Cuadro evolución principales consultas electorales

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