Elextranjero es sin dude ta primicra novela elfsica de In pos-
mugrta (W Ja considero primera, no solamente por su fecha, isino
también por su calidud!). Pudlicadn en 1942 y lelda por todo el
mundo en los tiempos que s'guieron 4 Ia Liberacién, esta poquena
novela te dio ensegniita la gloria a Athert Camus; aos apegwnos a
ella como a una de esas obras perfectas y significmtivas que surgen
en ciertas bisngeas ce 4a historia pres seatne una rapture y cesunir
lira nueva sensibilicad. Nadie protests, {ado el mando fi eongutis-
ado, y casi cnamorndo, La apaticién de J extranjere fue wn hecho
social, y su exilo tuyo tania consistencin socinisgicn coino fa in
vencidn dle Ia pila clécirica o Ia de ta prensa de} carazén,
En aquel entonces tnt vez mas gue ahora, el Tibro parceta sost-
nor una Hilosofia aveva, la de! absutdo. Fin aqnie! momento, el mito
de la conviencia desorientada estaba acuajandon, se solidifieabs.
posaba de [a plome de los preeursores al consumo del gran pibliee
iniclectual: Kierkogaard, ef existencialismo alemén, Kafka, los he:
‘elistes no-tcamericanos, Sarre, toda una constelacién de pensieo
res 0 de creudores provenientes de origenes v de épocas diversas seréunfa desordenadamente en fa conciencia del pliblico para definir
en ella un nuevo mito de [a libertad: el hombre privado de sus coar-
tadas. Apartado por su lucidez de sus refugios anteriores (Dios, la
Razén), arrojado sin qvererlo a una soledad tan grande que hasta
Ja fecha no habia podido mirarla a fa cara, en cla es constierte sin
embargo, hasta la tragedia, de su Solidaridad con un mumilo que ne
comprende.
Con su aparicién, &! extranjero pudo constituir una especie de
«resumen» de todos esos temas: su hérac, Meursault, colocado en
la cotidianidad mds mediocre, la del modesto empleado, no se re-
holy de ningiin modo contra ella; acepta sin vacilar sus servidum-
bres y realiza todos los actos aparentes de! confermismo social, in-
efuso satisface tos ritos de los grandes sentimientos, la filialidad, la
amistad, Pero todo este gestuarto de la pasividad, Meursault lo asu-
mé én una especie de estado secundario, el de una indiferencia fun-
damental ante las razones del mundo. Por cjemplo, Meursault en-
tierra a su madre, pera en cada gesio convencional que efecitia, deja
ver la fisura del ritual; consienle la escena, pero no ta coartada 10-
ral que todos quieren prestarle. Y eso es precisamente fo que fa so-
ciedad no le perdona: a un Méurgault rebelado, la sociedad to habria
combatido, es decir, adinitida; un Meursault opaco es el mundo
puesto en tela de juicio, y la soctedad solamente puede rechazarlo
con el m4s vivo horror, como un objeta manchado por su propia al-
teridad, como el grumo intolerable de un mundo que solamente se
soporta en familia y que se siente amenazado de toreerse ante la mi~
nima mirada extranjera que vea posarse sobre ct.
Por Jo tanto, lo que Meursault hace cesar con su: mirada es una
complacencia; su silencio sobre las buenas razones del mundo es
puro, a tal punto qué lo retira dé una complicidad y deja ante él el
mundo at descubierta: cl mundo se convierte en el objeto de una
mirada, y eso es lo que el mundo no puede tolerar: cuando Meur-
Sault sé convierta én Un asesing, Su proceso no séré tante ¢] de wn
acto como el de una mirada; en Meursault se condena al mirén, y
no aj criminal. Comprendemos que esta promocién del hombre
—totalmenté nueva porque es distancia de la Mirada, y ya no re-
belidn del Gesto 0 de la Palabra, como en la mitologia romantica,
nietzscheana o revolucionaria— haya podido concordar con los
grandes temas de la nueva filosoffa; aqui como alli, el hombre no
abandona la sociedad por Dios, nia Dios pore) Mat, ni lo uno y
ES EXTRANJERO, NOVIELA SOLAR. . VW
lo otro por une utopia: el hombre permanece en su lugar, solidario
de un mundo en ¢! que $¢ encuentra sin embargo absolutamente
solo.
Naturalmente, este tema nuevo necesitaba un relato nuevo,
Presto que la singularidad de Meursault se debe a Ja discordancia
de sus gestos y de sus miradas, ¢/ acto se promueve al rango de uai-
dad fundamental del tiempo navelesco, y ya no las razones del ac-
to, como én Ia psicotogia de [a novela tradicional, Meursauli no es,
hablando con propiedad, ni actor ni moralista: no discurre sabre lo
que hace; efectia los gestos de todo el mundo, pero esos gestos fa-
miliares estan privados de razones, de coartadas, de modo que fa
brevedad misma del acto, stt afalia de briflon, es lo que revela la so-
ledad de Mevrsault, Camus ya no nos propone un acto en ecos, un
acto enteramente enviscado en fa capa de las cosas, de las justifica-
ciones, de las consecuencias y de Jas duraciones, sino un acto puro,
inconsecucnte, s¢parado de sus vecinos, lo bastante sdlido para ma-
nifestar una sumisién al absurdo del munde y to bastante breve para
hacer estallar un repndio a comprometerse en ilusorias jwstificacio-
nes de ese absurdo,
Hace diez aiios, a actualidad de El extranjero era clamorosa
Hoy en dia, este pequefio libro, vertido en esa forma que tanto apre-
cian los franceses, la novela densa y menuda como una joya (La
princesa de Clewes, sidalphe), posee un poder ain intacto. Sin du-
da, el caniino trazado cntonees por Camus ha sido hollado por mu-
chos; toda una literatura dlazarenan, segin fa palabra exacta de
Cayrol, sc ha desarrollado, dandole af hombre, creyente o no, ta
inocencia, la sabiduria y la soledad de un cesucitado, Y sin embar-
go £f extranjero es todavia wna obra fresea, ¢ste libro resplandece
allende los mundos que pudieron acompatiar su aparicién.
Hace poco fo relela, y me liamaba la atenciéii lo que Péguy ba-
bria Namado, con un término lavdatorio, su «envejecimienton: la
obra envejece bien, madura, sigue el tiempo y deja aparecer, poco a
poco, poderes ocultos. Hace diez afios, acaparado como muchas
otros por la tesis del momento, habia visto sobre (ado su adinirable
silencio, que ta igualaba con las grandes obras clasicas, todas e!las
preoducidas por un arte de la Iftote. Ahora, a mis ojos, se descubretodo un calor enella, y un lirismo que sin-duda se habria reprocha-
do menos a las obras posteriorés de Camus si se lo huhiese sabido
entrever en su primera novela,
Lo que hace de &? extranjero una obra, y no una tesis, es que
en ella el hombre Se encueatra provisto, no solamente de una mo-
ral, sino también de wy humor. Meursault es un hombre carnal-
ménté sonsetido al Sol, y creo que hay que entender esta sumisidn
en un sentido casi sacro. De) mismo mado que cn las mitologias
antiguas 0 en la Fedra de Racine, ef Sol es en este caso una expe-
riencia tan profunda del cuerpo que se convierte en su destino, Aa-
ce historia, y dispone, en Ja duracién indiferente de Meursault, al-
gunos Momentos generadores de actos. Los tres episodios de le
novela (el entierro, ta playa, el proceso) estén dominados por esa
presencia det Sol; e! fuego solar funciona con ef rigor mismo de la
Necesidad antigua.
Como en toda obra auténlica, el clemento milico no cesa de de-
sarroilar sus figuras, y no es, hablando con propiedad, un mismo sol
€} que guia a Meursault en los tres momentos de su relalo, BI sol fu-
nerario del principio no es visiblemente mas que la condicién de un
enviscado de la materia: sudor de los rostros o ablandamiento del
alquitrdn de Ja carretera térrida por la que circuia ta comitiva, todo
es imagen de un medio pegajoso; Meursault no se despega mas del
So} que de tos mismos ritos, y el fuego solar tiene fa funcion de
ajumbrar y de enviscar ef absurdo de Ja escena, En la playa, otra fi-
gura del sol; éste no fluidifiea, sino que endurece, transforma toda
materia en metal, el mac en espada, Ja arena en accro, el gesto cn
asesinato: él sol es arma, lamina, triangulo, mutilacién, se opone a
la came blanda y sorda del hombre. ¥, Finalmente, en la audiencia
en que se jlizga a Meursault, un sol seco, un sol-palve, el raya ve-
tusto del hipageo. .
Esta mezcta de so] y de nada sostiene el libro a cada palabra:
Meursault no solamente se enfrenta con una idea del mundo, sino
también cov una fatalidad ~el Sol— extensiva a todo un orden an-
cestral de signos, pues en este caso el So! Io es todo: calor, adorme-
cimiento, fiesta, Iristeza, potencia, locura, causa e iluminacion.
Por otra parte, esta ambigtiedad entre el Sol-Calor y el Sol-Lu- _
cidez es la que hace de El extranjero una tragedia. Como en e} Edi-
po en Colona o en et Ricardo JI de Shakespeare, fa conducta de
Meursault se duplica con un itinerario carnal que nos ala a su mag-
EL EXTRANJERO, NOVELLA SOLAR 79
niftca y fragi! existencia. La novela se fimdamenta asi, no solamen-
te en filosofia, sino también en literatura: diez afios después de su
publicacién, algo en este libro sigue cantando, algo sigue desga-
srndonos, y ése es cieriamente el doble poder de tada belleza.