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Los votos en Venezuela no valen lo mismo

¿Por qué para ganar un diputado en Caracas o en Valencia se necesitan más


votos que en Apure o en el Delta?

Esta es quizás la clave más importante para entender cómo en Venezuela una fuerza política
pudiese tener mayoría de votos a nivel nacional y aún así, tener menos escaños en la próxima
Asamblea Nacional que se elegirá en septiembre.

Sí, parece una contradicción: ¿Cómo se puede explicar que con un triunfo en término de votos,
una fuerza política pueda ser minoría en el Parlamento? ¿Es esto posible? La respuesta es: sí, es
bastante factible que ese escenario pueda estarse gestando para el próximo 26 de septiembre y
puede explicarse en gran parte por una razón: los votos en Venezuela no valen lo mismo, existe
un desequilibrio entre las zonas más pobladas y despobladas del país y el número de
parlamentarios que ellas escogen.

Déjenme explicar primero cómo funciona el desequilibrio. Luego explicaré en detalle cuáles son las
implicaciones en términos de la conformación de mayorías o minorías parlamentarias.

Desequilibrio estructural

Para este 26 de septiembre las batallas electorales en las grandes ciudades representan en
término de votos, un desafío mayor si se les compara con el esfuerzo de movilización que tienen
que realizar los candidatos ubicados en las zonas rurales. Veamos un ejemplo muy sencillo que
compara a un circuito de la capital de la República con uno del rural Estado Apure.

En la circunscripción número 3 del Distrito Capital (conformada por las parroquias San Agustín,
San Pedro, San José, San Bernardino, Candelaria y El Recreo) que elige un diputado nominal,
están habilitados para votar 292.237 electores. En circunstancias más o menos normales y
asumiendo un 70% de participación, un candidato para salir electo (51% de los votos) debería
obtener aproximadamente 104.000 votos. Por su parte, en la circunscripción 2 del Estado Apure
(conformada por los Municipios Achaguas, Pedro Camejo y Biruaca), que elige también un
diputado nominal, están habilitados para votar 87.508 electores (un 30% de los electores del C3 de
Caracas). Con el mismo nivel de participación (70%), un candidato saldría electo con 31.000 votos.
Con un tercio de los votos, se obtiene el mismo trofeo: un escaño en el Parlamento Nacional.
¿Aprecia las diferencias? Es cuestión de simple matemática… y diseño institucional.

Utilicé estos dos circuitos de manera arbitraria, pero usted podría hacer el mismo ejercicio tomando
cualquier otro ubicado en las grandes urbes como Caracas, Maracay, Valencia, Barquisimeto,
Puerto La Cruz, Maracaibo y comparándolo con otro ubicado en Apure, Cojedes, Delta Amacuro,
Portuguesa, Sucre o Trujillo. En la inmensa mayoría de los casos –con muy pocas excepciones-
llegará a la misma conclusión.

Este desequilibrio en el que el unas circunscripciones tienen menos población que otras y por lo
tanto el “valor del voto” es distinto, se conoce técnicamente en Ciencias Políticas como
“malapportionment”. Es un fenómeno ampliamente estudiado y existe en muchos países, pero en
Venezuela es cada vez mayor, afectando el principio de igualdad política.

Para quien piense que esta es “otra trampa” en estas elecciones, pues le advierto que al menos la
misma no es nueva. Esta situación no es nueva, tenemos ya poco más de una década
arrastrándola y comenzó exactamente el 15 de diciembre de 1999 con la aprobación de la nueva
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que consagra un sistema unicameral.

Una década en la que unos votos valen más que otros

La Constitución vigente que eliminó la Cámara del Senado, lo hizo, según los registros de los
diarios de debate de la antigua Asamblea Nacional Constituyente, para evitarle gastos innecesarios
a la República y así “disminuir la burocracia”. El pequeño detalle que se obvió es que la Cámara
Alta es la que representaba a las regiones en situación de paridad, mientras que la Cámara Baja
es la que representa al pueblo.

Hasta 1998, todas las entidades territoriales elegían dos senadores. De este modo un senador del
Estado Zulia tenía tanto peso como uno del Estado Amazonas. La Cámara Baja (Diputados) por su
parte, era elegida sobre la base de pesos poblacionales y por tanto, los Estados con mayor
población evidentemente elegían mayor número de parlamentarios. Por ejemplo, en 1998 el Zulia
elegía 24 diputados, Miranda 19, Carabobo 16 y el Distrito Federal 15; mientras que Amazonas,
Apure, Cojedes, Delta Amacuro, Nueva Esparta y Vargas escogían cada uno sólo 3.

La nueva Constitución, para “corregir” ese desequilibrio entre los estados más grandes y los más
pequeños, ideó un sistema de integración de la Asamblea Nacional en el que se determina una
base poblacional del 1,1% para conocer cuántos diputados se escogen por entidad territorial y
además, sin importar el tamaño del Estado, se escogen adicionalmente tres diputados. Por eso el
Zulia escoge 15 diputados y Apure 5 diputados.

En mi modesta opinión, ese problema de estados grandes vs. Pequeños no es resuelto


efectivamente y perjudica notablemente el valor del voto. Se supone que los diputados del Zulia
representan a 3.825.601 venezolanos y los de Apure a 508.320. La relación es de 7,5 a 1. Si se
aplicara el principio de igualdad, el Zulia debería contar con más de 35 parlamentarios. Este es un
grave problema de diseño institucional que esconde además un profundo desconocimiento del
sagrado principio en el que el voto de una persona debe valer tanto como el de cualquier otra.

Así, en las elecciones del año 2000 y las del año 2005 este fue el esquema empleado y también
aplicará por supuesto a las del próximo 26 de septiembre. Hasta tanto no haya un esquema de
Reforma Constitucional que revise esta terrible situación, el desbalance permanecerá. Por ahora,
estas son las “Reglas del Juego”.

Para tener clara la magnitud de lo que estamos hablando, vea un momento el mapa político
territorial de Venezuela que coloco más abajo. En términos del total de electores, los 9 Estados
más grandes del país concentran el 67% del electorado pero apenas escogen el 53% de los
escaños (87 diputados). El país más despoblado representa el 33% del Registro Electoral
Permanente, pero sin embargo escoge el 47% de los diputados (78 diputados).

¿A quién favorece ese 14% desproporcionalmente adjudicado a las zonas con menor población?,

¿Cuáles son las posibles consecuencias políticas?

Implicaciones Políticas

Revisando la historia electoral de los últimos 12 años salta a la vista una conclusión obvia: la
Venezuela más rural tiende a votar mucho más por el chavismo. Mientras que en zonas urbanas
las diferencias podrían ubicarse entre 10 y 15 puntos (en algunas zonas quizás menos), en
Estados como Amazonas, Portuguesa o Cojedes las diferencias pueden ser de 30, 35 o hasta
40%. Revise los resultados y verá con frecuencia como entre un candidato chavista y uno opositor
los resultados pueden ser 65 a 35 o hasta 70 a 30.

Este problema se agrava porque está comprobado que históricamente la “presencia” de la


oposición en las mesas de estas zonas apartadas y municipios rurales ha sido escasa y en algunos
momentos hasta nula, por lo cual se deduce que en esos centros en los que no se defienden los
votos, las brechas se amplían y la situación es aún más crítica. No obstante, encuestas pasadas y
recientes efectuadas en estas entidades territoriales demuestran que ciertamente la oposición está
muy lejos del chavismo en términos de preferencias electorales.

¿En qué se traduce esto? Pues en algo terrible: perder en muchos de estos estados significa
potenciar esa distorsión que ya hemos señalado y que en el pasado ya ha ocurrido.

El 2 de diciembre de 2007, el referendo para la Reforma Constitucional lo pudo ganar la oposición


no sólo por la abstención en las filas chavistas sino porque ganó en los principales estados. Como
la circunscripción era nacional, no había problema: todos los votos valían lo mismo. Sin embargo,
si uno modelara y proyectara los resultados en términos de escaños a la Asamblea Nacional
utilizando las circunscripciones actuales y los resultados de esos comicios de hace tres años, el
resultado es aterrador: el chavismo obtendría 90 curules (55%) y la oposición 74 (45%). Es decir,
aún con el 51% de los votos, el sistema castiga y te convierte automáticamente de mayoría
electoral a minoría parlamentaria.

Por ello, como dije al principio: Sí, es factible que el escenario en el que una fuerza política gane el
voto popular pero obtenga menos escaños de lo que debe.

Hay que ser mayoría donde se ha sido minoría

Este es el esquema contra el cual hay que luchar y por ello, las encuestas de opinión pública que
se hacen a nivel nacional no reflejan fidedignamente lo que puede ocurrir en esta elección por
circuitos. Esta paradoja debe ser entendida por los ciudadanos y considerar que este escenario es
factible. Hay que luchar para que no sea así.

Por ello, concentrarse solamente en los sitios donde históricamente se ha sido mayoría es
insuficiente. Hay que ir y conquistar el corazón y el voto de los electores de los estados donde
rutinariamente se ha perdido. Hay que persuadir a esa Venezuela rural de que existe una
alternativa distinta y además, la operación de defensa del voto debe tener cobertura en el 100% de
las mesas para evitar mayores distorsiones a las ya planteadas. Espero que en un futuro no
distante, exista una reforma que devuelva la igualdad del voto a todos los electores al momento de
escoger sus parlamentarios.
Edgard Gutiérrez
Consultor Político.
Director de POLITY, Consultores en Asuntos públicos
Twitter: @gedgard
Email: egutierrez@polityca.com

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