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Esta noche de agosto, dentro del marco de festividades del pueblo de Cañete, en que la ciudad celebra su aniversario, la

región Lima ha tenido a bien construir e inaugurar una Casa de la Cultura con el fin de que aquí se realicen festividades
que tienen como meta el cultivo de la mente y que, desde aquí, se expanda a todo el Perú y al mundo entero las
actividades que semanalmente y diariamente se realicen en bien del propio pueblo de Cañete, en bien del Perú y el bien
del mundo.

Teniendo una Universidad, que no tardará en funcionar, para que aquí se geste la excelencia y teniendo una serie de
otros locales ligados directamente con la cultura, la Casa de la Cultura de Cañete tendrá por misión sintetizar y
desarrollar el desarrollo del alma cañetana allí donde esta se produzca porque, finalmente, para qué otro fin puede servir
la Casa de la Cultura cañetana si no es para dar albergue a las ideas que el propio pueblo y los cultivadores de la
cultura, esto es, los escritores, producen en el diario trajinar por todo los ámbitos de la provincia de Cañete y de la región
Lima y del Perú entero, aparte de las ideas que se produzcan en el mundo.

Cañete es un lugar de utopía en el Perú pues no sólo aquí se cimentó el imperio incaico, con la derrota de los Huarcos,
sino también por esos avatares del destino ha sido el lugar donde han llegado las inmigraciones de todos los continentes
a contribuir a la pujanza del Perú material.

Cañete tiene un lugar muy alto en la historia del Perú y los hombres y mujeres que en el pasado, el presente y el porvenir
han dado a la historia de la patria así lo atestigua, como Sánchez Carrión, secretario de San Martin y Bolívar, enterrado
en Cañete, quien fuera el primer Presidente del Parlamento peruano; como Manuel González Prada, que desde una
hacienda de Mala escribió esas PAGINAS LIBRES que nos ha hecho más libres a todos los peruanos, esa generación
bravía de la que hablaba después Vallejo; en Cañete vivió también un prócer de la Independencia del Perú como
Bernardo O’higgins. Y desde luego, fue Unanue quien eligió Cañete como zona de conspiración independentista al
traducir, al modo de la masonería de aquellos tiempos, la palabra Cañete como za-eté, esto es, en idioma francés, el
idioma de los revolucionarios de aquellos años, como ESTAMOS EN VERANO.

Pero ¿Por qué todo este flujo de ideas nuevas, que llegaron a Cañete, lo remecieron y lo hicieron salir triunfante de los
avatares a que el destino los sometió?

Porque también Cañete es una tierra magnética, que, según la NASA, como si fuese un sándwich es atravesado por dos
corrientes de energía: una, que está en su propia tierra, y otra, que proviene del cielo. Sólo así se explica que el máximo
representante de la peruanidad, en el campo de la literatura, Don Ricardo Palma, tuviera una madre nacida en San
Vicente de Cañete, lo mismo que el máximo representante del criollismo peruano, don Felipe Pinglo Alva, autor de ese
vals tan cantado como es El Plebeyo, tuviera una madre nacida en Lunahuaná.

Arguedas, el más grande de los novelistas peruanos, pasó su infancia en Yauyos y Cañete, y resulta doloroso pero
explicable que Lunahuaná, donde tenía un ahijado, escribiera las páginas de su último libro EL ZORRO DE ARRIBA Y
EL ZORRO DE ABAJO. Si uno lee a Arguedas se abisma y, a la vez, se imbuye de TODAS LAS SANGRES, lo que hace
que este país de la totalidad compleja comprenda a la perfección que sin sus hombres de raza afro-peruana que sacan
camote con el pie -porque a eso vinieron los negros, a trabajar- tampoco avanzamos.

Un ejemplo del mestizaje y del valor de la raza afro-descendiente lo da una democracia tan desarrollada como la
norteamericana cuando elige a Barack Obama como el abanderado de ese gran país norteño.

De este modo, todos tiene su lugar en la historia peruana, que crece cien por ciento cada año, así lo atestigua.

No podía terminar este breve discurso en la inauguración de la Casa de la Cultura de Cañete sin citar a Lolo Fernández,
el máximo jugador de fútbol peruano, que unido a la máxima griega de “mente sana en cuerpo sano” da un sentido
preciso a las funciones que en el futuro cumplirá la Casa de la Cultura y de la Juventud de Cañete, donde, y en su
biblioteca Hipólito Unanue, leía revistas que editaba José María Arguedas para todo el Perú.

Me siento, pues, honrado al dar por inaugurada la Casa de la Cultura de Cañete, hasta donde llegan los capitales
europeos, especialmente de Alemania. El futuro le pertenece a la juventud cañetana y es para esa juventud para la que
se construye este emporio cultural. Gracias.

Enrique Verástegui Peláez

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