Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
1. VOCACIN DE ABRAHAM.
2. Abraham, probado.
1. Fidelidad de Dios.
2. Filiacin carnal.
Pero hay una manera mala de apelar al patriarca. En efecto, no basta con
provenir fsicamente de l para ser sus verdaderos herederos; hay que
enlazar con l tambin espiritualmente. Es falsa la *confianza que no va
acompaada de una profunda docilidad a Dios. Ya Ezequiel lo dice a sus
contemporneos (Ez 33,24-29). Juan Bautista, anunciando el juicio de Dios
se enfrenta con la misma ilusin: No os forjis ilusiones diciendo: Tenemos
a Abraham por padre. Porque yo os digo que Dios puede hacer de estas
piedras hijos de Abraham. (Mt 3,9). El rico avariento de la parbola, por
mucho que clama Padre Abraham!, no obtiene nada de su
antepasado: por su culpa hay un abismo zanjado entre ambos (Lc
16,24ss). El cuarto evangelio hace la misma afirmacin: Jess,
desenmascarando los proyectos homicidas de los judos, les echa en
cara que su calidad de hijos de Abraham no les habla impedido
convertirse en hijos del diablo (Jn 8,37-44). La filiacin carnal no vale
nada sin la fidelidad.
Para que sea autntica esta fidelidad hay que evitar otra desviacin. En el
transcurso de las edades ha celebrado la tradicin los mritos de Abraham,
su *obediencia (Neh 9,8; Eclo 44,20), su herosmo (1 Mac 2,52; Sab 10,5-
6); continuando en esta direccin ciertas corrientes del judasmo acabaron
por realzar este aspecto: ponan toda su confianza en las *obras humanas,
en la perfecta observancia de la ley, con lo cual llegaban a olvidar que lo
esencial es apoyarse en Dios.
Esta pretensin orgullosa, combatida ya en la parbola del fariseo y del
publicano (Lc 18,9-14), queda completamente destruida por san Pablo. ste
se apoya en Gn 1 5,6: Abraham crey a Dios y le fue reputado por
justicia, para demostrar que la *fe, y no las obras, constituye el
fundamento de la salvacin (Gl 3,6; Rom 4,3). El hombre no tiene por qu
gloriarse, pues todo le viene de Dios a ttulo gratuito (Rm 3-27; 4,1-4).
Ninguna obra antecede al favor de Dios, sino que todas son fruto del mismo.
Desde luego, este fruto no debe faltar (Gl 5,6; cf. ICor 15,10), como no
falt en la vida de Abraham; Santiago lo hace notar a propsito del mismo
texto (Sant 2,20-24; cf. Heb 11,8-19).
3. La nica posteridad.