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Apocalipsis, de Felipe Osorio Parra

Revista virtual RíoNegro

Publicación del colectivo artístico cultural RíoNegro


Bienvenidos al primer número de la Revista Literaria Virtual RíoNegro,
acá hemos reunido el trabajo de muchos de los seguidores del colectivo,
como también de miembros del mismo. Nos ha llegado un gran volumen
de material, por lo cual estamos muy contentos de lograr haber obtenido
su atención e interés. En esta primera edición virtual, podemos
encontrar diversas creaciones tanto en Poesía, Narrativa, hasta en
Ilustración. No nos hemos medido, ni tampoco lo haremos en la
extensión de la publicación, creemos que mientras más material se nos
haga llegar, mayor será la motivación para nosotros de seguir mejorando
los medios de difusión para los creadores que acepten compartir sus
trabajos con nosotros y con todos los lectores. Sin más introducción, los
dejo con la Revista, esperamos que la disfruten.

Recuerden que pueden seguir las actividades del colectivo en nuestro


blog http://colectivorionegro.blogspot.com,y colaborar para el siguiente
número enviando sus creaciones al correo electrónico
recepcion.obras.rionegro@gmail.com

Gracias por todo, Colectivo RíoNegro


El caos del cero

Solo de soledad
soledad de no me importa

giro y giro atornillado


a la sonrisa homicida
de mis pasos

cada vuelta es la exhibición


de un coma temporal propio
en el que intento olvidarme
de mí y de los míos

mientras la voz de fondo dice

no sirve cerrar los ojos


no sirve que se revuelva el estómago

hay labios en los besos de las huellas


que no te van a dejar olvidar

Y se acerca el ir
como huracán rabioso oculto bajo la almohada

no hay sueño que pueda negarlo


con él se irán los juramentos
atragantados juramentos

Entonces, pienso
yo nunca
tú nunca

siempre muertos
no hubo mucho
que pudiéramos decir

Entonces, pienso
deformes las miradas
que urdidas en la piel
no quieren cicatrizar.

Por Sebastián Aguirre


La casa sin hogar, Por Paulo Orozco
El Engaño

Llamen a CONAF: ese bosque en llamas sobre su cabeza me incendia los

sueños húmedos; me los evapora cual tetera al agua y los hace desaparecer en

el cielo de sus labios. Y aquellos ojos de café expreso caliente revolviendo mi

estómago… arden, duelen, abren llagas invisibles. Ella lo sabe y no me da

respiro. Me asfixia y no lo disimula. Maldita bruja. Mía, mía y de nadie más.

¿Me engañará? Cada mirada furtiva, cada contacto sobre la piel de otro,

cada dulce sonido dirigido a un extraño y ya pienso lo peor. Un meneo de

caderas demasiado bamboleante y entonces la realidad me da en la cara y me

desangra... sí, ella debe estarme engañando.

Quisiera apresarla entre mis puños, al igual como ella teje redes

invisibles a mi alrededor. Pero se me desliza como quimera de entre los dedos

y me contempla lastimada desde el suelo. Tan frágil, tan animal, tan bruta: me

pone loco. De cada uno de sus suspiros, sólo yo debería ser la razón. Y también

de cada sonrisa... ¡Pero hace tanto que no me sonríe! ¿Será que guarda esos

dientecitos de muñeca para otro? Que horrible novela de la que soy

protagonista. No lo merezco. Y entonces grito y bramo y no me calmo hasta

verla atrapada entre mis brazos. Ella llora desconsolada y tiembla, como

edificio de malos cimientos. Sí... ella es una mala semilla. Ella me tiene así... yo

no soy una mala persona, todo es su culpa ¿para qué me provoca? Quizás yo

sea un celópata, pero ella es una grandísima puta.

Tantas sospechas, tantas noches mal dormidas por su sola existencia

martillando dentro de mi cabeza... y sin embargo comprendo, sé, estoy seguro

y pongo las manos al fuego por afirmar… que ella es mi vida. A extremos
enfermizos, pero de verdad la amo. Lamentablemente, en cuanto lo

entiendo, la puerta está con tranca y ella allá adentro, tan callada... casi

inexistente ¿Por qué siempre que se siente triste se baña? ¿Esperaba

evaporarse de entre mis dedos como el agua caliente? Golpeo, golpeo, nadie

responde; derribo la puerta desesperado y por primera vez en mi vida deseo

tan fuertemente que me mienta, que esto sea una trampa suya.

Dicen que en la vida cuando se cierra una puerta, se abre una ventana.

Pero en este baño de escasos metros cuadrados y calefón en eterno mal

estado... no hay ventanas por ningún lado. Sólo queda su cuerpo desvanecido,

un intento de sonrisa vencida, atascada en su boca y el dióxido de carbono

desparramado, cual asesino arrepentido del crimen ejecutado. Primera vez en

mi vida... y lo necesito tanto...

Quiero que sea un engaño.

Por Serenade
HEIL

Refinado érase aquel bigote


En un guiño de labios
Circuncidaba libertad por azote
Madriguera de sabios

Al superhombre señaló aquel edén


Flujo viscoso del Rhin
El Hades peregrinaba en su desdén
Locura de un Caín

Marchitos aquellos campos concentrados


Ópera de fusibles
¡Wagner! Encubridor de espacios. Ghettos

La muchedumbre, someros vertebrados


¡Vida! Humo sensible.
Todo es ébano. Hasta nunca ethos.

Por Paolo Orozco

La hora de la suerte

Pasajero de la vida
rendido en los momentos
caído ante los tropiezos
amanecido entre desgracias
despierto ante justicias.

Es tu vida la que se detiene


entre tanta palabra sucia
entre tanto secreto caído.
En la hora de tu muerte
líbranos de verte morir.

En la hora de tu gracia
líbranos de perder tus ojos,
líbranos de no oír tus gritos
líbranos de enfriar tu calor
líbranos de la mala suerte.

A la hora de las penas


que estas se ahoguen entre lágrimas
que nadie deje días tristes
vagando en los calendarios.

En un día de las tuyos


préstame tu mediodía
para alargar mi mañana
y dame tu medianoche
para alargar mi tarde.

En la hora de la suerte
espérame de pie y sin mascaras
para ver la luz de tu mirada
la esperanza que se hospeda en tu sonrisa,
la fe que grita en tu risa.

En el transcurso de la hora
enséñame a enseñar las glorias
que quiero ser un guía con suerte
compañero de la dicha.

A la hora de la suerte,
dile a la desdicha que se aleje
que les puertas se cerraron
para su imperio de tristeza
para su semilla ciega de futuro,
para su amor resentido de amor
y su voz oscura de armonía...
Vagabundo

Cierra la puerta y cierra las ideas.


Apaga los oídos
momento a momento la encrucijada
se separa del momento,
momento a momento
se extinguen los pies sin destino.

Le siguen las piezas de una vida


azotan las voces con quejidos
destruyen vidas con la palma
atesoran labios con verdades.
Tú, entre tantos sin fortuna
elegiste horas sin minutos
y meses sin semanas.
Hasta que todo pase quédate
entre las sombras que iluminan.
Ay, quédate
entre las sombras que iluminan.

Dame tu mano amiga


que yo no tengo manos.
No tengo manos que sirvan,
tengo manos vacías.
Ay, ayúdame,
que mis manos están vacías de vida,
toma la inocencia que hay en ellas
y arrójasela a las palomas.

Invoca el nombre del olvido


escribe las letras que no se escriben
que soy un analfabeto
analfabeto vitalicio en esta vida.
Oh, que haremos
cuando el analfabeto se vuelva soberano.
Oh, que haremos
cuando el delirio se haga patente.

Deambula en el camino de regreso,


entre sueños y pesadillas
entre secretos y traiciones
entre verdades y mentiras.
Deambula en los ojos del ciego
en los días del muerto,
en los recuerdos del viejo,
en la vejez del niño.
Rojos caminos
envueltos en prisiones
transparentan voces que vacilan
encandilan ojos que no miran.
Y tú entre tanto necio
te das la media vuelta
y, oh, los miras
y caes en su juego.
Iluso fuiste
entre tanta conciencia herida.
Iluso fuiste
taciturno quedaste, tu voz apagaste
¡Que iluso fuiste!.

Atraviesa mi vida
que yo tomo el desvío
y tomo la impaciencia
del asiento del destino
y tomo la impaciencia
del brujo sin motivo.

Hoy quiero caminar solo


y solo quiero caminar
para tomar conciencia
del erróneo momento
del esquivo segundo
en el que la muerte tranquila
jala los pies cansados,
en el que con o sin mentira
llega la verdad absoluta,
que es aquella esquiva
esquiva y más esquiva.

Sube tus pies a tus hombros


que ya se cansaron.
Camina
no preguntes cómo.
Camina
no preguntes por qué
encierra las dudas en un mar de prisiones,
camina sin retorno
no dudes los pasos
camina sin retorno;
no dudes vagabundo
que aún te sigo los pasos.

Por Carlos Flores


I. La Enfermedad

Las placas madres haciendo el amor


Para resolver el problema
Sacudiendo todo sobre el lomo
Las ciudades se transforman en casas de muñecas.

Vida colectiva sumergida en un mar de telas de araña


Quizás sea yo el que salte de la cortina, humilde servidor.

No sé qué es lo que pasa, pero tu asquerosa luz lo oscurece todo

Los disfraces felpudos que nos obligaste a uniformar


Ahora se degeneran y chorrean vísceras de trapo
Los falsos ojos caen….
Suena madera hueca contra madera hueca, en un mundo hueco.

El sistema cancerígeno contamina tu cuerpo de loba


En lagos bencina me desconozco
De nuevo lloro, mientras veo por un solo ojo
Tobillera que la ahoga, rosario anclado en un mar de agua santa.

En nuestro bastión caen los ángeles del cielo


Y sus caras se revientan contra la tangible del cemento
Algunos, sabíamos que ese Dios abandonaría su reino

El vicio de querer construir sobre hueco y mojado.

II. El Despertar del Corazón

Es un tejido al cuales le escribes todo


Es un tejido personal
Es un libro de un órgano
Pero es un tejido tuyo, de tu autoridad.

En estantes vertiginosos
Que no dejan de de crujir al ondular
A veces las páginas se cortan y gargajean
Pero siempre vuelven a reinventar.

Cuando mis latidos comienzan a latir


Desde el interior de mis costillas
Las luciérnagas suben prismáticas
En libélulas dormidas
Se alojan en mi medula
Caja eco a veces vacía
Comienza el ritual de la polilla
Amorosas brillan
Y solo cuando alcanzan una luz mas allá de la luz
Se transforman en decasílabas.

Estas son las aves que de tanto en tanto el viento congelan


Para quedarse quietas…
Para transformarse en lienzos; paisajes de trementina, tinta y tempera.

Libro que no olvida nada


Tejido que brilla y no deja de brillar
Cortafrío que escribe a pulso
Hojas que no dejan de procrear.

Tejido de un solo cuerpo


Dentro de otra librera transdimensional.

III. Zagala
Para Fresia

Se le hicieron rizos de tanto derramarse el pelo


Hijos de puta, la vuelven a cargar con sofocantes ornamentos…
Mis ojos desabridos buscan tus ojos sin sueño
No sé qué pasa, pero esta luz lo tapa todo, lo eclipsa todo.

Hijos de puta, la vuelven a cargar con sofocantes ornamentos


Por ocultar a la delirante dormida de la insomne razón enferma…
No sé qué pasa, pero esta luz lo tapa todo, lo eclipsa todo
Por suerte a ti Fresia, aun te puede salvar un león recuerdo.

Por ocultar a la delirante dormida de la insomne razón enferma


Con gusto cambiaria de mi espina dorsal todo el álcali de mis vértebras
Por suerte, a ti Fresia aun te puede salvar un león recuerdo
¡Si es que escalas el viento y la mar en la caja eco de tu cabeza!
Con gusto cambiaria de mi espina dorsal todo el álcali de mis vértebras
Por volver a ser la misma ameba…
¡Si es que escalas el viento y la mar en la caja eco de tu cabeza!
La volverás a ver a ella ¡cayendo en espiraliris!
Fantasías animadas de ayer y hoy.

Un espantapájaros come calabazas


Junto a cuervos que comen ojos.

Mares que escupen montañas


Porque la luna se comió al sol y el cielo.

Bostezo mientras duermo

Negativos en señales de humo


Lagrimales secos de estalactita
Espacios repletos de espacios.

Nieblas, alucinantes mermeladas


Recetas caceras del inframundo
Atardeceres rosados para enfermizas ciudades.

Nidos de lluvia buscan


Entes con conjuntivitis crónica
Que tienen asma de no sangrar.

Una palmatoria para oscurecer el día


Una vela que chorrea vidas.

Emoción, quimérica y ensordecedora


Sofocante llanura.

Aires nuevos para un cigarro


Y estoy agradecido
De que me vuelen la cabeza los pájaros.

Por Arturo Pinto


El viaje

Ella prefería la vida natural, añoraba los verdes prados y su encanto mágico, el susurrar del viento,
que como céfiro la envolvía en sus suaves brazos. Sin embargo, por largos años, quizás los más
tristes y amargos de su vida, había sido privada de toda maravilla y prodigio divino.

Cecilia moraba en los suburbios de una ciudad céntrica, que poco o nada tenía de llamativo,
más bien sus enigmáticos muros de antaño y vastas calles, se le tornaban monótonos y
aborrecedores, estaba hastiada de todo cuanto sus radiantes ojos observaban, incluso éstos habían
adquirido una tonalidad opaca, que como los camaleones, se acompasaban al ambiente. Así no sólo
sus prístinas opalinas estaban perdiendo su matiz tornasolado, sino que todo su cuerpo sufría
metamorfosis continuas. Al principio eran sólo sus ojos, pero al cabo de unos meses su rostro
sonrosado y perfumado como el azahar, se tornaba de un color acre y agrio, palideciendo ante la
falta de los rayos de sol que tanto anhelaba.

Sus padres recurrieron ante cuanto artilugio encontraban, no obstante, ninguno surtió efecto,
la llevaron con los médicos más destacados de la ciudad, incluso éstos con su sapiencia, no
encontraban razón lógica y causa aparente para tales síntomas; más aún, con el tiempo, ella
comenzaba a empeorar. Primero sus brazos, luego sus piernas y finalmente su cuerpo empezaba a
decaer, languideciendo en son del clima, puesto que en aquella ciudad, no se conocía otra estación,
más que aquella desoladora y atormentante denominada invierno.

Los días transcurrían y no había indicios de mejora, por el contrario, ésta empeoraba aún
más, como si con tal estado de abatimiento no bastara, su último rescoldo de vida se desvanecía con
cada minuto que pasaba, hasta que su cabellera negra como el azabache, cedió ante los suplicios de
la enfermedad, decayendo lentamente, hasta perder toda luminosidad y conformar una sincronía con
la blancura profunda y penetrante de la nieve invernal. Sus padres se lamentaban por tanto
infortunio, no lograban entender por qué su hija estaba padeciendo tales males, se lo atribuyeron a
un mal de ojo, que una anciana del pueblo más cercano les había anunciado, ésta la sometió a un
sahumerio, pero tampoco tuvo el efecto esperado, sólo consiguió entristecer aún más a su madre,
quien sin encontrar de dónde sacar más fuerzas para ayudar a su hija, quiso cumplir con su último
deseo, ya que Cecilia había llegado hasta la agonía, en ella nada parecía pertenecer a este mundo,
sino a uno más lejano.

Así fue como decidió emprender un viaje junto a ella, éste sólo aspiraba a cumplir con los
deseos más íntimos de su estertórea hija, quien deseaba entrañablemente contemplar la naturaleza
en todo su esplendor, recorrer a campo traviesa senderos rodeados por magnífica floresta. Tal cual
en sus sueños, así se dejó guiar por su madre, ella la condujo por caminos inusitados, donde aves de
áureos plumajes sobrevolaban a su alrededor, anduvo parsimoniosamente por sendas atiborradas de
abetos, laureles, gardenias, rosas, magnolias y todo cuanto pudiese imaginar, escuchó el tintineante
sonido proveniente del arroyo y quedó embelesada con el manantial de vida que de éste manaba.

Se sucedieron efímeras horas y cuando su madre se supeditaba a la resignación, dándolo


todo por perdido, Cecilia sonrió. Fue una sonrisa fugaz, pero bastó para que su semblante adquiriera
levemente el sonrosado habitual, al percatarse de ello, su madre a medida que la observaba,
recuperaba las esperanzas; su esfuerzo no estaba siendo en vano. Así transcurrieron los días, parecía
que Cecilia captaba el néctar de vida que prodigaban los árboles, ya que los cambios comenzaron a
manifestarse en todo su cuerpo, su cabellera recuperó levemente el brillo, sus brazos y piernas,
correspondieron a la brisa del valle, con sutiles movimientos, hasta que al cabo de una semana,
Cecilia estaba revitalizada.
Mas su caso no aconteció en vano, nadie se explicaba tan sorprendente recuperación,
primero se enteraron los amigos más cercanos de la familia, luego los médicos y finalmente ya
estaba en boca de todos, así fue que conocí a Cecilia y cuando la ví por vez primera, supe que había
padecido de melancolía.
El regalo.
Aquella tarde, como de costumbre el padre regresaba de su jornada de trabajo, quizás no
fuese lo que él hubiese deseado y en mucho distaba de sus predicciones de antaño, pero se
conformaba. Tal vez no se convirtió en el destacado médico que descubriría la cura del cáncer y los
males que atañen a la sociedad, ni mucho menos, en el hombre idealista que cambiaría el mundo o
en el exitoso abogado que defendería los derechos de los más desposeídos, pero al menos lo
confortaba poder laborar como obrero de construcción y poder llevar el pan a su casa y más aún,
contemplar la sonrisa cándida de sus hijos a la espera de su llegada.

Su mujer lo esperaba con la cena dispuesta, era una mujer muy esmerada, que desvivía por
su marido e hijos, juntos compartían gratamente en familia y no les bastaba nada para ser felices.
Sus hijos eran su orgullo y depositaban todas sus esperanzas en ellos, para ambos la mejor
convicción y su mayor legado era la educación que les podían otorgar. Tras levantarse del comedor,
el padre se dirigió a la sala de estar y encendió el televisor en el noticiario habitual, pero lo apagó en
seguida; nada nuevo, más muertes, violencia y delitos. Al fin y al cabo prefería evitarles tanto pesar
a sus hijos, no quería que develasen el sin sentido ingrato de la vida, aún eran niños y sus sueños sí
podrían cambiar el mundo.

En efecto, su hijo menor se encontraba a su lado, estaba absorto dibujando, en lo que a


simple vista parecían meros garabatos, sin embargo, cuando todos en la casa se habían ido a dormir,
el padre tomó el cuaderno de dibujos y quedó contemplándolo. Tras breves segundos sonrió.

Esa noche fue la más placentera de todas, se entregó sobrecogido al maravilloso mundo de
los sueños. En primera instancia sólo se apercibía una nebulosa, no se lograba ver nada más allá que
la abundante niebla que cubría todo en derredor, obstruyendo la visión, pero a medida que
avanzaba, ésta comenzaba a despejarse. Así pudo observar algunos matices, los primeros vestigios
de los árboles, la implacable luminosidad de la aurora, que destelló paulatinamente en radiantes
rayos de sol, que descubrieron un campo atiborrado de caminos, rodeados por una naturaleza
fantástica e inusual, pero lo que más llamó su atención fue el reflejo sutil de una silueta a la orilla de
un lago. Al principio confiado en que era una ilusión proyectada por su imaginación, simplemente
la dejó pasar, no obstante, cuando continuaba su caminar, ésta se apareció nuevamente frente a sus
ojos, ahora estaba sólo a unos pasos de ella, y ya no podría eludirla.

Se armó de valor y decidió enfrentarla cara a cara, se acercó a pasos furtivos, hasta que ya
había adquirido la confianza necesaria y apresuró su caminar, cuando estaba sólo a dos pasos de
ella, ésta se volteó y le sonrió. Anonadado ante tal mohín que le habían hecho, no le quedó más que
responder del mismo modo, no tardó mucho en percatarse en que era la figura de un niño y entre
más lo observaba se daba cuenta que tenían cierto parecido, sin lugar a dudas, era su hijo. Cuando
se percató de ello, quiso abrazarlo, pero el niño había desaparecido y frente a él sólo se encontraba
el lago. El calor era sofocante y no resistió la tentativa de bañarse a la orilla de tan cristalinas aguas
y cuando se disponía a hacerlo, saltó hacia él una imagen peculiar, era el reflejo del niño que había
visto hace un rato atrás, pero era imposible que estuviese bajo el agua de esa forma y en una
reacción instintiva estiró su mano, pero ya era tarde cuando se dio cuenta que era su reflejo.

Los primeros rayos de sol atravesaban los pliegos de las cortinas y daban en su rostro, a su
lado se encontraba dormida su mujer y en el dormitorio contiguo, sus dos hijos. El día comenzaba
como de costumbre, el desayuno ya había sido servido y luego llevaría sus hijos al colegio,
acompañado por su esposa, que al igual que él, iba camino al trabajo. Sin embargo, no pudo olvidar
el sueño de aquel día, sus esperanzas se restituyeron y le renovaron sus ansias por el trabajo y ver la
sonrisa de sus hijos a su llegada. Cuando éstos a la hora acostumbrada, lo vieron entrar por la
puerta, corrieron a su encuentro y él los asió sobre sus hombros. Tras el cesar de la euforia que
provocaba su regreso, les dio un regalo, éstos muy felices por la novedad, se lo agradecieron y, no
bien se los entregó los abrieron, sus rostros se iluminaron angelicalmente cuando los tuvieron en sus
manos. Ese día continuarían dibujando a su antojo.
Amaneció tarde aquella noche de pasión.

El mundo se hace trizas en nuestras manos


Que juegan silenciosas en el clarodía
Desembocando parsimoniosas en el calor de tus labios
Que gentiles como el aguanieve recorren mis brazos
Hundiéndonos en las profundidades del fuegosacro
Y purificándose en el abismo del cálido tacto.

Tus pechos son manantiales de vida


Que abren mil caminos aniquilando la razón
Tus ojos son los guías del peregrino
Errante y amante en las delicias de la pasión.

Atardece en la infinidad de tus besos


En la candidez de nuestras caricias
En el calor del llameante estío
Que danza al compás tintineante y musical de tus latidos
Tin tin replican al amor
Como campanas al viento que claman a su son.

Desfallece el crepúsculo
Cae noctámbula la negruzca noche
En sus mieles melosas melodías son
Una y otra vez, se juntan nuestros cuerpos
A tenor de nuestra canción.

Por José Patricio Chamorro

Mail: Patox_15@hotmail.com

Sitio web: www.una-mirada-diferente.blogspot.com

CARNE MOLIDA
La puerta sonó tan fuerte que despertó sobresaltada, asustada, confundida. Su marido, su
chanchito, no había llegado a casa y ella, como buena y abnegada esposa, se había quedado
dormida sobre las tapas esperándole, encantadora, celestial, demasiado hermosa para su
chanchi. La cosa es que chanchi golpeó la puerta muy fuerte, así que se levantó, confusa, miró
por el cerrojo y ahí estaba él. Aún no salía completamente el sol, debían ser las seis de la mañana
o algo así. Abrió la puerta.
- hola- dijo ella.
- puta de mierda- respondió chanchi entre dientes.
- ¿qué?
Y él que empuja a su “perrita” sobre la cama, cierra la puerta y se tira sobre ella con sus noventa y
cinco kilos a cuestas, rojo de cólera, sudando, apestando a ron barato y tabaco. Le toma las
manos, la inmoviliza.
-ya sé quién es, ya sé quién es ¿así que clases de pilates? ¡A la mierda el pilates!- gruñía chanchi.
-oye, el pilates hace muy bien, sirve para…
-¡qué me importa para qué sirve el pilates! ¡Ya sé quién es! ¡Ya sé quién es!
-¡pero qué es lo que sabes!- gritó la perri.
-¿te haces la tonta? ¡Ya sé que te acuestas con otro!
Perri quedó un instante en silencio, absorta, mirando directamente los ojos en llamas de su
chanchito. Luego dijo lo único que se le ocurrió…
- eso es mentira.
- ja, y más encima eres descarada, sé que te acuestas con otro y sé quién es.
- ¡mentira!- y forcejeaba, trataba de sacarse a su chanchi de encima, pero él era más fuerte –
suéltame, suéltame- pero no, no, no podía, trataba de golpearlo, pero no, algo cayó, algo se
rompió – ¡vas a despertar a los vecinos!- pero chanchito no estaba dispuesto a oír razones,
chanchito quería SANGRE…
....................................................................................................................................

Cuando las cosas se calmaron, chanchito y perrita abrieron unas latas de cerveza y se sentaron
en la cama, él aún colérico, ella llorando suavemente. El sol ya casi inundaba la habitación…
- y según tú- dijo ella, mientras se le caían los mocos- ¿quién es mi “amante”?
- el pelado de la carnicería.
- ¡qué!
- El pelado de la carnicería, no te hagas la hueona.
- ¡Y de dónde sacaste que es el pelado de la carnicería!
- Él me lo dijo
Silencio. Chanchito prendió un cigarro, tragó el humo, lo aguantó unos segundos en los pulmones
y lo botó mientras agregaba…
- tomamos unas cervezas en el club, todos juntos, así como los jaivas, y el negro Quinteros
empezó a hablar cosas, a contarnos cómo conoció a su mujer ¿sabías que la conoció en un
accidente? Bueno, la cosa es que entre tanta cháchara y tanta cerveza y todo eso se le salió un
mal chiste, de ti y del pelao…
- ¿qué chiste?
- No importa, la cosa es que el pelao salió a mear y yo lo seguí…
- ¡Oh!
- …y lo tomé por la espalda y le dije “a ver pelao de mierda, así que me estai cagando con mi
perrita, dímelo en la cara”, y el pelao lo negaba, pero se notaba que estaba mintiendo porque…
- ¡para! ¡para!- y lloraba y se le caían los mocos a la perrita.
- …estaba pálido, casi lloraba, él sabe como me pongo cuando me enojo, sabe que yo soy
arrebatado, así que lo agarré del cuello y le dije que me dijera la verdad, que sería peor si me
enteraba después y…
- ¡para por favor! ¡Los vecinos escucharán todo!
- …entonces lo confesó, me dijo que se acuesta contigo, que en la hora de almuerzo de la
carnicería se saca el delantal y se viene a MI casa, hediondo a carne molida y a chorizo y se mete
a MI cama con MI mujer, si por eso sentía olor a prieta y a longaniza en esta pieza…
- ¡chanchi! ¡me ofendes!
- …así que me emputecí y lo agarré de los brazos y lo metí al portamaletas del auto…
- ¿QUÉEE?
- …y lo empeloté y ahí lo tengo, en pelota en el maletero…
- ¡no te creo!
- Baja a ver si quieres.
y bajó corriendo las escaleras (¿mencioné que el departamento estaba en un tercer piso?) y llegó
al auto y lloraba y trataba de abrir pero no tenía las llaves, entonces ahí venía su chanchi bajando
las escaleras, con su polera musculosa y su pinta de Tony Montana sobrealimentado, algo ebrio,
haciendo sonar las llaves, y el sol comenzaba a pegar fuerte y las cortinas de los vecinos se
movían y ojos espías asomaban y entonces llegó al maletero, giró la llave y ante los ojos de perri y
chanchi aparece un hombre calvo, de unos cuarenta y cinco años, entrado en carnes, desnudo,
con un llamativo lunar de pelo en una nalga, atado de manos y pies y con una manzana en la
boca. Sí, con una manzana metida en el hocico, mirando asustado, tiritando de miedo, de horror…
-no puedo creerlo- dijo ella, pálida, quieta, CASI como muerta.
Chanchi no dijo nada, volvió a cerrar el maletero, tomó a perri del brazo y ante su nula resistencia
la subió al auto, en el asiento del copiloto, luego subió él, echó a andar el motor y salieron
disparados avenida abajo hasta meterse en la carretera sur. El día comenzaba a tornarse
caluroso, muy caluroso. Prendió la radio del vehículo. Sonaban Los ángeles negros. Le subió el
volumen y comenzó a tararear el amor adiós, no se puede continuar, mientras los dados se
balanceaban colgados en el espejo y la pista se volvía cada vez más desierta.
-¿no me vas a preguntar dónde vamos?- dijo él, luego de un rato. Pero ella no contestó, seguía
mirando la carretera, perdida, pálida, muy quieta.
Serían las once a eme cuando chanchi salió del camino y se metió por una angosta y dispareja
calle de tierra. Condujo en línea recta hasta que llegaron a un sitio desconocido, solitario, seco. El
sol pegaba muy fuerte, molestaba en los ojos. Entonces chanchi detuvo el auto y miró a su perrita.
Seguía en trance. No reaccionó siquiera cuando chanchi abrió la cajuela y sacó una pistola. Se la
metió en el pantalón y bajó del vehículo. Tomó un cigarro, lo encendió y comenzó a fumarlo
mientras miraba el horizonte. Luego tomó las llaves y abrió el maletero. Ahí estaba él, el maldito
hijo de puta que se acostaba con su mujer, desnudo, aterrorizado… y con una manzana en la
boca.
Dio una última fumada al Derby, lo tiró y lo apagó con el pie. Se metió la mano en el pantalón para
tomar la pistola. La tomó y la miró, la miró mientras recordaba los días pasados, los buenos viejos
tiempos, luego pensó en el pelao encima de su perrita y todo se fue a la mierda. Así, mientras sus
dedos acariciaban el gatillo, sintió un deseo incontrolable de reír. Y rió. A carcajadas. Rió como un
loco. Y bueno, no volvió a reír en mucho tiempo.

Por Emilio Vilches Pino


La sombra que se oculta

El sol sobre la bahía lo llenaba todo y se reflejaba plateado entre cientos de pequeños

espejos que parpadeaban en la tranquila superficie del mar. Por encima de este, las

nubes flotaban plácidamente mientras formaban altas montañas blancas, las cuales se

llevaban a Víctor lejos de donde se encontraba.

Tras sus ojos abiertos al cálido día, un largo y empedrado sendero surgía de la nada.

Luego este se ladeó y ensanchó un poco. Entonces dos hileras de arbustos

aparecieron a cada lado del ahora colorido camino, proyectándose luego sobre este,

las sombras de frondosos árboles de grises y aserradas hojas verde claro, que se

mecían a causa de la ligera brisa que cada vez más fresca, soplaba tanto dentro como

fuera de su admirador.

De pronto, la imagen comenzó a desvanecerse y el sendero sobre el cual se dibujaba

débilmente la tenue imagen de una delgada joven, vestida de blanco y dorado, se

transformó en una fría, húmeda y obscura calle desolada.

Los edificios lúgubres y a medio derruir a su alrededor le resultaban tristemente

familiares, al igual que el lejano y osco llamado que le demandaba el volver a sus

obligaciones.

Detestaba el recordarlos, por lo que rápidamente los borró, evocando nuevamente la

escena anterior.

Esta vez el cuadro se mostraba algo nebuloso, aunque con nuevos elementos. De
entre los árboles, de entre sus ramas y sus hojas, se filtraban los dorados rayos del sol

y estos proporcionaban nuevos matices a la escena. Al fondo de todo se divisaba una

deteriorada muralla cubierta de trepadoras y delante de esta, dos esculturas blancas y

haladas.

La joven delgada y delicada, aún sin un rostro bien definido, sostenía con ambas

manos una pequeña sombrilla del mismo color que sus vestidos; y a cada lado de ella,

decenas de flores se habrían y de aquel manto irisado, hecho de neblinosas estrellas

escarlata, azules y amarillas, de la sutil sonrisa que poco a poco comenzaba a

dibujarse en el rostro de la muchacha; un leve aire melancólico, prácticamente

imperceptible, pero innegable a la vez, silenciosamente, casi dulcemente se elevaba

con lentitud.

Mientras terminaba Víctor de distribuir los colores, a la vez que parecía contemplar la

impresionante vista que podía obtenerse de gran parte de la bahía desde la terraza en

la cual se encontraba; se percató de que súbitamente, inquietantemente, aquel cálido

día comenzaba a apagarse y que todo a su alrededor de pronto palidecía, y así

mientras el aire gris que le rodeaba se tornaba frío e inhóspito, recordó donde se

encontraba.

Sacudió rápidamente los pensamientos de su cabeza y entonces se percató de que

Laura, hija de monsieur Dufar lo estudiaba con curiosidad.

-Que lastima que este día halla sido tan corto ¿no le parece Víctor?

El un supo como contestar a aquello así que solo sonrió a manera de respuesta.
-Tal vez no los logró usted oír- Continuó ella con su voz suave- se veía muy

concentrado escrutando el paisaje, pero mi padre y su maestro convinieron en dejar el

retrato para otra ocasión ya que solo quedarían por ejecutar algunos detalles nada

mas.

Entonces Víctor observó a los dos hombres hablando en un extremo distante a ellos y

dándoles las espaldas. Enseguida el viejo pintor como presintiendo que los observaba,

volteó y con un gesto de los dedos le indicó que comenzara con la limpieza de los

pinceles.

-¿Por qué su maestro debe culminar el retrato en su taller? ¿No sería mejor ejecutarlo

mientras me observa?-preguntó Laura fijando sus grandes ojos en los de Víctor.

-Una vez me comentó, que Aristóteles decía, que las cosas son más que la suma de

sus partes- contestó este con lentitud mientras lo recordaba- y que para capturar lo

que en verdad es una persona y que su mirada resulte viva y humana, le es necesario

estar en la quietud de su hogar, que solo estando en contacto consigo mismo lo puede

estar con los demás.

-Me acaba usted de revelar un preciado secreto Víctor; pero no se preocupe, de mis

labios no saldrá-dijo Laura sonriendo y observándole hacia arriba conforme caminaba

en dirección a los dos hombres. Pero entonces se detuvo.

-Una vez oí hablar a Oscar Wilde- dijo ella y aguardó a que Víctor expresara

asombro, pero al percatarse de que él no lo conocía continuó- Dijo que los mejores

poetas escriben sobre la poesía que no se atreven a vivir ¿Cree usted que con un

pintor suceda lo mismo?

- Nunca lo había pensado- replicó él. Se sentía insignificante a su lado.


Permanecieron observándose por un instante. El pálido sol, casi por completo oculto

tras las grisáceas nubes parecía desvanecerse cerca del horizonte. Víctor jamás

olvidaría aquella extraña sensación de electricidad que subía por su espalda.

-¿Por qué me mira?- Se atrevió a inquirir con cierto enojo hacia si mismo. Se

arrepintió enseguida.

- Me gusta su aspecto- dijo ella con resolución tras pensarlo brevemente- Sabe,

resulta imposible darse cuenta si alguien tiene malas intenciones con solo verle;

tampoco puede conocerse si aquella persona que se observa es mala y se piensa

buena a la vez, lo cual puede ser incluso aún peor que aquellos que no enmascaran

sus reales pasiones,.. Ni a los demás, ni a ellos mismos. Lo que si es posible saber,

como es en su caso, es si se trata de alguien en esencia bueno. Eso estaba mirando.

En breve monsieur Dufar y el pintor entraron al estudio y Laura debió seguirles.

Mientras tanto Víctor principiaba con la limpieza de los implementos de trabajo, los

ordenaba y guardaba en sus respectivos estuches.

Una vez que Víctor ingresó a la habitación y mientras instalaba en un extremo de esta

el lienzo cubierto y depositaba los diversos utensilios que se habían empleado sobre

una de las mesas en la que se encontraban materiales que no se utilizaron; se juraba

febrilmente para sus adentros el ser capaz algún día, de poder retratar a Laura, de

poder plasmar lo que para él tanto significaba, lo intensamente que la quería.

¿Pero cómo ser capaz de reflejar algo que ante sus ojos resultaba ser tan sublime? Tal

vez, no existía otra forma de conseguirlo ya que era más de lo que las palabras

podrían llegar alguna vez a interpretar, las que no le parecían algo lo suficientemente

real como para realizar su propósito.


Delicadamente bella, le parecía una flor que trémula y lívida recordaba tras su primer

encuentro, luego del cual se enteraría que pronto agostaría y que nada lo impediría.

Pero el la adoraba y sí, algún día su mas alta ambición se consumaría; plasmando la

suave esencia de la mujer mas maravillosa del mundo y su dulce sonrisa y su plácida

mirada, silenciosamente vivirían por siempre, derramando sobre quien la contemplase

al igual como lo hizo una vez sobre él, su mágico y poético encanto, su mismísima

alma, por siempre amada.

- Tiene usted toda la razón James-decía el pintor a monsieur Dufar mientras

mecía entre sus dedos una copa del jerez obscuro que albos bebían- Todo lo

que nos aleja de la realidad; esta que a veces puede ser tan cruel, tan sórdida y

horrible nos agrada. Y he aquí el que las artes nos sean tan amadas. La poesía,

la escultura, la música y las mismas pinturas. Su irrealidad nos hace amar aún

mas la vida ¿no es extraña esta contrariedad?

- Por cierto que lo es…- decía meditabundo monsieur Dufar mientras conducía a

su invitado hacia un enorme espejo enmarcado por un grueso y sinuoso marco

de madera lacada y dorada y cuya cara se encontraba cubierta.

- Su nueva adquisición es esplendida James, pero dígame ¿Por qué el espejo

está cubierto? ¿se rompió acaso?

- Felizmente no amigo Leira- contestó Dufar mientras abría el papel que cubría

el espejo- se trata simplemente de una vieja superstición de la zona.


Aguardó a que Víctor tomase asiento cerca de ellos y entonces prosiguió.

- Dicen que perteneció a un misterioso personaje llamado el marques de Sales;

alguien de quien a pesar de los años transcurridos, aún se siguen especulando

las mas extrañas versiones respecto a su vida.

La historia real de este hombre, la cual fue relatada por tal vez su único

cercano, revela la existencia de un truncado romance entre Sales y la hija de

un poderoso conde, quien le prohibió rotundamente a ella el relacionarse con

nuestro caballero. Esto causó que la frágil joven cayera en un estado de ánimo

tal, que le hizo enfermar gravemente.

- Claro- repuso el pintor- Nadie puede decirles a nuestras células que continúen

trabajando forzosamente si nosotros no lo deseamos.

- Absolutamente.- asintió Dufar y continuó- Al enterarse el marques de la

situación de la joven en cuestión, creo de algún modo una cura, valiéndose

para ello de conocimientos arcanos que según dicen algunos, por inverosímiles

que parezcan resultaban ser intrínsecamente veraces.

La cura que el marques ideo era una rosa cárdena a la cual llamó la flor del

Basilisco y cuyo aroma era tan letal para una persona sana que podía acabar

con ella en segundos. Pero que el mismo aroma, percibido por alguien alterado

en su estado de salud, de alguna forma era capaz de restablecer

inmediatamente.

“Entonces y dado que la mortífera rosa podía extinguir la vida de

cualquier persona que se encontrase cerca, salvo que fuese extraordinariamente

fuerte, y además, a causa de que tendía a consumirse rápidamente; debió su


creador contenerla en el espejo de marco obscuro que tiene usted aquí,

partiendo al punto donde su moribunda amada. Empero, en el momento en que

se prestaba a partir, la persona que reveló estos hechos le explicó que sus

esfuerzos ya ningún objeto tendrían.”

“Luego de esto las últimas anotaciones realizadas por el cronista antes de que

sin dejar el menor rastro desapareciese, fueron; que entre la obscuridad, un

hombre solitario y desesperanzado se pierde y es a la sazón cuando nuestra

peor cara puede exteriorizarse.”

- Que lamentable- expresó el pintor como si hablase para sí mismo.

Después, luego de la cena y una escueta conversación referente al retrato, la

velada culminó prematuramente, principalmente a causa de la intranquilidad del

anfitrión para con el quebrantado estado de salud de su joven hija.

- Nunca he podido creer que algo como el destino exista- Le decía el viejo pintor

a Víctor mientras habría la puerta de su habitación de huésped.

Víctor le seguía llevando sus estuches y paletas.

- Es difícil hacerlo – prosiguió el maestro-si se consideran todas las cosas

horribles que suceden a diario por doquier. O tal vez estas solo ocurran a causa

del azar, no lo se, seguramente nadie logrará resolverlo a ciencia cierta.

Víctor entonces acabó de acomodar el equipo de trabajo dentro de unas valijas


abiertas, ubicadas sobre un escritorio y volteó para así prestar mayor atención a lo

que se le decía.

- Lo que si es mas sencillo de imaginar- continuó Leira- es que debido a que

somos todos distintos; y no me refiero solo a la forma de actuar y de

relacionarse, ya que eso se puede aprender o incluso fingir. A lo que me refiero,

es a la manera de pensar; eso nadie puede enseñarlo, ni esconderlo del todo…y

esto a de deberse (o será tal vez una causa de aquello) a que todos irradiamos

un tipo de energía distinta, y esta nos abriría o cerraría diferentes escenas,

querámoslo nosotros o no.

- Creo que no lo comprendo- dijo el aprendiz. Era ya algo tarde y estaba

cansado.

- Solo quisiera explicarte que existen cosas que uno puede hacer y otras que no.

Además, muchas veces uno puede darse perfecta cuenta de que algo nos es

imposible, pero a pesar de ello nos resistimos a aceptarlo y nos causa un

sufrimiento innecesario.

Sabes que nunca haría algo como darte un concejo; suenan como si fuesen

recriminaciones o como si se estuviese imponiendo algo casi a la fuerza, pero

aún así me gustaría que pensaras en esto.

Ambos callaron. Percibían algo sumamente inquietante en el ambiente. La noche era

tempestuosa y fría, pero existía algo más, algo que en verdad desconcertaba, incluso

atemorizaba.

La lluvia golpeaba pesadamente los cristales de la única ventana en la habitación. El

pintor se aproximó a ella y recorriendo con la vista la negra espesura del bosque
musitó:

- El silencio es la ribera tras la cual el abismo mudo y horrible nos aguarda,…es

la perdición que alberga la soledad. Debemos cuidarnos de no hundirnos en

ella, es increíble lo insensatamente débiles que podemos llegar a ser.

Después de aquella velada reconvención, prosiguió una escueta charla en la que se

acordaron ciertos asuntos que Víctor debería tratar al día siguiente en Génova, luego

de que ambos abandonasen la residencia de Monsieur Dufar por la mañana; el

aprendiz ( quien debería partir primero) salió del cuarto del pintor para dirigirse a la

biblioteca, allí lo esperaba el lienzo con el retrato de Laura, el cual seguramente ya se

encontraba seco, listo para ser enfundado a fin de que pudiese ser trasladado al

carruaje enseguida y así al día siguiente no perder tiempo.

En aquel largo pasillo iluminado parcamente, Víctor se detuvo de pronto sintiéndose

algo avergonzado a causa del súbito miedo que le ocasionó el advertir un rápido

destello procedente desde la biblioteca. Aguardó un instante en espera de que se

repitiese.

- El cuadro no piensa moverse por si solo monsieur Sales- inquirió Dufar

mientras se acercaba a Víctor, sonriéndole de una forma altanera y que a la vez

pretendía débilmente ser amable.

Tomó a su interlocutor del hombro derecho y mientras lo mecía continuó:

- Espero que estas pequeñas vacaciones hallan sido de su agrado- y le dio un par
de palmaditas en el brazo izquierdo-. En su hogar debe tener usted una vida

muy distinta me imagino.

- Dolce far niente- 1contestó Víctor con una sonrisa mucho menos garbosa, pero

no menos sínica.

- Es lo que dicen- repuso Dufar y dirigió una mirada impaciente hacia el oscuro

corredor.

Se produjo un silencio muy incomodo. Algunas personas pueden considerar hasta

intolerable una situación así. Víctor, a veces pasaba varias horas sin decir ni una sola

palabra; tanto el como su maestro solían permanecer largo tiempo en su taller sin oír

mas que el ocasional resquiebre de un huevo empleado para dar consistencia a algún

color; el batir de alguna mezcla, el murmullo de alguna indicación necesaria. Así eran

ellos, se trataba, pensaba Víctor, de un buen silencio. El de aquellos instantes distaba

mucho de serlo.

Finalmente el caballero dijo:

- Le presento a Pedro. El le ayudará con el cuadro. Adiós.

El caballero sin más se retiró.

Luego de saludarse, Pedro y Víctor ingresaron a la habitación, tomaron el retrato de

Laura y lo condujeron hacia el carruaje. La lluvia había cesado.

- No hablas mucha verdad amigo- mencionó Pedro a su acompañante mientras salían

1
En italiano: Dulce hacer nada.
hacia la gélida y turbulenta noche.

- Pensaba en si a mademoiselle Dufar no le dará demasiado miedo el vivir tan cercana

a un cementerio- contestó Víctor observando el balcón del cuarto de Laura.

- Es el cementerio familiar y no lo creo, ella es muy valiente. Cuando pequeños, a

todos nos invitaban para sus cumpleaños y ella era la única que no se atemorizaba

con las cosas horribles que su abuela nos relataba para divertirnos.

- ¿Historias de terror?

- Sobre la sombra oculta ¿Conoces la historia?

Víctor negó con la cabeza.

- Hay quienes creen que la maldad no existe- repuso Pedro- Son aquellos que

nunca la han percibido. Ellos piensan que estamos formados por una parte

humana; gracias a la cual podríamos sentir afecto, compasión, tristeza y otras

emociones similares. La otra parte sería la animal; y esta nos haría actuar

solamente en pos de nuestro beneficio personal, de ella vendrían nuestras

actitudes violentas, crueles, nos haría sanguinarios y eso.

Hizo el mozo una pausa dejando el pesado lienzo apoyado en el peldaño de una

escala de tres peldaños y sujeto por su hombro y mano diestra. Con la otra mano

destapó una cantimplora de metal plateado y brillante y bebió un largo sorbo de esta.

Mientras lo hacia Víctor pensaba en cual sería la parte que nos volvería burlones o

rencorosos.

Luego Pedro ofreció un trago a su acompañante y al rechazarlo este continuaron su

camino.

- Una vez nos contó como es que la leyenda del hombre perro deriva de esta teoría,
explicándonos que estos seres eran hombres en los cuales el lado animal es más

poderoso que la parte humana.

“Después nos relató una historia en la que el héroe, para poder acabar con la manada

de hombres-perro que azolaba su pueblo, partió en busca del mago de Ruan. Este le

hizo forjar una copa de plata; luego el mago tomó la copa y vertió agua pura en ella.

Después de observar un instante el reflejo de la luna plateada sobre la superficie del

agua, arrojó esta hacia el cielo, atrapando de esta manera un rayo lunar, creando así

una lanza de cristal luminoso, tan frágil como el cristal, pero que conseguiría cortar la

piel de un hombre-perro como si fuera de papel.”

- ¿Y que hay de la sombra oculta? – preguntó Víctor temblando de frío.

- Según recuerdo- y mi memoria es excepcional- la sombra que se oculta sería

algo así como una manifestación pura de salvajismo, de sed por la sangre; un

animal espectral con la crueldad de hombre.

Recuerdo cada palabra del relato; casi podía verlo, incluso ahora.

Dejaron el lienzo cubierto dentro del carruaje. Detrás de ellos otro mozo llegó con la

única valija de Víctor y dos de las tres del pintor. Le ayudaron a dejarlas sobre la

calesa y se despidieron de el. Entonces Pedro prosiguió.

- Un pelaje negro y tupido cubre su cuerpo. Mide mas de dos metros, pudiendo

erguirse cual fuese un hombre corpulento, solo que curvado y con los brazos

extremadamente largos. Sus manos y sus pies son enormes, pero semejantes a

los humanos. Sus garras son purpúreas y afiladas, largas como navajas y

rechinan como el metal cuando desea anunciar su presencia.

“Su cabeza es como la de un lobo o por su hocico más bien chato como un perro
dogo, con amarillos y penetrantes ojos ígneos e impasibles, pero que al envestir se

tornan centelleantes de voracidad, hipnóticos para su víctima.

Lo más espeluznante es su sonrisa, que con sorna enseña blanca y perfecta como

la de un gran señor.”

Se detuvieron en el punto en el cual debían separarse. Pedro deseaba continuar con el

relato por lo que decidió acompañar a Víctor hasta la entrada del jardín en el cual se

encontraban.

- Hay quienes aseguran que si vez a la sombra del mal mientras se oculta de la

luz de la luna llena, esta penetrará por tus ojos y te morderá por dentro.

Entonces tu ser herido se consumirá lentamente hasta que ya no seas más que

tú parte animal.

- ¿Dice usted que es una invención de la abuela de mademoiselle Laura?-

preguntó Víctor con poca convicción.

- Muchos aseguran que si se presta real atención, entre las penumbras,

meciéndose despaciosamente, observando fijamente, es posible distinguirla…

El aullido proveniente de uno de los perros guardianes les hizo ponerse alerta y tragar

saliva. Ambos rieron y continuaron el camino de regreso.

- No cree que hace demasiado frío para esta época del año- preguntó Víctor que

de pronto comenzó a sentir molesto el silencio en compañía de su amigo.

- Tal vez.

- ¿Usted tampoco se siente inquieto por el cementerio y lo extraño de esta

noche?
- No. Aunque en noches así me siento muy seco; seco como Pedro2. – el mozo

no se explicó, simplemente se limito a sonreír mientras estrechaba la mano de

Víctor al despedirse.

Víctor volvió a entrar. Podían oírse truenos, en cualquier momento se reanudaría la

lluvia.

El continuaba pensando en la sombra oculta, en que todos tendríamos algo negro en

nuestro interior anhelando el ser liberado y que de allí seguramente habría surgido la

idea tan loca…

Pensando en esto, nuevamente al pasar junto a la biblioteca, advirtió el fugaz destello

colándose por debajo de las puertas.

Se detuvo. Luego de unos instantes se dejó oír un trueno, se había demorado bastante.

Decidió entrar para así cerciorarse de que la puerta que conducía a la terraza no

estuviese abierta. Luego podrían atribuirlo, si este era el caso, a una negligencia suya

o de su nuevo amigo.

Al ingresar a la habitación todo en ella se encontraba cerrado, tanto ventanales como

puertas.

Un pálido destello iluminó por varios segundos los objetos en el atiborrado despacho,

el rugido de este no se hizo esperar.

Víctor cerró la puerta detrás de sí y avanzó con la lámpara en mano hacia el espejo.

2
Pedro en italiano significa piedra.
Deseaba observarlo por última vez.

Al estar junto a este, recordó de pronto como es que los antiguos hombres solían

explicarse el porqué de los relámpagos; ellos decían que cuando Dios está enojado

con los mortales, arroja sus rayos sobre la tierra. Pensaba Víctor que podría ser cierto

en parte, pero no entendía el porqué de recordarlo en ese momento. Por asociación,

supuso.

Mientras estudiaba de cerca el marco, fijándose en los gravados y palabras escritas en

un idioma que el jamás había visto, recordó la conversación que había sostenido con

su maestro, entendía que se estuvo refiriendo a Laura y sintió vergüenza por ser tan

transparente. Solo esperaba que los demás no se hubiesen percatado de su ya no tan

secreta admiración hacia ella.

Pensaba en algo que no pocas veces había oído; en que cuando uno quiere que algo

suceda- y en especial si uno lo dice- es casi seguro que no ocurra. El afirmaba – claro

que para si mismo- que esto se debía a las muchas probabilidades que existen para

que diferentes cosas ocurran y que resultaría muy difícil el atinar exactamente a la

posibilidad correcta.

De pronto un destello iluminó toda la estancia. Esta vez provenía del espejo.

Una extraña sensación de vértigo casi le hace perder el equilibrio. El silencio se hacia

abismante, el frío o cualquier otra sensación habían desaparecido. Víctor se

sorprendió al notar que su reflejo ya no estaba; el espejo se había transformado en

una enorme ventana hacia el bosque. Luego de un parpadeo que se sintió como un

latido, Víctor se encontraba inexplicablemente en su interior.


Delgadas hebras de nubes, plomizas y translucidas flotaban con lentitud mientras

cruzaban por delante de una pequeña luna, llena y amarilla.

El intenso aroma de pinos y demás hierba húmeda a su alrededor, la fría brisa que

congelaba su rostro y manos, haciendo visibles sus exhalaciones, le indicaban que

aquello no podría tratarse de un sueño o una alucinación. Así que decidió avanzar

para comprobarlo.

Podía oír el crujir de las hojas bajo sus pisadas, el rose de las ramas que pendían

sobre su cabeza y el caer de cientos de hojas cada vez que la indiferencia del viento

arremetía sobre el bosque sumido en gran parte, en las más profundas penumbras

nocturnas. No se oían ni búhos, ni grillos, ni el mar siquiera.

“Al menos ya no llueve” pensaba Víctor más distraído que desconcertado. Pero

súbitamente, la inquietante sensación de ser observado le llenó de un paralizante

miedo y apenas venciéndole, consiguió voltearse y descubrir con estupor la

imponente figura que se erguía frente a sus ojos.

No existía la menor duda; era la sombra que se oculta, surgiendo lentamente desde las

penumbras, sonriendo afablemente, salivando y relamiéndose, enseñando sus

brillantes y afilados dientes humanos, crispando su pelaje, flexionando sus rodillas y

apoyándose con una mano en la tierra; adoptando la posición de embestida.

Sin la necesidad de pensarlo demasiado Víctor huyo por su vida.

Corrió y corrió tan ligeramente como le fue posible, avanzando sin atreverse a mirar
atrás, sin querer creer que en realidad aquella enorme bestia con cuerpo de hombre se

hubiese materializado de entre la umbrosa espesura y solo anhelase el devorar su

carne…

Corrió y corrió por entre los ásperos troncos, abriéndose paso trabajosamente por

entre matorrales que lo arañaban mientras parecían querer detenerlo. Corrió sin

detenerse por lo que le pareció ser una eternidad.

Sus piernas se acalambraban y dolían en los muslos y las articulaciones de la cadera.

Apenas y respiraba; su corazón martilleaba, su marcha se tornaba cada vez más lenta,

pero aún así, cada vez que percibía el cálido y pestilente aliento de su perseguidor

junto a su rostro, lograba encontrar fuerzas y eludirlo...

O al menos eso creyó en un principio; cuando ya no consiguió continuar corriendo y

solo avanzada conforme sus fuerzas se lo permitían, advirtió que la sádica bestia

solamente deseaba jugar con él, saltando burlonamente a su alrededor.

En cuanto tropezó con una raíz saliente y cayó pesadamente entre ramas, hojas y

tierra pedregosa y húmeda, supo que ya no volvería a levantarse, por lo que cerró los

ojos, oprimió los puños y los dientes en espera de lo inevitable, pero nada ocurrió.

Nuevamente el hondo silencio. Solo oía su respiración sonoramente agitada y

entrecortada por el inusual esfuerzo y el palpitar martilleante de su corazón.

Con mirada apremiante buscó por todas direcciones, pero solo consiguió ver árboles

y matorrales.

El dolor en el costado derecho y las piernas habían descartado la probabilidad de que

todo fuese un sueño.

Aunque tal vez – pensó - podría haber caminado dormido y por eso se encontraba en
medio del bosque. El estruendo de los truenos que ya para entonces había cesado,

habría hecho huir a las aves y el sonido del mar resultaba imperceptible dado que se

hallaba relativamente alejado de este.

En cuanto logró ponerse de pie, consiguió atisbar a lo lejos las que parecían ser las

luces de la finca y en seguida se dirigió hacia ellas.

Comenzó a llover copiosamente.

Fue entonces cuando precedida de un sutil gruñido, la imponente bestia surgió desde

la negrura de la noche, irguiéndose justamente ante el atemorizado Víctor Sales.

Su cordial sonrisa y ojos fijos en su presa le impidieron a este reaccionar. Y así, sin

conseguir oponerse o siquiera gritar por auxilio, contempló impotente como

lentamente las cuatro delgadas y alargadas garras de la bestia se clavaban

dolorosamente y sin esfuerzo entre sus costillas; de abajo hacia arriba, de izquierda a

derecha y el pulgar como el de un hombre, sujetando con firmeza en sentido opuesto.

Cuando las garras como navajas ya no consiguieron seguir abriéndose paso entre la

trémula carne, elevaron de golpe al sorprendido Víctor y sus ojos pudieron así

encontrarse frente a frente con los del sonriente animal- hombre.

No le era posible moverse; sus brazos y piernas estaban completamente faltos de

fuerzas y no respondían. No podía hablar o gritar siquiera, solo mirar y abrir la boca

intentando infructuosamente el pedir auxilio.

Sentía como su sangre, caliente y abundante bajaba mezclándose con la fría lluvia por

su torso y piernas.

El sufrimiento se hacia interminable, el dolor era inaguantable, acrecentándose cada

vez mas a medida que la bestia, que no dejaba de sonreír y observar maravillada,
oprimía y soltaba, oprimía y soltaba, y cada vez que lo hacia en sus ojos brillaba la

satisfacción, ya que le regocijaba enormemente el sentirse temida, vivía para poder

olfatear aquel incontenible terror.

Víctor solo deseaba el ya no continuar sufriendo. Y así paulatinamente y como

atendiendo a sus ruegos el intenso dolor se esfumó. Sus ojos sin cerrarse dejaron de

ver y sin embargo ahora todo lo veía muy claro, ahora se daba perfecta cuenta de

todo. La encantadora Laura nunca fue ni podría jamás haber sido suya. Alguien tan

vulgar, tan insignificante.

Ahora y como nunca podía verse como en un espejo, aun mas claro que en ningún

espejo. Podía notar lo poca cosa que era y lo lejos que la felicidad podía hallarse de

alguien como el; alguien horrible y estúpido, inmerecedor de cualquier cosa buena,

solo y abandonado a la merced de las circunstancias, en medio del frío páramo

crepuscular de la vida,…de la cual Laura solo fue un bello y fugaz rayo de luz, el cual

solo consiguió enseñarle el desagradable aspecto de cuanto le rodeaba.

Solo existía una cosa cierta en el mundo y es que todo podría llegar a estar siempre

peor.

Y mientras se abandonaba a la cruel realidad recordaba como el tiempo que pasó

jamás dio tregua y las oportunidades que se dejaron ir ya no volverían más; y una

extraña sensación de alivio fue llenándole, ya que ahora en verdad nada importaba.

El intenso dolor y pavor ya habían quedado atrás.

Quien conoció a Víctor puede decir de el que era algo atolondrado; nunca pensando

en las cosas que tenía enfrente. Y esta vez no podía ser la excepción...Así, mientras la
bestia clavaba en el su mirada que como dos flamas de fuego negro y vibrante

intentaban devorarle el corazón y su aliento tórrido y maloliente le asfixiaba, el hizo

lo que de ordinario; rememoró la dulce primera imagen de Laura, sonriéndole tras un

abanico negro y plateado, observándole fijamente, sostenidamente. Y como de esa

mirada, de aquellos ojos, de la profundidad insondable de aquel par de estrellas cafés

y lejanas, surgía algo que le era imposible de descifrar, pero que sin embargo, ahí se

encontraba. Algo tan suave, tan tibio y fresco a la vez,… tan ciertamente real…

Entonces todo culminó de forma tan repentina e inexplicable como se inició. La

asqueada bestia arrojó con violencia la delgada y maltrecha figura que sostenía en

vilos, alejándose velozmente valiéndose de sus cuatro extremidades.

Todo aquel extraño acontecimiento había finalizado sin dejar el menor rastro de que

hubiese jamás ocurrido.

Víctor no tenía heridas o dolor alguno. La rosa cárdena estaba justamente a la vera de

donde había el caído. Al levantarse la recogió.

Caminó lentamente por el bosque siguiendo las luces de la finca y pensando en como

le haría entrega de la flor a Laura. No deseaba pensar en lo ocurrido, no pensaba en

nada más que en la forma de escalar por su balcón.

La lluvia era intensa, nuevamente surgieron los rayos y los truenos.

La procelosa noche irrumpió en la alcoba de Laura con súbito y furibundo estrépito,

abriendo de par en par los ventanales de su balcón, soplando la lluvia hacia el interior
del cuarto, empapando así las cortinas y la alfombra.

Casi al instante Laura se repuso al sobresalto y a pesar del brusco despertar

permaneció impasible, sentada sobre su cama, observando el negror frío y rugiente

del exterior, pensando en que al entrar de golpe la naturaleza en territorio alterado por

la mano del hombre, siempre parece hacerlo con ademán de castigo.

Sin más dilación, se levantó con encantadora gracia y encaminó hacia la ventana.

Junto a ella observó, cuidando de no pararse sobre la alfombra mojada, como Víctor

con gran dificultad engarzaba solo los caballos a su carruaje.

Enseguida cerró las persianas, luego las cortinas, regresando tranquila a su suave

lecho.

Al llegar la mañana ni el menor rastro quedó de lo que su admirador enfrentó por

Laura Dufar; solo unas cuantas cenizas de la hermosa flor consumida.

J. A. Salazar
Acacias

Con los ojos herméticamente cerrados y con una sonrisa despampanante en sus labios, Camille

dibujaba a Isabella en su mente. Contorneaba sus curvas y recreaba cada centímetro de su cuerpo.

Recordaba incluso la forma de su nariz, de sus manos, la figura de sus ojos, cada rizo de su cabello

y festejaba alegremente cada detalle de la chica. Saboreaba intensamente su ensueño como si se

tratase de una tajada de ambrosía.

Inspiraba todo el aire que le cabía en los pulmones alargando cada segundo para retenerlo en su

interior. Inspiraba tan fuerte haciendo crecer su sonrisa, dándole lucidez a sus rasgos. Fue

adoptando colores de complicidad, como si tramara algo.

Tumbada en el piso no hacía otra cosa que soñar a Isabella y recibir los vestigiales rayos del sol

otoñal. Las flores de los árboles comenzaban a caer sobre el rostro de Camille, haciendo que su

excesiva palidez se exacerbara de forma celestial.

Era un día soleado, aunque muy frío, pero Camille guardaba cierta tibieza en el alma. Jugueteaba

con el viento. Abría y cerraba los ojos sin esquivar las Acacias cayendo sobre si. Estaba en completa

armonía con su realidad.

Camille humedeció sus labios, inspiró por la boca y en un acto de rebeldía dio fin al preciado

silencio."Isabella... He descubierto que no te amo". Dijo sin esperar una respuesta.

El corazón de Isabella un tanto confundido se dispuso a entender la declaración de Camille. "Yo

tampoco te amo Camille". Respondió, pero ella si precisaba una respuesta.

- Me explico. Cuando digo que no te amo, es porque quiero decir justamente lo contrario.

¿Comprendes lo que te digo Isabella?, ¡Es tan genuino todo esto! Me llevas al desgarro absoluto, a

vaciar toda mi sangre, a endurecer mis venas y respirar hondo otra vez llenando mis pulmones de
aromas infinitos, de aromas lejanos que se desprenden de los tuyos.

Tras unos segundos el corazón de Isabella volvió a su habitual serenidad, pues sabía que había

entendido las palabras de Camille.

- Entiendo. Siento que sobrepasamos hace mucho tiempo los “te amo”, el amor ya no alcanza para

expresar lo que generas en mi. Te amo, te adoro, egoístamente te quiero y generosamente te dejo

volar lo más alto que necesites. Cada vez que quieras que mis brazos sean tu nido, puedes tener la

certeza de que lo serán.

Camille reunió todas las emociones provocadas por las palabras de Isabella y encausó sus energías

en un abrazo infinito hacia ella. El abrazo eufórico hizo que ambas rodaran colina abajo,

impregnando sus cuerpos de hojas secas y hierba fresca. Los besos apasionados reprimían la

respiración de las chicas. Rodaron kilómetros, tal vez muchas vidas. No importaba. Rodaban y eso

era lo esencial.

Los impetuosos jugueteos acabaron de súbito.

Camille, quien estaba prisionera entre la hierba y el cuerpo de Isabella, sonriente y de un impulso

arrebatado, acomodó su cuerpo sobre el su amada, permitiendo que fuera ella ahora la prisionera.

- Me haces tan dichosa. He visto cosas que no podrías imaginar, cosas que te estremecen el alma,

cosas capaces de hacerte enloquecer de dolor, cosas que ni el mismo Dios sería capaz de perdonar.

Pensé que ya nada podía conmoverme, pensé que era inmune a los sentires del mundo y aquí me

tienes... Sin poder explicarme esto que siembras en mi. Sin saberlo y quizás sin quererlo, me has

hecho vulnerable. Has bañado mis instintos en aguas de calma, has logrado tempestades en un

pequeño vaso de agua y has cortado mis alas que tanto cuidé. No me explico ésta locura, que de

locura se hace cuerda. No me la explico y no quiero hacerlo, porque en el intento de la lógica puedo

encontrar desasosiego. Es tan grande el sentimiento y tan pocas las palabras para describirlo, que
siento que en un arranque de locura y en una sinfonía de besos podría perder la vida... o quitarte la

tuya. Siento temor de mis actos. Siento niveles de pasión tan elevados que podría devorarte

lentamente, comer cada espacio de ti para que vivas en mí y ya no preocuparme por dejarte ir. Me

llevaré tu presencia para que no se vaya y siempre vuelva. Comeré tu cuerpo, engulliré tus ojos y la

paz reinará en mí. Luego el arrepentimiento golpeará mi puerta, pero ya no tendré nada que perder,

porque serás parte de mí y de mí ya no puedo perder nada.

Respiraré al fin dichosa al sentirme satisfecha, saciada de tu amor, probablemente con rastros de tu

sangre aun en mis labios.

Isabella Crokaert
VÍNCULO FALSO

“Si supieses cómo lloraba en mi interior cuando leía en tus palabras sólo sudas, traumas y dolor…
¿Acaso alguien ha sentido lo tuyo tanto como lo he sentido yo? Te vas sin despedirte, me desechas
sin decirme.”

Él caminaba desorientado, la ansiedad lo consumía vorazmente. Un dejo de intranquilidad se


colaba por su corazón, su mente divagaba sobre tantas cosas que cada una se sobreponía a la otra
creando un nuevo monstruo, una nueva ansiedad. Cuando llegó al negocio “La Estrella”, llamó a su
casa, nadie contestó. Colgó lentamente el fono como si con su mano hubiese estado efectuando una
dificilísima operación cardíaca: el cordón nervioso se plegó al fono.
Ese infinito “tut-tut” es un karma fatídico, es difícil sobreponerse a él, y muchas veces termina
absorbiendo a quien osa seguir intentando alguna comunicación. El infinito “tut-tut” es el sonido de
la desesperación, es la voz de eso llamado impaciencia…o quizás ansiedad.

“Mira… Me ayudaste en su momento, ahora me harté de ti… Me cansé de tus palabras. Tengo
mil atados como para seguir oyendo tus problemas. No te quiero ver más, sé feliz…, un millón de
gracias por todo.”

La vereda parecía la vida misma: nunca se sabe con que se puede topar al frente. Si llevas la
espalda bien erguida, el mentón en alto y la vista siempre fijada al frente orgullosamente y con gran
seguridad, quiere decir que eres un ser visionario que provee buenas decisiones para su futuro, un
pragmático o una pragmática con grandes esperanzas y que lleva un paso decidido y firme; pero si
llevas la cabeza gacha, los ojos desorbitados “buscando” algo en el suelo, quizás el sentido o el
destino perdido, y si a eso agregas que vas curcuncho, de espalda caída y jorobada, con las manos
en los bolsillos y rasgo en la fisonomía facial un tanto depresiva, quiere decir que eres un ser que
mira el hoy inseguro, que no disfruta el momento, que no tiene futuro y que carga el pasado en su
joroba como un fantasma errante que carga el purgatorio o el infierno sobre sus hombros… Cuando
todo parece que sale mal, nos parece que todo el mundo también está mal.

“Por favor, te pido perdón… Créeme… No hay alguien más arrepentido que yo en este
mundo. Nunca más seré un maldito angustiado. A veces pienso que me utilizaste, a veces pienso
que sólo me querías por un momento para luego poder desecharme de tu vida.”

Flores. Ella vio la flor y sonrió sarcásticamente. Sin vacilar cogió su bicicleta y se echó a
andar por la gran comuna, sin miedos aparentes pero con un terror inmenso dentro de su corazón.
Cada pedaleo coincidía de vez en cuando con la sístole y la diástole cardíaca. Sus venas y arterias se
conjugaban con la presión sanguínea de forma tan asombrosa que se diría que una gran
computadora controlaba sus movimientos, su respirar. “Qué extraño es esto del cerebro”, pensó ella.
Chocó con un niño pero no le prestó mayor atención. Salió disparada dejando atrás los
insultos de la madre del chico. Iba rápido y a veces quería ir más lento. Su sentido, ¿dónde estaría?
Recordó a aquel vocalista de su grupo favorito el que pintaba su cuerpo con el celestial color azul
por una cuestión de contacto con las constelaciones estelares. Ella buscaba en el cielo una respuesta,
no un dios. Buscaba lluvia y no sol. Cuando una vez pudo haber hallado una luz, un apoyo en su
vertiginosa y obstaculizada vía, prefirió desecharla, ya no quería esa chispita.
“Hay cosas que no pueden seguir. No me pidas que recuerde los buenos momentos. Una
palabra, sólo una, puede borrar con todos ellos. Me hartaste, te odio, imbécil, lárgate de mi vida,
déjame sufrir tranquila, no quiero a nadie, quiero estar sola, sin nadie que me rodee… No quiero ver
a nadie.”

Cuando llegó a su casa tomó la guitarra y dejó que cada lágrima se hiciese una nota. Como
resultado de dicha terapia, surgió una hermosa melodía que mezclaba los más sutiles compases y
una exquisita fusión de ternura y sentimiento, dejó que su Yo se plasmara en una canción, dejó que
ella tomara la forma de la guitarra y se hiciese música. Sus lágrimas más los recuerdos y la magia
musical crearon un himno a alguien tan extraña, a un ser tan especial como a la vez endemoniado…
La vida tiene sorpresas a la vuelta del próximo arpegio.
“A veces pienso que no me quieres. Que tu mundo es una cámara obscura sellada, hermética y
llena de obstáculos para siquiera pensar cruzar esa barrera de indiferencia. Mientras tú estás
divirtiéndote, jugando a vivir con una copa en la mano, copa que refleja todos los vapores que
irradian los sentimientos de aquellos que se derriten junto a ti en esas fiestas, mientras tú estás
inventando un sentido, yo estoy mordiendo mi garganta con la fuerza de la resignación. A cada
instante veo formas tuyas frente a mí, tus ojos, tus labios, tu ser. Esas formas pasan ante mí
meneando la vida frente a quienes solo te quieren utilizar. Mientras yo te pienso, tú me olvidas;
mientras yo me preocupo, tú te descuidas; mientras lloro, tú ríes. Llego a pensar que la vida es así,
un tormento amargo cuando se trata de sentir, ¿acaso no es mejor vivir sin tener que pensar en ti a
cada instante, a cada segundo, a cada momento, a cada sueño? ¿Acaso no puedo vivir sin tener que
pensar en que te haces ángel y me sacas de este laberinto y me elevas a una paz y una seguridad que
tanto necesito? ¿Por qué tengo que pensar en estabilidad cuando lo único que tú quieres es pasarlo
bien olvidando a quien a dado tanto por ti? ¿Dónde están tus palabras dulces? ¿Dónde está tu voz
preguntando por mí? ¿Dónde está el cariño y la preocupación por mí? Querer es difícil cuando no
hay afecto, rechazar es fácil si no quieres a nadie… `Esos labios tuyos merecen una mordida´, te
debe estar diciendo algún imbécil, y tú le contestarás: `Mmmm… Acércate, vamos, hazlo´, y yo
aquí pensando en ti… Debes estar divirtiéndote demasiado, debes estar pasándolo súper bien…
Claro, ¿para qué me querrías a mí? ¿Para que te hable del ser, de lo óptico, de la existencia? ¿Para
que me quede callado mientras todos te hablan y te cortejan? ¿Por qué tu ser se me hace tan
necesario, por qué tu ser no se despega de mi mente y corazón? Llámame carga pero ahora yo estoy
cargando un dolor tan ingente que en cada crepúsculo del latido de mi corazón se oye una
explosión, un volcán en erupción, un terremoto y un tsunami… Me quedo navegando en el vacío de
la nada, en el descubrimiento de que le sirvo a alguien, de que ese alguien me necesita, pero explota
mi corazón… Y tú no llamas… Tu voz: se me hizo costumbre escucharla diariamente cuando con
ímpetu y con ganas tomabas el fono y marcabas mi número. Tu voz era el manantial que refrescaba
mis pétreos oídos acostumbrados a oír duras palabras, pero que contigo pasaban al olvido y se
hacían sólo murmullos frente a la catarata dulce de tu voz y tu lengua. Oía tu boquita tan cerca del
fono que cada respirar, cada sonido que tú expresabas me llegaba al alma. A veces parecía que
dabas minúsculos gemidos, o que asentías con un `Mmm´ tan suave que se me iba la vida de tanta
ternura expresada por un ser como tú… Pero ahora ya no me llamarás.
Cambian tanto las cosas cual blanco se convierte en negro o viceversa. Las maneras de poder
aguantar este dolor han sido varias pero ninguna efectiva. ¿Podré volver a creer en alguien? Tengo
ganas de gritar, de aullar, de subirme a una peña y cantarle mis penas a la luna y que ella arroje
sobre mí la luz que el sol me niega, quizás ella interceda por mí ante el astro sol… ¿Por qué todo
cambió de esta forma tan cruel?”

Llevaba la canción en su garganta y el recuerdo de ella en su corazón. Recuerdo y canción se


harían uno, se harían presentes. Sabía dónde encontrarla. Reparó, mientras caminaba, en la alegría
ensordecedora de los niños en la calle jugando con el balón de fútbol, vio nuevos horizontes y se
sentía rejuvenecido. Una esperanza que nunca perdió rondaba en su mente. Él no perdería la
oportunidad de su vida. Sabía dónde hallarla, sabía dónde encontrarla, sabía cómo ubicarla. Al
aproximarse cada vez más a la plaza, sentía que algo en la garganta le quemaba y no era la canción.
Sentía que la guitarra que llevaba le pesaba más. El pecho quería romper las barreras físicas y volar
al infinito, la cabeza era martillada por una y otra idea que nada tenía que ver con la situación a la
cual se enfrentaría. Sabía dónde encontrarla. Premeditó con alevosía la canción, las palabras, quería
hacerla sentir especial, quería decirle todo y mucho más. Se detuvo. Respiró. Los pulmones
agradecidos ante tal parada de descanso y recreo, se entregaron al más dulce reposo. Su corazón
marchitó la ilusión desalentado por la razón del sistema nervioso que le invitaba a reflexionar sobre
lo que haría. “¿Valdría la pena todo este sacrificio?”, pensó. Se sentó en la vereda. Había pensado
seriamente en pintar su pieza pero el color rojo no le gustaría a la familia que lo sobreprotegía tanto,
pensó. Recordó compañeros, amores pasados y vio ante sí cómo la humanidad desecha tan
fácilmente su propia existencia. O sea, su propia humanidad. ¿Qué significado tenía que papá y
mamá hacía veinte años se jurasen amor eterno si ya hoy estaban separados? ¿Dónde quedaban
todas esas palabras, esos cariños, esa comprensión? Y si ella ya lo había olvidado, ¿qué pasaría con
esos regalos, con ese cariño? Llegaría otro, y otro, y aun más otro que le harían feliz. “¿Y yo?, ¿yo
sólo seré un bonito recuerdo?”, pensó. Se incorporó para reanudar la marcha trascendental que
marcaría su vida.

Ella estaba sentada en una banca de la plaza. Miraba obsesionada hacia un punto infinito.
Saber lo que pensaba era difícil. Tenía su mochila apretada con sus manos. Bajó la vista y miró al
suelo. “Color, dulce color”, pensó. Sus largas manos terminaban en unas uñas pintadas de color
negro. Su pelo teñido un tanto azul sobre el negro-oscuro natural, caía ordenadamente sobre sus
hombros. Un moño ayudaba a esta situación. Levantó la vista, parecía como si algo la molestase.
Bajó la mirada.

“Debe estar ahí, lo sé… ¿Dónde más estaría después de salir del preuniversitario?”, iba
pensando él. Faltaban pocas cuadras y llegaría a la plaza. La ansiedad le pedía a gemidos que
corriera, que gritase, que se ausentase de la realidad. Corrió una cuadra. Cansado, se sentó en una
escalinata de una casona antigua. Tocó unos tres acordes en su guitarra. Tomó valor y siguió
adelante.
-“Demora”- pensó ella.
-“Quédate ahí”- pensó él.

El sonido del tráfico aumentaba, las bocinas no paraban de sonar. Una paloma cruzó el cielo.
Era un ave oscura con algunas pequeñas puntas plomas. Llevaba consigo el viento del invierno,
llevaba consigo el frenesí de la locura.
-“Estos humanos nunca aprenderán”- pensó la paloma viendo al joven caminar
apresuradamente.

Mil caras, vio a su lado. Ella debía estar ahí.


-Más cuidado, muchacho estúpido- le gritó una señora madura a él, quien la había pasado a
llevar en su agitado caminar. Alargó la mano, la plaza estaba cerca.
-“Ahí lo veo”- ella estaba ansiosa. Le vio con algo en la mano. Venía cruzando la plaza con
una actitud soberbia, sus largos cabellos lo conectaban con la tierra, venía de negro con una polera
de un grupo musical. Era de contextura media, alto. Cuando lo divisó frente a sí, ella dejó caer su
mochila y se apresuró a abrazarlo. Su hombre estaba absorto en el color del día.
-¿No te parece que este azul es el mismo de los cristales de la iglesia de la que te hablé la otra
vez?- le dijo él.
-Sí, este día tiene algo especial, es nuestro día. Cuando estaba en cuclillas dentro de esa iglesia
ví toda una sensación azul-oscura que me tenía en un limbo, un no estar. Un punto intermedio entre
la vida y la muerte- ella decía esto con emoción. Las lágrimas le corrían por el rostro.
-Recuerda nuestra enigmática paloma, recuerda nuestro centro- dijo él.

Al tiempo que él decía la palabra “centro”, ella sintió un fuerte dolor de cabeza. Eran jaquecas
normales en su familia que llegaban luego de los dieciocho años de edad. Pero en realidad este
dolor era diferente, le ahogaba la garganta, le recordaba cosas. Recordó cuando una vez un solitario
muchacho le había dicho: “Tú eres mi centro, lo más importante que me ha sucedido en la vida”.
Calló un rato. Tomó por la cintura a su hombre. Este a su vez, con una mano en la cintura de ella y
con la otra en el aire con un paquete en la mano, le dijo:
-Esto es para ti, mi pequeño Apocalipsis

Ella tomó el paquete. Estaba envuelto con un hermoso papel de regalo, tenía dibujadas unas
campanas. Ella lo abrió nerviosamente. Rompió el papel.
Las campanas de la iglesia sonaron.
-“Te amo, eres mi centro”

Ella gritó, no aguantó las ganas de llorar.


Las campanas seguían sonando.
Del otro lado de la plaza, un muchacho delgado, un tanto destartalado, venía con una guitarra
en la mano.
-¿Y qué tal? ¿Te gustó?... ¿Por qué lloras?- dijo él.
-Está muy bonito- dijo ella. Era un regalo muy hermoso: un cráneo con una tarjetita que decía:
te amo. Cuando ella vio al joven de la guitarra, tomó violentamente a su hombre por la cara y lo
acercó a su boca. Fue un beso carnal y apasionado.

El joven de la guitarra dejó caer esta.


Las campanas dejaron de sonar, el beso seguía, y la paloma surcó el aire anunciando tres ayes:
el pasado, el hoy y el futuro.
-“Te quiero”- una vez le dijo.
-“Te quiero mucho”- otra vez le dijo.
-“No me interesas”- ella nunca se lo dijo a la cara, nunca se lo escribió, pero sí se lo demostró.
-Sal, muchacho estúpido, hazte a un lado
-¡¡¡Noooo!!!- ese no recorrió todo su ser, su corazón derramaba desordenadamente la sangre
por su cuerpo.

El beso seguía, las manos de él recorrían con fuego el cuerpo de ella, desnudos los hallaría la
oscura paloma en la iglesia oscura y mental en la que estaban.
-“Ámame”- dijo ella.
-“Ámame”- dijo él.

El joven gritó. Corrió. Los miró. Frente a frente. La paloma le ensució la cabeza, un grupo de
personas lo retó por “atropellar” a la señora, los autos pasaban, “helado, heladito a cien pesitos”.
-“Tócame”
-“Quiéreme”

Las campanas, ¿dejaron de sonar?


-“Él fue”
-“¿Por qué lo hiciste?”
-“Ándate, imbécil, no te conozco, déjame tranquila. Amor, pégale”
-Deja a mi polola tranquila

Un golpe, dos golpes. Sangre


-“Estos humanos nunca aprenderán”- dijo la paloma.

En el centro de la plaza, ese centro que siempre buscó, se dejó caer. Amantes, palomas, gente,
niños, universos, mundos, caían sobre él.
Se arrastró por la tierra deslizándose como un gusano. La tierra entraba a sus pulmones, se
mezclaba con la sangre. Las bocinas seguían disparando contra el sonido del silencio. Vencido y
resignado se quedó tirado como un vago en la nada. Pensaba en que mañana sería otro día, en que
mañana no la vería, en que mañana ella consumaría su amor con el otro. Pensó que nunca tuvo nada
más que su propio cuento, pensó en que la historia la había escrito con su propia ilusión.

***
Era una tarde soleada y alegre. Él la vio por primera vez y ella también. Siguieron su camino por
una larga cuadra de limpias veredas y verde resplandor. Se conocían de hace un tiempo pero no en

persona.

-“¿Y por qué esto?”

-“¿Y por qué lo otro?”

Se hablaron, congeniaron. Todo estaba muy bien. Grandes amigos se veían. Grandes ilusiones

se aguardaban entre sí.

-“¡Qué divertidas tus pantys negras!”

-“¡Qué loco tu desordenado pelo!”

Las horas pasaban y los ojos de ella se pagaban a los de él.

-“Esa tarde, tus ojos… Me hicieron darme cuenta del ser profundo que eres”- le dijo ella a él

una vez.

-“Eres un ser mágico y especial”- le dijo él a ella.

-“Nuestra amistad es para siempre, ¿no cierto? Nada ni nadie la destruirá. Este momento es

mágico y nunca se olvidará. Porque, ¿sabes?, a veces suceden cosas tan extrañas, gente tirada en el

suelo tragando tierra… Ja…”- dijo él.

-“Eso nunca pasará. Me has hecho tan feliz, eres uno en un millón”- le decía ella con los ojos

iluminados, tragando saliva y sintiendo emoción en su corazón, sintiéndose plena en su ser.

-“Nuestra amistad… Nuestra amistad es muy especial”- dijo él.

-“Tú has visto en mí algo nuevo, algo distinto a lo que otros han visto… Has descubierto en mí

algo mágico y especial… Ten por seguro que esta amistad es para siempre”- contestó ella.

La tarde se hacía noche y la noche se hacía un nuevo día, y este día traía consigo la imagen de

la felicidad y la ilusión. Las hojas de los árboles hablaban, la sabiduría olvidada volvía y los colores

adquirían una nueva forma, una nueva sensación. El tiempo parecía reír en cada segundo, la ilusión
se colaba entre las células del cuerpo humano, la luna parecía una celestina cupido, el sol era un

señor más amable y su calor no era infernal sino que un dulce candor que bañaba al espíritu con la

música del viento y soplaba en sus rayos un mágico helio que se amigaba con el oxígeno del destino

vital. Cuando se está bien, todo parece perfecto, todo adquiere un sentido, todo toma forma y fondo.

Los edificios ya no son máquinas administrativas sino montañas de personas que se alzan al cielo.

Esa ilusión es una droga para amortiguar el constante vacío que nos rodea en cada esquina de

nuestro subterfugio existencial.

Cuando todo va bien, ocurren hechos, transiciones, cosas sin explicación.

-“¿Qué sucede?”

-“¿Por qué escribiste eso?”

-“¿Por qué dijiste eso?”

-“¿Por qué? ¿Cómo?”

Período de transición. La nada, elipsis.

Los ciclos son tan difíciles de prever. Cuando estamos en el torbellino de sus corrientes

llegamos al final o al principio de la actuación.

Algo pasó entre ellos.

“Si supieses cómo lloraba en mi interior cuando leía en tus palabras sólo dudas, traumas y

dolor… ¿Acaso alguien ha sentido lo tuyo tanto como lo he sentido yo? Te vas sin despedirte, me

desechas sin decirme”- pensaba y decía él.

FIN

Por Rodrigo Torres Quezada

Anti oda para socialistas socialité


¿Así que no quieres ser ni siútico ni arribista?
¿Haz visto la casa en que vives?
¿Haz notado que tienes un computador de lujo?
¿Te das cuenta que no podrás salir de esto,
Por la mera razón de que este ES el ‘mundo’
Que te agrada?
¿Te haz puesto a pensar
Que los únicos que están fuera de esto
Que llamas mierda
Son esos dementes,
Y esos delincuentes que algún día
Entraran a tu casa a robar todo cuanto
En ella encuentren valioso
Y que después se violarán a tu madre?
¿Haz notado que los únicos
Que están afuera
Son esos mismos
A los que tú quieres despertar?

¿Sabes por qué no te queda bien


El papel de niñit@ revolucionari@?
Simplemente por que eres más papista que el Papa.
Porque te gusta tener dinero
Para ir al cine
O para comprar figuritas del último juego 3D de moda.
Porque crees en el amor,
Porque crees que dios no existe
Y después cuando estés por morir le rogaras
En silencio
Para que te sane.

Si fueras lo que dices no te interesaría


Si existe dios,
No te interesaría quien es el presidente de tu país
Ni tendrías país
No te interesaría que los pobres sean desaseados
Ni te importaría mearte y cagarte en los pantalones una noche de juerga

Si no fueras eso que te reconforta


Y de lo que reniegas ilusamente
La gente te llamaría:

Animal, irresponsable, parásito


Inútil, bestia, etcétera, etcétera;
Y sabes,
Probablemente
Que te llamen así tampoco te importaría
Y ahora no estarías yendo al psicólogo
Ni tomando esas pastillas para poder dormir.

Por Gerson

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