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Solo de soledad
soledad de no me importa
Y se acerca el ir
como huracán rabioso oculto bajo la almohada
Entonces, pienso
yo nunca
tú nunca
siempre muertos
no hubo mucho
que pudiéramos decir
Entonces, pienso
deformes las miradas
que urdidas en la piel
no quieren cicatrizar.
sueños húmedos; me los evapora cual tetera al agua y los hace desaparecer en
¿Me engañará? Cada mirada furtiva, cada contacto sobre la piel de otro,
Quisiera apresarla entre mis puños, al igual como ella teje redes
y me contempla lastimada desde el suelo. Tan frágil, tan animal, tan bruta: me
pone loco. De cada uno de sus suspiros, sólo yo debería ser la razón. Y también
de cada sonrisa... ¡Pero hace tanto que no me sonríe! ¿Será que guarda esos
verla atrapada entre mis brazos. Ella llora desconsolada y tiembla, como
edificio de malos cimientos. Sí... ella es una mala semilla. Ella me tiene así... yo
no soy una mala persona, todo es su culpa ¿para qué me provoca? Quizás yo
y pongo las manos al fuego por afirmar… que ella es mi vida. A extremos
enfermizos, pero de verdad la amo. Lamentablemente, en cuanto lo
entiendo, la puerta está con tranca y ella allá adentro, tan callada... casi
evaporarse de entre mis dedos como el agua caliente? Golpeo, golpeo, nadie
tan fuertemente que me mienta, que esto sea una trampa suya.
Dicen que en la vida cuando se cierra una puerta, se abre una ventana.
estado... no hay ventanas por ningún lado. Sólo queda su cuerpo desvanecido,
Por Serenade
HEIL
La hora de la suerte
Pasajero de la vida
rendido en los momentos
caído ante los tropiezos
amanecido entre desgracias
despierto ante justicias.
En la hora de tu gracia
líbranos de perder tus ojos,
líbranos de no oír tus gritos
líbranos de enfriar tu calor
líbranos de la mala suerte.
En la hora de la suerte
espérame de pie y sin mascaras
para ver la luz de tu mirada
la esperanza que se hospeda en tu sonrisa,
la fe que grita en tu risa.
En el transcurso de la hora
enséñame a enseñar las glorias
que quiero ser un guía con suerte
compañero de la dicha.
A la hora de la suerte,
dile a la desdicha que se aleje
que les puertas se cerraron
para su imperio de tristeza
para su semilla ciega de futuro,
para su amor resentido de amor
y su voz oscura de armonía...
Vagabundo
Atraviesa mi vida
que yo tomo el desvío
y tomo la impaciencia
del asiento del destino
y tomo la impaciencia
del brujo sin motivo.
En estantes vertiginosos
Que no dejan de de crujir al ondular
A veces las páginas se cortan y gargajean
Pero siempre vuelven a reinventar.
III. Zagala
Para Fresia
Ella prefería la vida natural, añoraba los verdes prados y su encanto mágico, el susurrar del viento,
que como céfiro la envolvía en sus suaves brazos. Sin embargo, por largos años, quizás los más
tristes y amargos de su vida, había sido privada de toda maravilla y prodigio divino.
Cecilia moraba en los suburbios de una ciudad céntrica, que poco o nada tenía de llamativo,
más bien sus enigmáticos muros de antaño y vastas calles, se le tornaban monótonos y
aborrecedores, estaba hastiada de todo cuanto sus radiantes ojos observaban, incluso éstos habían
adquirido una tonalidad opaca, que como los camaleones, se acompasaban al ambiente. Así no sólo
sus prístinas opalinas estaban perdiendo su matiz tornasolado, sino que todo su cuerpo sufría
metamorfosis continuas. Al principio eran sólo sus ojos, pero al cabo de unos meses su rostro
sonrosado y perfumado como el azahar, se tornaba de un color acre y agrio, palideciendo ante la
falta de los rayos de sol que tanto anhelaba.
Sus padres recurrieron ante cuanto artilugio encontraban, no obstante, ninguno surtió efecto,
la llevaron con los médicos más destacados de la ciudad, incluso éstos con su sapiencia, no
encontraban razón lógica y causa aparente para tales síntomas; más aún, con el tiempo, ella
comenzaba a empeorar. Primero sus brazos, luego sus piernas y finalmente su cuerpo empezaba a
decaer, languideciendo en son del clima, puesto que en aquella ciudad, no se conocía otra estación,
más que aquella desoladora y atormentante denominada invierno.
Los días transcurrían y no había indicios de mejora, por el contrario, ésta empeoraba aún
más, como si con tal estado de abatimiento no bastara, su último rescoldo de vida se desvanecía con
cada minuto que pasaba, hasta que su cabellera negra como el azabache, cedió ante los suplicios de
la enfermedad, decayendo lentamente, hasta perder toda luminosidad y conformar una sincronía con
la blancura profunda y penetrante de la nieve invernal. Sus padres se lamentaban por tanto
infortunio, no lograban entender por qué su hija estaba padeciendo tales males, se lo atribuyeron a
un mal de ojo, que una anciana del pueblo más cercano les había anunciado, ésta la sometió a un
sahumerio, pero tampoco tuvo el efecto esperado, sólo consiguió entristecer aún más a su madre,
quien sin encontrar de dónde sacar más fuerzas para ayudar a su hija, quiso cumplir con su último
deseo, ya que Cecilia había llegado hasta la agonía, en ella nada parecía pertenecer a este mundo,
sino a uno más lejano.
Así fue como decidió emprender un viaje junto a ella, éste sólo aspiraba a cumplir con los
deseos más íntimos de su estertórea hija, quien deseaba entrañablemente contemplar la naturaleza
en todo su esplendor, recorrer a campo traviesa senderos rodeados por magnífica floresta. Tal cual
en sus sueños, así se dejó guiar por su madre, ella la condujo por caminos inusitados, donde aves de
áureos plumajes sobrevolaban a su alrededor, anduvo parsimoniosamente por sendas atiborradas de
abetos, laureles, gardenias, rosas, magnolias y todo cuanto pudiese imaginar, escuchó el tintineante
sonido proveniente del arroyo y quedó embelesada con el manantial de vida que de éste manaba.
Su mujer lo esperaba con la cena dispuesta, era una mujer muy esmerada, que desvivía por
su marido e hijos, juntos compartían gratamente en familia y no les bastaba nada para ser felices.
Sus hijos eran su orgullo y depositaban todas sus esperanzas en ellos, para ambos la mejor
convicción y su mayor legado era la educación que les podían otorgar. Tras levantarse del comedor,
el padre se dirigió a la sala de estar y encendió el televisor en el noticiario habitual, pero lo apagó en
seguida; nada nuevo, más muertes, violencia y delitos. Al fin y al cabo prefería evitarles tanto pesar
a sus hijos, no quería que develasen el sin sentido ingrato de la vida, aún eran niños y sus sueños sí
podrían cambiar el mundo.
Esa noche fue la más placentera de todas, se entregó sobrecogido al maravilloso mundo de
los sueños. En primera instancia sólo se apercibía una nebulosa, no se lograba ver nada más allá que
la abundante niebla que cubría todo en derredor, obstruyendo la visión, pero a medida que
avanzaba, ésta comenzaba a despejarse. Así pudo observar algunos matices, los primeros vestigios
de los árboles, la implacable luminosidad de la aurora, que destelló paulatinamente en radiantes
rayos de sol, que descubrieron un campo atiborrado de caminos, rodeados por una naturaleza
fantástica e inusual, pero lo que más llamó su atención fue el reflejo sutil de una silueta a la orilla de
un lago. Al principio confiado en que era una ilusión proyectada por su imaginación, simplemente
la dejó pasar, no obstante, cuando continuaba su caminar, ésta se apareció nuevamente frente a sus
ojos, ahora estaba sólo a unos pasos de ella, y ya no podría eludirla.
Se armó de valor y decidió enfrentarla cara a cara, se acercó a pasos furtivos, hasta que ya
había adquirido la confianza necesaria y apresuró su caminar, cuando estaba sólo a dos pasos de
ella, ésta se volteó y le sonrió. Anonadado ante tal mohín que le habían hecho, no le quedó más que
responder del mismo modo, no tardó mucho en percatarse en que era la figura de un niño y entre
más lo observaba se daba cuenta que tenían cierto parecido, sin lugar a dudas, era su hijo. Cuando
se percató de ello, quiso abrazarlo, pero el niño había desaparecido y frente a él sólo se encontraba
el lago. El calor era sofocante y no resistió la tentativa de bañarse a la orilla de tan cristalinas aguas
y cuando se disponía a hacerlo, saltó hacia él una imagen peculiar, era el reflejo del niño que había
visto hace un rato atrás, pero era imposible que estuviese bajo el agua de esa forma y en una
reacción instintiva estiró su mano, pero ya era tarde cuando se dio cuenta que era su reflejo.
Los primeros rayos de sol atravesaban los pliegos de las cortinas y daban en su rostro, a su
lado se encontraba dormida su mujer y en el dormitorio contiguo, sus dos hijos. El día comenzaba
como de costumbre, el desayuno ya había sido servido y luego llevaría sus hijos al colegio,
acompañado por su esposa, que al igual que él, iba camino al trabajo. Sin embargo, no pudo olvidar
el sueño de aquel día, sus esperanzas se restituyeron y le renovaron sus ansias por el trabajo y ver la
sonrisa de sus hijos a su llegada. Cuando éstos a la hora acostumbrada, lo vieron entrar por la
puerta, corrieron a su encuentro y él los asió sobre sus hombros. Tras el cesar de la euforia que
provocaba su regreso, les dio un regalo, éstos muy felices por la novedad, se lo agradecieron y, no
bien se los entregó los abrieron, sus rostros se iluminaron angelicalmente cuando los tuvieron en sus
manos. Ese día continuarían dibujando a su antojo.
Amaneció tarde aquella noche de pasión.
Desfallece el crepúsculo
Cae noctámbula la negruzca noche
En sus mieles melosas melodías son
Una y otra vez, se juntan nuestros cuerpos
A tenor de nuestra canción.
Mail: Patox_15@hotmail.com
CARNE MOLIDA
La puerta sonó tan fuerte que despertó sobresaltada, asustada, confundida. Su marido, su
chanchito, no había llegado a casa y ella, como buena y abnegada esposa, se había quedado
dormida sobre las tapas esperándole, encantadora, celestial, demasiado hermosa para su
chanchi. La cosa es que chanchi golpeó la puerta muy fuerte, así que se levantó, confusa, miró
por el cerrojo y ahí estaba él. Aún no salía completamente el sol, debían ser las seis de la mañana
o algo así. Abrió la puerta.
- hola- dijo ella.
- puta de mierda- respondió chanchi entre dientes.
- ¿qué?
Y él que empuja a su “perrita” sobre la cama, cierra la puerta y se tira sobre ella con sus noventa y
cinco kilos a cuestas, rojo de cólera, sudando, apestando a ron barato y tabaco. Le toma las
manos, la inmoviliza.
-ya sé quién es, ya sé quién es ¿así que clases de pilates? ¡A la mierda el pilates!- gruñía chanchi.
-oye, el pilates hace muy bien, sirve para…
-¡qué me importa para qué sirve el pilates! ¡Ya sé quién es! ¡Ya sé quién es!
-¡pero qué es lo que sabes!- gritó la perri.
-¿te haces la tonta? ¡Ya sé que te acuestas con otro!
Perri quedó un instante en silencio, absorta, mirando directamente los ojos en llamas de su
chanchito. Luego dijo lo único que se le ocurrió…
- eso es mentira.
- ja, y más encima eres descarada, sé que te acuestas con otro y sé quién es.
- ¡mentira!- y forcejeaba, trataba de sacarse a su chanchi de encima, pero él era más fuerte –
suéltame, suéltame- pero no, no, no podía, trataba de golpearlo, pero no, algo cayó, algo se
rompió – ¡vas a despertar a los vecinos!- pero chanchito no estaba dispuesto a oír razones,
chanchito quería SANGRE…
....................................................................................................................................
Cuando las cosas se calmaron, chanchito y perrita abrieron unas latas de cerveza y se sentaron
en la cama, él aún colérico, ella llorando suavemente. El sol ya casi inundaba la habitación…
- y según tú- dijo ella, mientras se le caían los mocos- ¿quién es mi “amante”?
- el pelado de la carnicería.
- ¡qué!
- El pelado de la carnicería, no te hagas la hueona.
- ¡Y de dónde sacaste que es el pelado de la carnicería!
- Él me lo dijo
Silencio. Chanchito prendió un cigarro, tragó el humo, lo aguantó unos segundos en los pulmones
y lo botó mientras agregaba…
- tomamos unas cervezas en el club, todos juntos, así como los jaivas, y el negro Quinteros
empezó a hablar cosas, a contarnos cómo conoció a su mujer ¿sabías que la conoció en un
accidente? Bueno, la cosa es que entre tanta cháchara y tanta cerveza y todo eso se le salió un
mal chiste, de ti y del pelao…
- ¿qué chiste?
- No importa, la cosa es que el pelao salió a mear y yo lo seguí…
- ¡Oh!
- …y lo tomé por la espalda y le dije “a ver pelao de mierda, así que me estai cagando con mi
perrita, dímelo en la cara”, y el pelao lo negaba, pero se notaba que estaba mintiendo porque…
- ¡para! ¡para!- y lloraba y se le caían los mocos a la perrita.
- …estaba pálido, casi lloraba, él sabe como me pongo cuando me enojo, sabe que yo soy
arrebatado, así que lo agarré del cuello y le dije que me dijera la verdad, que sería peor si me
enteraba después y…
- ¡para por favor! ¡Los vecinos escucharán todo!
- …entonces lo confesó, me dijo que se acuesta contigo, que en la hora de almuerzo de la
carnicería se saca el delantal y se viene a MI casa, hediondo a carne molida y a chorizo y se mete
a MI cama con MI mujer, si por eso sentía olor a prieta y a longaniza en esta pieza…
- ¡chanchi! ¡me ofendes!
- …así que me emputecí y lo agarré de los brazos y lo metí al portamaletas del auto…
- ¿QUÉEE?
- …y lo empeloté y ahí lo tengo, en pelota en el maletero…
- ¡no te creo!
- Baja a ver si quieres.
y bajó corriendo las escaleras (¿mencioné que el departamento estaba en un tercer piso?) y llegó
al auto y lloraba y trataba de abrir pero no tenía las llaves, entonces ahí venía su chanchi bajando
las escaleras, con su polera musculosa y su pinta de Tony Montana sobrealimentado, algo ebrio,
haciendo sonar las llaves, y el sol comenzaba a pegar fuerte y las cortinas de los vecinos se
movían y ojos espías asomaban y entonces llegó al maletero, giró la llave y ante los ojos de perri y
chanchi aparece un hombre calvo, de unos cuarenta y cinco años, entrado en carnes, desnudo,
con un llamativo lunar de pelo en una nalga, atado de manos y pies y con una manzana en la
boca. Sí, con una manzana metida en el hocico, mirando asustado, tiritando de miedo, de horror…
-no puedo creerlo- dijo ella, pálida, quieta, CASI como muerta.
Chanchi no dijo nada, volvió a cerrar el maletero, tomó a perri del brazo y ante su nula resistencia
la subió al auto, en el asiento del copiloto, luego subió él, echó a andar el motor y salieron
disparados avenida abajo hasta meterse en la carretera sur. El día comenzaba a tornarse
caluroso, muy caluroso. Prendió la radio del vehículo. Sonaban Los ángeles negros. Le subió el
volumen y comenzó a tararear el amor adiós, no se puede continuar, mientras los dados se
balanceaban colgados en el espejo y la pista se volvía cada vez más desierta.
-¿no me vas a preguntar dónde vamos?- dijo él, luego de un rato. Pero ella no contestó, seguía
mirando la carretera, perdida, pálida, muy quieta.
Serían las once a eme cuando chanchi salió del camino y se metió por una angosta y dispareja
calle de tierra. Condujo en línea recta hasta que llegaron a un sitio desconocido, solitario, seco. El
sol pegaba muy fuerte, molestaba en los ojos. Entonces chanchi detuvo el auto y miró a su perrita.
Seguía en trance. No reaccionó siquiera cuando chanchi abrió la cajuela y sacó una pistola. Se la
metió en el pantalón y bajó del vehículo. Tomó un cigarro, lo encendió y comenzó a fumarlo
mientras miraba el horizonte. Luego tomó las llaves y abrió el maletero. Ahí estaba él, el maldito
hijo de puta que se acostaba con su mujer, desnudo, aterrorizado… y con una manzana en la
boca.
Dio una última fumada al Derby, lo tiró y lo apagó con el pie. Se metió la mano en el pantalón para
tomar la pistola. La tomó y la miró, la miró mientras recordaba los días pasados, los buenos viejos
tiempos, luego pensó en el pelao encima de su perrita y todo se fue a la mierda. Así, mientras sus
dedos acariciaban el gatillo, sintió un deseo incontrolable de reír. Y rió. A carcajadas. Rió como un
loco. Y bueno, no volvió a reír en mucho tiempo.
El sol sobre la bahía lo llenaba todo y se reflejaba plateado entre cientos de pequeños
espejos que parpadeaban en la tranquila superficie del mar. Por encima de este, las
nubes flotaban plácidamente mientras formaban altas montañas blancas, las cuales se
Tras sus ojos abiertos al cálido día, un largo y empedrado sendero surgía de la nada.
aparecieron a cada lado del ahora colorido camino, proyectándose luego sobre este,
las sombras de frondosos árboles de grises y aserradas hojas verde claro, que se
mecían a causa de la ligera brisa que cada vez más fresca, soplaba tanto dentro como
fuera de su admirador.
familiares, al igual que el lejano y osco llamado que le demandaba el volver a sus
obligaciones.
escena anterior.
Esta vez el cuadro se mostraba algo nebuloso, aunque con nuevos elementos. De
entre los árboles, de entre sus ramas y sus hojas, se filtraban los dorados rayos del sol
haladas.
La joven delgada y delicada, aún sin un rostro bien definido, sostenía con ambas
manos una pequeña sombrilla del mismo color que sus vestidos; y a cada lado de ella,
con lentitud.
Mientras terminaba Víctor de distribuir los colores, a la vez que parecía contemplar la
impresionante vista que podía obtenerse de gran parte de la bahía desde la terraza en
mientras el aire gris que le rodeaba se tornaba frío e inhóspito, recordó donde se
encontraba.
-Que lastima que este día halla sido tan corto ¿no le parece Víctor?
El un supo como contestar a aquello así que solo sonrió a manera de respuesta.
-Tal vez no los logró usted oír- Continuó ella con su voz suave- se veía muy
retrato para otra ocasión ya que solo quedarían por ejecutar algunos detalles nada
mas.
Entonces Víctor observó a los dos hombres hablando en un extremo distante a ellos y
dándoles las espaldas. Enseguida el viejo pintor como presintiendo que los observaba,
volteó y con un gesto de los dedos le indicó que comenzara con la limpieza de los
pinceles.
-¿Por qué su maestro debe culminar el retrato en su taller? ¿No sería mejor ejecutarlo
-Una vez me comentó, que Aristóteles decía, que las cosas son más que la suma de
sus partes- contestó este con lentitud mientras lo recordaba- y que para capturar lo
que en verdad es una persona y que su mirada resulte viva y humana, le es necesario
estar en la quietud de su hogar, que solo estando en contacto consigo mismo lo puede
-Me acaba usted de revelar un preciado secreto Víctor; pero no se preocupe, de mis
-Una vez oí hablar a Oscar Wilde- dijo ella y aguardó a que Víctor expresara
asombro, pero al percatarse de que él no lo conocía continuó- Dijo que los mejores
poetas escriben sobre la poesía que no se atreven a vivir ¿Cree usted que con un
tras las grisáceas nubes parecía desvanecerse cerca del horizonte. Víctor jamás
-¿Por qué me mira?- Se atrevió a inquirir con cierto enojo hacia si mismo. Se
arrepintió enseguida.
- Me gusta su aspecto- dijo ella con resolución tras pensarlo brevemente- Sabe,
resulta imposible darse cuenta si alguien tiene malas intenciones con solo verle;
buena a la vez, lo cual puede ser incluso aún peor que aquellos que no enmascaran
sus reales pasiones,.. Ni a los demás, ni a ellos mismos. Lo que si es posible saber,
Mientras tanto Víctor principiaba con la limpieza de los implementos de trabajo, los
Una vez que Víctor ingresó a la habitación y mientras instalaba en un extremo de esta
el lienzo cubierto y depositaba los diversos utensilios que se habían empleado sobre
febrilmente para sus adentros el ser capaz algún día, de poder retratar a Laura, de
¿Pero cómo ser capaz de reflejar algo que ante sus ojos resultaba ser tan sublime? Tal
vez, no existía otra forma de conseguirlo ya que era más de lo que las palabras
podrían llegar alguna vez a interpretar, las que no le parecían algo lo suficientemente
encuentro, luego del cual se enteraría que pronto agostaría y que nada lo impediría.
Pero el la adoraba y sí, algún día su mas alta ambición se consumaría; plasmando la
suave esencia de la mujer mas maravillosa del mundo y su dulce sonrisa y su plácida
al igual como lo hizo una vez sobre él, su mágico y poético encanto, su mismísima
mecía entre sus dedos una copa del jerez obscuro que albos bebían- Todo lo
que nos aleja de la realidad; esta que a veces puede ser tan cruel, tan sórdida y
horrible nos agrada. Y he aquí el que las artes nos sean tan amadas. La poesía,
la escultura, la música y las mismas pinturas. Su irrealidad nos hace amar aún
- Por cierto que lo es…- decía meditabundo monsieur Dufar mientras conducía a
- Felizmente no amigo Leira- contestó Dufar mientras abría el papel que cubría
La historia real de este hombre, la cual fue relatada por tal vez su único
nuestro caballero. Esto causó que la frágil joven cayera en un estado de ánimo
- Claro- repuso el pintor- Nadie puede decirles a nuestras células que continúen
para ello de conocimientos arcanos que según dicen algunos, por inverosímiles
La cura que el marques ideo era una rosa cárdena a la cual llamó la flor del
Basilisco y cuyo aroma era tan letal para una persona sana que podía acabar
con ella en segundos. Pero que el mismo aroma, percibido por alguien alterado
inmediatamente.
se prestaba a partir, la persona que reveló estos hechos le explicó que sus
“Luego de esto las últimas anotaciones realizadas por el cronista antes de que
- Nunca he podido creer que algo como el destino exista- Le decía el viejo pintor
horribles que suceden a diario por doquier. O tal vez estas solo ocurran a causa
que se le decía.
esto a de deberse (o será tal vez una causa de aquello) a que todos irradiamos
cansado.
- Solo quisiera explicarte que existen cosas que uno puede hacer y otras que no.
Además, muchas veces uno puede darse perfecta cuenta de que algo nos es
sufrimiento innecesario.
Sabes que nunca haría algo como darte un concejo; suenan como si fuesen
tempestuosa y fría, pero existía algo más, algo que en verdad desconcertaba, incluso
atemorizaba.
pintor se aproximó a ella y recorriendo con la vista la negra espesura del bosque
musitó:
acordaron ciertos asuntos que Víctor debería tratar al día siguiente en Génova, luego
aprendiz ( quien debería partir primero) salió del cuarto del pintor para dirigirse a la
encontraba seco, listo para ser enfundado a fin de que pudiese ser trasladado al
algo avergonzado a causa del súbito miedo que le ocasionó el advertir un rápido
repitiese.
- Espero que estas pequeñas vacaciones hallan sido de su agrado- y le dio un par
de palmaditas en el brazo izquierdo-. En su hogar debe tener usted una vida
- Dolce far niente- 1contestó Víctor con una sonrisa mucho menos garbosa, pero
no menos sínica.
- Es lo que dicen- repuso Dufar y dirigió una mirada impaciente hacia el oscuro
corredor.
intolerable una situación así. Víctor, a veces pasaba varias horas sin decir ni una sola
palabra; tanto el como su maestro solían permanecer largo tiempo en su taller sin oír
mas que el ocasional resquiebre de un huevo empleado para dar consistencia a algún
color; el batir de alguna mezcla, el murmullo de alguna indicación necesaria. Así eran
mucho de serlo.
1
En italiano: Dulce hacer nada.
hacia la gélida y turbulenta noche.
todos nos invitaban para sus cumpleaños y ella era la única que no se atemorizaba
con las cosas horribles que su abuela nos relataba para divertirnos.
- ¿Historias de terror?
- Hay quienes creen que la maldad no existe- repuso Pedro- Son aquellos que
nunca la han percibido. Ellos piensan que estamos formados por una parte
emociones similares. La otra parte sería la animal; y esta nos haría actuar
Hizo el mozo una pausa dejando el pesado lienzo apoyado en el peldaño de una
escala de tres peldaños y sujeto por su hombro y mano diestra. Con la otra mano
destapó una cantimplora de metal plateado y brillante y bebió un largo sorbo de esta.
Mientras lo hacia Víctor pensaba en cual sería la parte que nos volvería burlones o
rencorosos.
camino.
- Una vez nos contó como es que la leyenda del hombre perro deriva de esta teoría,
explicándonos que estos seres eran hombres en los cuales el lado animal es más
“Después nos relató una historia en la que el héroe, para poder acabar con la manada
de hombres-perro que azolaba su pueblo, partió en busca del mago de Ruan. Este le
hizo forjar una copa de plata; luego el mago tomó la copa y vertió agua pura en ella.
agua, arrojó esta hacia el cielo, atrapando de esta manera un rayo lunar, creando así
una lanza de cristal luminoso, tan frágil como el cristal, pero que conseguiría cortar la
algo así como una manifestación pura de salvajismo, de sed por la sangre; un
Recuerdo cada palabra del relato; casi podía verlo, incluso ahora.
Dejaron el lienzo cubierto dentro del carruaje. Detrás de ellos otro mozo llegó con la
única valija de Víctor y dos de las tres del pintor. Le ayudaron a dejarlas sobre la
- Un pelaje negro y tupido cubre su cuerpo. Mide mas de dos metros, pudiendo
erguirse cual fuese un hombre corpulento, solo que curvado y con los brazos
extremadamente largos. Sus manos y sus pies son enormes, pero semejantes a
los humanos. Sus garras son purpúreas y afiladas, largas como navajas y
“Su cabeza es como la de un lobo o por su hocico más bien chato como un perro
dogo, con amarillos y penetrantes ojos ígneos e impasibles, pero que al envestir se
Lo más espeluznante es su sonrisa, que con sorna enseña blanca y perfecta como
la de un gran señor.”
relato por lo que decidió acompañar a Víctor hasta la entrada del jardín en el cual se
encontraban.
- Hay quienes aseguran que si vez a la sombra del mal mientras se oculta de la
luz de la luna llena, esta penetrará por tus ojos y te morderá por dentro.
Entonces tu ser herido se consumirá lentamente hasta que ya no seas más que
tú parte animal.
El aullido proveniente de uno de los perros guardianes les hizo ponerse alerta y tragar
- No cree que hace demasiado frío para esta época del año- preguntó Víctor que
- Tal vez.
noche?
- No. Aunque en noches así me siento muy seco; seco como Pedro2. – el mozo
Víctor al despedirse.
lluvia.
nuestro interior anhelando el ser liberado y que de allí seguramente habría surgido la
Se detuvo. Luego de unos instantes se dejó oír un trueno, se había demorado bastante.
Decidió entrar para así cerciorarse de que la puerta que conducía a la terraza no
estuviese abierta. Luego podrían atribuirlo, si este era el caso, a una negligencia suya
o de su nuevo amigo.
puertas.
Un pálido destello iluminó por varios segundos los objetos en el atiborrado despacho,
Víctor cerró la puerta detrás de sí y avanzó con la lámpara en mano hacia el espejo.
2
Pedro en italiano significa piedra.
Deseaba observarlo por última vez.
Al estar junto a este, recordó de pronto como es que los antiguos hombres solían
explicarse el porqué de los relámpagos; ellos decían que cuando Dios está enojado
con los mortales, arroja sus rayos sobre la tierra. Pensaba Víctor que podría ser cierto
supuso.
un idioma que el jamás había visto, recordó la conversación que había sostenido con
su maestro, entendía que se estuvo refiriendo a Laura y sintió vergüenza por ser tan
Pensaba en algo que no pocas veces había oído; en que cuando uno quiere que algo
suceda- y en especial si uno lo dice- es casi seguro que no ocurra. El afirmaba – claro
que para si mismo- que esto se debía a las muchas probabilidades que existen para
que diferentes cosas ocurran y que resultaría muy difícil el atinar exactamente a la
posibilidad correcta.
De pronto un destello iluminó toda la estancia. Esta vez provenía del espejo.
Una extraña sensación de vértigo casi le hace perder el equilibrio. El silencio se hacia
una enorme ventana hacia el bosque. Luego de un parpadeo que se sintió como un
El intenso aroma de pinos y demás hierba húmeda a su alrededor, la fría brisa que
aquello no podría tratarse de un sueño o una alucinación. Así que decidió avanzar
para comprobarlo.
Podía oír el crujir de las hojas bajo sus pisadas, el rose de las ramas que pendían
sobre su cabeza y el caer de cientos de hojas cada vez que la indiferencia del viento
arremetía sobre el bosque sumido en gran parte, en las más profundas penumbras
“Al menos ya no llueve” pensaba Víctor más distraído que desconcertado. Pero
No existía la menor duda; era la sombra que se oculta, surgiendo lentamente desde las
Corrió y corrió tan ligeramente como le fue posible, avanzando sin atreverse a mirar
atrás, sin querer creer que en realidad aquella enorme bestia con cuerpo de hombre se
carne…
Corrió y corrió por entre los ásperos troncos, abriéndose paso trabajosamente por
entre matorrales que lo arañaban mientras parecían querer detenerlo. Corrió sin
Apenas y respiraba; su corazón martilleaba, su marcha se tornaba cada vez más lenta,
pero aún así, cada vez que percibía el cálido y pestilente aliento de su perseguidor
solo avanzada conforme sus fuerzas se lo permitían, advirtió que la sádica bestia
En cuanto tropezó con una raíz saliente y cayó pesadamente entre ramas, hojas y
tierra pedregosa y húmeda, supo que ya no volvería a levantarse, por lo que cerró los
ojos, oprimió los puños y los dientes en espera de lo inevitable, pero nada ocurrió.
Con mirada apremiante buscó por todas direcciones, pero solo consiguió ver árboles
y matorrales.
Aunque tal vez – pensó - podría haber caminado dormido y por eso se encontraba en
medio del bosque. El estruendo de los truenos que ya para entonces había cesado,
habría hecho huir a las aves y el sonido del mar resultaba imperceptible dado que se
En cuanto logró ponerse de pie, consiguió atisbar a lo lejos las que parecían ser las
Fue entonces cuando precedida de un sutil gruñido, la imponente bestia surgió desde
Su cordial sonrisa y ojos fijos en su presa le impidieron a este reaccionar. Y así, sin
dolorosamente y sin esfuerzo entre sus costillas; de abajo hacia arriba, de izquierda a
Cuando las garras como navajas ya no consiguieron seguir abriéndose paso entre la
trémula carne, elevaron de golpe al sorprendido Víctor y sus ojos pudieron así
fuerzas y no respondían. No podía hablar o gritar siquiera, solo mirar y abrir la boca
Sentía como su sangre, caliente y abundante bajaba mezclándose con la fría lluvia por
su torso y piernas.
vez mas a medida que la bestia, que no dejaba de sonreír y observar maravillada,
oprimía y soltaba, oprimía y soltaba, y cada vez que lo hacia en sus ojos brillaba la
atendiendo a sus ruegos el intenso dolor se esfumó. Sus ojos sin cerrarse dejaron de
ver y sin embargo ahora todo lo veía muy claro, ahora se daba perfecta cuenta de
todo. La encantadora Laura nunca fue ni podría jamás haber sido suya. Alguien tan
Ahora y como nunca podía verse como en un espejo, aun mas claro que en ningún
espejo. Podía notar lo poca cosa que era y lo lejos que la felicidad podía hallarse de
alguien como el; alguien horrible y estúpido, inmerecedor de cualquier cosa buena,
crepuscular de la vida,…de la cual Laura solo fue un bello y fugaz rayo de luz, el cual
Solo existía una cosa cierta en el mundo y es que todo podría llegar a estar siempre
peor.
jamás dio tregua y las oportunidades que se dejaron ir ya no volverían más; y una
extraña sensación de alivio fue llenándole, ya que ahora en verdad nada importaba.
Quien conoció a Víctor puede decir de el que era algo atolondrado; nunca pensando
en las cosas que tenía enfrente. Y esta vez no podía ser la excepción...Así, mientras la
bestia clavaba en el su mirada que como dos flamas de fuego negro y vibrante
y lejanas, surgía algo que le era imposible de descifrar, pero que sin embargo, ahí se
encontraba. Algo tan suave, tan tibio y fresco a la vez,… tan ciertamente real…
asqueada bestia arrojó con violencia la delgada y maltrecha figura que sostenía en
Todo aquel extraño acontecimiento había finalizado sin dejar el menor rastro de que
Víctor no tenía heridas o dolor alguno. La rosa cárdena estaba justamente a la vera de
Caminó lentamente por el bosque siguiendo las luces de la finca y pensando en como
abriendo de par en par los ventanales de su balcón, soplando la lluvia hacia el interior
del cuarto, empapando así las cortinas y la alfombra.
del exterior, pensando en que al entrar de golpe la naturaleza en territorio alterado por
Sin más dilación, se levantó con encantadora gracia y encaminó hacia la ventana.
Junto a ella observó, cuidando de no pararse sobre la alfombra mojada, como Víctor
Enseguida cerró las persianas, luego las cortinas, regresando tranquila a su suave
lecho.
J. A. Salazar
Acacias
Con los ojos herméticamente cerrados y con una sonrisa despampanante en sus labios, Camille
dibujaba a Isabella en su mente. Contorneaba sus curvas y recreaba cada centímetro de su cuerpo.
Recordaba incluso la forma de su nariz, de sus manos, la figura de sus ojos, cada rizo de su cabello
Inspiraba todo el aire que le cabía en los pulmones alargando cada segundo para retenerlo en su
interior. Inspiraba tan fuerte haciendo crecer su sonrisa, dándole lucidez a sus rasgos. Fue
Tumbada en el piso no hacía otra cosa que soñar a Isabella y recibir los vestigiales rayos del sol
otoñal. Las flores de los árboles comenzaban a caer sobre el rostro de Camille, haciendo que su
Era un día soleado, aunque muy frío, pero Camille guardaba cierta tibieza en el alma. Jugueteaba
con el viento. Abría y cerraba los ojos sin esquivar las Acacias cayendo sobre si. Estaba en completa
Camille humedeció sus labios, inspiró por la boca y en un acto de rebeldía dio fin al preciado
- Me explico. Cuando digo que no te amo, es porque quiero decir justamente lo contrario.
¿Comprendes lo que te digo Isabella?, ¡Es tan genuino todo esto! Me llevas al desgarro absoluto, a
vaciar toda mi sangre, a endurecer mis venas y respirar hondo otra vez llenando mis pulmones de
aromas infinitos, de aromas lejanos que se desprenden de los tuyos.
Tras unos segundos el corazón de Isabella volvió a su habitual serenidad, pues sabía que había
- Entiendo. Siento que sobrepasamos hace mucho tiempo los “te amo”, el amor ya no alcanza para
expresar lo que generas en mi. Te amo, te adoro, egoístamente te quiero y generosamente te dejo
volar lo más alto que necesites. Cada vez que quieras que mis brazos sean tu nido, puedes tener la
Camille reunió todas las emociones provocadas por las palabras de Isabella y encausó sus energías
en un abrazo infinito hacia ella. El abrazo eufórico hizo que ambas rodaran colina abajo,
impregnando sus cuerpos de hojas secas y hierba fresca. Los besos apasionados reprimían la
respiración de las chicas. Rodaron kilómetros, tal vez muchas vidas. No importaba. Rodaban y eso
era lo esencial.
Camille, quien estaba prisionera entre la hierba y el cuerpo de Isabella, sonriente y de un impulso
arrebatado, acomodó su cuerpo sobre el su amada, permitiendo que fuera ella ahora la prisionera.
- Me haces tan dichosa. He visto cosas que no podrías imaginar, cosas que te estremecen el alma,
cosas capaces de hacerte enloquecer de dolor, cosas que ni el mismo Dios sería capaz de perdonar.
Pensé que ya nada podía conmoverme, pensé que era inmune a los sentires del mundo y aquí me
tienes... Sin poder explicarme esto que siembras en mi. Sin saberlo y quizás sin quererlo, me has
hecho vulnerable. Has bañado mis instintos en aguas de calma, has logrado tempestades en un
pequeño vaso de agua y has cortado mis alas que tanto cuidé. No me explico ésta locura, que de
locura se hace cuerda. No me la explico y no quiero hacerlo, porque en el intento de la lógica puedo
encontrar desasosiego. Es tan grande el sentimiento y tan pocas las palabras para describirlo, que
siento que en un arranque de locura y en una sinfonía de besos podría perder la vida... o quitarte la
tuya. Siento temor de mis actos. Siento niveles de pasión tan elevados que podría devorarte
lentamente, comer cada espacio de ti para que vivas en mí y ya no preocuparme por dejarte ir. Me
llevaré tu presencia para que no se vaya y siempre vuelva. Comeré tu cuerpo, engulliré tus ojos y la
paz reinará en mí. Luego el arrepentimiento golpeará mi puerta, pero ya no tendré nada que perder,
Respiraré al fin dichosa al sentirme satisfecha, saciada de tu amor, probablemente con rastros de tu
Isabella Crokaert
VÍNCULO FALSO
“Si supieses cómo lloraba en mi interior cuando leía en tus palabras sólo sudas, traumas y dolor…
¿Acaso alguien ha sentido lo tuyo tanto como lo he sentido yo? Te vas sin despedirte, me desechas
sin decirme.”
“Mira… Me ayudaste en su momento, ahora me harté de ti… Me cansé de tus palabras. Tengo
mil atados como para seguir oyendo tus problemas. No te quiero ver más, sé feliz…, un millón de
gracias por todo.”
La vereda parecía la vida misma: nunca se sabe con que se puede topar al frente. Si llevas la
espalda bien erguida, el mentón en alto y la vista siempre fijada al frente orgullosamente y con gran
seguridad, quiere decir que eres un ser visionario que provee buenas decisiones para su futuro, un
pragmático o una pragmática con grandes esperanzas y que lleva un paso decidido y firme; pero si
llevas la cabeza gacha, los ojos desorbitados “buscando” algo en el suelo, quizás el sentido o el
destino perdido, y si a eso agregas que vas curcuncho, de espalda caída y jorobada, con las manos
en los bolsillos y rasgo en la fisonomía facial un tanto depresiva, quiere decir que eres un ser que
mira el hoy inseguro, que no disfruta el momento, que no tiene futuro y que carga el pasado en su
joroba como un fantasma errante que carga el purgatorio o el infierno sobre sus hombros… Cuando
todo parece que sale mal, nos parece que todo el mundo también está mal.
“Por favor, te pido perdón… Créeme… No hay alguien más arrepentido que yo en este
mundo. Nunca más seré un maldito angustiado. A veces pienso que me utilizaste, a veces pienso
que sólo me querías por un momento para luego poder desecharme de tu vida.”
Flores. Ella vio la flor y sonrió sarcásticamente. Sin vacilar cogió su bicicleta y se echó a
andar por la gran comuna, sin miedos aparentes pero con un terror inmenso dentro de su corazón.
Cada pedaleo coincidía de vez en cuando con la sístole y la diástole cardíaca. Sus venas y arterias se
conjugaban con la presión sanguínea de forma tan asombrosa que se diría que una gran
computadora controlaba sus movimientos, su respirar. “Qué extraño es esto del cerebro”, pensó ella.
Chocó con un niño pero no le prestó mayor atención. Salió disparada dejando atrás los
insultos de la madre del chico. Iba rápido y a veces quería ir más lento. Su sentido, ¿dónde estaría?
Recordó a aquel vocalista de su grupo favorito el que pintaba su cuerpo con el celestial color azul
por una cuestión de contacto con las constelaciones estelares. Ella buscaba en el cielo una respuesta,
no un dios. Buscaba lluvia y no sol. Cuando una vez pudo haber hallado una luz, un apoyo en su
vertiginosa y obstaculizada vía, prefirió desecharla, ya no quería esa chispita.
“Hay cosas que no pueden seguir. No me pidas que recuerde los buenos momentos. Una
palabra, sólo una, puede borrar con todos ellos. Me hartaste, te odio, imbécil, lárgate de mi vida,
déjame sufrir tranquila, no quiero a nadie, quiero estar sola, sin nadie que me rodee… No quiero ver
a nadie.”
Cuando llegó a su casa tomó la guitarra y dejó que cada lágrima se hiciese una nota. Como
resultado de dicha terapia, surgió una hermosa melodía que mezclaba los más sutiles compases y
una exquisita fusión de ternura y sentimiento, dejó que su Yo se plasmara en una canción, dejó que
ella tomara la forma de la guitarra y se hiciese música. Sus lágrimas más los recuerdos y la magia
musical crearon un himno a alguien tan extraña, a un ser tan especial como a la vez endemoniado…
La vida tiene sorpresas a la vuelta del próximo arpegio.
“A veces pienso que no me quieres. Que tu mundo es una cámara obscura sellada, hermética y
llena de obstáculos para siquiera pensar cruzar esa barrera de indiferencia. Mientras tú estás
divirtiéndote, jugando a vivir con una copa en la mano, copa que refleja todos los vapores que
irradian los sentimientos de aquellos que se derriten junto a ti en esas fiestas, mientras tú estás
inventando un sentido, yo estoy mordiendo mi garganta con la fuerza de la resignación. A cada
instante veo formas tuyas frente a mí, tus ojos, tus labios, tu ser. Esas formas pasan ante mí
meneando la vida frente a quienes solo te quieren utilizar. Mientras yo te pienso, tú me olvidas;
mientras yo me preocupo, tú te descuidas; mientras lloro, tú ríes. Llego a pensar que la vida es así,
un tormento amargo cuando se trata de sentir, ¿acaso no es mejor vivir sin tener que pensar en ti a
cada instante, a cada segundo, a cada momento, a cada sueño? ¿Acaso no puedo vivir sin tener que
pensar en que te haces ángel y me sacas de este laberinto y me elevas a una paz y una seguridad que
tanto necesito? ¿Por qué tengo que pensar en estabilidad cuando lo único que tú quieres es pasarlo
bien olvidando a quien a dado tanto por ti? ¿Dónde están tus palabras dulces? ¿Dónde está tu voz
preguntando por mí? ¿Dónde está el cariño y la preocupación por mí? Querer es difícil cuando no
hay afecto, rechazar es fácil si no quieres a nadie… `Esos labios tuyos merecen una mordida´, te
debe estar diciendo algún imbécil, y tú le contestarás: `Mmmm… Acércate, vamos, hazlo´, y yo
aquí pensando en ti… Debes estar divirtiéndote demasiado, debes estar pasándolo súper bien…
Claro, ¿para qué me querrías a mí? ¿Para que te hable del ser, de lo óptico, de la existencia? ¿Para
que me quede callado mientras todos te hablan y te cortejan? ¿Por qué tu ser se me hace tan
necesario, por qué tu ser no se despega de mi mente y corazón? Llámame carga pero ahora yo estoy
cargando un dolor tan ingente que en cada crepúsculo del latido de mi corazón se oye una
explosión, un volcán en erupción, un terremoto y un tsunami… Me quedo navegando en el vacío de
la nada, en el descubrimiento de que le sirvo a alguien, de que ese alguien me necesita, pero explota
mi corazón… Y tú no llamas… Tu voz: se me hizo costumbre escucharla diariamente cuando con
ímpetu y con ganas tomabas el fono y marcabas mi número. Tu voz era el manantial que refrescaba
mis pétreos oídos acostumbrados a oír duras palabras, pero que contigo pasaban al olvido y se
hacían sólo murmullos frente a la catarata dulce de tu voz y tu lengua. Oía tu boquita tan cerca del
fono que cada respirar, cada sonido que tú expresabas me llegaba al alma. A veces parecía que
dabas minúsculos gemidos, o que asentías con un `Mmm´ tan suave que se me iba la vida de tanta
ternura expresada por un ser como tú… Pero ahora ya no me llamarás.
Cambian tanto las cosas cual blanco se convierte en negro o viceversa. Las maneras de poder
aguantar este dolor han sido varias pero ninguna efectiva. ¿Podré volver a creer en alguien? Tengo
ganas de gritar, de aullar, de subirme a una peña y cantarle mis penas a la luna y que ella arroje
sobre mí la luz que el sol me niega, quizás ella interceda por mí ante el astro sol… ¿Por qué todo
cambió de esta forma tan cruel?”
Ella estaba sentada en una banca de la plaza. Miraba obsesionada hacia un punto infinito.
Saber lo que pensaba era difícil. Tenía su mochila apretada con sus manos. Bajó la vista y miró al
suelo. “Color, dulce color”, pensó. Sus largas manos terminaban en unas uñas pintadas de color
negro. Su pelo teñido un tanto azul sobre el negro-oscuro natural, caía ordenadamente sobre sus
hombros. Un moño ayudaba a esta situación. Levantó la vista, parecía como si algo la molestase.
Bajó la mirada.
“Debe estar ahí, lo sé… ¿Dónde más estaría después de salir del preuniversitario?”, iba
pensando él. Faltaban pocas cuadras y llegaría a la plaza. La ansiedad le pedía a gemidos que
corriera, que gritase, que se ausentase de la realidad. Corrió una cuadra. Cansado, se sentó en una
escalinata de una casona antigua. Tocó unos tres acordes en su guitarra. Tomó valor y siguió
adelante.
-“Demora”- pensó ella.
-“Quédate ahí”- pensó él.
El sonido del tráfico aumentaba, las bocinas no paraban de sonar. Una paloma cruzó el cielo.
Era un ave oscura con algunas pequeñas puntas plomas. Llevaba consigo el viento del invierno,
llevaba consigo el frenesí de la locura.
-“Estos humanos nunca aprenderán”- pensó la paloma viendo al joven caminar
apresuradamente.
Al tiempo que él decía la palabra “centro”, ella sintió un fuerte dolor de cabeza. Eran jaquecas
normales en su familia que llegaban luego de los dieciocho años de edad. Pero en realidad este
dolor era diferente, le ahogaba la garganta, le recordaba cosas. Recordó cuando una vez un solitario
muchacho le había dicho: “Tú eres mi centro, lo más importante que me ha sucedido en la vida”.
Calló un rato. Tomó por la cintura a su hombre. Este a su vez, con una mano en la cintura de ella y
con la otra en el aire con un paquete en la mano, le dijo:
-Esto es para ti, mi pequeño Apocalipsis
Ella tomó el paquete. Estaba envuelto con un hermoso papel de regalo, tenía dibujadas unas
campanas. Ella lo abrió nerviosamente. Rompió el papel.
Las campanas de la iglesia sonaron.
-“Te amo, eres mi centro”
El beso seguía, las manos de él recorrían con fuego el cuerpo de ella, desnudos los hallaría la
oscura paloma en la iglesia oscura y mental en la que estaban.
-“Ámame”- dijo ella.
-“Ámame”- dijo él.
El joven gritó. Corrió. Los miró. Frente a frente. La paloma le ensució la cabeza, un grupo de
personas lo retó por “atropellar” a la señora, los autos pasaban, “helado, heladito a cien pesitos”.
-“Tócame”
-“Quiéreme”
En el centro de la plaza, ese centro que siempre buscó, se dejó caer. Amantes, palomas, gente,
niños, universos, mundos, caían sobre él.
Se arrastró por la tierra deslizándose como un gusano. La tierra entraba a sus pulmones, se
mezclaba con la sangre. Las bocinas seguían disparando contra el sonido del silencio. Vencido y
resignado se quedó tirado como un vago en la nada. Pensaba en que mañana sería otro día, en que
mañana no la vería, en que mañana ella consumaría su amor con el otro. Pensó que nunca tuvo nada
más que su propio cuento, pensó en que la historia la había escrito con su propia ilusión.
***
Era una tarde soleada y alegre. Él la vio por primera vez y ella también. Siguieron su camino por
una larga cuadra de limpias veredas y verde resplandor. Se conocían de hace un tiempo pero no en
persona.
Se hablaron, congeniaron. Todo estaba muy bien. Grandes amigos se veían. Grandes ilusiones
-“Esa tarde, tus ojos… Me hicieron darme cuenta del ser profundo que eres”- le dijo ella a él
una vez.
-“Nuestra amistad es para siempre, ¿no cierto? Nada ni nadie la destruirá. Este momento es
mágico y nunca se olvidará. Porque, ¿sabes?, a veces suceden cosas tan extrañas, gente tirada en el
-“Eso nunca pasará. Me has hecho tan feliz, eres uno en un millón”- le decía ella con los ojos
-“Tú has visto en mí algo nuevo, algo distinto a lo que otros han visto… Has descubierto en mí
algo mágico y especial… Ten por seguro que esta amistad es para siempre”- contestó ella.
La tarde se hacía noche y la noche se hacía un nuevo día, y este día traía consigo la imagen de
la felicidad y la ilusión. Las hojas de los árboles hablaban, la sabiduría olvidada volvía y los colores
adquirían una nueva forma, una nueva sensación. El tiempo parecía reír en cada segundo, la ilusión
se colaba entre las células del cuerpo humano, la luna parecía una celestina cupido, el sol era un
señor más amable y su calor no era infernal sino que un dulce candor que bañaba al espíritu con la
música del viento y soplaba en sus rayos un mágico helio que se amigaba con el oxígeno del destino
vital. Cuando se está bien, todo parece perfecto, todo adquiere un sentido, todo toma forma y fondo.
Los edificios ya no son máquinas administrativas sino montañas de personas que se alzan al cielo.
Esa ilusión es una droga para amortiguar el constante vacío que nos rodea en cada esquina de
-“¿Qué sucede?”
Los ciclos son tan difíciles de prever. Cuando estamos en el torbellino de sus corrientes
“Si supieses cómo lloraba en mi interior cuando leía en tus palabras sólo dudas, traumas y
dolor… ¿Acaso alguien ha sentido lo tuyo tanto como lo he sentido yo? Te vas sin despedirte, me
FIN
Por Gerson