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Evangelio:

Mientras les deca estas cosas, un hombre importante se acerc, se postr ante l y le
dijo: -Mi hija se acaba de morir, pero ven, pon la mano sobre ella y vivir. Jess se
levant y le sigui con sus discpulos. En esto, una mujer que padeca flujo de sangre
haca doce aos, acercndose por detrs, toc el borde de su manto, porque se deca a s
misma: Con slo tocar su manto me curar. Jess se volvi y mirndola le dijo: -Ten
confianza, hija, tu fe te ha salvado. Y desde ese mismo momento qued curada la mujer.
Cuando lleg Jess a la casa de aquel hombre y vio a los msicos fnebres y a la gente
alterada, comenz a decir: -Retiraos; la nia no ha muerto, sino que duerme. Pero se
rean de l. Y, cuando echaron de all a la gente, entr, la tom de la mano y la nia se
levant. Y esta noticia corri por toda aquella comarca.
(Mat 9:18-26)
Y una mujer que tena un flujo de sangre desde haca doce aos y que haba gastado
toda su hacienda en mdicos sin que ninguno hubiese podido curarla, se acerc por
detrs, le toc el borde del manto y al instante ces el flujo de sangre. Entonces dijo
Jess: -Quin es el que me ha tocado? Al negarlo todos, dijo Pedro: -Maestro, la
muchedumbre te aprieta y te empuja. (Luc 8:40-56)

Lectura:
Mat 25:1-13
(1) Entonces el Reino de los Cielos ser como diez vrgenes, que tomaron sus
lmparas y salieron a recibir al esposo.
(2) Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes;
(3) pero las necias, al tomar sus lmparas, no llevaron consigo aceite;
(4) las prudentes, en cambio, junto con las lmparas llevaron aceite en sus alcuzas.
(5) Como tardaba en venir el esposo, les entr sueo a todas y se durmieron.
(6) A medianoche se oy una voz: Ya est aqu el esposo! Salid a su encuentro!
(7) Entonces se levantaron todas aquellas vrgenes y aderezaron sus lmparas.
(8) Y las necias les dijeron a las prudentes: Dadnos aceite del vuestro porque nuestras
lmparas se apagan.
(9) Pero las prudentes les respondieron: Mejor es que vayis a quienes lo venden y
compris, no sea que no alcance para vosotras y nosotras.
(10) Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas
entraron con l a las bodas y se cerr la puerta.
(11) Luego llegaron las otras vrgenes diciendo: Seor, seor, brenos!
(12) Pero l les respondi: En verdad os digo que no os conozco.
(13) Por eso: velad, porque no sabis el da ni la hora.

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