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INSTITUTO SUPERIOR DE EDUCACIÓN FÍSICA N° 1 “Dr. Enrique R.

Brest”

“Moviendo los Estereotipos de Género”


-Los varones danzan-

Lic. Patricia C. Arias

nuevocamino22@hotmail.com

Eje temático

Artículo de divulgación de experiencias


pedagógicas
MOVIENDO LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO

LOS VARONES DANZAN

RESUMEN

La experiencia que se relata a continuación –los varones danzan- se desarrolló, en el

Instituto Superior de Educación Física N° 1 “Dr. Enrique R. Brest” en el mes de octubre

del año 2003.

La misma formó parte de una investigación denominada “moviendo los estereotipos de

género” que contó con otras dos experiencias realizadas durante el segundo cuatrimestre

del mismo año. A saber: la lectura de material teórico y el análisis de textos en la


temática

de género; y un cine debate con la proyección de la película inglesa Billy Elliot

Instalar la problemática de género en la formación de los docentes de educación

física era el objetivo que perseguía este trabajo. El mismo fue impulsado por la Lic.

Graciela Morgade, en ese momento Directora General de Educación Superior del


Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

En esa oportunidad formé parte de un equipo de trabajo junto a la Lic. Diana Solís como

coordinadora del proyecto y las prof. Ana Cristina Álvarez y Lucila Traverso.

En lo particular, por ser la danza mi especialización, me ocupé de la diagramación y

ejecución de esta propuesta. La misma correspondió al dictado de una clase de danza

con los varones de 4° 2 y 4° 3 del T.M. de la promoción 2003.

MOVIENDO LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO

LOS VARONES DANZAN


Lic. Patricia Arias

“Quien no baila desconoce el camino de


la vida”
Jesucristo, según un himno gnóstico del siglo II

Todo se inicia a mediados del año 2003, cuando la Lic. Diana Solís me

invita a trabajar en un equipo, que aborde las cuestiones de género dentro del

profesorado de educación física, a su vez solicitado por la Lic. Morgade (en ese

momento Directora de Educación Superior).

Vino a mi mente, en ese instante, un texto de un psicoterapeuta argentino

llamado N. Levy, quien repara en la cuestión de la desvalorización de la energía

femenina en la cultura occidental. Levy sostiene que la mayoría de nosotros

hemos sido criados con una idea que ha tenido una acción devastadora, ya que

impide un desarrollo armónico y equilibrado de la personalidad, es la que cree que

la energía masculina es mejor, más interesante y más vital que la energía

femenina.
Así, plantea que cuando se le pregunta a alguien qué cree ud. que es mejor, más

interesante o más vital: ¿la iniciativa, la búsqueda, la acción o la receptividad, la

espera, la contemplación? La respuesta más frecuente es que lo primero es

mucho más interesante que lo segundo, y a los rasgos femeninos mencionados se

los considera más bien como un déficit de la vitalidad. Del mismo modo, cualquier

rasgo en un varón que estuviera vinculado con las funciones femeninas

(sensibilidad, ternura, etc.) es interpretado como un déficit en su condición de

varón. De tal manera que se sofocan dichas expresiones y lo que resulta es

sinónimo de potencia masculina. Esto claramente se sostiene desde el mensaje:

“los varones no lloran” o: “aguantarse el dolor es de machos”

Sostiene, entonces, que si la energía femenina es poco valorada por nuestra

sociedad, al ser vista como una falla en la vitalidad y que la aparición en el varón

es considerada como una falla en su condición de tal, el camino elegido ha

apuntado a impedir cualquier expresión de la misma.

¿Qué puedo aportar a las “cuestiones de género” desde mi área específica

de trabajo? –me pregunté, en ese momento. La respuesta que me asaltó fue

contundente: “dictar una clase de danza para varones”. Me encontré con un primer

tema a resolver, ya que la danza es una asignatura que cursan sólo las mujeres.

La cuestión se solucionó cuando le solicité a uno de los profesores de gimnasia

deportiva de varones de 4° año, que me permitiera una de sus clases curriculares

para llevar a cabo la experiencia.

El segundo y gran tema a resolver respondía a la pregunta: ¿cómo hacer para que

los varones bailen sin que los paralice la idea de que están bailando? La

respuesta fue sencilla, les voy a pedir que hagan lo que socialmente les está

aceptado hacer, jugar a la pelota.


Así fue que el 6 de octubre de ese año, con un gran signo de pregunta y el

inevitable entusiasmo que me generan los desafíos, fui –junto a todo el equipo- a

encontrarme con los alumnos.

Me acerco a ellos, me presento, les digo que vamos a hacer una clase juntos.

Comenzamos a entrar en calor. Nos estiramos, movilizamos las articulaciones,

despertamos el cuerpo y sin querer fuimos entrando en el maravilloso mundo del

ritmo y el movimiento, jugando con el tiempo, la energía y el espacio, disfruté cada

segundo y ví sus caras expresar el placer, fue algo realmente muy bello. Después

relajar la tensión acumulada.

Recordé en ese momento que, relajar, expresar, cuidar, son todos atributos de la

energía femenina, según el estudio de N. Levy.

Continué entonces, les pedí que por parejas, imaginaran que tenían una pelota, y

que jugaran utilizando todo el espacio. Los ví saltar, girar, lanzar, recibir, caerse al

piso, golpear con la cabeza, el pecho, las piernas, usar todo el cuerpo, de una

manera -no menos- que apasionada. Elegí una pareja, dividí al grupo en dos, la

mitad detrás de Juan Pablo, la otra mitad detrás de Juan Diego, les pedí –al resto-

que se mimetizaran con ellos. Les puse un tango. Fue realmente mágico. Los vi

danzar, bailar con pasión, con gran armonía, me embargó una intensa emoción.

Luego hice el cierre, les indiqué que la clase había finalizado, uno esbozó: -Nooo!!

Otro agregó (dirigiéndose al profesor): - que cambien gimnasia por danza.

Entre risas, armamos un círculo para poder reflexionar.

¿Cómo están?, les pregunté.

- “Mejor”, contestó uno, “está para seguir”.

- “Yo vine re-dormido y me desperté completamente”, apuntó otro.

- “La música ... te da para moverte. Indicó un tercero


- ¿Qué más pueden decir? pregunto.

- “Estuvo relajante, divertido”, agrega uno.

- Otro indica, que “estuvo muy bueno lo que había visto de afuera cuando jugaban

con la pelota imaginaria”.

- “Está muy estructurado a que la danza es un tutú”, me indica uno de ellos.

Esto me da pie a explicar que la danza como cualquier expresión artística, nace

en un contexto histórico y social determinado, que el Ballet se origina a mediados

del siglo XVII, y es importante clarificar que “la del tutú” es solo una de las formas

posibles de la danza, que -por favor- no dudaran, de que lo que ellos habían

hecho era bailar.

- “A mí lo que me pasó fue que cuando cerré los ojos, me encontré

descubriendo todo mi cuerpo otra vez”. Agrega otro alumno.

- “Cuando cerrás los ojos, te dejás llevar”. Indica otro.

¡Qué interesante me resultó descubrir que todas estas expresiones de parte

de los alumnos, también estaban dando cuenta de la percepción de los atributos

femeninos! La relajación, la sensibilidad, el sentido estético, la capacidad de

entrega, etc.

Un alumno, refiriéndose a lo que piensa habitualmente dice: “es que el hombre no

está para expresarse. Eso se lo deja a las mujeres. El hombre está para cosas

duras”.

Pregunto entonces: Uds. ¿Creen que esto es saludable?. Nooo..., dijeron varias

voces al unísono.

-“Yo creo que pasaría algo similar si lleváramos a todas las chicas a una cancha

de fútbol, eso ellas también lo tienen vedado” -agrega un alumno-. Recuerdo

haberme alegrado enormemente de esta reflexión, ya que arroja por la borda todo
egoísmo y percibe la discriminación.

Dice otro alumno: - La sociedad elige por nosotros, lo mismo pasa acá adentro. Yo

no sé lo que es el cestobol. Agrega otro.

Con una inmensa satisfacción por la tarea realizada, dí cierre al trabajo

El resultado había sido realmente muy bueno, pero lo que aconteció

después no fue menos interesante. Los alumnos me plantearon la posibilidad de

un segundo encuentro. Respondo que con muchísimo gusto si el prof. así lo

aceptase. Y así fue. Allí ví con claridad que los estereotipos son de diversa índole,

otro de los que se han instalado con fuerza dentro de la formación, que alcanza

tanto a los varones como a las mujeres, tiene que ver con que si te gustan los

deportes no puede gustarte el baile, o a la inversa. Hay un corte abrupto entre el

movimiento expresivo y el movimiento deportivo. Entonces fui por más. Le pedí a

Lucila y a Nicolás (ambos, jugadores federados de básquetbol), que nos

encontráramos para hacer un trabajo. Les pedí a c/u que trajera una pelota de

básquetbol. Así fue que nos encontramos y luego de entrar en calor, les pedí

primero que cada uno jugara con su pelota, luego les retiré una de ellas y les

solicité que jugaran los dos con la misma. Posteriormente les retiré la única pelota

y les pedí que continuaran jugando como si la tuvieran.

En ese momento, le dice Nicolás a Lucila: -vos me la pasás y a mí se me escapa.

Lucila le responde, haciendo cuerpo el estereotipo que dice que las mujeres

somos menos coordinadas que los varones: -nooo!, que se me escape a mí, que

suena más creíble.

Y Nicolás responde, con una gran cuota de ternura: -no, acá vinimos a romper

todos los estereotipos, así que al que se le tiene que caer es a mí.

A ese trabajo le pongo el mismo tango con el que habíamos trabajado en la primer
clase. Armamos una composición con movimientos deportivos Los cité para la

segunda clase.

Allí fuimos –todo el equipo- al segundo encuentro. Ensamblamos los movimientos

que habían creado Juan Pablo y Juan Diego en el primer encuentro y los

movimientos creados por Lucila y Nicolás. Empezó a crecer algo así como una

coreografía de danza deportiva.

Cerramos el segundo e impensado encuentro con una gran satisfacción.

Para finalizar, creo como camino posible hacia la armonía individual y

social apuntar por un lado, a revalorizar la energía femenina, en donde

varones y mujeres puedan conectarse con sus atributos, dando lugar a su

expresión con total libertad. Y por otro, a que las mujeres no se vean

impedidas de realizar actividades en donde les sea posible expresar la

energía masculina que habita en su interior, sin sentirse desvalorizadas,

discriminadas u obligadas a competir.

Apunto a la comprensión de la verdadera esencia del ser humano, sin

prejuicio ni exclusión alguna; donde, siendo el individuo que, haciendo uso

de su libertad, decida qué actividad le resulta placentera y lo hace feliz.

Agradezco a Diana por su afecto incondicional y el intenso conocimiento de

los fenómenos sociales, a Ana, Lucila, Nicolás por la entrega y el compromiso, al

prof J.C. Esperón por abrirnos su cátedra para esta experiencia, a los alumnos de

4° 2° y 4° 3 del T. M. promoción 2003, que cambiaron el prejuicio por la apertura,

permitiéndose disfrutar.

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