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La Justicia como Vivencia Micvet Vit.oRo Profesor de Introduccién al Estudio del Derecho y de Filosofia del Derecho en el Departamento de Derecho de la UIA, EN eL presente articulo vamos a considerar a la Justicia como vivencia. No se nos esconde, que para muchos en nuestra cultura, la Justicia es antes que nada un criterio de la razén o también una valoracién. Ya esta altima posicién se acerca mas a nuestro tema, porque quienes defienden a la Justicia como valoracién frecuentemente la explican como resultado de vivencias. Sin negar que la Justicia pueda —-y deba—- ser considerada desde otros aspectos, queremos encarar un problema muy generalizado en nuestros dias: la consideracién de la Justicia como algo relativo. Y la raiz de este relati- livismo se funda iltimamente en que se ve en la Justicia una vivencia ya sea personal y —entonces se Ilegara a un relativismo individualista, es decir, que Ja Justicia cambiaria con cada individuo—, ya sea social —y entonees el rela- tivismo sera cultural, es decir, que la Justicia cambiarfa con las vivencias comunes a un grupo social dotado de la misma cultura—. Que en esos re- lativismos hay mucho de verdad, lo reconocemos desde ahora. Lo que nos interesa es precisar hasta dénde se extiende la verdad de los relativismos mencionados y examinar si esa verdad es o no compaginable con una Justicia objetiva, es decir, valida para todos, independientemente de las vivencias cambiantes de los que se acerean a conocerla. LA JUSTICIA ES UNA VIVENCIA Para el hombre o la mujer de nuestro tiempo, la Justicia es antes que nada una vivencia, es decir, un hecho de conciencia que consiste en vivir profunda e intensamente, intelectual y afectivamente, una situacién psiquica. Y¥ es tan vigorosa la vivencia y se vive en una involucracién tan totalizadora y personal que muchos quedan conyencidos que la Justicia no es mas que eso una reaecién psiquica que tiene su ‘iltima explicacién en la fisiologia del sistema nervioso humano. 412 Juridica.—Anvario Reconozeamos de una vez que esto es verdad, aunque no toda Ja verdad. Es verdad que entre los impulsos y tendencias biolégicas que experimenta el ser humano se encuentra el impulso a Ja Justicia. El ser humano, ademds de otras tendencias que comparte con los demas animales (como son los instintos de conservacién y de reproduccién), posee en forma exclusiva las tendencias hacia el bien, la verdad, la belleza... y hacia la Justicia. Todas estas tendencias las posee el ser humano en forma innata, es decir desde su nacimiento y como constitutives de su naturaleza biolégico-psiquica. Hay, sin embargo, una diferencia en el innatismo de los animales inferiores y el de los superiores: en los primeros, las tendencias o instintos estan listos para entrar en accién desde el momento mismo del nacimiento, en tanto que en los tiltimos —y especialmente en el hombre— las tendencias estan latentes desde el momento del nacimiento pero se van conformando, preci- sando y moldeando en gran parte por el influjo del medio ambiente. El hecho es que todas estas tendencias existen y funcionan en estrecha relacién con el sistema nervioso. Y asi la tendencia a la Justicia, cuando se actia en una situacién determinada, va acompafiada de la aceleracién de pulso y del aumento en la presién, asi como también de un aumento en la segregacién de adrenalina. La diferencia entre las tendencias superiores del ser humano y sus ins- tintos inferiores consiste en que las primeras sdlo existen en conexién con la inteligencia y la voluntad, en tanto que los instintos inferiores pueden funcionar con independencia de esas facultades. En efecto, el ser humano es el nico animal que puede proporcionarse libremente motivaciones capa- ces de desencadenar las energfas latentes en las tendencias. Biolégicamente se puede describir a la voluntad humana como Ia facultad de sefialar a las tendencias e¢ instintos determinadas metas o fines; pero esta facultad no puede funcionar sino después que la inteligencia haya declarado que esas metas 0 fines son buenos. Volviendo al tema de la Justicia como vivencia, observamos que ésta sélo se da como consecuencia de la formulacién de un juicio que declara © que algo es justo o que algo cs injusto. Una vez que la inteligencia ha formulado tal juicio, se desencadenan las energias hasta entonces Jatentes y aparece la tendencia hacia la Justicia como una forma especial que asume la voluntad y en la cual se sefiala la meta correspondiente al juicio: hay que hacer lo justo, 0 hay que evitar lo injusto. Decimos que la vivencia de Justicia es una forma especial que asume la voluntad, porque ésta puede sefialarse otros bienes como metas a las que hay que tender con caracteristicas diferentes a las que se dan en la tendencia hacia la Justicia, Por ejemplo, no se tiende hacia la belleza, en la mayoria La Justicia como Vivencia 413 de los casos, con la caracteristica de necesidad, ni hacia otros bienes con la caracteristica de exigibilidad, en tanto que la vivencia de Justicia implica siempre la necesidad de realizar la meta, una necesidad que es exigible a todos, a partir —claro esté— de uno mismo. Un anilisis fenomenolégico de la vivencia de Justicia puede concretizarse en la forma siguiente: 1) es la actualizacién por parte de Ja voluntad de una tendencia superior que se halla latente en todos los seres humanos desde su nacimiento; 2) la tendencia se plasma como una reaccién psicolégica ante un juicio; 3) la inteligencia formula dicho juicio, ya sca en forma positiva (esto es justo) o negativa (esto es injusto); 4) la voluntad sefiala a continuacién la meta correspondiente: hay que hacer lo justo, o hay que evitar lo injusto; 5) la realizacién de la meta queda sustraida de toda subsecuente deliberacién y aparece como necesaria y con tal imperiosidad, que se puede exigir a todos; 6) ademés, la realizacién de la meta me involucra por completo, en Ia totalidad de mi ser, de tal suerte que sélo en su satisfaccién se encuentra sentido a la vida y a la felicidad; 7) el vigor y la claridad con que se presenta la cxigencia de realizar la Justicia es mucho mas patente que el que se da en las tendencias hacia otras metas; 8) a diferencia de otras tendencias que persiguen su fin un tanto pasivamente (por ejemplo, la estética), la vivencia de Justicia es un impulso hacia la accién. Hasta ahora hemos descrito a la Justicia como vivencia. Pero no seremos capaces de entenderla si no la situamos en un panorama mas amplio: el de una visién integral del ser humano. VISION UNITARIA DEL SER HUMANO No hay que concebir las tendencias bioldgicas y psiquicas! de un ser o de una especie animal como fuerzas totalmente distintas las unas de las otras. En realidad no son mas que diversos aspectos de una gran tendencia: la de la fuerza o impulso yital por la cual un ser o una especie animal se afirma en la existencia y lucha por sobrevivir en el mundo. Esa gran ten- dencia, que vertebra el modo de ser de un individuo o de una especie ani- mal, puede ser examinado desde diferentes angulos de estudio. FReup insistié en el aspecto sexual y prosiguié su estudio hasta trazar aspectos sexuales en 1 El adjetivo “psiquico” (del griego, psyjé-espiritu) se emplea en Ia psicologia para designar 0 bien Io que pertenece a aquellos fendmenos de seres vivos que no pueden explicarse solamente por procesos fisico-quimicos y que implican algin conocimiento aunque sea muy elemental (en este sentido, algunos fenémenos celulares ya serian psiquicos; cuunte mas los instintos de los animales), 0 bien los fenémenos relacionados con la inteligencia o con Ja voluntad del hombre, En el primer caso, se suele habiar de “psiquismo inferior"; en el segundo, de “psiquismo superior 414 Juridica.—Anuario todas las dimensiones de la vida humana, tanto inferiores como superiores. Aunque pretendié que el instinto sexual es la causa de todos los aspectos de la vida humana —incluso de las ideas y realizaciones cientificas, artisticas y religiosas—, en realidad lo tinico que probé es que, dada la unidad del ser humano y, en fin de cuentas, de su gran tendencia biolégico-psiquica, es natural que Jas manifestaciones del instinto sexual se proyecten en todos los aspectos de Ia conducta humana, Pero lo mismo se puede decir de otros instintos, como el de Ia agresividad o —como veremos— el del amor. En realidad, cuando Freup habla de desarrollo psicosexual, se refiere al des- arrollo total de la persona humana. Un discfpulo de él, Carlos Gustavo June, explicité la posicién seguida por la mayoria de los psicélogos actuales: no hay que hablar de tendencias especificas para explicar el desarrollo humano, sino de “la totalidad indiferenciada de la energia psiquica, que no séla- mente alimenta el instinto sexual y la tendencia a la autoafirmacién, sino que también da origen a las tendencias superiores, tales como la religiosa"’.® En el mismo sentido se pronuncié Henri Bercson, quien denominé a la totalidad de la energia psiquica el élan vital (impulso vital). Para él, la a tividad psiquica es, por una parte, la continuacién de las actividades fisio- lagicas del organismo y, por otra, el modo propio que tiene cada especie de afirmarse y Juchar en el mundo. La gran tendencia o impulso vital opera en varios niveles 0 planos, todos ellos entrelazados y actuando como una unidad en la realidad, pero que pueden ser distinguidos con el fin de hacer més comprensible la realidad homana: a) en el nivel fisico-guimico, en el que la gran tendencia aparece “inspirando” o di ndo las innumerables reacciones fisico-quimicas de todos los componentes del cuerpo, guiandolos hacia el desarrollo fisiolégico del organismo; b) en el nivel psiquico inferior (0 sensitivo), es decir, en el plano de las tendencias (que aqui se Haman instintos) y reacciones irrefle- xivas que son comunes a hombres y animales, aunque cada especie animal los vive a su modo y con determinadas peculiaridades que le son propias (entre otros, se pueden mencionar los instintos de la agresividad, de la sexua- lidad, de Ja autoafirmacién); y ¢) en el nivel psiquico superior, exclusivo de Ia especie humana, en el que aparecen las tendencias ya mencionadas hacia el bien, la verdad, la belleza y la Justicia, funcionando todas ellas en estrecha conexién con fa inteligencia y la voluntad; més aiin, se puede decir que estas tendencias superiores son diferentes direcciones de la volun- tad humana, Ja cual se puede definir como el “apetito universal del bien 25. F. Doncert, Antropologia filoséfica (trad. de Pedro Geltman), Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1969, pag. 269. En adelante citaremos esta obra asi: Donceet, La Justicia como Vivencia 415 en cuanto poseido por un ser individual”;® verdad, belleza y Justicia no serfan, por consiguiente, més que diversas formas 0 aspectos que reviste el bien. En cierto modo, se puede decir que cada nivel presupone el o los niveles que le con inferiores. En efecto, los instintos no pueden operar debidamente si no ha habido un desarrollo fisiolégico adecuado, y las tendencias superio- Yes no son una contradiccién sino una sublimacién de las energias de los niveles fisico-quimico y psiquico inferior. Es verdad que la voluntad puede inhibir los instintos, pero esta inhibicién no puede operar sin la ayuda de las tendencias instintivas, Max ScrHeer va un poco mis lejos. Sostiene “que la voluntad no consiste tanto en las decisiones y en la imposicién de estas decisiones como en la entrega al poder de atraccién de los valores. La energia deriva de los valores y de los sentimientos y tendencias, no de la yoluntad. Esta elige los valores hacia los que quiere tender, canaliza y dirige Ia energia de las tendencias, pero no provee energia alguna por si misma”. * Sin entrar en polémica con las ideas de Max ScHELER, que indudablemente exigen mayor matizacién, lo que queremos resaltar es que este autor, como muchos otros y entre ellos Santo Tomas, reconoce que, “aun en su oficio de conductor y de guia, el espiritu humano, para ser eficiente, necesita en esta su condicién temporal, las fuerzas psicosomaticas y pasionales”, ® es decir, las energias fisiologicas ¢ instintivas. Todo Jo anterior nos Leva a dos conclusiones. La primera es que no podemos considerar el desarrollo de un individuo de una especie si no es como el coronamiento del desarrollo de todas las energias y tendencias que constituyen la totalidad propia de su especie. Fsto quiere decit que no podremos entender la vivencia de Justicia, en sus metas y funciones, si no la encuadramos en el marco del desarrollo integral del ser humano. La segunda conclusién, tal vez inesperada para algunos lectores, es que ya tenemos una hase objetiva para comenzar a juzgar la validez de las vivencias de Justicia, a saber, el desarrollo que corresponde a la especie humana, En efecto, la psicologia nos informa sobre las caracteristicas que corresponden al des- artollo “norma!” del ser humano y sobre los fracasos que se originan cuando un individuo no sigue el proceso “normal” de desarrollo. Ast como un zéologo juzgaria un caso monstruoso el de un perro que careciera de los instintos pro- pios de su especie, nosotros podemos juzgar como un caso patologico el de 3 Doncext, pag. 219. 4 Donceet, pag. 333 y sig. El acento sobre Ia importancia avasalladora de las tendenclas instintivas pertenece a la iiltima etapa del pensamiento de Max Scnettee. 5 Bernwarp Hintne, La Ley de Cristo (trad, de Juan de la Crux Solazar), Herder, Barcelona, 1. I, 1965, pig. 104. Véase alli lo que opina Santo Tomés sobre el tema. Alé Juridica.—Anuario un ser humano que utilizara sus tendencias superiores en forma opuesta a su desarrollo psicolégico “normal”. ® La psicologia observa modos o pautas de integracional normal, en sistemas de organizacién interna y dindmica, de todas las energias humanas: impulsos psicosomaticos o instintos, creencias, expectaciones, deseos, valores, etc. Esta unidad de integracién recibe el nom- bre de “personalidad”. Por eso —y siempre con el fin de entender el sig- nificado y aleance de las vivencias de Justicia— explicaremos a continuacién, primero, emo hay que entender la personalidad y, después, cuél es el pro- ceso normal del desarrollo de la personalidad. LA PERSONALIDAD En realidad no hay una personalidad sino tantas personalidades como individuos humanos, “Toda personalidad es unica. No hay dos que sean exac- tamente iguales”.7 Cada ser humano se encuentra siempre en medio de una multitud de tendencias y relaciones en las que trata de realizar (con grados muy variables de empefio y autooonocimiento) los valores que dan o pueden dar sentido a su vida y en las que sus posibilidades interiores pueden crecer hasta llegar a una equilibrada organizacién. La integracién perfectamente arménica es rarisima, como también lo es la ausencia total de un minimo de integracién. Sin embargo, el legar a cierto grado de integracién no es de ningin modo inalcanzable; a eso se le llama “madurez”, que se podria definir como el mayor éxito posible en la integracién de la totalidad de las disposiciones e inclinaciones estables tanto del psiquismo inferior como del superior, lograda por un individuo humano y teniendo en cuenta su dindmica situacién en los grupos sociales a que pertenece. Por debajo de este ideal de madurez, se dan miltiples grados de inmadurez que, cuando impiden ya un minimo de adaptacién a la vida y a la sociedad, reciben el calificativo de patolégicos. “Puesto que las funciones superiores (v. gr., las intelectuales) estén remo- tamente condicionadas por las correspondientes inferiores, hablase metaféri- camente de estratos de la personalidad, por analogia con los estratos geolé- gicos, Sin embargo, hay que tener presente que no sélo jos estratos superiores (vivencias intelectuales) descansan, por decitlo asi, sobre los inferiores (sen- tidos, inconsciente), sino que, viceversa, también el modo de funcionar de * Ponemos entre comillas el adjetive “normal”, porque es evidente que en psicologia como en sociologia la normalidad absoluta no se da estrictamente sino sélo dentro de clertos Limites muy amplios, fuera de los cuales aparecen las situaciones patolégicas. 7 Emesto Menases Monates, Psicologia General, 1a. ed, Portia, México, 1967, pag. 375. La Justicia como Vivencia Al7 estos iiltimos puede hallarse influido por las capas superiores, produciéndose asi un entrelazamiento de los estratos psiquicos”. ®° Los factores que moldean la personalidad son tres: la herencia, la cual opera a través de los genes paternos, los cuales determinan las caracteristicas morfoldgicas y psiquicas del hijo; el medio ambiente, que tomamos en su sentido més amplio y que com- prende todas las influencias externas que afectan a un individuo (clima, alimentacién, ambiente familiar, influjos culturales de toda indole, vinculos afectivos, experiencia personales) ; y la voluntad, pues el ser humano “puede consciente y voluntariamente inhibir sus tendencias, puede hasta cierto punto mantener bajo control sus emociones o al menos su manifestacién, pnede incluso dentro de ciertos Himites actuar sobre su fisico, por ejemplo, por medio del ejercicio y de la dieta; finalmente, es capaz de influir en su me- dio ambiente, ya sea modifiedndolo o apartandose de él”, Cada uno de los tres factores influye, por consiguiente, en todos los estratos de la personalidad. Otro ejemplo: el factor genético influye en los estratos superiores produ- ciendo ya sea una voluntad débil ya una vigorosa, 0 bien determinando en el individuo tendencias estéticas. En este intercambio continuo y dinémico de energias y caracteristicas somiticas y psiquicas, que constituye la personalidad, podemos distinguir el temperamento (formado por el acetbo psiquico estrictamente ligado a fac- tores somiticos) y el caracter (que es la sintesis u organizacién total de todas las tendencias por las decisiones psicomorales det sujeto). El tempera- mento es fundamentalmente el resultado de los factores herencia y medio ambiente; en tanto que el caracter atiende sobre todo a los logros de la voluntad libre sobre el control ejercido sobre los estratos inferiores. Por eso, los perros tienen temperamento pero no carficter; sélo los individuos humanos tienen temperamento y cardcter, Para completar estas breves explicaciones sobre las fuerzas que estruc- turan Ja personalidad, sera witil recordar la distincién entre conciencia y superyé. Conciencia, “en psicologia, es el conocimiento intimo que el sujeto tiene de si mismo y de sus actos; en moral, en cambio, es el juicio que forma el sujeto acerca de la moralidad de sus actos”; la conciencia es una facultad espiritual que se da, por lo tanto, al nivel del cardeter y no del temperamento. “El superyé, segim Frevp, es un desarrollo del yo; que 8 Alexander Wintwou., artfeulo “Personalidad” en el Diccionario de Filosofia de Walter Bruccrn, 8, J, Herder, Barcelona, 2a, ed, 1958, pig, 365, ® Doncern, pag. 228. 1 Giuseppe Gaaxsmus, articulo “Conciencia” en el Diccionario de Teologia Moral, dirigido por el Cardenal Francesco Roberti (trad. de Francisco Navarro), Editorial Livirgica Espafola, Barcelona, 1960, pag. 243, 418 Juridica.—Anuario permite a la persona adaptarse a su medio ambiente... Es una funcién sensitiva y existe en ciertos animales, v. gr. en el perro guardién”.4 Fl supery6 esta formado por las costumbres y estrucluras mentales que un indi- viduo acepta del medio ambiente, en forma irreflexiva, para defenderse de presiones molestas © incorporarse al comportamiento tribal. “El superyé es recibido pasivamente desde fuera, mientras que la conciencia se desarrolla activamente desde dentro”. 1? Se puede decir que el superyé se da en el nivel mas elevado del temperamento, alli donde la voluntad e inteligencia de otros moldea las estructuras psiquicas superiores de un individue humano. “El superyé no es Ja conciencia. Pero existe y opera en la mayoria de Jos individuos. En {os nifios pequefios, antes del uso de la razén, la accién del superyé cs evidente. Se comportan de un modo determinado porque han sido edueados por sus padres. Gradualmente, en Ja medida en que se des- arrollan las funciones superiores, la conciencia ya reemplazando la funcién del superyd. Pero son pocos los individuos, aun entre tos adultos, en quienes esta sustitucién se completa. En muchos, se da una zona de superyé alrededor del niicleo de la conciencia. En algunos, esta zona es muy ancha, porque gran parte de sus acciones son meramente rutinarias continuando costumbres y habitos que se iniciaron durante la infancia, sin ninguna asimilacién personal de los motivos de su conducta. Estas personas permanecen moral- mente infantiles en la mayoria de sus acciones su moralidad es princi- palmente convencional. Sin embargo, en todos los individuos normales existe por lo menos un niicleo de verdadera conciencia. Admiten al menos ‘que el bien ha de hacerse y que hay que evitar el mal’, no precisamente porque asi se lo hayan inculesdo los padres, sino porque su inteligencia percibe la verdad de esta afirmacién, que es uno de los ‘primeros principios’ virtual- mente innatos”.*4 A continuacién veremos cémo el proceso del desarrollo de la personalidad tiene precisamente como meta el lograt que Ja conciencia reemplace al superyé como principal catalizador de la integracién de las energias que constituyen la personalidad. 2 Donceet, pig. 230, % Donceet, pag. 250. 13 Dosceet, pig. 251. ta Justicia como Vivencia 419 LOS OCHO ESTADIOS DEL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD + Es evidente que los sucesivos estadios del desarrollo de [a personalidad ‘no deben concebirse como etapas totalmente nuevas. Las caracteristicas de cada una de ellas tienen antecedentes en las anteriores y echan raices en ellas, para prolongarse en las etapas posteriores, Por otra parte, las edades en que se suelen dar los estadios pueden variar segiin las diversas personalidades individuales. Lo que aqui proponemos es simplemente un modelo “normal” de desarrollo, segan el cual a determinada edad corresponde un determi- nado ideal en la integracién psicolégica asi como posibles fracasos que ame- nazan esa integracién. Pero ni el ideal ni los fracasos se dan en forma pura puesto que la dotacin genética con que nace cada nifio va a ser influenciada en su desarrollo por las innumerables posibilidades del medio ambiente. Mas tarde, también la voluntad contribuira a explicar la trayectoria de la inte- gracién de la personalidad o sus fracasos, en cada caso particular. 1. “En el primer afio, a través de la relacién que la madre tiene con el nifio, se establece permanentemente un modo de relacién que sera definitivo en toda la evolucién social futura y que, expresado en sus dos extremos maximos posibles de solucién, se pueden denominar confianza y desconfian- za basicas. Con estas denominaciones se quiere decir que —si la madre ha sido verdadera madre: se ha dado con afecto al hijo y le ha hecho sentir que a su alrededor hay (por ella misma) un mundo benigno que lo cuida, Io protege y satisface sus necesidades fisicas y psicoldgicas— el nifio apren- dera a mirar al mundo, conforme crezca y se desarrolle, como un lugar de confianza. El fracaso de la madre, o del hijo, en esta relacién hara al nifio caer al otto extremo, es decir, a acercarse al mundo con desconfianza, a sentir que siempre hay peligro dondequiera que esté y que debe protegerse constantemente de! mundo, Al sefialar estos extremos polares debe entenderse que, en realidad, muy pocos nifios son los que se han encontrado en ellos, y que hay multitud de soluciones intermedias, que son la experiencia mis frecuente de la mayoria”. 1° 2. Durante el segundo afio de vida, el nifio se abre cada vez més al 14 En los aspectos psicolégicos tratadas en esta seccién seguimos al Doctor Francisco Gowziz Pinzpa en su articulo titulade “Génesis Psicolégica de Ia Inmadurez en el Sacerdote”, publicado en la Revista Christus de México, agosto de 1965, pags. 641-671. Citaremos dicho articulo asi: G, P. La paginacién corresponde a una edicién mimeo- gréfica del mencionado articulo, Enue ottos libros, se podria consultsr el siguiente para ahondar en el tema: Agostino CeseLtt, Psicologia de la Edad Evolutiva, 6a. ed., Razén y Fe, Madrid, 1971, 1G. P. pig. 3, 420 Juridica.—Anuario mundo, como algo rico y nuevo digno de explorarse. Comienza asi la afir- macién de la autonomfa de Ia personalidad frente al mundo del movimiento y del espacio. El fracaso puede consistir en las vivencias de vergiienza y duda ante ese mundo extrafio que se presentaria asi como repelente de la incipiente personalidad, 3. Entre los tres y cinco afios, la biisqueda de la auto-afirmacién puede desembocar 0 en una actitud de iniciativa en las relaciones humanas, o en el fracaso de sentir bloqueadas las iniciativas de acercamiento a los demas con el consiguiente sentido de culpa por no ser capaz de superar esos bloqueos (que pueden deberse al mismo nifio o a la actitud de otros respecto de él). 4, Hasta la pubertad, la incipiente personalidad puede irse afianzando en la confianza en si mismo, sobre todo por habilidades e industrias que tengan eco en los demas. El maximo fracaso seria el sentimiento de inferio- tidad por sentirse incapaz o por confundir Jas dificultades con la imposibi- lidad de superarlas. 5. Desde la pubertad hasta el fin de la adolescencia, es el estadio del descubrimiento de fa propia identidad. “El joven que la alcanza sabe quién es, qué papel tiene en el ambiente, qué se espera de él. Sabe que es igual adentro y fuera de él, y de esto saca una maxima seguridad que le permitira continuar su desarrollo. El mayor fracaso en este periodo seria la difusién de papeles sociales, la multiplicidad de papeles, que puede y que a veces siente necesario representar el joven en la vida, Esta difusién le hara sentir que realmente no sabe quién es él, ni qué es lo que quiere en Ja vida, ni qué es lo que su ambiente espera de él. Intentara pues muchas cosas, y los inten- tos le traerén muchos fracasos y decepciones”. 8 Las naturales dificultades de esta época —consistentes en lo complicado de reducir a una unidad integrada, tanto los impulses afectivos y pasionales como los primeros intentos de explicacién racional— se exacerban enorme- Mente en una sociedad cambiante, como es la nuestra. Nuestros jévenes se ven solicitados por muchos papeles, no sélo diferentes sino contradictorios. La madre, el padre, los compafieros, los medios de comunicacién masiva (cine, televisién, prensa, anuncios) y hasta los mismos profesores, proponen modelos o papeles que se oponen entre si y que dejan al joven perplejo ante una eleccién. Muchas veces esa eleccién no llega a formularse y el problema de la difusion de papeles sociales se prolonga mucho mis alla de la adoles- cencia. 6. Después de la adolescencia y durante la juventud —sobre todo si se 18 G, PL pag. 4, la Justicia como Vivencia 427 han superado los problemas de los estadios anteriores— la personalidad se halla preparada para establecer sélidas vinculaciones humanas, que la pueden enriquecer extraordinariamente, Estas vinculaciones seran tanto mas fecun- das cuanto se fundamenten en el equilibrio psicolgico, y no en comunes aversiones o huidas ante el medio ambiente (esto tiltimo se da con frecuencia desde Ja adolescencia; por ejemplo, mas de un noviazgo juvenil tiene como origen la compartida aversién hacia los padres). “El maximo fracaso que se puede tener en este estadio es el aislamiento, la imposibilidad de real- mente convivir e intimar, Ja imposibilidad de empatizar con el otro sexo y de empatizar también con los de! propio. El aislamiento hace que quien Io sufre se sienta rodeado de muros y se dé cuenta de que, a pesar de rozarse fisicamente con los demas, jamas podré sentir a nadie junto a él ni, a pesar de su hambre de intimidad, sabré cémo acercarse a cllos”.?7 7. En la época adulta, la personalidad ya integrada debe seguir cre- ciendo. Es la épeca de la paternidad (y de Ia maternidad) no sélo biolégica sino —lo que es mucho mas importante— psicolégica y espiritual. La per- sonalidad propia erecera en otros, guidndolos y dandose a ellos. Quienes son incapaces de salir de si mismos y de enriquecerse en la entrega a los demas, no s6lo se estancan en su desarrollo, sino que Iegan a empobrecerse. 8, En la edad madura y en Ia ancianidad, suelen darse crisis que amena- zan a la personalidad ya integrada, como son las del desaliento ante el poco resultado de los sacrificios propios, la inconformidad ante la vida vivida y su correspondiente afioranza de otra vida mejor y més lena, y el temor a Ja muerte. La solucién exitosa —que dard la completa integracién de la personalidad en la plena madurez— es una mirada a la vez realista y serena sobre la vida, el medio ambiente y uno mismo, mirada en la que el respeto de si mismo corresponde a un orden del mundo visto sobre todo espiritual- mente. “Es la aceptacién de uno mismo y def ciclo de la vida como algo que tiene que ser y que, inevitablemente, no permite sustituto. Y esto sig- nifica para el poseedor de la integridad un nuevo y diferente amor por los propios padres, una nueva camaraderia con los demas, y —consciente de la relatividad de otros modos de vida— que est dispucsto a defender la dignidad del yo propio en contra de toda amenaza, porque sabe que toda integridad humana se mantiene o sucumbe parangonada con el tinico tipo de integridad que él comparte. El fracaso en este estadjo se manifiesta por el temor a Ja muerte, la no aceptacién de la propia vida, lo que se expresa en desesperacién, en el sentimiento de que el tiempo es corto, demasiado 1G. PB, pag. 5. 422 Juridica.—Anvario corto, para intentar iniciar otra vida y para probar formas alternadas que leven a la integridad”.1® EL DESARROLLO DE LAS VIVENCIAS DE JUSTICIA Dada ‘a unidad de la integracién del ser humano, es evidente que las vivencias de Justicia aparecen y se desarrollan en estrecha conexién con otras tendencias, mas atm, van a ser un aspecto de la gran tendencia o impulso vital, la cual tiende a la integracién unitaria de todos los impulses, instintos y energias del ser humano. Si nos preguntamos bajo qué aspecto Ja Justicia presenta al impulso vital, podemos contestar que la Justicia es precisamente el gran criterio de la integracién de la personalidad, por el cual no sélo se ordenan en forma jerarquizada y en un sistema unitario las diversas ten- dencias de un individuo humano sino que ese mismo individuo encuentra su lugar entre los demas seres humanos. Esto es precisamente lo que expli- caba PLaton en La Repiiblica, donde hace de la Justicia la virtud de Jas vir- tudes 0 el criterio ordenador de las “tres partes o principios distintos del alma” (los apetitos naturales 0 sensitivos, el apetito irascible y la razon ®) : “cada cual de nosotros sera justo y vivird ordenado cuando cada una de Jas partes de que él mismo se compone cumpla su labor propia’; © “producir la justicia es disponer los elementos del alma para que dominen o sean dominados entre si conforme a la naturaleza”.* El hombre asi ordenado se proyectaré en acciones externas justas, en “toda accién que haga nacer y mantenga en él ese hermoso orden”, dando a cada uno lo suyo conforme al orden de la ciudad. Curiosamente la psicologia moderna ha venido a dar la raz6n a Paton, en el sentido de que las vivencias de Justicia se desarrollan a partir de la vivencia del orden de la propia personalidad. S6lo cuando se posee un Yo equilibradamente integrado se pueden establecer relaciones constructivas con los otros. La sabiduria popular aqui también ha precedido las observaciones de los psicélogos, cuando dice: la caridad bien entendida comienza por uno mismo. “El fijarse metas distantes, el cumplir las obligaciones, el hacer las promesas y guardarlas, el tomar la iniciativa contra los obstéculos persis- tentes, el uchar para vivir segiin los ideales, toda esta actividad implica un 18 Enixsox, Erick H., citado por G. P., pag. 5 y sig. 19 Praron, La Repiblica, IV, del XI al XVI. 20 Id, IV, XVI, 441 de, 2 Id, IV, XVII, 444 d. 32 Id, IV, XVII, 443 e, ta Justicia como Vivencia 423 alto grado de organizacién y una jerarquia de tendencias ordenadas en la cual las menos importantes ceden el derecho a las mds importantes”. ® Las vivencias de Justicia tienen sus raices en la confianza en el mundo (Jer, estado), en la autonomia de experimentacién (2do. estadio) y en la afirmacién del Yo frente a otros (Ser. estadio), que las personalidades bien evolucionadas de los nifios suelen lograr en sus primeros cinco afios de vida. Entonces el Yo se descubre “como ser personal, activo y continuo y, también, como parte significativa del grupo humano que lo rodea”.** De ese grupo (y sobre todo a través de los padres) recibe presiones para que acepte las formas sociales que le han de permitir una incorporacién estable, Empieza asi a constituirse el supery6 del cual hablaba FREUp. Pero pronto (4o. estadio) el nifio comienza a pensar y a percibir el al- cance de sus actos libres, “El Yo se experimenta no sélo como sujeto sino como agente, responsable de ciertas modificaciones en el ambiente”.25 Su instinto de conservacién asi como su instinto gregario le impulsan a aceptar no s6lo de buen grado sino hasta con entusiasmo las formas sociales del superyé, sobre todo cuando éstas son propuestas amorosamente por los pa- dzes, Entonces se aceptan los derechos de otros como algo natural y corres- pondiente a los derechos propios. Se podria decir que la tendencia innata de dar a cada uno lo suyo se precisa y coneretiza por medio de las férmulas del superyé recibidas del medio ambiente. A medida que el nifio hace mas uso de su razén (50, estadio), empieza a tratar de entender y a cuestionar al superyé, quicte definir su propia personalidad (su Yo) y los derechos que de ella resultan en el cuadro de los derechos de los otros tal como son definidos y precisados por el superyd. E} cuestionamiento serd mas intenso y angustioso cuando existe mds espiritu critico y, sobre todo, cuando se resienten las presiones del superyé como impuestas arbitrariamente —y no por amor— por el medio ambiente. Si la disciplina de la escuela es inhumana y si los padres son arbitrarios 0 incom- prensivos, se pueden sembrar reacciones contra el superyé que pueden durar toda la vida, Tanto mas que, durante este estadio, las vivencias de Justicia se agudizan, En efecto, existe en toda persona una gran potencialidad de energias o tendencias sociales, que el medio ambiente puede o: canalizar hacia grandes y nobles ideales, o frustrar provocando rebeldias, No es nada raro que las rebeldias provocadas por frustraciones familiares se proyecten en rebeldias contra la sociedad. Los rebeldes sin causa en realidad, en la 23 Meneses Monates, Emesto, op. cit, pag. 359. *4 id, pig. 360. 2 Id, pag, 359, 424 Juridica —Anvario mayoria de los casos, si tienen una causa: la falta de amor en la familia, capaz de orientar constructivamente las energias sociales en esa dificil edad. El adolescente descubre Ia conciencia responsable y atormentada, mas que en leyes y costumbres, en su sentido moral, y, si éste no logra compaginarse con el superyé, forzosamente se seguird la rebeldia. Durante la juventud (60, estadio), ideales y rebeldias se coneretizan tanto afectiva como intelectualmente, en comunicaciones con amigos, segiin influen- cias y reacciones del medio ambiente y de acuerdo también con las decisiones més 0 menos libres propias. Sobre esto tiltimo hay que decir algunas pala- bras. En primer lugar, que los grados de libertad vatian mucho en cada caso: desde la absorcién de la personalidad por el medio ambiente (y entou- ces ya no hay libertad) hasta el ideal de una personalidad tan rica que es capaz de superar constructivamente las frustraciones y de lanzarse con entu- siasmo a hacer de la vida propia algo fecundo para si y para los demas (Zo, estadio). Claro que aqui tiene mucho que decir el temperamento. Pero no hay que olvidar que también trabaja en sentido constructivo (en unos mas y en otros menos) la gran tendencia o impulso vital. A ella debe el ser humano una enorme capacidad de adaptacién, que le permite sobrevivir, salir a flote y hasta superarse en formas insospechadas. También hay que recordar que es precisamente durante este 60. estadio, cuando las decisiones libres se enfrentan definitivamente al superyé. En éste puede haber mucho bueno, pues al fin y al cabo es el resultado de la experien- cia del grupo social, pero incluso lo bueno ya no se aceptara por mera presién social sino por convencimiento propio y por decisin libre de la conciencia. Por Jo menos en eso consiste la madurez de la personalidad, que —como decia- mos--- no todos alcanzan. Las vivencias de Justicia ya no se poseen entonces como meros reflejos gregarios aceptados de otros ni como meras reacciones de rebeldia ante frustraciones personales, sino que brotan de la personalidad integrada, como las visiones de una conciencia persuadida que el crecimiento de la propia personalidad esté intimamente vinculado con el crecimiento de las personalidades de los otros, dandole 2 cada uno lo suyo. Quienes logran esto ya poscen una personalidad madura, son psicolégicamente adultos (7o. estadio), lo cual supone el haber logrado todo un cuadro de vivencias posi- tivas de Justicia. En cambio, quienes Ilegan a Ja edad adulta sin haber formado un cuadro de vivencias de Justicia 0 poseyendo un cuadro pura- mente negativo de rebeldias son inadaptados que, psicolégicamente, permane- cen en la adolescencia o a lo mas, en la juventud del desarollo de la personalidad. Por iiltimo, todavia se puede dar un desarrollo ulterior de las vivencias de Justicia (80. estadio). Es cuando éstas se poscen con tal profundidad y la Justicia como Vivencia 425 realismo que son capaces de sobrevivir al desaliento ante el poco fruto de los esfuerzos propios, Ja ingratitud de los beneficiados y la contemplacién de tantas injusticias como siguen existiendo, Las vivencias de Justicia adquieren el ropaje de Ja serenidad y mas que nunca se levantan sobre la conciencia del deber propio, con completa independencia del superyé. Es el triunfo del factor de Ja voluntad libre. controlando —hasta donde realistamente es posible— los factores de Ja herencia y del medio ambiente. La resignacién ante las persistentes influencias de estos dos Gltimos factores, también forma parte de este tltimo estadio, el de la plena madurez, que tan pocos hombres aleanzan, INTEGRACION DE LA PERSONALIDAD Y VIRTUD Después de nuestro ya largo caminar por los terrenos de la psicologia, desembocamos precisamente en el lugar donde AnustéTstes situaba a la Justicia, en Ia moral: la Justicia es una virtud, En efecto, ARISTOTELES con- cibe a Ja virtud como el actuar humano de acuerdo con su naturaleza espe- cifica y en Ia via de su perfeccién, o, también, como “aquella actitud en nuestro querer que se decide por el recto medio, y determina este recto medio tal como suele entenderlo el hombre inteligente y juicioso”.** Y la moral, para AmstOTexrs, es la ciencia de la perfecta conducta humana segiin su actividad especifica y atendiendo a sus iltimos fines, ZQué quiere decir todo esto? Pues, en primer lugar, que el problema de la integracion de a personalidad aqui cs examinado como algo que el factor voluntad libre hace posible, “Es exclusive de] hombre, frente a los demas animales el tener A solo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, etc.”.27 Por su voluntad libre y deliberada, el hombre puede someter y jerarquizar sus apetitos para obtener un bien superior, que ahora Iamariamos la inte- gracién de la personalidad; “las virtudes si son elecciones o por lo menos no se dan sin eleccién”. ° En segundo lugar que en esta voluntad libre y de liberacién reside la dimensién moral del ser humano. La virtud moral consiste en la actitud de tratar —segiin las Inces propias y de acuerdo con las posibilidades que cada uno tiene a su alcanee— de realizar Ja integracién de todas las facultades. Por eso, en realidad, la virmd es una, es —segin definicién de San Agus- tin2*— “la constancia y la facilidad en el bien obrar, que procede de la 26 Antstéretes, Etica a Nicdmaco, I, 6, 1106 b. 2 Aptsréretus, Politica, 1253 A. 28 Ansréretes, Etica a Nicémaco, UW, §, 1106 a, 29 Retractationes, 1, 0. 426 Juridica.—Anvario bondad interior del hombre virtuoso”, “Poscer la virtud no quiere decir inicamente haberse decidido en general por el partido del bien, sino hacerlo penetrar hasta el mas profunde seno de la personalidad y mostrarlo en las mas pequefias manifestaciones libres. La virtud perfecta es la buena dispo- sicién radical del énimo que ha llegado a convertirse en segunda naturaleza. Tomada en este sentido la virtud es una. De manera que, en definitiva, no es virtuoso el hombre por ser casto, 0 moderado, o justo, etc., sino por estar dominado por el bien en toda su amplitud”.® Para un cristiano —puesto que el principio, el medio y el fin de la virtud es el amor de Dios— la unidad de la virtud significa que todos sus actos deben estar bajiados en el recto orden del amor de Dios, y que su personalidad debe vivificarse e inte- grarse en torno a ese amor, y en virtud de él amarse a si mismo y a tos demas. Desde el punto de vista de la psicologia, la virtud no es més que la actitud del hombre que se esfuerza por integtar su personalidad, tratando que el factor voluntad controle y jerarquice las energias de los factores herencia y medio ambiente. Claro que la moral afiade una nueva dimensién a ese esfuerzo, la que procede de la motivacién. Se puede luchar en integrat la personalidad por méviles egoistas, 0 simplemente para adaptarse mejor a la sociedad en que se vive. La dimensién moral implica que la motivacion de esa lucha sea la responsabilidad ante un legislador que tiene el derecho de exigirme le integracién de mi personalidad. Ese legislador no puede ser mas que Dios, el anico ser que —-por haberme creado— tiene derecho de exi- girme realice las perfecciones propias de mi especie humana. Pero, tanto desde el punto de vista psicolégico como del moral, la meta inmediata es la misma: Ja integracién de todas las tendencias humanas de acuerdo con un orden y jerarquia propios de la naturaleza humana; en psicologia se le llama madurez de la personalidad; en moral, el bien humano, que ARISTOTELES explica asi: “El bien humano resulta ser una actividad del alma segin su perfeccién; y, si hay varias perfecciones, segin la mejor y mas completa, y todo esto, ademas, en una vida completa”.*! Traducida a un enfoque moderno psicolégico, la explicacién de ARisTOTELES seria la siguiente: la madurez de la personalidad iesulta de la actividad de la vohmtad libre y deliberada de acuerdo con Ja naturaleza especifica (por consiguiente, racio- nal) propia del ser humano, Ja cual implica una ordenacién jerarquica de sus tendencias, cada una tendiendo a sus fines propios y todas ellas forman- do una unidad vital perfectamente integrada, 90 Hanixc, Bernhard, La Ley de Cristo (trad, de Juan de Ja Cruz Salazar), Herder, Rarcelona, t. 1, 1965, pag, 514. 81 Amsréretes, Etica a Nicémaco, 1, VI, 1098 a. ta Justicia como Vivencia 427 Notemos, en tercer lugar, que la dimensién moral no debe ser concebida como algo extrafio o afiadido a la realidad psicolégica del ser humano, Este intuye, con mayor o menor claridad, que tiene la responsabilidad de lograr la madurez. y que esta responsabilidad no se da dnicamente ante si mismo. El intelecto y la voluntad del hombre tienden espontineamente hacia lo Absoluto, La escuela psicolégica de la Iogoterapia, que ha fructificado en Viena (V. E. FRANKL) y con seguidores en los Estados Unidos (Otto Rayk. Karen Horney y Carl Rocrns), no sélo reconoce el espitita del hombre sino que defiende que el éxito de la integracidn de la personalidad depende en gran parte de la capacidad de vivir espontincamente los valores morales. “Parece innegable que muchos individuos van cayendo en la neurosis o la psicosis porque reprimen en si mismos una de sus tendencias fundamentales, la tendencia hacia le Absoluto”.*? Lo cual —claro esté— no implica desco- nocer el influjo de otras tendencias. Por tiltimo, hay que observar que, tanto para el psicélogo como para el moralista, el modelo del desarrollo humano es objetivo: fa naturaleza espe- cifica humana, Esta tiene caracteristicas que la distinguen de otras especies animales. El desarrollo de los animales es ciego y esti determinado tinica- mente por los factores herencia y medio ambiente; el del hombre —a medida que aumentan sus conocimientos y el poder de su voluntad—- se va trans- formando cada vez mas en autodesarrollo, Es decir, sin negar el influjo que tienen y seguirén teniendo en el hombre los factores herencia y medio ambiente, es un hecho, tanto en el plano individual como en el social, que a mayor desarrollo corresponde una mayor posibilidad de control por parte de la voluntad de las tendencias originadas en los otros factores. El hombre maduro es mas capaz de controlar sus instintos que el adolescente. Una cul- tura desarrollada tiene més recurses que una primitiva para controlar el medio ambiente. Precisamente por eso, a mayor inteligencia y voluntad corresponde una mayor responsabilidad, y ésta apunta a metas: ser un hom- bre mas perfecto, en el plano individual, y una sociedad mas humana, en el plano social. Aqui es donde aparece el orden natural 0 Derecho Natural, pero no como un orden observado ya existente en la naturaleza sino como un orden ideal de metas que, dada Ia realidad humana individual y social, ésta puede y debe alcanzar porque esas metas corresponden 2 la perfeccién de su naturaleza especifica. El hombre es el tinico animal que sabe puede influir en su propio desarrollo y también sabe que merecera mis el calificativo de hombre cuanto mejor tienda libre y deliberadamente a la perfeccién. Quien 32 Doncert, pag. 272, 428 Juridica.—Anuario tiene esta actitud por motivaciones superiores al egoismo —dicen los mora- listas— es un hombre virtuoso. LA JUSTICIA COMO VIRTUD Hemos dicho que en definitiva la virtud es una y que consiste en Ja actitud libre y deliberada de tender al orden jerarquizado y dinémico propio de la perfeccién de la naturaleza humana. Claro que este orden puede ser considerado por Ja razén humana desde aspectos parciales y asi aparecen las virtudes especificas. Por ejemplo, la prudencia es la actitud de tender al orden de los juicios y decistones; la templanza, al orden de los apetitos o tendencias inferiores; y la fortaleza, al de los sentimientos y pasiones. Y todavia se puede distinguir mas, Por ejemplo, una forma de templanza es la castidad, que es la actitud de tender al orden del instinto sexual. Los moralistas escolasticos han tratado amplisimamente sobre las virtudes. Lo que ahora nos interesa es la de la Justicia, Desde antes de PuaTOn hasta nuestros dias, siempre se ha definido a la Justicia como la virtud que tiende a dar a cada uno lo suyo. La famosa definicién de ULPIANo, que encabeza el Digesto, no es una excepcién. Segin él, la Justicia es la voluntad constante y perpetua de dar a cada uno lo suyo. Como hemos visto, toda virtud es una actitud deliberada y libre de la vo- luntad; pues eso lo expresa ULPIANO con Ia formula constens ac perpelua voluntas. También hemos visto que las virtudes tienden a realizar el orden propio de la naturaleza humana; pues el suum cuigue tribuendi de ULPIANO esti implicando un orden de distribucién y un orden de realizacién, que se obtendra cuando cada uno posea lo suyo. Pero hay dos modos de considerar lo suyo de cada uno: en una forma més general, que comprende las facultades y tendencias de ta personalidad humana, y en una forma més precisa, que sdlo entiende por “cada uno” a las personas humanas, En el primer caso —que vimos es la concepeién de PLatéx— la Justicia coincide la virtud unitaria del ser humano. En efecto, en este sentido, la Justicia es la actitud basica universal, que consiste en dar a cada tendencia de la personalidad lo suyo propio dentro del cuadro de la integracién del orden de la personalidad, y lo suyo propio de cada individuo dentro del cuadro del orden social. Pero en el] segundo caso, tene- mos la virtud especifica de la Justicia, que consiste en contemplar a cada individuo humano en sus relaciones con otros individuos y con la comunidad y en dar a cada uno lo que Je pertenece. ARISTOTELES distinguié muy bien entre estos dos sentidos y escribié: “La Justicia asi entendida no es una parte de la virtud sino toda la virtud, como la injusticia contraria no es una parte del vicio sino el vicio todo... La virtud y la Justicia son lo mismo La Justicia como Vivencia 429 en su existir, pero en su esencia ldgica no son lo mismo, sino que, en cuanto es para otro, es Justicia, y en cuanto es tal habito en absoluto, es virtud”. 2Qué afiade la Justicia como virtud a la Justicia como vivencia? Esta iltima es un hecho psicolégico, es una tendencia superior del hombre con- templada al nivel del temperamento. Pero el psicélogo observa que, a medida que se estructuran mas la voluntad y la deliberacién, interviene més el ca- racter, A partir de estas observaciones psicolégicas, tercia el moralista pre- guntando por la raiz altima motivadora (por consiguiente, al nivel del cardc- ter) de esta tendencia superior. Si se contesta que la motivacién altima es la responsabilidad ante Dios de dar a cada uno lo suyo porque asi Jo exige la perfeccién que se debe realizar, ya la vivencia es una virtud. Por lo tanto, la virtud de la Justicia consiste en vivir en forma habitual, respon- sable y deliberadamente las vivencias superiores de la Justicia, para que esta actitud sea el origen de actos ordenadores e integradores de todas las ten- dencias en Ja personalidad y de las personalidades en el grupo social. EL CONTENIDO DE LA VIRTUD DE LA JUSTICIA “Dar a cada uno lo suyo”, tal es el contenido tanto de [a vivencia como de la virtud de la Justicia. Pero mientras se puede afirmar que siempre y en todo lugar este contenido ha sido aceptado por todos, inmediatamente surge la reflexién nacida de la observacién: Jo suyo de cada uno ha recibido las interpretacioncs mas diversas y hasta opuestas entre si, Este hecho es el que ha dado origen a los relativismos. Porque, gde qué sirve que haya conformidad en el principio general, si no la hay en sus aplicaciones a lo concreto? Llegamos ahora al meollo de la cuestién que nos habia preocupado desde el comienzo: zes la Justicia algo relativo, puesto que el “suyo de cada uno” recibe interpretaciones cambiantes? Para poder dar respuesta a esta pre- gunta, es necesario plantear el problema correctamente. En efecto, todo investigador (sea cual fuere la ciencia que cultiva) sabe perfectamente que el éxito de una solucién depende de la correccién con que se plantea el problema. Nosotros procederemos analizando més a fondo el problema del contenido de la Justicia, Nuestra posicion es que, para poder solucionar satisfactoriamente este problema, debemos distinguir entre dos planteamien- tos diferentes: el gnoseolégico o de teoria del conocimiento, y el ontolégica. Existe, ademas, un tercer planteamiento que se deriva de las soluciones que se hayan dado a los dos planteamientos anteriores; nos estamos refiriendo al planteamiento moral. 88 Anistérexes, Etica a Nicémaco, V, 1, 1130 a. 430 Juridica. —Anuario EI problema del contenido de la Justicia se presenta como una contradic- cién entre las aspiraciones més profundas de nuestro ser y el resultado de nuestras observaciones. Por una parte, todo hombre —y toda cultura— en forma mas 0 menos consciente y mas o menos explicita, aspira a una Justicia absoluta. Lo que se exige se dé a cada uno como suyo, se le debe dar abso- luta y permanentemente. Una voz interna, la de la conciencia, reclama im- periosamente que lo justo sea aplicado, porque se intuye —tal vez sin poderlo explicar— que lo justo debe funcionar siempre y en todo lugar. Ademés, también se intuye que la solucién “justa” debe aplicarse a todos fos hombres, sin excepeién de personas, ¢s decir sin preferencias ni favoritismos. Pero, por otra parte, observamos que este absolutismo de Ia Justicia parece quedar refutado por Ja realidad. Lo que una gencracién proclamé justo, la siguiente puede ya no considerarlo asi. Los antepasados lucharon y hasta dieron su vida por ideales que consideraron justos, pero los descendientes ya no en- tienden esos ideales, por lo menos no en la forma en que los habian vivido sus mayores. Y los ejemplos abundan. Durante el siglo XIX, sectores im- portantes de la poblacién, reclutados entre los més educados y los més idealis- tas, defendian al libre cambio y a la libertad de contratacién como las grandes soluciones a los problemas sociales nacionales e internacionales. En su nom- bre, quedaron abolidas las corporaciones y el derecho de asociacién de los obreros. Hoy sélo algiin trasnochado sigue pensando asi. Ademds, nuestra experiencia personal parece confirmar este relativismo de lo justo. La solu- cién que juzgdbamos definitiva cuando éramos adolescentes, ya maduros la hemos rechazado 0, por Jo menos, la hemos corregido en tal forma que ya es irreconocible. Sin embargo, algo en el fondo de nuestra conciencia se niega a aceptar el relativismo de lo justo. De todo lo anterior, una cosa es clara: el conocimiento de lo justo es un conocimiento relative. ¢Por qué no admitir esta conclusién cuando todas las observaciones parecen confirmarla? En efecto, las observaciones del cono- cimiento personal de lo justo la corroboran. Ya vimos que comenzamos a conocer lo justo como el resultado de la presién del supery6, que después lo vamos sujetando a una critica, que nunca desaparecen las influencias det medio ambiente (el cual, a su vez, también es cambiante) sobre nuestra personalidad en transformacién, que nuestra capacidad limitada de critica edlo nos permite movernos dentro de los confines de nuestra cultura, Y Ja historia de pueblos y culturas es prédiga en observaciones en el mismo sen- tido: cada hombre, cada generacién, cada grupo y cada cultura conoce lo justo desde su punto de vista, desde sus circunstancias, desde su medio ambiente. Por qué asustarnos ante esta conclusién? Después de todo, no sélo el La Justicia como Vivencia 431 conocimiento de lo justo, sino todo conocimiento es relativo, En efecto, el conocimiento es un acto por el cual un sujeto explica un objeto, y todo sujeto es diferente de otros sujetos, cada uno de ellos contemplando al mis- mo objeto desde sus propias circunstancias, tanto vitales como culturales. Pero esto no significa que el conocimiento, por ser relativo, deba también ser falso o errénco. De la relatividad del conocimiento Jo dnico que se puede concluir es su limitacién: todo conocimiento se pronuncia sobre el objeto desde un punto de vista, que no excluye otros puntos de vista, cada uno de ellos también limitado. Es verdad que hay puntos de vista menos limitados que otros. Cuando alguien es capaz de ver, incluyendo en la propia mirada las miradas de otros, se amplia el punto de vista y se reduce su limitacién. De hecho eso es el conocimiento cientffico: un conocimiento que trata de abarear en un sistema todas las aportaciones constructivas de las miradas de otros individuos y otras generaciones. Pero, aun el conocimiento cientifico sigue siendo relative, porque funciona desde un punto de vista que por amplio que sea sigue siendo limitado: el punto de vista de la cultura donde se encardina esa ciencia, Podrén venir nuevos puntos de vista, insospecha- dos para el cientifico de un tiempo determinado. Es el caso de EistEin ampliando el punto de vista de Newron. gQuién se atreverd a afirmar que en ej futuro no puede aparecer otro punto de a que amplie la visién de Einstein? Tal es el planteamiento gnoseoldgico, pero no todo el planteamiento gnoseolégico, Porque la epistemologia, gnoseologia o teoria del conocimiento también se pregunta por la validez del contenido de los actos del conoci- miento y clabora una teoria del conocimiento cientifico. Asi se han elabo- rado, no una, sino varias teorfas, Todas ellas coinciden en exigir, como requisito del conocimiento cientifico, alguna forma de fundamentacién, pero difieren al explicar cémo debe ser esa fundamentacién. Nuestra posicién —gque es la del pensamiento neoescoldstico, con raices en ARISTOTELES y Santo Tomas, y explicitado en este punto, entre otros, por Martrarn, RaHNER y Lonercan4— es que la indole del objeto estudiado determina el método de su investigacién y fundamentacién. En lo que toca al conocimiento de lo justo, el método, a) no puede consistir en la pura deduccién teérica; 34 Las obras mas importantes de estos autores en ia cuestién de Ja Teoria del co- novimiento cientifico son las siguientes: Jacques Manrrain, Les degrés du savoir (0 Distinguer pour unir), nueva ed., Desclée de Brouwer, Paris, 1932 (hay traduccién al espafiol), El alcance de la razén (trad, de Alberto Luis Bixio), Emecé, Buenos Aires, 1959, y Ciencia y Filosofia, Taurus, Madrid, 1958; Karl Ranwer, Espiritu en el Mundo (trad. de Afonso Alvarez Bolado}, Herder, Barcelona, 1963; Bernard J. F, Lonenca, Insight. A study of human understanding, Longmans, Nueva York, 1967. 432 Juridica.—Anvario b) ni tampoco en Ja simple acomodacién ante la situacién concreta; c) sino en la confrontacién de las normas generales con las situaciones coneretas. Aqui nos limitamos a sefialar las lineas mas generales de esta cuestién, que rebasa los linderos de este articulo. En cambio, el planteamiento ontolégico se pregunta por la realidad diltima de to justo. Se trata, una vez mas, de una cuestién que no podemos abordar aqui con toda Ja amplitud que merece. Nos cefiiremos a las lineas mas gene- rales de solucién, Como veiamos al hablar de la Justicia como virtud, “justo” es lo que esté ordenado en ta) forma respecto del hombre que redunda en su desarrollo y perfeccién, 0 —mas especificamente— lo que ordena a un individuo respecto de los demas individuos de tal suerte que todos ellos puedan desarrollarse y perfeccionarse dentro del cuadro del orden social. Lo justo, por consiguiente, reside en relaciones objetivas, que se dan o se deben dar en la realidad, independientemente del conocimiento, Hay un orden de relaciones interhumenas que de hecho perfecciona o puede perfec- cionar a los individuos y al grupo social: ese orden es Jo justo y supone une distribucién a cada uno de Jo suyo. Como también hay relaciones interhuma- nas que degradan y envilecen a los individuos: esas relaciones son injustas. Claro que no se puede ni realizar el orden justo ni evitar las injusticias sin antes conocer el uno y las otras. La responsabilidad de este conocimiento y de aplicar las directivas resultantes de) mismo ya es una cuestién moral. E] planteamiento moral de lo justo ya no se pregunta cémo se conoce Jo justo —que es una cuestin gnoscolégica— ni cémo es la realidad de lo justo -—que es una cuestin ontolégica— sino cémo se debe realizar lo justo. Muy brevemente la respuesta: se debe realizar lo justo (es decir, dar a cada uno lo suyo) porque en el orden de lo justo estriban las posibilidades de seelizar el perfeccionamiento humano impuesto por la autoridad divina. Como parte de esta responsabilidad general de lograr el autoperfeccionamiento esta la responsabilidad de lograr el mejor conocimiento posible de las relaciones objetivas justas, Como toda responsabilidad moral, el deber se extiende a los limites de lo posible, Es muy conocido el dicho de los moralistas: ad impossible nemo tenetur: nadie esté obligado a lo imposible. En este marco del planteamiento moral, volvemos a encontrar las viven- cias de Justicia. Ellas son les voces de la conciencia del conocimiento natural a nuestra especie humana que nos hace responsable ante nosotros mismos, ante los demas y ante Dios. Las vivencias de Justicia se originan en factores genéticos propios de nuestra especie, los cuales son el fundamento material de una tendencia superior que nos impulsa a la perfeccién y a lo Absoluto, Pero ya vimos que el medio ambiente modela esta tendencia y también que la razén y Ja yoluntad humanas son capaces —dentro de ciertos limites— La Justicia como Vivencia 433 de criticar y de encauzar las energias nacidas de la herencia y del medio ambiente. En esta critica y en este encauzamiento hacia un desarrollo mas perfecto consiste Ja dimensién moral de la actuacién humana. Labor dificil ¥ trabajosa, que no podré realizarse sin lograr antes algim equilibrio de Justicia en uno mismo y sin estar abierto a las experiencias de otros, En otras palabras, las vivencias de Justicia deben ser aquilatadas y purificadas por un doble camino: el del esfuerzo de integracién personal y el de la investigacién cientifica de las relaciones objetivas justas. Tal ¢s el sentido do las vivencias de justicia; son las voces titubeantes que nos sefialan Jos derroteros de la perfeccién. JUSTICIA Y AMOR Hasta aqui, precisamente por el enfoque psicolégico que hemos escogido, hemos destacado los aspectos personales e individuales de la Justicia. Pero Ja Justicia cs una virtud social y ninguna explicacién de ella seria correcta, olvidara su dimensién social. En cierto sentido, toda virtud especifica es social, en cuanto que el per feccionamiento del individuo repercute en el de los dems individuos y en el del grupo. Pero hay dos virtudes especificas que son esencialmente sociales, en cuanto que ordenan al individuo en sus relaciones con los demas y con el grupo: Ia caridad o amor y la Justicia. Deciamos del amor que es la vistud en torno de la cual debe integrarse y vivificarse la personalidad. Esto significa que el hombre no puede crecer psicolégica y moralmente si no es amando y ordenando sus energias en fun- cién del amor, porque el ser del hombre no es para vivir ni aislado ni egoistamente. Ya vimos que en el darse a otros consiste la madurez psi légica, pero este darse no estriba en puras acciones externas sino en conductas motivadas desde lo mas intimo del ser por el amor. “El ser del hombre se descubre... como tener que ser en el mundo para el otro, y este descu- brimiento se impone sobre el hombre con fuerza coactiva... El propio hom- bre es un cierto ‘deber’ con respecto a sus semejantes, Una vieja tradicién Hama ‘amor’ a la ejecucién de este ‘deber’ y entiende que el amor es la aceptacién, la comprensién, el apoyo y el fenémeno de la subjetividad; la autidad y la libertad del otro”.*5 Por el amor, un Yo se da cuenta que no puede erecer sino luchando por el crecimiento de los demas. Y esta actitud tiene que traducirse en actos y en exigencias de alcance social, El amor no tiene limites, puede crecer indefinidamente. Cada individuo 85 William A, Luvren, Fenomenologia del Derecho Natural (trad. de Pedro Martin y de la Camara), Carlos Loblé, Buenos Aires, 1968, pag. 189. 434 Juridica.—Anuario humano lo vive a partir de las posibilidades del grado de integracién de st personalidad. A mayor integracién de ésta, mayores posibilidades de amar. En el grupo social existen individuos con diversos crecimientos de amor; éstos se comunican entre si, ejercen influjos los unos en los otros y, cuando surgen problemas que afectan al grupo, buscan soluciones de acuerdo con la conciencia moral del grupo. La conciencia colectiva no existe independientemente y aparte de los individuos del grupo, es la ténica resultante de los desiguales influjos de las diferentes personalidades. A veces la personalidad carismatica de un lider ejerce un influjo predominante; otras son grupos de personalidades los que tienen la voz mas decisiva, sobre todo si se organizan en un grupo de presién (llamese partido politico, asociacién, sindicato, etc.). Este juego de presiones por las cuales les diversas personalidades tratan de hacerse oir y de impri- mir sus puntos de vista en la tonica del grupo, es el juego politico. Lo ideal conforme a la justicia (dar a cada uno Jo suyo) seria que todas las perso- nalidades fueran escuchadas, pero con creciente atencidn a las personalidades més maduras, En efecto, un régimen politico, que impone la voz de un individuo o de un partido a la mayorie, degrada las personalidades de los no consultades. Sin embargo, una participacién general raras veces se logra, debido a que unos individuos son més agresivos y exigentes y otros mas pa- sivos y callados. Pero el ideal de justicia permanecera latente, ya que si la ténica del grupo no logra alguna forma de incorporacién —o activa, 0 por Jo menos de consentimiento implicito— las personalidades de los no incor- porados quedarin disminuidas, seguiran siendo tratadas como nifios (a los que se les impone el supery6) aunque sean adultos capaces de criticar cons- tructivamente las soluciones venidas desde la autoridad. Ahora bien, gqué es lo que anima las soluciones de la ténica del grupo? Se puede contestar sucintamente: el modo y el grado con que el sistema de decisiones politicas vive un minimo de amor como el exigible en sociedad. El Derecho —que no es mis que el resultado concreto de las decisiones socia- les— podra entonces definirse como el minimo de amor exigido en sociedad. Expliquemos esto. ‘Acabamos de ver que el amor implica un deber respecto de los semejantes. Este deber lo vive cada personalidad en el grado y en la forma en que lo per- mite su adelanto en la integracién de su propio Yo: a mayor madurez mayor voluntad de promocién de otros, Este deber se vive antes que nada como una responsabilidad personal que obliga al Yo en cuestién, Pero cuando varios Yos se comunican y perciben que existe entre ellos un minimo de exigencias de promocidn, entonces tratan que esas exigencias se transfor- La Justicia como Vivencia 435 men en el criterio de las soluciones del grupo. Cuando la tonica del grupo acepta esas exigencias, entonces las transforma en Derecho. Asi la Justicia, vivida al principio en un plano individual, pasa a vivencias de grupos mino- rilarios y, por altimo, sélo cuando logra animar la ténica del grupo, logra plasmarse en Derecho. Este lento pero constante proceso de descubrimiento y vivencia personal de la Justicia, de comunicacién y convencimiento de sus exigencias y, finalmente, de la aceptacién por la tonica del grupo de las soluciones de Justicia, es la historia de la evolucién del Derecho, Es un proceso en el que cada generacién debe aprovechar los descubrimientos y las experiencias de las generaciones anteriores. En la medida en que el grupo acepte al Derecho como un minimo de amor, lo acataré de buen grado y trataré que se cumpla. Pero si el grupo ve al Derecho como una mera impo- sicién de la fuerza de la autoridad, trataré de esquivar su. cumplimiento y, en los casos extremos, hasta se rebelaré contra un superyé del que no se ve el sentido. Asi las corrientes racionalistas, al tratar de divorciar la res- ponsabilidad juridica de la responsabilidad moral, atentan contra el alma misma del Derecho. Porque un Derecho sin Justicia no es un Derecho, como una Justicia sin amor no es Justicia,

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