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_Acta poetica 14-15 1993-1994 Mauricio Beuchot Reflexiones sobre la retérica desde la hermenéutica! 1, Introduccién En este trabajo me propongo hacer resaltar algunas semejanzas de ja ret6rica con la hermenéutica (y, de manera indirecta, con la pragmatica),? siguiendo a Paul Ricoeur. En la tradicién herme- néutica se ha visto la analogfa que existe entre estas disciplinas del lenguaje, y el compararlas nos podrd aleccionar acerca de su origen, su estructuracién dinémica y su objetivo o finalidad. En todo caso, creo que resultar4 muy esclarecedor para el estudioso de estas disciplinas conocer sus semejanzas y diferencias, eso ayudard a dar a una y a otra una mayor y mejor delimitacin. 2. El origen de la retérica y de la hermenéutica Hans Georg Gadamer? y Paul Ricoeur han vinculado a la retérica con la hermenéutica. De hecho, este ultimo coloca a la ret6rica, ! Deseo agradecer su lectura critica de este trabajo a Helena Beristéin y a Ana Goutman. ? La hermenéutica y la pragmética son disciplinas que coinciden en mu- chas cosas. La hermenéutica, surgida de la filosoffa, trata de interpretar el significado de un texto, pero sabe que no lograré apresar de manera comple- tamente objetiva el mensaje del autor, porque en la transaccién interpretativa se introduciré la subjetividad del lector o intérprete, del hermeneuta, En cambio, la pragmatica, disciplina que configura una rama de la semidtica, pretende confiar en que se puede lograr la objetividad y rescatar el significa- do del autor (el speaker's meaning), esto ¢s, la intencionalidad del hablante 9 autor de un texto, y no sélo la intencionalidad subjetiva del hermeneuta. 2 He tratado las ideas de Gadamer sobre Ja retérica en M. Beuchot, “Re- 295 junto con la poética y la hermenéutica misma, entre las discipli- nas que versan sobre discursos en los que el sentido se articula en unidades més amplias que el enunciado (y, obviamente, més que la palabra). El sentido ha de buscarse en esos discursos aten- diendo a unidades mds complejas, que configuran textos, En una pieza retérica y en un poema s6lo se pueden captar las multiples intenciones significativas del autor hasta que se toma en cuenta todo el texto. Podriamos decirlo asf: una unidad discursiva poéti- ca, un poema, no exhibe su sentido al atender solamente a algu- nas palabras o a algunas de las oraciones de que consta, sino que lo da en unidades mds grandes. Una unidad discursiva retdrica, un “retorema” o “retgriquema”, 0 como se quiera Hamar —asf lo lama Ricocur— sdlo alcanza su objetivo de comunicacién y de persuasi6n con mas élementos de los que bastarfan para entender lo que dice un enunciado cientifico o filos6fico que no padece tanta equivocidad, que tiende mds a la univocidad. La misma her- menéutica adquiere su lugar mds alld de la palabra (en la que se centraba el estructuralismo) y el enunciado (en el que se centraba la filosoffa analftica del lenguaje), y avanza hacia textos mds complejos. Asi también la retérica. Ella analiza y norma, descri- be y prescribe, el discurso en el que no sélo va involucrada la ar- gumentacion, sino Ja emocién. Es un discurso hfbrido, tiene que afrontar una semiosis 0 comunicacién que esconde muchos reco- vecos, que impregna de emotividad a las palabras y las frases, y que no arguye tnicamente a la raz6n, sino también al corazén; Por lo tanto, no sélo puede disfrazar al sofista que redarguye fa- lazmente, sino al seductor que manipula los sentimientos. Sabemos que la oratoria es una de las mas antiguas disciplinas de 1a utilizacién discursiva del Jenguaje. Esto es algo que me pare- ce importante, porque nos muestra la vinculaci6n de la retérica con el razonamiento humano. Es algo que vincula a la vez a la historia de la ret6rica con la historia de la hermenéutica.* También térica y hermenéutica en H. G. Gadamer”, en Semiosis, 18 (1987), pp. 141- 148. Por eso me concentraré ahora en Paul Ricocur. “Ver P, O, Kristeller, Philosophy and Rhetoric from Antiquity tothe Re- 296 sabemos que ambas disciplinas se sitdan originalmente en los plei- tos por los terrenos, por la tierra. Eran polémicas que requerfan la interpretacién de la ley y la interpretacién de las intervenciones de los protagonistas, para encontrar las fisuras argumentativas y emo- cionales por donde les pudiera entrar el discurso. Eran pugnas por el espacio vital, una de las cosas més primitivas y perentorias para el hombre. Y allf la retérica era el discurso para ubicarse, para de- marcar los propios terrenos -y territorios. Es el hombre definiéndo- se (demarcéndose) por el razonamiento, el discurso. No en balde la definici6n Iégica (horismds) es también el término (horos) que figura en la enunciacién, y tienen parentesco desde:su origen en la demarcaci6n del terreno (horizog) y la orograffa. Por eso aqui Ri- coeur tiene muy en cuenta la aportaci6n de Perelman: que siempre se ubica uno frente al piblico o la audiencia que lo escucha. De alguna manera se podria decir que el primer t6pico 0 “lugar” es en el que uno se sitiia, dénde uno se coloca, desde dénde se habla y con quiénes se habla. En ese papel de ubicacién, de crearse lugar, es en donde se sittia lo que Perelman llama el /mperio Retérico. Segtin Ricoeur, el imperio retérico comienza a desplegarse a partir de algo muy concreto, para llegar a tener la pretensién de abarcarlo todo, el campo entero del uso discursivo del lenguaje. Esto —aunque no lo sefiala Ricoeur— creo que se da porque la tetérica abarca mAs que la légica y 1a dialéctica 0 topica; por lo tanto, hay cosas de la légica o de la dialéctica que pueden abor- darse con la retérica, pero no a la inversa. Todo podria, pues, en principio, ser tratado retéricamente. Y se diversifica por la situa- cién tfpica del discurso, por ejemplo, por la finalidad que tiene la pieza oratoria. Asf, Arist6teles distingue tres clases de retérica segun tres contextos: deliberativa, la que tiene como objetivo convencer acerca de lo conveniente para la repdblica; judiciaria, ja que quiere convencer de un caso jurfdico; y epidictica, la que tiene como fin sefialar alguna virtud 0 algdn vicio, exaltar 0 vili- naissance, Columbia University Press, 1979, pp. 15 ss. Ver también R. Bar- thes, La retérica antigua, Barcelona: Ediciones Buenos Aires, 1982, pp. 12 ss. 297 pendiar a alguien. Dada esa amplitud que tiene, la retérica fue la que ejercié desde un principio las funciones de 1a hermenéutica.> La ret6rica se sittia a mitad de camino entre la necesidad, objeto de la l6gica, y la pura contingencia, objeto de 1a soffstica, Corrié el peligro de quedar en las manos de los sofistas, los cuales le da- ban el estatuto de arma e¢ instrumento para manejar la equivocidad y poder sacar provecho para el que lo utiliza habilmente. Por lo cual de ningtin modo podia atender a la necesidad I6gica, dado que tenfa como propio lo verosimil, lo concreto y contingente, principalmente lo que tenfa que ver con la praxis de la polis. La ret6rica pucde plantearse en un terreno intermedio, no el de la ver- dad (que alcanza Ja ldgica) ni el del error y la falacia (que constru- ye la soffstica), sino el de lo verosimil. Es como el medio: que constituye la analogfa con la equivocidad y la univocidad, sélo que la analogia no se contenta con lo verosfmil, sino que aspira a Ja verdad (aunque no sdlo a nivel I6gico-sintdctico, sino mas bien seméntico y pragmdtico), pero que involucra lo verosfmil como una de sus partes. Y, asf, evita el equfvoco y la falacia, y procura sujetar el discurso a lo mds apegado que se alcance de la l6gica. Se inclina hacia la l6gica, evitando que el discurso caiga en la equivocidad y la falacia, a cuyos bordes se inclina peligrosamente. “Esta descripcién del hogar de la ret6rica —-dice Ricoeur— hace aparecer de inmediato la ambigiiedad. La retérica jams ha dejado de oscilar entre una amenaza de decadencia y la reivindicaci6n to- talizante en virtud de la cual ambiciona igualarse a la filosoffa”.® 3. El desarrollo de la accion retérica y de la accién hermenéutica Ricoeur est4 de acuerdo con Perelman en que el discurso retérico es eminentemente un discurso situado; tiene que tomar en cuenta, 5M, Ferraris, Storia dell’ ermeneutica, Milén: Bompiani, 1988, pp. 12-13. © P. Ricocur, “Rhétorique-Poétique-Herméneutique”, en M. Meyer (ed.), De la métaphysique & ta rhétorique, Bruselas: Eds. de l'Université de Bruxe- les, 1986, p. 146. 298 como el que més, a sus destinatarios. El orador no puede argu- mentar en el vacfo, sino que ha de ponerse en sintonfa con sus oyentes, su auditorio. Si la l6gica puede argumentar como si tu- viera un auditorio universal, casi abstracto, la ret6rica tiene que darse en funcidn de un auditorio mds restringido, mAs particulari- zado, muy concreto. No sélo argumenta hacia el intelecto, sino también hacia el afecto. No sélo muestra la validez de los razo- namientos, sobre todo persuade y convence haciendo uso de lo que se ha llamado “las otras razones” (Pascal), a saber, las del corazén, Como un aspecto de la adecuacién que tiene que lograr el orador con su auditorio, se presenta el uso de lugares comunes © elementos argumentativos que son aceptados y compartidos por los concurrentes, por los circunstantes, se trata de una comunica- cién altamente circunstanciada. Pero Ricoeur nos hace observar que la retérica tiene un doble peligro 0 riesgo de excesos. Por.un lado, se dedica a exaltar; por otro, a rebajar. Asf la ret6rica puede estar al servicio de lo que se ha Namado “ideologfa” (en el sentido marxista de falsa concien- cia). Otra vez parece estar expuesta a quedar en manos de los sofis- tas que quieran aprovecharse de ella. Es donde Ricoeur sefiala el peligro de perversién y de sublimacién. Curiosamente, si atende- mos al significado que da Freud a los términos empleados por Ri- coeur, podemos darnos cuenta de que siempre hay el riesgo de la perversién en el sujeto, pero precisamente una de las cosas que evita ese curso desviado de los impulsos hacia 1a perversién es la sublimaci6n; la sublimacién da a los impulsos una satisfacci6n que no es ciertaménte la original y mds propia, pero es una satisfaccién sustitutiva y hasta paliativa que, porlo menos, reorienta y reencau- za ese flujo impulsivo de una manera més noble y adecuada, que evita caer en la perversién. En ese sentido, podemos decir que, no la exaltaci6n desmedida y soffstica, pero sf 1a sublimacién que evi- te la perversién, podrd hacer que la retérica se transforme en un instrumento que, sin caer en la ideologizacién, pueda orientar en cuanto a la marcha de Ja praxis en la polis, y, sobre todo, en la biisqueda del bien comin, no ciertamente s6lo det bien particular. 299 Sin embargo, éste no es el principal peligro que detecta Ricoeur en la ret6rica, sino 1a pretensién de abarcar el campo filosdfico, y asf querer equipararse a la filosoffa. Podrfamos decir que hay un tiesgo de que en el imperio ret6rico se quiera encerrar a la filoso- ffa, que la ret6rica ejerza un imperialismo tal y tan intemperante, que quiera devorar al todo de la filosofia. En efecto, como hemos dicho, la ret6rica puede llegar a donde no alcanzan la ldgica ni la dialéctica. Por ejemplo, como lo sefiala Ricoeur, sélo la retérica puede argumentar a favor de las proposiciones mds generales 0 primeros principios de la filosofia. Alli no llega la légica; eso su- pondria que hay otros principios anteriores desde los cuales se po- dria efectuar la deduccién. La dialéctica apenas lo podria hacer, pero, como dichos principios estén muy conectados con las creen- cias emotivas del individuo, poco a poco se va derivando a la re- térica. Como Perelman y, sobre todo, Henry W. Johnstone Jr. lo han hecho ver, los primeros principios no pueden ser demostrados por la lé6gica, y s6lo la ret6rica podria hacerse cargo de defender- jos.7 En ello ve Ricoeur, segin lo notamos, un peligro de que la tet6rica quicra equipararse a la filosoffa misma. Si esas proposi- ciones primeras de la l6gica y de Ja metafisica s6lo pueden apo- yarse en la rel6rica, ésta tendrfa —-como Pascal llegé a propo- ner— un papel muy cercano a la metaffsica, como su asistente argumentativo y, casi, como un émulo de la propia metafisica. 4, La finalidad de la ret6rica y de la hermenéutica Una de las cosas que, segtin Ricoeur, la ret6rica no puede dejar de lado es justamente su origen, pero otra m4s importante es su finalidad. Entre el origen y el fin se tiende la intencionalidad, la 7 Ver H. W. Johnstone Jr. Validity and Rhetoric in Philosophical Argu- ment. An Outlook in Transition, University Park, Pa; The Dialog Press of Man and World, 1978, pp, 5-12. * Ver Morot-Sir, La metafisica de Pascal, Buenos Aires: Ed, El Atenco, 1977. 300 intenci6n ‘del rhetor. La intencién era en primer lugar llegar a unos interlocutores m4s 0 menos bien determinados. Y, en segun- do lugar, persuadir de un contenido del discurso que se presenta- ba a esos interlocutores. Sobre esto dice Ricoeur: “En cuanto ala finalidad de la persuasién, no podrfa ser sublimada al punto de fusionarse con el desinterés de la discusién filos6fica auténtica. No tengo, ciertamente, la ingenuidad de creer que los fildsofos se libran no sélo de molestias, sino también de la patologfa que in- fecta nuestros debates, La perspectiva de la discusién filoséfica, si est4 a la altura de lo que se acaba de Hamar auditorio univer- sal, trasciende el arle de persuadir y de agradar, bajo sus formas mAs honestas, que prevalece en las situaciones antedichas”.? Asi pues, aun cuando la retérica sirve argumentativamente a la filoso- ffa, no se equipara con ella, ni le es coextensiva. Una y otra tie- nen un origen y una finalidad diversas. Ricoeur se interesa asimismo en sefialar algunas de las relacio- nes que mantiene la ret6rica con la poética y la hermenéutica. La ret6rica tiene en comtin con la hermenéutica que esta Ultima debe también argumentar, a saber, hay que explicar lo més posible para comprender lo mas posible; y, ademas, tiene que argumentar para decidir entre interpretaciones rivales, dirfamos que para de- cidir él conflicto de las interpretaciones, como lo Hama el mismo Ricoeur 0, como dice Gadamer, también la hermenéutica, 0 mas propiamente el hermeneuta, tiene que convencer, persuadir de su interpretacién,-o de su tradicién. Sin traicionar el modo como describe este conflicto Ricoeur, podemos volver a traer la compa- raci6n con la analogfa. No se trata de defender una equivocidad hermenéutica en la que todas las interpretaciones son valederas, ni tampoco de lograr Ja univocidad hermenéutica segdin la cual s6lo hay una tinica interpretacién posible; pero sf se puede hablar de que la hermenéutica alcanza una situacién analégica, en la que hay una interpretaci6n principal y otras menos atinadas o ricas, Como en Ja analogia hay un princeps analogatum o primum ana- ° P. Ricoeur, art. cit., p. 147. 301 logatum, i, e., un analogado principal, y analogados secundarios, asf también en la situaci6n hermenéutica creo que se puede ha- blar de una interpretaci6n principal, o privilegiada, 0 mejor, y otras secundarias 0 menores, por muy complementarias que sean. Se puede decidir cudles entre ellas se acercan m4s a la verdad, esto es, son mds verosfmiles, y asf tenemos la verosimilitud —al igual que en la retérica— instalada en la hermenéutica. La analo- gicidad pertenece de manera eminente a la ret6rica y la herme- néutica. Efectivamente, el propio Ricocur alude a 1a semejanza del tra~ bajo hermenéutico con el retérico en cuanto al manejo de la ana- logfa, y es que el trabajo de ambas es semejante a, o coincide con, esa parte de la analogfa que es la met4fora, Ricoeur ve que la comprensi6n y comunicacién de la metéfora es de doble senti- do, y en eso constituye un modelo o paradigma del trabajo inter- pretativo, esto es, de la hermenéutica. Es sabido que la retérica —al igual que Ja poética— tiene que ver con los tropos y las. figu- ras literarios, entre ellos eminentemente la metdfora.'° Esto resul- ta paradigmAtlico porque nos muestra que tanto la hermenéutica como la ret6rica emplean un discurso polisémico, de muchos sen- tidos. En la comunicacién retérica aparece, de hecho, el ornato o Ja elocucién amplificada, que juega con la presentaci6n de] men- saje en diversas formas, en varios modos. de presentaci6n, los cuales corresponden a los sentidos (asf los definfa Frege: modos de presentacién) y pueden transmitir de distintas maneras una misma referencia, y eso es muy importante para la oratoria, pues cabe presentar (pragmaticamente) de una manera mejor que otra el mismo contenido seméntico. Se podrd dudar de si la poesfa tiene referencia, o si alude a un mundo; Ricoeur dice que si, a saber, el mundo del texto. Lo mis- mo se puede decir de la ret6rica; pero se volver4 a objetar que el mundo del texto no es un objeto de referencia como el mundo real; mas Ricocur responde que la hermenéutica es la mediacién © Ver Idem, La metdfora viva, Madrid: Eds. Europa, 1983. 302 entre el mundo del texto y “lo que convencionalmente Ilamamos realidad, para redescribirla”.'' Este encuentro del mundo del texto con el mundo real es la Ultima funcién de la imaginacién creativa 0 productora en el ejercicio de la lectura, Mas, junto a estas coincidencias, hay que preservar —pide Ri- coeur— las diferencias, tanto de origen como de finalidad, de fin. No hay una superdisciplina que cubra el campo de Ja ret6rica, la poética y la hermenéutica. Sc han visto algunas intersecciones entre ellas; pero tienen su autonom{fa y especificidad. “La retérica sigue siendo el arte de argumentar en vistas a persuadir a un au- ditorio de que una opinién es preferible a su rival. La pottica permanece siendo el arte de construir intrigas en vistas a ampliar el imaginario individual y colectivo. La hermenéutica permanece como el arte de interpretar los textos en un contexto distinto del de su autor y de su auditorio inicial, en vistas a descubrir nuevas dimensiones de la realidad. Argumentar, configurar, redescribir, tales son las tres operaciones mayores cuya respectiva mirada to- talizadora vuelve excluyentes la una de la otra, pero que la fini- tud de su sitio original condena a la complementariedad”.? Por tanto, hemos visto que la retérica tiene un fuerte compo- nente de significacién hermenéutica y pragmatica. La interpreta- cién, en vistas a recoger el sentido del hablante 0 escritor (prag- mitica), asf como a adecuarlo al significado del oyente o lector (hermenéutica), es necesaria a la comunicaci6n retdrica, La utili- zaci6n de tropos, figuras, ironfas, implicaturas y, en fin, todas los actos ilocucionarios’ que conlleva —no en balde se le llamaba an- tiguamente elocucién 0 ilocuci6n a la acci6n retérica principal— exige que la intervencién de los usuarios del discurso en el acto comunicativo sea de suma importancia. Y para ello se requiere de la hermenéutica y la pragmdtica, disciplinas y artes de la signifi- caci6n viva y actuante.”? . 4" Tdem, art. cit., p. 154. ” Ibid, p. 155. "3 Sobre la hermenéutica de Ricoeur puede verse M. Beuchot, Hermenéu- tica, lenguaje e inconsciente, Universidad Auténoma de Puebla, 1989. 303 5. Ret6rica, hermenéutica, filosoffa y pragmatica De hecho, esto se ha contemplado a lo largo de la historia, en la que se entrecruzan la filosoffa, la retérica, la hermenéutica y la pragmatica. Nuestra atencién a la obra de Ricoeur ha resultado rica en ensefianzas. Todo ello parece aleccionarnos acerca del ca- racter pragmético y hermenéutico de la argumentacién ret6rica. Esto, por lo demas, se ve a lo largo de 1a historia de la filosoffa y de la retérica. Ya en Aristételes se vefa que est4 intimamente unida la ret6ri- ca a la psicologfa, ya que él trata de embonar la argumentacién con la psicagogia (0 movimiento de las emociones, el lado psico- Iégico de la oratoria). Y aun nos ensefia que toda argumentacién filoséfica de principios es en el fondo e inevitablemente retérica. En efecto, cuando se discuten principios metafisicos o muy ele- vados y primeros, s6lo se puede usar una prucba indirecta y re- ductiva, una especie de ad hominem, que pertenece a la ret6rica (como lo dice del principio de no contradiccién en la Metaphysi- ca). Después, Boecio insistié en la importancia de los t6picos ret6- Ticos que, a semejanza de los dialécticos, proceden por las opi- niones comunes, aceptadas, plausibles. Pero lo aceptado o comin varia y depende del contexto en el que uno se mueva; encierra la consideracién pragmatica de lo que el otro o los otros conceden; se trata de una verdad pragmatica o pragmatista (p. ej., en el sen- tido de Austin y Strawson). En plena Edad Media, Robert:Kilwardby recalcé la semejanza de la ret6rica con la dialéctica o légica. Esto es, la ret6rica nunca pucde perder su componente argumentativo, so pena de caer en un jucgo meramente sentimental de seduccién engafiosa y soffsti- ca. Pero esa argumentacién debe procurarse interpretando lo que puede aceptar el conjunto de oyentes, los destinatarios. Nueva- mente es la pragmdtica la que nos asegura el cardcter-argumenta- tivo y no solamente locuaz de la ret6rica, a través de las condi- ciones cognoscitivas de la argumentaci6n concreta y viva. 304 También san Vicente Ferrer (quien fuera un eminente ldgico escoldstico) sefial6 esa presencia fuerte de la argumentacién prag- matica en la retérica, Lo ejemplifica en su propia prdctica orato- tia. Tuvo que atender muy inteligentemente a las interacciones psicoldgicas y sociol6gicas, religiosas y culturales que conforman la dimensiOn pragmdatica de ese acontecimiento semistico y co- municativo que es el intercambio oratorio. Pues, si no, hubicra incurrido constantemente en peticién de principio de tipo prag- mAtico y dial6gico, argumentando a sus oyentes por lo que no podian ellos aceptar. Y el éxito arrasador de sus sermones nos habla de un manejo sin par de estos requisitos. Volvemos a en- contrar la presencia de la pragmatica y la hermenéutica en ‘la re- térica. : Un seguidor de Lulio, Remigio Rufo, nos da en el Renaci- miento una leccién en cierto sentido negativa, pues nos hace re- chazar su empresa. Con lo pesado de los aparatos Idgicos y logi- cistas que quiso aplicar a la ret6rica, y con toda esa légica com- binatoria luliana que pretendié dar al orador para hacer discursos demasiado artificiosos y vacios, exhibe lo insuficientes que son Ja sintaxis y la semAntica (sobre todo formales) para la acci6n re- t6rica. Tiene que intervenir, como aspecto pragmatico y herme- néutico, la elocucién, en ese sentido de ilocucién y perlocucién de la teorfa de los speech acts de Austin, a fin de que pueda ser comprendida y seguida la argumentacién. Por otra parte, la obra de fray Luis de Granada !amé }a aten- cién de los estudiosos hacia el hecho siguiente: lo que distingue a la ret6rica de la l6gica es que, adem4s de emplear la argumen- tacién, hace uso de la amplificaciGn, la cual es la forma de en- grandecer y embellecer las cosas que uno dice mediante el omato y el toque de los afectos. Hizo ver que en la ret6rica se fusionan el aspecto descriptivo o constatativo y el performativo, como los llama (en seguimiento de Austin) John Searle. Y lo performativo es algo que pertenece eminentemente a la pragmatica del discur- so. Est4 sobresaturado de significado y sélo la pragmética y la hermenéutica pueden esclarecerlo. 305 En la modemidad, Pascal, el gran gedmetra, tensionado por su pensamiento racionalista y légico, y por “las otras razones”, a sa- ber, las del coraz6n, es un paradigma (en el sentido de Kuhn) de la conjuncién que de lo cognoscitive y lo emotivo se da en la re- t6rica. Y esto es ya rebasar la sintaxis y la sem4ntica s6lo enca- minadas a lo formal, como son las de la axiomatica. Ella de suyo serfa la mejor retérica (él pensaba en los Elementos de Euclides) si no intervinicra el factor emocional. Por eso, mas alld del racio- nalismo est4 el hombre total, compuesto de raz6n y coraz6n. Hay un ingrediente psicolégico fuerte en la argumentacién, que, por el miedo al psicologismo, los légicos relegaron a la pragmatica ya la hermenéutica. . Por su lado, Perelman, el maestro reciente de la argumentacion Gialéctico-ret6rica, ha enseflado muchas cosas acerca de la prag- matica y la hermenéutica de la oratoria. Entre ellas obtiene un lu- gar primordial su nocién pragméatica de lo razonable, mds concre- ta que la de lo racional, y la idea de auditorio que est4 presente en toda argumentaci6n. Finalmente, antes que Ricoeur, Gadamer ha hablado del com- ponente de virtud o-habito que tiene la ret6rica. Puede ser innata, pero también cultivarse o adquirirse por aprendizaje. En ambos casos es un saber cémo y no sélo un saber qué (segiin la distin- cién cara a Gilbert Ryle y de otra manera a Piaget). También pre- viene sobre el cardcter de engafio que puede tener, Es precisa- mente sobre su aspecto de sofistiqueria sobre el que Ricoeur nos ha llamado la atencién. La ret6rica tiene doble filo: puede buscar lo verosimil inclinado a lo verdadero 0 puede buscar lo verosimit inclinado a Io falaz. Puede ser auténtica o perversa. Y, en todo caso, también nos habla de 1a pretensién que ha tenido Ia retérica de ser coextensiva a la filosofia, ya que puede tratar de todas las cosas, incluso de las que tratan la dialéctica y la ldgica. Pero Ri- coeur —y también lo ha hecho Gadamer— nos manifiesta las se- mejanzas y diferencias de la ret6rica con la hermenéutica. En todo caso, Ja principal cercanfa de la retérica con la hermenéutica es que una y otra versan sobre un discurso sobredeterminado, so- 306 brecargado de significados, cuya riqueza exige el andlisis inter- pretativo mas fino y pleno.'* 6. Conclusién Todo lo anterior nos indica que la retérica es una accién comuni- cativa demasiado compleja y rica, que colma el andlisis semisti- co en sus tres dimensiones de sintaxis, semantica y pragmatica. Esta dltima es para ella un requisito indispensable. Y también nos percatamos de que en el discurso retérico ticne cabida de ma- nera igualmente apropiada la hermenéutica, aledafia a la pragma- tica. Ya otra cosa sera preferir la pragmética o la hermenéulica, segiin se ponga el énfasis en rescatar el significado del hablante en su mayor pureza o mezclado con la subjetividad del intérprete. En todo caso, m4s sensato parece ayudarse de ambas, y reunirlas en ese entrecruce de intencionalidades que son la del hablante y Ja del oyente, ambos usuarios y esclavos, a la vez, de la palabra. “ Ver M, Beuchot y R. Blanco (comps.), Hermendutica, psicoandlisis y Uteratura, México: UNAM, 1991. ‘ 307

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