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Verdad y progreso Paidés Basica Ultimos libros publicados: 41. 42. 44. 45. 46. 43. 49. 50. 51. 52. 53. 54, 55. 56. 37. 58. 59. 60. 61 62. 63. 64, 65. 66. 67. 68. 69. 70. 1. 72. 73. 14. BS. 16. 77. 78. 79. 80. 81 82. 83. 84. 85. 86. 87. 38. 89. 90. 91. 92. 93. 94. 95. 96. 97. C. Lévi-Strauss - Antropologia estructural L. Festinger y D. Katz - Los métodos de investigacion en las ciencias sociales ‘M. Mead - Experiencias personales y cientificas de una antropdloga C. Lévi-Strauss - Tristes trépicos G, Deleuze - Logica del sentido G. Deleuze - El pliegue. Leibniz y el barroco R Rorty, J. B. Schneewind y Q: Skinner - La filosofia en la historia J. Le Goff - Pensar la historia J. Le Goff - El orden de la memoria S. Toulmin y J. Goodfield - El descubrimiento del tiempo P. Bourdieu - La ontologia politica de Martin Heidegger R, Rorty - Contingencia, ironia y solidaridad M. Cruz - Filosofia de la historia M. Blanchot - El espacio literario T. Todorov - Critica de la critica H. White - El contenido de la forma F. Rella - El silencio y las palabras § Todorov - Las morales de la historia R. Koselleck - Futuro pasado A. Gehlen - Antropologia filoséfica R. Rorty - Objetividad, relativismo y verdad R_Rorty - Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contempordneos D. Gilmore - Hacerse hombre C. Geertz - Conocimiento local A. Schutz - La construccién significativa del mundo social G. E. Lenski - Poder y privilegio M. Hammersley y P. Atkinson - Etnografia. Métodos de investigacién C. Solis - Razones e intereses H.T. Engelhardt - Los fundamentos de la bioética E. Rabossi y otros - Filosofia de la mente y ciencia cognitiva J, Derrida - Dar (el) tiempo 1. La moneda falsa R. Nozick - La naturaleza de la racionalidad B. Morris - Introduccién al estudio antropolégico de la religion D. Dennett - La conciencia explicada. Una teoria interdisciplinar JL. Nancy - La experiencia de la libertad C. Geertz - Tras los hechos R. R. Aramayo, J. Muguerza y A. Valdecantos - El individuo y la historia M. Augé - El sentido de los otros C. Taylor - Argumentos filoséficos T, Luckmann - Teorfa de la accién social H. Jonas - Técnica, medicina y ética K. J. Gergen - Realidades y relaciones JR, Searle - La construecién de la realidad social ‘M. Cruz (comp.) - Tiempo de subjetividad C. Taylor - Fuentes del yo T Nagel - Igualdad y parcialidad U, Beck - La sociedad del riesgo O, Nudler (comp.) - La racionalidad K.R. Popper - El mito del marco comin M. Leenhardt - Do Kamo. La persona y el mito en el mundo melanesio M. Godelier - El enigma dei don T. Eagleton - Ideologia M. Platts - Realidades morales C. Solis - Alta tension: Historia, filosofia, sociologia e historia de la ciencia J. Bestard - Parentesco y modernidad 100. M. Foucault - Entre filosofta y literatura. Obras esenciales, vol. 1 101. M. Foucault - Estrategias de poder. Obras esenciales, vol. 2 102. M. Foucault - Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales, vol. 3 103. R. Rorty - Verdad y progreso Richard Rorty Verdad y progreso Escritos filosdficos, 3 PAIDOS Barcelona + Buenos Aires « México, Titulo original: Truth and Progress Publicado originalmente en inglés, en 1998, por The Press Syndi- cate of the University of Cambridge, Cambridge University Press Traduccién de Angel Manuel Faerna Garcia Bermejo Cubierta de Mario Eskenazi Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacién escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccién total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informatico, y la distribucién de ejemplares de ella mediante alquiler © préstamo ptblicos. © 1994, Cambridge University Press © 2000 de la traduccién, Angel Manuel Faerna Garcia Bermejo © 2000 de todas las ediciones en castellano Ediciones Paidés Ibérica, S.A., Mariano Cub, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paidés, SAICF, Defensa, 599 — Buenos Aires http://www.paidos.com ISBN: 84-493-0818-6 Depésito legal: B-320/2000 Impreso en A & M Grafic, S.L. 08130 Sta. Perpetua de Mogoda (Barcelona) Impreso en Espafia - Printed in Spain A Mary después de veinticinco afios INTRODUCCION OURWN x . Hilary Putnam y la amenaza del relativismo . . John Searle en torno al realismo y el relativismo . Charles Taylor en torno a la verdad . Daniel Dennett en torno a la intrinsicidad . . . . Robert Brandom en torno a las practicas y . La idea misma de una responsa el mundo: la versién del empirismo de John McDowell. . Armas antiescéptic: . Derechos humanos, racionalidad y sentimentalismo. . Feminismo y pragmatismo IL. SUMARIO Primera parte LA VERDAD Y ALGUNOS FILOSOFOS . ¢Es la verdad una meta de la investigacién? Donald Davidson versus Crispin Wright . representaciones sociales . Michael Williams versus Donald Davidson. . Segunda parte PROGRESO MORAL: HACIA COMUNIDADES MAS INCLUSIVAS EI final del leninismo, Havel y la esperanza social. 31 63 89 115 133 163 183 203 219 243 277 Tercera parte EL PAPEL DE LA FILOSOFIA EN EL PROGRESO HUMANO 12. La contingencia de los problemas filos6ficos: Michael Ayers en torno a Locke 13. Dewey, entre Hegel y Darwin 14. Habermas, Derrida y las funciones de la filosofia . 15. Derrida y la tradicion filoséfica...... INDICE DE NOMBRES . 0... 0.00. e cee etree eee te eens INTRODUCCION* «La verdad no existe.» ¢Qué puede significar esto? ¢Por qué ha- bria nadie de decir tal cosa? De hecho, casi nadie (excepto Wallace Stevens) lo dice.! Pero a menudo se afirma que filésofos como yo lo decimos. Uno entiende por qué. Porque nosotros hemos aprendido (de Nietzsche y de Ja- mes, entre otros) a recelar de la distincién apariencia-realidad. No- sotros pensamos que existen muchas maneras de hablar de lo que sucede, y que ninguna de ellas se acerca mas que las otras al modo de ser de las cosas en si mismas. No tenemos idea de qué pueda sig- nificar el «en si misma» de la expresién «la realidad tal como es en s{ misma». Asf que proponemos que se abandone la distincién apa- riencia-realidad en favor de una distincién entre maneras de hablar menos titiles y mas titiles. Pero como la mayorfa piensa que verdad significa correspondencia con el modo en que la realidad «real- mente es», creen que nosotros negamos la existencia de la verdad. * La presente edicién excluye, por haber sido ya publicados por Paidés, dos ensayos que aparecen en el original inglés. Puesto que la introduccién de Rorty se refiere en alguna ocasién a dichos ensayos, hemos introducido algunas precisio- hes entre corchetes, relativas a la cantidad de textos que componen este volumen y a los temas que éstos tratan. (N, del t.] 1. «lt was when I said, / “There is no such thing as the truth,” / That the grapes seemed fatter: / The fox ran out of his hole.» [«Fue al decir yo: / “No existe la ver- dad”, / cuando las uvas parecieron més llenas. / El zorro salié de su madriguera.»] Wallace Stevens, «On the Road Home», en The Collected Poems, Nueva York, Vin- tage, 1990, pag. 203. [El poema pertenece a Parts of a World (1942). Debo agrade- cer a Ménica Faerna su ayuda con las referencias a la literatura inglesa y nortea- mericana que de vez en cuando aparecen en el texto. N. del t.] 12 VERDAD Y PROGRESO Nuestros criticos —los filésofos que estan de acuerdo en que eso es en efecto lo que la verdad significa— no creen que la distin- cién util-indtil pueda reemplazar a la vieja distincién apariencia- realidad. Para ellos, las maneras de hablar menos utiles serfan des- cripciones de lo que tan sdélo aparenta estar sucediendo, en tanto que las mas utiles describirian lo que realmente sucede. Por ejem- plo: los cientificos primitivos, o los miembros conformistas de una sociedad esclavista, describen lo que engafiosamente parece que ocurre; los ffsicos modernos, al igual que los que creen en los dere- chos humanos universales, saben lo que ocurre en realidad. Nues- tros criticos necesitan la distincién realidad-apariencia para evitar que la nocién «corresponderse con la realidad» se torne trivial. Pues toda creencia, no importa lo primitiva o malvada que sea, se corresponde con algtin «mundo»: el «mundo» que contiene los ob- jetos mencionados en la creencia (las esferas cristalinas de Ptolo- meo, o la naturaleza infrahumana de los esclavos). Asi pues, aque- Ilos que quieran atenerse a la nocién de «correspondencia» tienen que tomarse en serio la idea de cémo son las cosas realmente. En los ensayos que integran este volumen se arguye que a la fi- losofia le ir4 mejor si prescinde de las nociones de «naturaleza in- trinseca de la realidad» y de «correspondencia con la realidad» que si las conserva. A los que encuentran indispensables tales no- ciones, pero sélo a ellos, esto les parecer un argumento en favor de que la verdad no existe. Tan pronto como expreso la protesta de que mis tesis pragmatistas todavia me autorizan a llamar «verda- deros» a algunos enunciados y «falsos» a otros, y a dar razones para llamarlos de esa manera, mis criticos me dicen que eso no es suficientemente satisfactorio. Porque, me explican, he vaciado por completo de significado los términos «verdadero» y «falso». Me he quedado con un sentido meramente «estético» o «relativista», pero sin un sentido «sustantivo», para ellos. Resulta diffcil sacudirse de encima este cargo de «relativismo». Sin duda, la verdad es una noci6n absoluta, en el sentido si- guiente: «verdadero para mi, pero no para ti» y «verdadero en mi cultura, pero no en la tuya», son locuciones extrafias, incongruen- tes. Lo mismo que «verdadero entonces, pero no ahora». Asi como. a menudo decimos «bueno para este propésito, pero no para ése otro» y «correcto en esta situaci6n, pero no en aquélla», relativizar la verdad a propésitos o situaciones parece absurdamente parad6- jico. Por su parte, «justificado para mi, pero no para ti» (o «justifi- cado en mi cultura, pero no en la tuya») suena perfectamente légi- co. Por eso, cuando James dijo que «lo verdadero es lo bueno INTRODUCCION a respecto de la creencia», se le acusé de confundir justificacién con verdad, lo relativo con lo absoluto. En efecto, James habrfa hecho mejor en decir que expresiones como «lo bueno respecto de la creencia» y «lo que es mejor para nosotros creer» pueden reemplazar a «justificado», mas bien que a «verdadero». Pero acto seguido habria podido afiadir que no tene- mos mas criterio para la verdad que la justificacién, y que la justifi- cacién y la preferibilidad-de-creer siempre seran tan relativas a los diferentes auditorios (y al abanico que exista de candidatos a la verdad) como la bondad a los propésitos y la rectitud a las situacio- nes. Concediendo que «verdadero» es un término absoluto, sus condiciones de aplicacién serdn siempre relativas. Pues no existe tal cosa como una creencia justificada sans phrase —justificada de una vez y para siempre—, por la misma raz6n que no existe una creencia que pueda conocerse, de una vez y para siempre, como in- dubitable. Hay multitud de creencias (por ejemplo, «dos y dos son cuatro», «el Holocausto ocurri6») sobre las cuales nadie con quien merezca la pena discutir tiene dudas. Pero no hay ninguna creen- cia de la que pueda saberse que es inmune a toda duda posible. Esta ultima afirmaci6n resume el antifundamentalismo que hoy se ha convertido en sabidurfa convencional para los filésofos analf- ticos. Pero el antifundamentalismo en epistemologia no basta para librarnos de la distincién metafisica entre apariencia y realidad. Y ello porque no amortigua la fuerza del siguiente argumento: puesto que la verdad es una nocién absoluta y consiste en corresponden- cia, la realidad debe poseer una naturaleza intrinseca, no-relativa- a-la-descripci6n, absoluta, con la que aquélla se corresponda. Con- cediendo que el criterio de la verdad es la justificacion, y que la justificacién es relativa, la naturaleza de la verdad no lo es. Para orillar este argumento, los seguidores de James y Nietzs- che negamos una de sus premisas, a saber: que la verdad sea co- rrespondencia con la realidad. Pero entonces se nos dice que esta- mos en el deber de ofrecer una teorfa de la verdad alternativa, una teoria que nos diga cual es realmente la naturaleza de la verdad. Cuando, como James y Nietzsche antes que nosotros, no presenta- mos una tal teorfa, se nos dice que «el ataque pragmatista contra la correspondencia ha fracasado». De mis muchas deudas intelectuales con Donald Davidson, la ma- yor de todas es haberme hecho comprender que nadie deberfa si- quiera intentar especificar la naturaleza de la verdad. Los pragmatis- tas, a fortiori, no debemos. Se coincida o no con Davidson en la importancia de disponer de una definicién de «verdadero-en-L» para 14 VERDAD Y PROGRESO un lenguaje natural dado (mediante una «teorfa de la verdad» tipo Tarski para ese lenguaje), uno puede beneficiarse de sus argumentos en el sentido de que no hay posibilidad de dar una definicién de «ver- dadero» que sirva para todos ellos. Davidson nos ha ayudado a com- prender que el mismo cardcter absoluto de la verdad es una buena ra- z6n para pensar que «verdadero» es indefinible y que ninguna teorta de la naturaleza de la verdad es posible. Es s6lo en torno a lo relativo so- bre lo que hay algo que decir. (Por eso el Dios de los monotefstas or- todoxos, por ejemplo, se mantiene tan tediosamente inefable.) El modo no representacionista en que Davidson enfoca la ver- dad nace de su conviccién de que Tarski es el nico filésofo que ha dicho algo util sobre ella, y lo que Tarski descubrié fue que no tenemos otra comprensi6n de la verdad que no sea nuestra com- prension de la traduccién.? Esta ultima idea les resulta descon- certante a aquellos filésofos para los que comprender la verdad consiste en comprender una relacién palabra-mundo del tipo «adecuacién», o «correspondencia», o «representacién exacta», pero en ella se resume el resultado de todo el ataque de Davidson a las visiones representacionistas del lenguaje. Si los pragmatistas no pueden ofrecer una teoria de la verdad, gqué es lo que pueden hacer? Pueden, segin afirmo en el primer en- sayo de este libro, sefialar que la verdad no es una meta de la inves- tigacion. Si «verdad» es el nombre de esa meta, entonces, desde lue- go, la verdad no existe. Porque el caracter absoluto de la verdad la vuelve inservible como tal meta. Una meta es algo respecto de lo cual uno puede saber que se esta acercando o que se esta alejando. Pero no hay forma de saber a qué distancia estamos de la verdad, 0 siquiera si estamos més cerca que nuestros antepasados. Una vez mis, la razén es que el tinico criterio de que disponemos para apli- car la palabra «verdadero» es la justificacién, y la justificacién siem- pre es relativa a un auditorio. Por tanto, también es relativa a la apreciacién de ese auditorio —a los propésitos que desea ver aten- didos y a la situaci6n en la que se encuentra—. Eso significa que la pregunta «¢Conducen hacia la verdad nuestras practicas de justifi- cacién?», ademds de ser apragmiatica, no se puede responder. No se puede responder porque no hay forma de privilegiar los propésitos, 2, Véase Donald Davidson, «On the Very Idea of a Conceptual Scheme», en Truth and Interpretation: Perspectives on the Philosophy of Donald Davidson, Er- nest LePore (comp.), Oxford, Blackwell, 1986, pag. 194 (trad. cast.: «De la idea misma de un esquema conceptual», en De la verdad y de la interpretacion: funda- mentales contribuciones a la filosofta del lenguaje, Barcelona, Gedisa, 1995, pags. 189-203). INTRODUCCION 15 e intereses para nosotros vigentes; es apragmatica porque la res- puesta a ella no comportaria diferencia alguna en nuestra practica. Se objetar4, no obstante, que sabemos sin duda que estamos mas cerca de la verdad. Es seguro que hemos progresado, tanto en lo intelectual como en lo moral. Ciertamente hemos progresado, segiin nuestra propia aprecia- cién. Es decir, estamos en una disposici6n mucho mejor de servir a los propésitos que deseamos servir, y de solventar las situaciones a las que creemos que nos enfrentamos, de lo que lo estuvieron nues- tros antepasados. Ahora bien, cuando hipostasiamos el adjetivo «verdadero» como «Verdad» y nos preguntamos por nuestra rela- cion con ella, resulta que no tenemos absolutamente nada que decir. Si queremos, podemos usar esa hipdstasis del mismo modo que los admiradores de Platén siempre han usado otras parecidas —be- Ileza, bondad y justicia—. Esto es, podemos narrar una historia so- bre cémo nuestros tiltimos avances en las artes, la ciencia, la moral o la politica nos han acercado més a esas elevadas reificaciones. Con todo, no esta claro de qué sirve hacerlo. Sustantivizar esos ad- jetivos no ayuda a responder a preguntas escépticas del tipo: ¢¢6mo sabemos que el incremento de poder predictivo y de control sobre el medio (lo que incluye una mayor capacidad para curar enferme- dades, fabricar bombas, explorar el espacio, etc.) nos aproxima a la verdad, entendida ésta como una representacién exacta del modo de ser de las cosas en si mismas, al margen de las necesidades e intereses humanos?; ¢c6mo sabemos que mas salud, seguridad, igualdad de oportunidades, longevidad, libertad frente a las humi- llaciones, y otros indicadores similares de un mayor florecimiento lhumano, lo son también de un progreso moral o politico? Mucha gente todavia quiere que los filésofos aporten respues- tas interesantes a preguntas como éstas. Tales personas no obten- dr4n nada de Nietzsche, James, Davidson, o de los ensayos de este libro. El pronéstico de Kant sigue siendo tan valido como siempre: mientras continuemos intentando proyectar lo absoluto e incondi- cionado a partir de lo relativo y condicionado, haremos que el pén- dulo siga oscilando entre el dogmatismo y el escepticismo. La tni- ca forma de detener esa oscilaci6n cada vez més tediosa del péndulo es cambiar la concepcién que tenemos de las bondades de la filosofia. Pero esto no es algo que pueda lograrse mediante unos cuantos argumentos redondos. Se lograré, si acaso, a través de un largo y lento proceso de cambio cultural: es decir, un cambio en el sentido comin, en las intuiciones de fondo que los argumentos fi- los6ficos bombean al exterior. 16 VERDAD Y PROGRESO Una vez abandonada la distincién apariencia-realidad, asi como el intento de relacionar cosas como el éxito predictivo y la disminuci6n de la crueldad con la naturaleza intrinseca de la reali- dad, se hace necesario dar explicaciones separadas al progreso en la ciencia y en la moral. Llamamos a algo una ciencia en la medida en que nos permite predecir lo que va a suceder y, en consecuen- cia, influir sobre ello. Hay, naturalmente, muchos criterios para la bondad de las teorias cientificas aparte del acierto predictivo, como hay muchos motivos para hacerse cientifico natural ademas del deseo de contribuir a controlar la naturaleza. Aun asi, la pre- dicci6n es una condicién necesaria para entrar en el saco marcado con la etiqueta «ciencia». Si dudamos en meter en ese saco a la economia, la sociologfa, la historia o la critica literaria, es porque ninguna de estas disciplinas parece capaz de contestar a preguntas de la forma: «Si hacemos tal cosa, ¢qué ocurrird?». Tan pronto como uno comprende que decir «La ciencia puede predecir en tanto que capta correctamente la realidad» es formular un conjuro mds que dar una explicacién (pues carecemos de otro test para el explanans que no sea el test del explanandum), encuen- tra suficiente definir el progreso cientifico simplemente como una capacidad creciente de hacer predicciones. Tan pronto como se abandona la idea de que nos hacemos menos crueles y tratamos mejor a los demas por haber comprendido més cabalmente la ver- dadera naturaleza del ser humano, o de los derechos humanos, 0 de las humanas obligaciones (mas pseudoexplicaciones), parece su- ficiente definir el progreso moral como un convertirnos en la mejor version de nosotros mismos (en personas que no son racistas, ni agresivas, ni intolerantes, etc.). Pero, ¢qué hay del progreso filoséfi- co?, gcémo se relaciona con el progreso cientifico y moral? Tal como yo lo veo, el progreso filoséfico se produce siempre que encontramos un modo de integrar las visiones del mundo y las intuiciones morales que heredamos de nuestros antepasados con nuevas teorias cientificas, o nuevas teorfas e instituciones sociopo- liticas, 0 con otras novedades. He citado a menudo la ensefianza de Dewey de que «el cometido de la filosofia, sus problemas y sus temas, surgen de las tensiones y las presiones de la vida comunita- ria en la que una forma dada de filosofia nace».> Las tensiones y presiones en que piensa Dewey son las que aparecen cuando se in- tenta verter un nuevo liquido espumoso y burbujeante en los viejos 3, John Dewey, Reconstruction in Philosophy, Boston, Beacon Press, 1948, pg. v (trad. cast.: La reconstruccion de la filosofia, Barcelona, Planeta-De Agostini, 1993). INTRODUCCION i odres. También he citado con frecuencia su afirmacién de que «la filosofia no puede emitir nada mas que hipétesis, y [...] esas hipd- tesis tienen valor sélo en cuanto hacen a las mentes humanas mas sensibles a la vida que las rodea».4 Puede parecer éste un modo extraiio de describir la actividad que desarrollaron hombres como Platén, Descartes, Kant, Hegel y el mismo Dewey. Pero se torna més plausible cuando se repara en que una manera de hacerse més sensible a los logros y esperanzas del tiempo propio es dejar de hacer preguntas que se formularon en tiempos pasados. Los grandes filésofos occidentales deberian ser lefdos antes en una clave terapéutica que constructiva; como si lo que nos hubieran dicho fuera qué problemas no discutir: los pro- blemas escolasticos en el caso de Descartes, los problemas cartesia- nos en el caso de Kant, los problemas kantianos en el caso de He- gel, y los problemas metaffsicos (incluidos aquellos suscitados por el intento de Hegel de probar que la realidad es de cardcter intrin- secamente espiritual) en los casos de Nietzsche, James y Dewey. Serfa una simplificacién excesiva decir que la tarea de la filoso- fia consiste en hacer que la gente deje de pensar las cosas en los términos obsoletos heredados de los grandes filésofos muertos, en persuadirla para que se deshaga de las escaleras que nuestra cultu- ra ha necesitado ir subiendo en el pasado. Pero sin duda buena parte de su trabajo consiste en eso. Quien se esfuerce en imponer la terminologia aristotélica a Galileo, o la terminologia cartesiana a Darwin, 0 la terminologia de la filosofia moral kantiana a los de- bates sobre el aborto, no hard otra cosa que buscarse dificultades innecesarias. Desprendernos de una terminologfa obsoleta nos hace mas sensibles a la vida enderredor, ya que nos ayuda a desis- tir del empefio de recortar el nuevo y recalcitrante material para hacerlo encajar en los viejos moldes. He cerrado varios ensayos de este volumen (en particular, el primero y el tercero) defendiendo que una cultura en la que ya no hagamos caso de la pregunta escéptica sobre si estamos acercdn- donos a la verdad seria mejor que aquella en la que les pedimos a los profesores de filosofia que nos aseguren que en efecto es asi. Y ello porque en semejante cultura seriamos més sensibles a la ma- ravillosa diversidad de los lenguajes humanos, y de las practicas sociales a ellos asociadas, ya que habriamos dejado de preguntar- nos si «se corresponden con» determinada entidad eterna y no hu- mana. En lugar de preguntar: «¢Existen verdades ahi fuera que 4. Ibid., pag. 22. 18 VERDAD Y PROGRESO nunca descubriremos?», preguntariamos: «{Hay modos de hablar y actuar que ain no hayamos explorado?». En vez de preguntar si tenemos ya ante nuestros ojos la naturaleza intrinseca de la reali- dad (la contrapartida secular a preguntar si las cosas son dis aliter visum),* preguntariamos si cada una de las distintas descripciones de la realidad que empleamos en nuestras diversas actividades cul- turales es la mejor que cabe imaginar, el mejor medio para los fi- nes a los que sirven tales actividades. Este cambio de habitos intelectuales tendria al menos otras dos ventajas concretas. Primero, contribuiria a que dejaramos de dar prioridad a una de esas actividades (la religin, por ejemplo, o la ciencia natural) sobre las otras. Segundo, nos ayudaria a no preo- cuparnos mas por la objetividad, permitiendo que nos demos por satisfechos con la intersubjetividad. Harfa que no siguiéramos planteando preguntas ociosas como «¢Existen hechos objetivos en relacién con lo correcto y lo incorrecto, como los hay en relacién con los electrones y los protones?». Dewey se adelanté a Habermas al proclamar que no hay nada en la nocion de objetividad salvo la nocién de acuerdo intersubjetivo: el acuerdo alcanzado mediante la discusién libre y abierta de todas las hipétesis y politicas disponibles. El confiaba en que la adopci6n generalizada de este punto de vista nos volveria més sensibles a la vida que nos rodea. Acabaria con los intentos de instaurar un esca- laf6n entre las actividades culturales y entre las distintas partes de nuestras vidas. Por ejemplo, al librarnos de la distincién kantiana entre lo cognitivo, lo moral y lo estético, harfa que las ciencias «du- ras» dejaran de mirar por encima del hombro a las blandas, que unas y otras dejaran de mirar por encima del hombro a las artes, y cancelarfa los esfuerzos por instalar a la filosofia en el camino se- guro de una ciencia. Lograria que la gente dejara de preocuparse por el estatuto «cientifico» o «cognitivo» de tal disciplina o practica social. Terminarfa con los intentos de los filésofos de acordonar un terreno especial para ellos solos y barrerfa distinciones tales como la de lo trascendental y lo empirico (Kant), lo conceptual y lo facti- co (Ryle) 0 lo ontolégico y lo éntico (Heidegger). Si se quiere seguir avanzando en la Ifnea de estas sugerencias deweyanas, es bueno pensar en el progreso de la manera en que Kuhn nos propuso hacerlo: como la capacidad de resolver, no sdlo los problemas que nuestros predecesores ya resolvieron, sino tam- * «Juzgadas de otro modo por los dioses»; la frase es de Virgilio, Eneida, 2, 428; también se encuentra en Séneca, Cartas a Lucilio, 98, 4. [N. del t.] INTRODUCCION 19 bién algunos nuevos. En este sentido, Newton hizo un progreso so- bre Aristoteles, y Einstein sobre Newton, pero ninguno se acercé mas que los otros a la verdad, o al cardcter intrinseco de la reali- dad. Hume hizo un progreso sobre Leibniz, y Hegel sobre Hume, pero los ultimos no se aproximaron més que los primeros a la so- luci6n correcta de los problemas de la filosofia. De manera andlo- ga, la polis ateniense progresé moral y politicamente en relacién con la monarquia persa, las naciones-estado abolicionistas de la Europa decimonénica lo hicieron en relacién con la polis atenien- se, y las democracias sociales de nuestro tiempo progresan respec- to de aquellos precedentes suyos que en el siglo x1x pauperizaban al proletariado. Mas ninguna de estas sociedades estuvo mas cerca del imperativo de la moralidad que las demas. Como sostengo en el noveno ensayo del libro, si uno dice que las sociedades més recientes han progresado al reconocer la exis- tencia de los derechos humanos, todo lo que est4 diciendo es que tales sociedades se han ajustado mas a la forma en que nosotros, habitantes acomodados, seguros y educados del «primer mundo», consideramos que las personas deben tratarse entre si. Tenemos toda la justificacién del mundo para pensar asf, pero no podemos cotejar nuestra visién del asunto con la naturaleza intrinseca de la realidad moral. No iremos a ninguna parte pidiéndoles a nuestros profesores de filosoffa que comprueben que realmente existe algo como los derechos humanos y que son tal como los describimos. Ni tampoco Iegaremos a ningun sitio diciéndoles a los que pien- san de otro modo que no estan en contacto con la realidad moral 0 que se estén comportando irracionalmente. La cuestién de si realmente existen los derechos humanos es, desde el punto de vista que estoy proponiendo, tan absurda como la cuestién de si realmente existen los quarks. Los derechos huma- nos no son ni mas ni menos «objetivos» que los quarks, pero esto vale tanto como decir que la referencia a los derechos humanos es igual de indispensable en los debates del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que la referencia a los quarks en los debates de la Royal Society. La independencia causal de los quarks respec- to del discurso humano no constituye una marca de su realidad, por oposicién a lo meramente aparente; es tan sdlo una parte no cuestionada de nuestro modo de hablar sobre quarks. Quienquiera que desconozca este hecho sobre ellos esta tan incapacitado para entender lo que son como alguien que piense que los derechos hu- manos ya estaban ahi antes que los propios hombres. Podemos de- cir, con Foucault, que tanto los derechos humanos como la homo- 20 VERDAD Y PROGRESO sexualidad son construcciones sociales recientes, pero sélo si deci- mos, con Bruno Latour, que los quarks también lo son. Una de las ventajas de deshacerse de la nocién de naturaleza in- trinseca de la realidad es que, con ello, uno se libra también de la idea de que derechos humanos y quarks difieren en cuanto a «esta- tuto ontolégico». A su vez, esto ayuda a rechazar el concepto de que la ciencia natural debe servir de paradigma para el resto de la cultura y, en particular, de que el progreso de la filosofia consiste en que los filésofos se hagan mis cientfficos. Estas malas ideas tu- vieron su papel en la génesis de la tradicién intelectual hoy conoci- da como «filosofia analftica». No obstante, a partir de Kuhn, dicha tradicién ha estado en condiciones de arrojar tales escaleras. A menudo se piensa que atacar la teorfa de la verdad como co- rrespondencia, el «realismo», es atacar a la filosoffa analftica mis- ma. Pero se trata de un error. Esa tradicion comenz6 con Frege y Russell y condujo a Sellars y Davidson (filésofos analiticos a los ojos de todo el mundo), exactamente del mismo modo que la tradi. cién intelectual inaugurada por Galileo y Newton condujo a Eins- tein. Nadie piensa que Einstein apufialara a la fisica moderna por la espalda al negar algunas de las doctrinas newtonianas centrales, y nadie deberfa pensar que Davidson ha apufialado por la espalda a la filosoffa analitica al negarse a tomar en serio la distincién en- tre realismo y antirrealismo, o que Sellars lo haya hecho al negar- se a tomar en serio la distincién entre conocimiento directo y co- nocimiento por descripcién. De acuerdo con la perspectiva sobre el progreso filoséfico que ofrezco en este libro, la filosoffa avanza, no haciéndose mas rigu- rosa, sino volviéndose mas imaginativa. En este campo, como en casi todos los demas, el progreso lo impulsan en cada generacién algunas personas que atisban una posibilidad no captada hasta entonces por nadie. Frege y Mill, Russell y Heidegger, Dewey y Habermas, Davidson y Derrida, son personas de esta clase. Los dem4s —los subalternos a los que nos corresponde hacer la lim- pieza y eliminar lo que estos pioneros imaginativos han visto como residuos— desempefiamos una util funcién social. Nosotros hacemos el trabajo sucio. (Aunque, desde luego, ésta no es nues- tra inica funcién. También levamos a cabo una considerable la- bor divulgativa, propagandistica y pedagégica.) Decir que hace- mos nuestro trabajo de manera «rigurosa» o «profesional» no es més que decir que lo ejercemos de un modo aceptable para, y adaptado a, la comunidad de profesores de filosoffa a la que per- tenecemos. INTRODUCCION 21 Naturalmente, existen muchas de esas comunidades. Compa- rarlas entre s{ es una cuesti6n de comparar unos con otros los le- gados de los pensadores originales. Cada legado tiene ventajas y desventajas obvias. Sostener que la filosoffa continental debe ha- cerse mas analitica, o a la inversa, o que deberiamos resucitar la teologfa natural, o la fenomenologia husserliana, o el esencialismo aristotélico, es aducir que el equilibrio de ventajas y desventajas impone una determinada decisién. Por mi parte, no tengo nada que aducir a ese respecto, ni tengo una opinion sobre la forma que la filosofia deberfa adoptar. No le veo sentido a la afirmaci6n de que la filosofia como tal se deba ela- borar con un método histérico 0 ahistérico, o que tal o cual area suya tenga el valor de una «filosoffa primera». El] mismo sentido tiene discutir sobre la «filosoffa»> en una acepcién tan amplia como para incluir a Parménides, Averroes, Kierkegaard y Quine, que discutir sobre el «arte» en un sentido tan ancho que incluya a S6focles, Cimabue, Zola y Nijinsky. Los esfuerzos por alcanzar la neutralidad elevandose a tales niveles de abstraccién sdlo desem- bocan en el t6pico banal y el eslogan polémico. Todo intento de es- tablecer la naturaleza, o la tarea, o la misi6n de la filosoffa, no es por lo general mds que un intento de edificar una definicién de «fi- losofia» sobre la base de las propias preferencias filoséficas. La asf llamada escisién continental-analitico es el solar para muchos de estos proyectos de edificacion, y de muchos intentos de excomulgar a filésofos a los que uno no desea leer a base de definir la «filosoffa» de una manera que deje fuera su trabajo. A mi modo de ver, esa escisién tiene lugar, primero y ante todo, en- tre dos matrices disciplinares —y, en particular, entre dos mane- ras de formar a los aspirantes a profesores de filosofia—. Esas dos matrices han nacido y se han consolidado en los ultimos cien afios, son en efecto muy diferentes la una de la otra y es muy poco probable que se mezclen entre sf. Si uno ha recibido una forma- cién «analitica», se le animard a concentrarse en los problemas «de primera linea», ésos que discuten los filésofos analiticos im- portantes en los articulos de revista al uso; es muy posible que uno considere sus cursos de historia de la filosofia, y quizA tam- bién los de légica formal, como excursos al margen de esa forma- cién —buenos, tal vez, para el alma, pero no para la carrera profe- sional—. Si su formaci6n es «continental», se esperara de uno que aprenda mucha historia de la filosofia y que elija de manera infor- mada entre varios relatos en donde los hechos de esa historia se conectan de diferentes maneras (como las que ofrecen, por ejem- 22 VERDAD Y PROGRESO plo, Hegel, Heidegger y Blumenberg); uno puede no haber lefdo nunca a ningtin filésofo «analftico», quiza con la excepcién de Wittgenstein. La formacién que se recibe influye en los libros que se tiende a leer y en el tipo de fildsofo que se es mAs proclive a admirar. De los tres filésofos que este libro discute m4s extensamente, quienes se hayan educado «analiticamente» apreciarén més la originalidad de Davidson que la de Habermas o Derrida; lo contrario sucedera con quienes hayan recibido una educacién «continental». No obs- tante, es evidente que tales diferencias en la procedencia de cada cual se ven superadas en infinidad de ocasiones. ‘A veces se me ha elogiado erréneamente como original, sdlo porque a menudo meto en un mismo saco a figuras aparentemen- te disimiles: por ejemplo, Nietzsche y James, o Davidson y Derri- da. Pero no es lo mismo la originalidad que el eclecticismo. A éste se llega simplemente cuando uno tiende a aburrirse con facilidad y mira alrededor en busca de novedad. Encuentro que me siento in- quieto, empiezo a buscar héroes nuevos, sin dejar de mantenerme razonablemente fiel a los viejos, y asi he acabado por volverme sincrético.5 Pero ni aun el més logrado de los sincretismos puede aspirar a emular las gestas filoséficas auténticamente heroicas: aquellas que nos hacen verlo todo desde un Angulo nuevo, las que operan en nosotros un salto guestdltico. Generar ese tipo de salto es la mas dificil, y la més rara, de las conquistas filos6ficas. No hay mayor raz6n para esperar que algo asi surja de la tradicién analitica en filosoffa que de la continental, oa la inversa. El genio siempre nos coge por sorpresa; puede flore- cer en cualquier clima, bajo cualquier sol. Cuando le preguntaron a Goethe quién era mds grande como poeta, si él o Schiller, res- pondio: «Simplemente alegraos de tenernos a los dos». Esta me parece la actitud adecuada para los filésofos que se encuentran a ambos lados de la divisoria continental-analitico. La filosoffa seguir4 progresando mientras sigan apareciendo ge- nios. Los programas de eliminaci6n de residuos a cargo de quienes no son genios ayudan a despejar y preparar el camino para que S. Allé por los afios sesenta, siendo yo un joven e impetuoso filésofo analitico, of a uno de mis admirados colegas mayores, Stuart Hampshire, describir un con- greso internacional cuajado de estrellas en el que se habia tratado algtin tema vas- to y pretencioso, congreso del que acababa de regresar y cuyos resultados le ha- bfan pedido que resumiera en la sesién de clausura. «Pan comido», explicaba Hampshire, «para un viejo todoterreno sincrético como yo.» En aquel momento comprendi qué querfa ser yo de mayor. INTRODUCCION 23 aparezcan. O, por cambiar de metéfora, apilan el abono del que, con suerte, podré nacer algo imprevisto. Tal brote inesperado no se fomenta siguiendo aplicadamente un «método» (por ejemplo, de- tectar sinsentidos, o poner entre paréntesis experiencias, o analizar conceptos, 0 desconstruirlos, o adoptar el punto de vista trascen- dental, o hablar ontolégicamente). Los llamados métodos no son més que descripciones de las actividades que desempefian los imi- tadores entusiastas de esta o aquella mente original —lo que Kuhn lamaria los «programas de investigacién» abiertos por sus obras. Debemos tener presente que lo que importa es el salto guestdlti- co inicial, no la laboriosidad profesionalizada y triunfalista que viene después. La historia de la filosoffa es la historia de los saltos guestalticos, y no de la afanosa prosecucién de los programas de investigaci6n. Estos siempre acaban por embarrancar en la arena, mientras que los saltos pueden perdurar y posibilitar otros en el futuro. Abandonar la idea de que la filosofia se acerca a la verdad, e interpretarla como lo hizo Dewey, es darle la primacfa a la imagi- naci6n sobre la inteligencia argumentativa y al genio sobre el pro- fesionalismo. La primera seccién del libro («La verdad y algunos filésofos») recoge una serie de cosas que los filésofos contempordneos vienen diciendo acerca de la verdad. Ninguno de los ocho ensayos que contiene esta seccién presenta una teorfa de la verdad o una defi- nicion de «verdadero». En vez de ello, se dan aqui argumentos en contra de la teorfa de que las creencias 0 los enunciados verdade- ros se corresponden con la naturaleza intrinseca de la realidad, y también contra la opinion de que lo que ahora necesitamos es una nueva teoria de la verdad que sustituya a la de la correspondencia. El tono de estos ensayos no es constructivo, sino eliminativo: eli- minan diversas preguntas y controversias que no conducen a nin- guna parte. En lugar de proponer un programa de investigacién los6fico, critico por mal concebidos algunos de esos programas. Si recojo lo que algunos filésofos han dicho sobre la verdad, es con la esperanza de desalentar el que se siga prestando atenci6n a este tema mas bien estéril. Estos ensayos se pueden ver como notas a pie de pagina a la afirmacién de Davidson de que «deberfamos abstenernos de decir que la verdad es correspondencia, coherencia, asertabilidad garan- tizada, asertabilidad idealmente justificada, lo que es aceptado en la conversacién de las personas apropiadas, lo que la ciencia terminaré por sostener, lo que explica la convergencia hacia teo- 24 VERDAD Y PROGRESO rias tnicas en la ciencia, 0 el éxito de nuestras creencias corrien- tes». Que «pragmatismo» sea el nombre apropiado para la pers- pectiva filos6fica que resulta de seguir este consejo es uno de los pocos puntos en los que Davidson y yo todavia discrepamos. La segunda secci6n («Progreso moral: hacia comunidades mas inclusivas») contiene cuatro [tres] ensayos sobre el progreso mo- ral. Sostengo allf que este tipo de progreso no debe concebirse como la convergencia de las opiniones humanas hacia la verdad moral, o como la aurora de una mayor racionalidad, sino como un aumento de nuestra capacidad para ver como moralmente irrele- vantes un numero creciente de diferencias entre los individuos. Tal capacidad —la de ver las diferencias que presentan las personas en cuanto a su religién, nacionalidad, género, raza, estatus econémi- co, etc., como irrelevantes para la posibilidad de cooperar con ellas en beneficio mutuo y para la necesidad de aliviar su sufri- miento— ha aumentado considerablemente a partir de la Ilustra- cién. Gracias a ella se han creado comunidades humanas que son mas inclusivas de lo que previamente se crey6 posible. Nuestra imagen liberal occidental de una utopia democratica mundial es la de un planeta en el que cada miembro de la especie se preocupa por el destino de todos los demas. Arguyo en algunos de estos ensayos que es inttil ver en ese au- mento de la capacidad para simpatizar con los que son diferentes a nosotros el indicador de un mejor uso de una facultad rastreado- ra de verdades llamada raz6n. En otros (los dedicados al feminis- mo ya la diferencia cultural), sostengo que es la imaginacién, y no una captacién mis clara de nuestras obligaciones morales, lo que més contribuye a la creacién y estabilidad de ese tipo de comuni- dades. Esto ultimo es inseparable de la opinién, que ya expresé en anteriores escritos, segtin la cual los vehiculos mds eficaces de la educaci6n moral son las novelas y no los tratados de moral. Estas dos primeras secciones presentan cierta unidad, por cuanto la misma linea de pensamiento se repite en todos los ensa- yos gue aparecen en una y otra, En cambio, la tercera seccin («El papel de la filosofia en el progreso humano») resulta mas miscela- nea. Los cinco [cuatro] ensayos de que consta tienen un cardcter metafiloséfico. En ellos intento decir algo acerca de qué pueden hacer los filésofos —entendiendo por tales a las personas que leen a Platén, Kant y demas integrantes del canon filos6fico occidental, 6. «The Structure and Content of Truth», Journal of Philosophy, 87, junio de 1990, pag. 309. INTRODUCCION 25 y que reflexionan sobre las cuestiones planteadas en esos textos— en favor del progreso humano. Los dos primeros [sélo el primero] ensayos de esta seccién ver- san sobre la historiograffa de la filosofia, y en ellos se defiende que lo que cuenta como «filosofia» depende en cada caso de quién de- cide, y con qué propésito, las figuras histéricas que cuentan como «filésofos» (y no, por ejemplo, como cientificos, tedlogos, politélo- gos 0 literatos). En los tres ensayos finales intento narrar una historia sobre la filosoffa reciente que dé a las contribuciones de John Dewey, Jiir- gen Habermas y Jacques Derrida la importancia que les corres- ponde. Yo veo la teorfa de la «raz6n comunicativa» de Habermas como un paso de gigante hacia la culminacién de la tarea que De- wey comenzo: reformular las concepciones filoséficas tradiciona- Jes de un modo que las haga més utiles para la autodescripcion de una sociedad democratica. El tnico punto en el que difiero de Ha- bermas —la utilidad de la nocién de «validez universal»— carece de importancia en comparacion con las coincidencias de nuestros respectivos puntos de vista.’ Derrida es tan diferente de Dewey y de Habermas como simila- res son €stos entre sf. Una y otra vez me descubro volviendo a su obra, incapaz siempre de alcanzar una sinopsis clara de lo que pretende, pero siempre fascinado. Yo veo en él al andlogo de Nietzsche para nuestro siglo. Barrunto que la asimilacién de su obra durante el proximo siglo sera tan larga, y tan tormentosa, como la de Nietzsche en el nuestro. Salvo dos [una] excepciones, que se consignan mas abajo, estos textos fueron escritos a lo largo de la década de los noventa. Todos menos cuatro habran aparecido impresos en otros lugares cuando este volumen se publique. Las versiones que se ofrecen aqui son sdlo ligeramente diferentes (el cambio ocasional de una frase, la omisién de un parrafo, algunas notas al pie suplementarias) de las previa- mente publicadas. Lo que sigue es una relacién de sus antecedentes, 1. «¢Es la verdad una meta de la investigacién? Donald David- son versus Crispin Wright» nacié como una resefia del libro de 7. He discutido por extenso la cuesti6n de la validez universal en «Sind Aussa- gen universelle Geltungsanspritche?», Deutsche Zeitschrift fizr Philosophie, 42, n° 6, 1994, pags. 975-988. Si no se reimprime este ensayo en el presente volumen, es porque una versién revisada del mismo aparecer como capitulo de una monogra- fia que espero publicar dentro de unos afios. 26 VERDAD Y PROGRESO. Crispin Wright Truth and Objectivity, pero crecié mas alla de los méargenes de una resefia. Pese a todo, los editores de Philosophical Quarterly tuvieron la gentileza de publicarlo en el vol. 45 (julio de 1995), pags. 281-300, y han autorizado su reimpresi6n aqui. 2, «Hilary Putnam y la amenaza del relativismo» aparecié en Journal of Philosophy, vol. 90 (septiembre de 1993), pags. 443-461, con el tftulo de «Putnam y la amenaza relativista». Agradezco a los editores de la revista el permiso para reimprimirlo. 3. «John Searle en torno al realismo y el relativismo» fue la respuesta a una invitacién de Louis Menand para participar en un ciclo de conferencias sobre la libertad académica en la Aso- ciacién Americana de Profesores Universitarios (AAUP). Aprove- ché esta invitacién para replicar a las opiniones de Searle sobre la importancia de la teorfa de la verdad como correspondencia en relacién con la polftica cultural. Mi texto se publicé con el ti- tulo de «¢Tiene la libertad académica presupuestos filoséficos?», primero en Academe, la revista de la AAUP (vol. 80 [noviembre- diciembre de 1994], pags. 52-63), y luego en Louis Menand (comp.), Academic Freedom, Chicago, University of Chicago Press, 1996. Mi agradecimiento a ambos editores por permitir su reimpresién. 4, «Charles Taylor en torno a la verdad» fue una contribucién a James Tully (comp.), Philosophy on an Age of Pluralism: The Philo- sophy of Charles Taylor in Question, Cambridge University Press, 1994). El volumen incluye una réplica de Taylor a mi ensayo. 5. «Daniel Dennett en torno a la intrinsicidad» se publicé origi- nalmente con el titulo de «Holism, Intentionality and the Ambition of Transcendence» en Bo Dahlbom (comp.), Dennett and His Cri- tics: Demystifying Mind, Oxford, Blackwell, 1993, y se reimprime con autorizaci6n. En el mismo volumen se incluye una respuesta de Dennett a mi escrito. 6 y 7. Estos dos trabajos, sobre la obra de Robert Brandom y de John McDowell respectivamente, no habian sido publicados ante- riormente. Formaron parte de diez conferencias que imparti en Cataluiia como profesor visitante en la cAtedra José Ferrater Mora de Gerona, en junio de 1996. Le agradezco al profesor Josep Maria Terricabras, director de la cAtedra Ferrater Mora, el haberme dado esta oportunidad, as{ como el haber invitado a Gerona a Brandom y a McDowell para que ofrecieran sus reacciones a mis opiniones en torno a su trabajo. 8. «Armas antiescépticas: Michael Williams versus Donald Da- vidson» fue lefda en el simposio sobre el libro de Michael Williams

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