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R. P. Emmanuel Andr
El drama del fin de los tiempos
(Noveno artculo, noviembre de 1885)
II
III
Hay destrucciones necesarias, para las cuales Dios se sirve de los malos
ngeles. El Anticristo, a su modo y a pesar suyo, ser la vara de Dios. Esta
vara de hierro pulverizar los cismas, las herejas, las falsas religiones resto
del paganismo, el mahometismo y el mismo judasmo; triturar el mundo para
conseguir una prodigiosa unidad.
Cuando este coloso de impiedad haya sido abatido por la pequea piedra, sta
se convertir en una montaa inmensa y cubrir la tierra; el Evangelio, no
encontrando ya obstculos de ninguna clase, reinar sin contradiccin en todo
el universo.
Los judos sern los principales obreros en este establecimiento del reino de
Dios. San Pablo se extasa ante las grandes cosas que resultarn de su
conversin. Si la cada de los Judos, exclama, ha sido la riqueza del mundo,
y si su mengua ha sido la riqueza de los Gentiles, cunto ms lo ser su
plenitud [esto es, su adhesin total]?... Si su repudio ha sido reconciliacin del
mundo, qu ser su acogida [en la Iglesia] sino un retornar de muerte a
vida? (Rom. 11 12, 15). Temeramos debilitar, comentndolas, estas anttesis
enrgicas. Es legtimo concluir de ello que los judos convertidos pondrn al
servicio de la Iglesia un ardor inexpresable de proselitismo. Rejuvenecida por
esta infusin de vida, la Iglesia saldr de los aprietos de la persecucin como
de la piedra de un sepulcro; y tomar posesin del mundo, con la majestad de
una reina y la ternura de una madre.
Estos acontecimientos, sern el preludio inmediato del juicio final, o la
aurora de una nueva era? Enunciaremos las conjeturas que se pueden formular
sobre este particular.