Buscando en su bolsa la receta de la capirotada, la seora Rodrguez
descubri el manuscrito del texto "La seora Rodrguez". Entonces es cierto que no existo, gimi. Pero enseguida rectific: Entonces es cierto que existo. La seora Rodrguez quiso saber cmo era (yo tambin), desgraciadamente en el texto no encontr datos precisos. Por lo visto, dedujo, tengo que pintarme sola. Y comenz a ponerse una nariz recta, una boca gruesa y unas caderas amplias, que soportaban un talle robusto. Se pint el pelo castao y ondulado, las cejas arqueadas y, por ltimo, se puso un lunar junto al labio inferior, del lado izquierdo. La seora Rodrguez sigui hojeando el manuscrito y perdi el color al darse cuenta de que se haba embarazado a los cincuenta y cinco aos. Perdi el olor cuando vio que el beb se haba fugado con su maestra del knder y perdi el sabor cuando supo que iba a morir en la pgina 178. La seora Rodrguez se puso a llorar. Lo primero que se le despintaron fueron los ojos, luego la nariz y la boca. Al ver que la mancha de tinta iba extendindose, la seora Rodrguez dobl el papel, lo meti en su bolsa y, por si acaso, escondi una pluma entre sus senos. La prxima vez, suspir, me pinto rubia.
Julio Cortzar Apenas l le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clmiso y caan en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que l procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tena que envulsionarse de cara al nvalo, sintiendo cmo poco a poco las anillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas flulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que l aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramova, de pronto era el clinn, las esterfurosa convulcante de las mtricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumtica agopausa. Evoh! Evoh! Volposados en la cresta del murelio, se senta balparamar, perlinos y mrulos. Temblaba el troc, se vencan las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pnice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el lmite de las gunfias.