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‘TeRCERA PARTE SOBRE LOS DESACUERDOS ENTRE LOS JURISTAS ‘Me ocuparé ahora de las controv: jerdos entre Jos juristas, en Te medida en que Por razones de precision terminol6gica quiero aclarar que uso aqui la palabra “"juristas” en un sentido amplio: ella comprende no sélo a los cultores de la dogmétice jurfdica, sino también a los te6ricas del derecho po- litico y a Ios fildsofos del derecho. Le relacién que existe entre aquellos desacuerdos y los pro- blemas de! lenguaje es muy grande; mucho més de lo que de ordinario advertimos. Hasta se podria decir, sin pecar de exage- racin, que 1a mayor parte de las agudas controversias que, sim mayor beneficio, agitan el campo de Ia teorfa juridica, deben su origen a ciertas peculiaridades del lenguaje y a nuestra gene- ral falta de sensibilidad hacia ellas. Comenzaré sefialando algunas cosas generales, muchas de Jas cuales han sido expresadas, presupuestas y/o sugeridas en Ja primera parte. 1, GENERALIDADES: RECAPITULACION 8) Todo lenguaje es un sistema o conjunto de simbolos con vencionales. Esto iltimo quiere decir que no hay ninguna rela- cin necesaria entre las palabras, por un lado, y, por el otro, los objetos, circunstancias, hechos 0 sucesos, en relacién con los ‘cuales aquéflas cumplen sus méiltiples funciones. La convencién que acuerda a una palabra o expresién una funcién determineda 92 GENARO R, CARRIO puede ser explicita y ad! hoc, como ocurre en el caso de un len- ‘guaje artificial cualquiera, o tacita y general, como ocurre en el caso de juajes naturales. b) s je Ta misma, esto es, decit para qué sirve. y sefialar cudles son las oportunidades, circunstan- cias 0 fendmenos en presencia de los cuales es “correcto” —se~ tin esas reglas de uso— valerse de la expresion definida, Tales reglas pueden ser mds o menos precisas. Alcanzar. su precisin méxima en las ciencias formalizadas. All Ia regla de uso incluye un conjunto de condiciones siempre necesarias y suficientes para el empleo de la palabra, cualquie- ra sea el contexto en que ella aparezca. De ese modo, los obje- tos a que la misma se aplie# constituyen una clase rfgida e ine- quivocamente delimitada. ‘Ya vimos que no es asi como se usan y definen las palabres de que nos valemos en los lenguajes naturales para hacer referen- cia a Jos fenémenos de la realidad. Decir ésto, y afirmar que ta- les palabras son actual o potencialmente vagas, o que el Iengua~ je exhibe una irremediable textura abierta, es, para estos fines, decir la misma cose. Si la palabra es vaga, cualquier definicién que intente re- coger con fidelidad sus reglas de uso en vigor, tendré por fuer- za que recoger Ia imprecisién de la palabra definida. Si por al- guna razén particular deseamos dar a la palabra una precision que ella no tiene (por ejemplo: “para estos fines definiremos ‘ciudad’ como todo conglomerado humano de més de 60.000 ha- bitentes”), entonces estamos haciendo una cosa distinta de le que hacemos cuando nos Timitamos a recoger el significado que Ja palabra tiene segiin los usos lingtifsticos vigentes. Ahora es- amos estipulando un significado o, si cabe Ia expresién, legis- lando una nueva regla de uso, de aplicacién circunscripta. ©) Las definiciones del primer tipo son Mamadas léxicas. Ellas describen, en forma resumida, un uso lingiistico vigente y. pueden ser calificadas, por lo tanto, de verdaderas o falsas. Tal es el caso, por ejemplo, cle las definiciones de los diccionarios corrientes. ee] NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUATE 93 Las otras, es decir, aquellas que i 2 palabra, tun , més tipicamente, introducen un nueyo simbolo en reemplazo de tuna descripci6n (por ejemplo “Ilamaremos ‘cinerama’ a este nue- vo sistema de'filmacién y proyeccién de peliculas, que presenta tales caracteristicas”), esas otras definiciones son llamadas ¢s- tipulativas. Ellas carecen de valor de verdad; podrén ser titiles © inétiles, e6modas o incémodas, pero no son verdaderas nit fal- ssas. No son aserciones, sino decisiones lingiiisticas Uno y otro tipo de definicién, por Io tanto, son definicio- nes de palabras, Proporcionan.algo asf como una traduccién del simbolo verbal 0, mejor atin, un compendio de las reglas de su uso, vigentes 0 propuestas. Se ha hablado tradicionalmente. v se sigue hablando, de un tercer tipo de definiciones, las lama- das “definiciones reales". Esto es, no definiciones de palabras, sino de “‘cosas”. Pero ese modo de hablar es fuente de nume- ros0s equivocos, que nos demorarén més adelante, 4) La tarea de definir Iéxicamente —vale decir, de explicar reglas de uso vigentes 0, en otros términos, de expresar el sig- nificado o significados vigentes de una palabra— no s6lo_tro- pieza con Ja dificultad de la indeterminacién o textura abierta del lenguaje, ya aludida. Tropieza con muchas més. ‘Me iniere- sa aqui volver a destacar dos de ellas: 1) Por un lado, el hecho de que una misma palabra pue- de tener significados radicalmente distintos, 0 poseer un sig- nificado central y extensiones figurativas o metaféricas de fécil comprensién, o ser aplicable a una familia de diversos obje- tos, hechos, situaciones, etc., que no poseen propiedades en co- miin, La presencia de propiedades comunes no es el tinico jus- tificativo para usar una misma palabra en relacién con distintos ccbjetos individuales. Estos pueden exhibir un “parecido de fa- milia”, o hallarse vinculados de modos muy diversos a un caso central, etcétera. 2) La otra dificultad es que muchas palabras tienen ade- més de significado o significados descriptivos, un significado emotive. Esto es, una disposicién permanente para provocar ciertas reacciones anfmicas en quienes las oyen o leen, unida a 94 GENARO R. CARRIO cierta aptitud permanente para constituirse en vehfculos median- te Jos cuales quienes las usan dejan escapar, por decir asi, sus sentimientos. Hay palabras que précticamente no tienen otro sig nificado que el descriptivo; otras un significado puramente emo- tivo; y en el medio, palabras que exhiben una variad{sima gama de combinaciones de uno y otto ingrediente. EI significado emo- tivo puede quedar atenuado, o aun cancelado, por el contexto. Otras veces puede operar en forma encubierta. De alli Ia enorme flexibilidad y riqueza del lenguaje persuasivo. En el curso de esta recapitulacign preliminar he destaca- do algunas caracteristicas del lenguaje, 4 cuyo olvido o ignoran: cia puede atribuirse el carécter aparentemente insoluble de mu- chas controversias entre juristas. Porque sucede que al participar, en Ia disputa estos suelen pasar por alto algunas de las siguien- tes cosas —muy ligadas entre si— o todos ellas: 1) Las palabras no tienen otro significado que el que se les da (por quien tas usa, 0 por las convenciones lingiiisticas de la comtinidad). No hay, por lo tanto, significados “intrfnsecos” “verdaderos” o “reales”, al margen de toda estipulacién expre- s# 0 uso lingtifstico aceptado. Es vana la tarea de “‘descubrie" tales significados inexistentes; por esa via no es dable aleanzar nin- ‘guna informacién valedera 2) Es una ilusién la de que a cada palabra le corresponde tun significado y s6lo uno; la gran mayoria de ellas tiene una pluralidad. También es ilusoria la creencia de que el uso de tuna misma palabra para denotar objetos diversos presupone ne- cesariamente —salvo los casos de mera homonimia— que todos 20s objetos tienen una propiedad o un conjunto de propiedades en comin, que integran © componen una entidad que le pala- bra nombta, EI hecho de que estamos usando une misma pa- Jabra no garantiza que nos estamos refiriendo a la misma cosa. Suele ser esclarecedor, empero, el esfuerz0 por desentrafiar la regla técita —si la hay— que rige el uso de la palabra comin. 3) No puede hablarse, por lo tanto, sin grave rickgo de equivocos, de dar “definiciones reales”, 0 de ‘“describir el signi ficado intrinseco o esencial de un término o expresién”, o de “de- terminar la naturaleza de la éntidad designada por Ie’ palabra”. NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE 95 Es verdad que los hombres hemos pretendido, y seguimos pre- tendiendo, hacer estas cosas, pero tambign lo es que al amparo de estos rétulos oscuros se hacen muchas cosas distintas, que no deben ser confundidas. De lo contratio se multiplican los equi- vvocos, favorecidos por la ambigiiedad, no siempre advertida, de preguntas tales como “ZQué es democracia?” “ZQué es usufruc- to?" 0 “ZQué es derecho?” 4) Es verdad que quien se vale de una palabra aparténdo- se del significado usual que en contextos anélogos ella recibe, © escogiendo como tinico aceptable uno de los significados usua: les con exclusién de los otros, corre el riesgo de que los demas no lo entiendan, o lo entiendan mal, si no hace explicita la es- tipulacién o ella no resulta del contexto. Pero tal estipula- cién no puede ser calificada de verdadera ni de falsa, y, por lo tanto, no puede ser probada ni refutada mediante la invocaci6n de hechos. Tampoco pueden serlo los enunciados que se deri- van directamente de ella. 5) No todas las palabras u oraciones se usan éxclusivamen- te para describir. Otras se usan, ademas (0 Gnicamente), para recomendar, aprobar 0 desaprobar, o, también, para lamar la atencién sobre algo previamente desatendido colocéndolo, por decir asf, en un sorpresivo primer plano que destaca su impor- tancia. I, DISTINTOS TIPOS DE DESACUERDO Veamos ahora en qué medida las discrepancias 0 desacuer- dos de los juristas son tributarios de inadvertencias respecto de esas cosas. J. SEUDODISPUTAS ORIGINADAS EN EQUIVOCOS VERBALES Se suele creer —y los tedricos del derecho no somos inmu- nes a tal ereencis— que cada palabra tiene un significado in- trinseco 0 propio, que no puede ni debe confundirse con las ex- tensiones que la licencia lingifstica pretende afiadirle. Esto tie- 96 GENARO BR. CARRIG ne graves consecuencias. Empezamos preguntando por el signifi- cado de la palabra “derecho” (dando por sentado que solo tie- ne uno legitimo), y de alli hay un solo paso —y muy breve— a Ja pregunta por la “naturaleza” o la “esencia” del Derecho, pre- gunta que slo puede ser contestada —presuponemos— descri- biendo las caracteristicas de fa entidad en que el significado tinico de la palabra “derecho” consiste. Todo ello se ve favorecido por Ia ambigitedad de la pregunta “ZQué es derecho?”, en la ‘que no esté claro si estamos pidiendo se nos indique el significado (© significados) de la palabra “derecho”, 0 que se nos descri- ban las propiedades 0 caracterfsticas tipicas de los fenémenos usualmente designados con ella, o alguna otra cosa. Pero es el caso que! tal caso, aunque las propiedades que atribuyan a los objetos de que uno y otro hablan sean absolutamer 4 una contradiccién. Seria tan absurdo como poner- Si Carlos Gémez. es 0 no jubilado ferroviario, sin tomar previamente Ia precaucién de avetiguar si estamos hablando del mismo Carlos Gémez. Todo esto parece trivial Para evitar que ello ‘ocurra hay que observar esta precaucién obvia: no embarcar- NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUATE 7 Supongamos que siguiendo el consejo antedicho hemos Ile- gado a precisar en qué sentido nuestro contendor usa una pa- labra o expresién ambigua. El es un jusnaturalista y usa la ex presién “orden juridico” con el sentido de “régimen normativo Yy Coactivo, compuesto de reglas intrinsecamente justas”. Supon- ‘gamos, ademés, que en el curso de su exposicién nuestro conten- dor afima: “todos los Grdenes juridicos son justos". Supon- gamos, por dltimo, que yo, que en la hipétesis soy un juspositi vista convencido, quiero refutar esa apreciacién, que me parece falsa, 0, por lo menos gruesamente exagerada, Pues bien, si no me hago cargo exactamente de Ia situacién, ¢s muy probable que todos mis esfuerzos dialécticos sean esté- tiles, pues cada vez que sefiale a mi adversario ejemplos de ér- denes coactivos injustos, su respuesta serd la misma: “Si, pero eso no es un orden juridico”, Y si le pregunto por qué no lo es, ‘me contestaré lisa y Ianamente, “porque es injusto”. Su enunciado, por lo tanto, resulta irrefutable. No tengo ma- nera de probar la falsedad de 1o que ha dicho, mientras él siga coherentemente refugiado en la definicién que le sirve de inexpug- rable fortaleza. {Cém imple: Sa 0 indicio de cémo usa la expresién “orden juridico” mi interlocutor. Pero nos dice tan poco sobre el mundo como un enunciado del tipo de “todos los gatos negros son ne- gros”. La diferencia con enunciados de este tiltimo tipo es pura- mente externa, y radica en que “todos los érdenes juridicos son justos” no exhibe, a primera vista, su carécter tautol6gico. Este sélo se hace presente cuando advierto que mi adversario usa la expresién “orden jurfdico” con el sentido de “orden coactivo jus to”. Mientras tal cosa no se advierte, “todos los drdenes ju dicos son justos” se parecera mucho a “todos los Grdenes juri- dicos penan el homicidio”, proposicién que no es tautolégica, 98 GENARO R. CARRIO siempre que esté dispuesto a reconocer que es falsa si alguien me sefiala un orden juridico donde no esté penado el homicidio, o ‘més claramente, siempre que no me niegue a aplicar el rétulo de “orden juridico” a un sistema coactivo que no pena el homicidio, © para ser més claro atin, siempre que mi definicién de "orden jurfdico” sea independiente de que el orden normativo en cues- tin castigue o no el homicidio. Muchas disputas entre juristas se originan y perduran por no advertir estas cosas. Se pretende refutar y apoyar enunciados que s6lo explicitan parte de la definicién de un término apelando, para uno y otro fin, a argumentos de hecho. Claro esté que Ia disputa resulta asf mal encaminada y la situacidn parece no tener salida, 2Significa ello que frente a un enunciado del tipo de ‘“to- dos los érdenes jurficos son justos” puesto en boca de un jusna- tural Esta puede ser una manera répida de poner fin a una conversacién fastidiosa, pero no es, claramente, la vinica alternativa. Porque siempre cabe Ia posibilidad de argumentar acerca de las desventajas de una definicién que hace depender la apli- cacién de una palabra de un determinedo criterio en cierto modo subjetivo; o siempre cabe sostener que tal limitacién del uso de “orden jurfdico” divide artificialmente un campo que, por raz0- nes de conveniencia teorética, es preferible mantener unido, por que las caracteristicas estructurales son lo suficientemente ané- logas y los puntos de analogia lo ‘suficieritemente importantes como para que la ciencie se beneficie con un tratamiento unita- rio de problemas similares. Son muchas las razones de este tipo © de tipo.semejante que cabe dar, pero todas ellas tienen carcter valorativo (teorético 0 préctico) y ninguna de ellas fuerza con- cluyente. 3. DISPUTAS SOBRE CLASIFICACIONES tras veces tas discrepancias entre los juristas presuponen una creencia errénea sobre el papel o funcién que desempefian las clasificaciones. Este es un vicio que no es privativo de los NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE 99 juristas, pero que asume entre ellos rasgos particularmente no- civos, Tal vez ello se deba @ que Ta teorfa juridica se maneja, en casi todos sus sectores, con clasificaciones heredadas, muchas de las cuales traen el aval de un enorme prestigio y de una tradicién milenatia. Los juristes creen que esas clasificaciones constituyen Ja verdadera forma de agrupar las teglas y los. fendmenos, en lugar de ver en ellas simples instrumentos para una mejor com- prensién de éstos, Los fendmenos —se cree— deben scomo- darse a las clasificaciones y no a la inversa Buena parte de las controversias entre juristas consisten en problemas de clasificacién, abordados como si se tratara de cues- ones de hecho. No se advierte que no tiene sentido refutar como “false” una clasificacién —o sus resultados— y postular en su reemplazo otra “verdadera”, como si se tratara de dos modos excluyentes de reproducir con palabras ciertos parcelamientos y subdivisiones que estén en la Las clasificaciones no son ni verdaderas ni falsas, son ser- viciales 0 inditiles;.sus ventajas o desventajas estén supeditadas al interés que guia a quien las formula, y a su fecundidad para presentar un campo de conocimiento de una manera inds fécil- mente comprensible o més rica en consecuencias précticas de- seables. Siempre hay miltiples maneras de agrupar o clasificar un campo de relaciones o de fenémenos: el criterio para decidirse por una de ellas no esté dado sino por consideracfones de conve- niencia cientifica, didéctica 0 préctica. Decidirse por una cla- sificacién no es como preferir un mapa fiel a uno que no lo es. Porque la fidelidad o infidelidad del mapa tiene como fest una cierta realidad geogratica, que sirve de tribunal inapelable, con sus rios, cabos y cordilleras reales, que el buen mapa recoge y el mal mapa olvida. Decidirse por tna clasificacién es més bien como optar por el sistema métrico decimal frente al sistema de medicién de los ingleses.” Si el primero es preferible al segundo no es porque aquél sea verdadero y éste falso, sino porque el primero es més cOmodo, mAs ffcil de manejar y més apto para satisfacer con menor esfuerzo ciertas necesidades 0 conveniencias humanas. 100 GENARO R. CARRIO Las disputas clasificatorias de los juristas pueden ser inter- tminables si en lugar de allegar argumentos valorativos en favor de un modo de clasificar, los contendores se empefian en mostrar que la clasificacién propia —y no la ajena— refleja la verda- dera “‘naturaleza de las cosas”, o es Ie tinica clasificacién com- patible con la “‘esencia” de los objetos clasificados. Mucho tiem- po y mucha tinta se habrfan ahorrado con sélo recordar cosas tan simples, 4, CONTROVERSIAS SOBRE LA “NATURALEZA, JURIDICA” DE UNA INSTITUCION Hay otto tipo de discrepancias, directamente conectadas con las anteriores, que se originan en algo que parece ser una enfer- medad profesional de nuestro gremio, Me refiero a la proclividad f pesquisar Ia llamada “‘naturaleza juridica” de una institucién, de un hecho o de una relacién que preocupa a los juristas, y a Ja facilidad con que éstos entran en polémicas sobre el purito. Sin embargo, no se trata de una debilidad peculiar de los juristas, sino que de algtin modo responde a una inclinacién general, deri- vada a su vez —en sus formas no legitimas— de falta de sensi- bilidad frente a problemas de tipo lingiistico. Muchas veces: cuando, en contextos no juridicos, pregunta mos “Qué es X?”, esta ptegunta ambigua no busca, como en ‘otros casos, una definicién de la palabra “X”, ni una descripcién de Ia cosa X, ni un encasillamiento de ella respecto de una particular propiedad que tenemos técitamente en mira. Lo que bbuscamos es tna-clave que nos brinde el acceso a todos los hechos relevantes acerca del objeto X en una fGrmula breve. En otros términos, pedimos que se nos destaque un hecho acerca de Ia cosa X dol que se pueda deducir todo lo que es verdad respecto de ella. Asf, para valerme de un ejemplo de Richard Robinson! —a quien sigo en esta parte— cuando preguntamos ‘2 Qué es el Cristianismo?”, o “¢Cual es la esencia del mensaje de Cristo?”, esperamos que se nos dé una respuesta breve, quizés una sola Definition, Oxford University Press, Oxford, 1954, pag. 165. NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUATE lor méxima,-de la que puedan derivarse todas las ensenanzas de Jests. Buscamos —dice Robinson— una especie de lave nica para un gran edificio. Tal cosa, posible en la geometria, no se puede conseguir siempre. Esas supuestas definiciones claves tie- nen que incluir, 0 presuponen, una decisién estipulativa. Porque “es muy improbable —dice nuestro autor— que alguna definicién © férmula breve pueda generar afirmaciones verdaderas acerca de todos los tipos de fenémenos efectivamente cubiertos por el uso comtin de la palabra, ya que es muy improbable que la pala- bra cubra un campo totalmente homogéneo’ Es eso lo que buscan Jos juristas, me parece, cuando tra- tan de hallar, por encima o por detrés de las reglas’ positives del sistema, en cierto campo o sector, la “naturaleza juridica de una determinada institucién”’. De allf brotan en tropel una multitud de teorias encontradas. Las pesquisas y las polémicas suelen estar, desde el comienzo, envueltas por una espesa marafia de confusién acerca del verdadero alcance de la tarea que se cumple y de los desacuerdos que sus distintos resultados originan. En ciertos ca- 08, parece imposible alcanzar claridad o avenimiento. Y ello, porque no sabemos bien qué €s lo que quiere decir Ia afirma- ién. “Tal es fa naturaleza jurfdica del concordato”, ni sabemos en qué consiste precisamente la discrepancia cuando otro nos refuta “No, la naturaleza juridica del concordato no es esa sino esta otra”, ni tampoco sabemos bien cuél es el critetio para decidimnos por una de las dos afirmaciones discrepant. Hace algunos. aos escribi estas palabras, quizés un poco duras, que vienen ahora al caso. Las afanosas pesquisas de los juristas por “‘descubrit” la na- turaleza jurfdica de tal o cual o institucién o relacién estén de antemano y en forma irremisible destinadas al fracaso. Entre otras razones, porque 1o que se busca, tal como se lo busca, no existe. 2 Prélogo a la excelente monografia de Eugenio Bulygin, Naturaleza juridica de la letra de cambio, Abeledo-Perrot, 1961. 102 GENARO R. CARRIG a ea at ie se se clara, ya en forma imprecisa, caen bajo un determinado conjunto de reglas. Es decir, Por supuesto QAI) EL ir en pos de ella, sin embargo, no obedece meramente a un obstinado capricho. Varios factores ayudan a explicar el fendmeno: a) El deseo de los juristas de procurarse una guia para re- solver aquellos casos cuya solucién no puede extraerse de las normas del sistema; ) El deseo —muchas veces no consciente— de conseguir l propésito expresado sin abdicar de estas dos ideas, que definen cierta forma de positivismo juridico: 1) el orden juridico es com- pleto, no tiene Iagunas: las soluciones de todos los casos con- cretos pueden ser deducides de las normas del sistema, siempre que sepamos integrar a éstas-con una adecuada captacién de la naturaleza juridica de las figuras que aquéllas disefian; 2) no es de buena ley fundar Ia decisién frente al caso concreto en las suencias de adoptar tal 0 cual solucién; El deseo de hallar un punto de ‘partida inconmovible para la ulterior tarea de clasificacién y sistematizacién; La conclusién que entonces aventuré fue ésta: no es itil hablar de la “‘naturaleza juridica”” de tal 0 cual institucién por- que ello, si bien contribuye a preservar la ilusién de que el orden juridico es autosuficiente, lo hace al alto precio de proporcionar tuna guia inadecuada para la solucién de los casos dificiles y una base poco fructifera de sistematizacién. A ello quiero agregar ahora que las discusiones sobre su- puestas naturalezas juridicas, en cuanto los contendores no se hacen claramente cargo de lo que estén buscando, ni de la ver dadera causa de su desacuerdo, son a Ia vez estériles e insolubles. El despilfarro de esfuerz0s se origina, en este caso, en lo siguiente: se piensa que cada vez que un conjumto de reglas se presenta con una determinada unidad, que lo hace acreedor a una desig- NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE 103 nacién unificadora, esa designaci6n es el nombre de una entidad sui generis, poseedora de alguna caracteristica 0 propiedad ce tral (su naturaleza juridica) de la que derivan, como quien dice en forma genética, todas las reglas del sector en cuestién, y tam- bién otras que, si bien no estén contenidas expresamente en él, son “engendradas” —al igual que las primeras— por la fecunda ‘dea central, 0 naturaleza jurfdica. Este modo de presentar las cosas es, segtin Heck, un resabio del pensamiento de la Escuela Historica, que ha perdurado en la teoria juridica de Europa Con- tinental mucho después que les banderas de aquel movimiento roméntico fueron arriadas. Se trata, en suma, de un exceso cometido al amparo de Ia protensién de dar definiciones reales, o de explicitar el verd deto, tinico 0 dltimo significado de ciertas expresiones de estruc- tura y comportamiento muy, complejos. Pardsitas de Ias controversias sobre Ia natutaleza jurfdica de tal o cual institucién, son las numerosas polémicas que ver- san sobre si determinada caracteristica es de Ia “esencia” de una institucién, o simplemente de su “naturaleza”. No vale la pena detenerse en ellas. 5. CONTROVERSIAS GENERADAS POR UN DESACUERDO VALORATIVO ENCUBIERTO Existen muchos otros tipos de desacuerdos o setudodesacuer- dos dignos de’presentacidn y anélisis. Como no puedo ocuparme de todos ellos prefiero dedicar lo que resta a un tipo especial, estrechamente conectado con el uso o funcién emotivos de ciertas palabras que aparecen con frecuencia en el campo de la teoria juridica y en el de la teoria politica. Cuando estén de por medio esas palabras, la pretensién de dar “definiciones reales”, esto es, de “‘descubrir” el significado “verdadero” de una palabra o expresién, asume la forma de lo 2 Bogrffsbildung und Interessensjurisprudenz,traducido al inglés en cl volumen The Jurisprudence of Interests, Cambridge, Massachusetts, Har- vard University Press, 1948, pégs. 99.256, 104 CENARO R, CARRIG ‘que Stevenson ha llamado “ Al preparer las confrencas advert algo que no habia visto cuan- do escrib anu. A saber, qe le plabra“derotho™ pusde tenet eh ef contexte de eta polémiea, por lo menos para uno de os scores, un toll petajeans prea cdi «a ited rope impuestaporottes hombres, con independencia de musto consentnicn toh nial sspucno el aprgado “rer derecho” presenta al sglfendo emotive de "hacer algo muy importante y de concouencis graves para ta Iibertad individual”. ‘Esto matiz aiconal no afeta, me parce, Io Sustanial dal desarolo hecho en el texto, aunque obligaia« afinar el 4 GENARO R. CARRIO nar una “imagen” 0 “cuadro” capaz de provocar adhesiones 0 Ssubrayar ciertos aspectos insuficientemente atendidos. Ellas no deseriben nada o, al menos, no es ese su uso primario™. “Loe jueces crean derecho” (o su negacién), tal como se da en la po. émica que Ie sive de contexto, pertenece a esa familia de expre siones, No debemos olvidar as numerosas y ramificadas impli- caciones politicas que tiene nuestro enunciado. Algunas apuntan al controvertido principio de la divisién de los poderes y a. su significado actual; otras remiten al problema de las relaciones en- tre los organismos legislativos, elegidas por suftagio popular, y {a judicatura, generalmente designada por métodos no democré. ticos; otras se refieren al conflicto entre el principio de legalidad, considerado como bastién’ del liberalismo politico, y ciertas con. cepeiones de justicia totalitaria que ha conocido nuestro siglo; etcétera, vill) El hecho de que la divergencia sea basicamente un des-. acuerdo de actitud: a) explica que la controversia puede subsistir aunque se logré una completa concordancia en cuanto a los he- chos y se Hegue a estipular una notacién descriptiva univoca y precisa; y.b). pone de manifiesto lo inadecuado de In posicién de quienes se erapefian en ventilar Ia controversia como si se tra- osiciones originarias y, en definitiva, a la exasperacién o al ansancio, ag Margaret Mac Donsld, “The Language of Political Though Publicado en stays on Logic and Language, editados por A. CoN. Flew, is Serie, Blackwell, 1960, pig. 167. Ver también Stephen Toul, i Reason in Ethics, Cambridge at the University Press, 1960, pdge 195-199, NOTAS Y COMENTARIOS 1. EL CARACTER CONVENCIONAL DEL LENGUAJE. (APARTADO 1) Ya San Agustin dividis a los signos en naturales y conven- cionls, Les primeos son aquellos que, con independence de toda intend o deseo de usrls como sigos,conducen conosinieno de algo distin; as, por ejemplo humo es si no de fuego. La conexin se bass ‘en Is experiencia (De to doo tina evstana, Libro UI, cp. 1, ap 2). Lo sigos conven nales, en cambio, son aquellos que los seres vivos intercambian mutuamente con el propésito de mostrar sus sentimientos, per- expsone 0 pensamints (0, eit, Libro Tl, exp. 2, ap. 3)- Ea- be estos sgos el Iga principal comesponde als palabras (ob. cit,, Libro II, eap. 3, ap. 4). En cuanto signos convencionales, ellas afectan el espiritu segin les convenciones vigentes en la co- munidad donde cada hombre vive, y afectan los espiritus de los disinos hombres de disinta maner. los ai porque sas comeacones son isn. Los homies nom an peo de acuerdo en usar Ins palabras como signos porque éstas tenga significado; por el contraro, ella tienen ahora significado porque Jos hombres se han puesto de acuerdo al respecto (ob. cit, Lit bro II, eap. 24, ap. 37) : La distincién entre signos naturales y convencionales, y Ia inclusion de las palabras entre los éltimos, son hoy moneda corriente (ver, por ejemplo, Ross, Sobre ef derecho y la justi- cia, pig. 109). 116 GENARO R. CARRIG 2, LAS DEFINICIONES EN LAS DISCIPLINAS FORMALES Y FUERA DE ELLAS (APARTADO 1) Expresa Max Black en “Definition, Presupposition and As- ertion”, incluido en Problems of analysis, Routledge & Kegan Paul, Londres 1954, pags. 24-45: “Cuando los Iégicos hablan de la definicién de un término, por lo comtin tienen en mente ef anilisis 0 a descripcién de Ia co y suficiente para la aplicacién del término; de ese modo, una co- ‘4 es correctamente Tlamada ‘paralelogramo’ si y solo si es una figura cuadrilétera y tiene lados paralelos. Otra manera de pre- sentar la cuestiOn es decir que las cosas a las que se aplica el ‘término (esto es, su extensin) constituyen una clase delimitada ‘en forma tajante: todo cuanto existe tiene que hallarse totalmen- te dentro de Ia clase de tos paralelogramos 0 totelmente fuera le ella. El criterio necesario y suficiente para la aplicacién del ‘término ‘paralelogramo’ proporciona un ‘est, concluyente para determinar la pertenencia a la extensidn de ese término, esto es, la pertenencia a la clase correspondiente”. “Ndjes accidental que los ejemplos favoritos de este tipo tradicional de definicién per genus et differentiam se extraigan de Jas mateméticas. Porque en un calculus tales definiciones suelen ser practicas y ditiles. Puesto que' los términos de tal calculus son “no interpretados’, las reglas que los conectan pueden ser tan nf- tidas como las del ajedrez. Pero tan pronto como pasamos de, Ja matematica ‘pura’ a la ‘aplicada’ se hace dificil hallar una definicin del tipo tradicional que sea precisa y itil. El tipo de ‘definicién que consiste en dar la comnotaciéa de un término en Ja forma de una condicién necesaria y suficiente que determina luna clase, lejos de ser normal o sdlita, es algo excepcional y des- tacable”, ‘Seguidamente Black se ocupa de los problemas que suscita 1a definicién de términos actual o potencialmente vagos, como lo son “todos los trminos familiares de las artes y oficios, del de- NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE 47 echo, de la politica, de la educacién, de la estética, ete.” (ob. it,, pag. 28). Aqui no es posible usar aquella técnica de de- Elle tiene que ser reemplazada por la exhibicién de *paradigmas’ y Ia elucidacién de los miltiples y complejos cri- terios de aplicacién de la palabra, que no acota una clase niti- damente deslindada, sino un campo de contornos imprecisos” (ver en el texto, Primera Parte, IIT, 3 y 4). lt, P 3. DEFINICIONES LEXICAS Y ESTIPULATIVAS (APARTADO 1) Sobre esto (y, en general, sobre el problema de Ja defini- cién) véase el libro de Richard Robinson, Definition, Oxford at the Clarendon Press, Oxford, 1954. El cap. III se ocupe de las definiciones Iéxicas y el IV de las estipulativas. En cuanto a Jas llamadas “definiciones reales”, véase el cap. VI, donde Robinson analiza con gran penetracién Tas diversas actividades que ese rétulo comin encubre, y concluye por su- gerir la conveniencia de reservar ta palabra “definicién” para las definiciones de palabras (0 “‘nominales"). “Propongo que por ‘definicién’ signifiquemos siempre un proceso relativo 2 sim- olos... y que nunca usemos ‘definicién’ para referitnos a un proceso que no es acerca de sfmbolos, porque con ese uso aquel término es ambiguo y deberia-ser reemplazado por palabras més especfficas” (ob. cit., pég. 191). Sobre algunas de las heterogé neas actividades cubiertas por el rétulo comiin “definiciones rea les" y sobre su incidencia en el problema que aqui nos ocupa, ver en el texto Apartado II, ¢ infra, notas 5 y 7. 4, SOBRE LOS SIGNIFICADOS "INTRINSECOS” (© “REALES” (APARTADO 1) Ya hemos visto, cin San Agustin, que el lenguaje es con- veneional (supra, nota’ 1), No obstante ello, desde tiempos re- rmotisimos, y hasta nuestros dias, los hombres se afanan en bus- cat el significado “‘intrinseco”, “verdadero”, “real”, etc., de las 1s GENARO R. CARRIG Palabras, como si en ellas residi diente de las reglas de uso que les asi guin, Londres, 1953, pé n, » 1955, pags. 11-12 y 17-30, Kantorowi defo of ‘aw, Cambridge at the University Press, 1956, ce. de Cassa ete teedcetn callie ediada por Revista ecidente, con errores dificilmente excusables): Rok, es gag aengerre mente exeisbles)? Robinson Weldon (0b. ci i cit, pags. 11-12) eritica la “ Va, ¥ generalmente no etestonady, deen especial las que normalmente apare as — tems tales como “stad, Pettad’— tient significados intrinsecos i 22; investigaciones comienza Ia filosofia occidental, die por son, (ate ae Justicia’, ‘cori’, templanza’, asi como “Es tado" eran res de cosas, y se puso a descubri sas pal some nes de eOsHs, vse puso a descubrit las cosas que esas pole Ese tipo de creencia fue “ reencia primiti- de que las palabras, y en cen en las discusiones polit ‘ciudadano’, ‘derecho’, y ‘I who. Se crefa que onsideracién de ca- La investigacién, sin emb os sin embargo, esté condenads ala esteri {idad, porque las palabras no tienen sigifcade ey eo do; simplemente tienen usos. No hay nada divine one geetea de ‘justicia™ 0 “Iberia solo son parte del spear eee al de que nos valemos para descibir y crtiar gietne meow on bald ibir y erticar ciertos tipos de duct humana, Els no cone nabs de ee ser generalmente inteligibles” mee ” (0b. cit., pag. 19). NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE 119 5, DEFINICIONES REALES (APARTADO 1) Robinson comienza asi el capitulo VI de. Definition: “Los capitulos anteriores, salvo el primero, han versado sobre le de finicién de palabras. Segtin un gran ntimero de excelentes pen- sadores hay también otro tipo de definicién, a saber, la de co- sas. Los inventores de la nocién de definicién, Sécrates y Pla- t6n, obviamente s6lo pensaban en las definiciones de cosas y en modo alguno en la de palabras. La biisqueda de la definicion de piedad en el Eutifron es ciertamente una pesquisa acerca de Ja cosa piedad, no acerca dela palabra “piedad’. Sdcrates no Te pregunta a Eutifron qué es piedad porque esa palabra sea nueva para él, 0 porque no se le ocurra un método efectivo pa ra ensefiar el uso de ella a quienes no Io conocen, Sécrates no formula una pregunta sobre la palabra ‘piedad’, sino que usa esa palabra para formular una pregunta sobre la cosa piedad, y da por sentado que su interlocutor y él ya conocen el uso de la palabra” (0b. cit., pig. 149). Robinson sefiala poco més adelante que la creencia de que hay algo ast como definiciones de cosas ha sido sustentada por pensadores ilustres, y se pregunta si ella es verdadera. “Mi res- puesta es que la biisqueda de definiciones reales, iniciada por Sécrates y proseguida hasta nuestros dias, no ha sido una acti dad de tipo nico; ha incluido varias clases distintas de acti dades. Quienes las practican no han percibido esas diferencias y han considerado que tales actividades son una misma cosa: definicién. Una de elles, al menos, es decididamente mala, por- ‘gue presupone algo falso, mientras que las otras son malas en cl confuso estado en que aparecen bajo el rétulo de definicién, pero pueden ser buenas si se las desenmarafia” (ob. cit., pag. 152) A continuacién distingue doce actividades diferentes que se ccultan bajo aquella engaiosa denominacién unitaria. Me inte- esa aqui recordar cinco de ellas: 1) La definicién real como busqueda de una inexistente identidad de significado (0b. cit., pégs. 152-53) . 2) La definicin real como busqueda de esencias (0b. cit. pigs. 155-56); 120 GENARO R. CARRIG 3) La definicién real como tautologia directamente obte- nida de una definicién nominal (ob. cit, pégs. 15861); 4) La definicién real como busqueda de it es jueda de una clave (0b. cit, 5) La definicién real como adopcié dacién de Adeates (ob. ct, pigs. 165-71), “omendacién En Ia nota 7 se veré, espero, por qué destaco esto. & LA AMBIGUEDAD DE LA PREGUNTA “QUE ES x"? (APARTADO 1) En el libro citado en la nota anterior Robinson se pregun- {8 por qué tantas actividades han sido confundidas bajo'el at, co rotulo de definicién real. Esta es su contestaciOn: "En ves dlide muy importante el nacimiento y larga vida de este confray concepto, definicin real, se debe sin duda a la aparieién on of fenguaje, © por To menos en los lenguajes indo-europeos, de in er fesPrezuna: “cQué es 22". La defniion real aparece primera vez en la literatura como respuesta 2 pra le esa forma, hechas por Séerates. Y el candcter contac del soot epto de definicin real es un efecto de la vaguedad de le fSimal, Qué es x7”. Porque esa es la forma més vaga de pregunta salvo un gruiiido inarticulado. La definicin real florece porque Mlorece la forma de pregunta ‘“zQué-s-x?’; y esto titime pews prreleamente porque esa férmula es vage. Nos ahorra la dif cultad de penser y expresar con exactitud qué es lo sue me. iuestro interlocutor le tarea de descubrir qué informacion north Giles acerca de x buscamos. Podemos usar esa forma de presn {2 para expresar un deseo general de recibir cualquier ‘Nien chon acerca de 2”. (0b. cit, pig. 190). obre este mismo problema véase Hart, Definition Theory in Jurisprudence, Oxford University Proce toon iy traduceién castellana de Genaro R. Cartié bajo el titule “Dete nicin y teoria en Ja ciencia juridica”, en Derecho y Morel, pags. 95-158): “Preguntas como las’ que he mencionede Qué es derecho?’, ‘ZQué es derecho subjetivo?” presentan an NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE lat ambigiiedad. La misma forma verbal puede emplearse para pe- dir una definicién, o bien la causa, propésito, justificacién u ori- gen de una institucién juridiea o politica”. 7. DISTINTOS TIPOS DE DESACUERDOS ENTRE JURISTAS (APARTADO ID) En el texto se distinguen cinco tipos de desncuerdos. Esa lista, que no es ni pretende ser exhaustiva, puede parecer rap- s6dica 0 arbitraria, Creo, sin embargo, que hay “some method in its madness”. Esté inspirada, en gran medida, en el andl de las (pretendidas) “‘definiciones reales” que hace Robinson (ver supra, nota 5). He aqui una somera explicacién: a) No hay disciplina menos liberada de “magia verbal" que Ja que nosotros amamos, bastante pomposamente, “cien- cia del derecho”. La bésqueda de significados “reales”, “intrin- secos” “verdaderos” es actividad casi full time de los juristas. Tal actitud se conecta con el hecho de que buena parte de los juristas estén enrolados, consciente o inconscientemente. en una postura formalista (ver en el texto Parte Segunda, Apar- tado TIT, 1). Una de las tesis centrales del formalismo, si no la definitoria, es 1a que postula la auto-suficiencia del orden juri- dico y, con ello, veda recurrir a elementos de juicio valorativos, y argumentar en términos de consecuencias, para fundar solucio. nes. Solo queda, por lo tanto, el recurso a los conceptos “cons tuidos” a pattir de les reglas positivas. b) En esa (pretendida) tarea de hallar significados “ verda- deros” y formular las correspondientes “definiciones reales” los juristas no siempre coinciden. Mejor dicho, discrepan con alat- ‘mante frecuencia. De hecho aquella faena encubre actividades he- terogéneas, mal disimuladas, Esas actividades son, precisamente algunas de las que Robinson trae a luz. Ellas suelen conducit a soluciones discrepantes, lo que genera abundantes polémicas que tienen garantizada una vida perdurable. A veces, porque s6lo hay ilusién de desacuerdo; otras, porque las tesis en juego son rigurosa- ‘mente irrefutables, pero también rigurosamente vacuas; otras, porque los contendores discuten mal, es decir, no se hacen cargo 122 GENARO R. CARRS de Ia indole del desacuerdo y dirigen equivocadamente 1a atti- erfa de su argumentacién, ©) En el texto se puntualizan y examinan, muy répidamen- te, cinco tipos de desacuerdos entre jurstas. Los del primer pun. to (seudo-disputas originadas en equivocos verbales) y los. del {ereero (disputas sobre clasificaciones) se vinculan a las activi- dades que Robinson examina bajo los titulos “la definicién real Some brisqueda de una inexistente identidad de significado” y i definicién real como biisqueda de esencias”. Los del eogun. do punto (seudo-desacuerdos de hecho en torno a proposiciones analiticas) se conectan con la actividad que aquél llama “la de finicion real como tautologia directamente obtenida de una de. finicién nominal”. Los del cuarto punto (controversias sobre le “naturaleza juridica de una institucién”) tienen que ver eon la actividad que Robinson llama “la definicién real como la bis, queda de una clave”. Los del quinto y ultimo punto (contro. Wersias generadas por un desacuerdo valorativo encubierto) se relacionan con la actividad que el nombrado llama “la definicién real como adopcién y recomendacién de ideales’” 5. SEUDO.DISPUTAS ORIGINADAS EN EQUIVOCOS VERBALES (APARTADO II, 1) Néase Hume, Treatise, Seccién VII, Parte 1, 62: “It might “reasonably be expected in questions which have been canvassed and disputed with great eagerness, since the first origin of seience and philosophy, that the meaning of all the terms, at least should have been agreed among the disputait;. and our enquiries, in the course of two thousands years, been able to pass from words {0 the true and real subject of the controversy... From the ein, fuimstance alone that a controversy which has been long kept on foot remains still undecided, we may pressume that there ie ser me ambiguity in the éxpressions, and that the disputant affix dif, ferente ideas to the terms employed in the controversy’. -Vease también Aristteles, Tépica, Libro VIII, cap. 3; Descartes, er las.» Regla XIII; Bacon, Novum Organon, Libro I, Aforie. ‘mos 45, 59-60; Locke, Essay...., Libro Ill, eap. V, ap. 411 y 16, i i] NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUATE 125 cap. IX, ap. 16-17 y 21, cap. X, ap. 21 y 22 y cap. XI, ap. 6 ” adop- in particular, y con referencia al enfoque que aqui adop: tames, coals Robinson, ab pig. 152-5; Weldon, ob. cit,, pag. 15; Glanville Williams, “Language and the Law WY, The Law Quarterly Review, vol. 61, oct. 1945, pigs. 384-90. De este sltimo autor véase también. "The controversy concern- ing the word ‘law’, en Laslett, Philosophy, Politics and Society, Blackwell, Oxford, 1956, pags. 154-56, especialmente pags. 148, y sigtes. Williams emumera alli distintos factores, estrechamente ligados entre st, que, a su juiio, hacen que subsistan muchas disputas juridicas, que no son otra cosa que “meras cuestio nes verbales”. ; Se ha criticado a Williams que su intento de disolver Ia mayoria de las discrepancias juridicas en “‘meras cuestiones ver- bales” es demasiado simplista. Se ha sostenido también que, en el mejor de los casos, las afirmaciones de dicho autor solo pueden valer como paradojes, dirigidas a mostrar en forma llamativa que tales desacuerdos no son semejantes a las discrepancies de hecho comunes. Para la critica véase Hart, ““Definicién y Teo- ria...” en Derecho y Moral... pags. 95-96, y El concepto de derecho, pags. 6-7. La apreciaciOn mencionada en segundo tér- mino es de Wisdom, “Gods” y “Philosophy, Metapysies and Psycho-Analysis”, articulos incluidos en Philosophy and Psycho- a ereencia de que se tiene firmemente asido ef significa do sinico y propio del sustantivo “derecho” y del adjetivo ‘juri- dico” suele ser fuente de afirmaciones intrépidas. Véase, por ejemplo, la admirable ingenuidad del autor de Ja note publicada en La Ley, tomo 45, pags. 839-46 (especialmente Apartado 1, EI Derecho en tanto objeto) = Hay 'on cep tayiiculo de sontroveria juiion incu rablemente afecada yor Tos dos males que denuneamos en ol partado 11, punts 1 y 2, del exo, Nos rfeiios« la ya secular polémica en tomo a la nocién de “causa” de las obliga ciones. Es normal que los juristas empiecen distinguiendo dos acepciones de la palabra causa: 1) como “‘causa-fuente” y 2) como “causa-fin”. La primera acepcidn suele ser deseartada co- 124 GENARO R, CARRIS mo no problemitica y el examen doctrinario, con su secuele de disputas, suele convergir sobre Ia segunda.” Una vez heche fhe, distineion, el método de esclarecimiento cambia. De la pa. labra causa, en el oscurisimo sentido de “‘causa-fin’” se caltarch inmediato a la supuesta entidad que —se cree— aquella palabra hombre, Tprumpe entonces la pregunta “ZQue es la causa?” pre- Ia discusién, Esa pregunta ha recibido numerosas respuestas heterogé- neas. Se ha dicho que la causa es la finelidad abstracta, imper. sonal y objetiva, que cada tipo de acto juridico lleva en sf; o cl fin inmediato y determinante que las partes han tenido en mnira al otorgar el acto; © os motivos expresados en él; 0 In funcién econdmica o social del mismo; 0 un elemento justifies tivo de Ja fuerza obligatoria atribuida al acuerdo de volunte, des; y muchisimas cosas més. Un lego inteligente podria preguntarse cémo es posible que los protagonistas de la polémica no adviertan que, cada ns por su lado, estén hablando de cuestiones distintas. ‘Ese mismo lego podria extraiiarse ante el hecho de que la tarca de elatift, facién, que, permitié distinguir entre “‘cause-fuente.y “causa. fin” como dos centros de problemas distintos, se haya detenido {an prematuramente. Y si nuestro lego Hlegase a leet la comple- Glavista de las posiciones doctrinarias que trae Busso. (Cédigo il Anotado, IH, pégs. 114 y sigtes.), recibiria, junto con on shock de estremecimiento, Ia impresin ‘de que eso no tiene ye remedio. Porque {cudntos significados distintos de la palabra causa gstén en juego en la controversia? {Qué sentido tiene pregunter, Se cual de ellos es'el verdadero? (Por qué no indagar también si al significado real de “causa” ¢s “causa-fuente” o “‘caon, fin"). ¢Cémo es posible que pensadores setios invoquen seria. ‘mente afirmaciones que no son otra cosa que desatrolios analf. ticos de una decision previa (la que asignd a la palabra enuey cl sentido 2), para “refutar” otras afirmaciones que, a su ven, ne son més que desarrollos analiticos de una decisién previe NOTAS SOBRE DERECHO ¥ LENGUAJE 125, 7 le otro pensador que asigné a la palabra causa el tide 2)? cHley aso una misma entded le enue que Sembare unos una finalided impersonal y abstract; pera otros un Gimulo de movies coneretsimos, para ots un sandard vale ‘ativo, etc.? £0 todo cusnto hay como elemento unificador debate es una misma palabra? Selo en medio de un clina de gen confusén se pueden decir cass de et po: “El nceansalim exis, con ato a elisa en afiar In necesdad de qu a I causa sn con sidere un elemento de Ia realidad juridica, pero discrepa funds mentalmente en cumnfo a deeminsr qué dee entender por causa” (Buso, ob. i, IL, 118). Esto ng parece mucho mis Ico ue dei, por eemplo, gue. Juan y Pero ein de axe do en gue Is democrcia es sims polico mis adecuade, ero dicen foaimente aera del sipificdo deta palabra “democrein, al punto de gue para el prinero noes aplable a los regimenes comunistes y para el segundo slo es aplica: ble a ellos. ORNO A, 9, SEUDO-DESACUERDOS DE HECHO EN TC PROPOSICIONES ANALITICAS. (APARTADO II, 2) est absolutamente “siempre que hallemee qu una perons ex seca segura respecto de algiin enunciado de vasta generalidad, es prudenteinvestiar a countado ex verdasero Por defineiin 3, Por sade, carte do importnca. doce ‘asm cuando an sostenedor crea que se trata de tna valiosa pieza de psicologi © de otra ciencia positiva” (Robinson, ob. cit., pég. 159-60). 10, DISPUTAS SOBRE CLASIFICACIONES (APARTADO II, 3) ra un examen esclarecedor del papel que los jurists er6- es asignan a las clasificaciones, ver Heck, “The forma ton...” en The Jurisprudence of Interests, pags. 107, 111, a 55, 157, 171-75, 195, 213, 217-35. En el apéndice titulado a ‘controversias de construccién y la posibilidad légica de la de 126 GENARO R. CARRIG finicién miltiple de conceptos”, se examinan las estériles polé- micas que aquella actitud origina (0b. cit, pags. 235-43). En cl mismo volumen véase el trabajo de Rtimelin “Developments in Tegal theory and teaching during my lifetime”, pags. 3.27, en ec. pecial pags. 10-15. 11. CONTROVERSIAS GENERADAS POR UN DESACUERDO VALORATIVO ENCUBIERTO (APARTADO Tl, 5) Cf: Robinson, ob. cit, pégs. 165-70. Ver también pags. 75 ¥ 76-77, donde el autor expone y censura el procedimiento de es. ipular una definicién “neutra” para un término con carga emo. tiva, y usarlo después con todas las implicaciones que la rede. finicién pretendia excluir, En “Language.and the Law” - V, The Law Quarterly Re- view, vol. 62, oct. 1946, pégs. 389-90, Glanville Williams so Ceupa de aquel abuso de Jenguaje que tiene luger “‘cuando el uso cmotivo de palabras es disfrazado estratégicamente de enunciado referencial. En lugar de expresar francamente emocién por me- dio de palabras adecuadas a ese propésito (tal como los enum. ciados de ‘deber ser’ y los adjetivos “biteno’ y ‘malo’) con frecuencia nos encontramos con que resulta més convincente user, n lugar de aquéllas, 1a terminologia de los enunciados referen. Gales (tal como el indicativo ‘es’ y los adjetivos ‘verdadero’ 7 ‘falso?). Incluso puede ocurtir que la persona que habla se deje engafiar por su propio lenguaje, y erea que esta expresando un enunciado de hecho. Esta tendencia a yestir los enunciados emo. tivos con el ropaje de,los enunciados referenciales es endémica en los trabajos de filosofia, sociologia y teorfa jurfdica. Tal co- mo este tipo de iende a confundir las proposiciones de hecho con definiciones, asi también tiende a confundit las pro- osiciones de hecho con juicios de valor. La mayor parte de lo ‘que conocemos como filosofia politica, ciencia politica y teorfa juridiea, consiste en elaboradas definiciones, mezcladas con ju cios de valor. EI todo va usualmente disfrazado de enunciado de hecho. Buena parte de Ja literatura es polémica: cada autor expone su propio conjunto de definiciones y juicios de valor en | NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE W7 oposicién a otros autores. Como ni una definicién ni un juicio de valor pueden en ditima instancia set L6gicamente refutados, resulta imposible arribar a ninguna solucién definitiva sobre el PernSobre las definctonesy las axerciones reeafét s, ver Ste venson, Bihis and Language, cap, XIN. Véate también Hart El concepto de derecho (ps. 293-94), quien sla gue lair rmaciones de los juristas que cita en el capftulo primero “son for: mas paraddjicas o exageradas de destacar algunos aspectos del Gn Ia opini mutor, son oscure- ho que, segiin la opinién del respectivo autor, son oscur ee ee eS debidamente desatendidos por los te6ricos anteriores. En el caso de cualquier jurista importante, es frecuentemente provechoso posponer la consideracién de Ia pregunta acerca de si sus enun- ciados sobre el derecho' son literalmente verdaderos 0 falsos, y examinar en primer término las razones detalladas dedas por él en apoyo de sus enunciados y, en segundo término, la concep- Tiar en el campo de Ia filosofia un uso similar de afirmaciones paradgjicas o exageradas, como método para destacar verdades desatendidas”. 12. DESACUERDOS DE CREENCIAS Y DE ACTITUD (APARTADO III, 4) Cf. Ross, Sobre el derecho y la justicia, pags. 297-306 10. COMO 13, EL REALISMO JURIDICO NORTEAMERICAN MOVIMIENTO PRIMORDIALMENTE REFORMADOR (APARTADO III, 4) “Los primeros realistas, Holmes entre ellos, estaban muy in- eas ‘promover una acttud nueva, mo experimental y ‘és constructiva, frente_a la vida socal y al pensamiento sobre lo social, pero se abstuvieron de formular proyectos expecifics. (Lloyd, Introduction to Jurisprudence, pégs. 207-8). “Los ‘rea- listas’ han cumplido su parte en provocer jun cambio de enfo- que y actitud frente al sistema juridico y.a'la funcién del dere- 128 GENARO R. CARRIS ccho y de os juristas en Ia sociedad. Tal cambio se ha hecho sen- tir précticamente en todas las facultades de derecho del mundo del common law, salvo las més tradicionales" (0b. cit, pag. 209). Véase también Morton White, Social Thought in Ameri ea; The Revolt against Formalism, cap. V. En el prélogo a la sexta impresién de Law and the Modern Mind (noviembre de 1948), dice Jerome Frank: “La verdad €s que, como a Ja mayoria de los ‘escépticos constructivos’ [nom- bre que Frank da a los realistas}a mf me guiaba un deseo vido Syulads demasiado Avido— de reformar nuestro sistema judi. cial, de inyectar, en cuanto fuese practicable, més razén y més Justicia en su funcionamiento cotidiano” (Anchor Books edition, New York, 1963, pag. xxx). — Il ALGUNAS PALABRAS SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY

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