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Premio del
IV Concurso de Microrrelatos
Prosa de Siempre
El gordo y el flaco, de Antón Chéjov (Editorial Sirpus)
olía a jamón y a posos de café. Tras él se ¡Qué críos éramos!... No tengas miedo. maletas, bultos y cajas se encogieron y
veía a una señora delgadita, su mujer, y Nafanaíl, ¡acércate a él!... Ésta es mi se arrugaron... La larga barbilla de su
a un colegial alto que hacía guiños con mujer, de soltera Vanzenbaj, luterana. mujer se alargó todavía más. Nafanaíl se
los ojos, su hijo. Nafanaíl pareció de nuevo meditar un cuadró y se abrochó todos los botones
—¡Porfiri! —exclamó el gordo al ver momento y se refugió luego detrás de su del uniforme.
al flaco—. Pero ¿de verdad eres tú?... padre. —Yo..., excelencia... ¡Oh, qué satis-
¡Querido amigo!... ¡Cuántos años! —¡Bien! ¿Y qué tal te va a ti la vida, facción!... Un amigo... de la infancia,
—¡Dios mío! —dijo el flaco con asom- amigo? —preguntó el gordo mirando a nada menos... ¡y resulta que es todo un
bro—. ¡Misha!... ¡Mi amigo de la infancia! su amigo con admiración—. ¿Trabajas? personaje!... ¡Je, je!...
¿De dónde sales? ¿Has prosperado? —Bueno…, ya está bien —dijo el
Los dos amigos de la infancia se die- —Sí, amigo, sí trabajo... Ya va a gordo con una mueca de disgusto—.
ron hasta tres besos y luego se observa- hacer dos años que soy asesor colegia- ¿Por qué empleas ese tono? Somos
ron mutuamente con los ojos llenos de do y tengo la condecoración de San amigos de la infancia, ¿no? ¿Por qué
lágrimas. Ambos se sentían gratamente Estanislao. El sueldo no es muy alto, pasas a tratarme como a un superior?
confundidos. pero ¿qué se le va a hacer?... Mi mujer —¡Por Dios, qué cosas dice usted! —
—¡Querido amigo! —empezó a decir da clases de música, y yo, en mis ratos contestó el flaco soltando una risita y
el flaco cuando terminaron de saludar- libres, fabrico pitilleras de madera, ¡unas encogiéndose todavía más—. La gene-
se—. ¡Esto sí que no me lo esperaba! pitilleras magníficas!, que vendo a rublo rosa atención que su excelencia me dis-
¡Vaya sorpresa!... A ver, mírame bien. la pieza... Y al que me compra diez o pensa es como un licor vivificante para
¡Sigues tan guapo como siempre!... ¡Tan más de diez, le hago un descuento. Total, mí... Éste, excelencia, es mi hijo
encantador y elegante!... ¡Ay, Dios mío! que vamos tirando. Antes trabajaba en la Nafanaíl... Mi mujer, Luisa..., luterana,
Bueno, ¿y qué es de ti? ¿Rico? delegación, pero ahora me han traslada- hasta cierto punto...
¿Casado?... Yo, como ves, sí me casé. do aquí, al mismo departamento, y aquí El gordo quiso decir algo, pero el
Ésta es mi mujer, Luisa, de soltera seguiré trabajando... Pero bueno, ¿y tú semblante del delgado expresaba una
Vanzenbaj..., luterana... Éste es mi hijo, qué? Seguro que ya eres consejero civil, veneración, una dulzura y una deferencia
Nafanaíl, alumno de tercer curso... ¡Y ¿eh?... ¿A que sí?... ¿No? tan grandes que el consejero secreto sin-
éste, Nafania, es mi amigo de la infan- —No, querido amigo. Sube un poco tió náuseas. Volviendo la cabeza, tendió
En la estación del ferrocarril de cia!... ¡Íbamos juntos a la escuela! más —dijo el gordo—, he llegado a con- una mano para despedirse.
Nikoláievski se encontraron dos amigos: Nafanaíl, después de meditar un sejero secreto. Tengo dos estrellas... El flaco le estrechó tres dedos, hizo
uno era gordo y el otro flaco. El gordo momento, se quitó la gorra. El flaco, súbitamente pálido, se una reverencia con todo su cuerpo y pro-
acababa de comer en la estación, y sus —Íbamos juntos a la escuela —repi- quedó de piedra, pero al punto una rrumpió en risitas como de chino: «¡Ji, ji,
labios, untados de aceite, relucían como tió el flaco—. ¿Te acuerdas de cómo te amplia sonrisa, que se expandió hacia ji!». La mujer puso una sonrisa. Nafanaíl
dos cerezas maduras. Desprendía un hacían rabiar llamándote Eróstrato por todos lados, se le dibujó en su rostro. entrechocó los talones y la gorra se le
olor a jerez y a azahar. El flaco, que en haber quemado un libro oficial con un Diríase que sus ojos y su cara echaban cayó. Los tres estaban gratamente atur-
aquel momento se apeaba del vagón, iba cigarrillo?... ¡A mí me llamaban Efialtes chispas. Su persona misma se contrajo, didos.
cargado con maletas, bultos y cajas, y porque me gustaba chivarme: ¡Ja, ja!... se encorvó y se empequeñeció... Sus
Prosa de Hoy
Mi hermano está deprimido, de Etgar Keret (La chica sobre la nevera y otros relatos, Ed. Siruela, 15’90€)
No es como si cualquier persona de mano pequeño—, mi novia me ha dejado La madre chilla. Hendriks le ha arranca-
la calle te contara que está deprimida. Se por un bombero. Odio los estudios en la do la nariz a su niño, pero de cuajo.
trata de mi hermano, que se quiere suici- universidad. Aquí tienes. Toma fuego. Y Ahora Hendriks está muerto. Mi hermano
dar. Y de toda la gente, viene a contár- mis padres son las personas más paca- lo ha matado y, además, se quiere suici-
melo precisamente a mí. Porque a mí es tas del mundo. dar, porque le resulta de lo más humillan-
al que más quiere, y también yo a él, Me lanza su Cricket. Lo cazo al vuelo. te que su novia le haya sido infiel con un
aunque sea un coñazo. Porque eso es lo Hendriks se escapa. Se abalanza sobre bombero. Y eso que a mí me parece muy
que es, un coñazo. el enano del peto, lo tumba sobre el cés- respetable que se trate precisamente de
Mi hermano pequeño y yo estamos ped y cierra sus terroríficas fauces rott- alguien que salva a los demás y todo
juntos en los jardines de la calle weilianas sobre la cara del niño. Mi her- eso. Aunque por él hubiera sido preferi-
Sheinkin, y mi perro Hendriks tira con mano y yo intentamos quitarle a Hendriks ble que follara con un camión de la basu-
todas sus fuerzas de la correa para inten- de encima, pero éste no lo suelta. La ra. Ahora la madre del niño se me echa
tar morderle la cara a un niño pequeño madre del peto se desgañita. El niño, por encima. Intenta sacarme los ojos con sus
que lleva un pantalón de peto. Con una su parte, permanece en un preocupante largas uñas cubiertas de un esmalte
mano lucho por sujetar a Hendriks y con silencio. Yo pateo a Hendriks con todas blanco y asqueroso. Mi hermano blande
la otra busco el mechero en el bolsillo. mis fuerzas, pero ni se inmuta. Mi herma- el hierro por el aire y vuelve a descargar
—No lo hagas —le digo a mi herma- no encuentra una barra de hierro en la un golpe, ahora sobre la cabeza de ella.
no. El mechero no está en ninguno de los hierba y se la descarga sobre la cabeza. No se le puede decir nada, está deprimi-
bolsillos. Se produce un ruido repugnante de hue- do.
—¿Y por qué no? —pregunta mi her- sos quebrados, y Hendriks se desploma.
4 Paréntesis diciembre-enero 2010
Pequeños detalles
Hay una ciudad europea en la que, cada garrafas de 10 litros llenas de sanguijue- menos, ya han revisado tu pipa. Cada
atardecer, atracan en los muelles barcas las. Aunque los observo durante un buen noche, después de tomar un par de tés,
de pesca que transforman sus cubiertas rato, no veo cuál pueda ser su clientela. entro en los lavabos del establecimiento.
en cocinas y cuyos marineros desplie- Lo más lógico es pensar en los pescado- Sobre cada urinario hay una taza de
gan, sobre la plataforma donde han ama- res que aborrotan las dos aceras del plástico azul. Me demoro por ver si algún
rrado, un conjunto de mesas y sillas bien puente Galata, desde donde arrojan sus cliente la usa. Después de ocho noches
alineadas. Es imposible comer un pesca- anzuelos al Bósforo. Pero, por más que sigo sin saber cómo la utilizan, y no logro
do más fresco. En esta Europa de pisci- al bisabuelo de Saladino ya le pareciese imaginarlo.
factorias, congelación y análisis bacterio- una práctica salvaje sangrar a los enfer- Tres. Entro en uno de los mejores
lógicos todavía existe un lugar así. mos, no puedo evitar que se me escape baños. Un señor, que tiene más de mas-
Habrá quien diga que Estambul está alguno de los fantasmas medievales de todonte que de hombre, me aplasta con-
en nuestro continente sólo de puntillas, mi equipaje cultural. Quizá esos gusanos tra un podio de mármol en la zona de
que aquello es Asia (queda más cerca de tengan el poder desatascador del sidol y vapor. Mis vértebras crujen. A continua-
lo que yo pensaba). Y no le faltará razón, sirvan como tratamiento eficaz contra las ción, sobre una tarima, me lava con agua
porque Europa es el único continente varices. Me quedo absorto mirando cómo caliente y muchísima espuma, como
limitado de forma artificial. escalan las paredes interiores de la nunca lo hizo mi madre.
Entendiendo por literatura una forma garrafa, la forma que tienen de arquear- Cuatro. El café turco no se filtra. Si se
de acercamiento al ser humano, la capa- se y usar como ventosa cada uno de sus te ocurre hundir la cucharilla, ya puedes
cidad de manifestar la extrañeza del dos extremos. Jamás pensé que esos olvidarte de él. Hay que echar el azucari-
mundo y una invitación a imaginar, no bichos tuviesen tanta movilidad. Por llo y removerlo lenta y superficialmente.
conozco una ciudad más literaria que supuesto, confirmo que el tapón está Porque existen otras maneras de hacer Son sólo cinco ejemplos. La ciudad
Estambul. Pasear por ella, tratar de habi- bien roscado. las cosas. de 20 millones de habitantes, de Santa
tarla, es una de las experiencias más vivi- Dos. Cada noche acudo a una tetería Cinco. De niño era un gesto habitual Sofía, la Mezquita Azul y Topkapi se la
ficantes que pueda permitirse un europeo que hay cerca del Gran Bazar. Aunque se caminar junto a un amigo cogidos del dejo a mi compañero Pedro, cuyo estilo
adocenado como yo. asoman algunos turistas, es un lugar fre- hombro. El contacto físico no era patri- le facilita la visión panorámica. Yo sigo
Tal vez las siguientes anécdotas sir- cuentado por autóctonos. Las estanterías monio exclusivo de la mujer. Ahora, en el perdido en las pequeñas cosas, con el
van para ilustrar esta percepción: están llenas de pipas de agua. Cada actual marco europeo de vigilancia deseo de volver a una de aquellas calles
Una. Junto al Bazar de las Especias, cliente habitual tiene la suya en depósito. sexual histérica, no me atrevería. Por las estrechas con mesas a ambos lados,
por las mañanas, encuentras a unos Los mozos mantienen el fuego, vigilan calles de Estambul puedes ver a hom- para sentarme en una de ellas ante un
ancianos con gorrito de lana que expo- las pipas, limpian las pavesas, reponen bres que conversan mientras dan un tablero de backgammon y un bote lleno
nen a los transeúntes su mercancia: brasas. Antes de poder percibir que tira paseo cogidos del brazo o del hombro. de margaritas.
Finalistas (I)
SECUENCIAS ABSURDAS DAR BATALLA
A lo lejos una preciosa joven sentada en un Te superan en número. Están armados, atentos, esperando
columpio colgado de un árbol disfruta con un amigo tu llegada y lo sabés. Sin embargo, tomás carrera, embes-
de un pícaro encuentro, hacia ellos se acerca un tís con todas tus fuerzas y cruzás la puerta llevándotelos
gran barco con los cañones todavía humeantes y por delante. Ellos caen, se golpean con sus ametralladoras
las velas completamente extendidas. Al barco le y sangran. Yacen inconscientes sobre el piso, casi muertos.
persigue un caballo, al caballo un grupo de centu- Exultante por haberte impuesto en tan desventajosa
riones, tras los centuriones se ve, algo más cerca situación, soltás una estentórea carcajada. Pero de pronto,
de mí, un castillo entre la niebla y unos campesinos tu cara se ensombrece, el estruendo de tu voz se extingue
descansando, los cuales todavía no se han dado en una mueca de dolor y no podés sino admitir que ya te
cuenta de la gran tormenta que se acerca por su están afectando tantas obligaciones, tantas presiones, tan-
izquierda. No me estoy enterando de nada. Se me tas hostilidades y que, cuando menos, deberías tomarte
hace difícil entender los museos. con más calma los juegos que compartís con tus hijos.
Jurado nº1: “Si creen que ustedes pue- o lo partiría en dos. Y lo hice. Hace dos Jurado nº7: “Yo gasto bromas, bebo, doy Jurado nº10: “No les debemos nada a
den presidir mejor este jurado, les cede- años que no lo veo”. palmadas en la espalda...”, sonríe mien- esta clase de gente. ¿Cuánto cuesta un
ré mi silla gustosamente”, dice con bue- tras pone los pies en la mesa y cruza los juicio? Con someterse a él ya ha tenido
nos modales. Jurado nº4: “Yo nunca sudo”. brazos tras la cabeza. “¡Otro que se demasiada suerte... Con una buena pali-
raja!”, grita cuando la duda asalta a algún za se ahorraría tiempo y dinero”.
Jurado nº2: “Yo creo que...”, y su voz Jurado nº5: “He presenciado más peleas miembro.
será sepultada por los gruñidos del a navaja que apretones de manos. He Jurado nº11: “Tenemos una gran respon-
número 3. conocido a muchos como el inculpado”. Jurado nº8: “En la vida nada es tan termi- sabilidad ante nosotros. No tenemos
nante ni absoluto. Los hombres pueden nada que ganar ni que perder. No haga-
Jurado nº3: “Usted, jurado número 8, una Jurado nº6: “Yo no sé suponer, es mi jefe estar equivocados”. “No sé si es inocen- mos de esto algo personal”.
especie de predicador con voz dulce, ha el que hace las suposiciones. Pero te. Yo sólo digo que nadie puede estar
tocado el corazón de unas cuantas supongamos que usted nos hace perder seguro de su culpabilidad”. Jurado nº12: “Yo siempre digo lo que se
'damas' aquí presentes... “. “¿Dudas? la cabeza a todos y votamos que el chico me ocurre en el momento”, sonríe mien-
¿Qué dudas? Eso son palabras, sólo es inocente cuando en realidad ha asesi- Jurado nº9: “¿Y qué sabe usted de tras dibuja distraído. “Cambio de opinión
palabras”, grita salpicando la mesa con el nado a su padre”, le espeta a solas al eso?”, le preguntan. “Lo sé... por expe- porque esto no es una ciencia exacta.
sudor de su frente antes de confesar: “le jurado número 8. riencia”, responde con mirada perdida el ¿Por qué no vamos a cenar?”
dije a mi hijo que haría de él un hombre perspicaz viejo.
V Concurso de Microrrelatos
Paréntesis
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