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OCJAdU ADIAV-NAVITAAM AIDOJOVTOSATVUA AQVDIMONUNODA eon Meer Dan a eay Antropologia Economica, Partimos del estudio del mercado y dle las ideas acerca de él porque en ello vemos ejemplificadas Penmaes ur cc un Airs Pe eM eee ete oa ee ee oui a nce em TRC eR ce nO A enn ee Rees oR en Cece eco eer ee Se ee ee eee rene On cok Mecano ras SC Oa eee Co ee SU ee cheats wees gica. EI autor no es partidario de lo que, repitiendo el titulo de oO a ec es un a ec mico, En principio se podria decir que una de las dimensiones CeCe Mo eRe ster na tse econ opciones. Por otra parte, la actuacion racional en donde se trata Ca tae eee eo ate leva consigo el tener en cuenta los gastos y beneficios en el sentido mas amplio. Si a esto se anade la consideracion de que los recursos son siempre escasos, habria Cen Re een gee ee ee Rec mia, Aunque no se opone a que se aplique la perspectiva eco: ee ee cn ee Cee ee aes a ceca Per Re CR aoc a ok ec ee alan WOO fi UBALDO MARTINEZ-VEIGA ANTROPOLOGIA ECONOMICA CONCEPTOS, TEORIAS, DEBATES Ubaldo Martinez Veiga ANTROPOLOGIA ECONOMICA CONCEPTOS, TEORIAS, DEBATES Disefio e ilustracién de la portads: Helena de la Guardia © Ubaldo Martinez Veiga, 1989 © de Ia edicién espafola: ICARIA EDITORIAL, S.A. Comte @'Ureell, $3, Pral. 1 (08011. Barcelona Primera edicién: febrero 1990 ISBN: 84-7426-161-9 Depésito legal: B. 2954-1990 composin: Sereis ris, SCP. Scar Ramon, I, Loa 13 = 990 Crdanyla dl alts Impresién y encuadernacion: Tess, S.A. Manso, 17-19 - 08015 Barcelona Impreso en Espana Probibida la teproduccién total o parcial PROLOGO, La antropologia econdmica nunca ha sido una especialidad de «moda» en nuestro pais. Si consideramos las publicaciones que aqui se han producido, apenas podriamos contar media docena de libros yun niimero algo més elevado de articulos. En cambio, las publica- clones relativas a otros temas més o menos propios de la antropolo- gia (religiosidad, fiestas, identidades, etc.), con lo que ello pueda te- ner de indicador, son considerablemente més abundantes. Por esia razin, no deja de sorprender, y de agradar, la publicacion de ura obra con el titulo de Antropologia econdmica: conceptos, teorias y debates. Es cierto, también, que la antropologia econémica es un campo, como tal, relativamente reciente dentro de la antropologia. Sélo a partir de 1952, fecha de la segunda edicién del libro de Melville Hers- kovits, Vida econdmica de las sociedades primitivas, titulado en esta, ocasién, Antropologia econdmica, dicho término empez6 a set co- miinmente aceptado y utilizado, El libro que el lector tiene en sus manos puede considerarse una cierta historia de las principales teorias propias de la antropologia econémica, pero tomando como hilo yertebrador para llevar a cabo ese repaso intelectual una institucién a la que, siempre, se le ha atri- buido un valor y un papel fundamentalmente econémico: el merea- do, Lo fructifero de esta opcién es que, para el andlisis del mercado, al menos desde la dptica de la antropologia econémica, es necesari tener en cuenta una multiplicidad de factores y no s6lo «econémi- cos», sino, también, ecoldgicos, sociales, politicos e, incluso, ideolé- aicos, por supuesto. ¥, en efecto, el mercado es tomado por Ubaldo Martinez Veiga como la piedra de toque # partir de la cual son con- trastadas las diferentes interpretaciones relativas a esta institucién que la antropologia econémica ha generado. De esta forma, también, pue- % cevaluada la mayor © menor pertinencia de las mismas. Claro lta de ug lesuigneapichosa El meread, ss dieren- A doiicads, ls eens ccnsideracionesrespesto des ergen AP bu papel, integrador o desetrucurador de as sciedades,exin Tor canon, ha ocupado un papel ceniral dentro de is diferentes te tik cconbmics en general, por supuest, también, dentro de las a ecctropologia esondmica, Por esta razén, dich elecién no sblo eats jusfeada sino que sesulta fundamental para tomar con aye low problemas basics, a través de los cuales, a sti vez ray sehala el autor, se podrén| conocer, comprender,contastar y Seer ips hipoteis ¥teorias mas importantes de la antropologa eeo- mort esentacién de ls diferentes teorias, de sus conceptos ¥ he- rramientas metodolgicas més importantes, asi como de los debates tue dichas teorfas han generado entre si pone de manifesto as die ates preocupaciones epistemolégicas tematicase, incluso, polities, Jue han orfentado a los diversos autores. Unas veces, se infenta com tender ta realidad social a través de la intrspecci6n, formalizando fas instituciones —el mercado, por ejemplo— como un conjunto de premisas Logics. La definicién formalista de la economia —recurs0s crema, susceptibles de usos altenativos— constituye un ejemplo, y Sl andlsis de los procesos de toma de decisién el prototipo de su retell, Otas wees, progres en el conociminto sh seal wade a partir de modelos destriptivos que relacionan las unidades de produceién con realidades sociopolitica, tanto del pasado como del presente, Los andlisis de los substantivistas son un ejemplo ¥, gh eate punto, x evaluada muy partieularmente la figura de Karl Po- fanyi, un ator fundamental pero muy poco conocido y consecuente- mente poco valorado aqui (camo lo indica, por ejemplo, el hecho Ge que una obra fundamental, casi clisica podriamos afiadit, The Great Transformation, no haya sido traducida al castellano todavia). Un tere esferzo considerado es el de Ia metodologia marxista, que representa, con relacién a los dos anteriores enfoques, la formaliza- Gln de elaboraciones deseriptvas, pero proponiendo, ademds, argu tmentaciones logicas acerea dela evolucin social y de la articlacién a partir de las teorias sobre los modos de produccin, asi como de fa transicién de un modo de produccion a otro. Por otra parts el primero de los enfoques senalados —el formalista— enfatiza el pro- Blema de la asignacion de recasos; el segundo —el substantivista— se inferesa, fundamentalmente, por la orpanizacion de la production y ¥ por las diferentes formas de circulacién, las que, a su ver, conside- ran formas de integracién; finalmente, cl enfoque marxista afade el interés por los flujos de trabajo y valor, destacando la especificidad del «mercado de trabajon, en tanto que el trabajo posee unas carac- teristicas especificas que no permiten considerarlo como una mer cancfa igual a las demas. Por otra parte, mientras que el analisis de los procesos de toma de decisién se concentrs, en un principio sobre todo, en dindmicas a corto plazo, las aproximaciones institucionalistas o substantivistas, ast como las marxistas, se han caracterizado, sobre todo, por conceder mayor relevancia a la dimensién histérica. En cualquier caso, todos estos enfogues coinciden en sostener una cierta indeterminacién de Jigs hechos sociales. Ahora bien, mientras que el enfoque «individua- lista y «racionalista» propio de los formalistas considera esa indcter- ‘minacién como una «incertidumbre» que influye en la eleccién de las estrategias, los enfoques substantivista y marxista la describen como tun conjunto de desarrolios posible. Asimismo, este libro de Ubaldo Martinez Veiga pone de mai- fiesto que las teorias y estudios sobre los sistemas econémicos difie- ren, también, en las perspectivas seguidas para construir hipétesis 0 para analizar los datos obtenidos. Asi, unas teorias se interesan, so- bre todo, por el analiss de las unidades de produceién y por su com- portamiento en relacién a la asignacién de recursos y a sus inteream- bios; mientras que otras se refieren sobre todo a la funcién de una ‘economia, o de un particular tipo de economia, y cémo ésta es afeo- tada por la disponibilidad de los recursos, tanto a nivel de la socie- dad como al nivel de las unidades de produccién que deben adoptar ‘unos u otros riesgos en sus decisiones. Altora bien, independiente- ‘mente de los niveles de andlisis utilizados (microsocial o macrosocial; individual u orgénico; individual o institucional), tos seguidores de cada perspectiva tienen no solo puntos de confrontacién sino tam- bign puntos de intercambio. En efecto, por ejemplo, la literatura acerca del valor relativo de las perspectivas microsocial y macrosocial es abun- dante en todas las ciencias sociales, Desgraciadamente, los antropé- logos, como ha sefialado Sutti Ortiz, han planteado el problema ce tal manera que se ha impedido 0 cuanto menos dificultado traducit los resultados positives conseguidos dentro de una perspectiva en hi- Pétexis 0 propuestas utilizables como bases te6ricas por la otra. En relacién a este tiltimo punto, precisamente, el autor de este libro realiza un esfuerzo considerable por conseguir una propuesta 9 ‘que articule Jos fendmenos locales y los fenémenos miis globales, pro- pios incluso del sistema mundial, Y, en mi opinién, logra su intento, fundamentalmente, cuando, discutiendo la problemética del desarro- Ilo, evahia las teorfas de lz «modernizacién» y las de las diferentes posturas dentro de la teoria de a dependencia. Y ese mismo esfuer- Zo de articulacién o de sintesis lo lleva a cabo cuando defiende con Gnfasis y con argumentos empiticos y tedricos la necesidad de com- plementar los enfoques «indiviualistas» y los «sistémicos» vAunque la antropologia econémica haya tenido y siga teniendo ‘un escaso desarrollo en el Estado espattol, creo puede hacer una im- portante contribucién a la antropologia social y a las ciencias socia- ies en general, Y este libro proporciona algunas herramientas y abun- ddantes reflexiones para conseguirlo. Del mismo modo que Polanyi argument6 que la economia esté incrustada en Ja realidad social, tam- bién es cierto, de acuerdo con autores tan diversos como Marx, Firth, Bourdieu, Harris y otros muchos, que el anélisis de las instituciones sociales, politicas, juridicas, religiosas e, incluso, simbdlicas seria su- perficial sino se ruvieran en cuenta las realidades econdmicas, sean Gtas més evidentes 0 permanezcan més ocultas. En todos los casos, las realidades politicas de un sistema descansan en la capacidad de sus unidades de produceién para procurar la subsistencia, asi como, ies ef caso, de los bienes de prestigio «necesarios». Interesarse 0 escribir, tan sélo, la produccién de los bienes de prestigio como la tgeneracién de un capital simbslico es ocuparse, solamente, de una parte de Ia realidad. Del mismo modo, caracterizar un intereambio (© un acuerdo contractual relative, por ejemplo, a la urilizacién de Tos recursos o de la fuerza de trabajo de unos individuos por parte de otros como una relacién exclusivamente social es contribuir a la caeacion de una ficcién intelectual. En este sentido, hasta cierto punto, ¥ parafraseando a Maurice Godelier, podria decirse que la antropo- logia econémica deberia caracterizarse por intentar poner de relieve Jo que de «no-econémico» in‘luye en lo «econémico» asi como lo ‘que de ceconémico» existe ¢ influye en lo «no-econémico». Por otra parte, es obvio que la percepcidn de los contenidos para cada una de estas categorias puede diferir ampliamente de unas sociedades a ‘otras, Para ilustrar lo dicho me vienen a la memoria algunas consi- deraciones provocadas por la obra del historiador Jacques Le Goff € propdsito de su estudio sobre «El nacimiento del Purgatorion, titu- lo por otra parte de un libro suyo, Sefiala Le Goff que el Purgatorio nace» 0 se «inventa» a partir del siglo xu y se consolida ya definiti- 10 vamente a mediados del xi. El Purgatorio, dice, es el fruto de la anion de creencias diferentes: la creencia en la eficacia de los sifrgios de ls vivos pare abrear el sufrmiento de los muertos y 4a crencia en la evistencia de una purificacién después dela muerte. rata de creencias «religiosas», telativas a «ideas» religiosas sobre el «mas alla» pero que, como sefiala Le Goff: :Qué instrumento de poder para la Iglesia! Esta afirma asi su de- echo (parcial) sobre las almas del Pureatorio como miembros de la Iglesia miltante, haciendo avanzar l fuero eclesdstico con detrimesto del fuero de Dios, a pesar de ser el detentador de la justicia en el ‘ds all, Poder espiritual, pero también, por las buenas (..) provecho financiero del que habrén de beneficiarse con ventaja sobre los otros hhermanos de las érdenes mendicantes, ardientes propagandistas de la nueva cteencia. El «infernal» sistema de las indulgencias vend a en- contrar finalmente en ésia un poderoso alimento. No se trataria de pensar, maliiosamente, ue, a parti de-un de- terminado momento, teélogos y obispos empezarin a cavilar para encontrar la forma de cSmo aumentar los ingresos de la Iglesia, asi Seine Peee arse ee gatorio. Nuesto interés por las implicaciones econémieas y nuestra defensa de la necesidad de un andisis econémico de las instituciones sociales no llega tan lejos como para postular un origen estricta 0 fundamentalmente econémico a cualquier instiucién social o reliio. sa. Pero si es cierto que la «creencia» en un «purgatorion geners una serie de insttuciones religosas, las caftadias, por ejemplo, con un contenido econémico muy importante que no puede dejarse de Jado cuando se pretende la comprensin y una contextualizcion ho- lista de una instituei6n 0 de una «idea», incluso si se trata de una idea como la del «purgatorion "Por todo ello, de acuerdo con las consideraciones anteriores y t= niendo en cuenta la situacién y los intereses de Ia antropologia espt- Mola en la actualidad, parece pertinente recordar en un prdlogo a una obra de antropologia econémica lo que James Frazer, el autor de La Rama Dorada, dijera en su prefacio a la obra de Malinowsk, Los argonautas del Pacifico Occidental, en 1922, obra en la que se enfatizaba, segiin Frazer, a gran significacién de la «economia pri. mitivay. Decia Frazer que poca reflexion hacfa flla para convencer- se de la importaneia fundamental que las fuerzas econsmicas tienen en todas las elapas del recurso humano. Despues de todo, la espece humana es parte del universo animal y como tal reposa sobre unit base material desde la cual «puede levantarse una vida superior, inte- Iectual, moral o social, pero sir: la cual ninguna superestructura es posible (..) Si hasta ahora los antropélogos 1a han descuidado, debe- ‘mos suponer que ha sido més, bien porque se sentian atraidos hacia el lado superior de la naturaleza humana, que porque deliberada- ‘mente ignoraran e infravalorasea la importancia y auténtica neces dad de la vertiente inferior. A modo de excusa por su olvido, cabe recordar, también, que la antropologia es todavia una ciencia joven, ¥ que la cantidad de problemas que aguardan al estudioso no pue- den abordarse de golpe, sino que han de ser abordados uno después de otto». Salvando muchas distancias, podriamos aplicar las palabras de Frazer, de 1922, a nuestra propia situacion. Es cierto que la antropo- logia sigue siendo una ciencia joyen en Espafa y jojalé!, también, ‘que el poco interés que hasta ahora han suscitado entre los antropé- Jogos los «problemas econémicas» sea simplemente una consecuen- cia de que se hayan sentido més atraidos por ¢l «lado superior de Ja naturaleza humana» y no de que hayan infravalorado la impor- tancia de Ja «vertiente inferior. Barcelona, enero de 1990. Jesus CONTRERAS 2 INTRODUCCION En el trabajo que presentamos tratamos de ofrecer los principios bsicos de la Antropologia Econémica, Se trata de una rama perfec- tamente diferenciada dentro de la Antropologia Cultural que tiene uun gran interés en si misma y que resulta muy relevante tanto para los antropélogos como para ios economistas. La Antropologia Ezo- émica, al menos durante algiin tiempo, tuvo una actitud peculiar con respecto a la ciencia econdmica normal. Esta fue una actitud esencialmente critica, en cuanto que se trataba de demostrar a toda costa cémo los principios de la teorfa econdmica neoclisica no eran aplicables a las Hamadas sociedades primitivas. Al mismo tiempo, apa- recen otros antropélogos empefiacos en el esfuerzo de demostrar que esta teorfa tenia validez universal, En realidad la discusién en cuanto tal discusién no tenia mucho sentido, pero se produjeron trabajos tanto de descripcién de economias coneretas como de historia e20- némica que han enriquecido mucho la antropologia y también el and- lisis empirico de economias concretas. En el trabajo que presentamos se analizan las bases de la Antro- pologia Econdmica. Partimos del estudio del mercado y de las ideas acerca de él porque en ello vemos ejemplificadas las teorias, hipéte- sis y el desarrollo en general de la Antropologia Econdmica. Poste- riormente describimos las hipétesis basicas sobre las que se asicata la Antropologia Bconémica. Analizamos detenidamente el papel que dentro de la Antropologia Econémica juega el concepto de desarro- Tl, pero no nos detenemos en las interpretaciones més clisicas de este fendmeno, debido a que en el futuro trataremos de hacer un andlisis mas pormenorizado, Por ultimo hacemos un andlisis detalla- do de las relaciones entre Antropologia Econémica y Antropologia Ecoldgica. No somos partidarios de lo que, repitiendo el titulo de un libro muy importante, podemos llamar imperialismo esonémico, En principio se podria decir que una de las dimensiones centrales B del hombre es su capacidad de slegir entre diversas opciones. Por ‘otra parte, Ia actuacidn racional en donde se trata de utilizar los me- dios apropiados para conseguir unos fines, lleva consigo el tener en cuenta los gastos y beneficios en el sentido mis amplio. Si a esto se afiade la consideracién de que los recursos son. siempre escasos, hhabria que pensar que la conducta racional esté gobernada por los principios de la economia. Aungue no nos oponemos a que se apli- {ue la perspectiva econémica a campos que tradicionalmente se han presentado como fuera del campo de la economia, no podemos estar ide acuerdo con una postura imperialista que empobreceria a la teo- rfa econémica misma. En la tiltima parte de nuestro trabajo trata- mos de estos problemas dentro de la consideracién de las relaciones entre Beonomia y Ecologia. Dedico este trabajo a Ingrid que ha com- partido conmigo todas las alegria, frustraciones y también las «neu- ras» que la produccién de un trabajo leva consigo. Quiero agradecer muy cotdialmente la ayuda prestada por Lourdes de la Cal Madrid, marzo de 1989 4 PLANTEAMIENTO DE LOS PROBLEMAS CENTRALES DE LA ANTROPOLOGIA ECONOMICA ‘Una manera posible de empezar a plantear los problemas bisicos de la Antropologia Econémica es el planteamiento histérico, Sin em- bbareo, para que esta exposicién no se convierta en algo puramente abstracto, o ininteligible, debemos partir de un fendmeno conereto. En el andlisis de las interpretaciones y planteamientos sobre un dato conereto podremos comprender inicialmente las cuestiones basicas que constituyen la Antropologia Econémica y en la que posteriormente podremos ir ahondando. Para que no se piense que tratamos de analizar problemas perif ricos, vamos a tomar algo tan central como el mercado y a partir de las diversas interpretaciones que de este fendmeno se han oftecido trataremos de arrojar luz. sobre los andlisis fundamentales de la An- tropologia Econémica. Como tampoco nos guia un interés estrictamente arqueolégico, ni historiografico, en el andlisis de las interpretaciones sobre el mer- cado, vamos a empezar con uno de los padres fundadores de la An- tropologia Econdmica, quien a muchos niveles representa lo que mu- chos antropdlogos aman «mentalidad anti mereado». Baste recordar los famosos articulos, “The obsolete market mentality» y el corres- pondiente «Ihe obsolete antimarket mentality», para comprender lo ‘que decimos. Se trata, como se puede comprender sin problemas, de Karl Polanyi. Polanyi, ademas de una persona genial que escribié, su obra en un tiempo muy reducido, fue también un escritor bastan- 15 te confuso de tal manera que su obra a veces se ha prestado a bas- tantes exégesis lo cual ha producido hasta algtin defensor de una es- pecie de canon normativo en la interpretacién del gran autor huingaro. Polanyi se planteaba como programa el estudio y clasificacion de las economias empiricas. Este planteamiento del andlisis empirico si- gue siendo una meta importante para la antropologia econdmica y casi nos atreveriamos a decir que puede seguir siendo uno de los fuertes valores de esta disciplina. En contra de planteamientos pura- ‘mente normativos, establecer planteamientos empiricos puede ser algo ‘muy importante, De todas maneras Polanyi pensaba que la manera ‘mejor y més facil para clasificar empiricamente las economias era partir de su modo de integracién, la manera segiin la cual estaban integradas 0 lo que podiamos llamar formas de integracién (Polanyi 1953, en Morton Fried 1968, pp. 223-228). Las formas fundamenta- les de integracién serian la reciprocidad, la redistribucién y el inter- En «The Great Transformation el autor habla de un cuarto, principio de integracién, que seria el principio de economia de los grupos domésticos 0 de «economia» que se basa en. la autarquia. Este principio o forma de integracién desaparece en su. obra posterior sin. que se explique claramente 1a razén para su desapariciOn.. Ya hemos dicho que Polanyi era un escritor bastante inconsistente, pero, sin embargo, es dificil hablar de la autarquia como de un principio una forma de integracién y en este sentido se entiende que no se ‘yuelva a insistr en ello, Pero quizds la razén més profunda esté en ue si se admite como forma de integracién el chouseholding» o la «economia» y por lo tanto la autarquia, se esté abriendo el eamino a una forma de integracién que se distingue del intercambio y del ‘mercado y que se basarfa en el interés individual de los grupos do- mésticos; para Polanyi esto estaria totalmente en contra de los prin- cipios que él planteaba, De todas maneras, es una pena que Polanyi no hubiese desarrollado las caracteristicas de esta posible forma de integraci6n porque en ellas podrian estar presentes «avant la lettre» los principios de 1o que después desarrollaria G. Becker bajo el r6tu- lo general de Economia de la Familia. Lo més curioso es que Po- lanyi podria haber desarrollado esto en base a observaciones de autores cldsicos, tales como Aristételes. Sea lo que sea, lo importante es que Jas formas de intregracién econémica de las que habla Polanyi son las, tres de las que antes hemos hablado: reciprocidad, redistribucion ¢ intercambio, Fijémonos en los arincipios que las rigen y en sus ca- racteristicas. Dado que esto es algo que nuestro autor dejé claro 16 ¥-que repitié hasta la saciedad a lo largo de su obra, no parece muy 4iffcil explicar estos elementos. En «he Economy as Instituted Pro- cess (Polanyi 1957, pp. 243-270) Polanyi explica claramente esto. Re- ciprocidad significa que existen grupos organizados de una manera simétrica, 0 formas simétricas de onganizacion social, entre los que se da algtin tipo de circulacién © movimiento de bienes. La redisti- bbucidn ocurre dentro de un grupo cuando los bienes son recolecta- dos en una mano, 0 cuando los bienes son dirigidos a un centro y desde alli distribuidos entre los miembros de la poblacién. El inter- ‘cambio se refiere a movimientos de bienes entre diversas manos bajo el sistema del mercado. FI intercambio como sistema de integracién requiere la existencia de mercados a partir de los cuales se establecen precios. Hasta aqui todo parece estar bastante claro, pero, sin embargo, Jas cosas se complican un poco cuando se trata de explicar en qué consisten estas formas de integracién econdmica. Hay dos observa- ciones que parecen claras y que Polanyi repite hasta la saciedad y nosotros creemos que si se entienden correctamente es féeil compren- der la utilidad de este concepto de forma de integracién. No nos guiard en la explicacién ningiin interés puramente exegético de lo que Polanyi queria decir exactamente dado que a veces esto es bastante confuso. Lo que nos interesaré es comprender claramente los proble- ‘mas de tal manera que estos conceptos adquieran valor anilitico, es decir, que sean iitiles para analizar y clasificar procesos econémicos empiricos. Por esta razén vamos a poder ver inmediatamente como las dos observaciones que Polanyi oftece se prestan a bastante contu- sién, La primera observacién es fruto de las posturas instituciona- listas de Polanyi y se podia resumir en lo siguiente (Polanyi 1933, p. 223): Los términos de reciprocidad, redistribucién ¢ intercambio no son estrctamente aplicables al comportamiento individual. No se trata de que la forma de integracién que nosotros llamamos reciprocidad aparezea en una sociedad porque los actos de reciprocidad, de inter- cambio de regalos o lo que sea, sean frecuentes entre los individuos ue la componen. Mas bien, el efecto integrador de estas formas ocu- rre porque existen dentro de la sociedad unos sistemas 0 pautas de- terminadas que hacen que el movimiento, 0, casi dirfamos, circula- Gidn, de los objetos tities y de las actividades entre personas sea un movimiento 0. proceso de reciprocidad. Estos sistemas 0 pautas s- rian la simetria entre las personas en el caso de la reciprocidad. En 0 cl caso en que se tratase de lz redistribucién existiia un fenémeno de centralidad o de puntos centrales y en el del intercambio se trata- ria de un sistema de mercado. Con esto lo que el autor quiere decir ces que la forma de integracién brota de la existencia de las nnes y no de la frecuencia mayor 0 menor de actos de reciprocidad ‘0 de intercambio, No tenemos ninguna dificultad en aceptar los tér- rminos de la disputa de Polanyi con la economia cldsica, ni tampoco ‘su interés en demostrar continsamente que el origen de los fenéme- nos econémicos no hay que buscarlo en las actuaciones, intereses 0 ‘ntenciones individuales. Pero, sin embargo, si creemos que la reci- procidad es una forma de integracién econémica dentro de tna so- ciedad determinada cuando se da dentro de los miembros que la com- ‘ponen un grado y porcentaje altos de actuaciones que se pueden amar reciprocas y lo mismo habria que decir de la redistribucién y del intercambio. Una cosa sera afirmar que la integracién brota de la existencia del sistema o de la institucidn, y otra muy distinta que el comportamiento real de las personas no sca importante 0 que luna vez que se ha estudiado o descubierto la existencia de la institu- cidn, de la regla 0 de la pauta no sea necesario estudiar el compor- tamiento real de los individuos. G. Dalton y en menor medida M. Sahlins caen en este tipo de error. Dalton, cuya misién como investi- gador ha sido con mucha frecuencia desarrollar y banalizar lo que Polanyi habia dicho, expone con toda elaridad lo que nosotros esta- ‘mos criticando aqu{. «Un isleto trobiand —dice él—, aprende y si- ‘gue las reglas de la economia en su sociedad casi de la misma mane- ra que un americano sigue las reglas del lenguaje en la suya. Un americano nace dentro de una cultura anglo-hablante. De ninguna manera elige hablar inglés, porque no se le presenta una real alterna- tivay (G. Dalton 1971, p. 78). 8i se siguen estos prineipios no parece extrafio que este autor pueda llegar a afirmar que los campesinos no eligen ni toman decisiones en su comportamiento econdmico. Una cosa es afirmar la importancia de las insttuciones, de las reglas 0 de las pautas en las llamadas sociedades’primitivas, y otra muy dis- tinta es afirmar la correspondencia total entre la institucién como norma, la pauta y el comportamiento real; esto no sélo es falso sino estrictamente monstruoso. a segunda observacién de Polanyi tiene también un interés enor- me y creemos que de su recta inteleccién depende mucho la utilidad analitica de estos conceptos. «De todas maneras —afirma Polanyi—, 18 Jas formas de integracién no tepresentan estadios de desarrollo. No se implica secuencia de tiempo. Muchas formas subordinadas pue- den estar presentes al lado de la forma dominante que puede volver a reaparecer después de un eclipse temporal. Las sociedades tribales practican la reciprocidad y la redistribucién, mientras que las arcai- cas son predominantemente redistributivas aunque en ellas hasta cierto punto se da lugar también el intercambio, La reciprocidad que jue- ga un papel dominante en algunas comunidades melanesias parece como un trazo importante aunque subordinado en los imperios ar- caicos que tienen un cardcter redistributive, en donde el intercambio exterior (levado a cabo en base a regalos y contrarregalos) esté organi- zado en gran medida basdndose en la reciprocidad» (Polanyi 1957, p. 253). Como gran parte de la obra de Polanyi, el parrafo que acaba- mos de transcribir, y que representa una de sus ideas fundamentales, tiene un carécter bastante ambiguo. Por una parte se afirma, y ésta es una observacién bésica, que pueden coexistir perfectamente mas una forma de integracién econémica, de tal manera que se pued= hablar de una forma dominante y otras subordinadas. Cualguiera que sea el valor clasificatorio de este término, en. los imperios arcaicos la forma de integracién dominante es la redistribucién; al lado de ésta encontramos tn comercio exterior importante, dominado por tan- to hasta cierto punto por los principios del mereado, que se realiza en gran medida en base a dones y contradones y que por lo tanto se presenta como algo regido por las normas de reciprocidad. Esto plica siempre la coexistencia de diversas formas de integracién. Lo importante para el antropélogo seria descubrir cudl es ta forma do- minante y eudl es la articulacién entre unas formas y otras. Am- pliando un poco mas la observacién del autor, se puede afirmar tam- bién que estas formas de integracién estin compuestas de muchos elementos, algunos de tos cuales pueden estar presentes sin que lo estén los otros que constituyen e! conjunto. Otro aspetto importante es Ia posibilidad de que un elemento de una forma de integracién, © el conjunto de elementos que la constituyen, se enmascaren como tra forma distinta. En el caso al que se refiere Polanyi, el de los imperios areaicos, lo que parece estar presente en el comercio exte- rior es un mecanismo de estricto mercado que se presenta (sin que a esto se le pueda llamar enmascaramiento) bajo la forma de la reci- ptocidad. Mas adelante aparecerén casos importantes de este fe- némeno. » Hay una segunda observacién de Polanyi que puede parecer un poco mas dificil de aceptar. Sein esta afirmacién las formas de in- fegracién no representan estadios de desarrollo, Con ello parece que se quiere implicar que éstas no forman en su conjunto ningiin tipo de secuencia evolutiva. Sin embargo, esto se contradice con lo que el mismo pérrafo ya lo largo de su obra nuestro autor subrayaba continuamente, y ¢s que lo que é Hama las sociedades tribales y los imperios areaicos estan integrados en base a la reciprocidad y Ia re- distribuci6n, mientras que a partir del siglo x1x la forma bésica de integracin es el mercado. Esto implica una cierta secuencia evolutiva aunque de ninguna manera esto puede ser calificado de progreso. ‘Tambien hay que tener en cueata que no se trata de formas puras, sino, como decfamos antes, que las formas y los elementos que las constituyen pueden estar presentes a la vez y ésta es la razén por la cual Polanyi le niega sentico evolutivo. A pesar de ello, parece claro que sexiin las mismas ideas de Polanyi existe una cierta progre- siGn hist6rica entre unas formas y otras y que por supuesto se puede establecer, como. veremos, una secuencia evolutiva en base a estos conceptos clasificatorios. Lo més importante a tener en cuenta es que diversas formas de integracién coexisten continuamente. No se trata de procesos econé- micos y socioculturales que se excluyen mutuamente. En. la obra de Polanyi esté bastante claro peo no ocurre lo mismo con algunos de sus epigonos y esto ha llevado a algunos autores a rechazar de pla- no la clasificacién que aqui estamos exponiendo. Un investigador de la categoria de Thimoty Earle a‘irma lo siguiente: «La tipologia de Po- lanyi, hoy dia ya cldsica, de la reciprocidad, redistribucién inter- cambio de mercado se ha mostrado como muy dificil de aplicar des- de un punto analitico 0 quizés incluso imposible. Por ejemplo el sis- tema financiero redistributivo :el imperio inca estaba basado sobre una ideologia explicita de reciprocidad y el intereambio de mercado con mucha frecuencia esta ascciado con lazos de reciprocidad muy fuertes (Earle 1985, p. 376). Si se interpreta correctamente la posi- cién de Polanyi, no hay absolutamente ninguna contradiccién entre lo que él decia y lo que acabamos de ofr; es mas Polanyi dijo exacta- mente Jo mismo, s6lo que bastante antes. Las formas de integracion zo son excluyentes y por lo tanto habré que analizar la articulacién de unas formas con otras e, incluso me atreveria a decit, los pesos especificos de cada una de ellas en cada momento determinado. Esto 20 plantea problemas de operacionalizacién mayores que si se tratase de formas puras, pero el valor analitico y descriptivo es mucho mayor aunque se preste a una mayor confusién, Thimoty Farle esté plantean- do aguf dos problemas muy importantes. La posibilidad de que ura forma de integracién tal como la redistribucién se presente bajo a capa de una ideologia de reciprocidad. En este caso, un fendmeno como la redistribucién que, como veremos, perpetiia la desigualdad se en- ‘mascara bajo una ideologia igualitaria. Estos fenémenos de enmascara- miento son muy importantes y frecuentes, y hay que tenerlos en cuenta, La segunda observacién de Earle se basa en. los estudios de S. Mintz sobre algunos mereados de Haiti, en los que él afirma que tuna de las bases del mereado son los lazos de reciprocidad entre los vendedores, y los vendedores clientes. Esta asociacién entre diversas formas de integracién no tiene nada de extraiio pero es muy impor- {ante tenerlas en cuenta y comprender su estructura y articulacién, Incluso se da el caso bastante frecuente, del cual hablaremos mis adelante, de que a partir de una forma determinada de integraciéa, supongamos el mercado, se crean estructuras, formas de comporta- miento, asociaciones o instituciones basadas en formas totalmente dls- tintas de integracién como puede ser la reciprocidad. Si se tienen en cuenta estos elementos se puede comprender per- fectamente la variedad de posibles combinaciones de las diversas for- ‘mas de integracién as{ como su diversidad y también obviar un ecto bastante frecuente en la consideracién de las llamadas sociedades primitivas por parte de los sustantivistas y que nosotros hemos visto reflejado en una idea aplicada a los trobriand. Este error lo podtamos descubrir muy exactamente con una observacién muy aguda de Sch der. «En el pensamiento sociolégico existe una fuerte tendencia a con- siderar las gentes extrafias a nosotros en base a las reglas que usan para gobernar sus vidas, mientras que se consideran nuestras propias las como Ilenas de dinamismo y de opciones diversas. Esto es to- davia més claro: en cuanto se descubren regularidades en estas socie dades extrafias, répidamente se convierten en reglas» (K. L. Schnei der 1974, p. 153). Es evidente que esta tendencia existe, como si en las llamadas sociedades primitivas, el estudio de las regularidades, de las instituciones o de las mismas reglas (en el caso que existan) obviase la necesidad de estudiar el comportamiento concreto y las opciones abiertas a los actuantes. Este peligro puede agravarse si se ofrece una visién institucionalista de los procesos econdmicos, per, a in embargo, al tener en cuenta las posibles combinaciones de las diversas formas de integracién sociocultural, es necesario tener en cuenta Ia eleccién y las opciones abierias a los individuos. ‘Antes de pasar al andlisis concreto de cada una de estas formas de integracién, tenemos que discutir, aunque sea brevemente, sus ca- racteristicas generales, dado que la misma categoria de forma de inte- aracion ha sido sometida a una fuerte critica. Salisbury, en un articulo hoy ya clisico, critica duramente el concepto de forma de integra- jén. El afirma simplemente que redistribucién, reciprocidad o inter- cambio de mereado «no son términos que caracterizan economias enteras ni formas de integracién» (R. Salisbury, p. 480). Si con esta afirmacion se quiere decir que estas conceptos no re- presentan procesos socioculturales que se excluyen los unos a los otros ¥y que cada uno de ellos no caracteriza totalmente economias enteras, de tal manera que hubiera economias pura y exclusivamente recipro- cativas © redistributivas, entonces no podemos menos que estar de acuerdo con ella. Este tipo de interpretacién de las formas de inte- aracién como fenémenos rnutuamente excluyentes y que describen eco- nornias enteras no ha sido ofiecido més que por H. Codere en su articulo «Exchange and Display» en la Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, y seaiin nuestra manera de ver es una interpre- tacién bastante discutible. De acuerdo con Polanyi los conceptos de reciprocidad, de redistribucién 0 de intercambio de mercado no son tipos de economias sino mas bien modelos porque en cada econo- mia conereta puede haber elementos de los tres. Con esto se quiere decir que se trata de conceptos que poseen un conjunio de propie- dades que son vitiles para analizar més de un tipo de economfa. Por ejemplo, el concepto de redistribucién puede ser itil para analizar economias muy diversas. En economfas preindustriales cuyo nivel de evolucién politica se considera como una jefatura es probable que Ja redistribucién sea la forma cominante de integracién econémica, ‘mientras que en economias indastriales es posible que la redistribu- ci6n organice sectores de la economia tales como los de las organiza- ciones benéficas 0 de ciertas agencias gubernamentales. Teniendo esto en cuenta, y sobre todo preguntdndose claramente por los pesos especi- ficos o articulacién de las diversas formas de integraciOn econémica creemos que el concepto de forma de integracién es sumamente itl Una vez que hemos aclarado estos conceptos baisicos, queremos ofrecer un andlisis breve de caca una de estas formas para concen- 2 ‘trarnos ulteriormente en el andlisis del mercado, Para el andlisis de los procesos de reciprocidad nos basaremos en el resumen que oftece M. Sahlins, mientras que para el andlisis de la redistribucién nos fi- jaremos en algunas observaciones de P. Wheatley y para establecer posibles secuencias diacrOnicas entre unos fendmenos y otros, nos ‘basaremos en este wiltimo y David Harvey. Basdindose en observaciones de Malinowski, Mauss, Thurnwald y Polanyi, Sahlins ofrece una sintesis descriptiva de los procesos de reciprocidad, y de un modo mucho mas discutible ofrece tambign algunas observaciones sobre los fenémenos de redistribucién. De en- trada, queremos observar que el articulo de Sahlins tiene bastantes problemas de tipo conceptual que lo hacen mas que discutible. Sobre todo se nota en él una consideracién de las formas de integracién econdmica como si se tratase de compartimentos estancos y tambign a veces una excesiva fidelidad a ciertas posturas de Polanyi bastante dliscutibles (M. Sahlins 1965, pp. 139-236). Sablins reduce las formas de integracién econémica que aparecen en la tradicién etnogratica a dos tipos: la reciprocidad y a redistribucién. La reciprocidad, el movimiento mutuo de bienes entre dos personas © grupos, y la redis- tribucién, que estaria constituida por los movimientos centralizados de bienes que implican la recoleccién de los mismos en manos de ‘un miembro de la poblacién y el ulterior reparto entre los miembros de un grupo. Dentro de los procesos de reciprocidad se distinguen tres tipos: reciprocidad generalizada, que seria el extremo de solidaridad de las relaciones reciprocas, el puro regalo del que hablaba Malinowsky, Un segundo tipo es lo que podriamos llamar reciprocidad equivalente que seria un intercambio directo de bienes entre los que se da una equiva- lencia ¢ incluso un limite de tiempo, para devolverlos. El tercer tipo seria la reciprocidad negativa que consistiria en el intento de conse- guir algo por nada con impunidad. Este tipo de reciprocidad se mues- tra en fendmenos tan variopintos como el trueque, el regateo 0, en el otro extremo, el robo. Lo mas interesante de la interpretacién de Sahlins es que él establece una relacién entre los diversos tipos de re- ciprocidad y la estructura de la sociedad. La reciprocidad generaliza- da tiene lugar especialmente a nivel del grupo doméstico, la equiva- lente a nivel del linaje y de ta tribu y la negativa a nivel intertribal. Esta observacién se podia resumir de una manera mds clara afirmando 2B ‘que existe tna correlacién entre cercania en los lazos del parentesco y tipos de reviprocidad. Esta observacién se basa en el sentido co- ‘main y es bastante plausible en linea de méxima. Sin embargo, el problema se complica si prescirdimos de la reviprocidad generalizada ¥ nos fijamos en los otros dos tipos. Tanto la reciprocidad equivalen- te como la negativa son fendmenos que pueden ser estudiados con la misma exactitud, en base a siertos mecanismos del mercado y en este caso habria que preguntarse si realmente la reciprocidad equiva- lente con sus presupuestos igualitarios es algo mas que una ideologia ‘que enmascara fenémenos de desigualdad en la transaccién. Poco a poco se va acumulzndo evidencia etnogréfica que indica que el tipo de transacciones que aqui se han designado con el térmi- no de reciprocidad equivalente no son en la mayoria de los casos equivalentes y crean grandes conflietos, en cuanto que una parte in- tenta conseguir ventajas sobre la otra y en este sentido nos encontta. rfamos con el mercado en cuanto institucién ereada por la transfe- rencia de bienes entre muchas partes que establecen transacciones. Por otra parte, la idea de la correlacién entre la cereania en los lazos de parentesco y los divetsos tipos de reciprocidad, aunque es aceptable y de sentido comiin, representa el Mevar a término, mas que tna idea, un prejuicio siempre presente en la obra de Polanyi. Este autor reacciona muy fuertemente contra fa idea de Adam Smith en «The Wealth of Nations» segin la cual los origenes de la economia habria que buscarlos en la tendencia innata del hombre al inteream- bio, al trueque, etc. Como corrective a esta postura que ponfa la tendencia al intereambio dentro de lo mas profundo de la psique hu ‘mana, Polanyi trata de probar que el intercambio brota de las inst tuciones, ajenas a la constitucién psfquica del hombre. Pero lo que 5 mas llamativo es que este aulor considera el intercambio de bienes y el comercio como algo que se origina, no sélo fuera del individuo, sino fuera incluso de las sociedades que se estudian. En «faders and ‘Trade (Polanyi 1951, 1975, pp. 133-154), se afirma al principio del articulo que «desde un punto de vista institucional el intercambio es lun método de adquitir bienes que no se encuentran en el lugar. Es algo extemo al grupo... y termine el articulo con una proposicién en la que se afirma que «el origen externo del intercambio es clarisimo, el intercambio interno es en gran medida un derivado del externo». ‘Aunque se pueden dar algunas razones para apoyar esta teoria de Polanyi, yo estoy convencido que lo que més influia en esta pos- tura era su ataque a las posiciones de Adam Smith segin las cuales 4 se daba una tendencia innata al intercambio, al trueque ete... Como reaccién contra esto Polanyi afirma que el intercambio no sélo n0 rota de ciertas tendencias innatas del ser humano sino que es un fenémeno que brota fuera de la sociedad, es un fenémeno exdgeno alla fruto del contacto intersociedades. La observacién de Sahlias de que las diversas formas de reciprocidad estén en relacién directa con la cercania 0 Iejania de los lazos de parentesco nos parece un claro desarrollo del prejuicio polanyano. A pesar de las criticas que aqui hemos expuesto, el andlisis y clari- ficacién del concepto de reciprocidad, ofrecido por Sahlins, tiene un gran mérito y ha sido de una gran utilidad. No ocurre lo mismo con la clarificacién que oftece del concepto de redistribucién. En siltima instancia viene a afirmar Sahiins que la redistribucién «es tna organi- zaciOn de reciprocidades, un sistema de reciprocidades» (Sahlins 1965, p. M4). Puede darse el caso que la tendencia a buscar equivalencias es- tructurales le haya jugado una mala pasada a M. Sahlins en este caso, dado que segin nuestra manera de ver, tedstribucién y reciprocidad son fenémenos tan diferentes que tratar de decir que a un cierto ni- vel son lo mismo no sirve precisamente para clarificar las cosas. Para comprender lo que podiamos llamar el dinamismo existente entre las diversas formas de integraciOn econdmica vamos a oftecer dos ejemplos, uno de anilisis empirico y otro de andlisis mas tedrico que nos van a llevar a algunas consecuencias bastante insospechadas. El gran historiador Wheatley ha estado siempre preocupado por las transformaciones de un modo de integracién econémica hacia otro, por ejemplo el paso de reciprocidad o redistribucién. Nosotros va- mos a tomar como base el andlisis que él hace de estos procesos en el Sudeste Asidtico (1975, pp. 227-283). Basdndose en algunos ejem- plos, de Camboya especialmente, el autor llega a resultados franca- ‘mente interesantes. Hacia el principio de la era cristiana mercaderes indios cireulan con facilidad por los mares del Sudeste Asiitico inter- cambiando productos con las poblaciones situadas en algunos luga- res estratégicos. En doscientos aflos en muchas de esas zonas apare- cen auténticos reinos basados en las ideas politicas hindies y budistas. Desde un punto de vista arquitecténico esto trae unas consecuencias inmediatas: lo que aqut empieza a aparecer es la ciudadL-estado, el «ne- ‘gare, centrada sobre tuna nueva forma arquitecténica, el templo. Poco 4 poco la cabafia del jefe se convierte en el palacio, la casa de los 25 cspiritus en el templo, la pietira dl espiritn se convierte en el «lingam que se constituird como el simbolo del estado. Desde un punto de vista politico el jefe tribal se convierte en el rey divino de la mitolo- sia hinds, el shaman en brahman, el guerrero en ksatriya y los culti- vvadores en campesinos que tienen que pagar impuestos en especie para el sustento de la corte y dz los guerreros. Dicho de otra mane- 1a, asistimos al paso de una sociedad basada hasta cierto punto en la reciprocidad a una sociedad basada en el fenémeno de la redistri- bbucién. Basindose en algunos datos para Camboya, especialmente cl antiguo templo y ciudad de Kambugadesa en donde aparecen al- ‘gunas estclas en las que se explican estos fenémenos, Wheatley des- cribe perfectamente la situacién hacia el aflo 1186 de nuestra era. La situacion era la de una continua y masiva circulacién de bienes desde las aldeas hacia centros nodales dentro de un sistema de luga- res ceremoniales. En el caso de algunos bienes lo que se producia era un fiujo hacia el centro ceremonial en donde eran almacenados y posteriormente, y de una manera parcial, volvian hacia el campo; en otros casos no habia un flujo fisico sino inicamente un estableci- miento de los derechos de dominio sobre estos bienes. La redistribucién tal y como aqut aparece no tiene nada que ver con las caracteristicas de cardcter igualitario que Sahlins queria ver en ella. Se redistribuyen los bienes de una manera absolutamente estra- tificada en razén de la riqueze, el poder y el prestigio de los que las reciben. La redistribucién entre los «pobres y afligidos», es decir, entre Ia mayoria de la poblaciSn, era lo que podiamos llamar un acto de caridad o beneficiencia del principe en cuestién. La redistri- bucién es el sustento més claro de la estratificacién social, de tal ‘manera es asi que Wheatley busca, sin necesidad, 0 construye otra forma de integracién econémica, que baséndose en Smelser (1959, p. 179) él llama movitizacién. Esta forma de integracién consistiria en la canatizacién de los bienes hacia las personas encargadas de con- seguir fines colectivos para la scciedad tales como las obras puiblicas, templos, palacios, casa para peregrinos, etc... No nos parece necesa- rio recurrir a esta posible forma de integracién, todos esos elementos se pueden articular dentro de Ia forma redistributiva. De todas ma- neras, esta forma de interaccién que se llama redistribucién, siendo como es'un reflejo y sustento d> una agudisima estratificacién social lleva consigo también toda una ideologia. Como muy bien observa Weathy, «no seria exagerado considerar toda la economia del pats como tna gran oblacién para aslacar a los dioses del pantedn hindd 26 y de esta manera mantener la armonia entre el microcosmos y ma- 252), Es importante subrayar también que en este p1o- cceso de redistribucién uno de los factores fundamentales que fluyen hacia el centro no son bienes ni mereancias sino el trabajo de los artesanos, de los campesinos y de los soldados. En el andlisis que P. Wheatley hace de este fenémeno de redistr- bucién él es perfectamente consciente de que éste esté al lado de la re- ciprocidad y el mercado. Este tiltimo, aunque presente, no aparece casi ‘nunca en Ia literatura oficial, como si existiera un fenémeno de cen- sura debido a que la vulgaridad del mercado no lo hiciera digno de ser recogido por escrito en sinscrito. Este fenémeno de la.censura 0 ‘no aparicién del fenémeno del mercado en las fuentes de la literatura culta es algo que no aparece s6lo en las fuentes sdnscritas a las que ‘Wheatley hace alusién sino en otros casos bastante llamativos. Hay un libro fascinante de J. Le Goff (1980) en donde él demuestra cémo en la Europa medieval la Iglesia decidié borrar de sus escritos toda alusién a los asuntos de mercado a pesar de que sus miembros esia- ban muy profundamente implicados en ellos. En este sentido da la impresién de que la mentalidad anti-mercado de la que hablaba Cook aplicéndolo a Polanyi esté més extendida de lo que parece. Las ideas de P, Wheatley son absolutamente clarificadoras y se- agin nuestra manera de ver, representan la mejor descripcin y andl sis de la forma de integracién econémica lamada redistribucién. Sin embargo, el gran historiador no ofrece una teoria sobre el cambio de una forma de integracién a otra. En este momento parece impor- tante traer a colacién las ideas de David Harvey. Debido al parro- quialismo cientifico de los antropélogos —fenémeno por otra parte frecuente en muchas otras disciplinas— ni Harvey ni Wheatley son autores muy utilizados para el andlisis de los problemas que ahora estamos planteando, a pesar de que nosotros creemos que son fun- damentales en la explicacién’ de estas formas de integracién. David Harvey (1973, pp. 195-284), toma muchas ideas de P, Wheat- ley y de Morton Fried, y a partir de ello, ofrece una interpretacién procesual de los tres tipos de integracién econémica a los que nos estamos refiriendo, Como es Iégico, Harvey aplica su andlisis a los fenémenos del urbanismo y el tipo de interpretacién que ofrece es basicamente marxista. Este desarrollo tiene una enorme importan ‘como veremos. Harvey afirma con razén que el concepto de modo 7 de produccién es demasiado arplio para comprender de una manera ‘concreta las relaciones entre sociedad y urbanismo y que un concep- to muy titi puede ser el de modo de integracién econémica de Po- lanyi 0 lo que Wheatley llamata modo de integracién social, politica yy econdmica. Estos modos son la reciprocicad, la redistribucién y el ‘mereado que irfan asociados a Jo que en el esquema de evolucién de la sociedad politica oftecida por M. Fried (1967) serian las sociedades, igualitarias, sociedades con rarking internos y sociedades estratifica- das, Aunque la coincidencia entre los modos 0 formas de integracién ‘econémica y los estadios evolutivos de la sociedad politica no es nunca pperfecta, es cierto que se puede buscar una correspondencia clara en- tre sociedades igualitarias y reviprocidad, sociedades con ranking in- ternos y redistribucién, y sociedades estratificadas y mercado, No slo ‘Morton Fried o David Harvey lo interpretan asi, sino también la. ma- yoria de los arqueslogos. Si esto es asi, y si tratamos de analizar los fenémenos en su conjunto, es decir, los fenémenos econémicos {junto con los fenémenos sociaies o politicos, entonces nos encontra- ‘mos en una situacién parecida a la que P. Wheatley describe con respecto al feudalismo, «La sociedad feudal —dice— no se puede ccategorizar a partir de un tinico concepto inclusivo. El feudalismo como tipo ideal no se realiza en ninguna sociedad particular que se llame feudal. La sociedad. feudal debe ser considerada como un modo de integracién social, politica y econdmica dentro del cual se subsu- me un conjunto de variables; (Wheatley 1971, p. 121), Lo mismo ue en el caso del concepto de feudalismo, en el caso de las formas dd integracién econémica que aqui estamos considerando hay que te- net en cuenta los fendmenos de tipo social, politico 0 religioso que las acompaiian. Esto es lo que tiene en cuenta D. Harvey cuando estableve una cierta explicacion de la secuencia evolutiva entre estas formas. Las posibles sociedades igualitarias se caracterizan por la sim- ple reproduccién o repeticién de los procesos a la misma scala. El paso de la reciprocidad a la redistribucién seria el paso de la. repro- duccidn simple a la reproduccién extendida, Para que este tipo de reproduccién se imponga, se requiere 1o que Marx y Rosa Luxem- burgo llamaban la. acumulacién primitiva Nosotros creemos que la descripcién més perfecta de lo que seria la acumulacién’primitiva seria la descripcién de los procesos de redistribucién en Kambujade- sa realizada por Wheatley. La acumulacién primitiva implica la apro- piacién de bienes por parte de un centro o de un grupo dominante; también puede aparecer la apropiacién de la fuerza de trabajo, para 28 ast obtener un excedente que puede ser invertido en ta reproduc extendida. El ejemplo de los procesos de movilizacién en Kambuja- desa, antes descrito, puede ser un ejemplo clarisimo de este proceso. Este proceso de acumulacién primitiva seria to que Marx llama «el proceso histérico del divorcio entre el productor y los medios de pro- duccién, Esta acumulacién primitiva en un primer momento pucce estar dominada por el proceso de redistribucidn, pero contiene den- tro de ella misma las semillas de la estratificacién y del intercambio del meteado, Desde este punto de vista, la redistribucién no es nun- ca un proceso 0 una forma de integracién que puede ser reducida a la reciprocidad como diria Sabiins, sino mds bien todo lo contra- rio, es una forma que tiende directamente hacia el mercado y a ci tas formas de estricta estratificacién. El paso de reciprocidad a redis- tribucién implica la coneentracién de excedentes en pocas manos y también en pocos lugares; en este sentido se puede afirmar que este ‘paso es fundamental para ta aparicién del urbanismo. Pero a noso- ‘ros nos interesa sobre todo este proceso de la concentracién en po- ‘e0s lugares 0 manos, que en iiltima instancia es la acumulacién pri- mitiva de Marx o lo que los arqueélogos y ge6grafos actuales Haman la centralidad. Tomando la centralidad como criterio, 0 la existencia de un lugar central en donde los bienes se recogen y redistribuyen, podemos decir con C. Renfrew que «el intercambio de mercado puz- de ser considerado como un fendmeno de redistribucién con disocia- cién de la autoridad central de ta transaccién material», en cuanto que «el intercambio de mercado, visto en términos espaciales no se diferencia de la redistribucién» (Renfrew 1975, pp. 10 y 11), La razén para esta afirmacién estd en que las dos formas de integracién tien- den a la centralidad 0 a lo que podiamos llamar lugar 0 lugares cen- trales. El fenémeno de la centralidad espacial, como veremos, no #3 algo irrelevant desde el punto de vista politico y econdmico en cuan'o que, como més adelante veremos, la desigualdad y estratificacion tie- hen mucho que ver con este fenémeno. Las relaciones entre mercado y estratificaci6n son enormemente claras. La estratificacién implica lo que Fried lamaba acceso dife- rencial a los recursos basicos que sustentan la vida, y el mercado es la insttucién que permite de tuna manera més clara la escasez como base de la economia misma. Aunque, como decfamos, la forma de integracién que llamamos redistribucion se acerca bastante al inter- cambio de mercado, hay una diferencia clara entre las dos formas 29 ‘que se resumirian perfectaments en una famosa idea de Marx en los Grundisse; lo que cambia de la reciprocidad y redistribucién con res- pecto al intercambio de mercado es la transformacién desde un esta- do de dependencia personal a un estado de dependencia material. En este sentido el individuo se hace libre de esa dependencia personal pero empieza a ser controlado 9or los mecanismos del mercado. La ejemplificacién més perfecta de los sistemas de intercambio de mercado habrfa que buscarla en la constitucién de la ciudad en el mundo capitalista. Se trata de una ciudad absolutamente dominada ppor los mecanismos del mereadc, pero como muy bien nota D. Harvey, la forma de integracién que constituye el mercado no funciona de ‘una manera quimicamente pura sino que «de la misma manera que la-redistribucién y las sociedades con ranking han sido reconstituidas cn la sociedad capitalista, de la misma manera la reciprocidad ha aparecido de una forma nueva como una fuerza que compensa el proceso deshumanizador del mercado» (D. Harvey 1973, p. 281). La economia del espacio wibano esté llena de ordenaciones cuasi jerdrquicas que no tienen nada que ver con la economia de ta socie- dad y sf mucho con el estatus o prestigio de la gente. El mismo cen- tro de la ciudad a veces se coavierte en un lugar de prestivio o de status sin que esto tenga nada que ver con la economia del espacio. Estos aspectos de las ciudades contempordneas se parecen mucho a lo que Wheatley decfa de las ciudades redistributivas en China (Wheatley 1971). Con respecto a la reciprocidad, es éste un aspecto que se re- constituye dentro de la sociedaci capitalsta, Los aspectos de recipro- cidad aparecen en las comunidades de los barrios, en los sindicatos, tas formas de organizacién religiosa, etc. «La reciprocidad y la redistribucién son modos antiguos y bien rodados de integracién econémica. Lejos de set abandonados con la penetracién del mercado en todos los aspectos de la vida esas formas antiguas de integracién econdmica y las formas sociales con las que estén asociadas se han adoptado de tal manera que juegan papeles ‘nuevos y significantes» (D. Harvey 1973, p. 283), Tenemos aqui lo que, segtin nuestra manera de ver, es la explicacion y aclaracién mas perfecta de la dindmica que Polanyi ya habia planteado hace tiempo. ‘Con estas observaciones hemos establecido claramente el contex- to dentro del cual se puede plantear con claridad la evolucién de 30 las ideas sobre el mercado que es exactamente lo que vamos a hacer a continuacién. Sin embargo, antes de pasar adelante hay algunas ob- jeciones que habran podido saltar a la vista del lector con la simple lectura de las Hineas que acabamos de ofrecer. En primer lugar, puede amar la atencién la interpretacién «excesivamente marxista» de Po- lanyi y de las formas de integracién econémica que hemos oftecido al final de nuestro tratamiento del problema. De hecho, historicamente, Polanyi fue recibido y desarrollado bastante por algunos antropélo- ‘gos econdémicos marxistas franceses, en algunos casos desarrollando sus ideas, y en otros, copiando sin més sin llegar a citarlo mucho Sin embargo habia algunos epfgonos de Polanyi que de ninguna ma- nera estarian de acuerdo con esta interpretacién que hemos oftecida. Dalton, por ejemplo, que se ha convertido no s6lo en el celoso de- tentor del «dogma polanyiano» sino también en uno de los investi- gadores mas reaccionarios de la antropologia mundial, lo cual ya es decir, afirmara que «es claro que las diferencias entre Marx y Polanyi son mucho mas importantes que sus semejanzas. Son dos autores que representan paradigmas rivales (contradictorios, divergentes, ab lernativos) 0 sistemas tedricos divergentes (G. Dalton 1981, p. 75). Siguiendo las ideas de Humphreys (1969), Rhoda Halperin oftece una postura mucho més matizada que a nosotros nos parece bastante con- vincente. Segiin esta autora, lo que ella llama el paradigma institu cional en antropologia econémica, y que seria el tipo de anélisis qi toma las instituciones, y no los individuos, como las claves del andli- sis econdmico, se origina en Marx, y Polanyi es uno de los continua- dores. Polanyi enmascara su marxismo, debido precisamente al con- texto en el cual él escribe, que cs la universidad americana, en concreto, Columbia University en los afios cuarenta y cincuenta, en donde «el mantenimiento del puesto de trabajo casi exigia que ¢l marxismo se cubriese con una terminologia no marxista, en pocas palabras, en- ‘mascarar el marxismo» (Halperin 1984, p. 249). El estilo confuso, contradictorio y complicado de Polanyi se deberia a este enmascara- miento. Por tomar \inicamente dos elementos. La misma definiciéa de economia que Polanyi ofrece tiene grandes reminiscencias de c2- réoter marxista, «La economia substantiva hay que considerarla como constituida por dos niveles: una es la interaccién del hombre con el entorno ¥ el otro es la institucionalizacién de este proceso» (Polanyi 1977, p. 31). Sin duda alguna que no es nada dificil ver aqui refleja- da la distincién marxista entre las fuerzas y relaciones de produc- cidn, La misma idea de la insercién o engastamiento de lo econém- 3

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