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El espiritu del Capitalismo EL AUTOR Nacié en Chivileoy, Provincia de Buenos Aires (Argentina), el 1° de ene- ro de 191%. Hizo sus primeros estudios en esa ciudad y una vez terminada el bachillerato, comienza un largo periods turistiéo que culmina con su.arci- bo a la ciudad de Mendoza en el mes dé marag de 1944, donde se inscribe come alucnno én La Facultad de Filosofla y Letras, Alli tuvo oportunidad de conocer a Guide Soaje Ramos que lo introduja en el tomisma, y a Alberto Falcionelli que le enseié muchisimas cosas, La artistad de estos dos profe- sores constituyen el mejor recuerdo de sus afios estudiantiles y a ellos les de— ‘be la oportunidad de afienzar su vocaciin por la historia y la filosofia, Luego del indispensable periplo par las cdtedras de los colegios secun- darias, ingresa como Profesor de Historia de las Ideas Antigugs y Medieva- fes en la Escuela de Estudios Politicos y Sociales de Mendoza, catedra de la que se jubilé en 1993; dos aiios mas tarde fur conteatado por la Facultad de Filosofia y Letras de Mendo2a, como profesor de Btica Social hasta 1993, Tiene publicados numerosos libros en importantes editoriales de la Argenti- na, y ha colaborado en codas las revistas que sustentan ef ideario trediciona- lista al que adhiere. OBRAS DEL AUTOR PUBLICADAS POR EDICIONGS NUEVA HISPANLDAD: + Mauraas ¥ La AccION FRANCESA FRENTE A La TIP Reropiica, 2000. * EL ULTIMG SENG DE GERONCE Y OTRAS FICCIONES, 2001, * LA ARCILLA ¥. EL HIERRO, 2002. + La REVOLUCION FRANCESA, 2" ed., 2002. * EL eSPiZITU DEL CAPITALISMA, 2008, OBRAS DEL AUTOR EN PREPARATION: . * La Luz QUE VIENE DEL NORTE. RUBEN CALDERON BOUCHET ~ EL ESPIRITU DEL CAPITALISMO Préloge de Miguel Ayuse- Nueva im ispanidad AXcadémica Buenos Aires - Santander Heoho ef depdsito que ordena la ley Buanos Aires ~ gglubre de 2508 {Umprcso onda Argentina) © Ediciones Nueva Hispanidad; 2008 Wie siz: wwenuevahispanidad.com Jujuy 313 PB" 1083 - Ciudad Auténoma de Buenos Aires RepOblica Argentina TE: [054] 4932 4908 E-MAIL: éditorial@inuevahispanidad.com Realhizacién de interior y tapa: FELIX DELLA Costa Tlustracién de tapa: FT prestamista y su musjér (eetatie). de Quentin Metsys. Amberes, 1514. Geo sobre-tabla. Calderon Bouchet, Rubén EL espiritu del capitalismo. - 1a ed. » Buenos Aires : Nueva Hispanidad. 2008. 504 pj Zix 15 om, - (Académica) ISBN 978-987-1036-46-2 |, Filogoffa de la Historia. [. Titulo CDD 301 Minguna parte de asta publicacidn, incluido ef diseRo de ta cubierta, pi ide ser reproducida, almaceneda o transmitida en manera aipuna re por ningin medio, ya sea eldeirico, quimico, mecdnico, dplica, de grabacién o de forocopia, sin permiso previo del editar. PR6LOGO yez, de testimoniar a don Rubén Calderon mi admi- racién y afacto. Permitaseme ahora, que se me ce- clama con amistosa premura un prélogo (que tanto me honra} para un libro tan rico ¥ complejo como el presente, recordar sé- lo algunas de las claves desenvueltas en el escrito que le ofreci con ocasién de su nonagésimo cumpleafios, estampado A Ia luz de un dgape cordial, H: tenido en ef pasado ocasién pustosa, y més de una La primera radica en su pertenencia por derecho propic a la éstirpe de los tradicionalistas hispdnicos. Pese a la apariencia de su proximidad al tradicionalismo francés, que conoce bien y por el que tiene simpatias, pero al que espiritualmente no se adscribe. Y pese a ciertos juicios también en apariencia com- placientes con log fascismos, pero que rechaza er el fondo cons: ciente de su modemismo y estatismo revolucionarios. En este ensayo, si bien ratione materiag el mundo hispdnico esté ausen- te, probablemente por su puesto ancilar en el universo revolu- cionario al que viene referido, tambien podemos hallar algunos i rastros que avalan la ubicacién en tal surco intelectual y que no es dable elencar aqui. La segunda, a continuacién, tiene que ver con su condicién de historiador con pdipite filosdfico. En efecto, e] campo que ha labrado con empefto y en ef que ha obtenido cosechas genero- sases el de la historia del pensamiento politico, Sin embargo su historia es una historia que da razén de las cosas humanas y que rastrea la providencia divina, evidenciando cémo la com- prensidn de la historia en unas categorias metafisicas no puede agotarse con una filosofia de la historia, siempre necesaria- mente idealista, sino que constitutivamente ha de abrirse a fa teologia de la historia. También vamos a encontrar en las pagi- NaS que siguen comprobacién del aserto. Ha sido un lugar comin del pensamiento tradicionalista, tradicional o reactionario (que no son lo mismo, claro esta, pe- ro que en esto coinciden} subrayar ia progenie protestante de la tevolucién polftica del ochocientos y de la soclal del novecien- tos. Pero, sin dejar de resultar lo anterior acertado, en puridad pudiera extenderse a todo el despliegue de lo que {en sentido no cronclégico sino axinligics) se ha dado en jlamar la “mo- dernidad”: el Estado, “Europa”, ia secularizacién o el capitalis- Ino serian, asi, sus productos tespectivamente en los dmbitos institucional, de civilizacidn, ideoldgico o econdmico. El querido amigo y maestro mendocino, en este ensayo vie- ie a tematizar precisamente esa conexidn a partir de la consta- tacién de que el capitalismo fue siempre ajeno, come una suer- te cle cuerpo extrafio, a las expresiones culturales inspiradas.y sostenidas genuinamente por la Iglesia Catélica. Destaca don Rubén, ya en las primeras lineas, y desde e] angulo de la histo- Tia de las ideas peliticas, dos ejes mayores: de un lado, la ob- servacién de hasta qué punto el ataque a la Iglesia comé-insti- tucién ha favorecido e] espiritu de lucro que daba aliéntb, al capitalise; de otro, la influencia positiva que Ja moral calvi- nista (y aqui es imposible no recordar los trabajos de Max We- ber y Wermer Sombart} imprimié a su desarrollo. Al tiempo que declara cémo contrae su examen precisamente al “espiti- tu” del capitalismo, en relacién con la tendencia (manifestada con tenacidad a lo large el siglo XIX) “de ver en la economia una fuerza redentora capaz de provocar el advenimiento de un nuevo hombre y, por lo tanto, de un orden social que f fuere la téplica, en este mundo, del Reino de Dias”. Ojeando el indice u hoyeando sus paginas se descubre con fa- cilidad que estamos ante una historia, desde las anteriores cla- ves, de las ideas politicas del siglo XIX. Historia que, como nos tiene habituados su autor, conjuga magistralmente en cuanto a su concepcidn los grandes trazos con los analisis puntillistas y, en Jo que toca el estilo, Ja desenvoltura impresionista con un re- alismo por veces casi fotografieo, Tedo adobado con una cultu- ra tan amplia como bien sazonada, y presentado con rigor e iro- nia al tempo. Otra piedra sillar, pues, extraida con la facilidad acostumbrada de la cantera de don Rubén Calderdn Bouchet. Miguel Ayuso I EL EspigiTU DEL CAPITALISMO EL TRASEQNDO RELIGIOSO. cuente entre los historiadores y socidloges de la eco- nomia asociar el capitalismo con ciertas formas de la religién protestante. No importa para la cuesticn que el capita- lismo haya nacido en tierras italianas y con bastante anteriori- dad a la ruptura del sistema religioso en el siglo XVI Como fe- némeno social originade y crecido en el munde catélico, fue siempre ajeno a Jas expresiones culturales inspiradas y sosteni- das por la Iglesia Catélica. Era un cuerpo extrafio y si se quiere una marifestacion econémica poce afin al espfirita de pobreza animado por la ética cristiana.* A partir de los trabajos de Weber y Sombart es fre- 1.- WEBER, MAX, Le élime protestante y al espiritu del cxpitalisme, Ed. Peninsula, Barcelona 1999. 11 La relacién con el protestantismo ofrece dos aspectos que 2} historiador de las ideas politicas debe distinguir para apreciar con rigor los diferentes matices del problema. El primero de ellos consiste en observar-en qué medida el ataque a la Iglesia como institucién favorecia el auge del espiritu de lucro que da- ba aliento al capitalismo. El segundo requiere advertir lo que Weber y Sombart vieron con tanta penetracién: la influencia positiva que la moral calvinista imprimié al desarrello del es- piritu capitalista.* No insistiré en un tema que ha sido desarrollado con la de- bida amplitud en algunos trabajos anteriores. Me limitaré, en esta oportunidad, a examinar dos earas del problema suscitado por el capitalismo, que no se ha tratado con anterioridad: el es- piritu del capitalismo y la. tendencia, tenazmente manifestada en el siglo XIX de ver en la economia una fuerza redentora ca- paz de provocar el advenimiento de un nuevo hombre y, por lo tanto, de un orden social que fuere Ja réplica, en. este mundo, del Reino de Dios.* Eduardo Spranger, en su libro Formas de Vida desarrolld, con latitud suficiente, las diversas tipclogias espirituales que naci- ani de las preferencias valorativas, cuando éstas adquirian pna energia suficiente como para polarizar toda la actividad de un hombre. Sin aceptar sus conclusiones, ni su particular manera de resolver el problema antropolégico, destacamos un pensa- miento que ha servido de guia a nuestra interpretacién de la historia: el rambo tamado por la civilizacién latina a partir de la Edad Moderna esta determinado por el relieve axioldgico marcado por la economia capitalista. El ritmo y la orientacién que siguen las otras expresiones de la cultura a lo larga de este 2. Ibid. Wa parte: “La ética profesional del protestantismoa ascética”. 3 Desarrolié este tema con mds extensién en mi Ybro: La Ruplure del Sistema Re- Higiosa en cl siglo XVI. Ver también GOETZ BRIEF: ~Attente de Sakut et Collectivisme”, Lat Table Ronde NW? 151-152, 7? periodo histérico estan sellados por la preocupacién cada vez mds absorbente de la economia.' ‘ En los umbratles de un estudio sobre el sigic XIX coriviene fi- jar un punto, que a nuestro criterio, no ha side visto por ellmar- xismo, ni por quienes discuten su maierialismo colocdndose en. un punto de mira espiritualista. El marxiamo, de inspiracién ra- dicalmente burguesa, ha visto al hombre en su calidad de ductor consumidor, sin advertir que atin en los Limites estrechos de su exclusiva actividad econémica, obra fundamentalmente como un ser dotada de espiritu. La razén es el fundamento de $US proyectos y de su organizacidn econdédmica del mundo. Sin. razon no habria economiz, parque no habria un sujeto para ol sar en la realidad como en una materia moldeable. Se puede objetar, desde un punto de mira estrictamente ma- terialista y dialéctico, que la raz6n ¢s, en alguna medida, una actividad impuesta por las necesidades fisicas de la accién, pa ra que el hombre logre superarlas y satisfacerlas adecuando su existencia a un espacio dominado por una racionalidad econo- micista. Esta objecién puede ser admitida a titulo provisorio y con el solo propésito de mantener la discusién en un terreno transitable por ambos interlocutores; queda por demostrar en- tonces, ia existencia de una disposicion instintiva afectada por una inseguridad tan profunda con respecto 4 su propia finali- dad. Reconozco que los marxistas no suelen hilar demasiado fino en el cafiamazo de sus razones y reserve para un tratamiento posterior las criticas que se me puedan ocurrir con respecte a las contradicciones del materialismo dialéctico considerado co- mo explicacién del hombre y del universo. Por ahora insisto en un hecho: El mundo burgués esté espiritualmente orientado bs SPRANGER, Bauardo, Formas de Vida, “Revista de Occidente”, Madrid 1935, Pp les y 5B, 13 por una sobrevaloracién de lo econdémico que impone un sello deformante a Jas otras actividades de] eapiritu. Este caracter de la burguesia fue observado por Marx y en ét nacié el propésite de convertirlo en una fuerza religiosa capaz de cambiar el individualisme econdémico burgudés en un cole: tivismo econémice comunista.* Quienes combaten la concepcién marxista de la historia y buscan una explicacién que dé cuenta de la primacta del espi- ritu, procuran interpretar nuestra época apelando al arsenal de ideas que la burguesfa iluminista sembrd por todo el mundo con la finalidad de derribar los fundamentos espirituales del Antiguo Régimen. Estas construcciones ideolégicas curnplie- ron con eficacia su funcién demoledora y en alguna medida, in- fluyeron también en el asentamiento de fa burguesia como cla- se dirigenté de la nueva sociedad nacida bajo su influencia. Cuande se trata de explicar los acontecimientos de nuestra pro- pia época, no se puede despreciar el aporte de esas ideas, ni le enorme importancia que tuvieron en la formacién de la con- ciencia del hambre actual. Pero ocarre que tales sistemas ideo- légicos han sido fabricados por un hombre que, en su espiri- tualidad, obedece a un contexto de motivaciones inspiradas por su disposicign valorativa fundamental. Basta examiinar un momento las diferentes ideologias naci- das con anterioridad y con posterioridad a la revolucién fran- cesa, para advertir en todas ellas el sella axiclégico del econo- fnicismo, su pertinaz tendencia a concebir la realidad humana como algo otrecido al hombre para la satisfaccién de sus apeti- tos y paza el dominio de su concupiscencia. La prelacta de Jo espiritual no queda negada por la dencta- cién de esta preferencia, porque ella explica, con Ia claridad su- ficiente, que se trata de un determinismo inypuesto por una op= ae MARX, Karl, EI Manifiesto Comunisia. Ver DE LUBAC, fienri, Le Dravve de I'- i Ferre Athéy, Editions Spes 144, 14 chin que comenzé por ser libre, pero que luego, como toda pre- ferencia Nevada contra el consejo de la sabiduria, hasta sus al- timas consecuencias, impuso su propia dialéctica a todas las veleidades libertarias que pudieron crecer en su derroterc. -El pzoceso de laicizacién sufride por Ja cultura, la indepen- dencia cada dia mas marcada de sus expréesiones espirituales, no ha pedido borzar totalmente el trasfondo religiose del cris- tianismo. Se puede afirmar, contra las apariencias, que si se ras- trea bien se advierte, en los movimientos espirituales contem- pordrieos al capitalismo, el sello deformado de sus origenes cristianos, Considezemos brevemente este trasfondo en el pensamien- to de Proudion y sin hacer decir a los textos lo que no dicen, podremos advertir sus preocupaciones religiosas en el rigor de un sisterna que se declara, quizd demasiado enfaticamente, an- ti teista.* Para quien observa el movimiento de la civilizacién, —solia detir Proudhon— el progreso aparece como una inmensa ca- dena diajéctica, cuyas articulaciones son las reveluciones. Estas revoluciones “son [as expresiones sucesivas de la justicia en la humanidad”. Son también crisis de crecimiento pero en orden a un designio que tiende a instalar Ja justicia definitiva. De es- te modo y de acuerdo con tal orientacién, la revofucién es un proceso “innato y eterno” como la misma nocién de derecho y tiende a realizar la naturaleza social del hombre. En esta perspectiva Jesiis es un revolicionario, el primero que proclamé la igualdad de los hombres ante Digs y a quien suceden Descartes los reformadores protestantes, con la pro- clamacién de esa misma igualdad, pero ahora ante la raz6n hu- mana. Falta una diltima etapa para coronar este esfuerzo justi- —— 6+ FROUDHON, Joseph, Pinilosophir de ta Mite, clté par De Lubac, Prowdhen at de Chrristionisme, Ed. duSewil, Paris 1944, p. 142, Bn ou libro Miseria de ia Filesofi, Mara lleva un ateque cerrado contra Proudhon a quien aqusa de no haber ido nada de la Mlosatia de Hegel. 15 clero y proclamatr la igualdad de loz hombres ante las riquezas y los bienes que hacen al bienestar econdémico. En su Philosopiie de la Misdve, tan mal tratado por Marx, da cuenta de este trasfondo religioso que acompafia al espiritu econémice y convierte Ja evolucién de la Iwmanidad en una marcha incansable hacia el paraiso perdido, gracias al esfuerzo convergente de la técnica y la justicia distributiva: “Ea sociedad o el ser colective, 9¢ distingue del individu por Su espontaneidad de acciéa, dicho de otra manera. por el instinto... El eutablecinignte de Las monarquias y de las reptiblicas, Ia distincin de lag castas, lag instituciones judiciales, etc., son otras tantas manifeata- clones de la espontaneidad social, de Ja que es mds Fécil denotar loa efactas que conocer los principios... Todo ef esfuerzo de aquetlos que siguiendo a Bossuet, Vieo, Herder, Hegel, se han aplicade a Ja filoso- dia de la historia, han constatado Ja presencia de wn destino providen- cial que preside todos los movimientos del hombre... Esta facultad ehisteriosa, intultiva y por asf decitlc supra social, poco o nada sensl- ble én Jas personas pero que planea sobre Ja humanidad como un ge- nid inapirador, es el hecho primordial de toda psicologia*, “Ahora blen. a diferencia de todas tas otras especies animales, et hombre tiene el privllegio de percitir y de sefalar a su propio pen- samiento el ingtinto o el fatum que lo guia. El primer movimiento del Agaubre, maravillado y penetrado por el entusiasme.o saple diving, es adorar Ja invisible Providencia de 1a que $e siente depender y a la que Hara Dies”, La lucha entre Dios y ef hombre tiene su sclucién en la tie- rra, El reinado de la justicia se cumple con la equitativa distri- bucién de los bienes terrenales, En este propdsito Proudhon, tevelucionario y anarquista, no difiere, fundarnentalmente, del persarniento capitalista, a no ser en esa generosa distribuctén que hace de los bienes ajenos y que los “felices poseedores” consideran equitative mantener en stig propias manos para evi- tar despilfarros anti econdmicos. 14 La idea del progreso tan ostensiblemente presentada a lo lar- go del siglo. XIX, esta fntimamente relacionada con ia esjatologia de la felicidad eterna. El hombre contemporaneo a la explosién industrial se siente el habitante privilegiado de un mundo que poco a poco le revela sus secretos y le permite un dominio de la Tealidad que ierminaré por ponerio en posesién pienz de sug ri- quezas mds ccultas. Un modesto acontecimiento relacionado con el adelanto téc- nico, la inauguraci6n del ferrocarril entte Liverpool y Man- chester, autorizé a Southey a publicar su Sir Thomas Moro or Co- Hoquies on the progress of Society. Alli expresd, con la claridad requerida, ese fondo de optimisme econdmice zeligioso tan U- pico del auge capitalista: “EL vapor —eseribe— gobernaré al munda y ya lo esté estre- meciendo antes de haber establecicto su poder... el munde sontinuard. mejorando del mismo modo que ha progresado continuamente hast ahora; el progzeso del saber y Ia difusién ded cristianismo traerdn, 3] fi- nal, cuando Jos hombres sean cristianos en realidad ¥ 00 sdio nori- natmente, algo semejante ¢ ese estado de Utopia com que tanto han se fade los filésofos”.? John Bury, que en su estudio sobre La idea def progreso cita es- te paérrafo de Southey, afiade por au cuenta que esta afirmacién tiene las cautelas de un autor empeftade en armonizar el pro- greso con fa vieja conciencia cristiana de la predicacién mun- dial del Evangelio. Otro caso semejante es el de Hamilton en su Progress of Society, donde también expresa una idea del progre- 50 en nada reflida con la fe protestante. *“Lacreencia en la perfectibitidad de la naturaleza humana —nos dice— y en el logro de una edad. dorada en Ja que no haya sitio para el 7~ BURY, fohn, La idee del Progreso, Aliana Editorial. Madeict 1971, p. 198 y 5s. 17 vicig ¥ la miserta, solamente podré ser imaginad2 por wa fandtico; pero ja awvestigackin sobre los medios de mejorar nuestra felicidad es com- patible con la razn y por ende e9 ef tema mds estrictamente Iumano qué pueda ceuipar nuestra mente”.* -Algo menos escueto, Victor Hugo escribid imnumerables versos para exaltar el progreso, en Jos que su uncidn religiosa esti directamente inspirada en su confianza en ef mundo. “Hors de ta pesartenr, c'est laveniz fornde; est la destin de Vhomane a la fin évadd; Qai lave l'ancre et sort de lombre”. El Principe Alberto, consorte de Ja Reina Victoria de Ingla- terra, a] inaugurar la exposicién de 1851, se hace eco de este trasfonde de religiosa fe en el progreso, cuando habla de sus esperanzas puestas en la era que se inicla y de cuyas realiza- ciones ja industria de Inglaterra es un fie] exponente. “Nadie que haya prestado atencién a Ins rasgos peculiares de lo era presente dudard, of siquiera an instante, que estamos viviendo wa perfodo de transformaciones maravillosas que tienden a realizar s&pidamente aquella gran finalidad a ja que apunta toda la historia: la vealizackin de fa unidad humana. las distancias que separaban las diferentes naciones y partes del mundo estin desaparecigndo ripida- ‘mente ante les invenciones modemas y podenus atravesarias can in- creible rapidez; Sas lenguas de todas las naciones se conocen ¥ su use esta al alcance de todos; el pensamiento s¢ comunica con la rapidez & insluse con el poder de fa luz. De otro lado el gran prindpio de la di- visién det trabajo qué puede ser entendido como el motor de Ja civili- zacion, 32 esd extendiendo a todas las ramas de Jas clenclas, la indus- trig y el arte... Senores, Ja exposicidn de este afro 185] ha de ser una 18 prueba y una plasmadin viviente del punto de desarrollo a que ha Te- Gado ba humanidad en su gran tarea, ag! como ut nuevS panto de par- tida desde at que todas las naciones podrén divigir sus esftierzos futu- ros"? Era ervel pais de Bacon y de Newton dorde estas ideas en- contraban su expresién mas adecuada, tanto en el terreno de la tetérica como en el de los hechos. Fe en el hombre y en su in- genio para asegurar su porvenir en la tierra; esperanza en el fu- ture y un amor a la especie que asume, para el caso Las caracte- risticas de wna simpatia estrictamente comercial, pero que alcanza, gracias 4 los medios de comunicacién, una extensién cdésmica. Los ingleses de esa época tenfan el gusto de adobar sug manufachiras con algunos salmos adecuados, para no per- der totalmente su vinculacién con ambos Testamentas. Los aspectos sérdidos de la primeza explosién industrial: la miseria obrera, la horripilante fealdad de las villas suburbanas, el crecimiento de la delincuencia y la prostitucién, no destrul- an el cardcter optimista conque los hombres del siglo XIX mi- raban el futuro. Cuando Hegue el momento de explorar el sub- mundo de a pobreza, se encontrard el prestigio de la dialéctica para hacer que toda esa negacién de la condicién humana sea el pase necesario para Ja efectiva realizacién de ese mafana verurosa. Dios ha muerto, las instituciones religiosas apenas respiran, pero la Gracia sobrenatural ha quedado en los entresijos del al- ma cristiana, para alimentar con su fuerza religiosa las aspira- ciones temporales del hombre. Es como si las virtudes infusas se hubjeren convertido en fuerzas impulsoras del progreso ma- terial. 9. teed, p. 295, 419 DESARROLLO DE LAS IPEGLOGIAS ECONOMICISTAS EN EL SIGLO XIX, En varias oportanidades hemos distinguide al idedlogo del fildsofo antiguo, del sofista y del tedloge cristiano. Bn Ja socie- dad orientada por la prelacia de lo econdmico, ef idedlogo cum- ple un papel que tiene un poco de aquellas tres actividades sin alcanzar en ningtin momento la nobieza del tedlage o del filé sofo griego. Su funcitin es parecida a la del sofista. Como él es- (4 imbuide de pedanteria cientifica y propone sus sistemas con el propdésite de crear una morada espiritval donde el nuevo hombre se encuentre en su casa. Las ideologtas nacieron cuando el cristianisima comenzaba 4 perder terreno frente al economicismo invasot del burgués y se hacia necesaria una nueva explicacién de 1a realidad capaz de satisfacer las aspiraciones demitrgicas del hombre modemo. Sus instrumentes nocignales los toma un poco de todas partes: de las ciencias positivas, de algunos tépicos religiosos vaciados de todo contenido sobrenatural y de las fuerzas politicas de la burguesia ascendente. Con estos ingtedientes construye un edificio conceptual destinada a propagar su fe en el progres, su rechazo de toda sabiduria teondmica y su condenactén, a veces inteligente y otras bastante burda, de toclo cuanto La historia ha ido acumu- lande pata asegurar el ejercicio de las autoridades consagradas y naturales. En una sociedad tansitada por tantas fuerzas espirituates como lo es la del siglo XIX y pese al influjo, cada dia ms po- deroso de la burguesia, los idedlogos no ofrecen caractaristicas reducibles a un convin divisor y se puede advertir entre ellos los que usan con preferencia el viejo instrumental religioso, co- mo Hegel o Lamennais, o los que prefieren, come Conte, Spen- cer o Engels, los aportes de jas ciencias positivas y una hicida renuncia a buscar el Absoluto. Ne obstante su austeridad tea- a) légica, no dejan de meter en la olla algunos fermentos religio- sos podados de todo compromise sobrenatural. Cuando se habla de la primacia de lo econdmico se-corre el Wiesgo de lanzar Ja atencién sobre la pista de preacupaciones excesivamente financieras y totalmente desprovistas de desin- terés filantropico. Nada mds erréneo. Se puede tener una visidn de] munde impregnada de economicismo y ser una persona muy desinteresada en el ejercicio de sus actividades particula- tes, La mayor parte de los economistas dedicados con fruicién a reflexionar sobre los fundamentos de su ciencia, hubieren ga- nado mucho mas en dedicar todo ese tempo y ese ingenio a ha- cer fortuna. Pero estaba en su indole esta curiosidad por el pro- ceso productive, como si los atrajera m4s una explicacién econémica del universe que poner en practica su saber sobre el arte de acumular riquezas. Convenia hacer esta advertencia un tanto ebvia, porque la forma un poce despectiva que hemos puesto en nuestra refe- Tencia 2 log idedlogos, puede hacer pensar que se trata de inte- lectuales mercenarios, mas interesados en ponerse al servicio del poder que en desarrollar, muchas veces, una explicacién completamente desinteresada de ia realidad. No todos fos so- fistas vendian sus conocimientos y algunos de ellos sobresalie- ron en el cultivo de las ciencias particulares que, como la gra- mitica, la retérica o la dialéctica, estaban algo comprometidas con $u8 propésitos immnediates. El siglo XEX ha vista proliferar toda clase de idedlogos. Los hay de primera magnitud como Hegel, Comte c. Marx, y los hay de aquéllos que pululan alrededor de los poderosos, insta- iados en oscuras capillitas, para alentar con sus sermones de ocasién, a las empresas politicas. Por el momento no nos referiremos al periodisma ideoligi- fo y limitamos nuestra reflexidn a las cabezas del ideclogisme universitario, a aquellos que trazaron los rasgos principales del pensamiento burgués y lo expusieron urbe et orbi desde sus ca- tedras abiertas a todas las inteligencias. q] Francia e Inglaterra tuvieron sus idedlogas hachos a lag me- didas de sus respectivas modalidades psicoldgicas. Comte y Spencer pueden ser los representantes mds egregios de ambos paises. Pero la tierra prometida de la ideologia, el clima donde esta planta crecié con abundancia e iluminé con su resplandor Ja chatura de un siglo demasiado apegado a sus conquistas ma- teriales, fue Alemania. Hablar de la ideologia alemana es mencicnar a Hegel y des- eubrir, erie] pensamiento politico de esta gran testa germinica, la flor ¥ nata del ideglogismo burgués. Hege! admird a Napoleén ¥ estuvo a punto de entonar una alabanza casi religiosa, cuanda lo vic a caballo en las afueras de Jena en el afio 1807. Napoleén era el espfritu del mundo, el sa- ble que precisaba la razén burguesa para llevar la organizacién del Estado a su punto més alte.de eclosién espiritual. Pue la ca- beza que supo unir el principio del Estado con la libertad y par- ticipacién popular ene] gobierno exigido por la evolucién de la conciencia histérica. Afics mas adelante y cuando Jos acontecimientos que dieron con el Espiritu del Mundo en la Isla de Elba cambiaron un poco el rumbo de la historia, Hegel volvié sus ojos hacia Prusia y vio en su monarquia la realizaciGn simultanea de la autoridad y la libertad, de los derechos del hombre y de los derechos histéri- cos particwlares. Prusia encarnaba, en el afio de gracia de 1818, el Estada de la Razon. Dejo expresamente de lade foda reflexién en torno a Ja dia- léctica de Hegel y me limito a sefialar los jalones de un idearic que traté de explicar y justificar una concepcidn burguesa del mundo, para coneiliar‘con ella e] autoritarismo legal ¥ el siste- ma de las libertades politicas defendidos por la Revolucién Francesa. -, Esta apologia del Estado prusiano llevé a muchos estudio- sos del gran pensador alemén a considerarlo una suerte de “dictador filosdfico del Estado Gendarme Prusiano” y el ided- logo responsable de la restauracién encabezada por Bismarck. 79 Es un error de perspectiva que proviene de ver la Prusia del primer cuarto del siglo XIX como un anticipo de aquello que sucederd a partir del afto cuarenta y no como wna sucesién del despotismo ilustrade y su idea de wna revotucién auspiciada por el gabierno. Hegel no fue wn sabio en el sentido tradicional del téxmuano. Bue un pensador tai como lo concibe fa mentalidad moderna, un ingenio que construye con rigér argumentativo, una expli- cacién postica de la realidad de alcurnia metafisica, pero de acuerdo con un modelo cientifico que parece tomado de las clencias fisicas. No es un filésofo en busea del centro diving. Es un poeta que maneja ideas y las hace con un propésito practice determi- nado: explicar, justificar y sostener la legitimidad de la revolu- cién burguesa. Los pasos dialécticos para llevar a cabo esta ta- Tea pueden parecer excesivamente complicados. Esto quizd se deba a su indole intelectual, a su naturaleza reflexiva y ai abu- so-de recaudos que puso para borrar las huellas de su aposta- sia teligiosa. No olvidemos que fue estudiante de teologia, casi un pastor, ¥ su pensamiento es también el intento m4s audaz para vaciar la fe iuterana de sus contenidos sobrenaturales. “ En la idea que se hizo Hegel del Estado traté de alcanzar et punte de equilibrio en el que el reconecimiento de tas liberta- des particulares coincidiera con fa suprema majestad de la av- toridad estatal. Temia los errores de la demagogia y el desen- freno de las libertades que no conocen otro alimento que la pasion individuatista. Una doctrina estatal que s6lo conjugue mecdnicamente los intereses privados, ¢s falsa. Convierte a In potestad politica en una suerte de sociedad comercial por contrato. En ese error He- + i0- Vec: RITTER, J, Hegel et ta Reoalution Franpaiee, Archives de Philos i XXVL Cahier Itl, 1963, WEIL, Eric, Hége! et [Etat . Paris Vrin 1966, BOW! 1, 5, La Pensée Politique de Hegel, DUE, paris 1967. Ver también: MARX, C, Critias de la Fi- lesoffa def Esiode ole Hegel, Grijalbo, México 1968, espexialmente pp. SESE 33 gel combatird las ideas Liberales heredadas de Locke y tratara de hacer comprender que la verdadera libertad coincide con la realizacidn, en cada uno de nosotros, de aquello que el hombre tiene de universal y genérico. “Loa otros —dird en su Historia de la Filesofia—, son min iguales, porque también son universales. Soy libre en la misma medida en que propongo la libertad de los otros y soy reconocide por los otras como libre. La libertad real presupone tnenerosos serea libres. La Libertad no es elechiva, existenie, nada mis que en el seno de una pluralidad de hombres. En esa pluralidad es propuesta ta relacitn de seres fibres con sevea libres, y tatnbién £on propuestas las eyes de la vida dtiea y det de- reeho. La voluntad libre quiere solamente determuinaciones que residan en la volunted universal. Con esias determinaciones de la volyntad universal son puestas las libertades civiles, el derecho racional y ba constinaglén segnin ef derecho”.‘! En una ideologia de este tipo, log “Derechos del hombre” en. su sentido universal y abstracto y en lo que puedan tener de mas intercambiable y genérico, estan en su casa, Si no fuera por las dificultades del léxico, apto para prohijar una respetable cantidad de interpretaciones tan verdaderas las unas como las otras, la ideglogia hegeliana es la de un liberalismo autoritario, mids o menos como ése que les doctrinarios orleanistas de la 6poca de Luis Felipe, trataron de promover en Francia para ca- sar las ventajas de la revolucién, con aquéllas que se podian ob- tener de una potestad poco discutida. El reproche que hizo Marx 2 la ideotogia en general y a la alemana en particular es que, como frutes del ingenio humano, terminaron por hacer creer a la gente qué efectivamente eran. algo mas que purés entes de raziin. 11- HEGEL, GF.G., Histerra fe ie Filosofia, PCE. México 1955, T. 1, tntroducckin. 4 “Liberémonog de log fantastnas cerebrales, —decfa en sy bro sobre la Ideologid Alemana y sin pensar para nada en su. propio ca- so— de las ideas, de lod dogmas, de los seres imaginarios bajo‘cuya yuge degeneramos. Rebelémanos conitra asta Urania del pensamignto. Ensefiemes a sustituir estas quimeras por pensamientos que corres Ponda a la esencia del hombre”." : Con esta acusacién general, Marx traté de destrur la in- fluencia que todavia podian tener los continuadores de Hegel. Para él no habian podido salir, pese a todos sus esfuerzos por alcanzar la substancia de la realidad social, de esa atmdsfera de énsuefio en que se. instalan las ideologias burguesas. Veia con ritidez la paja en el ojo ajeno y descubria de paso que la sumi- sién a Hegel era la razén fundamental de que ningune de sus cafticos hubiera pedido superarlo convirtiendo su construccién ideolégica en efectiva razém revolucionatia, Estas ideologias de procedencia idealista crecian con el aporte de ideas metafisicas, juridicas y morales, concediendo a la religién un. valor dominante en la concepcién del hombre y por ende, de todas las relaciones de la vida sovial. “El mundo era canonizade en proporciones cada vez mayores, hasta que por tltina, el venerable San Max /por Max Stimner/ sud santificarlo en bloque y darlo por liquidada de una vez por todas”, (biel) Para Marx, ta ideologia era un artilugio conceptual al servi- cio de la clase deminante. Los seguidores de Hegel, errados en cuanto a su capacidad. para discernir el valor real de la dialéc- tica, hacian el agosto de los burgueses porque mantenian en vi- geteia el caracter puramente abstracto e ideal del proyecto re- volucionaric. 12- MARX, Carlos, La Meolagte Alerana, Grijalbo, Barcelona.1970, p. 17. 5 Marx venfa a combatir tedas las ideologias, mediante la aplicaci6n de un método revolucionario que tendiera, efectiva- mente, a cambiar el mundo y no a explicarlo. Todo el esfuerzo del pensamiente burgués estuvo puesto en cambiar la idea de un mundo creado por Dios, en un mundo que se construfa a si mismo en un proceso de autoformacién irreversible. Lo que no aparecia claro en la explicacin de la ideologia hegeliana era el papel jugado por el hombre en esa faena formadora. Hegel ha- bia concedido demasiado a la obra del espfritu y muy poco a la labor de las manos. La causa profunda de su error provenia de haberse solidarizado con Ja tarea del amo y no haber visto con Ssuficiente claridad la importancia del esclavo en la fntima dia- léctica del trabajo. No obstante este esfuetzo por poner de pie un sistema ideolégico que trataba de caminar con la cabeza pa- ra abajo, el mundo de Marx estaba perfectamente enmarcado en las limites del orbe burgués. “Pudenwe distinguir al hombre de Jos animales por Ja concien- cia —aseguraba—, por la religitn o por Io que se quiern, peroel hom- bre mismo se diferencia de los animales a partir del momento que BARCHLER, Jean, Qu'es ce gue Tifologie, Paris, Gallimard 1976. 38 Si una ciencia como la sociologia se ve cbligada a construir 3u objeto, sen qué difiere de la ideologia que pretende estudiar y que es también una construccién afbitraria del espiritu? Nos moveras en el interior de un laberinto creado por la in- teligencia y en donde forjames mil respuestas falsas a ucstras Preguntas sin sentide. Mitos, religiones, principios éticos, uses,

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