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LUGARES DE VALOR Y PRODUCCIÓN HISTORICO-CULTURAL:

UNA VISION Y REVISIÓN CRITICA


DE LA CONDICION PUERTORRIQUEÑA
Por: Arq. Jorge Ortiz Colom
Arquitecto Conservacionista
Empleado por Instituto de Cultura Puertorriqueña

Sometido el 26 de abril de 2001 como comentarios al proyecto del Senado 58


investigando la situación de las instituciones culturales de Puerto Rico. Fue enviado a la
entonces senadora Margarita Ostolaza Bey, presidenta de la Comisión de Educación y
Cultura del Senado de Puerto Rico.

Nota al 20 de mayo de 2007: editado para eliminar asuntos obsoletos sin pertinencia
actual, o cuestiones estrictamente internas de la agencia. Este documento es citado en el
Informe sobre las Instituciones Culturales de Puerto Rico editado por el Instituto de
Cultura Puertorriqueña en 2005.

NOTA DEL DOCUMENTO ORIGINAL : LOS PUNTOS DE VISTA AQUÍ EXPRESADOS NO SON NECESARIAMENTE LOS
PUNTOS DE VISTA OFICIALES DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA COMO AGENCIA.

EL REVUELO MUNDIAL sobre la destrucción de los Budas y estatuas en Afganistán (en el


pasado mes de marzo) demostró el formidable poder de convocatoria del patrimonio cultural
como testimonio de la experiencia humana. En defensa de su bárbaro acto, los talibanes
alegaban que eran solo piedra y barro; pero cuando materiales inertes son tocados por la
mano humana, trascienden su mera materialidad para ser señales, “cues” que asocian con
vivencias espirituales y situaciones cotidianas de otros tiempos, que son la experiencia
acumulada de la raza humana.
Puerto Rico no tiene que envidiar a otros lugares en cuanto a la riqueza patrimonial
que atesora. Dependiendo de cómo se cuente, hay de doce a quince mil inmuebles y
complejos edificados de valor histórico y cultural (sin contar los yacimientos arqueológicos,
la mayoría de ellos aun no descubiertos, o los numerosos paisajes y elementos naturales que
poseen un gravamen histórico-cultural también). En la suma de todos ellos se resume y
condensa en un impactante texto siglos y siglos de historia. Y a todo ello no puede ignorarse
los lugares de producción cultural que aunque no sean necesariamente inmuebles de valor
histórico sirven como el marco de acción de nuestros hacedores de cultura... locales de
centros culturales, teatros, parques culturales, museos, galerías, talleres o puntos de venta de
artesanos, librerías, bibliotecas, archivos, etc.
Los gobiernos de muchos lugares han declarado de interés y utilidad públicos los
lugares patrimoniales y de producción cultural, y han establecido organismos dedicados a
fomentar su realce y conservación, con la estrategia bicéfala de incentivos y reglamentación
restrictiva. En Borinquen, la primera entidad así fue la Junta Conservadora de Valores
Históricos de 1930, seguida de funciones ampliadas a la Junta de Planificación en 1949 y la
creación de Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1955. Al nacer este último, se le delegó la
responsabilidad primaria de “determinar que edificios o estructuras son de valor histórico o
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artístico en Puerto Rico“ - Ley 89 de 1955, §4(a)7. Pero no recibió poderes indiscutibles, no
se le auxilió con un programa consistente de incentivos, y no se ha dejado acompañar de
reglamentación consistente y actualizada.
Existen a mi entender tres metas perseguidas por un programa de arquitectura dentro
de la agencia cultural del estado:

I. PATRIMONIO HISTÓRICO EDIFICADO - Garantía de la conservación de edificios y lugares del


pasado, que en su diversidad reflejen la esencial complejidad y evolución de nuestra
sociedad y cultura, mientras se reinterpretan para los usos de nuestra cambiante sociedad
moderna;

II. ESPACIOS DE PRODUCCIÓN CULTURAL - Asesorar en la creación y ambientación de lugares


identificados por la sociedad (sea gobierno o entidades de sociedad civil) como sitios de
producción cultural diversa.

III. INTEGRACIÓN DE ARQUITECTURA Y CULTURA - Fundir las visiones y lecciones positivas del
patrimonio de forma diversa (no necesariamente literal) en la creación arquitectónica
contemporánea e incidir creativamente en la formación de los futuros profesionales de la
construcción.

He aquí mi planteamiento sobre la problemática de cada aspecto:

I. Patrimonio edificado: el largo camino que queda

Menos de la mitad (alrededor de 5,000 con unas 2,350 adicionales que son no-
históricas o solares vacíos dentro de zonas históricas) de los alrededor de quince mil
edificios y lugares designables por su valor histórico, arquitectónico y cultural en Puerto
Rico tienen algún tipo de protección efectiva que evite su destrucción y descaracterización.
Entre los lugares que aun hoy (abril de 2001) no tienen protección alguna están joyas
urbanas como los centros urbanos de Yauco, Mayagüez, Maricao, Sabana Grande, Arecibo y
otros; importantes distritos urbanos en municipios que ya cuentan con una zona histórica
(Miramar, Puerta de Tierra, Floral Park, partes de Río Piedras Centro en San Juan; el
poblado de la Playa en Ponce); sitios en zonas urbanas de muchos otros pueblos y casi todo
el patrimonio rural. Casonas, lugares y edificios asociados con grandes personajes o sucesos
de la historia (ejemplos al azar: la hacienda rural de De Diego en Mayagüez, la casa donde
Ramón Frade creó gran parte de su vida de artista frente a la plaza de Cayey, el
impresionante conjunto de fuentes de agua de 'Las Plumas" en Hormigueros, la hacienda de
Manuel Rojas en Lares; faros en Guánica, Puerto Ferro de Vieques, Isla Culebrita, etc.) están
amenazadas perennemente de ser destruidas o meramente hacerse polvo por el olvido, la
falta de recursos o la crónica alienación que aun padece el puertorriqueño promedio frente a
su historia.
Cuando frente a un venerable sitio histórico lo que se ve no es un eslabón de nuestra
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cadena de logros - sino un vejestorio, una ruina o un pedazo de terreno para depositar
nuestros arrogantes monumentos a la vanidad de los tiempos - se niega la personalidad
patria en aras de la comodidad económica. Ha sido esperanzador, por ejemplo, como se ha
luchado denodadamente por la comunidad para evitar la destrucción de un molino y
remanentes de una antigua hacienda que pudo ser del siglo XVI en Río Lajas de Dorado;
como se detuvo la eliminación de ese importante hotel moderno de calidad arquitectónica,
"La Concha"; o como ahora se trata de adquirir para uso cultural la casa natal de Amaury
Veray, el compositor, en Yauco. Los fracasos tales como las pérdidas de la casa parroquial
de Aguadilla (1940-1998), el importantísimo almacén de Laurnaga (1840-1994) en El
Pepino, La Puntilla de San Juan (1975), etc., aunque dolorosos, son aldabonazos que
muestran la urgencia de establecer un efectivo sistema de rescate y manejo, con
concienciación, de este patrimonio amenazado.
El rescate y el manejo: binomio inseparable; uno surgido de la urgencia y militancia
cultural ante la pérdida amenazada, otro de la proyección del lugar rescatado en el futuro,
darle viabilidad y justificación sostenida. En ambos aspectos se falla actualmente:

1. Rescate - dado el actual sistema de reglamentación de la construcción, de forma muy


sinóptica diré que el más efectivo es aquel que es reconocido por las autoridades reguladoras
de primer orden de la actividad edilicia como lo son la Administración de Reglamentos y
Permisos (ARPE) y las oficinas municipales de permisos. Hay varios niveles de "protección"
(cuando la adquisición no es posible) existentes para edificios antiguos.

a. Por ordenanza municipal - usualmente no es reconocido por ARPE y es más bien una
mención honorífica. A veces resoluciones municipales se redactan con el fin de
lograr presión ante la inminente pérdida o mal uso de un lugar histórico, o para
buscar que las agencias del gobierno central eviten autorizar obras en perjuicio del
lugar.
b. Designación como monumento por el ICP - a veces esta es reconocida por ARPE pero
no establece incentivos. Usualmente es útil para que se dé reconocimiento para fines
de donaciones de la Legislatura, o entidades gubernamentales o privadas. Requiere
de resolución de la Junta de Directores del organismo.
c. Edificios públicos construidos anteriores a 1960 - éstos se cubren por medio de una
cláusula ambigua en la Resolución JPE-047 del 30 de agosto de 1994, §2: establece
que toda consulta de ubicación en un edificio así definido debe contar con visto
bueno del ICP. Sin embargo al darse este proceso de revisión a un nivel tan
conceptual como lo es el de “consulta de ubicación”, no se permite frecuentemente
luego a nuestra agencia revisar las obras concretas hechas según lo originalmente
autorizado – muchas de las cuales distan de ser adecuadas para proteger el lugar.
d. Zonificación CR-H en Reglamento 4 de Planificación ("Reglamento de
Zonificación", en este escrito "Reglamento 4"), §57.00, página 211 (y su contraparte
arqueológica, CR-A, §56.00, p. 210): Establece una clasificación general que
presuntamente impide que se afecten negativamente los elementos históricos de una
propiedad. El apartado es muy general y no expresa la necesidad de que las obras en
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una propiedad así zonificada sean revisadas por el ICP. Esto se presta a
interpretaciones ambiguas.
e. Menciones en planes especiales de área, tales como el Plan de Ordenación de
Santurce-Centro de la Junta de Planificación o los Planes de Ordenamiento
Territorial: En teoría dan protección a los lugares, pero no especifican
procedimientos o parámetros para la protección de los mismos (podría darse alusión
a criterios de manejo de otro reglamento, tal como el Reglamento de Planificación 5,
pero no es necesario para que estos planes se aprueben). En el caso de Santurce-
Centro al menos, el Plan requiere endoso a la vez del ICP y de la Oficina Estatal de
Preservación Histórica (SHPO, siglas en inglés) sin especificar por qué es necesario
tal doble endoso.
f. Plazas de recreo y edificios circundantes, Reglamento 4, §3.15 (antes §3.14 hasta la
más reciente revisión): Indica la necesidad de que el ICP vea estos casos, pero no
establece parámetros para los edificios y en el caso de las plazas mismas los criterios
están reñidos con lo que se conoce de la historia de las mismas.
g. Designación al Registro Nacional de Lugares Históricos del Departamento del
Interior Federal, o elegibilidad para estar en el mismo: teóricamente permite la
obtención de ayudas o empréstitos de fuentes federales o posiblemente privadas (en
el ámbito de Estados Unidos), y también da protección contra el uso de fondos
federales para descaracterizar o destruir dichos lugares. Como se explica más
adelante, es una designación hecha en el ámbito federal, que se tramita por medio de
la SHPO mediante un proceso de nominación y designación que está establecido en
36 CFR (Code of Federal Regulations).
h. Sitio Histórico / componente de Zona Histórica designado conforme al Capítulo 4
del Reglamento de Planificación Número 5 ("Reglamento de Sitios y Zonas
Históricas", de aquí en adelante "Reglamento 5"). Este tipo de designación es la
única aplicada por proceso administrativo que da carácter vinculante a la protección
del lugar, ya que el lugar o distrito designado es incorporado a los planos de
zonificación, los cuales como es sabido son documentos legales. Según lo interpreta
la Junta de Planificación (JP) es el único método administrativo que legaliza la
protección de un lugar, y la Administración de Reglamentos y Permisos (ARPE) no
viene obligada a requerir endoso al ICP que se conforme a las cláusulas de manejo
del Reglamento 5, si la propiedad no está designada siguiendo el mismo.
i. Designación legislativa. También es vinculante y prevalece sobre cualquier otra
existente, pero la JP tiende a ser renuente, aunque en rigor esté obligada, a incorporar
los monumentos así designados a los mapas oficiales.

Normalmente no se hacen honrar las protecciones establecidas en los apartados "a" y


"b", y en los casos "c", "d", "e", "f" y a veces "i" a menudo ARPE no está adecuadamente
notificado sobre la existencia de un gravamen histórico sobre dichas propiedades; han
habido demoliciones y mutilaciones que se han dado a veces sin que haya habido tiempo
para actuar. Las propiedades en el Registro Federal o elegibles ("g") pueden demolerse si no
hay fondos federales (así paso en el caso del complejo de la antigua Tabacalera en Caguas en
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1987, donde el proyecto de "Pabellón de las Artes", que lo sustituyó totalmente, fue hecho
una vez que se decidiera no usar un empréstito federal "UDAG" del Departamento de la
Vivienda federal, sino fondos estatales, para el mismo).
Esto nos deja con la designación "protectora" del Capítulo 4 y Anejos 1 y 2 del
Reglamento 5 (inciso "h"). Obtener designación por este medio es una proeza, ya que dicho
reglamento explícitamente define que una propiedad no es histórica hasta que se pruebe lo
contrario. El someter una nominación requiere de una cantidad excesiva de documentación
para radicar, sin la posibilidad de un procedimiento urgente de moratoria para tratar de
prevenir la destrucción del lugar. En el mejor de los casos se puede coger "en pifia" a
propietarios y promoventes inescrupulosos que acostumbran iniciar obras sin que se haya
dado un permiso final de construcción, aun si no necesitara endoso del Instituto.
`El mecanismo de nominación y designación es asaz bizantino. Las peticiones de
nominación van a técnicos de la JP que se dedican ante todo a revisar papelería y que no
falte nada de lo "exigido"; luego se va a un Comité Asesor de Sitios y Zonas Históricas que
presuntamente es nombrado conjuntamente por la JP y el Director Ejecutivo del ICP, y que
está compuesto de "expertos" (arquitectos, arqueólogos, historiadores) sin que haya un
insumo del interés ciudadano. Esto promueve la posibilidad de que un lugar investido de
valor por los ciudadanos de una comunidad (como podrían ser de someterse, digamos, las
escuelas de Jayuya o la alterada casa Frade de Cayey) se rechace por la aparente, a primera
vista, falta de "méritos" evidentes, tectónicos y estéticos - ignorando el componente social
que es parte una efectiva designación.
Entonces se piden endosos del Instituto de Cultura Puertorriqueña (¿y, para qué está
ese "Comité Asesor", pues?) y se tiene que ir a una vista pública que el peticionario suele
sufragar para pedir la opinión de la comunidad. Luego hay que esperar que baje la resolución
de la Junta, lo cual, con el "tapón" en dicha agencia, ha ocurrido a menudo bastantes meses
después de la vista. Y aunque existe un mecanismo de supuesta "moratoria" luego de la
radicación, ésta está tan mal estructurada en el reglamento (nos pasó con Coamo entre 1994-
1995) que requirió de una resolución interpretativa para evitar que terminara siendo una
paralización ultra vires a toda gestión a hacerse sobre las propiedades, especialmente en
zonas históricas grandes y complejas.
Por todo esto es necesario un sistema más sencillo de nominación / designación de
propiedades históricas, que sea: a) preciso; b) ágil; c) justo para los diversos intereses
implicados (propietarios, promoventes de la designación, líderes culturales interesados, ICP;
asimismo beneficiarios posibles de la conservación de la propiedad restaurada, como
empresas de turismo, contratistas especializados en edificios antiguos, etc.; y otros sectores
que pueden ser perjudicados, al menos a corto plazo, por tal designación como lo pueden
sentirse muchos propietarios, inquilinos / ocupantes, financiadores de obras, etc.).
Actualmente existe un conflicto de interpretación entre las leyes 374 de 1949 (que da
el poder de designar a la Junta) y la Ley 7 de 1955 (que bastante expresamente da ese mismo
poder al ICP). En algunas disposiciones tales como la Ley 7 de 1955 (la de las exenciones
contributivas sobre propiedades históricas restauradas, o no históricas armonizadas) se
aceptan ambas designaciones (aunque el año pasado se estaba considerando legislación para
solo aceptar las que fueran designadas por la Junta, desconozco en verdad el destino de tal
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proyecto).
La norma actual en nuestra agencia es la de seguir las reglas del juego del
Reglamento 5 y en todo caso ser facilitadores de solicitantes de nominaciones históricas por
ese procedimiento (orientando, y a veces actualmente ayudando a llenar la papelería
necesaria). Esto consume gran parte de nuestro escaso tiempo como técnicos.
Con el Reglamento 5 se han logrado seis de las ocho zonas históricas que existian en
nuestro país al año 2002 (* aproximados):

Ponce 1991 2500* propiedades


Guayama 1992 2386 propiedades
San Germán 1994 660 propiedades
Coamo 1995 366 propiedades
Arroyo 1996 135 propiedades
Caguas 1997 23 propiedades

San Juan (1949, 890 propiedades) y Manatí (1985, 145 propiedades) fueron logradas
antes: la primera por legislación expresa y la segunda negociando los términos entre los
promoventes, ICP, y Junta de Planificación. Además hay 250 sitios históricos
aproximadamente, implementados después de la implementación del Nuevo Reglamento 5
en 1990 (todos excepto 15 fueron nominaciones hechas de las listas del National Register
por la SHPO). Las designaciones previas tales como las de la CAVH de 1930, las legisladas
y las resoluciones de la Junta de ICP no han sido adecuadamente, al día de hoy, organizadas,
compiladas o enumeradas, por lo cual no se sabe a ciencia cierta cuantas hay; aunque existe
una lista que hizo el Arq. Mario Buschiazzo en 1954, que lista un total de unos 80 lugares.

Entiendo que se debe revisar toda la legislación que tiene que ver con la
designación de zonas históricas. Debe a mi juicio dársele ese poder al Instituto, aunque
sean necesarias salvaguardias exigidas por el buen procedimiento administrativo y que la
agencia establezca un reglamento cuidadoso para asegurar la pureza del procedimiento.
Entiendo que la Junta de Planificación no debe tener un sistema paralelo de evaluación
sino en todo caso debe refrendar las designaciones del ICP o legislativas de una manera
más sencilla. Esto no excluye que se levanten datos sobresalientes de los sitios o zonas a
designarse, pero entiendo que parte de este proceso puede darse mientras se propongan
obras en las propiedades afectadas y se pueda en su momento dar un reconocimiento (este
ha sido el caso en la Zona Histórica de San Juan). Los edificios históricos tienen su mérito
intrínseco, no deben depender de un papel para que adquieran "ex abrupto" esa
valoración.

Una herramienta esencial para establecer prioridades de rescate y cuantificar /


cualificar los sitios patrimoniales es el tener un inventario actualizado que ubique de forma
sucinta los edificios y lugares de interés histórico-cultural de Puerto Rico. Aquí es donde se
revela cruda toda la duplicidad de funciones entre agencias. Existe dinero disponible de
parte del Historic Preservation Fund (HPF) del National Park Service federal, pero éste, que
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normalmente promedia unos $30,000 (estimado mío) anuales, es controlado exclusivamente


por la Oficina Estatal de Conservación Histórica (OECH), sucesora de la antes mencionada
SHPO. Este dinero se entrega a donatarios que parean recursos propios y adelantan
investigaciones sobre áreas particulares, así como documentos de divulgación (en especial,
libros) sobre las mismas.
Nuestro Instituto está ABSOLUTAMENTE MARGINADO de todo este proceso y
cuando solicitamos información de los inventarios realizados, somos tratados como
cualquier hijo de vecino más. No hay voluntad de compartir los hallazgos ni de buscar una
estrategia conjunta de trabajar hacia la protección efectiva de los lugares así documentados.
Encima de eso, los investigadores no reciben insumo de nuestros compañeros ni de los
grupos culturales con los cuales trabajamos (claro, a menos que uno de esos grupos sea el
que haga el inventario, lo cual ha ocurrido más de una vez). En alguna ocasión propuse
(mientras dirigí la División de Patrimonio Histórico Edificado, 1995-1998) en las peticiones
presupuestarias que se buscaran fondos para el desarrollo de un inventario dentro del ICP
creando investigaciones propias y adquiriendo copias de todo lo que estaba en SHPO, pero
dicha petición fue ignorada repetidamente.
Y la doble tarea y doble designación crea confusiones repetidas, en las cuales no
entienden las comunidades las diferencias entre nominaciones / designaciones el National
Register y las locales, y muchos piensan que son lo mismo o tienen el mismo efecto (no es
cierto). Esta confusión nos ha ocurrido tan recientemente como el año pasado cuando la
OECH finalmente quiso llevar el poblado Central Aguirre de Salinas al NR, y yo me vi
obligado a aclarar en una reunión con la comunidad que la designación del Reglamento 5 era
un proceso completo, distinto y aparte de lo que los técnicos de OECH querían lograr.

La Oficina Estatal de Conservación Histórica duplica funciones esenciales de


nuestra agencia y además usurpa varias (como por ejemplo redactar el Plan Estatal de
Conservación, que debe ser una prioridad del ICP). Por lo tanto la fusión debe ser una
meta a hacerse una vez se pueda resolver el problema de administración serio que tiene
nuestro Instituto. Y ello ayudará a potenciar nuestra presencia en el país. Ya el ICP tiene
experiencia (buena y mala) en el manejo de fondos federales (National Endowment for the
Arts), por lo cual el manejo de las propuestas del HPF federal cuenta ya con una
infraestructura disponible dentro de nuestra agencia. Sé que existe un problema con ciertos
fondos federales que no aparecen y se ha congelado la entrega de otros, sin embargo, esta
es una situación en la que confío que una completa reforma directiva y administrativa
(como señalaré adelante) pueda resolver.

2. Manejo - Una vez se determina por las razones que sea que una propiedad necesita ser
revisada mediante el mecanismo de endoso por el Instituto de Cultura, o se persigue algún
tipo de beneficio como exención contributiva o reconocimiento, implementamos un sistema
de manejo mediante el mecanismo de solicitud del proponente con seguimiento, evaluación
y emisión de comentarios (casi invariablemente escritos) sobre la solicitud, aprobándola,
denegándola o (cuando no se pide endoso particular) comentando sobre la valoración de la
propiedad.
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Las solicitudes (promedian alrededor de un centenar al mes en toda la Isla, según mi


estimado) se radican por escrito ante la oficina central o los que ubicamos en las regiones. Se
evalúan según la reglamentación aplicable, la cual depende de la razón específica por la cual
se requiere endoso nuestro. Como antes explicado, los lugares sujetos al Reglamento 5
tienen la normativa más explícita y estricta, mientras que otras disposiciones apenas
plantean la necesidad de que el ICP evalúe, dejando a discreción los criterios específicos a
utilizarse. Esto puede dar pie a reclamaciones (nos pasó en Añasco en 1992, cuando un
proponente nos señaló que supuestamente la normativa de plaza pública [actual §3.15 del
Reglamento 4] no impedía la demolición de un edificio histórico, sino solamente controlaba
el tamaño y patios del edificio nuevo a levantarse allí). Aun así en la mayoría de los casos
que se han llevado a foros administrativos o tribunales, se ha reconocido la discreción del
ICP de implementar criterios de salvaguardia del patrimonio y de calidad en la arquitectura
de las edificaciones nuevas o remodeladas.
La reglamentación actualmente vigente de construcción, en especial el Reglamento 4
y el Uniform Building Code (actual reglamento de edificación) son codificaciones
fundamentalmente cuantitativas que establecen en los aspectos arquitectónicos criterios
fundamentalmente cuantitativos y dimensionares (alturas, tamaños de patio, ancho de
pasillos, etc.) sin entrar en el aspecto de la imagen urbana ni del ornato de los frentes y
ángulos visibles de las edificaciones.
Vale una digresión histórica para comparar el sistema de normativa de construcción
de hace un siglo. Hasta alrededor de 1915 los permisos de edificación en los pueblos eran
dados por "Arquitectos Municipales" quienes tenían la discreción de fiscalizar el ornato,
buen aspecto y simetría de las fachadas de los edificios propuestos. A todo proponente se le
exigía una fachada en sus planos, los cuales eran a menudo no más complejos en el resto que
los croquis actuales. (Gran parte de la sabiduría y conocimiento de construcción residía
entonces en los maestros de obra, los cuales han edificado verdaderas obras maestras
perdurables hasta hoy.)
Si bien el sistema moderno de permisos facilita la inclusión de medidas muy
necesarias relacionadas con higiene, acomodo a las personas con limitaciones, y resistencia
ante inevitables desastres de la naturaleza, pienso que el incorporar el aspecto cualitativo de
la imagen de las obras ante el dominio público es una necesidad, y entiendo que se hace en
muchas juntas municipales de evaluación de obras en América y Europa. El sistema
centralizado y estatal de otorgamiento de permisos, que existe en Borinquen, tiene un
volumen y una inercia que a veces hace difícil implantar reformas en este aspecto, mientras
que las oficinas municipales de permisos (OMPs) han corrido el riesgo de ineficiencia por el
riesgo de ser manipuladas por los alcaldes o funcionarios locales.

Los reglamentos de manejo de edificios históricos deben tener mayor precisión y


consistencia y contar en la medida de lo posible con lo que se conoce de la buena práctica
de la arquitectura conservacionista. Muchos parámetros generales han sido codificados
mediante las conocidas “cartas” de los organismos culturales internacionales, y el uso,
costumbre y valores de las comunidades locales deben también tomarse en cuenta. Es
deseable articular una política pública más específica en lo tocante a rescate y manejo del
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patrimonio edificado, gestión en la cual estamos dispuestos a colaborar.

Las funciones de manejo del ICP en rigor no son delegables, y nuestro Instituto tiene
que avalar los casos aplicables aunque sea una OMP la que otorgue el permiso final (ej.
Carolina, Bayamón). En Ponce las funciones de endoso fueron entregadas por convenio del
25 de noviembre de 1992 a técnicos del Municipio, lo cual ha sido, cuando el promovente de
un proyecto es el municipio, generalmente problemático (ej. casos con incumplimientos
verificables o aparentes al Reglamento 5, como "Estancias de Aragón" en los antiguos
terrenos del Hospital Dr. Pila y la antigua Farmacia Moscoso frente a la plaza, reseñado en
varios medios). Como la exoneración contributiva es prerrogativa del gobierno central, éste
tiene que hacer las inspecciones pertinentes, pero si los técnicos municipales permiten
intervenciones que el ICP considera impropias, ello da lugar a diferencias y problemas de
comunicación - específicamente, ¿cómo se le plantea a un propietario que sus obras
"correctas" según el municipio no le autoricen a recibir una exoneración igualmente
esperada ante el ICP?

Como es probable que siga la tendencia en la municipalización de servicios y


mayor autonomía de los mismos conforme a la ley 81 de 1991, deben establecerse
salvaguardias que fijen responsabilidades claras entre agencia central (ICP) y los
municipios que deseen mayor control sobre su patrimonio cultural. Aunque bajo el
esquema actual es preferible que nuestra agencia retenga los poderes para evaluar
edificios históricos, la posibilidad de certificar equipos de trabajo en oficinas municipales
de permisos no debe descartarse. Sí es necesario que trabajen en coordinación con el ICP y
que mantengan actualizados sus datos para facilitar a nuestra agencia la planificación
estratégica del realce y potenciación de nuestro patrimonio edificado. La precisión de las
reglas de conservación y normas de intervención en bienes históricos y culturales es un
prerrequisito para asegurar que las diversas instancias hablen un “lenguaje” común.

El mecanismo que nosotros usamos – el endoso para avalar la adecuación de obras


propuestas para entonces ser permitidas de manera final (permiso de construcción, uso, etc.)
por ARPE – es un sistema empleado desde el inicio de nuestra gestión y es similar al
certificate of appropiateness normalmente usado por las comisiones históricas de Estados
Unidos. Generalmente funciona adecuadamente, pero es más que frecuente que se obvie en
casos donde los técnicos de ARPE han permitido que los proyectistas soliciten los famosos
“permisos certificados de construcción” donde se confía que el proyectista (arquitecto o
ingeniero) haya cumplido con todos los reglamentos. Frecuentemente hemos visto casos en
los cuales se han pasado proyectos inaceptables para nosotros (en pueblos tales como Manatí
y Coamo) y sin carta de endoso del ICP.
En todo caso, si los proyectos son atentatorios por cualquier razón contra el
patrimonio, existe el sistema de querellas ante ARPE, pero éste tiene el problema de ser lento y
bastante ineficiente. Se han dado casos, como en el Viejo San Juan, en el cual procesos de
querella se han extendido por meses o años y a veces, inexplicablemente, se resuelven a
favor del querellado sin que haya habido necesariamente vista o reunión previa. En casos
1

donde se ha tratado de invocar las cláusulas que requieren de la reedificación de edificios


clandestinamente demolidos (Reglamento 5, §6.06: caso de la antigua Escuela Santiago R.
Palmer de San Germán) ARPE ha sido sorprendente tímido, llegando a devolverle
responsabilidad al ICP sin hacer efectivo sus poderes reglamentarios. Este caso requirió de
la intervención de nuestro asesor jurídico para exigirle a ARPE que haga valer sus poderes, de
los cuales el ICP carece (como autoridad de emitir boletos de paralización y de incoar
interdictos contra violadores de los reglamentos de construcción).
No se debe descartar el comportamiento irregular de ARPE en la concesión de estos
permisos, ya que dicha agencia ha sido señalada por grandes deficiencias operacionales, y
excesiva laxitud en la otorgación de permisos de todo tipo.

Se deben prohibir los “proyectos certificados” en zonas y sitios históricos, y darle a


nuestra agencia el poder para paralizar obras en lugares donde tengamos ingerencia, así
como la discreción de establecer violaciones e imponer multas administrativas sin tener que
mediar la intervención de ARPE. Debe haber un intercambio de personal entre ambas
agencias (ARPE e ICP) y destaques mutuos de personal (todo esto limitado, por supuesto, por
la escasez de recursos que tenemos, la cual tiene que resolverse primero, y de la cual
hablaré más adelante).

Más preocupante es el sistema de cobros por servicio. Los montos de los derechos
por servicios son en algunos casos altos, como en el caso de los de uso no residenciales en el
cual se cobra $25 por cada 200 pies2 (18 m2) de espacio total. Hubo un caso de una
mueblería conocida en San Germán que pagó la friolera de $725 en cargos por el endoso de
uso nuestro. Para hacer peor la situación hay que tomar en cuenta que: 1) no se hacen
exenciones para entidades gubernamentales de cualquier nivel ni para organizaciones sin
fines de lucro o personas indigentes; y 2) el cobro tiene que hacerse personalmente en San
Juan (oficina central de Finanzas) o por correo, ya que no hay acuerdo para que pueda
pagarse con comprobante de rentas internas, y tampoco se han instalado recaudadores en las
regiones que puedan recibir los valores exigidos. Creo definitivamente que el proceso de
cobros es un auténtico desincentivo para que las personas hagan las restauraciones
necesarias.
Ejemplo específico: al trabajarse una exención contributiva, muchas propiedades
fuera de San Juan tienen valores de tasación relativamente bajos, o al ser vividas por sus
dueños tienen exenciones parciales del CRIM. Ellos tienen que pagar $100 al ICP por el
endoso y encima de eso (y más injusto aun) si van a alquilar toda o parte de la propiedad, un
cargo por “opinión” de $400 a Hacienda ($500 si regresan porque se les olvidó un
documento en la primera radicación). Con estos cargos es difícil que se estimule a un
propietario a que restaure para recuperar su inversión mediante el mecanismo de la Ley 7 de
1955 según enmendada (ley de exoneración contributiva en zonas y sitios históricos).

El sistema de cobros por servicio [a]umenta drásticamente el tiempo invertido en


explicar al proponente el sistema de pago, y el manejo de recibos y valores cancelados ha
tendido a ser difícil. Creo que debe ABOLIRSE y que por el momento todos los endosos
1

excepto los de demolición sean LIBRES DE COSTO, mientras se busca, de manera


participativa con las comunidades, conseguir que se establezca un sistema de tarifas para
algunos servicios que tome en cuenta la situación económica especialmente en los pueblos
del interior. En el caso de exoneración contributiva por alquileres se le debe prohibir a
Hacienda cobrar el cargo de $400/$500 por “opinión” – debe legislarse para que la
concesión de un certificado de exención no pueda ser considerado como tal “opinión”.

Muchos dueños descorazonados por los percibidos altos costos de la restauración


también nos preguntan por la existencia de incentivos adicionales a la exoneración
contributiva (de la propiedad inmueble e ingresos por alquiler) antes mencionada. Ahí
realmente no se puede decir mucho. Originalmente el Banco Gubernamental de Fomento
(BGF) daba préstamos a 15-20 años a intereses competitivos, para remodelar pero tal práctica
cayó en desuso y dicho banco enfocó inversiones más “rentables”. También hubo otros
programas como la “Nueva Operación Vivienda” de 1988, manejado a través de tres bancos
privados (Chase, Banco de Ponce y R-G Mortgage) con garantía gubernamental en San
Juan, Ponce y Manatí.
Luego se dio otro programa efímero, “Renace”, en 1992-94, y desde entonces no ha
habido ninguna política estable en cuanto a programas de financiamiento dirigidos
expresamente a propiedades históricas (salvo algunas oportunidades de rehabilitación de
vivienda con dinero federal; de hecho, Renace se está redefiniendo y puede ser que acabe
con una filosofía distinta). Generalmente los bancos privados le huyen a las hipotecas o
prestamos de construcción a edificios históricos, especialmente los hechos en madera. Los
seguros de propiedad no se ofrecen, o son muy caros. Y a menudo hemos tenido que aceptar
(hay varios casos que conozco en Guayama y Manatí) edificios modernos en bloque y
hormigón donde la madera es solamente un revestimiento decorativo y un efecto visual.
En mayo de 2000 el capítulo de Puerto Rico del American Institute of Architects
(AIA) decidió hacer un seminario de un día sobre la problemática de los lugares históricos y
se hicieron invitaciones a distintos grupos. Sagazmente, el presidente del capítulo, Arq.
Alexis Fernández, decidió invitar representantes de la banca y seguros, y los que asistimos
estábamos ávidos de saber la respuesta de estos sectores a esta crítica tan frecuentemente
levantada. Bueno, la persona del sector de seguros nunca llegó, y lo que mandó el Banco
Popular fue a una dama que nos habló sobre ¡la restauración de sucursales del banco!

Hay necesidad urgente de proveer una estrategia coherente de financiamiento,


seguros e incentivos adicionales a los de exoneración contributiva para estimular la
restauración del patrimonio como una verdadera inversión atractiva:
Algunas medidas recomendables son:

1. Fondo de garantía de seguros y financiamiento para propiedades históricas en


materiales no modernos – separar una cantidad de fondos de activos del
gobierno pero el fondo no se emplearía directamente, sino que serviría de
garantía para perdidas extraordinarias.
2. Tratar de conseguir a través de una rebaja en la franquicia bancaria o de
1

seguros de las empresas, o deducción contributiva sobre ganancias, que estas


establezcan un porcentaje a determinarse de sus cuentas en financiamiento /
seguros para propiedades históricas en materiales no modernos
3. Crédito o al menos deducción contributiva sobre lo invertido en obras de
restauración de edificios históricos.
4. Venta de derechos de desarrollo no utilizados en edificios restaurados. Esto
representaría la diferencia entre el valor de tasación de lo que pudiera hacerse
en un solar de no haber protección histórica y el valor de tasación de la
propiedad histórica conservada por reglamentación patrimonial. Aunque este
mecanismo existe (no para estos fines necesariamente) en la Ley 81 de 1991
(Ley Municipal), debe hacerse un programa especial dirigido a la conservación
del patrimonio edificado
5. Banco de propiedades mediante el mecanismo de un fondo rotativo en el cual se
compran, restauran y revenden edificios antiguos Los productos de la venta se
usan para adquirir otras, arreglarlas conforme a las mejores normas de
rehabilitación, y revenderlas
6. Venta de servidumbres de conservación histórica (en lugar de compraventas de
pleno dominio) sobre propiedades. Establecer un fondo para la adquisición de
estas servidumbres. Ya el ordenamiento legal en Puerto Rico permite la
adquisición de las mismas con el fin de proteger espacio abierto y recursos
naturales; lo que propongo es que use imaginativamente para propiedades
urbanas y rurales con valor histórico. Las servidumbres se tasarían según los
procedimientos normales de tasación.

En todas las alternativas antes mencionadas, el ICP actuaría como agencia que
validaría el carácter histórico y las obras necesarias de rehabilitación de los inmuebles
afectados, y se tendría cooperación de los Comisionados de Instituciones Financieras y de
Seguros, Registro de la Propiedad del Departamento de Justicia, y Departamento de
Hacienda, como reguladores del aspecto normativo pertinente de los programas. A su vez
el BGF será el proveedor (de tener con qué) de los “fondos semilla” para arrancar las
iniciativas 1,5 y 6.

Finalmente, a menudo da vergüenza que se usen fondos públicos, de cualquier


origen, para que se descaractericen o destruyan edificios de valor. Se han visto casos tales
como la destrucción (1997) de la Clínica Pereira Leal (1925/1950) frente a la UPR de Río
Piedras para construir el Tren Urbano o el intento de desbaratar (1999) la escuela Emilio
Castelar de Villa Palmeras de Santurce (inmueble de 1920, protegido por el plan especial de
Santurce-Centro de la Junta de Planificación) para hacer un cajón moderno de hormigón,
pretensión combatida denodadamente por profesores, padres y estudiantes del plantel. Por
no hablar del intento de destrozar el hotel La Concha del Condado (1958). (Sobre este caso:
fue sometido a fines de 1997 y todos los técnicos favorecimos la petición del Colegio de
Arquitectos de que la propiedad fuera designada histórica. Pero de pronto, apareció una
carta bajo la firma del entonces director ejecutivo José Ramón de la Torre, dando el visto
1

bueno a la demolición del susodicho hotel.)


El sistema federal es más correcto: la Ley Federal de Conservación Histórica en su
§106 establece que en todo proyecto con fondos, licencias o garantías del Gobierno Federal
tiene que evaluarse en su posible impacto sobre recursos históricos que estén listados o que
puedan designarse en el “National Register”. Esto ha permitido que se puedan identificar
lugares edificados, o yacimientos arqueológicos, valiosos.

Debe existir una ley que exija que se evalúe el impacto sobre recursos culturales e
históricos, designados o no, en proyectos que tengan fondos, licencias, garantías u otra
participación específica del gobierno del Estado Libre Asociado. Se estudiará el efecto
sobre recursos históricos y arqueológicos, requiriéndose una evaluación, documentación, y
rescate (en TODOS los casos donde sea posible, y si no mitigar con documentación); en
otras palabras una "§106 criolla".El ICP sería la agencia responsable de hacer cumplir
dicha disposición.

3. Concienciación – La ignorancia sobre lo que vale una propiedad histórica ha


“justificado” su descuido o pérdida ante personas ignorantes de la riqueza y diversidad de
nuestra historia nacional. De hecho, Puerto Rico en un territorio relativamente pequeño tiene
una gran diversidad de expresiones edificadas: las obras de arquitectura culta y vernácula
recibieron influencias de las regiones españolas, otras zonas de Europa, África, los
indígenas, y Antillas cercanas. Muchas son “joyas en bruto”, ocultas por alteraciones
infelices, perdidas en campos, descompuestas por décadas de indiferencia...
Solo en los últimos veinte años han salido estudios coherentes sobre la arquitectura y
construcción en Puerto Rico (Luis Pumarada, Carol Jopling, Jorge Rigau, Enrique Vivoni,
los artículos de prensa de la Arq. Astrid Díaz y otros), mas los estudios archivados en la
OECH, universidades, y a menor grado el ICP. Sin embargo, la cosmovisión de la
arquitectura patrimonial para muchos boricuas empieza y termina en el Viejo San Juan y
algunos monumentos extras regados por nuestra geografía.
En pueblos donde el sentido de patrimonio es mayor y más acendrado, como por
ejemplo, Mayagüez, Sabana Grande y Yauco, ha habido mayor éxito en conservar (aun sin
zonificación histórica) los edificios antiguos que, por ejemplo, en sitios como Fajardo,
Isabela, Moca o (irónicamente, tratándose de la cuna de la afirmación patriótica) Lares,
pueblos en los cuales la visión crematística de la propiedad inmueble urbana ha prevalecido
por sobre el orgullo del usufructo del pasado.
Se ha perdido inclusive “la palabra” para poder describir los elementos que hacen de
nuestra arquitectura histórica tan especial. Vocablos como “mediopunto”, “montante
calado”, “chanfle” (la madera ranurada usada en exteriores), “loseta criolla”, “guardasilla”,
etc. hoy parecen a muchos sacados quizá de la lengua marciana; hace un siglo, describían los
componentes y elementos de las casas y los edificios.
Como es sabido la arquitectura y el urbanismo no son los únicos frentes en los cuales
se ha perdido la memoria histórica. El desconocimiento y confusión reinan cuando se la
habla a muchos sobre eventos, personajes y procesos de la historia. Ciertamente, con la
dedicación de estudiosos, luchadores culturales y la activa participación de organizaciones
1

comunitarias tales como los Centros Culturales, este panorama ha ido cambiando. Pero el
trayecto que queda es largo.
Aun en la pedagogía oficial, prevalece casi exclusivamente la visión del
monumento, del lugar excepcional donde estuvo algún gran personaje, o donde se
enmarcaron los eventos “trascendentes” de la historia. Apenas se estudian los marcos de la
vida cotidiana, o cuando se analizan, se ven por el cristal de la distancia. Quizá alguna
explicación de museo o película educativa, pero sin amarrarse a la pertinencia del presente.
La arquitectura, el ambiente tradicional que dan los lugares antiguos e históricos, es
una de las presencias más impactante del pasado en el presente. Por ello su valor testimonial
es importante. Ello ha llevado inclusive a recuperaciones de la memoria perdida, como lo
fue la reconstrucción de la largamente desaparecida Casa Canales en Jayuya, construida en
1993 con un cuidadoso estudio basado en documentos históricos, fotografías e historia oral
(y el cual no necesitó, de hecho, del respaldo institucional del ICP).
La sensibilización sobre la importancia de este legado debe iniciarse en la temprana
niñez y juventud, siguiendo hasta la vida adulta. Para ello urge divulgar y educar
extensamente con el fin de concienciar y hacer de los ciudadanos diligentes guardianes del
patrimonio cultural. Sin embargo, esto no se hace ni siquiera a nivel de las universidades.
Lamento decirlo, pero aun hoy día la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, en
su propia facultad de arquitectura, NO TIENE ningún curso obligatorio, de aula o de taller,
sobre la arquitectura tradicional e histórica de Puerto Rico. Todavía la historia de la
arquitectura, para nuestros futuros profesionales, es el obsoleto canon de Egipto-Grecia-
Roma-Medieval-Románico-Gótico-Renacentista/Barroco-Racionalismo-Revolucion
Industrial-Movimiento “Moderno”, visto con gríngolas euro céntricas. ¡Increíble! Los otros
programas de arquitectura en Puerto Rico (Universidad Politécnica y dos años iniciales de
bachillerato en la Interamericana de San Germán) sí incorporan algo de nuestra tradición a
su plan de estudio mínimo.
Mucha de la profesión arquitectónica del país vive aun de los trends pautados por los
grandes centros de diseño como Italia, España y el occidente de Estados Unidos. Sus pobres
émulos antillanos sin embargo despiertan lentamente a la presencia de venerables lugares
donde resuena el eco de la historia; muchos colegas redescubren hoy día los encantos de
sitios como Ponce, Guayama, San Germán, etc. Y en el futuro espero que de allí salga no
solo más ímpetu en defender nuestro patrimonio, sino en integrar las lecciones del pasado a
la creación moderna (explicaré más adelante).
Los jóvenes contrario a lo que se piensa son bien receptivos a que se les eduque
sobre el valor del patrimonio de su comunidad. En el mes de junio de 2000 tuve el privilegio
de trabajar con 23 muchachos de los Clubes 4-H de Juana Díaz en un taller de seis días de
duración que fue una faena de mutuo descubrimiento de los valores juanadinos en campo y
ciudad. A instancia de la agrónoma de Extensión Agrícola local, visitamos haciendas
cañeras y de café, absorbiendo su belleza, documentando con camaritas desechables y
lápices sobre papel de dibujo. También entramos al pueblo y se explicó en el sitio el valor de
su arquitectura tradicional, mientras jovencitos(as) sentían las texturas y admiraban los
patrones de los vetustos materiales: ladrillo, madera, loseta criolla, balaustres en madera,
adornos, y mucho más. Algunos de los / las jóvenes han seguido, a pesar de su tiempo
1

limitado disponibles como estudiantes, cooperando con nosotros.


En otra experiencia durante el segundo semestre del año 2000, se participó con un
grupo de estudiantes de arquitectura de la UPR en un proyecto de propuestas de
mejoramiento de Maunabo. Conversando con los 16 estudiantes, pude ver que también no
habían tenido la oportunidad de exponerse previamente a los elementos y razón de la
arquitectura tradicional puertorriqueña. En conferencia en aula y posterior visita a la
comunidad, muchos de ellos entraron en contacto con un exquisito aunque desfigurado
paisaje de pequeñas casas vernáculas en madera y característicos edificios comerciales de un
piso en el mismo material. Se hicieron proyectos específicos para rescatar lugares
importantes del pueblo tales como el Batey Columbia, la antigua unidad de salud pública
(centro cultural) y el solar del Faro Punta Tuna.
(De hecho no me gusta hablar sobre mi experiencia para aprender sobre el
patrimonio puertorriqueño cuando fui estudiante en la UPR en la década de 1970. Tuve que
tomar el mismo seminario electivo dos veces, uno con calificaciones [saqué “A”] y lo repetí
como oyente, ya que lo volvieron a dar con la misma numeración. Además de algunas
consideraciones en mi tesis, eso fue la única experiencia que tuve formal en la Universidad
sobre el patrimonio histórico.)

Es necesario incorporar el patrimonio histórico como componente de los planes de


estudio de estudios sociales y bellas artes en el sistema escolar puertorriqueño. La
enseñanza sobre patrimonio arquitectónico debe ser específica, al igual que la enseñanza
sobre otras áreas de la expresión cultural: explicar la relación entre sociedad y entorno, el
por que de los elementos de nuestra arquitectura tradicional, y permitir el examinar en el
sitio ejemplos destacados de la misma.
En las universidades, debe haber un requisito mínimo de estudios de arquitectura
puertorriqueña y del Caribe para los estudiantes de las tres instituciones de esa profesión, y
creo también que debe darse a los estudiantes de ingeniería (muchos acaban practicando
algo similar a arquitectura, o supervisando arquitectos certificados sin licencia en oficinas
de diseño).(E incidentalmente me pregunto por que la historia de Puerto Rico no se da
como material obligada en las universidades para todos los estudiantes. Estos cursos
universitarios deben tener un componente donde se hable de arquitectura y urbanismo.)
El ICP debe establecer como política un mayor acercamiento a instituciones
educativas y sobre todo al Departamento de Educación, Universidad de Puerto Rico y
universidades o centros de estudio privados, para concienciar sobre los valores histórico
culturales patrios en los jóvenes que allí estudian. Igualmente debe intensificarse talleres
con los Centros Culturales y con grupos comunitarios y juveniles.
El hacer talleres de descubrimiento del patrimonio histórico con la juventud es algo
refrescante y un contraste a lo que habitualmente los muchachos hacen en especial en sus
vacaciones veraniegas. Mas aun, debe considerarse aumentar lo que se ha hecho en
algunos festivales culturales, de celebrar actividades de divulgación sobre la arquitectura
histórica (se ha hecho en los festivales del Café de Yauco y las Indieras de Maricao). ¿Y
por que no un festival cultural centrado alrededor de la arquitectura tradicional, en lugar
de festejar solamente próceres, artesanías, eventos, costumbres, flora y fauna? Sería
1

interesante ver una propuesta desarrollada con algún Centro Cultural...


Con fondos semilla, además de lo ya sugerido, podrían plantearse por ejemplo
certámenes de obra mejor conservada o restaurada en un pueblo, homenajes de artistas
plásticos y artesanos, o incluso trovadores ¿por qué no? al patrimonio de la comunidad.
Hay que reforzar los seminarios y simposios profesionales, o dirigidos a
funcionarios, alcaldes, grupos de trabajo especializados, etc. a un nivel de discusión.
Actualmente me hallo en proceso de organizar para el 23-24 de julio de este año un taller
práctico sobre xilófagos dirigido a técnicas novedosas en el control de polillas y comejenes.
Este debe servir para poder introducirnos a los adelantos técnicos en este asunto tan
problemático en nuestro clima tropical. Espero que se me den las fuerzas para que esta
actividad se logre y sea exitosa.
Previamente se han dado otros sobre cal, madera tradicional, ingeniería y
conservación del patrimonio, demostraciones de laboratorios de conservación, y otras
actividades hechas con sacrificio, ya que no es nada fácil la obtención de los fondos y
recursos externos para celebrar estas actividades y su logística.
Existen múltiples temas reglamentarios, técnicos, sociales y diversos sobre el tema
del patrimonio histórico que necesitan de capacitación constante tanto para los empleados
de la agencia como para grupos profesionales y la comunidad en general. De hecho, en
este resumen he analizado el aspecto de divulgación y difusión de asuntos del patrimonio
cultural de manera muy somera y general y con énfasis en medios cara-a-cara y
tradicionales. No se debe obviar la presencia de medios modernos de comunicación: la
televisión y el Internet son medios de gran presencia y crecimiento que en gran medida no
han sido utilizados a todo su potencial en la labor de concienciación sobre el patrimonio
arquitectónico, el primero por escasez de espacio disponible y la feroz competencia por los
“ratings” (aunque los spots de la Arq. Astrid Díaz son un buen intento de llevar este tema a
las masas, así como alusiones en otros programas educativos); el segundo porque, aunque
la información está ahí y cada día crece, navega en un mar de spam y contenido anodino
hecho para satisfacer los instintos primarios o la sed de entretenimiento de las masas.

II: Lugares de producción cultural: el vacío dentro del espacio

No se ha hecho un inventario de los distintos lugares disponibles para la producción


cultural puertorriqueña. Muchas organizaciones como los Centros Culturales y grupos
culturales independientes carecen de sedes dignas y se reúnen en marquesinas, salas o en
espacio prestado en escuelas u oficinas. En otros lugares hay facilidades casi excedentes que
solo se usan por tiempos breves.
La cultura puertorriqueña se encamina a dejar de ser una abstracción a convertirse en
una fuerza visible con el potencial de tener un impacto sobre la economía, ya cada vez crece
una verdadera industria cultural, aunque sea desigual y erráticamente, como lo ha sido en
estos últimos años. No haré énfasis ahora en las industrias culturales como tales, ya que estas
son motivo de estudios por personas más entendidas en ellas, pero sí me obligo a hablar
sobre el marco físico que las alberga.
El espacio cultural puede ser apropiado o creado expresamente. Del primer caso está
1

el uso de plazas, calles y parques para festivales, ferias, encuentros y ceremonias; y aunque
parece natural y común, nos obligamos a reflexionar sobre como estos espacios tal y como
se encuentran realmente facilitan esos procesos. Nunca se ha hecho un análisis sobre cómo
el aprovechamiento cultural de los espacios públicos puede influenciar decisiones sobre la
configuración y diseño de los mismos (hasta donde sé). Pero se sabe que algunos lugares
han tendido a ser menos gratos que otros. La existencia de barreras, accesos estrechos, falta
de áreas para colocar tarimas y quioscos, y por otra parte, falta de sombra en actividades
diurnas, escasez de asientos o lugares donde colocar sillas para descansar, dificultad en
hallar sanitarios, etc., limitan de una forma u otra el disfrute óptimo de muchas actividades.
En el caso del espacio cultural que se crea expresamente para ese fin, existe un
perenne problema de mala distribución del mismo; o de controles (reglas, ordenanzas,
costumbres) que hacen difícil el acceso o uso para grupos comunitarios (como Centros
Culturales) o a hacedores de cultura (o colectivos de los mismos). Es cierto que el espacio
no hace al artista, artesano, o creador; pero puede facilitarle un desempeño más enfocado en
su tarea, presentación, o producto.
El proceso de apropiación / creación de espacios culturales tiene estrecha ligazón
con el patrimonio, ya que en muchas comunidades son los sitios patrimoniales los que se
quieren convertir, por su valor sentimental o simbólico, en ese tipo de lugares. Generalmente
el proceso ha sido trabajoso, muchos lugares como el Batey Columbia de Maunabo, la
antigua Escuela Cooper de Sabana Grande, y la hacienda Alomar de Santa Isabel
languidecen, mientras escasean los fondos y recursos. Cuando los grupos interesados en su
rescate tocan a nuestras puertas (ICP), no es mucho lo que se puede decir: no existe
disponible un sistema de obtención o gestión de fondos coherente.
Y también en los casos donde se han creado nuevas estructuras para aglutinar la
actividad cultural en los pueblos, la lucha tampoco ha sido facil. Solo la unidad y
determinación de las comunidades organizadas han hecho que se les haga caso en su
búsqueda de lugares para la cultura. Ejemplo a evaluarse de esta persistencia es el trabajo
hecho por el Centro Cultural Cayabo-Collores (CayaColl) de Juana Díaz para obtener para
esta poblada comunidad un lugar para actividades, biblioteca, museo con hallazgos
arqueológicos de una finca adyacente, y arboledas con especies nativas. Ya se ha persuadido
al Municipio a aportar con la gestión, aun se persigue en estos momentos el financiamiento y
viabilización de la obra. En esto, este servidor como arquitecto del ICP ha hecho una tarea
facilitadora, ayudando a visualizar la forma tectónica de los deseos de la comunidad, y
reuniéndose con ella y representantes gubernamentales con el fin de respaldar una iniciativa
justa.
El buscar recursos, gubernamentales o privados, institucionales, legislativos o de otra
índole, es una odisea que consume buena parte de las energías de las entidades culturales.
No existe un programa atractivo de incentivos que pueda ser deducible de las contribuciones
o que le dé algún otro respiro económico a los que donen fondos. No carecemos de una
tradición filantrópica, pero tenemos que admitir que está subdesarrollada por muchos
factores, entre otros el relativamente escaso desarrollo de los capitales basados en nuestra
isla.
Tampoco se hace difusión adecuada de la existencia de dineros que existen a través
1

de disposiciones como el Community Reinvestment Act de los bancos, el “Fideicomiso de la


Niñez” de las demandas contra las tabacaleras (estos dineros se contemplan usar para
financiar la adquisición por el Municipio de Cayey de la Casa Ramón Frade), y las
fundaciones de diversos países. Un problema significativo es que el ICP solo se ha dedicado
a manejar algunos programas específicos tales como el PSBA (Subvención Básica a las
Artes) y administrar los del Fondo Puertorriqueño del Quehacer Cultural, sin proactivamente
buscar nuevas fuentes de Recursos Externos que amplien la variedad de formas de
financiación de la obra cultural.
En el caso del patrimonio afecta particularmente, como se indicó previamente, el
manejo de los fondos del Historic Preservation Fund del Departamento Federal del Interior
por la OECH, ya que estos fondos HPF pueden usarse para la edición de publicaciones,
presentaciones en medios diversos, y actividades de difusión relacionadas con los proyectos
de investigación patrimonial subvencionados. Ello es otra excelente razón por la cual las
funciones de SHPO deben ser devueltas al ICP.

Otro aspecto importante es la infrestructura cultural perteneciente al Instituto de


Cultura Puertorriqueña. Esta agencia es dueña o usufructuaria permanente de treinta y
ocho propiedades en 19 municipios. De estas cuatro se usan para oficinas de la agencia,
cuatro son mixtos museo y oficinas, uno es centro cultural y oficinas, catorce son museos o
salas de exhibición, uno es el Archivo / Biblioteca General de Puerto Rico, cinco son para
uso de Centros Culturales, una es biblioteca, una está cedida a un artesano, y las demás
(siete) están abandonadas y sin obras activas de restauración. Hay obras mayores
actualmente en dos edificios (Archivo General y Casa Museo Barbosa) y se persigue en un
futuro próximo trabajar en los teatros Matienzo / Music Hall, y en la casa Armstrong-
Poventud en Ponce.
La gran mayoría de las otras estructuras adolece de problemas cronicos de
mantenimiento, lo cual requiere que por periodos más o menos largos se retiren del
servicio y se vuelvan a arreglar cuando resuelven lo de la contratación y disponibilidad de
fondos.
El proyecto del Museo Puertorriqueno en el Antiguo Asilo de Beneficencia es un
ejemplo de decisiones a evitar. Originalmente se planeaba hacer una pinacoteca en el
antiguo Convento de Santo Domingo, lo cual hacia 1995 cambió a este concepto, lo cual no
está mal; el edificio se prestaba para ser lugar para exhibir las colecciones institucionales
y hasta tenía una cantidad de espacio idoneo para curación. Sin embargo, el proyecto fue
hecho como "proyecto especial" y se decidió remover los empleados de Promoción Cultural
del edificio principal de la agencia hacia el antiguo convento, donde fueron acomodados
sin que el edificio estuviere arreglado ni seguro. El plan de uso de este lugar se alteró para
colocar oficinas, y así se aceleró un plan de fragmentación de las oficinas de la agencia. El
Museo se hizo sin ningun tipo de permiso, en el año 1996.

III: Integración de arquitectura y cultura: la gran brecha

La otra cara de la defensa de nuestra identidad arquitectónica por medio de la


1

protección del patrimonio es el incorporar las lecciones de éste a la creación arquitectónica


contemporánea. Alrededor de 1950 se dio una ruptura drástica entre los antiguos estilos de
proyección y diseño de edificios y la creación contemporánea que causó una brecha aun hoy
día no salvada. La expansión de posguerra y la conversión de una isla en un mercado para
depositar los excedentes de las industrias del continente crearon una situación de
dependencia económica y tecnológica de la cual aun no salimos.
Por factores históricos muy extensos para detallar ahora, el modelo de proyección
del entorno edificado tuvo una transformación discontinua que se expresó
fundamentalmente en varios rasgos básicos:

1. La redefinición de la vieja ciudad compacta y multifuncional en una ciudad más


extensa, definida en gran parte por las redes de comunicación y transporte que por
la proximidad física de los habitantes. Segregación de funciones mediante el
mecanismo de la zonificación cuantificada y racional.
2. Pérdida del rasgo artesanal en la construcción para adoptar el de la industria en
producción en masa. De la transformación de materiales naturales fácilmente
asequibles, ahora la construcción se convierte en el acto de bricolaje y ensamblaje
de componentes manufacturados, algunos frecuentemente patentizados de tal forma
que se crea dependencia en tal suplidor - apropiación particular de las tecnologías
nuevas de construcción.
3. Énfasis en los edificios como objetos individuales tanto en su expresión visual y
constructiva como en el aprovechamiento económico al cual los dueños reclaman
tener derecho. Cada uno de estos objetos puede expresarse como quiera siempre y
cuando respete los criterios dimensionales cuantitativos de los reglamentos
modernos. Eliminación del deber cívico de los edificios de presentar una imagen
coherente a la comunidad, ausencia de la evaluación sobre su aportación al ornato
público.
4. Olvido de técnicas y principios constructivos, surgidos de la necesidad en época de
escasez y de aprovechamiento máximo de recursos, que definieron mucha de
nuestra tradición edilicia. Así se dejaron atrás componentes de ventilación (plafones
altos, cielorrasos, montantes, ojos de buey), sanidad (levantar las estructuras del
terreno como barrera a sabandijas y a su vez facilitar el flujo de viento y de
escorrentía de agua), solidez estructural (uso de armazones bien trabados de madera
para aguantar los desastres naturales, a veces imaginativamente combinados con
ladrillo, mampostería u hormigón seleccionados para la protección contra incendio
en los bajos niveles), privacidad (los balcones corridos, las viejas puertas de
persianas y postigos, los antepechos). Si bien no se pide que estos elementos se
repliquen literalmente en la nueva creación arquitectónica, sí es indispensable que
los profesionales los conozcan, los evalúen, destilen sus principios y los apliquen a
la obra moderna. (Y, en honor a la verdad, hay quienes lo hacen, pero son minoría
aun.)
5. Falta de estudio de la manera en que los puertorriqueños socializamos y utilizamos
nuestros ambientes edificados, antes y ahora. Usualmente se ha tendido a predicar
2

un determinismo físico (el ambiente controla el comportamiento, por lo cual un


diseño puede llevar a cabo determinados patrones de uso y de comportamiento de
las personas que en él se hallen). Eso es falso, y en realidad, la reacción de los
puertorriqueños hacia los ambientes en los que se mueven ha sido bien diversa. El
entrenamiento ahistórico de muchos técnicos (arquitectos y planificadores) que
toman decisiones claves en la evolución de nuestro ambiente edificado ha dado
como resultado muchas respuestas grandilocuentes que no han tenido respaldo en la
realidad, la costumbre ni el precedente. En ese sentido una conciencia sobre el
patrimonio y la historia de nuestra arquitectura, planeamiento urbano y rural debe
ser vehículo para reflexionar sobre la perenne angustia de nuestro ambiente y la
insatisfacción con el mismo. No es un desarrollo de una versión criolla del "nuevo
urbanismo" romántico, sino más bien el ver un panorama, el bosque y no los
árboles, al momento de tomar decisiones claves sobre política urbana, desarrollo del
territorio, y reglamentación de la actividad constructiva.

Para todo esto no tengo la respuesta ya que tenemos que embarcarnos en un proceso
de reflexión. Claro, existe la pregunta si el planteamiento de esta parte de mi análisis es
pertinente a la gestión del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Y pienso que sí, ya que el
ICP no solo debe ser la guardiana de los valores patrimoniales y tradiciones, sino que debe
tomar un papel más proactivo en la promoción de alternativas en la creación cultural
contemporánea, tarea que debe acometerse una vez se pueda estabilizar la situación grave
de la pérdida de valores histórico-patrimoniales.
Un ejemplo en el aspecto de arquitectura fue la decisión de nuestra agencia, hacia
1988 cuando dirigía López Sobá y la Srta. Liliana Ramos la división de publicaciones, de
editar el libro ¡Casas! del Arq. Fernando Abruña. Aunque tal decisión fue ampliamente
criticada por otros, creo que, aunque no fuera ese el efecto buscado, planteó la posibilidad
del ICP de entrar en parte del diálogo aun bastante superficial y dominado todavía por la
admiración a las grandes estrellas de la farándula arquitectónica (NOTA: CASI TODOS
LOS ARQUITECTOS INTERNACIONALES IMPORTANTES HAN PASADO POR
SUELO BORICUA, usualmente invitados para dar charlas sobre su obra aunque a otros,
como el luxemburgués Léon Krier, se le pidieron "estudios" arquitectónicos o urbanísticos
sobre situaciones en nuestra tierra).
La promoción o coparticipación en simposios o concursos arquitectónicos puede ser
una forma de que el ICP logre presencia en este debate, pero este asunto en detalle es
polémico, aun está bastante crudo, y debe eventualmente elaborarse en más detalle mientras
evolucione la esperada mejoría en la condición de la agencia, lo cual discutiré someramente
de inmediato.

IV. ¿Ha cumplido el ICP en su misión de salvaguardia del


patrimonio cultural (resumen y conclusiones)?

Indudablemente la evaluación del actual Instituto de Cultura Puertorriqueña en el


2

aspecto de patrimonio edificado es desfavorable frente a la gestión hecha durante las


primeras dos direcciones ejecutivas de la agencia (Ricardo Alegría Gallardo 1955-1973 y
Luis Manuel Rodríguez Morales [QEPD] 1973-1980). Entonces, con menos recursos, se pudo
lograr mediante una visión más clara y un mayor sentido de compromiso, resultados
relativamente efectivos prácticamente sin recursos ni precedentes. Técnicamente, muchas
de las soluciones permitidas cuanto al patrimonio no estuvieron informadas por el mayor
conocimiento técnico disponible hoy día; y en muchos casos, por falta de mayor
información, se trabajó por conjeturas e improvisación aunque muy sensible a las
reverberaciones del pasado.
Al pasar un juicio histórico sobre la gestión del patrimonio arquitectónico durante
estos cinco primeros lustros de la agencia, se puede afirmar indudablemente un saldo
altamente positivo. Tratar de menospreciarlo por su carácter a veces efectista,
geográficamente limitado, y, como antes indicado, conjetural en partes, es una grosera falta
de respeto a la gestión realizada cuando se toma en cuenta el contexto histórico y político
indiferente u hostil en que Alegría y Rodríguez Morales se movieron. De hecho, al
evaluarse toda esa época con dicho contexto, se puede afirmar que Alegría y Rodríguez
Morales desempeñaron un trabajo excepcional e indispensable, sobre el cual se ha edificado
el quehacer cultural de años subsiguientes.
Según declaración recientemente escuchada al profesor Alegría, el ICP nunca
trabajó durante su administración más de $2.2 millones a la vez. Aunque se haga el ajuste
por inflación y se descubra que la cifra se acerca bastante (salvando el cambio en el nivel de
precios) al presupuesto actual de la agencia, no se puede descartar que alrededor de la mitad
o más de esos dineros estaban disponibles para obras culturales y la proporción de nómina
era mucho menos que ahora - posiblemente menos de la mitad de ese presupuesto.
El aspecto del patrimonio arquitectónico y su conservación se ha afectado por la
fuga de talento, la poca comprensión de sectores de la comunidad del valor de dicho
patrimonio, problemas de comunicación internos dentro del Instituto, y falta de
reconocimiento de los altos niveles al trabajo desinteresado de los empleados tecnicos,
profesionales y de servicio directo.
El ICP, para la época que llegué al mismo (1987, cuando lo dirigía el músico
ponceño Elías López Sobá), aun tenía algo de ese espíritu pionero que hacía honroso el
trabajar para el mismo, no importa el sueldo relativamente bajo.
Pienso que los jefes de unidades programáticas pueden y tienen que ser los asesores
programáticos primarios del director ejecutivo. El exceso de líneas de mando, conductos
mandatorios y otras trabas burocraticas en el proceso decisional reduce grandemente la
agilidad vista en tiempos anteriores. El ICP ha tendido a funcionar como una "gran familia"
comparado con la fragmentación existente y a menudo inevitable de agencias más grandes.
No siempre se ha respetado este sentido de comunicación espontánea y proactiva que
mejora el proceso de solucionar problemas.
El resultado en el ámbito de conservación del patrimonio ha sido escasez de
personal, cualificaciones bajas de mucho personal gerencial o de carrera, supervisión de
empleados por otros menos cualificados, y poco aprovechamiento del talento disponible.
No se otorgan herramientas suficientes tales como transportación, materiales y
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equipos; a pesar de todo esto y la relativa baja retribución economica cara al grado de
especialización de las destrezas de los tecnicos, se han logrado resultados medibles.
Esperamos una situacion de respaldo mas constante que reconozca la complejidad y
especialización de nuestros trabajos. No es fácil, como se ha explicado previamente en esta
ponencia, adiestrarse en conocer a fondo sobre el patrimonio histórico puertorriqueño. Y
aun en la práctica privada, personas similarmente entrenadas son bastante raros. Y a otros
arquitectos licenciados o certificados, en el servicio público, otras agencias ofrecen trabajos
menos complicados, con responsabilidades relativamente limitadas, por sueldos que en
casos superan en 50% más el promedio de $2,500 mensual que se nos paga; y se sabe que
generalmente en esta profesión el trabajo gubernamental genera menos ingresos que el
trabajo privado o corporativo.

RESUMIENDO: Quedan sobre el tintero otros planteamientos, algunos tratados


directamente al hablar de otros temas en las tres secciones anteriores. Basta decir por ahora
que existe entre el personal profesional en el área de patrimonio del ICP un
descorazonamiento por lo poco que se valoriza nuestra gestión. En este sentido a veces nos
sentimos gladiadores solitarios, como debió haberse sentido don Ricardo Alegría en los
años fundacionales de la agencia. Pero estos son otros tiempos y hay mayor conciencia
comunitaria del valor de todas las expresiones de la cultura. Nuestro Instituto deberia poder
levantarse al llamado de ellos. La observada falta de respaldo interno a nuestro quehacer
significa que no podemos entregarnos a esta labor como queremos. Nuestro legado cultural
merece un trato mejor.

jo

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