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LA NECESIDAD METAFISICA

E S T E LIBRO va a tratar de la necesidad sicológica de la presencia de


Dios, una presencia no silenciosa, en los terrenos de la metafísica, la
moral y la epistemología.1

En primer lugar deberemos entender que los tres terrenos básicos del
pensamiento filosófico son lo que siempre han sido. El primero de ellos
se halla en el terreno de la metafísica, del «ser». Este es el terreno de lo
que es, el problema de la existencia. Incluye la existencia del
hombre, pero debemos darnos cuenta de que la existencia del hombre
no es, como tal, problema tan grande como lo es el hecho mismo de que
algo exista. Nadie lo ha expresado mejor que Jean Paul Sartre, el cual ha
dicho que la cuestión filosófica básica consiste en que algo «es» y no en
que nada «sea». Nada que merezca llamarse filosofía puede esquivar el
hecho de que las cosas realmente existen y que existen en su forma y
complejidad actuales.

El segundo terreno del pensamiento filosófico es el del hombre y el


dilema del hombre. El hombre es personal y no obstante limitado, por
lo que no es un punto de integración suficiente para sí mismo. Cabe
recordar otra profunda manifestación de Sartre: que ningún punto
limitado tiene significado alguno a no ser que tenga un punto infinito de
referencia. Los cristianos convendrán en que tiene razón en tal
manifestación. El hombre es limitado, por ello no es punto de integración
suficiente para sí mismo, pero el hombre es diferente del no-hombre. El
hombre es personal en contraste con lo impersonal o, para emplear una
frase que he usado en mis libros, el hombre tiene su «hombría».

Sin embargo, el conductismo y todas las formas del determinismo dirán


que el hombre no es personal, que no es intrínsecamente diferente de lo
impersonal. Pero esto acarrea la dificultad de que niega la observación
que el hombre ha hecho de sí mismo durante 40.000 años, si aceptamos
el moderno sistema para la fijación de fechas; y segundo, que no existe
determinista ni conductista que en verdad sea consecuente con su
determinismo o su sicología conductista, y afirme que el hombre es sólo
una máquina. Así lo observamos en Francis Crick, el cual reduce al
hombre a las meras propiedades químicas y físicas del patrón ADN
(ácido desoxirribonucleico). Pero lo interesante es que Crick demuestra a
las claras que no puede mantenerse fiel a su propio determinismo. En
uno de sus libros, On Molecules and Men (De las moléculas y los
hombres), empieza pronto a hablar de la naturaleza en femenino, y en
un libro más pequeño, pero más profundo, The Origen of the Genetic

1
Esto es, pues, lo que definimos como problema de la metafísica, la
existencia del ser
1
Code (El origen del código genético), comienza a escribir la palabra
naturaleza con «N» mayúscula. B. F. Skinner, autor de Beyond Freedom
and Dignity (Más allá de la libertad y de la dignidad), refleja la misma
tensión. Por eso nos hallamos con dos dificultades en la aceptación del
determinismo y el conductismo modernos, los cuales indican que no hay
diferencia intrínseca entre el hombre y el no-hombre: primero, uno tiene
que negar la propia observación que el hombre ha estado haciendo de sí
mismo durante años y años, incluso desde antes de las pinturas de las
cavernas; y segundo, ningún determinista químico o sicológico es capaz
de vivir como si él fuese lo mismo que un no-hombre.

Otro aspecto del dilema del hombre es la nobleza de éste. Quizá no os


guste mucho la palabra «nobleza», pero fuere cual fuere la palabra que
escojáis, en el hombre hay grandeza. Desearía añadir que los
evangélicos han cometido el terrible error de equiparar a menudo el
hecho de que el hombre esté perdido y bajo el juicio de Dios con la idea
de que el hombre es nada, un cero. Esto no es lo que la Biblia dice. En el
hombre hay grandeza, y quizás hayamos perdido nuestra mejor
oportunidad de evangelismo en nuestra generación al no insistir en que
la Biblia es la que explica por qué hay grandeza en el hombre.

Sin embargo, el hombre no es únicamente nobfé '(o cualquier sinónimo


de noble), sino que también es "cruel”, Ello nos plantea un dilema.

El primer dilema es que el hombre es limitado y que es personal; el


segundo dilema es el contraste entre la nobleza del hombre y la
crueldad del hombre. O podemos expresarlo con mayor modernidad:
el enajenamiento del hombre respecto a sí mismo y a todos los demás
hombres en el terreno de la moral. Por ello tenemos ahora dos campos
de pensamiento filosófico: primero, el metafísica que trata del ser y de
la existencia; segundo: el campo de la moral. Él tercer campo de
nuestro estudio es el de la epistemología, el problema del
conocimiento.

Permitidme ahora presentar dos observaciones generales.

-Primera, la filosofía y la religión tratan con las mismas; cuestiones


básicas. Los cristianos, y especialmente los cristianos evangélicos, han
tendido a olvidar esto. La filosofía y la religión no tratan cuestiones
diferentes, aunque dan diferentes respuestas y emplean diversos
términos. Las cuestiones básicas, tanto de la filosofía como de la religión
(y al decir aquí religión lo digo en el más amplio sentido de la palabra,
incluyendo el cristianismo) son las cuestiones del ser (es decir, de lo que
existe), del hombre y su dilema (es decir, la moral) y el del conocer del
hombre. La filosofía trata estos puntos, mas también lo hace la religión,
incluyendo el cristianismo ortodoxo evangélico.
2
La segunda observación general se refiere a los dos significados de la
palabra «filosofía», que deben mantenerse absolutamente separados si
deseamos evitar confusiones. El primer significado es una disciplina, una
rama de estudio académico. Esto es lo que normalmente tomamos por
filosofía: un estudio técnico superior que algunas personas efectúan. En
este sentido pocas personas son filósofos. Mas existe un segundo
significado que no debemos olvidar si queremos entender el problema
de la predicación del evangelio en el mundo del siglo veinte. Filosofía es
también el concepto que del mundo tiene el hombre. En este sentido,
todos los hombres son filósofos, ya que todos los hombres tienen un
concepto del mundo. Esto es tan cierto en el hombre que cava zanjas
como en el filósofo universitario.

Los cristianos han tendido a despreciar el concepto de la filosofía. Esta


ha sido una de las debilidades del cristianismo evangélico, ortodoxo: nos
hemos sentido orgullosos al despreciar la filosofía, y nos hemos
mostrado excesivamente orgullosos al despreciar al intelectual.
Nuestros seminarios teológicos raramente relacionan su teología con la
filosofía, y menos con la filosofía de nuestro tiempo. Por ello, los
hombres abandonan los seminarios teológicos sin saber cómo
relacionarla. No es que desconozcan las respuestas, sino que, según he
observado, la mayoría de los que se gradúan en nuestros seminarios
teológicos no conocen las preguntas. En efecto, la filosofía tiene una
dimensión universal. Ningún hombre puede vivir sin un concepto del
mundo; y por lo tanto, no existe hombre alguno que no sea filósofo.

No existen muchas posibilidades en respuesta a los tres terrenos básicos


del pensamiento filosófico, pero existe gran cantidad de posibles
detalles alrededor de las respuestas básicas. Tanto si estudiamos
filosofía en la universidad luchando desesperadamente, como si
intentamos ser ministros del evangelio, 3' por lo tanto hablamos con
individuos que tienen un concepto del mundo, nos ayudará
enormemente el darnos cuenta de que si bien hay posibilidad de
muchos detalles, las respuestas, en sus conceptos básicos, son muy
pocas.

A estas preguntas se dan dos clases de respuestas.

1. La primera es que no hay respuesta racional o lógica. Esto es


un fenómeno de nuestra generación. El asunto ha llegado a «la línea de
la desesperación». No estoy diciendo que nadie haya tenido antes estos
puntos de vista, pero sí que no eran el punto de vista predominante. Hoy
en día prevalece mucho más que nunca. Esto es cierto no solamente
entre filósofos en sus discusiones, sino también en las discusiones
callejeras, en el café, en el comedor de la universidad, o en la
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gasolinera. La solución que suele sugerirse es que no existe respuesta
lógica y racional: todo es caótico, irracional y absurdo. Este punto de
vista se expresa con mucha sutileza en el mundo existencial del
pensamiento, y en el teatro del absurdo. Esta es la filosofía o concepto
del mundo que muchos tienen hoy día. Es parte de la trama y urdimbre
del pensamiento de nuestra época afirmar que no existen respuestas,
que todo es irracional y absurdo.

Si un hombre mantuviera que todo carece de significado, que nada tiene


respuesta, y que no hay relación entre causa y efecto, y si realmente
sostuviera su tesis con cierta consecuencia, sería muy difícil rebatírselo.
Pero en realidad nadie puede sostener consecuentemente que todo sea
caótico e irracional y que no existan respuestas básicas. Este punto de
vista puede mantenerse en teoría, pero en la práctica no puede
mantenerse que todo sea un caos absoluto.

La primera razón por la cual la tesis de lo irracional no puede


mantenerse consecuentemente es que el mundo externo existe y tiene
forma y orden. No es un mundo caótico. Si fuera cierto que todo es
caótico, sin afinidad y absurdo, la ciencia, así como la vida en general,
se terminarían. Simplemente vivir sería imposible de no dar por sentado
que el universo que existe, el universo externo, tiene una forma
determinada, un orden determinado, y que el hombre se aviene a este
orden y por ello puede vivir en él.

Quizá recordéis una de las películas de Godard, Pierrot el loco, en la cual


las personas salían por las ventanas en lugar de hacerlo por las
"puertas. Pero lo interesante es que no salían a través de paredes
sólidas. Lo que Godard nos dice en verdad es que si bien no posee la
respuesta, tampoco puede salir a través de aquel sólido muro. Esta es
simplemente la forma en que expresa la dificultad de mantener que el
universo es totalmente caótico, siendo así que el mundo externo tiene
forma y orden. De vez en cuando alguien intenta poner un poco de
orden, pero inmediatamente –la primera clase de respuestas —pierde su
consistencia y se derrumba.

El concepto de que todo es caótico y de que no hay respuestas


definitivas es mantenido por muchos pensadores de hoy, pero he
comprobado que siempre lo mantienen muy selectivamente. Casi sin
excepción (realmente no he encontrado nunca una excepción), discuten
racionalmente hasta que se ven perdiendo la discusión y entonces
tratan de introducir la respuesta de la irracionalidad. Pero cuando la
persona con la que estamos discutiendo actúa así, debemos indicarle
que al ser selectivo en la introducción de sus argumentos de
irracionalidad vuelve sospechosos todos sus argumentos.
Teológicamente puede mantenerse la posición del irracionalismo, pero
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nadie la mantiene a ultranza con relación al mundo externo o las
categorías de su mundo de ideas. Efectivamente, si esta tesis se
debatiera adecuadamente, terminarían todas las discusiones. Las
comunicaciones entre las personas terminarían. Únicamente nos
quedarían sonidos ininteligibles: bla, »bla, bla.

El teatro del absurdo ya lo ha dicho, pero falla en su intento, ya que si


leéis y escucháis cuidadosamente dicho teatro, observaréis que está
siempre intentando comunicar su opinión de que es imposible darse a
entender. Existe de hecho la comunicación sobre el aserto de que no
existe la comunicación. Siempre es selectiva, con algunas partículas de
orden aquí y allá. Por ello vemos que esta clase de respuesta —la de que
todo es irracional— no es una respuesta.

2. La segunda clase de respuesta es una que puede considerarse


racional y lógicamente, la cual puede uno comunicarse a sí
mismo en el mundo de sus ideas, y que puede comunicarse
externamente a otros. En este capítulo trataremos de la metafísica en
el terreno de las respuestas que pueden ser discutidas; posteriormente
trataremos del hombre en su dilema, el terreno de la moral, en relación
con las respuestas que pueden ser discutidas.

Por ello ahora debemos considerar tales respuestas en el terreno del ser,
de la existencia.

Ya he dicho que no existen muchas respuestas básicas, aunque existen


diversos detalles en las respuestas. Resulta curioso observar que hay
solamente tres posibles respuestas básicas a esta pregunta, aptas para
su consideración racional. Las respuestas básicas son ciertamente
pocas, muy pocas. Venimos considerando la existencia, el hecho de que
algo existe. Recordemos las manifestaciones de Jean Paul Sartre de que
la cuestión filosófica básica es que «es» o existe algo, -y no que nada
«sea».

La primera respuesta básica es que todo lo que existe ha salido


de la nada absoluta. En otras palabras, se comienza con nada. Ahora
bien, para mantener este punto de vista debe tenerse en mente la nada
absoluta, lo que yo llamo nada nada. No puede ser algo-nada ni nada-
algo. Si vamos a aceptar esta respuesta, debe tenerse en mente la
nada-nada, lo que significa que no hay energía, ni masa, ni movimiento,
ni personalidad. Mi descripción de la nada-nada es la siguiente.
Supongamos que tenemos una pizarra muy negra, nunca usada. Que en
esta pizarra trazábamos un círculo y dentro de este círculo estaba todo
lo que existiera: no había nada dentro del círculo. Luego borrábamos el
círculo. Eso sería nada-nada. No se le debe permitir a nadie decir que va
a dar una respuesta empezando con nada, si en realidad empieza con
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algo: energía, masa, movimiento o personalidad. Ello sería algo, y algo
no es nada. La verdad es que nunca he oído sostener este argumento,
ya que es increíble que todo lo que ahora existe haya salido de la nada.
Pero teóricamente, ésta es la primera respuesta posible.

La segunda respuesta posible en el terreno de la existencia es


que todo lo que ahora existe tuvo un principio impersonal. Esta
impersonalidad puede ser masa, energía o movimiento, ya que son
impersonales, y todos lo son por igual. Es por ello que no hay diferencia
filosófica básica en que se comience por uno u otro. Muchos hombres
modernos dan a entender que tienen una mejor respuesta por el hecho
de comenzar con partículas de energía en vez de hacerlo con la
anticuada masa. Así lo creyó Salvador Dalí al pasar de su período
surrealista a su nuevo misticismo. Pero tales hombres no poseen una
respuesta mejor. Ella sigue siendo impersonal. Lo es tanto la energía
como la masa o el movimiento. En cuanto acepta el principio impersonal
de las cusas, se halla uno frente a alguna forma de reduccionismo.- El
reduccionismo argumenta que todo lo que ahora existe, desde las
estrellas hasta el mismo hombre, debe en definitiva entenderse
reduciéndolo a su original e impersonal factor o factores.

El gran problema de comenzar con lo impersonal es hallar algún


significado a los elementos constitutivos. Un elemento es cualquier
factor individual, cualquier cosa individual: las partes separadas del
todo. Una gota de agua es un elemento, y también el hombre es un
elemento. Si empezamos con lo impersonal, ¿cómo puede tener sentido
o significado cualquier elemento de los que ahora existen, incluyendo al
hombre? Nadie nos ha dado la respuesta a esto. En toda la historia del
pensamiento filosófico, bien sea de Oriente bien sea de Occidente, nadie
nos ha dado una respuesta.

Empezando con lo impersonal, todo, incluyendo al hombre, debe ser


explicado en términos de lo impersonal, sumándole el tiempo y el azar.
No permitáis a nadie que desvíe vuestro pensamiento en este punto. No
existen otros factores en la fórmula, porque no hay otros factores
existentes. Si empezamos con lo impersonal, no podemos tener ningún
tipo de concepto teológico. Nadie ha demostrado aún cómo el tiempo
más el azar, empezando con lo impersonal, pueden producir la necesaria
complejidad del universo, aparte de la personalidad del hombre. Nadie
nos ha dado una pista sobre esto.

A menudo esta respuesta —la de comenzar con lo impersonal— ha sido


llamada panteísmo. El nuevo pensamiento místico de la prensa
clandestina es casi siempre una forma de panteísmo, y lo mismo puede
decirse de casi toda la moderna teología liberal. A menudo este
comienzo con lo impersonal es llamado panteísmo, pero realmente es un
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subterfugio semántico, ya que la raíz «teísmo» acarrea una connotación
de lo personal, cuando por definición se plantea lo impersonal. Nunca he
permitido en mis discusiones que alguien hable impensadamente sobre
el panteísmo. Siempre busco la manera de precisar que no se trata
realmente de panteísmo, con su ilusión semántica de personalidad, sino
«pantodoísmo». Las antiguas religiones hindúes y budistas, así como el
moderno misticismo y la nueva teología «panteísta», no son realmente
panteísmo. Son únicamente una solución semántica que se nos ofrece.
«Teísmo» se usa como una palabra de connotación. En Dios está ahí* he
realzado el hecho de que las soluciones modernas son generalmente
misticismos semánticos, y éste es uno de ellos. Pero sea cual sea la
forma que tome el «pantodoísmo», incluyendo la moderna forma
científica que reduce todo a partículas de energía,' siempre tropieza con
el mismo problema: en todos los casos/ el final es lo impersonal.'

Hay dos problemas que siempre existen: la necesidad de la unidad y la


necesidad de la divergencia. El «pantodoísmo» da una respuesta a la
necesidad de unidad, pero no da ninguna a la necesidad de diversidad.
Empezando con lo impersonal no hay significado o importancia en la
diversidad.

Podemos pensar en el antiguo panteísmo hindú, que lo empieza todo


con om. En realidad todo debería terminar con om en una sencilla nota,
sin variantes, ya que no existe razón para que haya significación en las
variaciones. E incluso si el pantodoísmo da una respuesta a la forma no
da ningún significado a la libertad. Generalmente se presenta la teoría
cíclica como si las olas vinieran del centro del mar, pero ello no facilita
solución alguna a ninguno de estos problemas. La moral, bajo cualquier
forma de panteísmo, no tiene significado como moral, ya que en el
pantodoísmo todo acaba igual. La teología moderna debería desplazarse
hacia éticas situacionales, porque no existe tal cosa como la moral en
este ciclo. La palabra «moral» se usa, pero realmente es sólo una
palabra. Este es el dilema de la segunda respuesta, que es la que hoy
mantiene la mayoría.' La ciencia naturalista la mantiene empezando
todo con partículas de energía. Muchos estudiantes universitarios
mantienen cierta forma de pantodoísmo. Los libros liberales de teología
moderna son casi todos uniformemente panteístas.

Pero si comenzamos con lo impersonal, como corresponde a los


panteístas, no existen verdaderas respuestas respecto a la existencia
con su complejidad, o a la personalidad —la hombría— del hombre.

La tercera respuesta posible es comenzar con un principio


personal. Con esto hemos agotado las posibles respuestas básicas con
relación a la existencia. Puede parecer simple, pero es verdad. Con ello
no queremos decir que no haya detalles sobre los cuales se pueda
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discutir, que no haya variantes, o subtítulos, o sub-escuelas, sino que
éstas son las únicas escuelas básicas del pensamiento posibles. Alguien
dijo una vez brillantemente que cuando uno termina de discutir una
pregunta básica no quedan muchos en la habitación. Con esto quería
decir que cuanto más se profundiza en una pregunta básica, la selección
que ha de hacerse al final resulta tanto más sencilla y clara. No existen
muchas respuestas básicas a ninguna de las grandes preguntas de la
vida.

Estudiemos ahora lo que significa comenzar con algo que sea personal.
Es decir, lo personal fue el principio de todas las demás cosas; esto es el
extremo opuesto a comenzar con lo impersonal. En este caso el hombre,
al ser personal, tiene un significado. No es abstracto. Muchas de las
personas que acuden a L'Abri no se convertirían en cristianos si no
discutiéramos en este terreno. Cientos de ellas se hubieran marchado,
diciendo: «No conocéis las preguntas». Estas cosas no son abstractas,
pero tienen que ver con la propagación del Evangelio de Cristo en pleno
siglo veinte.

Estoy cansado de que me pregunten por qué no me limito a predicar el


«evangelio sencillo». Se tiene que predicar el evangelio sencillo de modo
que sea sencillo para la persona a la cual se habla, o de lo contrario no
es sencillo. El dilema del hombre moderno es claro: no sabe por qué el
hombre tiene significado en sí. Está perdido. El hombre sigue siendo
cero. Esta es la condenación de nuestra generación, el meollo del
problema del hombre moderno. Pero si comenzamos por un principio
personal y éste es el origen de todo lo demás, entonces lo personal
tiene un significado, y el hombre y sus aspiraciones no carecen de
significado.

Las aspiraciones del hombre en cuanto a la realidad de la personalidad


están en relación con lo que originalmente existía y lo que
intrínsecamente ha existido siempre.

Los cristianos son quienes tienen la respuesta en este punto: ¡una


respuesta titánica! Entonces, ¿por qué hemos continuado diciendo las
grandes verdades en formas que nadie entiende? ¿Por qué continuamos
hablándonos a nosotros mismos, si los hombres están perdidos y
decimos que los amamos? La condenación del hombre hoy día es que no
puede hallar el significado del hombre, pero si comenzamos por un
principio personal nos encontramos con una situación absolutamente
opuesta. Tenemos la realidad del hecho de que la personalidad tiene
significado, porque no es extraña a lo que siempre ha sido, lo que es, y
lo que siempre será. Esta es nuestra respuesta, y con esto tenemos la
solución no solamente para el problema de la existencia —del ser en sí y

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su complejidad— sino también para el problema de que el hombre es
diferente y tiene una personalidad que le distingue del no-hombre.

Como ilustración, hablemos de dos valles. A menudo en los Alpes suizos


hay un valle lleno de agua y un valle adyacente sin agua. Es curioso que
a veces hay filtraderos en la montaña, y de repente el segundo valle
empieza a llenarse de agua. Mientras el nivel del agua en el segundo
valle no es superior al nivel del agua en el primero, todo el mundo llega
a la conclusión de que realmente hay la posibilidad de que el segundo
lago se nutra del primero. Sin embargo, si el agua del segundo valle
alcanza una altura nueve metros superior a la del primer valle, nadie
conoce la razón. Si comenzamos con un principio personal para todas las
cosas, podremos fácilmente entender que las aspiraciones del hombre a
una personalidad tienen una posible respuesta.

Si comenzamos con algo inferior a la personalidad, al final tenemos que


reducir la personalidad a lo impersonal.

El moderno mundo científico hace esto en su reduccionismo, en el cual


la palabra «personalidad» es únicamente lo impersonal con un añadido
de complejidad. En el mundo científico naturalista, tanto en la ciencia
natural, como en la social o sicológica, el hombre queda reducido a lo
impersonal, con dicho añadido de complejidad. No hay una diferencia
real, intrínseca. Pero en cuanto nos ocupamos de un principio a partir de
lo personal, aún tendremos que hacer otra selección.

Este es el nuevo paso ¿escogeremos la respuesta de Dios o la de los


dioses? La dificultad al escoger a los dioses en lugar de a Dios estriba en
que los 'dioses limitados no son lo suficientemente poderosos. Para
tener una respuesta adecuada sobre un principio personal, necesitamos
dos cosas. Necesitamos un Dios personal-infinito (o un Dios
infinito-personal) y necesitamos una unidad y diversidad
personales en Dios.

Consideremos la primera selección, un Dios personal-infinito.


Únicamente un Dios personal-infinito es lo suficientemente poderoso.
Platón entendió que los absolutos son indispensables, pues sin ellos
nada tiene significado. Pero el problema de Platón era que sus dioses
carecían del poder suficiente para satisfacer la necesidad. Por ello,
aunque conocía la necesidad, ésta se desmoronaba, porque sus dioses
no eran lo suficientemente poderosos para ser el punto de referencia o
el lugar de residencia de sus absolutos, de sus ideales. En la literatura
griega, algunas veces parecía que los hados se hallaban tras los dioses,
y que los controlaban, y algunas veces parecía que eran los dioses los
que controlaban a los hados. ¿Por qué había esta confusión? Porque en
este punto todo se desmoronaba en su pensamiento, porque sus dioses
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limitados no eran lo suficientemente poderosos. Esta es la razón por la
cual necesitamos un Dios personal-infinito. Esto es lo primero.

Segundo, necesitamos una unidad y diversidad personales en


Dios, no únicamente un concepto abstracto de unidad y diversidad,
porque ya hemos visto que necesitamos un Dios personal. Necesitamos
una unidad y diversidad personales. Sin esto no tendríamos respuesta.

De lo que estamos hablando es de la necesidad filosófica, en el terreno


del ser y de la existencia, del hecho de que Dios está presente. Esto es
todo: está presente. No existe otra respuesta filosófica adecuada aparte
de la que he descrito. Ya podéis buscar en la filosofía de la universidad,
en la oculta, en la de las gasolineras, en cualquiera; no existe ninguna
otra respuesta filosófica adecuada al problema del ser y la existencia
aparte de la que he descrito.* Existe únicamente una filosofía, una
religión, que llene esta necesidad en el pensamiento del mundo, tanto
oriental como occidental, antiguo o moderno, viejo o nuevo. Lo único
que satisface la necesidad filosófica de la existencia es el Dios judeo-
cristiano; no únicamente un concepto abstracto, sino la convicción de
que Dios está realmente presente. El existe realmente.* No hay ninguna
otra respuesta, y los cristianos ortodoxos deberían sentirse
avergonzados de haber permanecido tanto tiempo a la defensiva. No es
el momento de permanecer a la defensiva. No existe ninguna otra
respuesta.

Observemos que no hay ninguna otra palabra que tenga menos


significado que la palabra «dios». Por sí sola no significa nada. Como
cualquier otra palabra, se trata únicamente de un símbolo lingüístico —
d-i-o-s—, hasta que uno la llena de contenido. Esto se aplica
especialmente a la palabra «dios», porque ninguna otra palabra se ha
usado tanto para expresar significados tan absolutamente opuestos. El
mero uso de la palabra «dios» no significa nada. Hay que poner
contenido en ella. La palabra «dios», tal cual, no es una respuesta al
problema filosófico de la existencia, pero el concepto judeo-cristiano de
la palabra «dios» en el Antiguo y el Nuevo Testamentos satisface la
necesidad de lo existente: la existencia del universo en su complejidad,
y del hombre como hombre. ¿Y cuál es ese concepto? Es el concepto de
un Dios infinito-personal, el cual es unidad personal en lo diverso en el
más excelso- nivel de la Trinidad. /•

De vez en cuando en mis disertaciones alguien me pregunta cómo


puedo creer en la Trinidad. Mi contestación siempre es la misma. Si no
existiese la Trinidad, todavía sería yo un agnóstico, ya que no existirían
respuestas. Sin el alto orden de unidad y diversidad personales que
hallamos en la Trinidad, no existirían respuestas.

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Volvamos a lo infinito-personal. Mirado desde el plano de la infinitud de
Dios, hay un gran abismo entre Dios por un lado, y el hombre, el animal,
la flor y la máquina por el otro.

Mirado desde el plano de su infinitud, Dios está solo. El es el otro


absoluto."El es, en su infinidad, contrario a todo lo demás. Se diferencia
de todo lo demás porque solamente él es infinito. El es el Creador, todo
lo demás fue creado. El es infinito, todo lo demás es finito. Todo lo
demás fue aportado por la creación, por lo que todo lo demás es
dependiente, y sólo él es independiente." Esto es absoluto mirado desde
el plano de su infinidad. Por lo tanto, en lo que se refiere a la infinidad
de Dios, el hombre está tan separado de Dios como lo está el átomo, o
cualquier otra porción mecánica del universo.

Pero mirado desde el plano de lo personal que es Dios, el abismo está


entre el hombre y el animal, la planta y la máquina. ¿Por qué? Porque el
hombre fue hecho a la imagen de Dios. Esto no es únicamente
«doctrina». No se trata de un dogma que tenga que repetirse
continuamente, como diría McLuhan. Esto es una realidad en las
profundidades del problema. El hombre está hecho a la imagen de Dios;
por lo tanto, partiendo de la base de que Dios es un Dios personal, el
abismo está, no entre Dios y el hombre, sino entre el hombre y todo lo
demás. Pero mirado desde el plano de la infinidad de Dios el hombre
está tan separado de Dios como lo está el átomo o cualquier otro objeto
limitado del universo.

Así que sabemos por qué el hombre es finito y a la vez personal.

No se trata de que ésta sea la mejor solución del enigma de la


existencia; es que es la única solución. He aquí por qué debemos
mantener nuestra cristiandad con integridad intelectual. La única
explicación de lo que existe es que él, el Dios infinito-personal, está
realmente presente.* Desarrollemos un poco más la segunda parte la
unidad y diversidad personales en el alto orden de la Trinidad.* Einstein
enseñó que la totalidad del mundo material podía ser reducida a
electromagnetismo y gravedad. Al final de su vida anduvo buscando una
unidad entre ambas cosas, algo que uniese el electromagnetismo y la
gravedad, pero nunca lo halló. ¿Y qué hubiera sucedido si lo hubiese
hallado? Se hubiese tratado únicamente de unidad en diversidad
respecto al mundo material, y como tal, hubiese carecido de-significado.
Nada hubiese quedado arreglado, porque la necesidad de unidad y
diversidad con relación a la personalidad no se habría afectado. Si
hubiera conseguido unir el electromagnetismo y la gravedad, tampoco
hubiese conseguido explicar la necesidad de unión y diversidad
personales.

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Por contraste pensemos en el Credo Niceno: tres Personas, un Dios.
Alegrémonos de que escogieran la palabra «persona».
Independientemente de si os dais cuenta o no de ello, esto fue la
catapulta que lanzó el Credo Niceno a nuestro siglo y sus discusiones:
tres Personas en existencia, amándose unas a otras, en comunicación
unas con otras, antes de que todo lo demás existiese.

Si esto no hubiese sido así, hubiésemos tenido un Dios que necesitaría


crear para amar y comunicarse. En tal caso Dios necesitaría al Universo
tanto como el Universo necesita a Dios. Pero Dios no necesitaba crear,
Dios no necesita al Universo como el Universo lo necesita a él. ¿Por qué?
Porque tenemos una completa y verdadera Trinidad. Las personas de la
Trinidad se comunicaban entre sí, y se amaban unas a otras, antes de la
creación del mundo.

Esto no es solamente una respuesta a la aguda necesidad filosófica de


unidad en la diversidad, sino a la unidad y diversidad personales."La
unidad y la diversidad no pueden existir antes de Dios ni subsistir
después de Dios, porque por mucho que se retroceda siempre se halla a
Dios. Pero con la doctrina de la Trinidad, la unidad y la diversidad son
Dios mismo: tres Personas, aunque un solo Dios. Esto es la Trinidad," y
no menos que esto.

Debemos agradecer que nuestros antepasados cristianos comprendieran


bien esto en el año 325 d.C. cuando recalcaron las tres Personas de la
Trinidad, tal como claramente lo declara la Biblia. Observemos que ellos
no inventaron la Trinidad para dar respuesta a las cuestiones filosóficas
que los griegos de aquellos tiempos entendían muy dinámicamente.

Es precisamente todo lo contrario. El problema de la unidad y la


diversidad existía, y ellos vieron que en la Trinidad, tal como se enseña
en la Biblia, tenían una respuesta que nadie más tenía. Ellos no
inventaron la Trinidad para hacer frente a la necesidad; la Trinidad ya
existía y hacía frente a la necesidad. Ellos comprendieron que en la
Trinidad tenemos todo lo que estas personas están discutiendo y
definiendo, pero para lo que no tienen respuesta.

Indiquemos una vez más que ésta no es la mejor respuesta, es la única


respuesta." Nadie más, ni los filósofos, nos han dado jamás una
respuesta a la cuestión de la unidad y la diversidad.' Por eso, cuando las
gentes nos preguntan si intelectualmente nos sentimos apenados por la
cuestión de la Trinidad, yo siempre les remito a su propia terminología:
unidad y diversidad.*Todos los filósofos tienen este problema y ninguna
filosofía tiene la respuesta*La cristiandad tiene una respuesta en la
Trinidad. La única explicación de lo que existe es que él, el Dios trino y
uno, está presente.»
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Entonces ya hemos dicho dos cosas. La única respuesta al problema
metafísico de la existencia es que el Dios infinito-personal está presente;
y la única respuesta al problema metafísico de la existencia es que él, la
Trinidad, está presente: el Dios trino.'

Seguramente que a estas alturas ya hemos llegado a la convicción de


que la filosofía y la religión tratan de los mismos asuntos. Obsérvese que
en el concepto básico de la existencia, del ser, o se acepta la respuesta
cristiana o nada. Si entendéis esto, independientemente de que seáis
evangélicos u ortodoxos, vuestra vida cambiará.-*.

Permitidme decir algo aprovechando la oportunidad. Veo que muchos


evangélicos y ortodoxos quieren la verdad siempre que sea fiel a los
dogmas, o a lo que dice la Biblia. Nadie defiende más la inspiración de
las Sagradas Escrituras que yo, pero la verdad no termina con la
presentación del cristianismo, con lo que la Biblia misma expone. La
verdad del cristianismo consiste en que es fiel a lo que existe. Podéis ir
hasta el fin del mundo sin necesidad de temer, como lo hacían los
antiguos, que al final caeréis en el abismo y los dragones os comerán.
Podéis llevar vuestra discusión intelectual hasta el final, porque el
cristianismo no sólo es fiel a los dogmas, no sólo es fiel a lo que Dios ha
dicho en la Biblia, sino que también es fiel a lo que existe, y nunca
caeréis al abismo en el confín del mundo. No se trata de un simple
modelo aproximado, sino que se ajusta a la realidad de lo que existe.
Cuando los evangélicos comprendan esto, cuando el mundo evangélico
lo comprenda, quizá tengamos nuestra revolución. Empezaremos a
tener algo hermoso y vivo, algo vigoroso en este pobre y perdido
mundo.

Tal es la verdad desde el punto de vista cristiano y según Dios lo indica


en las Sagradas Escrituras. Pero si vamos a tener esta respuesta,
obsérvese que deberemos tener la total respuesta bíblica, y no reducir el
cristianismo ni al pantodoísmo oriental, ni al pantodoísmo de la teología
liberal moderna, tanto protestante como católica romana. No debemos
permitir que se nos filtre el panteísmo teológico, ni tampoco reducir el
cristianismo a la teología moderna existencial. Si vamos a obtener estas
grandes y titánicas respuestas, el cristianismo debe ser la total
respuesta bíblica.* Necesitamos la total posición bíblica para obtener la
respuesta al problema filosófico básico de la existencia de lo que existe.
Necesitamos en su totalidad lo que la Biblia afirma de Dios: que él es el
Dios infinito-personal, y el Dios trino y uno.

Permitidme ahora que exprese esto en dos diferentes formas. Una de las
formas de decirlo es que sin el Dios infinito-personal, el Dios de la

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unidad y diversidad personales, no hay respuesta al problema de la
existencia de lo que existe.
También lo podemos decir de otra forma: el Dios infinito-personal, el
Dios que es la Trinidad, ha hablado. Está presente, y no está callado. De
nada sirve tener un Dios callado. No sabríamos nada de él. Ha hablado y
nos ha dicho lo que es y que él existía antes que nada, y por ello
tenemos respuesta al problema de la existencia de lo que existe. No
está callado. Si tenemos la respuesta es porque el Dios infinito-personal,
el pleno Dios trino, no ha estado callado. Nos ha dicho quién es él.
Adaptad vuestro concepto de la inspiración y la revelación en estos
términos, y veréis cómo se acoplan a las razones básicas del
pensamiento moderno. No está callado. Esta es la razón que conocemos.
Y es porque él ha hablado. ¿Qué nos ha dicho? ¿Se ha referido
únicamente a otras cosas? No, nos ha dicho la verdad de la verdad de sí
mismo, y porque nos ha dicho la verdad de la verdad de sí mismo —es
decir, que él es el Dios infinito-personal, el Dios trino— tenemos la
respuesta a la existencia.

También podemos expresarlo de esta forma: en lo tocante a la


metafísica —del ser, de la existencia— la revelación especial y general
habla con una sola voz. Todas las formas de expresarlo indican lo mismo
aunque desde diferentes puntos de vista.

En resumen, el hombre, empezando por sí mismo, puede definir el


problema filosófico de la existencia, pero no puede producir por sí
mismo la respuesta al problema. La respuesta al problema de la
existencia es que el Dios infinito-personal, el Dios trino está presente, y
que el Dios infinito-personal, el Dios trino no está callado.

Quizá sería conveniente destacar que tanto en la cuestión de la


existencia como en la de la moral, el cristianismo da la única y suficiente
respuesta con relación al presente dualismo a pesar del monismo
original. En la existencia, Dios es espíritu. Esto es tan cierto respecto al
Padre como al Espíritu Santo, e igualmente respecto al Hijo, antes de la
encarnación. Así pues, empezamos con un monismo, pero, con el Dios
infinito creando de la nada el universo material, existe ahora un
dualismo." Debe observarse que aun cuando Dios creó algo que antes
no existía, no se trata de un principio de la nada-nada, ya que él ya
existía (como el Dios infinito-personal) para crear.

* Algunos pueden decir que existe otra posibilidad (alguna forma de


dualismo, es decir, dos contrarios de existencia simultánea, como co-
iguales y co-eternos). Por ejemplo, pensamiento (ideales o ideas) y
materia; o en relación a la moral, el bien y el mal. Sin embargo, si en
relación a la moral uno mantiene esta posición, no hay razón alguna
para llamar bueno al uno y malo al otro: la elección y las palabras son
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puramente subjetivas si no existe algo por encima de ellas. Y si existe
algo superior a ellas entonces ya no existe el dualismo.

En metafísica, el dilema es que nadie se queda al final con el dualismo.


Detrás de Yin y de Yáng existe un indefinido Tao, y detrás del
zoroastrismo se halla una intangible figura o cosa. El hecho real es que
cualquier forma de dualismo nos deja alguna forma de tensión o
inestabilidad y hay una tendencia regresiva al monismo. Todos los
hombres intentan hallar una unidad entre las dos; o en el caso del
concepto del paralelismo (por ejemplo, ideales o ideas y materia) es
preciso hallar una relación, una correlación o contacto entre ambas, o
nos quedamos con el concepto de que ambas marchan hombro con
hombro sin unión que justifique esa armonía.

Así que en un intentado paralelismo ha habido una constante tendencia


a que un lado se subordine al otro, o a que el otro se convierta en
ilusión.

Además si los elementos del dualismo son impersonales, nos quedamos


'con el mismo problema tanto en el ser y en la moral, como sucede en el
caso de un final impersonal simplificado... Así pues, para mí, el dualismo
no es una forma de respuesta básica como las tres de las cuales trato en
este libro.

Schaeffer, Francis A. El está presente y no esta callado. Logoi: Miami,


1974. pp.15-33

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