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En nuestra prelatura de Cafayate existe una pequeña imagen de San Roque, conocida con el
diminutivo de San Roquecito o San Roquito, lo cual hace referencia a su tamaño (8 cm),
pero sobre todo al cariño que la gente le profesa.
Esta estatuilla de San Roque arrastra verdaderas multitudes a San José, parroquia ubicada
en el Sur del Departamento de Santa María, en la Provincia de Catamarca. Ello motivó que
la Iglesia de este pueblo fuera constituida Santuario Diocesano, como podrán leer Uds en
este artículo
Sin duda la fiesta de San Roquecito, en San José, es la manifestación de piedad popular más
grande en nuestro Obispado, aún antes de su fundación (1969).
El siguiente artículo es una breve recopilación de algunos pasajes del libro ?
, escrito por el P Flavio Rubén Quiroga y publicado en 2008, con motivo del
Cincuentenario de la Bendición para Culto Público de esta bendita imagen. El escrito,
cuyos derechos de autor fueron donados íntegramente al Santuario de San Roque, puede
adquirirse en dicho Santuario, en la Parroquia de San José.
Es el sentir de la Iglesia, sobre todo después del Concilio Vaticano II, cristalizado en los
Documentos de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, educar, dirigir y
potenciar, la piedad popular. Nuestros Obispos han reconocido en la Pastoral de los
Santuarios, la ocasión privilegiada que Dios da a su Pueblo, para acercarse al Misterio de
Dios que peregrina junto a los hombres de todas las razas, pueblos y épocas. De allí la
importancia que tiene esta devoción típicamente calchaquina en nuestra Prelatura. De allí
que nos complace invitarlos a crecer en la devoción a San Roquecito a los que ya la tienen
y conocerla a los que aún no entraron en contacto con ella. Acérquense a este gran Santo de
la Iglesia y anímense dar una vuelta por nuestro humilde Santuario Diocesano, sobre todo
el 16 de Agosto ¡Siempre serán bienvenidos!
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Habiendo hecho estas aproximaciones a los posibles lugares del hallazgo de la imagen,
resulta necesaria e interesante la pregunta por la cronología del hecho.
El primer dato documentado se encuentra fechado en 1887. Está copiado en una
misiva a Mons Carlos F Hanlon, Obispo de Catamarca, setenta años después de haber sido
firmado, entre otros, por el pbro. Conrado Espinoza.
En este escrito se establece una línea sucesoria de los síndicos de San Roque que
desgraciadamente carece de datación temporal. Sólo contamos con los nombres y el
parentesco entre estas personas.
En la base de este pequeño árbol genealógico se encuentran don Eusebio Carrazana
y su esposa Feliciana Chaile. De ellos nace Miguel Carrazana que se casará más adelante
con Pascuala Argota.
Hijas de este matrimonio serán _entre otras_ Santos Carrazana que en 1957 cuenta
con noventa años y Feliciana Carrazana que tiene en su poder el escrito del que estamos
hablando fechado en 1887.
Según el texto en cuestión, Feliciana Chaile de Carrazana, lega en herencia la
imagen a su hijo Miguel. Al morir éste, probablemente víctima de un asesinato, un hombre
llamado Remigio Zúñiga pretende quedarse con la efigie. En este contexto la viuda,
Pascuala Argota, esgrime una prueba que la constituía como heredera de San Roquito. En
qué habría consistido aquella prueba no es posible saberlo. Sólo podemos afirmar que en
1887, la presentaron ante el p Espinosa para que no le quitaran la estatuilla.
Como quiera que sea, a esas alturas la devoción de nuestro santo tenía ya una larga
data, según narra el mismo documento. De hecho, la carta en la que se encuentra
transcripto, informa al Obispo que la devoción tiene más de cien años, lo cual nos remonta
a antes de 1857. Es de notar que la carta a la que estamos aludiendo está fechada el 14 de
Agosto de 1957.
Una vez más San Roque se nos escapa de las manos. Como el agua de un arroyo se
escabulle entre los dedos de quien simplemente debe contentarse con sorber algo de lo que
queda en el pequeño cuenco de las manos. Así, los orígenes de esta imagen quedan en el
misterio.
Sucede con nuestro Santo Taumaturgo, San Roque, lo que con algunas imágenes en
nuestro país. Aparecen fáctica y tácitamente, con la simplicidad de su presencia, sin
grandes signos y prodigios, porque ellas mismas en su estar con nosotros ya son
portentosas.
Es la presencia de los santos, de la Santísima Virgen, de Nuestro Señor que se
manifiesta transitando junto al pueblo, en un enigmático silencio, semejante al del
Peregrino de Emaús. Silencio que, paradójicamente, dice mucho.
Sin dar señales extraordinarias, entra en diálogo con los caminantes cansados de la
vida que cargan sobre sus hombros el desaliento, la desilusión y el miedo.
Se puede constatar este mismo tipo de presencia silenciosa, pero incontestable en la
efigie portentosa de María Santísima del Valle. Como con San Roque, nadie puede
establecer autor, ni época, ni lugar. Con la simplicidad de lo cotidiano existe la imagen y es
venerada, querida y devotamente custodiada. Y es que Dios ama y usa lo sencillo para
acompañar a los sencillos.
María Santísima y los santos, entre ellos Roque de Montpelliere, vienen a ser signos
tangibles de la Providente Misericordia del Señor para con los hijos más olvidados,
pequeños y, por qué no decirlo, también para con los más descarriados.
Ahora bien, la Persona Divina del Hijo de Dios, encarnada en las entrañas purísimas
y virginales de su Santísima Madre, es la manifestación perfecta del Amor del Padre para
con los pecadores.
Ante esto, el Espíritu Santo ha querido modelar en muchos corazones los rasgos
humanos del Dios Salvador. Esas gentes que reproducen milimétricamente a Jesús a lo
largo de los tiempos, con sus diversas personalidades, mentalidades y culturas, son los
santos. Entre ellos evidentemente descuella la misma Madre de Jesús, otorgada a nosotros
como tal al pie de la Cruz.
En este sentido ella, San Roque y todos los santos, participan del ser misterioso y
nunca completamente asible de Dios. Por eso ellos, al igual que la humanidad divina del
Redentor, se nos escapan de las manos.
Nos son comprensibles hasta cierto punto, pero nunca llegan a caer completamente
bajo el dominio de nuestro conocimiento. El misterio del Señor y su obra, no son
razonables. No por defecto, por que sean inferiores a nuestra inteligencia, sino por exceso.
Es decir, por que sobrepasan nuestro intelecto.
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La historia que sigue al origen de la imagen es mucho más simple, aunque no exenta
de dificultades. Baste recordar el primer dato que tenemos de ella aportado por el p
Figueroa: el asesinato de Miguel Carrazana. Este acontecimiento desató la crisis de 1887 de
la cual ya hemos hablado. Se recurre al p Espinosa para que dirima la cuestión. Al no poder
lograrlo, la imagen queda bajo la tutela de Eugenio Gomez, hasta que alguna de las partes
en litigio ³pruebe el derecho que alguno debe tenerlo para poseerlo´5 De esta tenencia de
la estatuilla no se tiene noticia alguna, fuera de ésta. No sabemos cómo solucionaron aquel
problema, ni siquiera si la custodia de Gómez llegó a hacerse efectiva.
Luego se hizo cargo de la parroquia de Santa María el p Luis A Romero. Este
sacerdote fue quien le ³estableció la novena y misas en la Iglesia Vice-parroquia de San
José de Santa María, fustigando el funcionamiento de carpas´6
En el año 1930 se hará cargo de la parroquia el P Baudilio Vásquez que
permanecerá en ella hasta la década del 70.
En 1948 el p Augusto Fausto Figueroa fue nombrado vicario foráneo de Andalgalá.
Con la designación de este sacerdote santamariano en ese cargo, comenzará a fraguarse el
Decreto de la Bendición Pública, del cual nos ocuparemos con mayor detalle en el próximo
capítulo.
Cuatro años después Mons Carlos F Hanlon editó un decreto lamentablemente
extraviado, con fecha 16 de Mayo, en el que determinaba que la santa imagen debía
permanecer en el oratorio de Río Blanco y podía ser llevada sólo a la iglesia de San José.
En 1955 el Obispo escribió una carta circular, actualmente perdida, en la que al
parecer, dictaminaba el uso que debía hacerse de las limosnas.
Durante el año 1956 se concretó la construcción de la urna actual de la estatuilla con
las limosnas del pueblo. Los testigos de aquel entonces hablan de otras anteriores a ésta.
Al año siguiente, el 14 de Agosto, Santos Carrazana dio noticia escrita de la
tenencia de la imagen por parte de su familia y se dio a conocer el documento de 1887.
El 22 de Agosto se elevó una solicitud al Sr. Obispo de Catamarca pidiendo la
Bendición de Culto Público para San Roque, con anuencia de síndicos y pueblo en general.
No contamos al presente con este documento al que conocemos por referencia
escrita. Sin embargo es necesario saber que hubo otras cartas dirigidas a Mons Hanlon en
las que se abordaba la temática del culto privado que se le tributaba a la efigie
El 7 de Julio de 1958, Mons Hanlon otorgó la Bendición Pública a la imagen de San
Roque mediante un decreto, dándole como lugar de permanencia la iglesia de San José.
Decretó también que el Santo Taumaturgo de Montpelliere sea el vicepatrono de la
población.
Cuatro años después San José fue constituido Sede Parroquial, siendo separado del
curato de Santa María.
Al año siguiente concluyó el vicariato del p Figueroa.
El 8 de Septiembre de 1969 SS Pablo VI creó la Prelatura de Cafayate, mediante la
Bula Praeclarissima Exempla, separando de la Diócesis de Catamarca las parroquias de
Antofagasta de la Sierra, San José y Santa María. A partir de entonces éstas, en unión con
las de Amaicha del Valle, Molinos, San Carlos y Cafayate, constituirían el nuevo
Obispado.
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Documento de Archivo Agosto de 1957, transcribiendo al de 1887
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Documento de Archivo Agosto de 1957
Al año siguiente se hicieron cargo de San José los padres agustinos a cuyo cuidado
el Papa había encomendado la naciente Prelatura.
En Mayo de 1992 desapareció la imagen de San Roque y fue encontrada días más
tarde por un niño en el camino de La Loma.
Ese mismo año se inició la Vigilia en Punta de Balasto por pedido de don Pedro
Marcial, al entonces párroco de San José, p Emilio Rodríguez y Claudio OSA.
El 3 de Febrero de 2000 se hizo cargo de la parroquia el clero diocesano de
Cafayate, en la persona del p Walter Gonza, por mandato de Mons Cipriano García
Fernández OSA. Será la segunda parroquia encargada al mismo, después de la de Amaicha
del Valle, pastoreada en aquel entonces por un sacerdote sanjoseño, el p Miguel Fuenzalida
El 16 de Agosto de 2001, el mismo Obispo de Cafayate declaró al templo de San
José Santuario de San Roque.
Este es, a grandes rasgos, el pasar de la imagen de San Roquecito en su contexto
histórico hasta nuestros días.
A continuación nos abocaremos sólo a temas puntuales del mismo.