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Las TINIEBLAS CUBREN LA TIERRA Pieza en tres actos por JERZY ANDRZEJEWSKI* REPARTO POR ORDEN DE APARICION EN ESCENA NArravor ‘Lorenzo Drpco Roprico Martro PABLO ZARATE. TORRES: GALVEZ ‘TORQUEMADA Papre AcustiN MANUEL bE OJEDA ALVARO Ruiz Pascua ‘Spcura LorENzO PEREZ MENSAJERO Voz CUESTA MANUEL PROLOGO Naprapor: Cuenta una vieja crénica espafiola que hacia la mitad del mes de septiembre de 1485 arribé a la pequefia ciudad de Villarreal, en La Mancha, el reverendo padre fray Tomas de Torquemada, Gran Inquisidor del Reino, acompafiado por algu- nas decenas de oficiales de la Milicia de Cristo, la guardia ar- mada del Santo Oficio. Las calles de Villarreal, afiade el escru- puloso cronista, se encontraban desiertas; los puestos de los mercaderes judios habian desaparecido; en las tabernas y fon- das, siempre bulliciosas, reinaba en esa ocasién el silencio. La mayor parte de las ventanas se mantenian veladas por espesas * Traduecién de Sergio Pitol. 339 celosias. El calor del dia empezaba a amenguar, pero el seco viento meridional que bajaba de la Sierra Morena seguia atin siendo cAlido. Tan pronto como el grave cortejo de caballeros pas6 por la puerta de Toledo y se hallé dentro de los muros de Ia ciudad, la campana de la iglesia colegiata de San Pedro rompié el silencio; luego repicaron las campanas del convento de Santo Domingo, las de las iglesias de la Santa Cruz, Santa Maria la Blanca y Santo Tomas. Minutos después, todas las campanas de las numerosas iglesias y conventos de Villarreal se lanzaban al vuelo. ACTO PRIMERO ESCENA I Disco: jHa Iegado! Mateo: jHa Hegado! Dreco: jMateo, Mateo!, si pudicra rezar por este hombre rogaria a Dios que lo eliminase de entre los mortales. Mateo: ;Diego! Ni tu has hablado ni yo he ofdo. Dirco: Tienes miedo? 2Tu? Es que no piensas de Ja misma manera? Mateo: No siempre debemos decir lo que pensamos. Dirco: Lo sé, Mateo: Eres joven e impetuoso. Disco: ¢Preferirias que fuese de piedra? Mateo: No, pero hoy dia incluso las piedras oyen y hablan. jTen cuidado! Si el padre Torquemada juzgé necesario abandonar la corte y venir a Villarreal, de seguro comenzaran a suceder cosas terribles. Disco: No, Mateo, es imposible que puedan ser mis terribles que Jas que ya hemos presenciado. Mateo: No hay que hacerse ilusiones. Dreco: {Dios grande y misericordioso! He preservado la fe inma- culada, pero el coraz6n, Mateo, mi coraz6n est lagado y mi conciencia turbada. Un dia en el quemadero de Sevilla vi arder a ms de cien hombres en la hoguera. Canté con los hermanos el himno: “Exurge Domine et judica causam tuam”, pero al través del sonoro canto no podia dejar de ofr los gritos y la- mentos de los moribundos. En otra ocasién... 340 Mateo: Calla, Diego, las heridas del corazén sélo pueden curarse en silencio. Dizco: {No hay silencio posible para mi! Has dicho que no siempre debemos decir lo que pensamos, Qué quieres decir con eso? gno confias en mi?, gme tienes miedo?, ¢tu, mi amigo y maestro? Mareo: Hermano Diego, cuando la conciencia se opone a Ia ini- quidad no debe uno temer a los otros hombres sino a si mismo. Dreco: gTemer a si mismo? Mateo: ¢No entiendes hasta dénde te puede Hevar la conciencia? No te atemoriza la rebelién? Dizco: jNo! No quiero temer, detesto todo lo que signifique miedo. Quiero actuar. Mateo: Reza. ESCENA It Torres: Recibe nuestro saludo, reverendo padre y dignisimo sefior. ToRQUEMADA: La paz sea con vosotros, hermanos. Que la gracia de Nuestro Sefor Jesucristo descienda a quienes son dignos de ella, Montijo: Amén. TORQUEMADA: No veo entre vosotros, hermanos, a ningtin represen- tante del poder secular. {Es que no se les advirtié de nuestra llegada? MANUEL bE OJEDA: Bienvenido, reverendo padre. Mi comandante, el capitin del Real Regimiento, don Juan de Santangel, me ha ordenado ofrecer a vuestra excelencia el debido homenaje; rue- ga, asimismo, se perdone su ausencia, motivada por razones de salud. ToroveMaba: ¢Esté enfermo el capitan? Osa: Si, padre. Torovemapa: {Del cuerpo o del alma? MANUEL: No entiendo, padre, ToroueMapa: ¢Qué es lo que no entiendes? ¢Eres cristiano y no sabes cual es la diferencia entre el cuerpo de un hombre y su alma? ¢No entiendes cuando hablo de las enfermedades del cuerpo y del alma? MANueL: Conozco la diferencia entre unas y otras, padre. Me llamo Manuel de Ojeda, soy noble y cristiano, Cuando dije que don Juan esta enfermo no podia pensar en su alma, pues como ésta 34 pertenece a un fiel servidor del Rey y de la Iglesia tengo la certeza de que no sufre ninguna enfermedad. ‘Torqumamapa: ¢Tan poco seguro estas de tus palabras que necesitas levantar la voz? ManueL: Reverendo padre, si el sefior de Santangel no estuviese en- fermo... Torquemapa: Entonces con su presencia daria testimonio del res- peto y amor que le merecen la fe y la Santa Inquisicién. Lo creo. Espero, no obstante, que la enfermedad del noble capi- tan no sea tan grave que le impida visitarnos mafiana en la sede del Santo Oficio. ¢Tienes ain algo que decir, hijo mfo? Moxr1J0: Un representante del Corregidor desea expresarte, reve- rendo padre, su bienvenida. Torquemapa: ¢El noble Corregidor se halla también enfermo? Te escucho, hijo mio. Ruiz: El sefior don Blasco de Silos no pudo venir, ilustre padre. En el tiltimo momento cayé gravemente enfermo. TorquEMADA: Bien, reverendos hermanos, es hora de ir a la iglesia ‘Agradezcamos a Dios haber dado término feliz a nuestro viaje. Recemos también por el alma de los herejes y los pecadores y pidamos que el Todopoderoso, con su infinita bondad, les ayude a confesar sinceramente sus pecados y a renunciar a sus errores. Montijo: Amén. Spcura: Reverendo padre, ha llegado un mensajero de Zaragoza con noticias importantes, Torquemaba: ¢Vienes de Zaragoza? MeNsasERo: Si, reverendo padre, he viajado durante tres dias con sus respectivas noches. Torquemapa: ¢Quién te envia? MeNsaseRo: El Santo Tribunal. Toravemava; Habla, MENSAJERO: Reverendo padre, sucedié una cosa terrible, algo que clama la venganza de los cielos. £4) reverendo padre Arbuez fue asesinado. Cursta: {Dios tenga piedad de nosotros! Torquemapa; ¢Dénde fue cometido el crimen? Mensasero: En la catedral, reverendo padre, durante la oracién vespertina. Torovemapa: ¢Y los asesinos? Mensasexo: Fueron detenidos. Torquemapa: ¢Sus nombres? 342 Mensajero: Vidal de Uranzo y Juan de Esperaindeo. Ambos al servicio del poderoso don Juan de la Abadia. Torqueapa: {Asi que el crimen viene desde tan alto? MeNsAseRo: Reverendo padre, el ilustre inquisidor Gaspar Juglar me ordené informarte que el desvergonzado crimen es posi- blemente el resultado de una inmensa conspiracién, y que se sospecha la complicidad de algunas personas, miembros de fa- milias de alto rango en el reino de Aragén. TorovEMADA: jSanto Dios! Si lo que dices es verdad, resulta difi- cil creer que los conspiradores pertenezcan a viejas familias cristianas. ¢No descienden acaso de familias de origen judio? Mensasero: El pueblo de Zaragoza habla por tu boca, reverendo padre; cuando se regé por la ciudad la noticia de que el reve- rendo padre Arbuez habia sido asesinado, el pueblo se congregé en las calles para castigar a los judios conversos que, aunque en apariencia han aceptado nuestra fe, se mantienen, tanto en espiritu como en costumbres, fieles a la religion judaica. Torovemapa: ¢Habdis escuchado, reverendos hermanos? ¢Habéis escuchado la voz del pueblo cristiano? jQue sirva de ensefianza para vosotros! Poned sambenitos a mil pecadores arrepentidos y conducidlos descalzos a Ia iglesia de la colegiata para efectuar un auto de penitencia. Entregad a la justicia secular cien, dos- cientos o trescientos herejes recalcitrantes para que sean devo- rados por las llamas. Hacedlo y veréis al pueblo de esta ciudad, que hoy se ha encerrado en sus moradas, salir a la calle y pos- trarse a nuestros pies. Que la paz sea contigo, hijo mio. Nos has traido una noticia dolorosa y reconfortante a Ia vez. Nos duele que el reverendo padre Arbucz no esté ya mas entre nosotros, aunque sabemos que disfrutard eternamente de la gloria. Nos alegramos de que su martirio y muerte vengan a unirnos y a fortalecernos en la lucha contra la herejia y en defensa de nuestra fe. No existe poder en el mundo, ni mal ni perversidad suficientemente fuertes que puedan oponerse a nuestra cau- sa... Redoblemos, empero, nuestra vigilancia. Si no golpea- mos al mal, éste arteramente nos golpearé a nosotros. Cuesta: jLoado sea el nombre de Jesiis! |Viva la Santisima Virgen! Tovos: jViva la Santisima! (Eco de los altoparlantes.) 343 ESCENA IIT Lorenzo: A nuestra Ilegada, la ciudad parecia muerta. Roprico: Las ratas se refugiaron en sus madrigueras, pero de nada va a servirles. Lorenzo: ¢Crees? Roprico: Las manos del Santo Tribunal son mas largas que la més profunda de las madrigueras. Ademids las ratas tienen miedo y el miedo acabard por traicionarlas. Lorenzo: ¢Quien tiene miedo necesariamente es culpable? RopriGo: No lo sé, no es asunto mio, Pero sé que debemos estar siempre en contra de los que tienen miedo. Lorenzo: ¢Crees que todos los conversos son herejes? RopriGo: No lo sé. Tal vez si. Este no es asunto nuestro, Lorenzo. Nuestra obligacién estriba en ejecutar las érdenes y en no te- ner . Lorenzo: ¢Nunca has tenido miedo? Roprit Nunca, nuestro oficio consiste en ser nosotros quienes inspiremos miedo. (Pasos al fondo det corredor.) ESCENA IV Cursta;: Esta es tu celda, reverendo padre. Necesitas un merecido reposo después de las fatigas del dia. Estoy seguro de que Dios te proporcionaré un buen sucfio, En esta celda, segin consta en los antiguos memoriales de nuestra orden, yacié justamente hace cien afios nuestro santo hermano Vicente Ferrer. Nuestro hermano Vicente era, indudablemente, un santo. TorQUEMADA: ¢Pero no crees, reverendo padre, que a pesar de sus indudables virtudes cristianas, cl hermano Vicente daba exce- siva importancia a las palabras? Cursta: Fue el gran predicador de nuestra orden. ToroveMApA: {Palabras! ¢Qué son las palabras, padre? Con mil pa- labras puede uno convertir a mil herejes. Dices que San Vi- cente fue un gran predicador. Es verdad. En efecto, logré atraer a nuestra fe a millares de judios, quienes con ese acto pudieron escapar a la persecucién. Pero, ¢cudles han sido los resultados? Los convertidos de ayer son los asesinos de hoy. ‘Las manos de sus hijos y sus nietos asesinan emboscadamente a los defensores de la fe. ¢Por qué actuan de ese modo? Por- 344 que detestan al Santo Oficio. Cambiaron solamente las formas del culto, sin modificar en un dpice su naturaleza herética. Las palabras no son ya el ojo de la aguja, sino una puerta abierta para todos, Se entra por ella tan facilmente como de las ti- nieblas nocturnas se pasa a la Juz del amanecer. En verdad te digo, padre, pobres de quienes luchan si confian demasiado en el poder de las palabras. Curgsta: ¢Crees que la palabra no posee ningin poder? Torquemapa: Seguramente lo posee, pero sdélo cuando la palabra se convierte en accién. La verdad total de nuestras palabras consiste en las ensefanzas de la Iglesia: éstas son la sdlida piedra sobre la que construimos nuestro edificio. Pero nuestra vocacién nos obliga a confirmar la palabra de la verdad por medio de los hechos. Créeme, padre, las palabras sdlo importan cuando la espada de la accion esta tras ellas. Cugsta: Si te comprendo bien, reverendo padre, las declaraciones de los testigos depositadas ante el Santo Tribunal, que certifi- can que muchos altos sefiores y les de Villarreal desdefian los principios de la religién y no titubean en mostrar su sober- bia alli donde la obediencia y la humildad deberian tener ca- bida, todas esas declaraciones, pienso, son palabras tras las que se esconde la espada, ToroUEMADA: Asi es, la experiencia de varios siglos de nuestra Igle- sia habla por tu boca. Has expresado un principio especial- mente importante. Cuesta: {Te refieres, reverendo padre, al principio que confirma que todo error, por minimo que sea, surge de una falla de la fe? ToroUEMADA: Si pudiésemos ser capaces de observar los errores humanos de un modo mas profundo y penetrante, no nos seria dificil advertir que las causas son generalmente mas peligrosas que los mismos errores. Padre Blasco, quiero que me digas como al mas viejo y amante de tus hermanos... Cuesta: 2Qué, padre? TorQUEMADA: Un verdadero cristiano no debe poseer ningan pro- ee personal que esté en contradiccién con los objetivos de — Si, padre, es verdad. Torovemapa: Todos nuestros actos, pensamientos y deseos perte- necen a la Iglesia. Creo, no obstante, y justamente por eso, que un cristiano no sélo puede sino debe abrigar en si anhelos personales que, sin embargo, sean igualmente utiles para los fines de la Iglesia. Dime, ¢posees tu algun deseo personal?, 345 gun anhelo que te sea particularmente entrafable?, ¢deseas algo que te parezca cl corolario de tus aspiraciones terrenales? Cugsta: gDebo ser sincero, padre, como en la confesidn. ..? Torquemapa: Debes serlo. Cuesta: Admito que hay algo que desde muchos afios deseo con vehemencia. Descaria, y pido que se me perdone el orgullo, que en el futuro, a la muerte de su eminencia el cardenal de Men- doza, pueda sentarme en el trono arzobispal de Toledo. Padre reverendo, ¢quizas mi confesién te ha disgustado? Tal vez mis deseos apuntan demasiado alto, pero, créeme. . TorQUEMADA: Vete a dormir, padre. Después de la fatiga del dia necesitas reposo. Cuesta: Dios misericordioso, ghabrén sido mis pretensiones hasta tal punto desatinadas? Si no me consideras digno de tan alto honor... ToroveMapa: jCalla! ¢Eres tan ciego y sordo que no adviertes lo que rechazas por clegir las apariencias de la pompa y el es- plendor? ¢Qué ambicionas? ¢Tocarte con el birrete arzobis- pal? ¢Tener corte, palacio, riqueza y sentarte en el trono ata- viado con ropajes de gala? Tu, un dominico, ces esto lo que ambicionas?, esto lo que anhelas?, qué has hecho de ti?, gen qué terrible red estas aprisionado? Hace un momento apenas, engafiado por las falsas apariencias de tu alma, pensaba en elevarte a las mas altas dignidades de la Iglesia Combatiente, pensaba en designarte Inquisidor del Reino. ;Y tu, en cambio, suefias con llegar a ser Arzobispo de Toledo! Cursta: Padre! TorouEMAbA: ¢Es que no entiendes que el cargo de Inquisidor, al depositar sobre los hombros no gloria sino duros deberes, sig- nifica mas, cien veces mas que todos los tronos de obispo, mas que la purpura cardenalicia, incluso més que la tiara del Papa? Ve a dormir, pobre padre, me has desilusionado. Cuesta: Padre reverendo, gracias por haberme abierto los ojos. Ahora puedo ver que, efectivamente, la soberbia me habia ce- gado, me habia perdido de una manera fatal, Pero por la me- moria de nuestro gran patrén, Santo Domingo, te suplico que no me desprecies; olvida este momento de debilidad y confusién. TorQUEMADA: jNo! No puedo perdonarte. No cres un joven que apenas ayer hubiese tomado los hdbitos. Eres el prior de este convento, el rector de varios centenares de almas, el maestro de los jovenes, Tu cabello se esta tornando gris. ¢Cuantos afios hace que vives en este convento? 346 Cuesta: Mas de treinta ya. ToRQUEMADA: jTreinta afios! Y sélo por el habito eres un dominico. Cuzsta: jNo, padre! Torquemapa: Si, tu mente y tu corazén desgraciadamente no per- tenecen a este sitio, Eres un extraiio infiltrado dentro de estos muros. Este no es tu lugar. Cursta; jPerdéname, padre! TorqueMapA: jLevantate! Y no esperes e] perdon. Has traicionado tus votos, has traicionado el espiritu de nuestra Orden. Cuesta: Padre, me someto a cualquier penitencia, Designa la mas severa. Torguemapa: ¢Penitencia? Aun a la penitencia hay que tener de- recho. Has pisoteado ese derecho, mas para tranquilizar tu ambicién puedo prometerte que en la primera oportunidad te recomendaré a sus Reales Majestades para que se dignen con- fiarte el obispado de Avila, actualmente vacante. Pienso que con el tiempo lograras también el de Toledo. Cuesta: No lo hagas, padre. Te lo suplico. Torqvemava; ¢Cémo? Cumpliré tus deseos. Cugsta: Ahora veo todo lo que pierdo, Torovemapa: Debias haberlo visto antes. Suficiente tiempo has tenido. Cuesta: Padre, apenas ahora comprendo. Entiendo que debes des- preciarme y cusdn merecido me estd ese desprecio. Pero per- déname, no me apartes de tu lado. Torquemapa: Vete. Quiero estar solo. Necesito dormir. Narrapor: Pero sabia que a pesar del agotamiento no podria dor- mir. En los ultimos afios habia ido perdiendo la facultad del suefho. Generalmente dormia muy tarde, a veces sélo en la ma- drugada, y a menudo pasaba las noches enteras en solitaria vi- gilia, meditacién y plegarias. Esta vez ni siquiera se sentia en disposicién de orar. Se dio cuenta de que sdlo rezaba con los labios. No obstante, siguié orando durante algunas horas, pero no encontraba dentro de si la llama que en los momentos de ardor y concentraci6n le iluminaba siempre y desde su in- terior le encendia y entusiasmaba con el fuego de la inspiracién. En esta ocasién se sentia yerto y frio, sin pensamiento ni emo- ciones. ESCENA V Roprico: jLorenzo! Torqvemapa: ¢Eres don Rodrigo de Castro? 347 Ropaico: Si, padre, Torovemapa; ¢Sabes por donde se va a la iglesia? Roprico: Si, padre. TorqueMapA: Muéstrame el camino... jEspera! Antes despierta a tu compafiero. Roprico: jLorenzo! Torquemapa: ¢Por qué dormias? Lorenzo: Disculpa, reverendo padre; la fatiga me rindié. Torqvemapa: {La fatiga? Uno debe vencerla y jamas sucumbir alla. Lorenzo: Lo sé, padre. Torovemava: Lo sabes? LorENz0: Me lo ensefiaron desde ni TorqueMapa: AUn no te conozco, poco a mi servicio? Lorenzo: Si, padre. ToRQUEMADA: ¢Tu nombre? Lorenzo: Lorenzo de Montesa. TorQUEMADA: ¢Te parece, don Lorenzo, que empiezas bien tus de- beres? ‘ ‘Lorenzo: Me han ensefiado a servir con todas las fuerzas. Torquemapa: A la verdad se le sirve no sélo con todas las fuerzas sino hasta por encima de ellus, Lorenzo: Sf, padre. ToroveMaDA: Debes informar mafiana por la mafiana a tu coman- dante, el seior de Segura, que has dormido durante las horas de servicio. LORENZO: Si, padre, lo haré, TorqueMava: Pide al sefior de Segura que te designe el castigo mas severo. Lorenzo: Si, padre. Torouemapa: Eres muy joven y debes aprender a superar tu de- bilidad, LorENzo: Sf, reverendo padre. TorqueMapa: jSigamos! jo mio; ¢perteneces desde hace ESCENA VI ToRrQUEMADA: Regresad, hijo mio. Hallaré el camino solo. Roprioo: {Padre mio! Disculpa, reverendo padre. Sé¢ que no es el momento apropiado, pero debo decirte algo que me perturba. 348 Padre, don Manuel de Ojeda es amigo mio desde la infancia. Hoy pasé con ¢l toda la tarde. Torquemapa: ¢Solos? Roprico: No, con algunos amigos suyos. Don Manuel habia bebido mucho y, disculpa, padre, decia cosas ofensivas contra la Santa Inquisicién y en especial contra ti, Afirmaba también que el sefior de Santdngel, en cuyo nombre te dio la bienvenida, go- zaba de la mejor salud. ToroveMapa: ¢Eso es todo? Roprrco: Si, padre. Torovemava; ¢Los demas presentes expresaron también conceptos ofensivos en contra de la fe? Roprico: Manuel fue quien mas hablo. Torovemapa: gT& no tomaste la palabra? Roprico: No, callé. Torquemapa: Te falté valor para defender la fe frente a un blas- femador 0 es que te proponias saber hasta donde podia llegar la blasfemia? Roprico: No sé, pero callé, ¢Qué debo hacer ahora, padre? Toravemana: Desde cuando perteneces a mi servicio? Roprico: En octubre cumpliré un afio, p: Torquemapa: ¢Conoces las reglas de la Santa Inquisicién? Roprico: Si, padre. Torovemapa: ¢Entonces? Roprico: Sf, padre, lo haré. Torovemapa: Sé lo que te aflige, hijo mio. Piensas que estas trai- cionando a un amigo. Roprico: jPadre, padre m{o! ToroveMapa: Por el contrario, contribuyes a salvar su alma extra- viada. Lo traicionarias si quisicras ocultar la verdad y dejar al pecador a solas con sus pecados. ¢No es nuestra obligacién ayudar a los que yerran? Ayudaremos al sefior de Ojeda y al sefior de Santangel... Les ayudaremos gracias a ti. Roprico: Padre, has quitado de mi coraz6n un peso agobiador. TorquEMaDA: No olvides, hijo mio, mencionar en tu declaracién que el sefior de Ojeda aprobé el asesinato del reverendo Pedro de Arbiez. Roprico: Reverendo padre, si la memoria no me engafia, don Ma- nuel nada dijo al respecto. Torquemapa: ZEstds seguro de ello? {Cudnto tiempo duré vuestra conversacién? Roprico: Mas de una hora, padre. 349 Torovemana: ¢Y podrias jurar que durante ese tiempo no se men- cioné una sola vez ese horrible crimen? Roprico: Padre reverendo, tal vez la memoria me engafia, pero en verdad no recuerdo... ToravEMAapa: Debes tener presente que cuando se trata de defender la fe, el verdadero cristiano no debe detenerse a medio camino. @Podrias, con la mano sobre la cruz, certificar que el sefor de Ojeda no abriga en su corazén una abominable simpatia hacia Jos asesinos del reverendo padre Arbuez? Roprico: No. padre, no podria hacerlo. Torovemapa: ¢Y podrias jurar, te pregunto una vez mas, que el sefior de Ojeda no manifesté, quizds en forma velada, esa sim- patia? Roprico: No, padre. La memoria, en circunstancias como ésta sue- le ser engafiosa. Toravemapa: Es verdad. Ve, pues, hijo mio y consulta con tu me- moria. Que sea ella tan pura como tu conciencia. Narrapor: El camino interior a la iglesia cruzaba el patio con- ventual. Afuera hacia buen tiempo. Alrededor se extendia el silencio de Ja ciudad dormida, Los reflejos de la luna llena aclaraban sélo un trozo del patio, mientras al fondo reinaba la noche, y alli, entre las tinieblas, aunque mds oscuro que ellas, se levantaba el pesado muro de piedra de Ia nave lateral de Santo Domingo. Una vez en Ja iglesia el Gran Inquisidor cerré tras si la puerta. En esos momentos se sintié tan solitario como si hubiera roto el ultimo contacto con el mundo, En la iglesia el frfo era mas penetrante. que en el convento. Instantes des- pués se dirigié hasta la capilla lateral mas cercana. ESCENA VII TorqueMapA: Que la paz sea contigo, hijo mio; zhe perturbado tus oraciones? ¢Rezabas? Dreco: Intentaba rezar. Torovemapa: Haces bien, las horas de la noche son particularmente favorables a la concentracién. A menudo a estas horas es la plegaria y no el suefio lo que proporciona el verdadero reposo; a estas horas todos nuestros pensamientos pueden ser ofrecidos a Dios. Dieco: Padre reverendo, a pesar de que soy muy joven hace ya afios que no he tenido un reposo como ese del que hablas. Esta 350 noche no podia dormir, me perturbaban mis pensamientos y creia que iba a encontrar la serenidad en la oracion. Pero no la he hallado. Torovemava: Tal vez no has sabido rezar. Dreco: No sé, padre. A veces me parece que no es orar lo que ne- cesito, sino decir en voz alta lo que me atormenta y duele, Pa- dre reverendo, eres muchos afios mayor que yo, mucho has debido ver y conocer; dime, ¢puede el silencio destruir el alma de! hombre? Torquemapa: No te comprendo, hijo mio. Sélo el obstinado per- sistir en el pecado mortal puede destruir el alma humana. Dreco: ¢¥ el silencio? Callar puede convertirse en el peor de los pecados. Padre, a veces me aterra Ia idea de que si no desaho- go lo que perturba la tranquilidad de mi conciencia y aleja el suefio de mis ojos, todo lo que no he dicho morir4 en mi, como las palabras que no pudieron ser ya pronunciadas por una len- gua moribunda. Padre mio, tengo temor de convertirme en un hombre de piedra. TorOUEMADA: Dame la mano, hijo. Disco: ¢Crees que tengo fiebre? No, padre, estoy sano. ToROUEMADA: Lo veo. En efecto, no tienes fiebre. Sin embargo tus palabras, hermano ... Dirco: Diego, me Iamo Diego. ToroveMapa: Sin embargo tus palabras, hermano Diego, parecen las de una persona consumida por alta fiebre, 0 atormentada por algun grave pecado que pesa sobre su conciencia. Dirco: Oh, no, padre! No es mi conciencia la que carga con graves pecados. No es a mi a quien se debe acusar de violencia y de abuso de fuerza. No soy responsable de las I4grimas y los su- frimientos humanos. Ain nadie me maldice y odia. No tengo en mi conciencia ningdn crimen ni maldad. TorovrMapa: Hermano Diego, hablas de una manera poco clara. Sin embargo me parece que tus palabras expresan un gran orgullo. Dieco: |Oh, no, padre! {No se trata de orgullo! No me conoces, no conoces mis pensamientos. Torovemapa: Eso crees. Dieco: No sé, padre, quizds los conoces. Tal vez sabes lo que ocu- rre dentro de mi. Te veo por vez primera, no sé quién eres, Pero me parece como si te conociera desde hace mucho tiempo, desde el primer momento en que empecé a pensar. ¢Por qué me miras de este modo, padre? Ti mismo dijiste que no tengo 351 fiebre, estoy plenamente consciente. gSabes, padre, por qué queria rezar? Tal vez también lo adivinas, pero permiteme que te lo diga, porque lo comprenderas, tu rostro es el de un hom- bre que todo lo comprende; acaso por eso me siento a tu lado como si te conociera desde hace mucho; desde el mismo prin- cipio, padre, queria pedir a Dios que perdonara a quienes te niendo en sus manos el poder abusan de él y lo ejercen no en bien de la humanidad sino para causarle a ésta horribles dafios y sufrimientos. Querfa decir: Dios grande y misericordioso que estas en el cielo, perdona a los mentirosos conscientes, a los Pérfidos acusadores y a los jueces inhumanos; ten piedad de aquellos que en su ciego frenes{ destruyen la tranquilidad hu- mana y siembran entre los hombres el miedo, la hipocresia y el odio; aparta de los verdugos tu mano castigadora; ten mise- ricordia de los asesinos... Asi queria rezar, pero no pude, padre, no supe, no quise. Las palabras no me pasaban por Ia garganta. Ahora puedo pronunciarlas porque son una acusacién y una maldicién, pero cuando debian formar una plegaria, cada palabra me parecfa mas pesada que una piedra. |Padre, la mia hubiera sido una mala oracién! TorovEMADA: {Puedes decirme, hermano Diego, quiénes son los hom- bres por quienes querias rezar, culpables segun tu opinién de tan graves cargos? Drrco: {Padre, este hdbito me quema, me sofoca! TorovemavA: jHermano Diego! Dreco: Me quema, padre, porque ha sido deshonrado por quienes Jo visten. TorqueMapA: Hermano Diego, yo también visto ese hébito. Dieco: 2Y no te sientes ahogar en ¢1? Di, ;jamds sientes vergiienza de que hombres que visten Jos mismos habitos ...? Torquemaa: {Calla, desgraciado! ;No te das cuenta de lo que dices? ¢Sabes quién soy? Dieco: zQuién eres? No sé. Sé que te conozco desde hace mucho tiempo. TorqUuEMADA: Hermano Diego, soy fray Tomas de Torquemada. Dreco: ¢Por qué te burlas de mi? ¢Quieres probar mi valor? Bien, padre, no hay miedo en mi. Ni en el caso de que verdadcramente estuviese frente al mismo padre Torquemada me retractaria de las palabras que he pronunciado. Mi odio es més fuerte que el miedo. No hay en mi, padre, sitio para el miedo. Toravemapa: ;Vuelve a la razén, hermano! Estas hablando con el Gran Inquisidor. 352 Disco: Dios! (Diego toma un candelabro del altar y amenaza a Torquemada, que ni siquiera se inmuta.) ¢Por qué no llaméis a wuestros guardias, digno sefior? Actuad como soléis hacerlo en semejantes circunstancias, TorovEMapA: Hijo mio, arrodillate a mi lado y repite conmigo: Padre nuestro que estas en los cielos ... Dreco: Padre nuestro que estas en los ciclos... TorquEMADA: Santificado sea tu nombre... Dieco: Santificado sea tu nombre... ‘TorquEMADA: Venga a nos el Tu reino... Dieco: Venga a nos el Tu reino.., TorouEMapA: Hagase tu voluntad asi en la Tierra como en el Cielo. NarRapor: Diego repitié también esta frase, pero en voz ain mas baja. Sentia que al versiculo siguiente seria incapaz de conte- ner la emocién que lo embargaba y estallarfa en sollozos, pero el Gran Inquisidor no continus la plegaria. Call6, incliné la cabeza y se Ilevé las manos a las sienes como si hubiese olvidado a quien de rodillas permanecia junto a él. Asi se mantuvo hasta el alba. La campana de las carmelitas comenzé a sonar a lo lejos. El padre Torquemada levanté la cabeza. Torovrmapa: Amén. ;Hermano Diego! Dieco: Si, padre? Torovemapa: Vuelve a tu celda, hijo mio; dentro de poco amane- cera. Te espera, segun creo, un dia nada facil, Disco: Ojala fuese el comienzo del ultimo. TorovEMADA: Todo hombre es a la vez amo y siervo de su destino. ‘Anda, reposa en paz en tu celda hasta que no recibas nuevas érdenes de tus superiores. ESCENA VITT Mateo: {Diego, Diego! Dieco: ¢Eres tii, Mateo? Marzo: Si, yo, ede donde vienes? ,Estuviste en Ia iglesia? Deco: Si. Mateo: {Santo Dios! ¢Lo has visto? Drrco: He visto al demonio. Mateo: Diego. D1pco: Me vencié esta vez. Rezamos juntos. Margo: ;Cémo! Dreco: Quise matarle. Luego repeti con él el Padre Nuestro. 353 Mateo: Diego, mi pequefio Diego. Desperté en la noche, fui a tu celda. Estaba vacia. Después, en el corredor; un joven caba- Hero me cerré el paso, uno de sus sirvientes. Me pregunt: “zAdénde vais, reverendo padre?” Le respondi: “A la iglesia”. Entonces, me tocé el hombro y me dijo: “Es muy noche, reve- rendo padre; no perturbéis al ilustre padre en sus momentos de meditacién solitaria”. Me quedé esperandote aqui, Diego. Te he esperado durante largo rato. Dirco: ¢Para qué? Marro: Temia por ti, gpor qué quieres perderte?, cqué quiere decir que rezabas con é1?, gqué quieres decir con eso?, gpor qué vo- luntariamente te entregas en manos del enemigo? Disco: No sé. De todos modos, ya no hay salvacién. La nica opcién esta entre volverse loco o autodestruirse por propia voluntad. No hay mas. Mateo: Atin existe Dios. Dreso: Adiés, Mateo. Estoy cansado, quiero dormir, “requiescere in pace”, como me lo aconsejé el reverendo padre. Mateo: jDiego! Dreco: Qué quieres? Mateo: Te he querido mas que a nadie en el mundo. He amado la belleza de tu alma. Diego, te lo suplico, ocurra lo que ocurra debes preservar tu conciencia. Dirco: ¢Qué quieres decir cuando hablas de conciencia? Mateo: Sé siempre ta mismo. Dreco: ¢Solamente eso? Maro: Eso es todo. Dizco: :Todo? Todo siempre significa menos de lo que deseamos expresar. Soy yo cuando hago una cosa y soy el mismo cuando hago algo totalmente opuesto. ¢Tiene el miedo también con- ciencia? Marto: Diego, la verdad, aunque deformada y oprimida, no deja de ser la verdad. Dirco: jAs{ sea! jSalve! Marro: jDiego! ;Diego! Dreco; jVete! ESCENA IX Narrapor: Cayé en seguida tan profundamente dormido que cuan- do semidesperté al llegar Ja noche, no logré saber si se trataba de la penumbra del amanecer 0 del crepisculo vespertino. Du- rante un momento yacié sin movimiento, como narcotizado por 354 Ja fatiga, y antes de que tuviese el tiempo necesario para salir de tal estado se adormecié otra vez, casi subitamente. En lo més profundo del suefio, supo con gran lucidez que no dormia y que no estaba solo en la celda. Sin embargo, no abrié los ojos. Sabia que lo que sucederia era inevitable, pero preferia pospo- ner por unos instantes de concentracién defensiva tan inevitable cuanto indeterminado destino. mo tiempo que sentia la presencia del miedo —cual si éste hu- biese esperado solamente que se le invocara para aparecer, acelerandole el batir del corazén y poniéndole en las sienes y en los labios un frio penetrante. “No, no, todo menos esto” —dijo en voz alta y abrié los ojos. En medio de la celda estaba fray Tomas de Torquemada. Era de noche, pero la noche tras la ventana parecia a punto de aclarar como si estuviese iluminada por el resplandor de un inmenso incendie. Diego jamés habia visto una claridad tan fria y yerta. Se levantd. Dieco: ¢Has venido, sefior? Torquemapa: Ya Jo ves. Te he dicho que todo hombre es a la vez amo y siervo de su destino, Dreco: ¢Me lo dijiste a mf, sefior?, gcudndo?, gcuando? Torovemapa: ¢Ya no lo recuerdas? Dieco: Sf, algo recuerdo. “No debo temer.” 2¥ por eso has venido? ToROUEMADA: Dios, hijo mio, premia con particular amor a las almas ardientes. La pasién no se da a menudo entre los hombres. Pero si ta, hijo mio, has sido tan ricamente dotado, debes decidir a quién ha de servir tu pasién: si al reino de Dios o al de Satanis. Divco: No concibo de la misma manera que tu, padre, el Reino de Dios. Torquemapa: Te equivocas, porque incluso en tus més audaces pensamientos no has logrado abarcar el Reino de Dios. No puedes verlo y por eso no lo entiendes. ¢Has pensado alguna vez si tu apasionamiento es efecto de la voluntad de Dios o si se dirige contra ella? zAcelera la victoria de la verdad o se rebela contra los principios de la verdad? ¢Es el tuyo un ardor cristiano 0 una pasién extrafia a nosotros, herética y enemiga? gEres cristiano? Disco: Padre reverendo, si no fuese cristiano los males de mis her- manos no me producirian tanto dolor. Torquemana: ¢Eres hijo de la Iglesia? Dieco: Padre, si la Iglesia pudiera hablar en voz alta y libremente por boca de los justos, entonces surgiria en el mundo, en todo el orbe cristiano, un terrible grito de desesperacién. jNo! ¢Qué 355 digo? No de desesperacién... Un grito de ira estremeceria la tierra. Dios mio, zqué habéis hecho con las ensefianzas de Cristo? ¢Qué verdad puede surgir alli donde la confesién es el resultado de la mentira, de la violencia y de la presién? Cristo decia que el amor lo puede todo, puede hasta derrumbar montafias... TorovrMapa: j{Montafias, montafias! Comprendes superficialmente las ensefianzas de Cristo, hijo mfo. No has profundizado atin en toda su verdad. ¢Qué sabes de los caminos por los que hay que conducir a la humanidad hacia su salvacién? ¢Qué sabes de la lenta construccién a través de los siglos del Reino de Dios? Td con tu escasa experiencia, mas pequefia que un pu- fiado de arena, ¢qué has visto, qué has experimentado? Dreco: He visto mucho, padre. He visto las mas horribles viola- ciones cometidas contra los hombres. He visto el envilecimien- to del hombre... Torovemapa: ¢Y qué sabes de la aplicacién de las ensefianzas de Cristo a la vida? {Qué sabes del complejo proceso de trans- formar las palabras en hechos? :Conoces las formas o medidas del mal? Ni siquiera adivinas las necesidades que el gobernar implica. ¢Y el hombre y la naturaleza humana? {Qué puedes saber sobre los hombres? D1eco: Soy hombre. Sé que los hombres se atormentan y sufren muy por encima de la dimensién de sus culpas y a menudo sin haber cometido culpa alguna. ToroveMana: Yo también Io sé. Dreco: Tu? Torquemapa: La Santa Inquisicién, hijo mfo, se apoya sdlidamente sobre la tierra y sabe bien lo que en ella sucede, ¢Pero quién se aventura a proclamar que el Reino de Dios puede construirse sin sufrimientos, dafios y sacrificios? El hombre es una cria- tura imperfecta, débil, fragil y sucumbe facilmente a las tenta- ciones del mal. Por desgracia no se puede creer totalmente en ningiin sentimiento humano ni se puede tener confianza ab- soluta en los pensamientos del hombre. Los mejores senti- mientos pueden cambiar de direccién, como el humo impulsado por el viento, El pensamiento humano puede estar hoy pos- trado de rodillas y morder maiiana. La rebelion del pensa- miento, hijo mfo, es mas peligrosa que la rebelién de la espada. Dreco: Padre, zen verdad el mal es tan potente y esté tan genera- lizado? 356 TorovEMADA: No, el mal no es ni poderoso ni invencible. El hom- bre es débil y debido a sus imperfecciones, defectos y falta de orientacién el mal siempre puede reproducirse tomando las formas més diversas. A veces su violencia est4 oculta y hay que desenmascararlo, Esto sucede sobre todo cuando la verdad comienza a triunfar. ¢Qué podria hacer el hombre reducido a sus propias fuerzas? Hijo mio, el Reino de Dios no ha Ilegado todavia a la conciencia de los hombres, pero, ¢significa esto acaso que no habra de llegar a la humanidad? No. Hay que salvar a los hombres aun contra su voluntad. Hay que cons- truir durante muchos ajios la conciencia del hombre, destru- yendo en ella lo que es nocivo, lo que retarda el advenimiento del Reino de Dios sobre la Tierra. Hay que dirigir a la huma- nidad, gentiendes, hijo mio? jDirigir! Tal es nuestra tarea. Sobre nosotros, sobre la Santa Inquisicién, recae esta inmensa misién. Dios nos ha colocado en las primeras filas de su ejér- cito. Somos el cerebro y la espada de fa verdad, porque el pensamiento y la accién deben constituir una unidad. Disco: Los hombres sufren. Torgvemapa: Lo sé, pero nadie mas que nosotros deseamos librar- Jos de tantos sufrimientos. Queremos eliminar los sufrimientos y las contradicciones, Drrco: ¢Cudndo? TorQUEMADA: Preguntas: “¢Cudndo?” Dentro de cien, doscientos, tal vez dentro de mil afios. Transcurriré mucho tiempo antes de que los hombres ya libres de los deberes que por ahora son necesarios, adopten por su propia voluntad y conscientemente Ja luz de la verdad eterna. Entonces la humanidad pensara de una misma manera y deseara una sola cosa: Ia salvacién. Disco: Padre mio, tengo la mente turbada, me siento como si me hubieses arrojado en lo mas profundo de un infinito abismo. ToRQUEMADA: Estamos luchando en las tinieblas de ese abismo para conducir a la humanidad hacia la plena luz. Dreco: Qué puedo decirte, padre reverendo? Yo amo a los hom- bres, hoy. TorqueMadA: Esta bien, Del amor nace la piedad y ésta irremedia- blemente se transforma en desprecio. Dirco: ;No! Torquemapa: Si no amases hoy a la humanidad no podrias despre- ciarla mafiana. Disco: Yo no quiero despreciar a los hombres, 357 TorqvEMADA: ¢Y puedes amar a seres imperfectos y deformes, mar- cados por crimenes y traiciones? ¢Puedes amarlos? Dipco: Puedo comprenderlos. Puedo ayudarlos. Torquemaba: Hay que ayudar al bien y no al mal. Hay que des- preciar la debilidad y los crimenes. Solo el desprecio permite juzgar y sentenciar. Sélo el desprecio ensefia a superar la debi- lidad y destruir los crimenes. Dirco: gQueréis entonces borrar de este mundo el amor? jDios! Ya habéis desposeido de todo a los hombres, les habéis arran- cado la dignidad, el valor, la pureza de sentimientos, la libertad. Torovemapa: ¢Por qué dices siempre “ustedes”, si tu deseas lo mis- mo que nosotros, slo que atin no has logrado encontrarte? Disco: Odiais el amor. Torquemava: Te equivocas, siempre te equivocas. Dreco: El hombre tiene una sola vida. ToroVEMADA: Una terrenal y una eterna. Pero el hecho de que sélo vivamos una vez en la Tierra debe obligarnos a encauzar nues- tros pensamientos y actos para que el hombre no ensombrezca con su vida, pensamientos y obra a los que vengan tras él. ¢Por qué una existencia enferma debe contagiar a las otras? ¢Por qué los pecados y crimenes de un hombre deben pesar sobre Jos hombros de los demas? Dieco: Padre, gpor qué me dices todo esto? ¢No he sido ya juzgado? ToroveMapa: Sf, es verdad, tu sentencia ya fue pronunciada, Tu mismo has pronunciado tu sentencia. Disco: ¢Yo? TorqueMaba: ¢Es que no eres apasionado y valeroso? Dipco: ¢Yo? Torquemapa: jTu! y por eso eres de los nuestros. No digas nada, luego hablaras. Nosotros jamds renunciamos a lo que nos per- tenece. Crees que no sé que alrededor de los Santos Tribuna- les se agrupan, e incluso se deslizan en su seno, elementos mezquinos, miserables y cobardes: a veces obsedidos por la ven- ganza y el rencor, otras dominados por el afan de lucro. Disco: gLo sabes y lo consientes? ‘TorqvEMADA: Desgraciadamente por el momento debemos también aprovechar sus servicios, es mas, debemos incluso tolerar su conducto miserable mientras nos sean tiles. ¢Tal vez piensas, hijo mio, que no advierto que no es la verdadera comprensién de nuestra obra y nuestros fines, sino la posibilidad de obtener bienes materiales lo que inclina tan favorablemente hacia la 358 Santa Inquisicion a personajes muy clevados e ilustres del reino? Si, efectivamente, les hacemos ganar inmensas fortunas, pero aunque con ello aumenta el poder de la autoridad secular, el nuestro lo supera, y cuando conquiste totalmente los espi- ritus humanos, no habra nadie, fuerza alguna, que pueda opo- nérsele. Nosotros debemos ser indispensables, ¢comprendes, hijo mio? Pero para lograr este objetivo nuestro poder debe estar en manos de hombres inflexibles como el acero, ardientes y vigilantes, valerosos ¢ ilimitadamente devotos. Ta ser4s uno de ellos. No habras de desilusionarnos, lo sé, por eso he podido hablarte de esta manera, Perteneces a esa clase de seres excep- cionales que nacen con la necesidad de la verdad. La verdad te es tan esencial como la sangre, como el aliento, como el batir del corazon. Errabas, desvariabas, pero al levar en ti la nece- sidad de la verdad no podias evadirla. ¢Quicres atin arrojarte a un precipicio? Dreco: La verdad de que hablas es también como un precipicio. Por qué es asi, padre? Torovemapa: Hijo mio, atin no comprendes muchos de los com- plejos problemas del munda, pero una cosa debes saber con absoluta certeza y es que la obediencia total debe imbuir todos los pensamientos y los actos de quien combate por la verdad. Si quieres servir a la fe debes subordinarte a sus principios sin el menor titubeo, sin preguntas ni dudas, sin sombra de pensamientos marginales, con ilimitada confianza en la di- reccién, Disco: ¢Incluso sin comprender? ToroveMapA: Una vez que la verdad penetre a fondo en tus pensa- mientos, anhelos y acciones, hasta el punto de que tt y ella constituyan una sola unidad, entonces lograrés comprenderlo todo. Disco: Recurres, otra vez, padre, al futuro. ToRroUEMADA: ¢¥ qué representa el presente sin el futuro? De todos modos, de ti depende acercar el futuro. El porvenir es como una montafia, o subes por ella hasta la cima o caes en un pre- cipicio. Disco: ¢¥ cuando se alcanza la cima? Torquemapa: No lo sé. Eso no lo puede saber el hombre. Sélo Dios lo sabe. Dirco: ¢Qué exiges de mi, padre? gQué debo hacer? ToRrQUEMADA: ¢Sabes cual es la diferencia entre un hombre valien- te y un cobarde? 359 Dreco: Si, pero no lo sé por mi mismo sino a través de tus pensa- mientos, padre, TORQUEMADA: ¢Tienes atin miedo de ti mismo? ¢Es que no has pensado que el valiente acepta la obediencia voluntariamente mientras que el cobarde lo hace por temor? Dreco: “No debo temer.” Padre, no deberia existir el miedo entre los hombres, ‘TorqueMApA: |Por el contrario! El hombre es miserable y su miedo no es sdlo necesario sino indispensable. Si queremos extermi- nar el mal debemos revelarlo, desenmascararlo para que, ¢x- hibido en toda su desnuda fealdad, produzca repugnancia y, sobre todo, temor. jEsta es la verdad del poder! Si un dia hicieran falta los culpables, tendriamos que inventarlos porque nos son necesarios para humillar y castigar constantemente a Jos criminales. Hasta que la verdad no venza y no triunfe de- finitivamente no puede existir sin su contrario: la falsedad. Nuestro poder, hijo mio, esta basado sobre todo en el miedo. Con la excepcién de un pufiado de obedientes de buena volun- tad, todos deben temer. El miedo debe ilenar todos los domi- nios de la vida hasta sus pliegues mas reconditos, de manera que nadie pueda ya imaginar ia existencia sin miedo, Que la mujer no tenga confianza en su marido, que los padres teman a sus propios hijos, ef amante a su amada, los superiores a sus subordinados y todos a la omnisapiente y siempre presente justicia de fa Santa Inquisicion. Debemos tener muchas san- ciones y producir mucho terror, gentiendes, hijo mio? ‘Dieco: Padre, gno es el reino del terror el reino de Satands? Narrapor: Después de estas palabras, empezé a caer en un preci- picio, Desperté rato después empapado en sudor y con el corazén palpitante en la garganta. Su celda se hallaba en la penumbra. En el fondo ardia una veladora de aceite. Muy cerca del lecho, estaba el padre Cuesta. Cuesta: {Que la paz sea contigo, hermano Diego! Soy portador de una excelente noticia, Creo que ni siquicra adivinas, hijo mio, Ja buena suerte que sale a tu encuentro, Dieco: Habla, padre. ‘Cuesta: Nuestro reverendo padre, el Gran Inquisidor, me ha or- denado comunicarte que has sido designado para desempeiiar el cargo de secretario suyo. Narrapor: Diego quedé inmévil. No pensaba en nada. Sentia sélo el sudor helado en las sienes y el retumbar del coraz6n en la garganta. 360 Cugsta: Hijo mio, te espera un gran porvenir. Narrapor: Diego se decidié al fin a abrir los ojos. El superior es- taba a unos pasos de él. Sonreia benévolamente, pero en sus ojos se albergaba el odio. Una tranquilidad subita abrazé a Diego. Dios —pensé—, jqué criatura tan miserable es el hombre! ACTO SEGUNDO ESCENA I Narravor; Registra el autor de la antigua crénica que algunos dias después el Gran Inquisidor, fray Tomas de Torquemada, aban- doné Villarreal para dirigirse a Zaragoza. Alli permanecié durante una semana, investigando la conspiracién de la que fue victima Pedro de Arbuez. A la Juz de las primeras decla- raciones, incompletas, no muy coherentes y hasta contradicto- rias, el atentado parecia ser obra de un pufiado de hombres violentos e irascibles que de ese modo protestaban contra las confiscaciones efectuadas por orden de la Santa Inquisicién. Pero mas tarde se descubrié que se trataba en efecto de una inmensa conspiracién que amenazaba la seguridad del reino y de la Iglesia. ToroveMana: (Dicta a Diego.) “Sin embargo, a pesar del alarmante cuadro de devastacién moral, la luz invencible de la fe catdlica, hoy dia més brillante que nunca, se eleva por encima del pozo inmundo de la herejia. Que los hermanos dominicos al predicar en el puilpito demuestran al pueblo que en el asesinato cometido en la persona de este pio siervo de la Iglesia se debe reconocer la sabia mano de la Divina Providencia, ya que de no haber ocurrido este hecho criminal los enemigos de la fe no habrian podido ser desenmascarados, y en el futuro habrianse aprove- chado de su libertad y privilegiada posicién para seguir Hevan- do a cabo sus actividades criminales y envenenar muchas almas humanas. Para ayudar a los extraviados debéis efectuar en los dias festivos autos de fe. Después de las ejecuciones en la hoguera, debéis exhortar a los fieles que se consideren culpa- bles o que conozcan culpas ajenas para que comparezcan ante el Santo Tribunal durante los préximos treinta dias.” 36L Narrapor: Algunos reconocfan sus culpas y denunciaban las aje- nas, otros, caian victimas de los primeros y ya nadie podia dis- poner con seguridad de su honor y bienes, Las hogueras se man- tenian encendidas; las cadenas de hierro atenazaban a los here- jes arrepentidos, centenares de pecadores de menor importancia eran enviados a las galeras, pero las prisiones vacias volvian inmediatamente a colmarse con nuevos culpables. As{ pues, entre la gente crecia la piedad y se extendia su fiel sombra, el temor, Mateo: (Lee fa carta de Diego.) “Querido hermano Mateo, desde que recibi el honroso cargo de Secretario del Gran Inquisidor, permanezco cerca de la persona de mi superior y participo en todas las deliberaciones, incluso en las mas secretas, desem) fiando el papel de testigo mudo, obligado por disposicién del reverendo padre a anotar sdlo los puntos esenciales y las sen- tencias que se pronuncien. He buscado durante este tiempo pruebas de alguna violacién de la legalidad y no he podido hallar ninguna decisién contraria a la Ley o dictada para sa- tisfaccién de algun rencor o interés personal. Sélo debido a Ja ignorancia y al aislamiento en que hasta ahora vivia crei ad- vertir en las acciones de la Santa Inquisicién el info de un poder que no respeta las leyes. La Santa Inquisicién levanta sabiamente los cimientos de un nuevo orden que se realizaré a largo plazo, consciente de la imperfeccién actual de la natu: raleza humana y trabajando tenazmente por su salvacién.” iDiego! gQué has hecho de ti? {Diego! |Diego! (Voz de Diego: ¢Tiene el miedo también conciencia?) Mateo: jDiego! (Voz de Diego: Adids, Mateo. Estoy cansado, quiero dormir, como me lo aconsejé el reverendo padre.) Mateo: Diego! (Voz de Diego: jNo! No quiero temer, detesto todo lo que signifique miedo. Quiero actuar.) (Voz de Mateo: Reza.) (Voz de Diego: La Santa Inquisicién levanta los cimien- tos de un nuevo orden.) Mateo: {Diego!, ;Diego!, ;Diego! Narrapor: Diego, con el fervor del principiante y también con los sentimientos contradictorios del hombre que esta alcanzando un alto grado de iniciacién, ejecutaba con sumo esmero todas las tareas que se le confiaban. No dejé de advertir que todos le 362 trataban con respeto y a la vez con un dejo de temor. Com- prendié entonces que, a pesar de sus antiguas ideas, se conver- tia en la viva personificacién de la yoluntad del hombre mas poderoso del reino. Era ésta una experiencia nueva y embriagadora. Sentia su propio cuerpo, ofa su voz, vefa sus movimientos. Pero algunas veces se sentia penetrado por un sentimicnto doloroso. Su coraz6n era el reflejo de una fuerza mucho mayor que él mis- mo, una fuerza que merecia un amor ilimitado y todos los sacrificios. ESCENA IL (Diego recibe de manos de Pablo Zérate una bandeja con alimentos.) Dieco: Te traigo la cena, reverendo padre. ToROUEMADA: Quédate, Dizco: Si, padre. TorquemapA: Acércate. Dime, ¢qué comentan? Disco: ¢Quiénes, padre? Torovemava: La gente. Dirco: Dicen que ha IMegado el mayordomo de sus Reales Majes- tades. TorovEmana: No es eso lo que te pregunto. gQué dice la gente? Mis servidores, los hermanos. .. Dreco: Ejecutan tus érdenes, padre TorovEMADA: ¢Eso es todo? Disco: Padre reverendo, trato de estar personalmente en todas par- tes para cerciorarme de que tus mandatos son obedecidos. Torovemapa: ¢Ninguno de mis servidores o de los hermanos de este convento ha expresado alguna opinién inconveniente? Dino: Padre reverendo, permanezco siempre cerca de ellos y hasta ahora no he advertido que de boca alguna salga una palabra no digna de un cristiano. ToroveMApa: Las intenciones rebeldes no siempre necesitan pala- bras. Veo que tienes algo que comunicarme. Dirco: Si, padre. Toravemapa: Habla, pues. Dieco: Disculpa, padre, tal vez me equivoque. Es verdad que no he oido ninguna palabra que mereciese castigo, pero debo confe- 363 sar que, segin mi juicio, existe desgraciadamente entre quienes te rodean un hombre que me alarma, ‘TorquEMADA: ¢Has reflexionado en tu acusacién? D1e00: Si, padre, he reflexionado cuidadosamente, Toravemava: Habla. Disco: Me refiero al capitén de la guardia, padre, al sefior de Se- gura. ToRQUEMADA: Tu acusacién apunta muy alto, hijo mio. El anciano sefior de Segura goza de fama inmaculada como cristiano y caballero. Disco: Lo sé, padre. Sin embargo, me parece que es un hombre que sc encierra demasiado en sus pensamientos, Tonquemapa: ¢Es todo lo que puedes alegar en su contra? El hom- bre es un ser pensante, hijo mio. Dixco: Sf, padre, no le reprocho al sefior de Segura el que piense, pero tendria miedo de otorgarle toda mi confianza. TorQUEMADA: ¢Por qué? Dreco: Tengo la impresién de que quisicra mantener sus pensa- mientos sdlo para si. Torquemapa: (Hace una pausa. Después.) ¢En qué te ha ofendido el sefior de Segura? Dreco: ¢En qué me ha ofendido? Oh, padre! El sefior de Segura no podria ofenderme ni siquiera con su desdefioso silencio, ya que por estar a tu servicio soy mds que yo mismo. Debes comer, reverendo padre; no has probado alimento desde el me- diodia de ayer. Narrapor: {Dios! —pensé en ese momento Torquemada—. ¢Debo olvidar que no tengo derecho a poner en duda las intenciones puras de este muchacho? ¢Existe algo mas importante que el fortalecimiento de su fe? Frente al mal, que puede surgir en todas partes, es preferible arriesgarse a cometer un error sobre un solo hombre que ignorar ciegamente la posible existencia de un delito, Torqueapa: {Hijo mio! Dieco: Si, padre. Torquemapa: Ve a buscar al sefior de Segura. Despi¢rtalo si duer- me. Dile que necesito verle, Narravor: El dia iba a despuntar de un momento a otro. Las bajas nubes que encapotaban el cielo prolongaban las tinieblas de la noche. En el fondo de la oscuridad repicaban las campanas de las iglesias de la ciudad. Dentro de los muros de Santa 364 Maria la Antigua, reinaba el silencio. El padre Torquemada, de pie frente a la ventana, se hallaba profundamente sumergido en sus pensamientos. Finalmente se volvié y acereé a la mesa, pero no tocé el alimento; levanté la mano e hizo el signo de la cruz. Después, sacé de su hdbito un escapulario, lo abrié y vacié su contenido en la jarra del vino. Cuando momentos después entré en la celda el sefior de Segura seguido por el hermano Diego, el reverendo padre estaba de rodillas cerca del lecho, entregado a la oracién. El caballero se persigné con un breve movimiento casi militar y se retiré hacia la pared, esperando en silencio que el Gran Inquisidor acabase sus ora- ciones, Poco después el padre Torquemada se puso en pie. Fray Diego, muy palido, le dirigié una mirada de interrogacién. TorouEMapA: Quédate, hijo. Que la paz sea contigo, noble capitan. SecuRA: Y contigo, reverendo padre. El hermano Diego me dijo que deseas hablarme. ¢Tienes alguna orden que dictarme? ‘ToROUEMADA: Ninguna. Mas bien necesito de tu experiencia y con- sejo. He estado reflexionando sobre varios asuntos. Pensaba en la conversacién que hace algunos dias tuvimos en Zaragoza, erecuerdas? ‘SrauRA: Sf, reverendo padre, y sigo afirmando que debes permitir que se tomen mayores precauciones para tu seguridad. Los enemigos... Torovemapa: zTanto me odian? Spcura: Padre reverendo, el odio de los enemigos... TorqurMapa: Lo sé, tienes razén, En efecto, hasta que no triunfe la verdad debemos medir nuestras fuerzas con el odio de los enemigos. Segura: Tu vida, reverendo padre... ToRQUEMADA: Sé muy bien que debido a la naturaleza de mi cargo es necesario adoptar todo género de precauciones. Debo desti- narme en cuerpo y alma a colocar los cimientos para la obra de Ia Santa Inquisicién. Desgraciadamente, tengo que decir que dicha obra es atin débil en el mundo cristiano. Sin temor de que se nos tache de soberbios, podemos afirmar que nuestro reino constituye el mas perfecto modelo. Las demas naciones catélicas podran tomar ejemplo de nuestras experiencias. Gra- cias a nosotros sabran introducir el orden en la tierra y conoce- ran los métodos para destruir la resistencia del enemigo. SrouRA: {Que Dios custodie nuestra obra! ToroUEMADA: Asi lo espero y por eso, hijo mio, me siento inclinado 365

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