Las TINIEBLAS CUBREN LA TIERRA
Pieza en tres actos
por
JERZY ANDRZEJEWSKI*
REPARTO
POR ORDEN DE APARICION EN ESCENA
NArravor ‘Lorenzo
Drpco Roprico
Martro PABLO ZARATE.
TORRES: GALVEZ
‘TORQUEMADA Papre AcustiN
MANUEL bE OJEDA ALVARO
Ruiz Pascua
‘Spcura LorENzO PEREZ
MENSAJERO Voz
CUESTA MANUEL
PROLOGO
Naprapor: Cuenta una vieja crénica espafiola que hacia la mitad
del mes de septiembre de 1485 arribé a la pequefia ciudad de
Villarreal, en La Mancha, el reverendo padre fray Tomas de
Torquemada, Gran Inquisidor del Reino, acompafiado por algu-
nas decenas de oficiales de la Milicia de Cristo, la guardia ar-
mada del Santo Oficio. Las calles de Villarreal, afiade el escru-
puloso cronista, se encontraban desiertas; los puestos de los
mercaderes judios habian desaparecido; en las tabernas y fon-
das, siempre bulliciosas, reinaba en esa ocasién el silencio. La
mayor parte de las ventanas se mantenian veladas por espesas
* Traduecién de Sergio Pitol.
339celosias. El calor del dia empezaba a amenguar, pero el seco
viento meridional que bajaba de la Sierra Morena seguia atin
siendo cAlido. Tan pronto como el grave cortejo de caballeros
pas6 por la puerta de Toledo y se hallé dentro de los muros
de Ia ciudad, la campana de la iglesia colegiata de San Pedro
rompié el silencio; luego repicaron las campanas del convento
de Santo Domingo, las de las iglesias de la Santa Cruz, Santa
Maria la Blanca y Santo Tomas. Minutos después, todas las
campanas de las numerosas iglesias y conventos de Villarreal
se lanzaban al vuelo.
ACTO PRIMERO
ESCENA I
Disco: jHa Iegado!
Mateo: jHa Hegado!
Dreco: jMateo, Mateo!, si pudicra rezar por este hombre rogaria a
Dios que lo eliminase de entre los mortales.
Mateo: ;Diego! Ni tu has hablado ni yo he ofdo.
Dirco: Tienes miedo? 2Tu? Es que no piensas de Ja misma
manera?
Mateo: No siempre debemos decir lo que pensamos.
Dirco: Lo sé,
Mateo: Eres joven e impetuoso.
Disco: ¢Preferirias que fuese de piedra?
Mateo: No, pero hoy dia incluso las piedras oyen y hablan. jTen
cuidado! Si el padre Torquemada juzgé necesario abandonar la
corte y venir a Villarreal, de seguro comenzaran a suceder cosas
terribles.
Disco: No, Mateo, es imposible que puedan ser mis terribles que
Jas que ya hemos presenciado.
Mateo: No hay que hacerse ilusiones.
Dreco: {Dios grande y misericordioso! He preservado la fe inma-
culada, pero el coraz6n, Mateo, mi coraz6n est lagado y mi
conciencia turbada. Un dia en el quemadero de Sevilla vi arder
a ms de cien hombres en la hoguera. Canté con los hermanos
el himno: “Exurge Domine et judica causam tuam”, pero al
través del sonoro canto no podia dejar de ofr los gritos y la-
mentos de los moribundos. En otra ocasién...
340Mateo: Calla, Diego, las heridas del corazén sélo pueden curarse
en silencio.
Dizco: {No hay silencio posible para mi! Has dicho que no siempre
debemos decir lo que pensamos, Qué quieres decir con eso?
gno confias en mi?, gme tienes miedo?, ¢tu, mi amigo y
maestro?
Mareo: Hermano Diego, cuando la conciencia se opone a Ia ini-
quidad no debe uno temer a los otros hombres sino a si mismo.
Dreco: gTemer a si mismo?
Mateo: ¢No entiendes hasta dénde te puede Hevar la conciencia?
No te atemoriza la rebelién?
Dizco: jNo! No quiero temer, detesto todo lo que signifique miedo.
Quiero actuar.
Mateo: Reza.
ESCENA It
Torres: Recibe nuestro saludo, reverendo padre y dignisimo sefior.
ToRQUEMADA: La paz sea con vosotros, hermanos. Que la gracia
de Nuestro Sefor Jesucristo descienda a quienes son dignos
de ella,
Montijo: Amén.
TORQUEMADA: No veo entre vosotros, hermanos, a ningtin represen-
tante del poder secular. {Es que no se les advirtié de nuestra
llegada?
MANUEL bE OJEDA: Bienvenido, reverendo padre. Mi comandante,
el capitin del Real Regimiento, don Juan de Santangel, me ha
ordenado ofrecer a vuestra excelencia el debido homenaje; rue-
ga, asimismo, se perdone su ausencia, motivada por razones de
salud.
ToroveMaba: ¢Esté enfermo el capitan?
Osa: Si, padre.
Torovemapa: {Del cuerpo o del alma?
MANUEL: No entiendo, padre,
ToroueMapa: ¢Qué es lo que no entiendes? ¢Eres cristiano y no
sabes cual es la diferencia entre el cuerpo de un hombre y su
alma? ¢No entiendes cuando hablo de las enfermedades del
cuerpo y del alma?
MANueL: Conozco la diferencia entre unas y otras, padre. Me llamo
Manuel de Ojeda, soy noble y cristiano, Cuando dije que don
Juan esta enfermo no podia pensar en su alma, pues como ésta
34pertenece a un fiel servidor del Rey y de la Iglesia tengo la
certeza de que no sufre ninguna enfermedad.
‘Torqumamapa: ¢Tan poco seguro estas de tus palabras que necesitas
levantar la voz?
ManueL: Reverendo padre, si el sefior de Santangel no estuviese en-
fermo...
Torquemapa: Entonces con su presencia daria testimonio del res-
peto y amor que le merecen la fe y la Santa Inquisicién. Lo
creo. Espero, no obstante, que la enfermedad del noble capi-
tan no sea tan grave que le impida visitarnos mafiana en la
sede del Santo Oficio. ¢Tienes ain algo que decir, hijo mfo?
Moxr1J0: Un representante del Corregidor desea expresarte, reve-
rendo padre, su bienvenida.
Torquemapa: ¢El noble Corregidor se halla también enfermo? Te
escucho, hijo mio.
Ruiz: El sefior don Blasco de Silos no pudo venir, ilustre padre.
En el tiltimo momento cayé gravemente enfermo.
TorquEMADA: Bien, reverendos hermanos, es hora de ir a la iglesia
‘Agradezcamos a Dios haber dado término feliz a nuestro viaje.
Recemos también por el alma de los herejes y los pecadores y
pidamos que el Todopoderoso, con su infinita bondad, les ayude
a confesar sinceramente sus pecados y a renunciar a sus errores.
Montijo: Amén.
Spcura: Reverendo padre, ha llegado un mensajero de Zaragoza
con noticias importantes,
Torquemaba: ¢Vienes de Zaragoza?
MeNsasERo: Si, reverendo padre, he viajado durante tres dias con
sus respectivas noches.
Torquemapa: ¢Quién te envia?
MeNsaseRo: El Santo Tribunal.
Toravemava; Habla,
MENSAJERO: Reverendo padre, sucedié una cosa terrible, algo que
clama la venganza de los cielos. £4) reverendo padre Arbuez
fue asesinado.
Cursta: {Dios tenga piedad de nosotros!
Torquemapa; ¢Dénde fue cometido el crimen?
Mensasero: En la catedral, reverendo padre, durante la oracién
vespertina.
Torovemapa: ¢Y los asesinos?
Mensasexo: Fueron detenidos.
Torquemapa: ¢Sus nombres?
342Mensajero: Vidal de Uranzo y Juan de Esperaindeo. Ambos al
servicio del poderoso don Juan de la Abadia.
Torqueapa: {Asi que el crimen viene desde tan alto?
MeNsAseRo: Reverendo padre, el ilustre inquisidor Gaspar Juglar
me ordené informarte que el desvergonzado crimen es posi-
blemente el resultado de una inmensa conspiracién, y que se
sospecha la complicidad de algunas personas, miembros de fa-
milias de alto rango en el reino de Aragén.
TorovEMADA: jSanto Dios! Si lo que dices es verdad, resulta difi-
cil creer que los conspiradores pertenezcan a viejas familias
cristianas. ¢No descienden acaso de familias de origen judio?
Mensasero: El pueblo de Zaragoza habla por tu boca, reverendo
padre; cuando se regé por la ciudad la noticia de que el reve-
rendo padre Arbuez habia sido asesinado, el pueblo se congregé
en las calles para castigar a los judios conversos que, aunque
en apariencia han aceptado nuestra fe, se mantienen, tanto en
espiritu como en costumbres, fieles a la religion judaica.
Torovemapa: ¢Habdis escuchado, reverendos hermanos? ¢Habéis
escuchado la voz del pueblo cristiano? jQue sirva de ensefianza
para vosotros! Poned sambenitos a mil pecadores arrepentidos
y conducidlos descalzos a Ia iglesia de la colegiata para efectuar
un auto de penitencia. Entregad a la justicia secular cien, dos-
cientos o trescientos herejes recalcitrantes para que sean devo-
rados por las llamas. Hacedlo y veréis al pueblo de esta ciudad,
que hoy se ha encerrado en sus moradas, salir a la calle y pos-
trarse a nuestros pies. Que la paz sea contigo, hijo mio. Nos has
traido una noticia dolorosa y reconfortante a Ia vez. Nos duele
que el reverendo padre Arbucz no esté ya mas entre nosotros,
aunque sabemos que disfrutard eternamente de la gloria. Nos
alegramos de que su martirio y muerte vengan a unirnos y
a fortalecernos en la lucha contra la herejia y en defensa de
nuestra fe. No existe poder en el mundo, ni mal ni perversidad
suficientemente fuertes que puedan oponerse a nuestra cau-
sa... Redoblemos, empero, nuestra vigilancia. Si no golpea-
mos al mal, éste arteramente nos golpearé a nosotros.
Cuesta: jLoado sea el nombre de Jesiis! |Viva la Santisima Virgen!
Tovos: jViva la Santisima!
(Eco de los altoparlantes.)
343ESCENA IIT
Lorenzo: A nuestra Ilegada, la ciudad parecia muerta.
Roprico: Las ratas se refugiaron en sus madrigueras, pero de nada
va a servirles.
Lorenzo: ¢Crees?
Roprico: Las manos del Santo Tribunal son mas largas que la més
profunda de las madrigueras. Ademids las ratas tienen miedo y
el miedo acabard por traicionarlas.
Lorenzo: ¢Quien tiene miedo necesariamente es culpable?
RopriGo: No lo sé, no es asunto mio, Pero sé que debemos estar
siempre en contra de los que tienen miedo.
Lorenzo: ¢Crees que todos los conversos son herejes?
RopriGo: No lo sé. Tal vez si. Este no es asunto nuestro, Lorenzo.
Nuestra obligacién estriba en ejecutar las érdenes y en no te-
ner .
Lorenzo: ¢Nunca has tenido miedo?
Roprit Nunca, nuestro oficio consiste en ser nosotros quienes
inspiremos miedo.
(Pasos al fondo det corredor.)
ESCENA IV
Cursta;: Esta es tu celda, reverendo padre. Necesitas un merecido
reposo después de las fatigas del dia. Estoy seguro de que Dios
te proporcionaré un buen sucfio, En esta celda, segin consta
en los antiguos memoriales de nuestra orden, yacié justamente
hace cien afios nuestro santo hermano Vicente Ferrer. Nuestro
hermano Vicente era, indudablemente, un santo.
TorQUEMADA: ¢Pero no crees, reverendo padre, que a pesar de sus
indudables virtudes cristianas, cl hermano Vicente daba exce-
siva importancia a las palabras?
Cursta: Fue el gran predicador de nuestra orden.
ToroveMApA: {Palabras! ¢Qué son las palabras, padre? Con mil pa-
labras puede uno convertir a mil herejes. Dices que San Vi-
cente fue un gran predicador. Es verdad. En efecto, logré
atraer a nuestra fe a millares de judios, quienes con ese acto
pudieron escapar a la persecucién. Pero, ¢cudles han sido los
resultados? Los convertidos de ayer son los asesinos de hoy.
‘Las manos de sus hijos y sus nietos asesinan emboscadamente
a los defensores de la fe. ¢Por qué actuan de ese modo? Por-
344que detestan al Santo Oficio. Cambiaron solamente las formas
del culto, sin modificar en un dpice su naturaleza herética. Las
palabras no son ya el ojo de la aguja, sino una puerta abierta
para todos, Se entra por ella tan facilmente como de las ti-
nieblas nocturnas se pasa a la Juz del amanecer. En verdad te
digo, padre, pobres de quienes luchan si confian demasiado en
el poder de las palabras.
Curgsta: ¢Crees que la palabra no posee ningin poder?
Torquemapa: Seguramente lo posee, pero sdélo cuando la palabra
se convierte en accién. La verdad total de nuestras palabras
consiste en las ensefanzas de la Iglesia: éstas son la sdlida
piedra sobre la que construimos nuestro edificio. Pero nuestra
vocacién nos obliga a confirmar la palabra de la verdad por
medio de los hechos. Créeme, padre, las palabras sdlo importan
cuando la espada de la accion esta tras ellas.
Cugsta: Si te comprendo bien, reverendo padre, las declaraciones
de los testigos depositadas ante el Santo Tribunal, que certifi-
can que muchos altos sefiores y les de Villarreal desdefian
los principios de la religién y no titubean en mostrar su sober-
bia alli donde la obediencia y la humildad deberian tener ca-
bida, todas esas declaraciones, pienso, son palabras tras las que
se esconde la espada,
ToroUEMADA: Asi es, la experiencia de varios siglos de nuestra Igle-
sia habla por tu boca. Has expresado un principio especial-
mente importante.
Cuesta: {Te refieres, reverendo padre, al principio que confirma
que todo error, por minimo que sea, surge de una falla de la fe?
ToroUEMADA: Si pudiésemos ser capaces de observar los errores
humanos de un modo mas profundo y penetrante, no nos seria
dificil advertir que las causas son generalmente mas peligrosas
que los mismos errores. Padre Blasco, quiero que me digas
como al mas viejo y amante de tus hermanos...
Cuesta: 2Qué, padre?
TorQUEMADA: Un verdadero cristiano no debe poseer ningan pro-
ee personal que esté en contradiccién con los objetivos de
— Si, padre, es verdad.
Torovemapa: Todos nuestros actos, pensamientos y deseos perte-
necen a la Iglesia. Creo, no obstante, y justamente por eso,
que un cristiano no sélo puede sino debe abrigar en si anhelos
personales que, sin embargo, sean igualmente utiles para los
fines de la Iglesia. Dime, ¢posees tu algun deseo personal?,
345gun anhelo que te sea particularmente entrafable?, ¢deseas
algo que te parezca cl corolario de tus aspiraciones terrenales?
Cugsta: gDebo ser sincero, padre, como en la confesidn. ..?
Torquemapa: Debes serlo.
Cuesta: Admito que hay algo que desde muchos afios deseo con
vehemencia. Descaria, y pido que se me perdone el orgullo, que
en el futuro, a la muerte de su eminencia el cardenal de Men-
doza, pueda sentarme en el trono arzobispal de Toledo. Padre
reverendo, ¢quizas mi confesién te ha disgustado? Tal vez mis
deseos apuntan demasiado alto, pero, créeme. .
TorQUEMADA: Vete a dormir, padre. Después de la fatiga del dia
necesitas reposo.
Cuesta: Dios misericordioso, ghabrén sido mis pretensiones hasta
tal punto desatinadas? Si no me consideras digno de tan alto
honor...
ToroveMapa: jCalla! ¢Eres tan ciego y sordo que no adviertes lo
que rechazas por clegir las apariencias de la pompa y el es-
plendor? ¢Qué ambicionas? ¢Tocarte con el birrete arzobis-
pal? ¢Tener corte, palacio, riqueza y sentarte en el trono ata-
viado con ropajes de gala? Tu, un dominico, ces esto lo que
ambicionas?, esto lo que anhelas?, qué has hecho de ti?, gen
qué terrible red estas aprisionado? Hace un momento apenas,
engafiado por las falsas apariencias de tu alma, pensaba en
elevarte a las mas altas dignidades de la Iglesia Combatiente,
pensaba en designarte Inquisidor del Reino. ;Y tu, en cambio,
suefias con llegar a ser Arzobispo de Toledo!
Cursta: Padre!
TorouEMAbA: ¢Es que no entiendes que el cargo de Inquisidor, al
depositar sobre los hombros no gloria sino duros deberes, sig-
nifica mas, cien veces mas que todos los tronos de obispo, mas
que la purpura cardenalicia, incluso més que la tiara del Papa?
Ve a dormir, pobre padre, me has desilusionado.
Cuesta: Padre reverendo, gracias por haberme abierto los ojos.
Ahora puedo ver que, efectivamente, la soberbia me habia ce-
gado, me habia perdido de una manera fatal, Pero por la me-
moria de nuestro gran patrén, Santo Domingo, te suplico que
no me desprecies; olvida este momento de debilidad y confusién.
TorQUEMADA: jNo! No puedo perdonarte. No cres un joven que
apenas ayer hubiese tomado los hdbitos. Eres el prior de este
convento, el rector de varios centenares de almas, el maestro
de los jovenes, Tu cabello se esta tornando gris. ¢Cuantos afios
hace que vives en este convento?
346Cuesta: Mas de treinta ya.
ToRQUEMADA: jTreinta afios! Y sélo por el habito eres un dominico.
Cuzsta: jNo, padre!
Torquemapa: Si, tu mente y tu corazén desgraciadamente no per-
tenecen a este sitio, Eres un extraiio infiltrado dentro de estos
muros. Este no es tu lugar.
Cursta; jPerdéname, padre!
TorqueMapA: jLevantate! Y no esperes e] perdon. Has traicionado
tus votos, has traicionado el espiritu de nuestra Orden.
Cuesta: Padre, me someto a cualquier penitencia, Designa la mas
severa.
Torguemapa: ¢Penitencia? Aun a la penitencia hay que tener de-
recho. Has pisoteado ese derecho, mas para tranquilizar tu
ambicién puedo prometerte que en la primera oportunidad te
recomendaré a sus Reales Majestades para que se dignen con-
fiarte el obispado de Avila, actualmente vacante. Pienso que
con el tiempo lograras también el de Toledo.
Cuesta: No lo hagas, padre. Te lo suplico.
Torqvemava; ¢Cémo? Cumpliré tus deseos.
Cugsta: Ahora veo todo lo que pierdo,
Torovemapa: Debias haberlo visto antes. Suficiente tiempo has
tenido.
Cuesta: Padre, apenas ahora comprendo. Entiendo que debes des-
preciarme y cusdn merecido me estd ese desprecio. Pero per-
déname, no me apartes de tu lado.
Torquemapa: Vete. Quiero estar solo. Necesito dormir.
Narrapor: Pero sabia que a pesar del agotamiento no podria dor-
mir. En los ultimos afios habia ido perdiendo la facultad del
suefho. Generalmente dormia muy tarde, a veces sélo en la ma-
drugada, y a menudo pasaba las noches enteras en solitaria vi-
gilia, meditacién y plegarias. Esta vez ni siquiera se sentia
en disposicién de orar. Se dio cuenta de que sdlo rezaba con
los labios. No obstante, siguié orando durante algunas horas,
pero no encontraba dentro de si la llama que en los momentos
de ardor y concentraci6n le iluminaba siempre y desde su in-
terior le encendia y entusiasmaba con el fuego de la inspiracién.
En esta ocasién se sentia yerto y frio, sin pensamiento ni emo-
ciones.
ESCENA V
Roprico: jLorenzo!
Torqvemapa: ¢Eres don Rodrigo de Castro?
347Ropaico: Si, padre,
Torovemapa; ¢Sabes por donde se va a la iglesia?
Roprico: Si, padre.
TorqueMapA: Muéstrame el camino... jEspera! Antes despierta a
tu compafiero.
Roprico: jLorenzo!
Torquemapa: ¢Por qué dormias?
Lorenzo: Disculpa, reverendo padre; la fatiga me rindié.
Torqvemapa: {La fatiga? Uno debe vencerla y jamas sucumbir
alla.
Lorenzo: Lo sé, padre.
Torovemava: Lo sabes?
LorENz0: Me lo ensefiaron desde ni
TorqueMapa: AUn no te conozco,
poco a mi servicio?
Lorenzo: Si, padre.
ToRQUEMADA: ¢Tu nombre?
Lorenzo: Lorenzo de Montesa.
TorQUEMADA: ¢Te parece, don Lorenzo, que empiezas bien tus de-
beres? ‘
‘Lorenzo: Me han ensefiado a servir con todas las fuerzas.
Torquemapa: A la verdad se le sirve no sélo con todas las fuerzas
sino hasta por encima de ellus,
Lorenzo: Sf, padre.
ToroveMaDA: Debes informar mafiana por la mafiana a tu coman-
dante, el seior de Segura, que has dormido durante las horas
de servicio.
LORENZO: Si, padre, lo haré,
TorqueMava: Pide al sefior de Segura que te designe el castigo mas
severo.
Lorenzo: Si, padre.
Torouemapa: Eres muy joven y debes aprender a superar tu de-
bilidad,
LorENzo: Sf, reverendo padre.
TorqueMapa: jSigamos!
jo mio; ¢perteneces desde hace
ESCENA VI
ToRrQUEMADA: Regresad, hijo mio. Hallaré el camino solo.
Roprioo: {Padre mio! Disculpa, reverendo padre. Sé¢ que no es el
momento apropiado, pero debo decirte algo que me perturba.
348Padre, don Manuel de Ojeda es amigo mio desde la infancia.
Hoy pasé con ¢l toda la tarde.
Torquemapa: ¢Solos?
Roprico: No, con algunos amigos suyos. Don Manuel habia bebido
mucho y, disculpa, padre, decia cosas ofensivas contra la Santa
Inquisicién y en especial contra ti, Afirmaba también que el
sefior de Santdngel, en cuyo nombre te dio la bienvenida, go-
zaba de la mejor salud.
ToroveMapa: ¢Eso es todo?
Roprrco: Si, padre.
Torovemava; ¢Los demas presentes expresaron también conceptos
ofensivos en contra de la fe?
Roprico: Manuel fue quien mas hablo.
Torovemapa: gT& no tomaste la palabra?
Roprico: No, callé.
Torquemapa: Te falté valor para defender la fe frente a un blas-
femador 0 es que te proponias saber hasta donde podia llegar
la blasfemia?
Roprico: No sé, pero callé, ¢Qué debo hacer ahora, padre?
Toravemana: Desde cuando perteneces a mi servicio?
Roprico: En octubre cumpliré un afio, p:
Torquemapa: ¢Conoces las reglas de la Santa Inquisicién?
Roprico: Si, padre.
Torovemapa: ¢Entonces?
Roprico: Sf, padre, lo haré.
Torovemapa: Sé lo que te aflige, hijo mio. Piensas que estas trai-
cionando a un amigo.
Roprico: jPadre, padre m{o!
ToroveMapa: Por el contrario, contribuyes a salvar su alma extra-
viada. Lo traicionarias si quisicras ocultar la verdad y dejar al
pecador a solas con sus pecados. ¢No es nuestra obligacién
ayudar a los que yerran? Ayudaremos al sefior de Ojeda y al
sefior de Santangel... Les ayudaremos gracias a ti.
Roprico: Padre, has quitado de mi coraz6n un peso agobiador.
TorquEMaDA: No olvides, hijo mio, mencionar en tu declaracién
que el sefior de Ojeda aprobé el asesinato del reverendo Pedro
de Arbiez.
Roprico: Reverendo padre, si la memoria no me engafia, don Ma-
nuel nada dijo al respecto.
Torquemapa: ZEstds seguro de ello? {Cudnto tiempo duré vuestra
conversacién?
Roprico: Mas de una hora, padre.
349Torovemana: ¢Y podrias jurar que durante ese tiempo no se men-
cioné una sola vez ese horrible crimen?
Roprico: Padre reverendo, tal vez la memoria me engafia, pero en
verdad no recuerdo...
ToravEMAapa: Debes tener presente que cuando se trata de defender
la fe, el verdadero cristiano no debe detenerse a medio camino.
@Podrias, con la mano sobre la cruz, certificar que el sefor
de Ojeda no abriga en su corazén una abominable simpatia
hacia Jos asesinos del reverendo padre Arbuez?
Roprico: No. padre, no podria hacerlo.
Torovemapa: ¢Y podrias jurar, te pregunto una vez mas, que el
sefior de Ojeda no manifesté, quizds en forma velada, esa sim-
patia?
Roprico: No, padre. La memoria, en circunstancias como ésta sue-
le ser engafiosa.
Toravemapa: Es verdad. Ve, pues, hijo mio y consulta con tu me-
moria. Que sea ella tan pura como tu conciencia.
Narrapor: El camino interior a la iglesia cruzaba el patio con-
ventual. Afuera hacia buen tiempo. Alrededor se extendia el
silencio de Ja ciudad dormida, Los reflejos de la luna llena
aclaraban sélo un trozo del patio, mientras al fondo reinaba la
noche, y alli, entre las tinieblas, aunque mds oscuro que ellas,
se levantaba el pesado muro de piedra de Ia nave lateral de
Santo Domingo. Una vez en Ja iglesia el Gran Inquisidor cerré
tras si la puerta. En esos momentos se sintié tan solitario como
si hubiera roto el ultimo contacto con el mundo, En la iglesia
el frfo era mas penetrante. que en el convento. Instantes des-
pués se dirigié hasta la capilla lateral mas cercana.
ESCENA VII
TorqueMapA: Que la paz sea contigo, hijo mio; zhe perturbado tus
oraciones? ¢Rezabas?
Dreco: Intentaba rezar.
Torovemapa: Haces bien, las horas de la noche son particularmente
favorables a la concentracién. A menudo a estas horas es la
plegaria y no el suefio lo que proporciona el verdadero reposo;
a estas horas todos nuestros pensamientos pueden ser ofrecidos
a Dios.
Dieco: Padre reverendo, a pesar de que soy muy joven hace ya
afios que no he tenido un reposo como ese del que hablas. Esta
350noche no podia dormir, me perturbaban mis pensamientos y
creia que iba a encontrar la serenidad en la oracion. Pero no
la he hallado.
Torovemava: Tal vez no has sabido rezar.
Dreco: No sé, padre. A veces me parece que no es orar lo que ne-
cesito, sino decir en voz alta lo que me atormenta y duele, Pa-
dre reverendo, eres muchos afios mayor que yo, mucho has
debido ver y conocer; dime, ¢puede el silencio destruir el alma
de! hombre?
Torquemapa: No te comprendo, hijo mio. Sélo el obstinado per-
sistir en el pecado mortal puede destruir el alma humana.
Dreco: ¢¥ el silencio? Callar puede convertirse en el peor de los
pecados. Padre, a veces me aterra Ia idea de que si no desaho-
go lo que perturba la tranquilidad de mi conciencia y aleja el
suefio de mis ojos, todo lo que no he dicho morir4 en mi, como
las palabras que no pudieron ser ya pronunciadas por una len-
gua moribunda. Padre mio, tengo temor de convertirme en un
hombre de piedra.
TorOUEMADA: Dame la mano, hijo.
Disco: ¢Crees que tengo fiebre? No, padre, estoy sano.
ToROUEMADA: Lo veo. En efecto, no tienes fiebre. Sin embargo tus
palabras, hermano ...
Dirco: Diego, me Iamo Diego.
ToroveMapa: Sin embargo tus palabras, hermano Diego, parecen las
de una persona consumida por alta fiebre, 0 atormentada por
algun grave pecado que pesa sobre su conciencia.
Dirco: Oh, no, padre! No es mi conciencia la que carga con graves
pecados. No es a mi a quien se debe acusar de violencia y de
abuso de fuerza. No soy responsable de las I4grimas y los su-
frimientos humanos. Ain nadie me maldice y odia. No tengo
en mi conciencia ningdn crimen ni maldad.
TorovrMapa: Hermano Diego, hablas de una manera poco clara.
Sin embargo me parece que tus palabras expresan un gran
orgullo.
Dieco: |Oh, no, padre! {No se trata de orgullo! No me conoces, no
conoces mis pensamientos.
Torovemapa: Eso crees.
Dieco: No sé, padre, quizds los conoces. Tal vez sabes lo que ocu-
rre dentro de mi. Te veo por vez primera, no sé quién eres,
Pero me parece como si te conociera desde hace mucho tiempo,
desde el primer momento en que empecé a pensar. ¢Por qué
me miras de este modo, padre? Ti mismo dijiste que no tengo
351fiebre, estoy plenamente consciente. gSabes, padre, por qué
queria rezar? Tal vez también lo adivinas, pero permiteme que
te lo diga, porque lo comprenderas, tu rostro es el de un hom-
bre que todo lo comprende; acaso por eso me siento a tu lado
como si te conociera desde hace mucho; desde el mismo prin-
cipio, padre, queria pedir a Dios que perdonara a quienes te
niendo en sus manos el poder abusan de él y lo ejercen no en
bien de la humanidad sino para causarle a ésta horribles dafios
y sufrimientos. Querfa decir: Dios grande y misericordioso que
estas en el cielo, perdona a los mentirosos conscientes, a los
Pérfidos acusadores y a los jueces inhumanos; ten piedad de
aquellos que en su ciego frenes{ destruyen la tranquilidad hu-
mana y siembran entre los hombres el miedo, la hipocresia y
el odio; aparta de los verdugos tu mano castigadora; ten mise-
ricordia de los asesinos... Asi queria rezar, pero no pude,
padre, no supe, no quise. Las palabras no me pasaban por Ia
garganta. Ahora puedo pronunciarlas porque son una acusacién
y una maldicién, pero cuando debian formar una plegaria, cada
palabra me parecfa mas pesada que una piedra. |Padre, la mia
hubiera sido una mala oracién!
TorovEMADA: {Puedes decirme, hermano Diego, quiénes son los hom-
bres por quienes querias rezar, culpables segun tu opinién de
tan graves cargos?
Drrco: {Padre, este hdbito me quema, me sofoca!
TorovemavA: jHermano Diego!
Dreco: Me quema, padre, porque ha sido deshonrado por quienes
Jo visten.
TorqueMapA: Hermano Diego, yo también visto ese hébito.
Dieco: 2Y no te sientes ahogar en ¢1? Di, ;jamds sientes vergiienza
de que hombres que visten Jos mismos habitos ...?
Torquemaa: {Calla, desgraciado! ;No te das cuenta de lo que dices?
¢Sabes quién soy?
Dieco: zQuién eres? No sé. Sé que te conozco desde hace mucho
tiempo.
TorqUuEMADA: Hermano Diego, soy fray Tomas de Torquemada.
Dreco: ¢Por qué te burlas de mi? ¢Quieres probar mi valor? Bien,
padre, no hay miedo en mi. Ni en el caso de que verdadcramente
estuviese frente al mismo padre Torquemada me retractaria de
las palabras que he pronunciado. Mi odio es més fuerte que
el miedo. No hay en mi, padre, sitio para el miedo.
Toravemapa: ;Vuelve a la razén, hermano! Estas hablando con el
Gran Inquisidor.
352Disco: Dios! (Diego toma un candelabro del altar y amenaza a
Torquemada, que ni siquiera se inmuta.) ¢Por qué no llaméis
a wuestros guardias, digno sefior? Actuad como soléis hacerlo
en semejantes circunstancias,
TorovEMapA: Hijo mio, arrodillate a mi lado y repite conmigo:
Padre nuestro que estas en los cielos ...
Dreco: Padre nuestro que estas en los ciclos...
TorquEMADA: Santificado sea tu nombre...
Dieco: Santificado sea tu nombre...
‘TorquEMADA: Venga a nos el Tu reino...
Dieco: Venga a nos el Tu reino..,
TorouEMapA: Hagase tu voluntad asi en la Tierra como en el Cielo.
NarRapor: Diego repitié también esta frase, pero en voz ain mas
baja. Sentia que al versiculo siguiente seria incapaz de conte-
ner la emocién que lo embargaba y estallarfa en sollozos, pero el
Gran Inquisidor no continus la plegaria. Call6, incliné la cabeza
y se Ilevé las manos a las sienes como si hubiese olvidado a
quien de rodillas permanecia junto a él. Asi se mantuvo hasta
el alba. La campana de las carmelitas comenzé a sonar a lo
lejos. El padre Torquemada levanté la cabeza.
Torovrmapa: Amén. ;Hermano Diego!
Dieco: Si, padre?
Torovemapa: Vuelve a tu celda, hijo mio; dentro de poco amane-
cera. Te espera, segun creo, un dia nada facil,
Disco: Ojala fuese el comienzo del ultimo.
TorovEMADA: Todo hombre es a la vez amo y siervo de su destino.
‘Anda, reposa en paz en tu celda hasta que no recibas nuevas
érdenes de tus superiores.
ESCENA VITT
Mateo: {Diego, Diego!
Dieco: ¢Eres tii, Mateo?
Marzo: Si, yo, ede donde vienes? ,Estuviste en Ia iglesia?
Deco: Si.
Mateo: {Santo Dios! ¢Lo has visto?
Drrco: He visto al demonio.
Mateo: Diego.
D1pco: Me vencié esta vez. Rezamos juntos.
Margo: ;Cémo!
Dreco: Quise matarle. Luego repeti con él el Padre Nuestro.
353Mateo: Diego, mi pequefio Diego. Desperté en la noche, fui a tu
celda. Estaba vacia. Después, en el corredor; un joven caba-
Hero me cerré el paso, uno de sus sirvientes. Me pregunt:
“zAdénde vais, reverendo padre?” Le respondi: “A la iglesia”.
Entonces, me tocé el hombro y me dijo: “Es muy noche, reve-
rendo padre; no perturbéis al ilustre padre en sus momentos de
meditacién solitaria”. Me quedé esperandote aqui, Diego. Te
he esperado durante largo rato.
Dirco: ¢Para qué?
Marro: Temia por ti, gpor qué quieres perderte?, cqué quiere decir
que rezabas con é1?, gqué quieres decir con eso?, gpor qué vo-
luntariamente te entregas en manos del enemigo?
Disco: No sé. De todos modos, ya no hay salvacién. La nica
opcién esta entre volverse loco o autodestruirse por propia
voluntad. No hay mas.
Mateo: Atin existe Dios.
Dreso: Adiés, Mateo. Estoy cansado, quiero dormir, “requiescere
in pace”, como me lo aconsejé el reverendo padre.
Mateo: jDiego!
Dreco: Qué quieres?
Mateo: Te he querido mas que a nadie en el mundo. He amado la
belleza de tu alma. Diego, te lo suplico, ocurra lo que ocurra
debes preservar tu conciencia.
Dirco: ¢Qué quieres decir cuando hablas de conciencia?
Mateo: Sé siempre ta mismo.
Dreco: ¢Solamente eso?
Maro: Eso es todo.
Dizco: :Todo? Todo siempre significa menos de lo que deseamos
expresar. Soy yo cuando hago una cosa y soy el mismo cuando
hago algo totalmente opuesto. ¢Tiene el miedo también con-
ciencia?
Marto: Diego, la verdad, aunque deformada y oprimida, no deja de
ser la verdad.
Dirco: jAs{ sea! jSalve!
Marro: jDiego! ;Diego!
Dreco; jVete!
ESCENA IX
Narrapor: Cayé en seguida tan profundamente dormido que cuan-
do semidesperté al llegar Ja noche, no logré saber si se trataba
de la penumbra del amanecer 0 del crepisculo vespertino. Du-
rante un momento yacié sin movimiento, como narcotizado por
354Ja fatiga, y antes de que tuviese el tiempo necesario para salir
de tal estado se adormecié otra vez, casi subitamente. En lo
més profundo del suefio, supo con gran lucidez que no dormia
y que no estaba solo en la celda. Sin embargo, no abrié los ojos.
Sabia que lo que sucederia era inevitable, pero preferia pospo-
ner por unos instantes de concentracién defensiva tan inevitable
cuanto indeterminado destino.
mo tiempo que sentia la presencia del miedo —cual si éste hu-
biese esperado solamente que se le invocara para aparecer,
acelerandole el batir del corazén y poniéndole en las sienes y en
los labios un frio penetrante. “No, no, todo menos esto” —dijo
en voz alta y abrié los ojos. En medio de la celda estaba fray
Tomas de Torquemada. Era de noche, pero la noche tras la
ventana parecia a punto de aclarar como si estuviese iluminada
por el resplandor de un inmenso incendie. Diego jamés habia
visto una claridad tan fria y yerta. Se levantd.
Dieco: ¢Has venido, sefior?
Torquemapa: Ya Jo ves. Te he dicho que todo hombre es a la vez
amo y siervo de su destino,
Dreco: ¢Me lo dijiste a mf, sefior?, gcudndo?, gcuando?
Torovemapa: ¢Ya no lo recuerdas?
Dieco: Sf, algo recuerdo. “No debo temer.” 2¥ por eso has venido?
ToROUEMADA: Dios, hijo mio, premia con particular amor a las almas
ardientes. La pasién no se da a menudo entre los hombres. Pero
si ta, hijo mio, has sido tan ricamente dotado, debes decidir a
quién ha de servir tu pasién: si al reino de Dios o al de Satanis.
Divco: No concibo de la misma manera que tu, padre, el Reino de
Dios.
Torquemapa: Te equivocas, porque incluso en tus més audaces
pensamientos no has logrado abarcar el Reino de Dios. No
puedes verlo y por eso no lo entiendes. ¢Has pensado alguna
vez si tu apasionamiento es efecto de la voluntad de Dios o si
se dirige contra ella? zAcelera la victoria de la verdad o se
rebela contra los principios de la verdad? ¢Es el tuyo un ardor
cristiano 0 una pasién extrafia a nosotros, herética y enemiga?
gEres cristiano?
Disco: Padre reverendo, si no fuese cristiano los males de mis her-
manos no me producirian tanto dolor.
Torquemana: ¢Eres hijo de la Iglesia?
Dieco: Padre, si la Iglesia pudiera hablar en voz alta y libremente
por boca de los justos, entonces surgiria en el mundo, en todo
el orbe cristiano, un terrible grito de desesperacién. jNo! ¢Qué
355digo? No de desesperacién... Un grito de ira estremeceria la
tierra. Dios mio, zqué habéis hecho con las ensefianzas de
Cristo? ¢Qué verdad puede surgir alli donde la confesién es
el resultado de la mentira, de la violencia y de la presién?
Cristo decia que el amor lo puede todo, puede hasta derrumbar
montafias...
TorovrMapa: j{Montafias, montafias! Comprendes superficialmente
las ensefianzas de Cristo, hijo mfo. No has profundizado atin
en toda su verdad. ¢Qué sabes de los caminos por los que hay
que conducir a la humanidad hacia su salvacién? ¢Qué sabes
de la lenta construccién a través de los siglos del Reino de
Dios? Td con tu escasa experiencia, mas pequefia que un pu-
fiado de arena, ¢qué has visto, qué has experimentado?
Dreco: He visto mucho, padre. He visto las mas horribles viola-
ciones cometidas contra los hombres. He visto el envilecimien-
to del hombre...
Torovemapa: ¢Y qué sabes de la aplicacién de las ensefianzas de
Cristo a la vida? {Qué sabes del complejo proceso de trans-
formar las palabras en hechos? :Conoces las formas o medidas
del mal? Ni siquiera adivinas las necesidades que el gobernar
implica. ¢Y el hombre y la naturaleza humana? {Qué puedes
saber sobre los hombres?
D1eco: Soy hombre. Sé que los hombres se atormentan y sufren
muy por encima de la dimensién de sus culpas y a menudo sin
haber cometido culpa alguna.
ToroveMana: Yo también Io sé.
Dreco: Tu?
Torquemapa: La Santa Inquisicién, hijo mfo, se apoya sdlidamente
sobre la tierra y sabe bien lo que en ella sucede, ¢Pero quién
se aventura a proclamar que el Reino de Dios puede construirse
sin sufrimientos, dafios y sacrificios? El hombre es una cria-
tura imperfecta, débil, fragil y sucumbe facilmente a las tenta-
ciones del mal. Por desgracia no se puede creer totalmente
en ningiin sentimiento humano ni se puede tener confianza ab-
soluta en los pensamientos del hombre. Los mejores senti-
mientos pueden cambiar de direccién, como el humo impulsado
por el viento, El pensamiento humano puede estar hoy pos-
trado de rodillas y morder maiiana. La rebelion del pensa-
miento, hijo mfo, es mas peligrosa que la rebelién de la espada.
Dreco: Padre, zen verdad el mal es tan potente y esté tan genera-
lizado?
356TorovEMADA: No, el mal no es ni poderoso ni invencible. El hom-
bre es débil y debido a sus imperfecciones, defectos y falta de
orientacién el mal siempre puede reproducirse tomando las
formas més diversas. A veces su violencia est4 oculta y hay
que desenmascararlo, Esto sucede sobre todo cuando la verdad
comienza a triunfar. ¢Qué podria hacer el hombre reducido a
sus propias fuerzas? Hijo mio, el Reino de Dios no ha Ilegado
todavia a la conciencia de los hombres, pero, ¢significa esto
acaso que no habra de llegar a la humanidad? No. Hay que
salvar a los hombres aun contra su voluntad. Hay que cons-
truir durante muchos ajios la conciencia del hombre, destru-
yendo en ella lo que es nocivo, lo que retarda el advenimiento
del Reino de Dios sobre la Tierra. Hay que dirigir a la huma-
nidad, gentiendes, hijo mio? jDirigir! Tal es nuestra tarea.
Sobre nosotros, sobre la Santa Inquisicién, recae esta inmensa
misién. Dios nos ha colocado en las primeras filas de su ejér-
cito. Somos el cerebro y la espada de fa verdad, porque el
pensamiento y la accién deben constituir una unidad.
Disco: Los hombres sufren.
Torgvemapa: Lo sé, pero nadie mas que nosotros deseamos librar-
Jos de tantos sufrimientos. Queremos eliminar los sufrimientos
y las contradicciones,
Drrco: ¢Cudndo?
TorQUEMADA: Preguntas: “¢Cudndo?” Dentro de cien, doscientos,
tal vez dentro de mil afios. Transcurriré mucho tiempo antes
de que los hombres ya libres de los deberes que por ahora son
necesarios, adopten por su propia voluntad y conscientemente
Ja luz de la verdad eterna. Entonces la humanidad pensara de
una misma manera y deseara una sola cosa: Ia salvacién.
Disco: Padre mio, tengo la mente turbada, me siento como si me
hubieses arrojado en lo mas profundo de un infinito abismo.
ToRQUEMADA: Estamos luchando en las tinieblas de ese abismo para
conducir a la humanidad hacia la plena luz.
Dreco: Qué puedo decirte, padre reverendo? Yo amo a los hom-
bres, hoy.
TorqueMadA: Esta bien, Del amor nace la piedad y ésta irremedia-
blemente se transforma en desprecio.
Dirco: ;No!
Torquemapa: Si no amases hoy a la humanidad no podrias despre-
ciarla mafiana.
Disco: Yo no quiero despreciar a los hombres,
357TorqvEMADA: ¢Y puedes amar a seres imperfectos y deformes, mar-
cados por crimenes y traiciones? ¢Puedes amarlos?
Dipco: Puedo comprenderlos. Puedo ayudarlos.
Torquemaba: Hay que ayudar al bien y no al mal. Hay que des-
preciar la debilidad y los crimenes. Solo el desprecio permite
juzgar y sentenciar. Sélo el desprecio ensefia a superar la debi-
lidad y destruir los crimenes.
Dirco: gQueréis entonces borrar de este mundo el amor? jDios!
Ya habéis desposeido de todo a los hombres, les habéis arran-
cado la dignidad, el valor, la pureza de sentimientos, la libertad.
Torovemapa: ¢Por qué dices siempre “ustedes”, si tu deseas lo mis-
mo que nosotros, slo que atin no has logrado encontrarte?
Disco: Odiais el amor.
Torquemava: Te equivocas, siempre te equivocas.
Dreco: El hombre tiene una sola vida.
ToroVEMADA: Una terrenal y una eterna. Pero el hecho de que sélo
vivamos una vez en la Tierra debe obligarnos a encauzar nues-
tros pensamientos y actos para que el hombre no ensombrezca
con su vida, pensamientos y obra a los que vengan tras él.
¢Por qué una existencia enferma debe contagiar a las otras? ¢Por
qué los pecados y crimenes de un hombre deben pesar sobre
Jos hombros de los demas?
Dieco: Padre, gpor qué me dices todo esto? ¢No he sido ya juzgado?
ToroveMapa: Sf, es verdad, tu sentencia ya fue pronunciada, Tu
mismo has pronunciado tu sentencia.
Disco: ¢Yo?
TorqueMaba: ¢Es que no eres apasionado y valeroso?
Dipco: ¢Yo?
Torquemapa: jTu! y por eso eres de los nuestros. No digas nada,
luego hablaras. Nosotros jamds renunciamos a lo que nos per-
tenece. Crees que no sé que alrededor de los Santos Tribuna-
les se agrupan, e incluso se deslizan en su seno, elementos
mezquinos, miserables y cobardes: a veces obsedidos por la ven-
ganza y el rencor, otras dominados por el afan de lucro.
Disco: gLo sabes y lo consientes?
‘TorqvEMADA: Desgraciadamente por el momento debemos también
aprovechar sus servicios, es mas, debemos incluso tolerar su
conducto miserable mientras nos sean tiles. ¢Tal vez piensas,
hijo mio, que no advierto que no es la verdadera comprensién
de nuestra obra y nuestros fines, sino la posibilidad de obtener
bienes materiales lo que inclina tan favorablemente hacia la
358Santa Inquisicion a personajes muy clevados e ilustres del
reino? Si, efectivamente, les hacemos ganar inmensas fortunas,
pero aunque con ello aumenta el poder de la autoridad secular,
el nuestro lo supera, y cuando conquiste totalmente los espi-
ritus humanos, no habra nadie, fuerza alguna, que pueda opo-
nérsele. Nosotros debemos ser indispensables, ¢comprendes,
hijo mio? Pero para lograr este objetivo nuestro poder debe
estar en manos de hombres inflexibles como el acero, ardientes
y vigilantes, valerosos ¢ ilimitadamente devotos. Ta ser4s uno
de ellos. No habras de desilusionarnos, lo sé, por eso he podido
hablarte de esta manera, Perteneces a esa clase de seres excep-
cionales que nacen con la necesidad de la verdad. La verdad te
es tan esencial como la sangre, como el aliento, como el batir
del corazon. Errabas, desvariabas, pero al levar en ti la nece-
sidad de la verdad no podias evadirla. ¢Quicres atin arrojarte
a un precipicio?
Dreco: La verdad de que hablas es también como un precipicio.
Por qué es asi, padre?
Torovemapa: Hijo mio, atin no comprendes muchos de los com-
plejos problemas del munda, pero una cosa debes saber con
absoluta certeza y es que la obediencia total debe imbuir todos
los pensamientos y los actos de quien combate por la verdad.
Si quieres servir a la fe debes subordinarte a sus principios
sin el menor titubeo, sin preguntas ni dudas, sin sombra de
pensamientos marginales, con ilimitada confianza en la di-
reccién,
Disco: ¢Incluso sin comprender?
ToroveMapA: Una vez que la verdad penetre a fondo en tus pensa-
mientos, anhelos y acciones, hasta el punto de que tt y ella
constituyan una sola unidad, entonces lograrés comprenderlo
todo.
Disco: Recurres, otra vez, padre, al futuro.
ToRroUEMADA: ¢¥ qué representa el presente sin el futuro? De todos
modos, de ti depende acercar el futuro. El porvenir es como
una montafia, o subes por ella hasta la cima o caes en un pre-
cipicio.
Disco: ¢¥ cuando se alcanza la cima?
Torquemapa: No lo sé. Eso no lo puede saber el hombre. Sélo
Dios lo sabe.
Dirco: ¢Qué exiges de mi, padre? gQué debo hacer?
ToRrQUEMADA: ¢Sabes cual es la diferencia entre un hombre valien-
te y un cobarde?
359Dreco: Si, pero no lo sé por mi mismo sino a través de tus pensa-
mientos, padre,
TORQUEMADA: ¢Tienes atin miedo de ti mismo? ¢Es que no has
pensado que el valiente acepta la obediencia voluntariamente
mientras que el cobarde lo hace por temor?
Dreco: “No debo temer.” Padre, no deberia existir el miedo entre
los hombres,
‘TorqueMApA: |Por el contrario! El hombre es miserable y su miedo
no es sdlo necesario sino indispensable. Si queremos extermi-
nar el mal debemos revelarlo, desenmascararlo para que, ¢x-
hibido en toda su desnuda fealdad, produzca repugnancia y,
sobre todo, temor. jEsta es la verdad del poder! Si un dia
hicieran falta los culpables, tendriamos que inventarlos porque
nos son necesarios para humillar y castigar constantemente a
Jos criminales. Hasta que la verdad no venza y no triunfe de-
finitivamente no puede existir sin su contrario: la falsedad.
Nuestro poder, hijo mio, esta basado sobre todo en el miedo.
Con la excepcién de un pufiado de obedientes de buena volun-
tad, todos deben temer. El miedo debe ilenar todos los domi-
nios de la vida hasta sus pliegues mas reconditos, de manera
que nadie pueda ya imaginar ia existencia sin miedo, Que la
mujer no tenga confianza en su marido, que los padres teman
a sus propios hijos, ef amante a su amada, los superiores a sus
subordinados y todos a la omnisapiente y siempre presente
justicia de fa Santa Inquisicion. Debemos tener muchas san-
ciones y producir mucho terror, gentiendes, hijo mio?
‘Dieco: Padre, gno es el reino del terror el reino de Satands?
Narrapor: Después de estas palabras, empezé a caer en un preci-
picio, Desperté rato después empapado en sudor y con el
corazén palpitante en la garganta. Su celda se hallaba en la
penumbra. En el fondo ardia una veladora de aceite. Muy
cerca del lecho, estaba el padre Cuesta.
Cuesta: {Que la paz sea contigo, hermano Diego! Soy portador de
una excelente noticia, Creo que ni siquicra adivinas, hijo mio,
Ja buena suerte que sale a tu encuentro,
Dieco: Habla, padre.
‘Cuesta: Nuestro reverendo padre, el Gran Inquisidor, me ha or-
denado comunicarte que has sido designado para desempeiiar
el cargo de secretario suyo.
Narrapor: Diego quedé inmévil. No pensaba en nada. Sentia sélo
el sudor helado en las sienes y el retumbar del coraz6n en la
garganta.
360Cugsta: Hijo mio, te espera un gran porvenir.
Narrapor: Diego se decidié al fin a abrir los ojos. El superior es-
taba a unos pasos de él. Sonreia benévolamente, pero en sus
ojos se albergaba el odio. Una tranquilidad subita abrazé a
Diego.
Dios —pensé—, jqué criatura tan miserable es el hombre!
ACTO SEGUNDO
ESCENA I
Narravor; Registra el autor de la antigua crénica que algunos dias
después el Gran Inquisidor, fray Tomas de Torquemada, aban-
doné Villarreal para dirigirse a Zaragoza. Alli permanecié
durante una semana, investigando la conspiracién de la que
fue victima Pedro de Arbuez. A la Juz de las primeras decla-
raciones, incompletas, no muy coherentes y hasta contradicto-
rias, el atentado parecia ser obra de un pufiado de hombres
violentos e irascibles que de ese modo protestaban contra las
confiscaciones efectuadas por orden de la Santa Inquisicién.
Pero mas tarde se descubrié que se trataba en efecto de una
inmensa conspiracién que amenazaba la seguridad del reino
y de la Iglesia.
ToroveMana: (Dicta a Diego.) “Sin embargo, a pesar del alarmante
cuadro de devastacién moral, la luz invencible de la fe catdlica,
hoy dia més brillante que nunca, se eleva por encima del pozo
inmundo de la herejia. Que los hermanos dominicos al predicar
en el puilpito demuestran al pueblo que en el asesinato cometido
en la persona de este pio siervo de la Iglesia se debe reconocer
la sabia mano de la Divina Providencia, ya que de no haber
ocurrido este hecho criminal los enemigos de la fe no habrian
podido ser desenmascarados, y en el futuro habrianse aprove-
chado de su libertad y privilegiada posicién para seguir Hevan-
do a cabo sus actividades criminales y envenenar muchas almas
humanas. Para ayudar a los extraviados debéis efectuar en los
dias festivos autos de fe. Después de las ejecuciones en la
hoguera, debéis exhortar a los fieles que se consideren culpa-
bles o que conozcan culpas ajenas para que comparezcan ante
el Santo Tribunal durante los préximos treinta dias.”
36LNarrapor: Algunos reconocfan sus culpas y denunciaban las aje-
nas, otros, caian victimas de los primeros y ya nadie podia dis-
poner con seguridad de su honor y bienes, Las hogueras se man-
tenian encendidas; las cadenas de hierro atenazaban a los here-
jes arrepentidos, centenares de pecadores de menor importancia
eran enviados a las galeras, pero las prisiones vacias volvian
inmediatamente a colmarse con nuevos culpables. As{ pues,
entre la gente crecia la piedad y se extendia su fiel sombra,
el temor,
Mateo: (Lee fa carta de Diego.) “Querido hermano Mateo, desde
que recibi el honroso cargo de Secretario del Gran Inquisidor,
permanezco cerca de la persona de mi superior y participo en
todas las deliberaciones, incluso en las mas secretas, desem)
fiando el papel de testigo mudo, obligado por disposicién del
reverendo padre a anotar sdlo los puntos esenciales y las sen-
tencias que se pronuncien. He buscado durante este tiempo
pruebas de alguna violacién de la legalidad y no he podido
hallar ninguna decisién contraria a la Ley o dictada para sa-
tisfaccién de algun rencor o interés personal. Sélo debido a
Ja ignorancia y al aislamiento en que hasta ahora vivia crei ad-
vertir en las acciones de la Santa Inquisicién el info de un
poder que no respeta las leyes. La Santa Inquisicién levanta
sabiamente los cimientos de un nuevo orden que se realizaré
a largo plazo, consciente de la imperfeccién actual de la natu:
raleza humana y trabajando tenazmente por su salvacién.”
iDiego! gQué has hecho de ti? {Diego! |Diego!
(Voz de Diego: ¢Tiene el miedo también conciencia?)
Mateo: jDiego!
(Voz de Diego: Adids, Mateo. Estoy cansado, quiero
dormir, como me lo aconsejé el reverendo padre.)
Mateo: Diego!
(Voz de Diego: jNo! No quiero temer, detesto todo lo
que signifique miedo. Quiero actuar.)
(Voz de Mateo: Reza.)
(Voz de Diego: La Santa Inquisicién levanta los cimien-
tos de un nuevo orden.)
Mateo: {Diego!, ;Diego!, ;Diego!
Narrapor: Diego, con el fervor del principiante y también con los
sentimientos contradictorios del hombre que esta alcanzando un
alto grado de iniciacién, ejecutaba con sumo esmero todas las
tareas que se le confiaban. No dejé de advertir que todos le
362trataban con respeto y a la vez con un dejo de temor. Com-
prendié entonces que, a pesar de sus antiguas ideas, se conver-
tia en la viva personificacién de la yoluntad del hombre mas
poderoso del reino.
Era ésta una experiencia nueva y embriagadora. Sentia su
propio cuerpo, ofa su voz, vefa sus movimientos. Pero algunas
veces se sentia penetrado por un sentimicnto doloroso. Su
coraz6n era el reflejo de una fuerza mucho mayor que él mis-
mo, una fuerza que merecia un amor ilimitado y todos los
sacrificios.
ESCENA IL
(Diego recibe de manos de Pablo Zérate una bandeja
con alimentos.)
Dieco: Te traigo la cena, reverendo padre.
ToROUEMADA: Quédate,
Dizco: Si, padre.
TorquemapA: Acércate. Dime, ¢qué comentan?
Disco: ¢Quiénes, padre?
Torovemava: La gente.
Dirco: Dicen que ha IMegado el mayordomo de sus Reales Majes-
tades.
TorovEmana: No es eso lo que te pregunto. gQué dice la gente?
Mis servidores, los hermanos. ..
Dreco: Ejecutan tus érdenes, padre
TorovEMADA: ¢Eso es todo?
Disco: Padre reverendo, trato de estar personalmente en todas par-
tes para cerciorarme de que tus mandatos son obedecidos.
Torovemapa: ¢Ninguno de mis servidores o de los hermanos de
este convento ha expresado alguna opinién inconveniente?
Dino: Padre reverendo, permanezco siempre cerca de ellos y hasta
ahora no he advertido que de boca alguna salga una palabra no
digna de un cristiano.
ToroveMApa: Las intenciones rebeldes no siempre necesitan pala-
bras. Veo que tienes algo que comunicarme.
Dirco: Si, padre.
Toravemapa: Habla, pues.
Dieco: Disculpa, padre, tal vez me equivoque. Es verdad que no he
oido ninguna palabra que mereciese castigo, pero debo confe-
363sar que, segin mi juicio, existe desgraciadamente entre quienes
te rodean un hombre que me alarma,
‘TorquEMADA: ¢Has reflexionado en tu acusacién?
D1e00: Si, padre, he reflexionado cuidadosamente,
Toravemava: Habla.
Disco: Me refiero al capitén de la guardia, padre, al sefior de Se-
gura.
ToRQUEMADA: Tu acusacién apunta muy alto, hijo mio. El anciano
sefior de Segura goza de fama inmaculada como cristiano y
caballero.
Disco: Lo sé, padre. Sin embargo, me parece que es un hombre
que sc encierra demasiado en sus pensamientos,
Tonquemapa: ¢Es todo lo que puedes alegar en su contra? El hom-
bre es un ser pensante, hijo mio.
Dixco: Sf, padre, no le reprocho al sefior de Segura el que piense,
pero tendria miedo de otorgarle toda mi confianza.
TorQUEMADA: ¢Por qué?
Dreco: Tengo la impresién de que quisicra mantener sus pensa-
mientos sdlo para si.
Torquemapa: (Hace una pausa. Después.) ¢En qué te ha ofendido
el sefior de Segura?
Dreco: ¢En qué me ha ofendido? Oh, padre! El sefior de Segura
no podria ofenderme ni siquiera con su desdefioso silencio,
ya que por estar a tu servicio soy mds que yo mismo. Debes
comer, reverendo padre; no has probado alimento desde el me-
diodia de ayer.
Narrapor: {Dios! —pensé en ese momento Torquemada—. ¢Debo
olvidar que no tengo derecho a poner en duda las intenciones
puras de este muchacho? ¢Existe algo mas importante que el
fortalecimiento de su fe? Frente al mal, que puede surgir en
todas partes, es preferible arriesgarse a cometer un error sobre
un solo hombre que ignorar ciegamente la posible existencia de
un delito,
Torqueapa: {Hijo mio!
Dieco: Si, padre.
Torquemapa: Ve a buscar al sefior de Segura. Despi¢rtalo si duer-
me. Dile que necesito verle,
Narravor: El dia iba a despuntar de un momento a otro. Las bajas
nubes que encapotaban el cielo prolongaban las tinieblas de la
noche. En el fondo de la oscuridad repicaban las campanas
de las iglesias de la ciudad. Dentro de los muros de Santa
364Maria la Antigua, reinaba el silencio. El padre Torquemada, de
pie frente a la ventana, se hallaba profundamente sumergido en
sus pensamientos. Finalmente se volvié y acereé a la mesa,
pero no tocé el alimento; levanté la mano e hizo el signo de la
cruz. Después, sacé de su hdbito un escapulario, lo abrié y
vacié su contenido en la jarra del vino. Cuando momentos
después entré en la celda el sefior de Segura seguido por el
hermano Diego, el reverendo padre estaba de rodillas cerca
del lecho, entregado a la oracién. El caballero se persigné con
un breve movimiento casi militar y se retiré hacia la pared,
esperando en silencio que el Gran Inquisidor acabase sus ora-
ciones, Poco después el padre Torquemada se puso en pie.
Fray Diego, muy palido, le dirigié una mirada de interrogacién.
TorouEMapA: Quédate, hijo. Que la paz sea contigo, noble capitan.
SecuRA: Y contigo, reverendo padre. El hermano Diego me dijo
que deseas hablarme. ¢Tienes alguna orden que dictarme?
‘ToROUEMADA: Ninguna. Mas bien necesito de tu experiencia y con-
sejo. He estado reflexionando sobre varios asuntos. Pensaba
en la conversacién que hace algunos dias tuvimos en Zaragoza,
erecuerdas?
‘SrauRA: Sf, reverendo padre, y sigo afirmando que debes permitir
que se tomen mayores precauciones para tu seguridad. Los
enemigos...
Torovemapa: zTanto me odian?
Spcura: Padre reverendo, el odio de los enemigos...
TorqurMapa: Lo sé, tienes razén, En efecto, hasta que no triunfe
la verdad debemos medir nuestras fuerzas con el odio de los
enemigos.
Segura: Tu vida, reverendo padre...
ToRQUEMADA: Sé muy bien que debido a la naturaleza de mi cargo
es necesario adoptar todo género de precauciones. Debo desti-
narme en cuerpo y alma a colocar los cimientos para la obra
de Ia Santa Inquisicién. Desgraciadamente, tengo que decir que
dicha obra es atin débil en el mundo cristiano. Sin temor de
que se nos tache de soberbios, podemos afirmar que nuestro
reino constituye el mas perfecto modelo. Las demas naciones
catélicas podran tomar ejemplo de nuestras experiencias. Gra-
cias a nosotros sabran introducir el orden en la tierra y conoce-
ran los métodos para destruir la resistencia del enemigo.
SrouRA: {Que Dios custodie nuestra obra!
ToroUEMADA: Asi lo espero y por eso, hijo mio, me siento inclinado
365