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ricos que Freud forj en el progreso de su experiencia, pero que, por estar
todava mal criticados y conservar por lo tanto la ambigedad de la lengua
vulgar, se aprovechan de esas resonancias no sin incurrir en malentendidos,
nos parecera prematuro romper la tradicin de su terminologa.
Tratemos de dibujar la tpica de este movimiento. Considerando esa lite-
ratura que llamamos nuestra actividad cientfica, los problemas actuales del
psicoanlisis se desbrozan netamente bajo tres encabezados:
A] Funcin de lo imaginario, diremos nosotros, o ms directamente de los
fantasmas,
B] Nocin de las relaciones libidinales de objeto que, renovando la idea
del progreso de la cura, reestructura sordamente su conduccin.
] Importancia de la contratransferencia y, correlativamente, de la forma-
cin del psicoanalista. A
a analoga se acenta si se considera la literatura que esta actividad pro-
duce para alimentarse de ella: a menudo se tiene en ella la impresin de un
curioso circuito cerrado, donde el desconocimiento del origen de los trmi-
nos engendra el problema de hacerlos concordar, y donde el esfuerzo de re-
solver este problema refuerza este desconocimiento
Ese mismo es el que, no vacilando en alegar en favor de un anlisis cau-
salista que se propondra transformar al sujeto en su presente por explica-
ciones sabias de su pasado, traiciona bastante hasta en su tono la angustia
que quiere ahorrarse de tener que pensar que la libertad de su paciente est
suspendida de la de su intervencin. Que el expediente al que se lanza
pueda ser en algn momento benfico para el sujeto, es cosa que no tiene
otro alcance que una broma estimulante y no nos ocupar ms tiempo.
Muy al contrario, el arte del analista debe ser el de suspender las certidum-
bres del sujeto, hasta que se consuman sus ltimos espejismos. Y es en el dis-
curso donde debe escandirse su resolucin
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