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Este artículo critica la creciente tendencia a crear una sociedad de personas débiles e incapaces de enfrentarse a los problemas por sí mismos. El autor argumenta que cada vez más la gente recurre a instancias superiores como la policía o los tribunales para resolver disputas en lugar de hacerlo por su cuenta, lo que lleva a una excesiva reglamentación de la vida. También critica las leyes contra el "acoso" en el lugar de trabajo por incluir acciones tan leves como una mirada desaprobatoria, lo que convierte a la gente en
Este artículo critica la creciente tendencia a crear una sociedad de personas débiles e incapaces de enfrentarse a los problemas por sí mismos. El autor argumenta que cada vez más la gente recurre a instancias superiores como la policía o los tribunales para resolver disputas en lugar de hacerlo por su cuenta, lo que lleva a una excesiva reglamentación de la vida. También critica las leyes contra el "acoso" en el lugar de trabajo por incluir acciones tan leves como una mirada desaprobatoria, lo que convierte a la gente en
Este artículo critica la creciente tendencia a crear una sociedad de personas débiles e incapaces de enfrentarse a los problemas por sí mismos. El autor argumenta que cada vez más la gente recurre a instancias superiores como la policía o los tribunales para resolver disputas en lugar de hacerlo por su cuenta, lo que lleva a una excesiva reglamentación de la vida. También critica las leyes contra el "acoso" en el lugar de trabajo por incluir acciones tan leves como una mirada desaprobatoria, lo que convierte a la gente en
Se me escapa el porqu, pero resulta evidente que cada vez interesa
ms crear una sociedad de pusilnimes. Se ha hecho raro que la gente dirima sus diferencias sin recurrir a alguna instancia superior o rbitro conminatorio: polica, jueces, comits, leyes, ordenanzas. Lo cual tiene, como primera consecuencia nefasta, la obsesin por reglamentarlo todo, cuando no todo ha de estar sujeto a reglamentos. Es ms, cada vez que cualquier aspecto de la vida "sufre" una normativa, o algo que no lo era es convertido en delito, se est renunciando a una parcela de libertad. Intereses encontrados, desacuerdos, antipatas personales, individuos con afn de dominacin, persuasores e intrigantes en busca de su provecho, todo eso lo ha habido siempre, y cada cual ha bregado con ello como ha podido o sabido, sin necesidad de elevar una denuncia, de recurrir a la autoridad, de chivarse al jefe, de implicar a otros en sus problemas. La cuestin principal es esa: hoy casi nadie est dispuesto a enfrentarse con sus problemas ni a resolverlos por su cuenta, sino que casi todo el mundo espera que "alguien" se los quite de encima.
Hace ya bastantes aos que en las Universidades de los Estados Unidos
empez a hablarse del "acoso sexual visual", lo cual llev a la mayora de profesores a impartir sus lecciones con la mirada perdida en el techo o en el infinito, no fuera a ser que, si la fijaban en alguien -quienes hemos enseado sabemos que a veces uno la fija en un alumno o alumna de manera casual e involuntaria, sin en realidad mirarlos ni verlos, simplemente como "personificacin" momentnea de la clase entera-, ese alguien los denunciara por "persistentes ojos lujuriosos" o algo por el estilo. Ahora leo que el "acoso" o "intimidacin" laboral -que sin duda existe, sobre todo por parte de un superior a un inferior, pero apenas entre iguales: quiero decir que entre iguales no debera llamarse as- puede darse en cosas tan sutiles y nimias como eso, una mirada. "Imagnese", dice el pusilnime Joel Neuman, director del centro de gestin aplicada de la SUNY-New Paltz School of Business, "que est sentado a una mesa de reuniones. Usted hace una propuesta y alguien lo mira y niega con la cabeza todo el rato". Oh, santo cielo, qu terrible, y qu piel tan fina tienen tanto el seor Neuman como, por lo visto, buena parte de los trabajadores americanos y, por extensin, mundiales. Se trata, una vez ms, de infantilizarlo todo: "Ay, Fulanito me ha mirado mal y no ha asentido mientras yo hablaba, y eso me ha intimidado un huevo". Por favor. "Puede hacer mucho dao que a uno lo desprecien constantemente delante de sus iguales", agrega el muy cursi seor Neuman. Pero l no es el nico: la Asamblea Legislativa del Estado de Nueva York est preparando un proyecto de ley contra la intimidacin laboral, y el catedrtico David Yamada, de la Suffolk University Law School de Boston, ha redactado otro borrador de ley al respecto, arguyendo que "hay un vaco real en la ley, y alguien podra ser objeto de tormentos y humillaciones y estar sufriendo por ello".
Tormentos y humillaciones! El mundo est lleno de personas timoratas y
acomplejadas, que "sufren" por cualquier cosilla, esto es, por las cosas normales de la vida. Es algo corriente que uno caiga mal a unos y bien a otros, y que ambos grupos se lo hagan notar de alguna manera. Evidentemente est mal hacerle a alguien la vida imposible, e innegables putadas, y descarada y gratuita burla, o segarle la hierba bajo los pies para procurar su despido y usurpar su puesto. Pero no exageremos. "Entornar los ojos, lanzar una mirada intensa o un bufido displicente" no son, como sostiene el artculo del New York Times que cay ante mi vista y ahora comento, "tcticas de intimidacin en el puesto de trabajo". Lo que al parecer quiere exigirse es que nadie ponga nunca el menor reparo a las propuestas, iniciativas o competencia de nadie, ni siquiera con miradas o gestos, aunque tales propuestas e iniciativas sean estupideces o del todo inviables y vengan de un incompetente. Y, a este paso, la restriccin de las libertades acabar por ser asfixiante. No s. Yo no soy nada dado a intervenir en mesas redondas, tertulias y dems inutilidades. Pero las pocas veces en que he participado en alguna, no he podido ni he querido evitar enarcar las cejas, o sonrer con irona, o torcer el gesto -lo que un pusilnime pueril llamara "poner caras"- mientras escuchaba a otro soltar barbaridades o majaderas (claro est, desde mi punto de vista). E, igualmente, no se me ha ocurrido quejarme si otro participante haca lo mismo mientras era yo quien hablaba. Es lo normal, es lo natural y esperable, y quien se sienta "intimidado" o "acosado" por tamaas expresiones faciales, hasta el extremo de requerir que cesen y buscar amparo en una instancia superior o en una ley que regule los fruncimientos y las miradas de desaprobacin o guasa, es simplemente un blandengue que no debera asomarse a una mesa redonda ni a una tertulia, ni tan siquiera correr el riesgo de trabajar en compaa. No caemos bien a todo el mundo, y a algunas personas les resultamos insoportables. Lo que decimos u opinamos le puede parecer idiota a cualquiera, y est en su derecho de hacrnoslo saber, o de hacrnoslo ver como mnimo. Eso no supone que nos estn "acosando" o "intimidando", por caridad. Sino que forma parte, tan slo, de las circunstancias de la vida. Pero ya se ve que, con tanta pamema, lo que hoy tiende a formarse son individuos tan dbiles y sensibles que resulten incapacitados para lo nico fundamental, es decir, para andar por esta vida.
* Este artculo apareci en la edicin impresa del Domingo, 4 de mayo de 2008