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En el capítulo VII del Seminario 20, Aún, Lacan (1981) escribe y traza,
“como soporte” un esquema que se ha dado en llamar el cuadrado de la
sexuación, mediante el cual intenta hacer inteligible el proceso de constitución
de la posición femenina y de la posición masculina del ser humano. A mi
parecer el recurso es de una eficacia máxima con la condición de que se halle
al lector preparado. Él mismo lo advierte: ofrece un sentido para alguien
“dispuesto a absorber[lo].”La prehistoria del amor comienza en el espacio
inferior donde S, o sea: el sujeto, señala, apunta, se dirige hacia “a”, el objeto
del deseo, vale decir el objeto de amor. Este objeto, llamado por Lacan
pequeña a u objeto pequeño a, representa la posibilidad de completitud
imaginada frente a la inexistencia de ese universal que sería La mujer,
referencia paradigmática por otra parte de todo partenaire, e inexistencia
ignorada por el sujeto, sea que se trate de un hombre o de una mujer. A quien
el protagonista de una película mexicana describe como aquella que perdimos
y que nunca tuvimos. Vale esto para el niño como para la niña en una primera
etapa de la vida; luego quedará fijada esta forma para el varón; para la mujer
que ocuparía el lado derecho, ella siempre se dirigirá al otro que se supone
tiene el falo, es decir, en tanto supuesto, en cuanto ficción, a cualquier
hombre, a uno, y ahí se mantendrá.
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César Mayoral
∃x ¬ Φx ¬
∃x ¬ Φx
¬
∀x Φx ∀x Φx
S S(A)
a La
Φ
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De la Prehistoria del Amor
∃x ¬ Φx ¬
∃x ¬ Φx
¬
∀x Φx ∀x Φx
3
César Mayoral
Cada sujeto se ubica en uno de los cuadros inferiores de este esquema modificado,
según se coloque del lado de las mujeres, a la derecha, o del lado de los hombres,
a la izquierda, y ambos tienen siempre, indefectiblemente, como un
referente del alcance de su función (lógica), el sentido que denota cada una de las
fórmulas del cuadro ubicado por encima. Pero para abundar en la vertiente del
sentido, veamos a qué clase de proposiciones corresponde cada una de las
fórmulas del cuadro de la sexuación, con la salvedad de que, para hacer ofrecer
mayor inteligibilidad desde la perspectiva lógica , al sentido de los límites de los
seres que hablan, examinemos la cualidad y la cantidad de cada fórmula,
utilizando sus equivalencias lógicas cuando sea necesario, para mayor claridad:
∀x Φx = A (1)
¬
∃x ¬Φx = A (2)
∃x ¬Φx = O (3)
¬
∀x Φx = O (4)
∀x Φx
¬
∃x ¬Φx
4
De la Prehistoria del Amor
Mediante esta regla se puede sustituir una fórmula por la otra indistintamente,
que es lo que indica la doble línea que las separa como si fuera una fórmula
algebraica de numerador y denominador.
Ahora bien, ¿porqué utilizar la fórmula con la doble negación y no su
equivalente? Pues por el sentido de intensionalidad, de connotación que ad-
quiere; sentido más amplio que en la proposición equivalente, como ocurre con
las paráfrasis que con frecuencia se realizan en el lenguaje cotidiano; o con las
“posiciones” de un proceso judicial que tienen, por ejemplo la siguiente forma:
“que diga el indiciado si no es cierto como lo es en verdad que no...” con las
cuales las paráfrasis apuntan a la caída de la conciencia crítica para provocar la
insurgencia de una respuesta incriminatoria, o de búsqueda de la “verdad
jurídica”, aunque no necesariamente de la verdad empírica.
La fórmula (3) (∃x ¬Φx) corresponde a la subordinada de la universal
negativa, y por lo tanto es de la clase “O” de Aristóteles.
Salta a la vista que del cuadro clásico de las proposiciones no se hallan las
correspondientes I o particular afirmativa, ni la E o universal negativa. Sin
embargo hay que hacer una salvedad, pues existiendo la Universal afirmativa, su
particular afirmativa, como subordinada que es, se encuentra implicada, como se
puede demostrar. O lo que es lo mismo: obtener (∃x Φx) a partir de (∀x Φx).
Simplemente tenemos:
-1 ∀x Φx Demostrar que ∃x Φx
Prueba:
-1 ∀x Φx
2 Φx EG 1
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César Mayoral
3 Φa Ej 2
4 ∃x Φx IP 3
- ∃x Φx
¬
∀x Φx
∃x ¬Φx
-1 ∃x ¬ Φx
2 ¬ Φx EP 1
3 ¬ Φa Ej 2
4 ∃x ¬ Φx IP 3
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De la Prehistoria del Amor
5 ¬
∀x Φx NegGen 4
- ¬
∀x Φx
∀x ¬ Φx
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César Mayoral
(¬ ( ∀x ¬ Φx) ∧
(C∀x ¬ Φx)
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De la Prehistoria del Amor
inconsciente, tal como acontece con el rasgo unario o S1. El proceso queda
ilustrado en la secuencia lógica siguiente:
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César Mayoral
Hay una disociación, pues del goce en el homicida serial congruente con la
ausencia de la dimensión de la Ley, con la forclusión
Finalmente, y para hallar el sentido a que convoca Lacan de sus lectores,
veamos la ubicación de las fórmulas de la sexuación distribuidas en el cuadro
clásico de las proposiciones: la fórmula colocada arriba a la izquierda, de clase
∀x Φx = A Ø
¬
∃x ¬Φx ≡ A
∃x Φx = I ¬
∀x Φx = O v ∃x ¬Φx = O
contradicción con la fórmula de clase “O”. Lógicamente se dice que tales pro-
posiciones contradictorias no pueden ser ambas verdaderas o que al menos una de
las dos es falsa. Así, no se puede rebasar la línea de las contradicciones y en
consecuencia Lacan argumenta con toda la fuerza de la Lógica que, ya interpre-
tando semánticamente la ubicación del lado del hombre, de lo masculino, el ser
que habla encuentra su límite en la fórmula inmediatamente por encima en el
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cuadro de la sexuación, a su vez correspondiendo a la contradictoria del cuadro de
las proposiciones. Lo mismo exactamente se concluye de la fórmula inferior
derecha, que define a las mujeres, quienes encuentran su límite precisamente por
las mismas razones en su contradictoria.
He colocado en el último cuadro de las proposiciones, del lado superior
derecho el símbolo del conjunto vacío, por las razones ya dadas antes. Además
resulta apropiado y pertinente extraer algún sentido de tal recurso. Primero, el más
simple: para todo aquel que se ubica del lado de los hombres como una ejempli-
ficación singular, digamos: como si él fuese el imperativo categórico de sujeto,
como (ι Φa), su límite sería el vacío, la locura quizás, pues implicaría la asunción
a (∀x ¬ Φx). Para el lado de las mujeres la relación de subordinación con el
vacío plantea la posibilidad del enigma, del misterio: ¿cómo es posible que haya
una relación de subordinación de una mujer con el vacío? Una respuesta sería:
porque una mujer es capaz de estatuir en el lugar de la negación universal otra
cosa; por ejemplo otra Ley. Lo que a su vez nos remite al ejemplo de Antígona.
Pero, además, el límite de la posición de las mujeres no es del mismo orden que
para los hombres sino el de la ejemplificación del lado de los hombres, lo cual
ocurre en la realidad, pues hay mujeres fálicas, y eso lo sabemos bien. Podemos
abundar más en este camino, que es todavía más complicado, correlativo del goce
de la mujer, de lo femenino. Ya que el límite de una mujer pasa por hacerse lugar
del lado del hombre, la imposibilidad de la relación sexual genérica tiene su
contra argumento en la forma siguiente: “No hay relación sexual” [Lacan dixit],
excepto una, a su vez imposible y mortífera que es la relación madre/hija. Si nos
detenemos un instante podemos reparar en que una de las dos grandes prohibi-
César Mayoral
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ciones, la del incesto, tiene su paradigma en la relación madre/hijo y no en la de
madre e hija. Podría argumentarse que la posibilidad no está excluida; sin embar-
go esto no constituye objeción válida, porque su posibilidad impone a la Lógica
modal o bien a la ubicación de una mujer del lado de los hombres. Recuérdese
que tanto Freud como Lacan advierten que lo genital está excluido de este proceso
de subjetivación.
Referencias bibliográficas
1.Aristóteles. Peri hermeneias. En Tratados de Lógica. México. Editorial Porrúa, Col.
“sepan Cuantos...” Num. 124. 1972 [~335 a.e.].
2. Falguera L, JL. Martínez V, C. Lógica Clásica de Primer Orden. Madrid. Editorial
Trotta. 1999.
3. Lacan, J. El Seminario 20, Aún. Venezuela, Editorial Paidós, 1981.
4. Orayen, R. Lógica modal. En: Alchourrón, CE, Méndez, JM, Orayen, R. Ló-
gica. Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía. Madrid. Editorial Trotta, 1995.
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