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Uno de estos tiernos nios es Tarsicio. Ante tanta inocencia y ternura exclama
lleno de emocin el anciano Sixto: " T tambin, hijo mo?"
Y le dice: Y por qu no, Padre? Nadie sospechar de mis pocos aos.
Ante tan intrpida fe, el anciano no duda. Toma con mano temblorosa las
Sagradas formas y en un relicario, las coloca con gran devocin a la vez que a la
vez que las entrega al pequeo Tarsicio de apenas once aos, con esta
recomendacin: "Cudalas bien, hijo mo".
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-"Descuide, Padre, que antes pasarn por mi cadver que nadie ose tocarlas".
Momentos despus pasa por all Cuadrado, un fornido soldado que est en el
perodo de catecumenado y que por eso conoce a Tarsicio. Los nios huyen
corriendo mientras Tarsicio, llevado a hombros en agona por Cuadrado, llega
hasta las Catacumbas de San Calixto en la Va Appia. Al llegar, ya era cadver.
Desde entonces, el fro mrmol guarda aquellas sagradas reliquias sobre las
que escribi San Dmaso, "queriendo a San Tarsicio almas brutales de Cristo el
sacramento arrebatar, su tierna vida prefiri entregar, antes que los Misterios
celestiales"