Angel Faretta
EL CINE,
ESE OTRO
A. el caos generali-
zado, nuestra época se aferra
con infantil tozudez a las ge-
neralizaciones. Reverso del
afan clasificatorio que nos in-
vade, una generalizacién es
también fa forma de cortar
una discusién, no de solu-
cionarla.
Entre las graves generaliza-
ciones sufridas por el arte ci-
nematografico, una de las
mas socorridas y frecuentg
de este arte: su carécter4
?
V2 MINOTAURO
intinsecamente fantastico;
podemos enumerar varias ra-
zones a favor de esta argu:
montacién; desde el carécter
onirico de su mecanismo has-
to la idea, més cercana a la
fenomenologia, que habla del
cine como “impresién de ta
realidad” (y no reproduccién).
Pero sospecho que basta con
fecordar la bella formula de
Andre Bazin que define al uni-
verso filmico como ese lugar
“donde el hombre invisible fu-
ma habanos y usa pijamas”.
Admitido el caracter fantas-
tico del cine, hay que subra-
yar de inmediato que no nece-
sariamente todo filme acome-
te la narracién de un hecho
~literariamente- fantastico.
€s obvio decir que un filme
basado, por ejemplo, en un re-
lato de Poe, es “fantastico”,
pero aqui sélo se esta dicien-
do la procedencia de su tra-
ma, de su afgumento. En
cuanto a su especificidad, fan-
‘tastico es todo filme que utili-
za con sabiduria y felicidad
esto es: lo mismo- las
las de narracién cinemato-
rafica, desde La diligencia has-
ta Apocalypse Now, ya que
ambos, por encima de sus ar-
gumentos, inventan un espa-
cio ficcional para representar
latrama, *
Ahora bien, simulemos
creer por un momento en la
vetusta teorla de los géneros
literarios: relato “costumbris-
ta", “social”, “psicolégico”,
“de aventuras”, “policial”, et-
cétera. A partir de alli nos tro-
pezamos con todo un corpus
‘que abarca desde El Cantar de
Gilgamesh hasta los textos de
Jorge Luis Borges y se deno-
-mina “literatura fantastica”.
Esta clasificacién, como to-
das, tiene el inconveniente de
su obviedad fundamentalmen-
te cuando dentro de ella
pueden entrar desde Las mil y
una noches hasta Ray Brad-
bury, desde los textos de
Henri Michaux hasta El sefior
de los anillos. Al no disponer
de una entelequia como la ca-
tegoria de fantastique (al decir
de Pablo Capanna, “muy fran-
cesa y por lo tanto muy co-
moda"), que permite a los
franceses incluir todas esas
invenciones dentro de tal ca-
tegoria ly también otros incla-
sificables, desde el Marqués
de Sade hasta los folletines
de Eugenio Sue), nosotros de-
bemos proceder con mayor
cautela aunque no menor |i-
bertad.
I
Generalmente la denomina-
cién ficcién cientifica alude a
un “género” farrativo que
imagina el futuro. Es facil de
aplicar cuando nos topamos
con Verne o con Asimov, pero
bastante engorrosa cuando te-
memos que hablar de Love-
craft 0 Tolkien, que mas bien
“imaginan el pasado”. Asi las
cosas, si trasladamos mecani-
camente esta dificultad al cine
el problema se duplica para
luego tornarse laberintico. Fil-
Mes como La mujer en la Lu
na [Fritz Lang, 1926) 0 Alien
(Ridley Scott, 1978) serfan f6-
cilmente identificables como
ficcidn cientific
clasificar, por ¢
tintos avata
malogréf
cos de Franken Inv
f 1 Invasidn
(Hugo Santiago, 1969-9 eh
guidn de Borgos, y Bioy Casa
res) 0 ese prodigio dol
australiano Peter Weir que og
La Giltima ola (1978)? Todos
estos Ultimos -es ciertg
te, por otra parte ineludible,
€n todo relato cinematogrAti
Co. Esto nos lleva al punto gi
guiente.
El cine, bésicamente, es
tiempo presente. Toda ficcidn
cinematografica, por mé
se ubique “temporalmente’
en la Edad de Piedra o en el
Siglo xxi, esta narrada (quiero
decir: esta vista por y para no
sotros) en tiempo presente.
Por lo tanto, toda imaginacion
sobre el futuro necesariamen:
te estard inextricablemente
unida a la contemporaneidad
de la época de realizacion del
filme.
Tomemos el recurrente
ejemplo de El viaje a la Luna,
de Georges Mélids (1902. Es
te filme imagina un futuro en
base a una iconografia fin de
sidcle: optimismo positivista,
creencia en el progreso abso
luto e infinito, comodidad del
Viaje; vestuario, scenarios Y
maquillajes concuerdan co” la
época, aunque lo que se ime
gina es un futuro, squier8 C2"
cano.MINOTAURO 123
En la citada La mujer en la
Luna tenemos la iconografia
languiana de los afios veinte:
simetrias desmesuradas, geo-
metrismo, cinetificismo pues-
to al dia (el asesor técnico era
el mayor experto aleman en
coheteria de la épocal. Ves-
tuario, impostacién actoral y
demas corresponden —insisti-
Mos ~a la vision de Fritz Lang
de aquella época: fatalismo,
lobreguez germana, el azar co-
mo factor tragico (el filme es
de la misma época que el
Doctor Mabuse, Los nibelun-
gos y Metrépolis).
En Planeta prohibido, un fil-
me norteamericano de Fred
M. Wilcox rodado en 1956, la
tee _¥ Sus circunstancias
ee @ una “época futu-
ae tempestad de William
Kespeare. Por otro lado la
iconografia pertenece absolu-
tamente a la Norteamérica
de los afios cincuenta: escep-
ticismo en cuanto a la cerca-
na aventura espacial, dudas
en cuanto a la posibilidad de
entablar relaciones amistosas
con pueblos “extrafios”, pa-
sién casi adolescente de los
enamorados que se enfrentan
aun adulto prepotente y decli-
fante. En cuanto a la vesti-
menta, escenarios y demas {si
bien imaginan un planeta “re-
moto” en una época “futura”)
no se diferencian —no pueden
diferenciarse— de la ropa y
caracteristicas de peinados 0
maquillajes de los afios cin-
cuenta: jopos, brillantinas, tics
a lo James Dean...
He citado tres filmes de
épocas muy diferentes; todos
ellos son grandes filmes, en lo
intrinsecamente cinematografi-
co, obras auténomas y perso-
nales de tres autores de tres
diferentes mundos privados.
Pero si cada uno de estos fil-
mes es juzgado en cuanto a
sus posibilidades “prospecti-
vas”, todos ellos padecen de
un elemental anacronismo, el
mismo con que pueden juzgar-
se las invenciones “técnicas”
de EI castillo de los carpatos
de Verne o las Cronicas mar-
cianas de Bradbury. Claro que
sdlo hay anacronismo en
cuanto a su imaginacin “tec-
noldgica”, no en cuanto a feliz
invencién de ficciones, porque
en esto tanto esos filmes co-
mo estos libros son fuentes
inagotables de placer estético.
{Ser tal vez porque, como di.
ce Halderlin, “Un hombre es
un dios cuando suefia y no es:
:
4 MINOTAURO
mds que un mendigo cuando
piensa"?
W
Razonar el futuro, ésta es la
cuestion. Por cierto, de Los
hombres de la Luna,
de Wells, no nos quedan las
postulaciones de gases, 0 im-
pulsiones de cohetes neumati-
Borges ha reclamado para la
Eteridad~ en que “el con-
venticulo de monstruos senta-
dos gangosea un credo servil”
‘en la noche lunar. Esto perdu-
fa porque “no sdlo es inge-
‘nioso 'o que refieren; es tam-
bién simbdlico de procesos
de algin modo son inhe-
todos los destinos hu-
". De alli que de La mu-
‘Luna no importan ya
que describen el
proyecto y lanzamiento del
Cohete, sino esos magistrales
ri
H
momentos en que alguien de-
be optar por quedarse en el
desolado paisaje lunar y aban:
donar el amor cuando acaba
de descubririo.
Juzgar un filme en forma di.
ferente de una ficcidn literaria
fue ptimero una ignorancia
que las buenas maneras nos
reclaman disculpar, luego un
error que se convirtid en gro.
sero axioma, por fin un desati-
‘no que linda con la perversi-
dad y que debe combatirse.
La vocinglera y estrepitosa
declamacién de la “puerilidad”
del cine es hoy inadmisible,
precisamente porque, este ar-
te ordena el caos y no se
puede entablar un diélogo con
el ruido.
v
Vemos entonces -y se-
guiremos viendo, si es po:
sible, en futuras notas— que
tanto a la literatur
Cine de ficcién
(siempre en fa medida qe
90 tan estrictamente clasiticg
torio existal, no puede pedir.
sele, desde un punto de vista
@stético, que imagine “corres
tamente” el futuro; tal preten.
Si6n invalida el territorio de la
Imaginacién artistica. Pedimos
si que imagine con estricta
belleza el presente (presente
de la lectura o de la visién oy.
néfila). No pretendamos ahora
que el artista -Iuego de ser
expulsado de su antiguo me
gisterio— recete soluciones 0
indique direcciones. Dejé-
Moslo sofiar, frente a la pagi
fla en blanco o detras de fa
camara y luego en la moviola;
que desde alli imagine sus fic-
ciones y entonces, tal vez,
aquéllo de Pascal (‘La vida,
ese otro suefio") sera un pre-
dicado de “ese impustergable
ejercicio que se llama vivir".
fa como af