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levant los ojos al cielo; despus los fij en m y vi que los tena cuajados de lgrimas; por fin, puso
su mano sobre la ma y exclam: Oh Klopstock! (4).
Abismado en un torrente de emociones que esta sola palabra despert en mi espritu, record al
instante la oda sublime que ocupaba a la sazn el pensamiento de Carlota.
19 DE JUNIO
En qu punto de mi relato qued el otro da? No lo recuerdo. y slo puedo decirte que eran las
dos de la madrugada cuando me acost, y que, si en vez de escribirte, hubiera podido hablarte,
alcaso te hubiera hecho pasar toda la noche en claro.
Nada te he dicho an de lo que sucedi a nuestro regreso del baile, ni hoy tengo disponible el
tiempo que necesitara para hacerlo.
El da amaneci deslumbrador. Algunas gotas de agua caan de las hojas de los rboles, y la
campia haca gala de vivificante humedad. Nuestras compaeras de viaje comenzaron a dar
cabezadas y Carlota me dijo que, si yo quera hacer otro tanto, no lo dejase por ella.
Mientras vea esos ojos abiertosle contest, fijando en ella mi miradano hay peligro de que
yo me duerma.