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Epgrafe para un libro condenado

Charles Baudelaire

Lector apacible y buclico,


Ingenuo y sobrio hombre de bien,
Tira este libro saturniano,
Melanclico y orgistico.
Si no cursaste tu retrica
Con Satn, el decano astuto,
Tralo! nada entenders
O me juzgars histrico.
Mas si de hechizos a salvo,
Tu mirar tienta el abismo,
Leme y sabrs amarme;
Alma curiosa que padeces
Y en pos vas de tu paraso,
Compadceme! O te maldigo!

Cada cual, con su quimera (pequeos poemas en prosa)


Bajo un amplio cielo gris, en una vasta llanura polvorienta, sin sendas, ni csped, sin un
cardo, sin una ortiga, tropec con muchos hombres que caminaban encorvados.
Llevaba cada cual, a cuestas, una quimera enorme, tan pesada como un saco de harina o
de carbn, o la mochila de un soldado de infantera romana.
Pero el monstruoso animal no era un peso inerte; envolva y oprima, por el contrario, al
hombre, con sus msculos elsticos y poderosos; prendase con sus dos vastas garras al
pecho de su montura, y su cabeza fabulosa dominaba la frente del hombre, como uno de
aquellos cascos horribles con que los guerreros antiguos pretendan aumentar el terror
de sus enemigos.
Interrogu a uno de aquellos hombres preguntndole adnde iban de aquel modo. Me
contest que ni l ni los dems lo saban; pero que, sin duda, iban a alguna parte, ya que
les impulsaba una necesidad invencible de andar.
Observacin curiosa: ninguno de aquellos viajeros pareca irritado contra el furioso
animal, colgado de su cuello y pegado a su espalda; hubirase dicho que lo
consideraban como parte de s mismos. Tantos rostros fatigados y serios, ninguna
desesperacin mostraban; bajo la capa esplentica del cielo, hundidos los pies en el
polvo de un suelo tan desolado como el cielo mismo, caminaban con la faz resignada de
los condenados a esperar siempre.
Y el cortejo pas junto a m, y se hundi en la atmsfera del horizonte, por el lugar
donde la superficie redondeada del planeta se esquiva a la curiosidad del mirar humano.
Me obstin unos instantes en querer penetrar el misterio; mas pronto la irresistible
indiferencia se dej caer sobre m, y me qued ms profundamente agobiado que los
otros con sus abrumadoras quimeras.

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