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desde la Guerra
Fría hasta el 11-S
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SOHR, Raúl. Op. cit. Pág. 356. El autor cita a Zbigniew Brzezinski, asesor del presidente Carter: “Fue el 3
de Julio, 1979, cuando el Presidente Carter firmó la primera orden para la ayuda secreta a los opositores al
régimen pro soviético de Kabul. Ese mismo día le escribí una nota al Presidente en la que le explicaba que
en mi opinión esta ayuda induciría a una intervención militar soviética”.
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La Guerra de Afganistán, conocida como el Vietnam soviético por su impopularidad y su desenlace,
significó un gasto aproximado de entre 2.000 y 3.000 millones de dólares en 1982-1983, y casi el doble tres
años después. La ayuda de todo tipo a los países de la esfera soviética se elevó en 1983 a 28.000 millones de
dólares -repartidos sobre todo entre Cuba, Vietnam, Afganistán, Camboya, Laos y Mongolia-, bastante
menos que en 1980, pero el doble de lo que Estados Unidos dedicó ese mismo año a ese mismo fin.
FUENTES ARAGONÉS, Juan Francisco. Historia Universal del Siglo XX De la Primera Guerra Mundial al
ataque de las Torres Gemelas. (Madrid, 2001, Editorial Síntesis), pp. 238-239.
tras de sí un panorama que no se vislumbraba prometedor, con una situación de
inestabilidad política, militar, social y económica. Incluso la posibilidad de que un
grupo fundamentalista islámico llegase al poder, parecía un mal menor.
La partida de los soviéticos en 1989 no significó el colapso inmediato del
gobierno comunista en Afganistán. Los muyahidín, en vez de tomar el poder, se
dividieron en decenas de facciones religiosas y tribales que combatieron entre sí
y sólo en 1992 depusieron al gobierno. Pero, lejos de terminar el derramamiento
de sangre, en 1993 perecieron otras 10 mil personas en las luchas entre
facciones. En los hechos, desapareció el gobierno y, cual señores feudales,
caudillos regionales, secundados por bandas armadas, se repartieron el país4.
Tras años de guerra por intereses extranjeros, y en plena guerra civil a comienzo
de la década de 1990, Estados Unidos dejó de enviar ayuda financiera y los
afganos quedaban echados a su suerte.
Es en este clima de destrucción y desesperanza que surgen los talibanes
(en Pashtún significa “estudiantes de la ley religiosa”). En su origen, fueron un
precisamente un grupo pashtú, paquistano-saudí, antichiita, estudiosos y
rigurosos seguidores de la ley islámica (sharia), respaldados por Washington. Los
talibanes poco a poco ganando lograron ir ganando más adeptos, ya que para el
pueblo afgano representaron una alternativa al caos al que fueron conducidos por
las luchas intestinas muyahidín. En 1994 comenzaron a ejercer el control en los
territorios del sur y en 1996, con una velocidad asombrosa, lograron conquistar
gran parte del país, salvo algunos enclaves muyahidín en el norte. La población,
colmada de abusos, los acogía con entusiasmo pasando por alto el fanatismo
religioso de los nuevos gobernantes. Sin embargo, una vez que lograron
afianzarse en el poder, comenzaron a aplicar la sharia con un rigor desconocido
hasta entonces y los afganos comprendieron que habían salido de una mala
situación para caer en otra que a muchos les parecía peor. Es por ello que las
personas acudieron nuevamente a los muyahidin, pese a sus antecedentes,
agrupados ahora en torno a la Alianza del Norte. Tras una serie de
enfrentamientos, fueron derrotados finalmente por los talibanes y se vieron
obligados a replegarse nuevamente. La situación no cambiaría sustancialmente
durante el resto de la década.
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En los distintos territorios se cobraba peaje y se ejercía una justicia arbitraria, muchas veces sin respeto
alguno por los DD.HH. SOHR, Raúl. Op. Cit.
Luego de los ataques suicidas del 11-S, todo cambió. La organización
terrorista internacional Al Qaeda, liderada por Osama Bin Laden, tenía su centro
de operaciones en Afganistán. La Casa Blanca envió un ultimátum al gobierno
talibán exigiendo la entrega de Bin Laden y de los militantes de su grupo. La
respuesta que recibió George W. Bush por parte de los talibanes fue que la
hospitalidad musulmana les impedía entregar a sus huéspedes y el 7 de Octubre
de 2001 caían las primeras bombas norteamericanas en territorio afgano.
Más allá del aspecto ideológico, que indudablemente importa dentro del
contexto de la Guerra Fría, la intromisión del gobierno norteamericano en la
inestable situación afgano-soviética se enmarca en un tema de interés
estratégico. Afganistán debía significar para la URSS lo que Vietnam había sido
para los Estados Unidos: una guerra impopular, además de una presión
económica extra que asfixiase a las ya agónicas arcas fiscales rusas. A ello se le
suma la necesidad de frenar el expansionismo comunista en Europa del este. En
vista de lo sucedido tras la retirada de las tropas soviéticas en 1989, es factible
señalar que la Casa Blanca tuvo éxito en su objetivo estratégico inmediato. Sin
embargo, no supieron prever las consecuencias que a largo plazo tendría el dejar
a la deriva, bajo ningún control, a grupos fuertemente armados y entrenados por
la CIA en un territorio altamente volátil. En cierto sentido, todos los sucesos
desencadenados a partir de los atentados del 11 de Septiembre de 2001 han
obligado a repensar el actuar de los Estados Unidos en Afganistán durante la
Guerra Fría e incluso se podría discutir si la victoria estadounidense en
Afganistán en la década de 1980 fue, hasta cierto punto, pírrica. Considerando
que la lucha contra el terrorismo talibán aún no concluye, por lo cual en análisis
comparativo en perspectiva histórica pierde sentido, cabe enunciar para concluir
la siguiente pregunta para en análisis posterior: ¿Qué era más importante en la
visión mundial de la historia?, ¿Los talibanes o la caída del imperio soviético?
Como siempre ocurre, sólo el tiempo nos dará la respuesta.