Sei sulla pagina 1di 14

Unidad

electiva
Cátedra “Diversidad Sexual”

Facultad de Humanidades y Bellas Artes

Universidad Nacional de Rosario

Palomeque Milton César


P-2049/4
EL LESBIANISMO Y LA HISTORIA
Sobre finales del siglo XIX las relaciones humanas en general se
ven trastocadas. Hay una nueva forma de producir material humano
intelectual, arribado desde los nuevos métodos productivos; la
experiencia de nuevas técnicas cambia por completo la concepción
del hombre, puesto que al nuevo modo de producción le sigue un
nuevo modo re relación social. En esa clave marxista un tanto
ortodoxa, podemos comenzar a ver, a dilucidar, la presencia pública
de la mujer, no ahora como objeto, sino como actor social, que poco a
poco marcará su personalidad histórica y se autodefinirá y
determinará. No es nuestra intención explicar las claves económicas
de desarrollo social y técnico que trajeron aparejadas la liberación de
la mujer (del hogar, del hombre) transformando consigo a la
sociedad, pero sí es nuestra intención dar cabida cuenta de uno de
esos procesos, quizá uno de las más indiferenciados, pero que sí ha
trastocado al Hombre del siglo XIX y XX.
Sin pretender ser un ensayo ni proyecto investigativo, el
presente intenta a modo de monografía descriptiva dar cuenta de la
problemática del lesbianismo en la era moderna, tomando un
reducido número de autores que se detallaran al final del presente.
Por momentos se entrecruzará con aspectos tales como el feminismo
y movimientos gays. Pero eso no debe entenderse como falta de
precisión a la hora de seguir un hilo conductor; más bien, se debe a
que tales se encuentran imbricados en los sucesos de revolución
cultural y social de fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
¿Cómo comenzar? Pues bien, la mujer nunca ha sido libre del
todo. Solo con su autodeterminación puede sentirse completa. El
restablecimiento del autorrespeto de la mujer es la esencia del
movimiento feminista. El valor supremo de sus victorias políticas es
que enseñan a la mujer a no despreciar su propio sexo dentro de una
sociedad héterocentrada.
¿Cuál podría ser el primer anclaje para entender la paulatina
liberación de la mujer? En un mundo industrial donde abundaba el
trabajo fabril, aunque no tanto el rural, no existían profesiones ni
ocupaciones puramente femeninas (salvo la prostitución) que no se
desarrollaran normalmente fuera de una casa. Pero desde la proto-
industrialización y el crecimiento de las industrias domesticas, se fue
modificando la posición de la mujer con algunas formas de
manufactura puramente femeninas, como la fabricación de cordones
o el trenzado de la paja, lo que le permitía ganar algo de dinero
independientemente del hombre, con el trabajo doméstico o putting
out system. Pero cuando se separa el puesto de trabajo del hogar,
con ello se excluye en gran medida a la mujer de la economía,
haciéndola nuevamente dependiente del hombre.
Ahora bien, la emancipación de la mujer fue iniciada y
desarrollada por la clase media a finales del siglo XIX. Para 1880 ya
tenemos a la nueva mujer instalada. A partir de 1875 las mujeres del
mundo desarrollado comenzaron a tener menos hijos y esto permite
una experimentación en la transición demográfica de una variante
familiar del viejo orden al modelo familiar moderno. Menos hijos
representan una liberación en la vida de la mujer. ¿Por qué menos
hijos? Quizá el costo de vida, lleve a los hombres y mujeres a contraer
matrimonio a edades más avanzadas y por ende el tiempo fértil de la
mujer para procrear se acorta, induciendo menos embarazos. Pero
sea lo que fuere, menos hijos indican mayor libertad para las mujeres.
Esta libertad les permitió acceder a tiempos y espacios propios que
antes tenían relegados o netamente prohibidos. Así, durante el siglo
XIX las relaciones entre mujeres llegaron a caracterizarse por una
aceptación, casi institucionalizada, en los llamados matrimonios
bostianos. Las relaciones sexuales entre mujeres eran conocidas
desde la antigüedad, pero en la era moderna, la opinión social y
científica de la época victoriana, asegura que las mujeres son
asexuadas y que solo tienen relaciones para procrear.
Pero dijimos que los siglos XIX y XX son siglos de cambio. ¿Qué
es lo que en verdad cambia respecto a las lesbianas y su forma de
concebirse ellas mismas y por parte de los demás? Lo que ha
cambiado es que ahora hay mujeres que si no quieren casarse no
tienen por qué hacerlo. Pero eso no significa celibato. Muchas vivían
con otras mujeres en lo llamados matrimonios bostianos antes
mencionados, expresión de Henry James para describir una relación
monógama de larga duración entre dos mujeres solteras. Pero claro
está, los matrimonios bostianos se dan entre mujeres de las élites, los
estratos inferiores no dan signos de existencia.
Aunque parezca irónico lo único que no ha cambiado es la
utilidad pornográfica que se e da al material visual y representativo
lésbico, puesto que aun se utiliza para excitar a los hombres, pero
dicha utilización pornográfica del lesbianismo no representa sino la
intención por parte de hombres heterosexuales de controlar un
espacio al que ellos mismos no tienen cabida ni espacio y que a su
vez les es completamente desconocido y misterioso. No es casual por
tanto, que en esta época comience a surgir la literatura lésbica, sobre
todo en Francia, y asimismo surjan algunos rasgos de independencia
femenina, como por ejemplo la libertad de movimiento respecto del
hombre, ejemplificado perfectamente con la invención de la bicicleta
y el uso que de ella hicieron las mujeres.
A medida que el mundo europeo occidental evoluciona
tecnológicamente, también lo hace el mundo educacional. Para 1914
según Eric Hobsbawm las plazas universitarias para mujeres habían
aumentado entre un 2,8% y 7% dependiendo los países. Así es como
otro ámbito común donde se producen relaciones lésbicas eran las
escuelas. En ellas, existían las “masturbadoras”, compañeras de
escuela que dormían juntas y se estimulaban genitalmente. Eso
indica que las mujeres no han sido siempre tan ingenuas como la
historia oficial nos las refleja. Preocupaba en el imaginario social la
figura de la maestra lesbiana, que en las escuelas, donde se forman
vínculos fuertes entre mujeres, aquella podía desviar a sus alumnas,
por cuanto ser maestra es ser independiente, soltera, y por tanto
lesbiana. El campo de la educación sirvió a la mujer, puesto que la
mayor parte de las docentes eran mujeres.
Pero hay más: el mercado de la mujer creó una serie nueva de
puestos profesionales para mujeres, muchas de las cuales estaban
interesadas en el feminismo. Por ejemplo la moda de los vestidos, por
cierto más sueltos y provocativos que antaño. Entonces, las modas de
liberación femenina de entreguerras ya habían sido apuntadas por la
vanguardia anterior a la PGM.
A medida que el lesbianismo toma presencia pública, los
hombres se interesan en él e intentan entenderlo y algunos “curarlo”.
A finales del siglo XIX surgen los sexólogos quienes construirán un
modelo de mujer determinado y todo lo que se sitúe fuera de esos
parámetros se considerará enfermo. El interés de estos por la
homosexualidad femenina refleja que las mujeres ahora preocupan
socialmente, continúan interesadas en adquirir un papel social
diferente. Es una inversión (mujer que busca las mimas prerrogativas
que el hombre) del orden establecido. Feminismo, lesbianismo,
emancipación, aparecen en los siglos XIX y XX hilvanados por el
discurso medico.
El psicólogo burgués Sigmund Freud, opina que es cierto que la
mujer nada consigue estudiando y que en conjunto la suerte de la
mujer no mejorará de esa forma. Además, la mujer no puede igualar
los logros del hombre en la sublimación de la sexualidad. Este
discurso médico, un tanto ingenuo todavía cree que el germen de la
inversión es la educación, la preocupación por la política, la confusión
de los roles, etc. La lesbiana es categorizada ahora por una actitud
social más que por su deseo sexual. Pero, con el surgir de las ciencias
y los distintos discursos científicos, no sorprende la aparición de
teorías que apelen más a la psiquis que a las prerrogativas sociales
diferenciales. Así surge el modelo del trauma, según Freud. Para él, la
homosexualidad es causada por una excesiva identificación del niño/a
hacia el progenitor del sexo opuesto. Freud divide a las lesbianas en
femeninas y masculinas, activas y pasivas. Las masculinas tienen una
envidia no resuelta del pene que terminaran provocando la inversión
(algo parecido dirá Adler, quien considera el lesbianismo una protesta
basada en la envidia de las ventajas que poseen los hombres
identificados en su naturaleza con la posición de tener pene). Pero no
es el pene sino el poder y la capacidad del falo lo que envidian.
Por otra parte, para Lacan el goce masculino es un goce fálico
amenazado por la castración, para las mujeres esta amenaza no
opera sobre el goce; ellas tendrán acceso a un goce diferente, sin
límites, separando toda referencia biológica o anatómica. Para Lacan
el objeto a es aquello que desencadena el deseo, y al no tener
género, permitirá plantear una lectura no heterocentrada del
psicoanálisis. Con el planteamiento de la mujer no toda, es decir
aquella que no puede autodeterminarse por sí misma, Lacan
reconoce que somos seres hablantes y sexuados, puesto que la
sexualidad humana no es natural ni puede explicarse ateniéndonos a
razones anatómicas y biológicas, deben reorientarse las teorías
explicativas acerca de la homosexualidad.
Con la llegada del siglo XX aparecen en escena los derechos de
las mujeres, el feminismo y el lesbianismo; y no faltará quien los
encapsule dentro del mismo campo de aberración. Si bien las mujeres
fueron adquiriendo nuevos derechos también fueron perdiendo otros,
mientras que algunos fueron solo momentáneos por las
excepcionales situaciones de guerra. Así el sufragismo anterior a la
PGM fueron los años de identificación entre feminismo y lesbianismo.
Las mujeres activistas políticamente no se casaban (al menos muchas
de ellas) y eran consideradas por los hombres como lesbianas. Porque
rechazar el matrimonio o la dependencia de un hombre se convierte
en síntoma de lesbianismo.
La entrada de la mujer en el mundo laboral no es una novedad,
desde fines del siglo XIX el trabajo de oficina, en las tiendas, y en
determinados tipos de servicios experimentaron una fuerte
feminización. Lo que más cambia en la revolución social de la
segunda mitad del siglo XX es el carácter de las actividades
femeninas en la sociedad y las ideas sobre cuál debía ser el papel
público de la mujer y su prominencia pública. Pero eso es resultado
de un proceso del cual daremos cuenta en lo sucesivo.
La Primera Guerra Mundial permitió que las lesbianas pudieran
crear una subcultura lésbica, así como redes de amistad y
sociabilidad. La Gran Guerra abrió las puertas no sólo a posibles
trabajos asalariados, sino también las de la educación, puesto que por
falta de alumnos varones se aceptaron a muchas mujeres en las
instituciones educativas.
Desde 1920 el amor entre mujeres no puede entenderse sin
genitalidad. Es en Estados Unidos donde se produce un fenómeno
parecido al parisino pero que tiene características propias, llamado
lesbian chic. Se permitía que ciertas mujeres experimentaran entre
ellas pero se esperaba que luego se casaran y tuvieran hijos. Esto se
daba en las grandes ciudades y en mujeres adineradas. Un fenómeno
parecido pero que no se puede extrapolar podría ser la cultura
butch/femme, cultura que nace entre las mujeres negras americanas
que están presas, es una cultura carcelaria. Algunas mujeres blancas
no proletarias empezaron a adoptar el lesbian chic, puesto que ser
lesbiana era ser autónoma. Un similar francés del lesbian chic era la
garçonne, una mujer que quiere conquistar su libertad y su
independencia y que en el colmo de libertad y de sofisticación, es
bisexual.
En los Estados Unidos, la década de 1920 fue de experimentación
social, especialmente en cuestiones de sexo. La bisexualidad se puso
de moda. Ningún otro lugar ofrecía tantas posibilidades al visitante
como Harlem, el barrio de Nueva York que estaba habitada
mayoritariamente por personas de origen africano. Estos visitantes
eran los llamados slummers, blancos que disfrutaban del jazz y los
clubs nocturnos. Los homosexuales comenzaron a comparar su nuevo
estatus de minoría reconocida con el de los negros. Entre los
residentes de Harlem, las relaciones lésbicas eran comunes y
toleradas, aunque no aceptadas abiertamente. Algunas mujeres
realizaban fastuosas ceremonias de boda, incluso solicitando licencias
de matrimonio en la ciudad de Nueva York, usando nombres
masculinos. Sin embargo, la mayoría de las mujeres estaban casadas
con hombres, aunque participasen regularmente en relaciones con
otras mujeres; la bisexualidad era más aceptada que el lesbianismo.
Al otro lado de la ciudad de Nueva York, en el Greenwich Village,
también estaba aumentando la comunidad homosexual; tanto en
Harlem como en Greenwich Village se ofrecían habitaciones para
hombres y mujeres solteros, lo que fue uno de los factores principales
para su desarrollo como centros de la comunidad homosexual. Las
mujeres que no podían visitar Harlem o vivir en el Greenwich Village,
pudieron por primera vez visitar bares en la década de 1920 sin ser
consideradas prostitutas. La existencia de espacios públicos en los
que las mujeres podían socializar, que incluso servían a lesbianas, “se
convirtieron en la manifestación pública más importante de la
subcultura durante muchas décadas”, según palabras de la
historiadora Lillian Faderman.
Para los años ´30 en Estados Unidos, La comunidad lésbica de los
20 que se había organizado alrededor de bares no desapareció, se
hizo más silenciosa y más discreta. Hay una menor libertad de
movimientos de las mujeres de clase media y mayor dependencia de
los hombres. Como si se volviese el tiempo atrás. En los años 30 la
liberación de décadas anteriores sufre un retroceso y comienza un
periodo de represión sexual a mujeres que asuman papeles que no
son los tradicionales. Una lesbiana como tal tendrá que trabajar y el
trabajo no es considerado algo femenino. Se generaliza la opinión que
las mujeres que antepongan su profesión a la familia perderán sus
cualidades femeninas y muchas se casan para protegerse. La
generación del 30 para las lesbianas seria la primera generación auto
consciente de sus deseos sexuales (genitales).
El principal componente necesario para animar a las lesbianas a
tener vida pública y buscar a otras mujeres era la independencia
económica, que prácticamente desapareció en la década de 1930 con
la Gran Depresión. La mayoría de las mujeres en los Estados Unidos
creyeron necesario casarse con un hombre para mantener la
“fachada”, a menudo un hombre gay, para que ambos pudiesen
mantener relaciones homosexuales con discreción, pero también con
un hombre que esperaba a una mujer tradicional. A las mujeres
independientes en la década de 1930 se les echaba en cara que
mantenían trabajos que debían realizar hombres. Esta actitud social
produjo comunidades pequeñas, estrechamente relacionadas en
grandes ciudades, centradas en torno a bares, mientras que las
mujeres de otros lugares permanecían aisladas.
Berlín tenía una vibrante cultura homosexual en la década de
1920, existiendo incluso un himno, Das lila Lied, que las lesbianas
también sentían como propio. Había clubs y bares para mujeres, que
iban desde los grandes y lujosos cabarets y cafés, como el famoso “El
dorado“, visitado por estrellas como Marlene Dietrich, pasando por los
mixtos, con todo tipo de público, como el “Dorian Gray” en la
Bülowstrasse, y populares como el “Club des amies”, que realizaba
fiestas tres veces por semana, hasta los más sórdidos, como el “Café
Olala”, al que también acudían hombres travestidos, o el “Tavern”,
que tenía una habitación reservada para las damas.
En 1928, un libro titulado Berlins lesbische Frauen (“Las mujeres
lésbicas de Berlín”) de Ruth Margarete Roellig popularizó la capital
alemana como centro de la cultura lésbica europea. Las fiestas y
eventos eran publicados en diversas revistas, que funcionaban como
vínculo de unión para la comunidad. También se produjo una
auténtica explosión de la cultura lésbica como dan muestra artistas
de la talla de Claire Waldoff, Jeanne Mammen, Christa Winsloe o Anna
Elisabet Weirauch, autora de la trilogía Der Skorpion, la novela lésbica
por excelencia de la época. La homosexualidad masculina estaba
prohibida por el artículo 175, pero la policía de ciudades como Berlín
y Hamburgo solía mirar hacia otro lado. La lucha por la eliminación
del artículo permitió articular el primer movimiento homosexual, del
que las mujeres, menos afectadas, formaron sólo una parte marginal.
Aun así, las mujeres del entorno del Comité Científico Humanitario
realizaron una contribución notable a la lucha por la emancipación
tanto de la mujer como de los homosexuales, pudiéndose mencionar
a Theo Anna Sprüngli, la primera activista lesbiana de la historia.
Entre las décadas de 1890 a 1930 la estadounidense Natalie
Clifford Barney mantuvo un salón literario semanal en París al que se
invitaba a las grandes celebridades artísticas y que se centraba en
temas lésbicos. Combinando influencias griegas con el erotismo
contemporáneo francés, intentó crear una versión actualizada e
idealizada de Lesbos en su salón. Entre sus contemporáneas se
incluían artistas como Romaine Brooks, que pintaba a las mujeres en
su círculo; las escritoras Colette, Djuna Barnes, Gertrude Stein y la
novelista Radclyffe Hall. París también tenía una notable escena
lésbica, sobre todo en la zona de Montmartre, que era conocida por
ello desde el siglo XIX, Pigalle y Montparnasse.
En 1928, Radclyffe Hall, una aristócrata británica, publicó la
novela El pozo de la soledad. Su trama se centra en torno a Stephen
Gordon, una mujer que se identifica como invertida tras leer el
Psychopathia Sexualis de Krafft-Ebbing y vive dentro de la subcultura
homosexual de París. La novela incluía una introducción de Havelock
Ellis y pretendía ser una llamada a favor de la tolerancia para los
invertidos, publicando las desventajas y accidentes de haber nacido
invertido. Hall seguía las teorías de Krafft-Ebbing y Ellis y rechazaba
las de Freud que afirmaba que la atracción homosexual estaba
causada por traumas infantiles y era curable. La publicidad que Hall
recibió fue provocada por consecuencias inesperadas; la novela fue
juzgada por obscenidad en Londres. Los periódicos ingleses
divulgaron que el libro incluía “relaciones sexuales entre mujeres
lesbianas” y la fotografía de Hall pasó a acompañar todas las historias
sobre lesbianismo publicadas por los grandes periódicos durante los
seis meses siguientes. Hall reflejaba la apariencia de la mujer
masculina europea en la década de 1920, la garçonne: pelo corto por
la nuca, traje chaqueta (a menudo con pantalones) y monóculo, que
se convirtió en un bien conocido “uniforme” asociado con el
lesbianismo, aunque versiones menos extremas, las flapper, se
pusieron de moda entre las mujeres “modernas”.
En Alemania, la situación social con respecto a las mujeres
lesbianas era similar, aunque todavía más opresiva. El partido nazi ya
había conseguido en 1930 ser la segunda mayor fuerza en el
parlamento y las SA comenzaban a actuar en las calles, amenazando
a todo aquel que no fuese conforme a sus ideales. A finales de la
década de 1920 el movimiento homosexual estaba en decadencia y
con la llegada de Hitler al poder en enero de 1933 se precipitaron los
acontecimientos: en febrero, el Ministerio del Interior de Prusia
ordenó el cierre de todos los locales y revistas que estuviesen
relacionadas con los homosexuales; en mayo el Institut für
Sexualwissenschaft fue cerrado, saqueado y su biblioteca ardió junto
a otras obras “contrarias al espíritu alemán” el 10 de mayo de 1933.
En junio se disolvieron definitivamente las asociaciones de
homosexuales. Y a pesar de todo, el “club de bolos” Die lustige Neun
(“Las nueve divertidas”), creado en Berlín en 1924, consiguió
organizar fiestas de lesbianas en las que participaban entre 200 y 300
mujeres por lo menos hasta abril de 1940. No se sabe si las fiestas,
conocidas por las descripciones de las actas de la Gestapo que las
vigilaba de cerca, continuaron durante los años de la Guerra. La
mujer como madre del pueblo ario era la típica imagen de
propaganda en la Alemania nazi. Aquellas que no se conformaban al
rol asignado, eran consideradas “a-sociales”.
En Suiza, el Damen-Club Amicitia de mujeres, junto con el
Excentric-Club Zürich para hombres, crearon en 1932 la revista
Freundschafts-Banner (“Bandera de la amistad”), órgano del
“movimiento de la amistad suizo”. La revista y el movimiento
estuvieron desde su principio dominado por mujeres, sobre todo por
Anna Vock, Mammina, hasta principios de la década de 1940, un
desarrollo inusual, quizás impulsado por la ilegalidad de la
homosexualidad femenina en algunos cantones. La revista, heredera
del movimiento homosexual alemán, evolucionó en 1942 a Der Kreis -
Le Cercle - The Circle, única revista para homosexuales que se editó
durante la II Guerra Mundial y semilla de lo que sería el movimiento
homófilo tras la Guerra.
Durante la Segunda Guerra Mundial incluso se protege a las
lesbianas, en Estados Unidos como no hay hombres, se las incita al
trabajo, supliendo los roles sociales y laborales de aquellos. En las
fábricas o en el ejército pueden darse relaciones lésbicas. En los
regimenes totalitaristas, las lesbianas, solteras, prostitutas,
independientes eran sacrificadas puesto que se las consideraba
“impuras”, alteradoras del orden natural. En los campos de
concentración como en las prisiones, cabía la posibilidad que una
mujer se convirtiera en lesbiana a falta del amor de un hombre o que
se dieran relaciones sexuales lésbicas entre quines lo eran de forma
asumida. En todo caso para escapar de la opresión, ser dirigente era
la única salida de la forma de vida obligatoria para las demás
mujeres.
En Alemania, las dificultades de las lesbianas durante la Guerra
fueron debidas a la amenaza de persecución, que produjo una gran
inseguridad, y sobre todo a la prohibición de realizar trabajos “de
prestigio” a mujeres. Todas las mujeres quedaron en consecuencia
relegadas a mano de obra barata, lo que en el caso de las lesbianas,
sin ayuda del sueldo de un marido, fue especialmente duro para su
supervivencia. El nazismo era tan patriarcal que en 1942 el Ministerio
de Justicia todavía consideraba que la homosexualidad femenina era
más discreta y por tanto difícil de descubrir, por lo que, si se decidía
ilegalizarla, se corría el peligro de condenar a mujeres inocentes.
Además decían que al tener menos relevancia pública, el lesbianismo
no era tan peligroso como la homosexualidad masculina, que podía
servir para chantajear a cargos públicos. Finalmente, el Ministerio
afirmaba que habitualmente el lesbianismo no era permanente.
La experiencia de las mujeres como obreras y fuerzas militares
durante la II Guerra Mundial les dio posibilidades económicas y
sociales que les ayudaron a formar la subcultura lesbiana. El inicio de
la II Guerra Mundial produjo un enorme cambio en la vida de los
estadounidenses, ya que la movilización militar implicó a millones de
hombres. Las mujeres también fueron aceptadas en el ejército, el
Women's Army Corps (WACs) y la marina, el Women Accepted for
Volunteer Emergency Service (WAVES), de los EE.UU. Al contrario que
el procedimiento implementado por el ejército estadounidense desde
el inicio de su creación para eliminar a los homosexuales masculinos,
no se introdujeron métodos equivalentes para eliminar a las
lesbianas; se fueron introduciendo poco a poco durante la Guerra. A
pesar de la actitud habitual frente al rol femenino en la década de
1930, mujeres independientes y masculinas eran reclutadas por el
ejército en la década de 1940, y la fragilidad rechazada. Algunas
mujeres pudieron llegar a la estación de reclutamiento vestidas con
traje de hombre, responder negativamente a la pregunta de si habían
estado enamoradas de otra mujer, y ser aceptadas con facilidad. De
todas formas, la actividad sexual estaba prohibida y las “licencias
azules” (blue discharge) eran casi seguras si una mujer se
identificaba como lesbiana. Según se iban encontrando unas a otras,
las lesbianas formaban grupos compactos en la base, socializaban en
clubes de servicio y comenzaron a usar palabras en clave.
Las mujeres más masculinas no eran necesariamente frecuentes,
pero eran visibles, así que tendían a atraer a mujeres interesadas en
encontrar a otras lesbianas. Las mujeres debían abordar el tema de
su interés por otras mujeres de forma cuidadosa, a veces se tardaba
días en desarrollar un entendimiento sin preguntar y sin decir nada
con claridad. Se apelaba agresivamente a las mujeres que no se
habían apuntado al ejército para que realizasen trabajos en la
industria que habían dejado vacantes los hombres, para mantener la
productividad nacional. El incremento de movilidad, sofisticación e
independencia de muchas mujeres durante y después de la Guerra,
convirtió en una opción el vivir sin marido, algo que no hubiese sido
posible bajo circunstancias económicas y sociales distintas,
conformando aún más las redes y ambientes lésbicos.
En los 50 el lesbianismo fue caracterizado como una enfermedad
mental, igual que el feminismo. El problema psicológico tiene que ver
con el no reconocimiento ni la asunción del propio rol social. Entre la
clase obrera la cultura de los bares, permitió ver el lesbianismo desde
una perspectiva más amplia y crear la conciencia de minoría, la cual
justamente por ser minoría gana un fuerte sentido de identificación.
En los 50 y los 60 para las lesbianas de la clase media la amenaza a
ser perseguidas acusadas de traición (homologando comunismo y
homosexualidad) eran mayores puesto que a ellas les había costado
mayor trabajo alcanzar buena posición profesional y por tanto eran
mucho más vulnerables a la posibilidad de perderla.
Ante esto el lesbianismo se convirtió en una identidad sexual
tanto así como en una identidad social. Las lesbianas de clase media
y alta son por tanto más proclives a la integración social.
Tras la II Guerra Mundial, en EE.UU. hubo un deseo general de
volver a la situación social de la preguerra tan pronto como fuese
posible. Unido a la creciente paranoia sobre el comunismo y la teoría
psicoanalítica que se había convertido omnipresente en la comunidad
médica, en 1950 la homosexualidad se convirtió para el Gobierno
estadounidense en una característica indeseable para sus
funcionarios. Se creía que los homosexuales eran vulnerables al
chantaje y el Gobierno eliminó de sus filas a todos los homosexuales
conocidos, comenzando un amplio esfuerzo por conseguir información
sobre la vida privada de los empleados. Los gobiernos de los estados
y ciudades siguieron el ejemplo, arrestando a personas en bares y
parques, y publicando leyes contra el travestismo tanto masculino
como femenino. El ejército y el gobierno realizaron numerosos
interrogatorios, preguntando a mujeres si habían tenido relaciones
sexuales con otras mujeres y básicamente identificando experiencias
únicas en una identidad criminal, separando de forma estricta
heterosexuales y homosexuales. La opinión de que la
homosexualidad era una enfermedad curable estaba muy extendida
en la comunidad médica y la población en general.
Un grupo de mujeres distinguidas de San Francisco se
encontraban en sus salones en 1955 para socializar y tener un lugar
en el que bailar. Cuando decidieron hacer de ello una reunión regular,
se convirtieron en la primera organización lésbica de los Estados
Unidos, llamada Daughters of Bilitis (DOB). DOB comenzó a publicar
una revista llamada The Ladder en 1956; en la primera página se
encontraba la declaración de objetivos, el primero de los cuales era
“educación de la variante” y que pretendía dar información sobre la
homosexualidad a las mujeres, específicamente sobre el lesbianismo,
y sobre lesbianas famosas en la historia. Sin embargo, hacia 1956, el
término “lesbiana” tenía un significado tan negativo, que DOB
rechazaba su uso como descripción, empleando la palabra “variante”
(variant) en su lugar. DOB se extendió a Chicago, Nueva York y Los
Ángeles. Las lesbianas británicas siguieron con la publicación de
Arena Three en 1964, con una misión similar.
A partir de los años 60, el discurso de la liberación sexual dio
paso en los movimientos gays y lesbianos a un modelo basado en la
afirmación de la diferencia natural e innata, en otros como diferencia
política y/o cultural. El movimiento lesbiano tuvo una tendencia
separatista que abogaba por la construcción de espacios específicos,
de comunidades al margen de la sociedad heterosexual. La política
Queer es antiasimilacionista, renuncia a la lógica de la integración en
la sociedad heterosexual y se emplaza en un lugar decididamente
marginal. Lo Queer se identifica a menudo con la figura de un
paraguas bajo el que caen las mas variadas formas de disidencia a la
norma sexual, sean en la forma de articulaciones identitarias o no. Lo
Queer habilita un espacio que no solo incluye a gays y lesbianas, sino
también bisexuales, transexuales, etc.
Como reflejo de las estrictas categorías sexuales definidas por el
gobierno y la sociedad en general, la subcultura lésbica desarrolló
roles de género extremadamente rígidos entre mujeres. Aunque
muchos municipios habían publicado ordenanzas contra el
travestismo, algunas mujeres iban a bares vestidas de hombre, las
llamadas butch: con ropas de hombre y reflejando el comportamiento
tradicional del hombre. Otras llevaban la ropa típica de las mujeres y
asumían comportamientos más modestas, típicos de mujeres. Los
modelos de socialización butch y femme estaban integradas de tal
forma en los bares lésbicos, que las mujeres que se negaban a elegir
entre uno de los dos modelos eran. Las mujeres masculinas no eran
una novedad de la década de 1950, sin embargo, los roles eran
omnipresentes en las décadas de 1950 y 60, y no estaban limitados a
Estados Unidos: de 1940 a 1970, la cultura butch/femme floreció en el
Reino Unido, aunque había menos distinciones de clase. La distinción
entre lesbianas masculinas y femeninas era considerada como basta
por las lesbianas estadounidenses de clase alta de la época. Muchas
mujeres ricas se casaban para satisfacer las obligaciones familiares y
otras escapaban a Europa para vivir como expatriadas.
La rigidez social de la década de 1950 y principios de los 60
produjo una respuesta de movimientos sociales que trataban de
mejorar la situación de los afroamericanos, los pobres, las mujeres y
los gays. Los dos últimos, el movimiento de liberación gay y
movimiento feminista. Lo que siguió fue un movimiento que se
caracterizó por un surgimiento del activismo gay y de la conciencia
feminista que transformaron la definición de lesbiana.
Entre 1970 y 1980 aparecen en la escena del feminismo autoras
lesbianas que van a iniciar una critica radical del discurso
heterocentrado y de la noción de mujer. Entre ellas figura Wittig,
quien afirma que en realidad el sexo es una categoría producida por
el propio sistema de pensamiento dominante, que funda la sociedad
como heterosexual. Wittig se acerca a Foucault cuando ambos
cuestionan el dispositivo que consigue definir al ser de una persona a
partir de una categoría parcial, “el sexo”. La categoría de sexo es una
categoría que determina la esclavitud de las mujeres y actúa de
forma muy precisa por medio de una operación de reducción. Hombre
y mujer terminan siendo conceptos políticos. Así, Wittig afirma que las
lesbianas no son mujeres, puesto que estas tienen sentido dentro de
los sistemas de pensamiento y económicos heterosexuados.
Con la llegada de la segunda ola del feminismo, el lesbianismo
creció hasta convertirse en una identidad política que describía una
filosofía social entre las mujeres, a menudo haciendo sombra a los
aspectos sexuales como característica definitoria. Las feministas
militantes expresaron su desdén por una sociedad intrínsecamente
sexista y patriarcal, y concluyeron que la forma más efectiva de
superar el sexismo y llegar a la igualdad de las mujeres era negar a
los hombres cualquier tipo de poder o placer sobre las mujeres,
incluyendo la sexualidad. Para las mujeres que seguían esta filosofía
—autodenominadas feministas lesbianas— “lesbiana” era un término
elegido por las mujeres para describir a cualquier mujer cuya
interacción social y motivación política se consagrase al bienestar de
la mujer. El deseo sexual no era una característica definitoria de una
lesbiana feminista, sino que lo era su compromiso político. La
independencia de los hombres, definidos como opresores, era un
dogma central del feminismo lésbico, y muchas “creyentes”
aspiraban a separarse física y económicamente de la cultura
tradicional centrada en el hombre. En la sociedad ideal, llamada
Nación Lésbica, “mujer” y “lesbiana” eran intercambiables.
En 1980, la poetisa y ensayista Adrienne Rich expandió el
significado político de lesbiana proponiendo un continuo de la
existencia lésbica basado en la “experiencia identificada con la
mujer”. Todas las relaciones entre las mujeres, proponía Rich, tienen
algún elemento lésbico, independientemente de si reivindican una
identidad lésbica: madres e hijas, mujeres que trabajan juntas y
mujeres que se cuidan unas a otras, por ejemplo. Esa percepción de
las relaciones entre mujeres las conecta a través de la historia y las
culturas, y Rich consideraba la heterosexualidad una condición que
había sido impuesta por la fuerza por los hombres a las mujeres.
Varios años antes, las fundadoras de DOB, relegaron de igual forma
los actos sexuales como innecesarios para determinar lo que es una
lesbiana, dando su propia definición: “una mujer cuyos intereses
eróticos, psicológicos, emocionales y sociales están principalmente en
el propio sexo, incluso cuando ese interés no sea expresado de forma
abierta.”
Aunque el feminismo lésbico fue un cambio importante, no todas
las lesbianas estuvieron de acuerdo. El feminismo lésbico era un
movimiento orientado a la juventud: sus miembros eran
principalmente universitarias con experiencia en la Nueva Izquierda y
causas radicales, pero que no tuvieron éxito en convencer a las
organizaciones radicales para que retomasen la causa de las mujeres.
Muchas lesbianas mayores que habían descubierto su sexualidad en
una época más conservadora preferían mantener sus formas de
sobrellevar un mundo homófobo. Como la igualdad era una prioridad
para las feministas lésbicas, la diferencia de roles entre el hombre y
la mujer, o butch y femme, eran consideradas patriarcales. Evitaban
los roles de género que habían sido omnipresentes en los bares;
muchas se negaban a trabajar con los hombres gays o tomar parte en
sus causas. Pero las lesbianas que tenían un punto de vista más
esencialista, y consideraban que habían nacido homosexuales y
empleaban el término “lesbiana” para definir una atracción sexual, a
menudo consideraban las opiniones separatistas y airadas de
feministas lésbicas como perjudiciales para la causa de los derechos
de los homosexuales en general.
La heterosexualidad obligatoria y heterosexualidad forzosa es lo
que determina el rol natural de las funciones sociales y políticas en
una comunidad de seres humanos caracterizados por su sexo y
sexualidad en roles distintivos de género, establecidos al consumarse
la sociedad. Lo que las feministas tienen que plantearse es cómo se
fuerza a las mujeres a la heterosexualidad como medio de garantizar
el derecho masculino al acceso físico, económico y emocional de
ellas.
En esta línea de pensamiento es interesante el planteo de Rich,
para quien es necesario abandonar la mirada feminista sobre la
lesbiana o la mujer, y enfocarla hacia un análisis de la
heterosexualidad como origen de numerosas desigualdades y como
institución que presiona y configura a los sujeto.

BIBLIOGRAFIA:

• Córdoba David, Sáez Javier, Vidarte Paco (editores), Teoría


Queer, Políticas bolleras, maricas, trans, mestizas. Segunda
edicón. Editorial Egales, Madrid, España, 2005.
• Gimeno Beatriz, Historia y análisis político del Lesbianismo,
La liberacion de una generación. Editorial Gedisa,
Barcelona, España, 2005.
• Hobsbawm Eric, La era del Imperio, 1875-1914. Editorial
Crítica, sexta edición, Buenos Aires, Argentina, 2007.
• Hobsbawm Eric, Historia del siglo XX. Editorial Crítica, sexta
edición, Buenos Aires, Argentina, 2007.
• Sáez Javier, Teoría Queer y psicoanálisis. Editorial Síntesis,
Madrid, España, 2004.

Potrebbero piacerti anche