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Nos regocijamos en las bendiciones del templo, comprendemos nuestro destino divino y nos
esforzamos por alcanzar la exaltacin.
Vemos hermanas que se regocijan en las bendiciones del templo, hermanas que buscan la forma
de hacer convenios y los guardan, que efectan la obra por sus antepasados y, de paso,
encuentran que se alivianan sus propias cargas y se fortifica su fortaleza para resistir la
tentacin; hijas de Dios que entienden su destino divino, captan la visin de su potencial y se
concentran en vencer sus debilidades.
Testificamos que cada una de nosotras tiene una funcin esencial, si, una misin sagrada que
cumplir con o hija en Sin. Es un nuevo da, el amanecer de una nueva era. Es nuestro tiempo y
es nuestro destino el alegrarnos a medida que llenamos la tierra con mayor bondad y ternura,
mayor amor y compasin, como jams se haya conocido antes. Es el momento de entregarnos
al Maestro y dejarlo que nos gue a campos fructferos donde podamos enriquecer un mundo
lleno de obscuridad y sufrimiento. Cada una de nosotras, no importa quienes seamos ni donde
prestemos servicio, debemos erguirnos y aprovechar al mximo cada oportunidad que se nos
presente. Debemos seguir el consejo del Seor y de sus siervos y hacer de nuestro hogar una
casa de oracin y un cielo de seguridad. Podemos y debemos profundizar nuestra fe al
aumentar nuestra obediencia y nuestro sacrificio. En este proceso individual se producir un
milagro.