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" De pronto, Clarissa se ve invadida por una sensacin de dislocacin. Esto no es su cocina.

Esta
es la cocina de un conocido, muy bonita, si, pero no es de su gusto y est llena de olores
extraos. Ella vive en otra parte. Vive en una habitacin donde un rbol golpea suavemente la
ventana mientras alguien pone la aguja sobre un disco. En esta cocina los platos estn
inmaculadamente apilados tras las puertas de vidrio de la alacena. Sobre el mesn de granito
hay una hilera de viejas teteras de barro vidriado en diferentes tonos de amarillo
resquebrajado. Clarissa reconoce estos objetos pero guarda distancia de ellos. Siente la
presencia de su propio fantasma; de esa parte que es a la vez ms indestructiblemente vital y
menos diferenciada; la parte que no posee nada, que observa con curiosidad y desapego,
como un turista en un museo, una hilera de teteras vidriadas y un mesn con una sola migaja
sobre l, y un grifo cromado en el cual una gota nica tiembla, gana peso y cae. Ella y Sally
compraron estas cosas; ella recuerda cada una de las transacciones pero ahora siente que
todas son arbitrarias: el grifo, el mesn y las teteras, los platos blancos. No son ms que
decisiones, una cosa y despus otras, s o no, y se da cuenta cun fcilmente podra abandonar

esta vida, estas comodidades vacas y arbitrarias. Podra sencillamente dejarla y regresar a su
otro hogar, donde ni Sally ni Richard existen; donde lo nico que hay es la esencia de Clarissa,
una nia que creci para volverse mujer, llena de esperanza, capaz de cualquier cosa. Le es
revelado que toda su tristeza y su soledad, todo el andamio desvencijado, se origina
sencillamente en la pretensin de vivir en el apartamento entre estos objetos, con la dulce y
nerviosa Sally, y que si se va ser feliz. Se siente breve, maravillosamente sola, con todo por
delante"

"Las horas"

Michael Cunningham

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