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Acerca de España dijo un poeta: «la raza española está pronta y preparada. El
Capitán Cervantes está al timón, y la bandera de Cristo está enarbolada».
También se ha dicho que el americano de sangre india «aún ora a Cristo y aún
habla español». Esto último es ciertamente innegable; el reinado de Cervantes
aún permanece entre nosotros, aunque no todos seamos sus más fieles
súbditos. El tema de orar a Cristo despierta ciertos interrogantes, uno de los
cuales es, ¿a cuál Cristo oran los latinoamericanos? Porque la verdad es que
aunque hay muchos cristos de fabricación humana, hay solamente un Cristo
verdadero y auténtico, escondido detrás de altares que bien podrían llevar la
leyenda «al Cristo desconocido», porque hay miles y miles que lo adoran sin
conocerlo.
EL CRISTO ESPAÑOL
Es cierto que Cristo llegó a nosotros por vía española -esa España que, dotada
de un sentido de misión, una mística singular del espíritu ibérico, conquistó y
colonizó gran parte del Nuevo Mundo. «Por primera y última vez en la historia
de la cristiandad, dice John MacKay, «la espada y la cruz formaron una alianza
ofensiva con el objeto de llevar el cristianismo -o al menos lo que se
consideraba como tal- a tierras extrañas».
¡Cuan extraño les debe haber parecido a los aborígenes americanos el Cristo
de los conquistadores! Ese «Dios blanco» que muere por toda la humanidad,
estableciendo una religión con autoridad suprema en la ciudad de Roma y con
el Rey de España entre sus devotos -el mismo rey que envía a un grupo de sus
súbditos, de apariencia guerrera, a descubrir y someto- tierras misteriosas y
distantes del otro lado del océano. En el nombre de Dios y del rey, estos
hombres de Castilla -rubicundos como el sol y montados en briosos caballos-
matan indios a diestra y siniestra, les quitan sus tierras, violan a sus mujeres, y
transforman a aquellos que sobreviven a la matanza en esclavos del Rapa y del
gran imperio español
«En muchos casos», dice Sante Uberto Barbieri, «el espíritu de la espada era
mas fuerte y más poderoso que el espíritu de la cruz. Para muchos. Cristo no
era un Salvador que había dado su vida por ellos, sino un tirano celestial que
destrozaba vidas para su gloria, a través de la conquista de tierras ajeas.»
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A excepción de las obras de caridad de parte de algunos sacerdotes misioneros
–como Fray Bartolomé de las Casas- el colonizador hizo muy poco en la esfera
social y económica. De haber existido, esos esfuerzos hubieran ayudado a
borrar las impresiones negativas adquiridas por los indios en su primer
encuentro. Tal vez hubiese sido distinta para ellos la semblanza del Cristo en
cuyo nombre habían perdido todo, incluyendo su libertad. Y no solamente los
indios, sino también la nueva raza que surgió de la unión de estos dos pueblos.
También estos fueron objeto de persistente opresión y humillación por parte de
los seguidores y defensores de aquel Cristo.
Este ciertamente no era el Cristo que había sido anunciado con sones de
trompetas -¡de oro por parte de los reformistas del siglo XVI. No. El Cristo de
los reformistas había quedado atrás en España, para ser atacado sin tregua por
Ignacio de Loyola, luego aplastado por Carlos V y Felipe II, y por último
consumido en las llamas implacables de los autos de fe, tos ignominiosos
hechos de la Inquisición. Aunque otros países europeos pudieron despabilarse
del largo sueno con el despertar convulsivo de la Reforma, España permaneció
inalterable e inerte, y su religión no experimentó los dolores de parto de una
nueva era.
«El otro Cristo español» al cual grandes místicos españoles tales como San
Juan de la Cruz y Fray Luis de Granada alababan en magníficos poemas, fue
muy lento en hacer su peregrinaje al nuevo continente. Si en realidad tuvo
seguidores aquí desde el principio del período colonial, su influencia no le
suficiente para contrarrestar la del Cristo adicional.
LA IMAGEN DE CRISTO
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europeas para desterrar creencias religiosas de varios siglos de existencia. Y
una vez más, el sincretismo religioso se manifestó. No era difícil dar a las
esculturas y pinturas de Cristo un color oscuro, aun reteniendo facciones
faciales europeas. Hay muchos cristos mestizos -y hasta negros- en nuestra
América hispana que perduran hasta hoy.
EL CRISTO NIÑO
Por lo tanto, el simple indio, subyugado por tos intermediarios blancos del
poder, y tratado como un niño por sus conquistadores, consciente o
inconscientemente se identifica con el niño Cristo y escapa a buscar refugio en
los brazos de su tierna y amante madre. No es de sorprenderse que la
veneración de María lograra una posición más prominente que la adoración de
Cristo. Los oprimidos buscan a la madre, a María, y no a su hijo Jesús.
EL SUFRIENTE
«Te tengo mucha lástima; por eso fui a pedir un favor al Jesús de la
misericordia. Quizás El haga un milagro para ti. Esta mañana, antes de ir a la
penitenciaría, fui a prender una vela para El y decirle: Mira, hombre negro, aquí
estoy contigo y no es por nada que tú eres el Papito de todos nosotros, así que
escucha bien ahora. TÚ tienes el poder para asegurar que esa chica no se
muera y le pedí ese favor a la Virgen antes de levantarme esta mañana y
ahora te molesto por la misma cosa, de manera que aquí tienes una vela de
oración, y ahora me voy y cuento con Tu poder, pero volveré para recordarte
mi oración».
La oración de esta mujer no podría ser más sincera, ni su confianza más fuerte.
Así es como ora nuestra gente; así es como han orado por siglos a un Cristo
que está crucificado, muerto y sepultado.
El Cristo que es un extraño para las masas no ha tenido más éxito con los
grupos minoritarios en nuestro continente. No pocos ricos y poderosos han
descubierto que es muy cómodo creer en la imagen del Cristo que sufre
pacientemente en la cruz, mientras mantienen silencio absoluto frente al
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sufrimiento y la pobreza de las masas que los rodean. Durante quinientos años
sus labios han permanecido sellados, sin decir una palabra acerca de lo que la
gente quiere oír.
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Si el Cristo católico-romano llegó a nosotros por vía de España, el Cristo
protestante llegó de otras naciones europeas-tales como Inglaterra, Alemania,
Francia y los Países Bajos- y de Estados Unidos. Como consecuencia de esto
muchos han llegado a identificar protestantismo con el imperialismo occidental
o sistemas capitalistas -lo que bien merece un estudio por separado. De aquí
en más y en términos generales, basta con decir que el Cristo protestante fue
heredado de los reformadores religiosos del siglo XVI -aunque El no se originó
con ellos, ni fue interpuesto por ellos.
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pluralidad (son preferibles a aquellas que acarrearía un gobierno eclesiástico
centralizado.
Es innegable que los factores históricos y sociales han servido muchas veces
para acentuar el individualismo en la responsabilidad social protestante (otro
tema interesante para investigación aparte). La verdad es que entre los más
conservadores del protestantismo en Hispanoamérica se ha encontrado una
actitud de indiferencia frente a los serios problemas que mantienen a estos
llamados «países en desarrollo», en agitación.
Una de las más difundidas reacciones al silencio del Cristo tradicional es la que
ahora comienza a manifestarse tanto entre los círculos teológicos católicos
como protestantes de la política izquierdista de América búsqueda de
comunión con su Dios. Su fe no depende de rica capaz de controlar totalmente
ciertos tipos de personalidad, los nuevos teólogos dejan oír su voz por la
justicia social.
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consistente en comida y bebida, separados del espíritu. Su objetivo supremo es
la transformación de las estructuras sociales, aunque el individuo no
experimente cambio.
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Apuntes Pastorales Volumen VII – Número 6
http://www.desarrollocristiano.com/articulo.php?id=603&c=all
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