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Jean Jacques Rousseau comienza su obra "Emilio" con la célebre sentencia: "Todo es
bueno como sale de las manos del creador de las cosas; todo degenera bajo las manos
de los hombres."
Esa máxima sapiencial nos puede servir de símil para comprender la tendencia
reinante en la actualidad en las universidades de la República Dominicana con relación
a la expedición del Doctorado honoris causa (Dr. h. c.), el cual va perdiendo
progresivamente su sentido originario y universal como reconocimiento de prestigio
extraordinario y excepcional, so pena de degenerar en una práctica cuasi cotidiana,
dentro de contextos institucionales que no disponen de todas las condiciones óptimas e
indispensables para su concesión. Esto lo esclareceremos en lo adelante.
Una de las lecciones más evidentes del devenir histórico es la idea de la continuidad
procesual de los fenómenos orgánicos e históricos, ya que todo ente y toda acción
social tienen un principio, un desarrollo determinado y un destino (telos) impulsado por
energías o agentes motores. La finalidad hacia la que tienden las cosas está en
estrecha relación con su principio y la intencionalidad de su causa eficiente y final, en
el sentido y terminología de Aristóteles y el tomismo.
Nadie cuestionaría, libre del riesgo que implicaría la posibilidad de ser estigmatizado
como ignorante al respecto, que el concepto Universidad incluya dentro de sus rasgos
característicos la docencia y la investigación. Dichas características, adaptadas a los
correspondientes contextos y momentos históricos, por ser inherentes al concepto, las
exigimos tanto de las primeras universidades medievales como de las posteriores y de
las actuales. Ahora bien, ¿Qué es lo que determina "lo inherente"?
La respuesta a dicha pregunta resulta sencilla, en común acuerdo con todas las
corrientes principales en la historia del pensamiento desde los Pre-Socráticos,
creadores del Arjé o principio generador de todo ser; la filosofía esencialista clásica de
la Grecia Antigua, con Platón y Aristóteles; atravesando por todo el pensamiento
medieval, bautizador de los clásicos griegos y ganando cuerpo en los pensadores
modernos hasta Friedrich Nietzsche, profeta de la Postmodernidad: lo inherente está
constituido por aquellos rasgos que desde el principio subyacen, persisten y
permanecen como cualidades sine qua non del objeto o hecho en cuestión. En efecto,
para entender una realidad hay que remontarse a sus principios, ya que, como
afirmaba J. Jacques Rousseau, el comienzo de cada cosa es siempre bueno.(3)
De lo antes expuesto se deriva que, con relación al Doctorado honoris causa, existe
una interrelación de, por lo menos, cuatro variables o elementos indispensables para
que el acto honorífico se corresponda con la esencia y el deber-ser (6):
- EN PRIMER LUGAR, se precisa de la persona cuyo honor ha de ser reconocido. A
través del Honoris causa se honra a personas, más no a instituciones y cargos. El
honor no se concede, pues lo que se hace es el reconocimiento del talento y de los
méritos que la persona en sí detenta. En otras palabras, no se agrega nada al Doctor
honoris causa, a excepción del certificado otorgado en un acto público, en el cual se
destaca el honor propio de la persona ante la comunidad académica, fundamentado en
sus conocimientos, en su sabiduría, en sus investigaciones particulares o en su
esfuerzo extraordinario en favor del desarrollo humano, ya sea en el sentido social,
cultural, etc.
En la tradición universitaria europea, hasta principios del Siglo XX, se acostumbraba a
que los candidatos a títulos de honor debían sostener durante el acto de
reconocimiento un discurso en Latín, como muestra pública de su talento
extraordinario. Algunos músicos clásicos, reconocidos por universidades, prefirieron
tocar una sinfonía propia, en lugar del discurso en latín, por considerar que aquélla era
mucho más difícil de producir y dirigir.
En esa perspectiva martiana, quedan como hechos bochornosos, imborrables para las
memorias históricas, tanto de la Universidad de La Habana como de la Universidad
Autónoma de Santo Domingo, los reconocimientos otorgados por la primera al tirano
Machado (1930) y por la segunda al sanguinario dictador Trujillo (1934).(8)
-EN SEGUNDO LUGAR, otro elemento esencial consiste en la institución o universidad
que reconoce el honor de la persona.
También los ingleses han conservado rigurosidad para otorgar títulos de honor. Las
universidades clásicas de Cambridge y Oxford aplican desde el siglo XVIII el Tripos o
examen de honor.
"El doctorado Honoris causa no equivale a los grados obtenidos de acuerdo con los
requisitos establecidos en los planes de estudios aprobados por el Consejo
Universitario."(10)
En la República Dominicana se va extendiendo cada vez más en el ámbito universitario
la práctica de otorgar títulos Honoris causa a personalidades sencillamente porque
sean famosas, hayan prestado un servicio de alta gestión a la institución que concede
el reconocimiento o hayan ascendido a un puesto de relevancia en el campo político
y/o económico, los cuales son coyunturales y contingentes; por lo tanto, no aportan
necesariamente un honor abarcador y de por vida a sus detentores. Por esta razón, y
por el número elevado de Doctorados de honor concedidos en nuestro país, podemos
afirmar, sin temor a equivocarnos, que el prestigio de dicho Doctorado es cuestionable,
ya que se ha exagerado con la cantidad y la calidad de los candidatos, haciéndose así
mal uso de la autonomía académica que, por definición, ostentan las universidades.
Tanto es así, que universidades nacionales de prestigio como otras de menos prestigio
han incurrido en penosas levedades, lo que indica quizá que!
Al parecer, estamos aún lejos de distinguir las finas diferencias que marcan la distancia
entre el comportamiento noble y el vulgar: mientras que en Gran Bretaña, por
ejemplo, las universidades de Saint Andrews y la de Oxford otorgaron Honoris causa a
Benjamín Franklin por su Teoría Unitarista, mediante la cual aclaró el fenómeno de las
cargas eléctricas positiva y negativa, entre nosotros se da el mismo título, en algunos
casos como política para cada graduación, a un Ex-rector, a un excelente pelotero, a
un funcionario del Estado, del que se esperan favores o a un viejo miembro del
Patronato de la institución, para mencionar solamente algunos motivos.
A pesar de lo antes expuesto y de la parte crítica que implica esta reflexión, hay que
reconocer el lado positivo del proceso que se ha venido desarrollando en nuestras
universidades, a través de los reconocimientos de honor: las instituciones de educación
superior han indicado la necesidad existente en el país dominicano de doctores y de
programas doctorales y, a la vez, muestran que el Sistema Nacional de Educación
Superior se ha desarrollado por debajo de las exigencias modernas de formación
académica y científica, con lo cual hacen implícita alusión, además, a la importancia
merecida que se da en nuestro país al nivel más elevado de la educación: el
Doctorado.
Es propio de la honradez intelectual reconocer también que muchas de nuestras
universidades, reconociendo expresamente el justo valor del Doctorado honoris causa,
no han accedido -o lo han hecho de manera muy restringida- a realizar tales
reconocimientos.
La cantidad de títulos de Doctor honoris causa otorgados por las universidades
dominicanas, sin tener aquí en cuenta los nombres de las insignes y famosas
personalidades que, merecida o inmerecidamente, han sido reconocidas, está
contenida en el cuadro siguiente:
UNIVERSIDADES N_ DOCTORES H.
C.
UASD 59
UCE 49
PUCMM 48
UTESA 40
UNPHU 30
O&M 24
UNAPEC 20
UNICA 15
UNEV 14
UCDEP 13
UFHEC 7
UTESUR 5
UCATECI 4
UCNE 4
UNICARIBE 3
UCSD 3
INTEC 1
UNIBE 1
TOTAL: 340
Debe movernos a la reflexión el hecho de que tengamos más Doctores honoris causa
en el país (que deben ser la excepción) que doctores de carrera académica y científica
ordinaria, pues la relación correcta debe ir en la dirección opuesta, pero con mucha
distancia con relación a la cantidad. Las universidades deben primeramente preparar
sus propios Doctores, para luego reconocer a los que son doctus excepcionalmente.
Puede hacer bien al naciente Sistema Nacional de Educación Superior Ciencia y
Tecnología promover la prudencia y la justa medida de sus instituciones en las
acciones desplegadas, en este caso, con respecto a la concesión de títulos Dr. h. c.
Existen diferentes formas y categorías de honrar a quien lo merece, entre éstas el
Honoris causa es el escalón supremo al que alcanzan merecidamente muy pocos.
Desde hace ya mucho tiempo, las universidades del Tercer Mundo vienen siendo
descalificadas por académicos y científicos de los países más desarrollados, según
objetan, por la carencia de verdadero espíritu de rigurosidad científica.
(Wissenschaftlichkeit).12
Es de sano juicio recordar, que el Honoris causa es un galardón con marca de
distinción excepcional. Nuestro prestigio académico y nuestro honor en el ámbito
internacional (que a largo plazo crean buena fama, dejando así grandes beneficios)
estarán siempre ligados al grado de honradez, rectitud y responsabilidad con que sean
dirigidos los asuntos académicos. Es prudente evitar las críticas y la descalificación.
cuando éstas se basan en realidades y en la razón.
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1 Rousseau, Jean Jacques: Emil oder über die Erziehung. Eine Auswahl. Editorial Quelle
und Meyer, Heidelberg, 1967. La frase fue traducida del idioma Alemán por el autor de
este artículo.
3 Cf. Vargas Peña, Daniel: Vom Ursprung des Staates. Pag. 50ss. Magisterarbeit,
vorgelegt 1990, Universität Konstanz.
Cfr. Aristóteles, La Política, 1279b. Pag. 84. Traducción del Griego al idioma Alemán
por Rolfes, Eugen, Editora de Félix Meiner, Leipzig 1912.
6 Dos de las cuatro variables destacadas en este artículo han sido señaladas por el
Jesuita Colombiano, Alfonso Borrero Cabal cuando escribe: "Huelga decir que no deben
las universidades ser pródigas en reconocimientos honoríficos. Y que, de hacerlo,
adviertan bien el calibre del 'honos' con que ellas mismas han desempeñado las
funciones que les competen respecto al hombre, a la ciencia y a la sociedad. Porque la
calidad del reconocimiento, en último término, depende de dos condiciones previas: el
'honos' que a la persona se le reconoce y las capacidades de la entidad que reconoce,
para re-conocer."
7 Martí, José, Obras Completas. Pag. 139, Tomo 1, Editorial Nacional de Cuba, La
Habana, 1964.
11 Hay que destacar que a partir del año 1961, cuando la Universidad de Santo
Domingo se convierte en Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, y hasta la
fecha, la institución solamente ha otorgado 20 títulos Honoris causa. 27 fueron
concedidos durante los años del trujillato.
12 Cf. Dutari Terán, Julio: "Die Katholische Universität in der Dritten Welt". En
Hünermann, Peter (Hrsg.), Universität und Entwicklung. Pag. 66. Festakademie - 30
Jahre KAAD, 7.-9.- April 1988.