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La resurrección de Cristo
Como continuación del último artículo (La pasión de Cristo), desarrollaré (siempre
tomando y analizando a la Biblia como el mayor libro de metafísica) la resurrección de
Jesús y su consecuencia directa: La segunda venida de Cristo.
La mente consciente
La mente subconsciente
La mente supra consciente
Cuando Jesús muere, nos está mostrando por medio de su sacrificio y ejemplo el camino
que debemos seguir para vencer nuestras limitaciones.
Aquí es cuando cada uno de nosotros aprende a aplicar la ley de la atracción en toda su
magnitud.
Como dije desde el principio, ésta es una representación literaria, por lo tanto es sólo
una ejemplificación de cómo se desenvuelve nuestra mente; obviamente que no es
necesario que muramos carnalmente para obtener ello.
Todo este “combate” se desarrolla en nuestra mente; cada vez que vencemos a nuestro
Ego, rechazando sus pensamientos negativos, estamos muriendo como soberbios y
resucitando con humildad.
Y con este último acto (cuando vencemos al Ego) es cuando se produce la segunda
venida de Cristo.
La primera venida es como hombre y la segunda como Dios. Y esto lo conseguimos
(abrir esa comunicación directa) por aprender a trasmitir a nuestra mente subconsciente
(quien es la intermediaria con la mente supra consciente) nuestras órdenes
correctamente.
A tal efecto cito el Evangelio según San Juan que dice en 21,18:
18- De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven (niño menor de cinco años), te
ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo (adolescente y adulto),
extenderás tus manos, y te ceñirá otro (el Ego), y te llevará a donde no quieras.
19- Esto dijo, dando a entender con qué muerte (la muerte del Ego) había de glorificar
a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.
Mostrándonos en estos dos versículos, por un lado como el hombre nace con poder para
conseguir lo que desea, pero la sociedad y todo el entorno nos sugestionan desde chicos
limitándonos constantemente, creyendo que nos enseñan y protegen, haciendo en
realidad todo lo contrario.
Entiéndase, no es no poner límites a los chicos que es una cosa distinta, ya que todo
niño pide esos límites porque necesita estar contenido y aprender por medio de ellos a
desarrollarse en sociedad, sino que, con no limitarlo me estoy refiriendo a enseñarle que
todo es posible, que no dependemos del otro sino de nuestra propia voluntad y
perseverancia en conseguir lo que nos propongamos en nuestra vida.
Mientras que en el segundo versículo se muestra que el único camino es la muerte del
Ego. Porque glorificar a Dios no es otra cosa que reconocer que Él está en todos
nosotros, entonces cómo vamos a atacar con soberbia al otro, si de esa forma nos
estamos atacando a nosotros mismos.
Batalla que no es nada fácil, porque matar al Ego arranca desde dejar de lado la soberbia
frontal y clara, hasta la sutileza de mostrar por medio de nuestras posesiones materiales
e intelectuales que somos más que los demás (no digo no tener que está bien, sino
manteniendo siempre un bajo perfil sin fanfarronear por ello), o la que es la principal de
todas, que es querer refregarle en la cara a los demás que somos (generalmente no es
verdad) más inteligentes que el otro.
Camino difícil pero no imposible, porque en la medida que comprobamos que ello nos
trae entre otros, beneficios económicos, aprenderemos que la inteligencia pasa por otro
lado.
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Desde Mar del Plata, Argentina, hacia todo el mundo, Walter Daniel Genga.