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Una hora marcada en el destino, sacude el cielo de nuestra patria, una hora de las
decisiones irrevocables. La declaracin de guerra, ya ha sido consignada a los
embajadores de Gran Bretaa y de Francia.
Bastaba revisar los tratados, para adecuarlos a la exigencia cambiante de la vida de las
naciones y no considerarlos intangibles por toda la eternidad. Bastaba, no iniciar la
poltica necia de las garantas, que se ha manifestado sobretodo mortal para los que la
han aceptado.
Bastaba, con no rechazar la propuesta que el Fhrer hizo el 6 octubre del ao pasado,
despus de terminada la Campaa de Polonia. Ya todo eso pertenece al pasado. Si hoy,
nosotros estamos decididos a afrontar los riesgos y los sacrificios de una guerra, lo es
porque el honor, los intereses, el futuro, frreamente lo imponen, ya que un gran pueblo
es realmente tal, si considera sagrados sus empeos y si no evade las pruebas supremas
que ha dispuesto el curso de la Historia. Nosotros, empuamos las armas para
resolverlo, despus de solucionado el problema de nuestras fronteras continentales, el
problema de nuestras fronteras martimas.
Nosotros queremos romper las cadenas del orden territorial y militar que sofocan
nuestro mar, porque un pueblo de 45 millones de almas, no es verdaderamente libre si
no ha liberado el acceso a su ocano.
Ahora que los dados han sido tirados y nuestra voluntad ha puesto sobre nuestros
hombros los navos, yo declaro solemnemente que Italia no quiere arrastrar al conflicto
a otros pueblos limtrofes por mar o por tierra. Suiza, Yugoslavia, Grecia, Turqua,
Egipto, tengan en cuenta mis palabras y depende de ellos, solamente de ellos, si ellas
sern confirmadas rigurosamente. Italianos! En una memorable concentracin, aquella
de Berln, yo dije que segn las leyes de la moral fascista, cuando se tiene a un amigo se
marcha hasta el final con l. Esto hemos hecho y lo haremos con Alemania, con su
pueblo, con sus victoriosas fuerzas armadas.