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Runa XX (1991-1992); 69.89 (ISSN 0925-1217) FOLKLORE Y NACIONALISMO EN LA ARGENTINA: SU VINCULACION DE ORIGEN Y SU DESVINCULACION ACTUAL* Martha Blache ** En le etapa de consolidacién de la Argentina la toma de conciencia de los valores que subyacen en el folklore estuvo estreckamente vineulada con un emeigente movimiento nacionalista y sus variedades afines como tradicionalismo, criollismo, nativismo 0 costumbrismo. Esta relacién entre fol- Kore y nacionalismo, en la que ambos componentes se apoyan y fortalecen recfprocamente, no es equivoce y varia de nacién a nacién conforme a distintas circunstancias, como bien lo revelan estudios levados a cabo en Inlanda, Noruega y Finlandia (Dorson 1966). En esta oportunidad intentamos mos- tar cémo en nuestro pais esta ecuactér se ha ido modificando muy lenta- mente, al tiempo que cambicban los pzradigmas en los que se asienta la folkloristica. Daremos prioridad al contexto histérico, social, politico y eco- némico que permitié que ella emergiera, focalizando sélo algunos momentos de su trayectoria, que a nuestro entender tuvieron particular significacién fen su desarrollo’. IMPACTO" DE LA INMIGRACION Luego de le emancipacién de Espafia, una vez desembarazada la Ar gontina de las numerosas guerras civiles, y lograda la pacificacién y unificg- cién del pais, después de la batalla de Pavin en 1861, el gobiemo nacional * Este anculo ha sido publicada tembién = Revista de Incestigeciones Polkidross, N06, Universidad de Buenos Aires, 1991. + Marthe Blache, CONICET ~ Departamento de Ciencias Antropolégicas, Facultad de Filosofia y Lets, Universidad de Buenos ‘Aires, Puén 480 (2400) Buenos Aires. 69 se empeié en resolver las cuestiones que en esos momentos se imponian. El impacto producido por et desarrollo econdmico de fines del siglo pasado dio lugar a profundas transformaciones, y para 1910 la Argentina se convirtié en ‘uno de los principales exportadores mu diales de triso, maiz, came vacuna y ovina. Esto estimulé el ingreso masivo de inmigrantes, la difusién de la agri- cultura con el intenso cultivo de vastas tierras, el tendido de vias férreas, el espectacular crecimiento de los puertos de ultramar y la consecuente crea- cién de nuevas actividades laborales y comerciales que estos cambios traian aparejados. La inmigracién modificé la densidad, distribucién y cons ‘itucién de la poblacién, Es ampliamente conocido que el censo nacional de 1869 registraba un total de 1,800,000 habitantes, de los cuales 200,000 ha- bbjan nacido en el extranjero; en 1895 casi una cuarte parte de los 4.000.000 de habitantes eran inmigrantes; en 1914 més de 2.900.000, sobre una pobla- ceién de 8.000.000 habian nacido en el exterior. Para 1914 se habia desea bbrado la distribucién de Ja poblacién, y la regién costera del érea pampeana ccontenia: dos terceras partes de su total; ali la xelacién de los inmigrantes res- ppecto de los argentines nativos era de dos a uno, en tanto que en la ciudad de Buenos Aires tres de cada cuatro adultos eran extranjeros (Scobie 1968: 2). Por muchos afios fue aceptada como un axioma por los estadistas ar- gentinos la urgente necesidad de poblar el inmenso tersitorio y convocar a grandes contingentes de inmigrantes para lograr el acrecentamiento de las exportaciones cuya expansién em considerada sindnimo de desarrollo eco- némico, En 1852 Juan Bautista Alberdi sintetiza el espirita imperante en ese ‘momento al proclamar que “gobemnar es poblar”. A él se sumaron otras cons- picuas voces sefialando las virtudes de los inmigrantes, en particular los de Europa central y septentrional, Pero al tiempo que encomiaban 2 éstos de- nigraban al criollo: sostenian enfiticamente su desidia y holgazaneria y completaban este cuadro desfavorable puntualizando su ignorancia'y caren- cia de aspireciones de progreso. Influyentes personajes de esa época con- tribuyeron a afianzar y difundir el estereotipo que se formé en tomo del ha- bitante native. Ast Domingo F, Sarmiento (Ferla 1974: 41-42) diré: “Hay que desalojar al criollo como éste desalojara al indio, En cfen afios del mejor sistema de instrucciéa no hardis de él un obrero inglés". Tomando como punto de referencia las exitosas experiencias contemporineas de Estados Uni- dos de Norteamérica, Canadé y Australia, la élite gobemante centraba eu los inmigrantes sus expectativas de prosperidad econémica estabilidad politica y desarrollo cultural. Consideraba que ellos contribuirian a que el ‘pals activara sus recursos, sentando las bases para la transicién de la socie- 70 dad tradicional a la moderna. Aportarian de este modo al progresu y Ya moderidad, y coneretarian los cambios que el gobiemo anhelaba viva. mente, A raiz de estas convocatorias y de las oportunidades de una economia agricola en expansién, en Ja década de 1870 la inmigracién, vislumbrada por aquellos estadistas, comenté a incrementarse y se aceleré precipitada- mente en las cuatro décadas subsiguientes hasta la primera guerma mun‘ dial, La mayorla de los extranjeros, sin embargo, no provenia de los paises consideredos como mas deseables y sptos sino de la cuenca mediterranea de Europa: Italia y Espafia, A su ver, la clase dirigente, que concentrabe el poder politico y econémico, monopolizé las tierras cuando casi no tenian vaior, sin que el gobierno argentino acertara a adoptar una politics racional antes de que las gigantescas extensiones de fértiles Hanuras —pertenecientes al dominio piblico~ pasaran ¢ manos privades. En el momento en que la agricultura demostré la vitalidad de esas tierras, el agricultor ya no podia ser duefo de elles (Scobie 1968: cap. VII). No obstante, existieron por parte de autoridades provinciales y nacionales algunos esfuerzos e intentos frus- trades para modificar esta politica de tierras, pero muy poca de la gente de la élite terrateniente “se mostraba deseosa de cambiar las prictices que les habfen granjeado riqueza y poderfo, y que prometian para el futuro compensaciones ain mayores” (Scobie 1968: 149). Debido al escaso apoyo gubernamental para instalar en el campo a los millares de europeos que legaban, el grueso de ellos se radicé en las ciu- dades costeras, ocupindose en actividades vinculadas con los servicios o el comercio, Muchos se afincaron en areas rurales dedicdndose a tareas agri- coles, pero el pequeio agricultor tuvo que conformarse con la ocupacién de Ja tierra sin tener acceso a la propiedad misma. Esto, unido e las rudimen- tarias comunicaciones, a las exormes distancias que contribuian a su aisla- miento, al acoso de funcionarios encargados de cobrar gravimenes, y a la indiferencia oficial hacia los asuntos rurales, desalenté a los inmigrantes. Mu- chos de sus bijos, que constitwian Ja primera generacién nacida en el pafs, confluyerén hacia las ciudades atestando sus barrios bajos y casas de ingui- Unatos. Es asi como Buenos Aires, Rosario, Santa Fe y Bahia Blance en 1pocos afios multiplicaron su goblacién. De 187.000 hebitantes que posela Buenos Aires en 1869 pas6 a tener 1.577.000 en 1914; Rosario de 23.000 a 293,000; Santa Fe de 11.000 a 60,000 y Bahia Blanca de 1.000 a 62.000. Este impetuoso, crecimiento de las ciudades no s6lo es consecuencia de Ja inmigracién sino también del desplazamiento de los nativos del interior del pais, que para 1880 comienzan a abendonar el campo y encaminarse a nm és centres de nucleamiento de poblacién en busca de trabajo y bien ‘stir, Ese jnterior, otrora importante por sus industrias regionales, quedé retrasado y subordinado a la hegemonia de Buenos Aires. Los extranjeros y sus descendientes inmedistos, asentades en areas urbanas, pronto empezaron a moverse en la escala social al actecentar riqueza y estatus alterando le estructura de Ia sociedad, Se insertaron como profesionales, comerciantes y pequefios industriles, y segin sefala José Luis de Imaz (citado por Sol- berg 1970: 62) la primera generacién leg a ocuptr cargos altos ea la Iglesia y el Ejército, institueiones éstas que en la Argentina han tenido una influencia decisive sobre el poder politico. El répido ascenso de los extran- jeros a la clase media preocupé a politicos, poriodistas y literatos que en un primer momeato los habian acogide con entusiasmo y que ebora observaban resultados no previstos. Como agudamente comenta Carol Solberg (1970: 81-82) la élite gobemante se encontr ante un dilema. Las pautas econé micas indicaban que la creciente prosperidad necesitaba mis inmigraciéa. Pero nuevos inmigrantes continuarian entrando a Ja clase media y acelera- ria los cambios sociales que amenazaban el poder del sector terrateniente. Frustrada ante este dilema, la clase alta empezé a generar una reaceién hos- fi] hacia los advenedizos nuevos ricos, euya competencia constitufa un pe- ligro para el dominio econémico, politico y social que sustentaba, Comenzé fentonces 2 restringir su entrada en ambientes refinados y en las reuniones de alcurnia, mientras Jos intelectuales mostraban a través de libros, folletos yy periddicos uma nueva imagen del inmigrante, al que ahora presentaban como inescrupuloso y materialist, Reparaban que la mayoria de los extran- jeros no eran portadores de Ja aristocrética cultura europea que tanto ad- miraban, sino nisticos artesanos y agricultores que hmian de la pobreza. y la marginacién de sus paises de origen. FLORECIMIENTO DEL NACIONALISMO Estas reacciones facilitaron el florecimiento de un movimiento nacio- nalista que conté con figuras de ascendiente en el ambito econémico y pi litico como Honorio Pueyrredén, Luis V. Lépez, Lucio V, Mansilla, Mi- rel Cané y José M. Ramos Mejia, quienes reiteradamente manifestaban su inquietud ante el impacto cultural de Je inmigracién que estaba destruyendo valores verculos de largo arraigo en la sociedad argentina, Paralelamente 2 este movimiento, y anticipéndose a él —si tomamos en cuenta le obra de Bartolomé Hidalgo (1788-1822) e Hilario Ascasubi (1807-1875)— arremete otra vertiente nacionalista que sé nutre de la literatura basada en la vide ¥ costumiares del habitante de la pampa bonaerense. E] gaucho se convierte ® fen fuente de inspiracién de potas y escritores. Es presentado en sus distin. tas facetas en ocasiones personificadas-en. varios personajes 0 superpuestas fen uno solo; tan pronto pueds ser mesurado,, valiente, sobrio en la expresién de, sus emociones, amante de la libertad, hacer gala de sus sentimientos pa- tridticos, rendir culto a la amistad, luchar contra las injusticias sociales como puede ser picaro, pendenciero, rebelde u oponerse a la autoridad. La popularidad alcanzads por Martin Fierro y Juan Moreira, obras’ cen- tradas en’la vida del gaucho y su ‘mundo.’ no tenia precedente en los ana- les bibliogrificos argentinos de Fines del siglo pasado. José Heméndez. publica Ja primera edicién en 1872 y para 1879 se habian sucedido once ediciones de mil ejemplares cada una, sin contar las clandestinas y fraudulentas’ (Cor- tazar 1969: 77), Eduardo Gutiérrez publica Juan Moreira en 1979, y aunque no hay datos certeros sobre el niimero de ediciones ni Ia tirada de esta no- vvela folletinesca, existen referencias de que.constituyé un éxito editorial aim mayor que el Martin Fierro. Esta obra logré todavia més fama cuando fue adaptada al teatro criollo y representada por Jost Podesté, Curiosamente, fl repentino entusiasmo con'que fueron acogidas estas creaciones y Ia re- valorizacién del gaucho llegaban cuando éste habla sido arrinconado por las nuevas concepciones de explotacién de la tierra, y estaba extingiiéndosé ‘cemo tipo social. La exaltaciin con que estas obras ftieron recibidas por los sectores popularés desencadend reacciones encontradas. en la élite terrate: niente, que oscilaba entre le atraccién y el rechazo. Pero las ‘muestras de disgusto- cedieron paso al: nueyo orden gestado que: favorecia sus intereses. Adolfo Prieto (1988: 18-19)" proporciona una interpretacién del sentido que pudieron haber tenido. esi su momiento estos signos de crialiimo para los istintos componentes de Ia sociedad: para los grupos diigentes de la poblacién native, eit cvollimopudo signi: ficar el modo de afirmctin de ss propia Ieptimidad y @ modo de rechazo de Ja presencia inquietante del extranjero. Para los sectres: populares de est misma poblacién’ native, desplazados de sus Tugares de origen' e insalados en Jas ciudades, ese criliimo pudo fer una expresién de nostalgia 0 uma forma susttutiva € sebelién contra Ta extrafeza 'y las imposiclones del escenario wi ino, Y para muchos exranjerot pudo significar la forma inmediata y visible de asimilacién, le credencial de cudadania de que podian. munirse para ine ‘epiarse con derechos plenos en al creciente torrente de la. vide social.” ‘A la par que el gaucho desaparece como actor social, al compés de los cambios, de su mundo circundante, renace como simbolo. El nacionalismo. hace de él-un ideal de vida y de conducta, ensalzando sus virtudes hasta B elevarlo a la categoria de modelo, y le élite gobernante al promover sus valores justiica su continuidad en el control politico (Solberg 1970: 156). Prueba de la magnitud que alcanza la exaltacién de esta figura es que en sélo diez alos (1880-1890) se publiccn més de treinta novelas gauchescas, desde 1690 1 1900 se editan otros tantos dramas criollos, se estrenan cerca cuenta obras teatrales gauchescas y hacia 1910 se publican cincuenta 05 gauchescos y se crean més de doscientos “centros criollos” (Vega 1981; 33). Como vimos, el gaucho es enaltecido por sectores sociales anta- gonicos; resulta dificil establecer sii surge en los sectores populares 0 en circulos literarios imbuidos de los valores de los sectores dominantes, trincada génesis de establecer porque ambos polos se retroalimentan ¢ in- fiayen mutuamente a través de miltiples canales de comunicacién que en los iltimos afios han Uamado la atencién tanto de folkloristas (Dégh y Véa- sonyi 1976) como de otros cientificos sotiales. Lo cierto es que el gaucho y su modo de vida pasaron a ser emblemas del folklore argentino al mismo tiempo que se eliminaba alli de cuajo al inmigrante y todo lo asociado con 1. El gaucho, menospreciado poco tiempo atrés, se convierte en arquetipo de la nacionalidad argentina que eclipse y excluye cualquier otxo representante tipico de lar variadas regiones que conforman nuestro pais. Contrasta esta exclusividad con la abundancia de personajes idiosincriticos de regiones 0 actividades que encontramos en los Estados Unidos de Norteamérica, pais que también recibié un aluvién de inmigrantes, y que Richard M. Dorson (1959: 199-283) describe como}“galeria de héroes folkléricos”. Este privile- gio de un solo tipo social sobre el resto posiblemente se deba 2 que sim- boliza Ia zoxa que concentra la mayor riqueza del pais, Al filo de la centuria, las autoridades gubernamentales se abocaron a afianzar Ia estructura politice-social del pais, alterada con la introduccién de millones de extranjeros. Preocupadas por la avasallante cantidad de po- blacién inmisrante, concibieron un proyecto para inculear a través de las es- cuclas el sentido argentino de nacionalidad. En esta empresa Ricardo Rojas cumplié un papel muy importante. Fue comisionado a Europa por el enton- ces Ministerio de Instruccién Publica para estudiar el régimen de educo. cidn de sus escuelas; cumplié la misién con el entusiasmo de sus jévenes veinticinco aiios. A su regreso, presenté un informe de su viaje con el titulo de La restouracién nacionalista, que se publicé en 1909 y fue reeditado en 1922, impreso en forma oficial y distribuido entre los maestros de todo el pais. El libro hace una critica @ la educacién europeizante impartida hasta entonces y preconiza la necesidad de imprimir un carécter genuinamente nacional a le ensefanza, Esta, decia Rojas (1992a: 154), en vez de cen 4 trarse en une educacién enciclopedista, con programas copiades de maruu!es extranjeros, deberé basarse ex textos elaborados de acuerdo con muestras propias necesidades. La escuela, agregaba, deber contribuir a la formac‘én de la conciencia nacional de los alumnos, y sentaré las bases para moldear tun ciudadano respetuoso de su herencia cultural y “profundamente argentino” (1922a: 200). Para Rojas esa conciencia nacional se plasma cuando una nacién encuen- tra su fisonomfa particular, que en caso de la Argentina estaba enraizada en la conjuncién de la tradicién hispinica y la indigena (1922b). Mientras celebra que en el interior del pafs —mencs afectado por la inmigracién— atin se conserve esa tradicién gestada a lo largo de tres siglos, recbaza el cosmopolitismo imperante en Buenos Aires, que con su desarraigo desvirtia y corrompe esa herencia cultural. Inspirado en el romanticismo de Jobann G. Herder, clama por la imperiosa necesidad de recuperar el amor a las tradiciones sustentadas en los valores ancestrales, que cohesionan al pueblo. Al igual que Herder, también considera que el “folclor” es el instrumento que permite conocer el “alma del pueblo” al marcar la continuidad entre el pasado y el presente, y por eso diré: “EL ffoleler) define la perdstencia del alma sacional, mostrendo cémo, a perar el progreso y de los cambios exteros, bay en la vida de las naciones una substancia intrahistérica que persiste. Esta substancia intrabistérca es la que hay que salvar, para que um pueblo se reconozca siempre a si mismo” (1022: 83). Sustancia que, segin Rojes, contribuiria a la unidad de la poblaci confiriéndole la deseada homogeneidad cultural, contracara de la heteroge- neidad vista, en ese entonces, como un solapado peligro de disolucién so- ‘ial, Se ubica de esta forma ex. Ie teorla que més tarde se denominé “crisol de razas” (melting pot), que propendia a la fusién de las distintas vertientes peblacionales en una masa indiferenciada, Rojas ejercié un liderazgo entre sus contemporineos, y su prédica na- cionalista tuvo un ascendiente arrcllador entre los intelectuales y la clase alta, que encontraba en es0s idzales un medio de legitimar sus valores sobre el resto de la sociedad. Como veremos, su influencia también se hari sentir en el desarrollo de Ia folldorisica argentina. LOS PRECURSORES Son anticuarios y arqueélogos quienes inicfan entre nosotros los estu- dios folkléricos. Samuel Lafone Quevedo, educado en Inglaterra, fue quien 6 primero mencioné el sentido folklérico de su obra en una serie de cartas publicadas en el diario La Nacién entre 1883 y 1883, que tratan sobre cos- tumbres, cuentos y anéedotas tradicionales de la provincia de Catamarca, fomadas ce boca del pueblo. En 1888 estas cartas son compiladas en forma de libro y editadas con el titulo de Londres y Catamarca. Le siguen Adén Quiroga, Eric Boman y Juan B, Ambrosetti, El primero de ellos oftece en “Folklore Calchagui” (1897) descripciones de fiestas, cultos y creencias de Ja zona cordillerana del Noroeste, exbumando raices indigenas en pricticas aparentemente hispénicas. El cientifieo sueco Eric Boman —quien estaba al tanto de la labor del folklorista francés Paul Sébillot— describe minuciosa- mente costumbres jujedas de las punas y la Quebrada de Humabuaca en el tomo segundo de su libro Antiquités de la Région Andine (1908), y vincula las tradiciones en uso entre los pobladores de les regiones que estudia con Ja cultura prehispinica. Juan B. Ambrosetti en Supersticiones y Leyendas (4917) transcribe relatos y_creencias recogidos personalmente en Misiones, en los valles Calchaguies y en las pampas de la provincia de Buenos Aires, proporcionando el contexto en que estas expresiones emergen. En el prélogo de su libro explica cémo se acufié la voz “folklore” y da pruebas de que conoce Ia orientacién que el folklorista inglés Andzew Lang imprimié a su trabajo. Estos precursores del folklore tienen ademis otras afinidades que los mancomuzan, Todos ellos relacionan las ramas de la antropologia —arqueo- logia, etnologia y folklore coma distintas etapas del desarrollo de la cultura, y estén al tanto de las actividades folkléricas que a la sazén se levan a cabo fen el nivel académico de Europa. Ademés son coetineos y graduados uni- versitarios, excepto Ambrosetti, pero éste se hallaba vinculado al ambiente cientifico, participd en expediciones antropolégicas v represent al pais en cenngresos de americanistas. Otzo pionero es el cientifico alemin, Robert Lehmanné-Nitsche, egresado. de la Universidad de Munich, quien por casi cuarenta aiios (1897-1930) residié en la Argentine desempesindose como profesor en las universidades de La Pleta y Buenos Aires. Durante su larga permanencia en nuestro pais swaliz6 trabajos. de etnologia, lingiistica y folklore pero es en este il mo campe donde tuvo una labor més sostenida y mostré su sélida formacién. La sola mencién de algunos de los temas que abordé, publicados desde 1911 hhasta 1928 en una serie de estudios monogrificos con al titulo de Folklore argentino, testimonia la amplia gama de sus intereses: “El retajo’; “La bota de potro”; “Santos Vega”; “La ramada”; “Mites omitolégicos” y “Adivinan- zs sioplacenses”. Evidencia también su vasta erudicién que le permite hacet. % frecuentes referencias a otros paises de América y Europa, La clasificacién de adivinanzas que él propome para el millar de acertijos recogides mayo- ritariamente entre estudiantes universitarios, sirvié de base para que Archer Taylor ordenara la mejor coleccién de adivinanzas anglo-americanas. No obstante el reconocimiento de la trascendencia de la obra de Lehmann che, por alrededor de cinco décadas los folkloristas argentinos que le su- cedieron miraron con cierto recelo sus procedimientos de trabajo. Encasi- ados en concebir al folklore como patrimonio privativo de los sectores ru- rales, pobres y marginados, no acertaban a comprender cémo Lehmenp/ che utilizaba’ material recopilado entre estudiantes universitarios, ajenos al exclusive Ambito en el que, segin creian, cizeulaba el folklore. Los primeros' pasos de Ia folkloristica fueron por cierto muy promiso- rics porque cont con un cima social y politico propicio, con apoyo para Ja investigacion y gente capacitada ara engarerla, que estaba al tanto de To que se producia en esta disciplina en el orden internacional. Sin erabargo, este ambiente favorable empezd a ceder terreno al desaparecer estas figu: ras, y la retraccién y el aislamiento ganaron a este campo de especislizacién. Surgen, entonces, improvisados folkloristas con auténtico amor a la tradicién verndcula pero sin los instrumentos adecuados para recogerla y analizarla. Es asi como escritores, historiadores, abogados, médicos y militares, descen- Vientes de aristuviiticas fauilias proviuciauas (Carrizo 1959: 129-152) vol- yieron la mirada hacia el interior del pais buscando costumbres autéctonas que 0 babjan sido contaminadas por el cosmopolitismo. Fijaron su atencién en el hombre rural, que se convirtié en el tinico portador de Ja genuina tra- dicién. argentina. Describieron en nostélgicas y coloridas estampas costum- bristas, distintas facetas de su vida como actividades laborales y festivas, sus leyendas, cuentos, creencias, cantos y bailes. Creian que de este modo lograrfan salvar del olvido el patrimonio. cultural del campesino antes de que Ja répida evolucién del pais borrara aquellas luchas originales. Estaban ur- sidos por afianzar ‘el sentido de nacionalidad, el que no solo se constituyé en una necesidad sino en un deber patridtico Rojas,” citado. por Carrizo 1953: 18). Este epurarse por recoger las manifestaciones de la vida del pue- Blo antes que ellas desaparezcan, tefiido en muchos casos de -patrioterismo, marcé muy fuerte a la folldoristica argentina, Constituyé un pesado lastre del que aiin hoy no logra desprenderse, més alld de un reducido circulo académico que no adbiere a esta premise. LAS ENCUESTAS FOLKLORICAS Las ideas sustentadas por. Rojas en Ia Restauracién nacionalista sobre 7 Ja esencia de la nacionalidad argentina, cimentada en raices hispinicas ¢ ndigenas, constituyeron una fuente de inspiracién para Juan P. Ramos, vo- cal del Consejo Nacional de Educacién. Por iniciativa suya, en 1921 este Consejo lleva @ cabo una encuesta folklérica con la colaboracién de maes- tros de todo el pais. El espiritu que anima a Ramos para emprender esta ora esté reflejado en los considerandos del proyecto (1921: 4) cuando re- clama la necesidad de que los maestros recuperen de la “memoria oral del blo” expresiones folkléricas, aiin vigentes pero en vias de desaparicién, el inexorable avance del cosmopolitismo, El maestro, decie, que “pres: ta servicios en las regiones del interior que conservan todavia intacta la noble tradicién del pasado”, es quien mejor puede llevar adelante esta tras- cendental compilacién y contribuiré con ello 2 una “obra patriética”. Pero aclarabe que no debian recopilar “ningin elemento que resulte exético en nuestro suelo como serfan, por ejemplo, poesias y canciones contempordneas nacidas en pueblos extranjeros y trasplantadas recientemente a la Repiiblica ppor influjo de la inmigracién” (1921: 5). De esta forma la tradicién que endian salvaguardar del olvido, ademés de resultar una fuerza inamo- vible, estaba vinculada exclusivamente con la herencia hispénica e indigena, excluyend6 el patrimonio cultural del inmigrante como un eporte que no coadyuvé 2 la formacién de la nacionalidad, Para Ramos, Ia tradicién, una vez acrisolada, permanecia como un bien incontaminado e incapaz de sufrit transformaciones. A fin de orientar a los maestros, el mismo Ramos (1921) y su secretario confeccionsron un folleto que lleva por titulo Folklore argentino y que con- tiene las instrucefones para el registro de los dates. Los maestros, apremia- dos a cumplir este requisite, debian hacer Ia compilacién en el lugar donde ejercfan la docencia, con el que a menudo no estaban familiarizatios. Ade- més, ignorantes de las técnicas de recopilacién pese a las advertencias del folleto— recogieron cuanto les dictaron y junto con géneros tradicionales apuntaron otros que no tenfan arraigo en la poblacién. No pocos de ellos —para abultar sus remesas— en vez de obtener los testimonios de boca de los propios lugarefios, copiaron directamente de libros a su aleance @ veces ajenos al ambiente que procuraban documentar. Todo lo cual llevé a Juan Alfonso Cartizo (1953: 161) a tildar de espuria a la muestra. No obstante Jos defectos de que adolece, constituye una fuente de informacién que abarca la totalidad del pais en un determinado momento histérico: la respuesta del ma- gisterio formé una voluminosa coleccién inédits, de alrededor de cuarente mill piezas, particularmente rica en cuentos, leyendas y juegos infantiles. Esta eneuesta fue donada al Instituto de Literatura Argentina de le Universidad 8 do Rojas, por entonces decano de ts wublicaron un eatilogo descriptive con ps6 al Instituto Na- ‘de Buenos Aires a pe Facultad de Filosofia y Letras. 4 una clasificacién provisional por provineias. Y en 19% sional de la Tradiciéa, cuyo perional publicé algunas de las especies, previa seleccién y estudio. i juzgamos por los reiterados intentos de implantarla, las autoridades ecucativas sintieron un atractivo especial por la encuesta folkiérica instru- ‘mentada por maestros, a pesar de que la primera no dio los resultados es- perados, En 1939 el Consejo Nacional de Educacién (Antologia jolklérie Argentina 1940) vuelve a emprender-otra, y en 1951 lo hace el Ministerio Ge Educacién de Ja Provincia ce Buenos Aires (Encuesta folklérica general del magisterio 1951). No sélo Uma Ja atencién esta tenacidad sino también Ja persistencia de los objetivos. Aunque habian transcurrido cerca de veinte y treinta afios respectivamente desde Ia de 1981, en los considerandos ins- trucciones de las nuevas encuesas sigue insistiéndose en los valores del na- cionalismo y se proponen politicas culturales basadas en el amor a la patria, al afianzamiento de la nacionalidad argentina, el resguardo del patrimonio ‘tradicional conformado por el legado. espaol y el aborigen, como potencial neutralizante de la influencia del inmigrante. Sin poner en duda las buenas Jintenciones de los planificadores educativos, no reparaban que por el mero hecho de tratar de custodiar a la tradicién, la congelaban y convertian en pieza de museo, SISTEMATIZACION DE LOS ESTUDIOS FOLKLORICOS En 1943 se funde el Instituto Nacional de la Tradiciéa y su primer director, Juan Alfonso Carrizo, a través de la més intensa investigacién de campo llevada a cabo por ur folklorista argentino, reunié mis de 23.000 ‘eoplas que sé mantenian vivas en le tradicién oral. Pueblo por pueblo re- corrié las provincias de Salta, Jujuy, Tucumdn, La Rioja y Catamarea, y fruto de esas andanzas fueron los Cancioneros que publicé entre 1996 y 1949. Su profundo conocimiento de las fuentes literarias espaficlas de la Edad Media y del Siglo de Cro, le sirvié de base para sustentar la proce- dencia hispinica de nuestro folklore poético (1945). Alrededor de Carrizo se formé un equipo que, ademés de analizar el material de la encuesta ‘del magisterio de 1921, se abocé al estudio de otros aspectos de lz cultura tradicional, De sus integrantes, Susana Chertudi fue quien tuvo mayor con- tinuidad, manteniéndose informeda sobre los estudios folkléricos en dis: ‘tintos paises, que dio a concer a través de sus publicaciones y compartié 9 ccon sus alumnos en la cétedra universitaria. Se especializ6 en narrativa po- plar y fue la dniea investigadora de nuestro pais con dominio en el manejo de los indices de tipos y motives de la literatura orsl, clasficaciones que aplicd en sus estudios sobre el cuento folklérico de la Argentina (1960 y 1964). EI Instituto Nacional de ta Tradicién cambié por tres veces su deno- rminaciém, la ultima y actual fue Instituto Nacional de Antropologia. La revista que publica, Cuadernos, muestra las modificaciones que el nuevo nom- bre trajo aparejado, ya que no se dedica con exclusividad al folklore argen- tino y americano, sino que otras reas de la antropologia lo aventajan. Surge para esta época otra figura, Carlos Vega, quien tiene un papel relevante en el estudio de la musica folklérica. Al fundarse el Instituto Na- cional de Musicologia, fue designado director en 1944. Es él un erudito del estucio de la misica, danza e instrumentos musicales regionales (1944a, b y 1946), que realiz6 una extensa recopilacién en Ie Argentina y en paises limitrofes aportando minuciosas indagaciones histéricas y un ensayo dé cla- sificacién de la misica y las danzas tradicionales. Formé varios discipulos, entre los que se ha destacado Isabel Aretz, quien en la actualidad se des- empeiia en Venezuela como Presidente de la Fundacién de Emomusicologia y Folklae (FUNDEF). Hacia 1940 los estudiosos comienzan 2 manifester interés por definir 4 concepto de folklore, y se acentia esta tendencia en las décadas siguien- tes. Son varios los que lo intentaron: Augusto Rail Cortazar, Ismael Moya, José Imtelloni, Brano Jacovella, Carlos Vega y Armando Vivante. De todos estos intentos, son las propuestas de Cortazar y Vega las que alcanzan ma- yor difusién, Gortizar' (1942) elabora un esquema basado en el concépto de “socit ad folk” de Robert Redfield como polo opuesto 2 lz sociedad urbana Asocia al folk con los campesinos presuponiendo que ellos .constituyen co- munidades homogéneas, aisladas, pequedas y autosuficientes, A. partir del folk engerza los restantes rasgos que tipifican al fenémeno folklérica: ealee- tivo, tradicional, oral, anénimo, empirico, funcional y regional. Desde esta posicién, el folk queda reducido al campesino analfabeto, aferrado a tradi- ciones arcestrales y sin acceso a la teenologia moderna, Ademés de los campesinds, Vega (1960) incluye también a los sectores uurbanos pobres cuando éstos conservan supervivencias de formas culturales gue hoy ban perdido vigencia y eficacia. Tanto Vega como Cortazar con- sideran que se trata de bienes provenientes de una capa social “superior” que cuando son desechados por ésta quedan relegades y coxfinados @ ni- 80 veles inferiores, Es, sin duda, un enfoque eminentemente clasista y, ademés, como se ha sealado (Blache y Magarifios de Morentin 1960a: 63), desde esta dptica el folk puede imitar el fenémeno folklérico pero no es capaz de crearlo: dnicamente tiene aptitud para adoptarlo y transmitilo de genera cién en generacién 2 quienes viven en sus mismas condiciones socio-econé- micas; posicién ésta que, como veremos, se ha modificado radicalmente en la folkloristica modema, ‘Aun sin ser conscientes de los alcances de sus pro- uestas tedricas, estos folklocistas vertebran sus planteos alrededor de los ‘valores sustentados por la oligarquia agro-ganadera; traslucen Ia posicién eli- tista desde la cual analizan determinadas manifestaciones culturales. Desde alli reconocen como folklore sélo aquello que alguna vez pertenecié al sector hhegeménico, y que encuentran a manera de residuos en sectores subalieros, deseribiéndolos con un halo de nostalgia. Esta afioranza movié a muchos a emprender una eruzada de rescate del folklore por circunscribirlo a expre- siones moribundas. Ademés, estas propuestas tedricas carecen de fuerza ex- plicativa para interpretar los profundos cambios que “simulténeamente se estaban dando en Ia sociedad argentina, como el proceso de urbanizacién, las migraciones intemas y la influencia cada vez mds creciente de los me dios masivos de comunicaciés, Estos teéricos se inspiraron en la convincente prédica de Ricardo Rojas y en Ia ideologia del nacioralismo que estaba declinando en otras esferas, de la vida pébliea del pais, pero que encontraba en la folkloristica un reducto séguro. Cortazar, por ejemplo, muestra reminiscencias roménticas cuando dice gue el folklore es una “disciplina de amor” (1939: 11), lo que ha sido acep- tado como un hecho incontrovertible por muchos de los que se adentraron en este campo. Como hemos sefialado en su oportunidad (Blache y Maga- rifios de Morentin 1980: 6), y sin descartar la trascendencia del amor 2 Ja tarea por cumplir, la sola presencia del compromiso afectivo no consti- tuye un punto de arranque silido para una disciplina si sus presupuestos no estin organizados como para definir con rigor légico sus conceptos y esta- Dlecer un sistema de enunciados capaces de explicarlos en el ambito del comportamiento humano. También nos dice Cortazar (1975: 49-52) que el “auténtico” folklore Hega a constituirse en tal luego de una prolongada tra- yectoria de siglos o milenios. En la Argentina, segin él, este largo proceso fe el resultado de la decantacién de las culturas hispénica e indigena, que dio lugar a comunidades foikléricas locales o regionales cohesionadas por tun sistema de valores. homogéneos a los que deberin amoldarse las nuevas generaciones (1999: 10). De esta forma los inmigrantes quedan excluidos, de producir “auténtico” folklore y éstos también tendrén que adecuarse al ‘ya establecido, En consecuencia, se descarta le posibilidad de que la incor- ‘poracién de ellos genere nuevos fenémenos folkléricos o la adecuacién y transformaciin de otros. Al igual que Rojas, concibe @ la heterogeneidad: cesmopolita como un peligro de disolucién de nuestras tradiciones ancestra- les, y, por ende, de nuestra nacionalidad (1939: 10). ‘Tambiéa fue Cortazar quien propuso en 1955 la creacién de la licen~ iatura en Folkiore en Ja Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires, carrera que poco tiempo después fue absorbida por la Ii cenciatura en Ciencias Antropolégicas, en donde el folklore pasé a integrar ‘uno de sus campos de especializacién conjuntamente con arqueclogia y et- nologia, y cue en el ultimo plan de estudios de Ia carrera quedé reducido al dictado ée una materia, ‘Al cabo de los afios y de la publicacién de centenares de articulos, Cor- tazar va madurando su concepto de folklore al mismo tiempo que acomoda Ja terminolcgia. Pero desde que se inicia en este campo en 1939 hasta sv muerte en 1974, no modifica lof postulados fundamentales de su conceptua- lizacién original. Su propuesta alcanzé amplia difusién entre los. estudio- sos y se extendié a la opinién piblica y los medios masives de comunicacién, y fue adoptada como un dogma por sus seguidores. Por considerarla éstos un principio irrebatible, no dio lugar a su contrastacién empirica y menos aim a contoversias y discrepancias que permitieran enriquecerla. Esto tal vez se debi6 a Ie atrayente personalidad de Cortazar y a su continua y perseverante labor de divulgatién, lo que —sumado a su generosidad en bbrindar apoyo y oportunidades 2 colegas y alumnos— desperté simpattas y Tealtades. Lealtades que, en algunos casos, evaron @ sus discfpulos al ex- tremo de juzgar como traidores a quienes osaban proponer la necesidad de ajustar y actualizar su marco teérico. Esta intransigencia coadyuvé a mantener a la folkloristica argentina en una burbuje; su propio retraso la hizo refugiar~ se en s{ mia, resistiendo tenazmente toda posibilidad de cambio, Siguieron imperando en ella Jos principios del nacionalismo nostélgico y se acentuaron cada ver mis su aislamiento y su distancia del contesto histérico y social en i que actuaba el desarrollo de la disciplina en otras latitudes. Incidié también en este aislamiento la idfosincracia cultural argentina. y Ja inestabilidad politica, de las que no escapa la folkloristica. Desde sus inicios y en distintos momentos, por resolucién publica o privada se crearon institutos, museos, asociaciones y revistas folkléricas 0 se fomentaron y sub- sidiaron estos estudios (Carsizo 1953: 27-35). Pero como sucede a menudo,. estas iniciativas tienen vida efimera y pronto se malograron. Cuesta proseguir Ja labor comenzada por otros y silo se estd decididamente dispuesto 2 con- 82 : tinuar cuando se es el creador de una propuesta, truncando de este modo valiosos proyectos. Es por ello que apoyos financieros para investigaciones ‘© publicaciones se desvanecen 2 la muerte del gestor 0 patrocinador iniial © ante los frecuentes vaivenes de las politicas culturales 0 econémicas. mien- tras que en paises organizados estas actividades tienen largo aliento. Asi ‘ocurre, por ejemplo, con el Joursal of American Folklor, que aparece en for- ma ininterrumpida desde 1888 hasta “la actualidad, Aunque se advierten los cambios de orientacién que los sucesivos comités editoriales imprimen a Je revista, sin embargo, persiste su publicacién, LOS NUEVOS PARADIGMAS A diferencia de lo ocurrido en la Argentina, en donde por mucho tiempo Ja folkloristica mantuvo un marcado retraimiento, oponiéndose a alteracio- es en sus enunciados imponiendo wa Unico encuadre tedrieo, en Ambitos intemacionales se producfan itiportantes modificaciones, particularmente 4 partir de la década del ‘60, Por supuesto, en estos centros académicos el es- tudio del folklore no constituye un blogue uniforme sino que existen ten- dencias bien diferenciades producto del desarrollo histérico en cada pais y de la coesistencia de criterios distintos, a veces contrapuestos, entre los ‘especialistas. Estos llevaron a cabo replanteos y criticas e incorporaron otras erspecuvas, las que se observan en la delimitacion del fen6meno folklorico y sus concomitantes como el grupo social en donde circula el mensaje que conlleva y el contexto social en el que se manifiesta 2 Los enfoques hoy vigentes no determinan a priori el grupo de los por- tudores o productores de folklore atendiendo a la localizacién geogréfica de Jos individuos que lo conforman o al lugar que ocupan en la estructura social, Pueden tanto ser gente citadina como habitantes rurales, pertenecer sectores dominantes como dominados. No reducen lo folklérico a las clases ‘oprimides y tampoco postulan como nica articulacién posible la basada en relaciones asimétricas entre se:tores hegeménicos y subalternos en virtud de intereses contrapuestos. Consideran, en cambio, que es un tipo de com- portamiento social —el que puede manifestarse indistints, consecutiva 0 si- multéneamente por medio de le palabra, une conducta 0 un producto— fac- tible de ser poseido por todo ser humano en interaccién con otros. El grupo no es concebido como una categorie social (definida por edad, sexo, nivel de ingreso, etnicidad, etc.) sino como un conjunto de personas que com- parte un comportamiento que Jos identifica Prestan atencién al valor del grupo en funciin de la historia del sistema social, sus relacfones con el con- texio, sus integrantes y la, posible participacién de un individuo en distintos grapes. folldéricos., Ea consecuencia tienen .en cuenta las vinculaciones competencias que se establecen partic de la dindmica de las relaciones femergentes entre distintos grupos sociales que entran en contacto en la vida ‘eotidiana Todo esto ha ampliado notablemente el campo de estudio de la aiscipline al mismo tiempo que descarta la posibilidad de la muerte inelu- ible de los fenémenos que estudia, Por’ las caracteristicas de estos comportamientos, constituyen mensajer que tienen tradicién en la historia del grupo. La tradicién, que fue la piedra fundameatal del folklore, ya no es presentada como un legado heredado cuya rusicidad, longevided y permanencia aseguran su caricter genuino. No Ja conciben como una fuerza estitica e inmutable opuesta a Is modemidad ‘sino’ como cualidades complementarias porque. sus creadores 0 portadores es- tin traspasando a sus continuadores la manera de dar respuesta, de adap- tarse,.de vineularse con su contexto en el presente siguiendo pautes prove- nientes:del-pasado. Ven en Ja tradicién un mecanismo de. seleecién-y aut» de invensién, proyectado hacia el pasado para legitimar. al presente. Ademés, esos comportamientos, cuyas. propuestas responden 2 necesidades ¢-intere- ses comunes.al grupo, producen en su circulacién efectos identificatorios. En consecuencia, Jos folkloristas en la actualidad centran. sus andlisis en las condiciones de produccién, circulacién e interpretacién de esos mensajes, el proceso de comunicacién que ellos plantean en un. grupo, las reglas suciales ‘que los. gobiernan y las intertelaciones donde se negocian las identidades. de Jos grupos en juego. \ ~ La, preocupacién centrada con anterioridad en el fendmeno en si. inismo ‘se desplez6 hacia el grupo que Jo comparte y Ja manera‘en que se traosmite y clreula, Ello esti intimamente ligado con las circunstancias de: produccién -del mensaje: la oportunidad, el momento, el lugar, los sujetos involucrados yet canal social y fisico por el que trespass: ¥ se propaga, Jo que muestra Ja estrecha.relacién entre el comportamiento y la, vida social del grupo. Y zo sélo toman en consideracién el contexto de actuacién en el que:se ma- nifiesta sino también las relaciones.que establece con el contexto social-y ef societal. Fay en estos presupuestos una diferencia .sustancial con las corrientes nacionalistas que-concebfan al folklore como el “espiritu del pueblo”, una esencia enraizada en Io tehirico y ancestral, reconociendo sélo’ algunos lege- dos ccultarales al tiempo que desechaban otros. Presentaban a le sociedad como ura masa uniforme y compacta cuya homogeneidad marcabe: la, con- tinuacién inalterada entre el pasado y el presente de una naciGn, “mientras ot que las nuevas orientaciones no. tratan de imponer u otorgar’ supremacia a ‘unos aportes culturales sobre otros; todos ellos cuentan, independientemente de dénde provengan 0 del tienpo de asentamiento. Se basan en-un enfoque pluralista de Ja sociedad, buscando una integracién que respete y-valore la idiosineracia de los distintos grupos sociales que la conforman, La hetero- geneidad cultural no es vista como un factor desequilibrante sino como la po- sibilidad que tienen todos los grupos sociales de adecuarse a la sociedad mayor con pleno reconccimieato de sus diferencias. Diferencias que mues- tran distintas formas participativas y producen solidaridades 'y conflictos, pero también dan lugar a que en la manera de plantearlos y resolverlos los in- dividues expresen su. propia modalidad integrativa, su compromiso con st actividad cotidiana, con su momento histérieo y con su sociedad. Lentamente estas perspeciivas se han ido incorporando en nuestro pals, como lo prueba la Revists de Investigaciones Folkléricas y la Serie de Fol- Kore, que reflejan la produccién local y la internacional respectivamente. Ambas son pyblicaciones de la Universidad de Buenos Aires; a primera la evita la Secciin Folklore®, y Ia segunda el Departamento de Ciencias An- tropolégicas. Asi también dan cuenta de las actuales orientaciones los suce- sivos proyectos encerados por el equipo de investigacién de la Seccién Fol- Hore: “La identidad grupal desde la perspectiva folklérica: estudio de sus manifestaciones y regularidades” y "Estudio de las modalidades participa- tivas de los grupos follléricos y su relacién con el contexto social que los ‘eiimiarca” 4, Los dos ban sido patrocinados por el CONICET y cada uno de ellos abarca distintos temas. Lo que los unifica es un encuadre conceptual basado en los nuevos lineamientos y el intento de ponerlos a prueba y cons- tatar permanentemente su eficacia y adecuacién. Ast también los unifiea una instrumentacién metodolégica tendiente a hacer operatives los presupuestos y buscar caminos que ayuden a fundamentar las investigaciones Si bien este equipo se ta nutride de les paradigmas hoy vigentes en ‘centros académicos intemacfonales, sustenta al mismo tiempo ciertas carac. teristicas propies, como enfatizar en especial lo que provisoriamente deno- thinamos “metacédigo” (Blache y Magarifios de Morentin 19806: 11). Més allé de los cédigos convencicnales compartides por una sociedad, que per- miten a emisores y receptores atribuir determinada significacién a com- portamientos socfalmente pantados, ei “metacédigo” tiene el carécter de un estilo particular de un grupo en el que manifesta tode su creatividad y su singularidad. El concepto esti adaptado de la lingiistica, la que en su devenir fue dejando de lado la nocién de la existencia de una lengua nor- ‘mativa’ que le permitia clasificarla en bien y mal hablada: esta tltima era Ja incorrecta por desviarse de la gramitica establecida, Asi como en la line giiistica fue perdiendo terreno la concepcién de una lengua gramatical nor mada institucionalmente y se fue respetando cada vez mis la creatividad de los hablantes, en Ja folkloristica también se ha ido concediendo cada vex mayor importancia la aptitud creacora e identificadora de los grupos so- ciales. En esto también bay un contraste con les corrientes nacionalistas que entendian lo folklérico como una cultura marginal, que en su paso de las capas “superiores” a las “inferiores” sufria deterioro y arrinconamiento,- 0 gue al traspasar de los sectores hegeménicos « los subalternos daba lugar a tuna epropiacién desigual. Hoy no se lo concibe como un legado eristalizado © de segunda mano recibido de otros, sino como la capacidad cognitiva y simbélica de todo grupo humano, que por propia autonomia puede efectuar transformaciones sobre la base institucional que provee le estructura social. las reelaboraciones y adecuaciones que entreteje sobre Ja reticula que aqué- Ila proporciona ponen' de manifiesto todo él potencial .creativo con que un grupo construye su identidad, se relaciona con otros y se inserta en el ‘marco social que lo contiene, Los a:tuales peradigmas han adguitido notable desarrollo en centros académicos de otras latitudes, y le han permitido a la folkloristica encarar con més profundidad y riqueza las cuestiones de las que habitualmente ve- nia ocupérdose, como asi también adentrarse en otras nuevas. Es asi como, por ejemplo, desde hace veinte aiios los especialistas se han abocado a es- tudiar la influencia que sobre los fendmenos folkléricos ejercen los medios masivos de comunicacién y la forma en que mutvamente se alimentan y transforman su significacén, © analizan las semejanzas y diferencias entre folklore y cultura popular. En la Argentina los folkloristas estamos esforaindonos por superar el aislamiento en que Ja disciplina estaba recluida, encaminéndonos hacia un mayor conocimiento de lo que se esti produciendo en otros Ambitos de es- tudio. Pero también estamos conscientes de que el hecho de haber aceptado a necesidad de actualizacién y de asumir otras posiciones, no significa inscribimos en nuevos dogmatismos. Representa, en cambio, buscar otros caminds y levar a cabo la constante adecuacién que ellos requieren. Con Jas dificultades que esta biisqueda implica, y con todas nuestras Timitacio- nes, encontrames en las reunfones periédicas con los integrantes del equipo de investigacién de la Seccién Folklore de la Universidad de Buenos Aires, un lugar ée reflexién para compartir dudas, errores y aciertos Pero més alld de la existencia de los encuadres alternatives que la fol- 86 ‘Horistica viene desarrollando, quedan todavia una serie de interrogantes qué no estin dirigides a la disciplina en si misma sino al contexto en el que -estd inserta, Interrogantes estos que por el momento no podemos responder, ‘pero que aprovechamos esta opartunidad para: plantearlos: ga qué se debe ‘que en nuestro pais algunos colegas antropélogos no reconozcan los replen- teos que ba levado a cabo Ja folkloristica, y sigan ubicindola como si man- tuviera idénticos paradigmas del periado formative?; gpor qué en el debate epistemolégico no se asumen las posibles criticas a las modemnas corrientes de esta disciplina?; geudl es el motivo por el que no discuten las nuevas ver- ‘tientes destinadas a explorar Is creativided de los grapos bumanos?; gpor qué las carreras de antropologia creadas en los ultimos afios no incluyen el ‘estudio del folklore? Tal vex la historiografia y In puesta al dia de los dis- ‘tintos campos de Ja antropologia en Ja Argentina, que Runa ha emprendido, ‘nos ayuden a responder estas preguntas. NOTAS + Quiero expres mi gratitud, por leer el borrador de este trabejo y haber bacho ‘obteradionss y rogerondas, muy porta gic incul co la revisién final, los profe. Sores Juas Angel Maveritos ‘de. Moresti, Ana Maria Cousllas Alisa. Martin. Todos ‘los son inegraates del equipo de invatigaion de ia Seccin Foldore de la Universicad de Boenos Ares 2 Las citas bibiogificas para los nuevos paradigmas figuraa en un trabajo ante ‘ior: "Folkore y culture popular" (Bhche 1988) 2 La doctara Bera Elena Vial do Batiai fue dkectom de In Seccibn Folklore Tags se mur en 1966 Su abr Curio y Invenda, populares de lz Ageing (2980- O84), pobliada en ueve volimenee, abarca ia totalidad del peis y cote las reo jllacicnts que lieve a cabo durante varias décadae. “EL primera de elle: conclayé 2 1689 intervisieran en dl Ama Marfa Cousilas, ‘Alisa Matti, Plo Lowads, Josefina, Femindes, Nina. Bilogerd, Rodolfo loro y Martha ‘Blache, quien es cedizectora del proyecto cophintamente con, Juan Angel M ‘guriiot de Morentin. El segunda ett en cectsion e interienen ep el Ana Masia Cot ‘Sing alice Martin, Flo Lomda, Aut Maria Dupey, Mints Blalogosski, Rodolfo Flor, Femindo Fischmana, Mabel Freloréa y Marthe Blache, quien ex coorcioadora del pre: ‘Jeet conintamente con Juan. Angel Magaribos de Mores BIBLIOGRAFIA- = Ambrose, Juan B. 1917, Supersticones y leyendas, La Cultwa Argentina, Buenos Aes, ‘Antologia Folklérca Argentina: pore se escuelas de odultor 1940. Consejo Nacional de Blacacén, Kratt, Buenos Ales Blache, Martha y Juan A. Magarios co Morentin, 1980a, Sintesis critica de la teorie del Fulllore en Hispanoamérice, Tekad, Buenos Aires, 87 Tiache, Martha y Juan A, Magssifor de Moregtin, 19806, “Enuncladot fundamertales Mca para deinen del concepto de Foluiore’, Cuaderos del Cento de Jnontigacioner Antropolégies. $: 545, Buenos Alves Blache, Mastha, 1088, “Folklore y cultim popula”, Revise de Incesigaciones Folls- Tice, 5 25.24, Seccibo Folklors, Universdad de Buenos Aires Boencs. 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